miércoles, 11 de septiembre de 2019

Las mafiosas empresas petroleras estadounidenses han contribuido al exponencial incremento del calentamiento global


Las mafiosas empresas petroleras estadounidenses han
contribuido al exponencial incremento del calentamiento global
por Adán Salgado Andrade

El calentamiento global es ya un problema ambiental irreversible. Las largas sequías, huracanes categoría cinco e incontrolables incendios forestales, deshielo de los polos, son las consecuencias directas y que ya estamos viviendo de que el planeta se va calentando aceleradamente (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2018/10/el-irreversible-y-catastrofico.html).
Pero a pesar de las evidencias de que el clima global se ha modificado debido a las acciones del hombre, muchos “políticos”, Trump entre ellos, lo niegan, así como empresarios y “científicos”, en tanto que empresas como las petroleras, lo siguen alentando con sus irresponsables acciones, en las cuales, se evidencia que lo único que les interesa es el dinero.
El periódico The New Yorker, publicó recientemente un artículo, firmado por Bill McKibben, en el que se explica el contexto histórico por el cual, la industria petrolera, especialmente la estadounidense, contribuyó, y lo sigue haciendo, a que el calentamiento global se haya agudizado desde los años 1970’s, y que actualmente haya empeorado y estemos casi en la situación de no retorno, sobre la catástrofe que implicará un clima mundial cada día más y más caluroso (ver: https://www.newyorker.com/magazine/2018/11/26/how-extreme-weather-is-shrinking-the-planet).
McKibben comenta que había publicado treinta años atrás, en 1989, un artículo sobre la manera tan creciente en que se estaban lanzando humos al aire, así como  basura y residuos tóxicos a los ríos y mares, y que todo eso se estaba saliendo del control humano, lo que fue confirmado en los 2000’s por científicos, muy preocupados por los niveles a los que se había llegado.
Si eso advertían entonces, ni qué decir de lo que sucede actualmente.
McKibben refiere los problemas tan graves, como incendios forestales que han acabado con poblaciones enteras, Paradise, California, entre ellas. También da cuenta de los megahuracanes, como el Michael o Dorian, el que llegó a categoría cinco y siguió una gran senda de destrucción, la que comenzó con las Bahamas, Florida, Carolina del sur y Canadá.
Y a pesar de que, menciona McKibben, se han logrado algunos adelantos, como menos guerras, menos pobreza y hambre y se ha expandido la educación y el alfabetismo, los problemas ambientales tienden a opacar tales adelantos.
Las temperaturas de todo el planeta se han incrementado más de un grado Celsius. Y aumentarán 1.5 grados más entre el 2030 y 2052, “si no se toman medidas serias para evitarlo”. Pero no se han tomado, ni se tomarán, pues lo más importante son los negocios.
No sólo los pobres son los más perjudicados, sino que hasta gente de mayor escala social, teme a los exabruptos del cambio climático. Por ejemplo, dice McKibben que ya muchos estadounidenses temen cruzar un campo de pastos, por temor a ser picados por una garrapata y que contraigan el mal de Lyme. En muchas playas, no se puede nadar, por miedo a ser picado por una medusa o alga urticante. Y aunque el planeta sigue teniendo el mismo tamaño, “8 mil millas (12800 km) de diámetro y su superficie todavía cubrirá 200 millones de millas cuadradas (512 millones de km2), la Tierra, para los humanos, ha comenzado a encogerse, tanto bajo nuestros pies, como bajo nuestras mentes”.
Señala que el origen principal de tanta contaminación es la combustión, que en todo la hay. Durante los pasados 200 años “hemos quemado inmensas cantidades de carbón, gas y petróleo – en motores de autos, chimeneas, plantas eléctricas, fundidoras – y, al hacer eso, átomos de carbono se han combinado con átomos de oxígeno en el aire para producir bióxido de carbono. Esto, junto con otros gases, como metano, han estado atrapando calor dentro del planeta, que, de otra forma, habría sido radiado al exterior”.
En el artículo se mencionan pasados episodios temporales que han tenido repentinas subidas de CO2, pero que nunca han llegado a las altísimas concentraciones que padecemos en la actualidad. Por ejemplo, en el Pérmico, cuando cientos de volcanes estallaban, miles de toneladas de ese gas se fueron a la atmósfera, lo que culminó en “La Gran Matanza”, pero no llegaban ni a una décima parte de lo que lanzamos actualmente. Hace dos siglos, la concentración de CO2 era de 200 partes por millón y hoy es de 400, y cada día, aumenta 2 partes más. “El calor extra que queda atrapado en el planeta cada día equivale a 400,000 bombas nucleares, como la arrojada en Hiroshima”. ¡Un brutal dato!
Por ello es que en los últimos treinta años, hemos visto “los días más calurosos”, “los meses más calurosos” o “los años más calurosos”. Y cada año que pase se romperán records de temperaturas diarias, mensuales o anuales. Recientemente, científicos de la Universidad de Illinois, declararon que, a como van las cosas, el “peor escenario” que prevé la ONU, en cuanto a que el planeta se caliente más de 5 grados Celsius, será “el más optimista”, pues muy probablemente será mucho peor. O sea, tendremos temperaturas mucho mayores. Eso tiene efecto en el lugar en donde se viva y hasta en donde se trabaje. Menciona McKibben que en Argelia, recientemente, trabajadores de una planta petrolera dejaron de trabajar, pues el termómetro subió a 51.2 grados Celsius. “No pudimos seguir. Era imposible trabajar”, declaró uno de los trabajadores a reporteros que los entrevistaron.
Y eso es cierto, pues científicos de Australia y Estados Unidos (EU) han determinado que a más de 350 C y con más de 90 % de humedad, aun en un sitio bien ventilado, el humano deja de sudar y no sobrevive más de unas horas, dependiendo de cada organismo.
Partes de India, Bangladesh y el norte de China, “donde viven 1500 millones de personas, (un quinto de la humanidad) sufrirán temperaturas extremas en el siguiente medio siglo. Varios días tendrán en esos lugares con temperaturas que pueden provocar la muerte y que afectarán todas las áreas del comportamiento humano, económicas, agrícolas, militares y recreativas”. Si para el 2050 la temperatura del planeta sube 2 grados Celsius, una cuarta parte sufrirá severas sequías y se convertirá en desértica, aumentando las sequías y desiertos existentes. Y eso afectará la producción mundial de alimentos.
Por ejemplo, en estos momentos en que México sufre una fuerte sequía, la producción agrícola disminuirá, sobre todo en las tierras que son de temporal, o sea, en las que sólo se siembra cuando llueve. De hecho, México es uno de tantos países que ya está sufriendo severamente los efectos del cambio climático, los que nuestra posición geográfica, empeora aún más (ver: https://www.jornada.com.mx/2019/09/10/sociedad/035n2soc).
Como durante las sequías se emplean reservas de agua subterránea, ya se han sobreexplotado y, si años atrás eran la alternativa, por su agotamiento, ya no lo serán más (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2017/06/las-declinantes-reservas-de-agua.html).
Con altas temperaturas, sin climatización, no se podrá vivir, ni trabajar. De allí, el alza en el empleo del aire acondicionado, el cual, por el uso tan extendido e intensivo que está teniendo, es otro factor que está contribuyendo al calentamiento global, pues los aparatos que enfrían el aire, producen mucho calor durante su operación, además de que consumen la electricidad de cuatro refrigeradores (ver: https://www.theguardian.com/environment/2019/aug/29/the-air-conditioning-trap-how-cold-air-is-heating-the-world).
Y tan acelerado calentamiento también provoca que el deshielo de polos y glaciares sea mucho mayor a lo estimado, con patrones de actividad ya difíciles de evaluar, ni siquiera con modelos matemáticos computarizados (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/03/el-acelerado-derretimiento-del-artico-y.html).  
Groenlandia está perdiendo hielo aceleradamente. Del 2003 para acá, se han derretido 3.5 billones (3,500,000,000,000) de toneladas  de hielo, o sea, un promedio diario de casi ¡600 millones de toneladas! Algo impresionante, en verdad, y muy triste  (ver: https://www.bbc.com/news/science-environment-49483580).
La vegetación de Groenlandia irá muriendo por las aguas salinas oceánicas que la invaden, así como ciudades y lugares ribereños, que se hundirán por los deshielos, tanto de Groenlandia, así como de los glaciares y los polos terrestres. Posesiones humanas, como casas, comercios, industrias, edificios… se perderán para siempre.
McKibben visitó Groenlandia recientemente y sus acompañantes le compartieron la tristeza que los embarga al ver cómo ese emblemático sitio se está perdiendo, gran parte, en el transcurso de sólo cuatro años. Así de acelerados son ya los efectos del incrementado calentamiento global.
Por eso McKibben señala que “el mundo se está encogiendo”, pues las áreas en donde habitan – o habitaban – humanos, desaparecen, muchas, por las acciones de las aguas, y, otras, por sequías, incendios forestales y más. Los ecorefugiados climáticos irán a la alza cada año (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/01/los-refugiados-climaticos.html).
Ciudades muy importantes, como Yakarta, capital de Indonesia, serán cambiadas de lugar, pues se están hundiendo aceleradamente, combinación de agotamiento de acuíferos y subida del mar. Eso pasa, también, con la ciudad de México, pues los mantos acuíferos en donde se asienta se están agotando rápidamente. Nuestra única “ventaja” es no estar a la orilla del mar (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/06/las-ciudades-que-se-hunden-por.html).
Todo lo anterior, señala McKibben, está afectando también la biodiversidad, pues sesenta por ciento de la vida natural mundial, plantas y animales, ha sido víctima de un hábitat cada vez más estrecho y amenazado por las depredadoras actividades humanas. Por ejemplo, aves que habitan montañas y partes altas, no podrán sobrevivir debido a las altas temperaturas. Y eso también afectará  nuestra cercana existencia (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/03/la-perdida-de-biodiversidad-la-perdida.html).
Lo peor de todo es que, hace treinta años, señala McKibben, muchos celebraban el calentamiento global, pues estúpidamente afirmaban que eso expandiría las tierras agrícolas, Eso lo afirmaban CEO’s (jefes ejecutivos) de empresas como la petrolera Exxon. Rex Tillerson, CEO de ésta, declaró en el 2012 que, al derretirse los polos terrestres “habría más tierras cultivables”. El tiempo ha demostrado que no es así. Un quinto del Polo Norte es ocupado por el Permahielo, el que, al derretirse, deja sin sustentación a esos lugares. Peor aún, su descongelación liberará CO2, mucho, que acelerará el calentamiento. Noventa científicos de distintos países han declarado que, económicamente, las pérdidas por la desaparición del Permahielo, serán del orden de 30 billones (30,000,000,000,000) de dólares. Eso superará los “ahorros” que deja el que ahora muchos barcos puedan cruzar por áreas antes cubiertas de hielo.
Cada vez es más difícil mantener obras de infraestructura, como vías de ferrocarril, en los lugares en donde el Permahielo se licuifica.
Todo esto ha ocurrido más rápido de lo que los científicos predijeron, a la par del brutal aumento de las emisiones de CO2 y otros gases producidos por tanta combustión. Varios de los efectos del calentamiento global se pensaba que sucederían en los años 2050 o 2100, pero ya están ocurriendo. Lo peor es que no se están tomando las medidas necesarias para detener tanta contaminación y depredación. Cita McKibben al escritor medioambientalista Alex Steffen, quien acuñó el término “tardanza depredadora”, para referirse “al bloqueo o alentamiento del necesario cambio, con el fin de hacer mucho dinero de un sistema injusto e insostenible en el mediano plazo”. Y es justamente lo que hicieron las petroleras, mentir y ocultar que ellas estaban acelerando el calentamiento global.
Como periodistas de la agencia InsideClimate News y del periódico Los Angeles Times revelaron en el 2015, Exxon, la petrolera más grande del mundo, sabía desde 1977 que su producto, el petróleo, contribuía mucho más que otros contaminantes, al calentamiento global. Eso lo sabía diez años antes de que el científico climatólogo James Hansen testificara frente al Congreso de EU sobre los daños que ocasionaría el calentamiento global, inducido por las actividades humanas.
James F. Black, uno de los científicos preeminentes de Exxon, tras haber realizado un minucioso estudio, encargado justo por la empresa (¡vaya ironía!), declaró cómo actuaban gases como el CO2, en la atmósfera, pues impedían salir al calor, como si fueran la capa de un invernadero. Lo cita McKibben, “Hay un acuerdo científico general, en que la forma en que la humanidad está influenciando el clima global es a partir de la emisión de bióxido de carbono proveniente de los combustibles fósiles”. Luego, refiere que “En 1978, hablando con los ejecutivos de la empresa, Black estimó que al doblar la concentración de bióxido de carbono en la atmósfera, se incrementarían las temperaturas medias globales entre dos y tres grados Celsius y hasta en diez grados Celsius en los polos”. De hecho, en efecto, en los polos se está acelerando el derretimiento, pues se concentra mucho más el calor, con el consiguiente mayor aumento de temperatura, que en el resto del planeta.
Exxon no reparó en gastos para investigar lo dicho por Black. Incluso, le puso a un barco petrolero detectores de CO2. Y los resultados mostraron que si no se reducían sustancialmente las emisiones de CO2, reduciendo el consumo de combustibles fósiles, “catastróficos eventos tendrían lugar en pocos años”, justo como ya los estamos sufriendo.
Pero los estudios sólo sirvieron para que Exxon tomara medidas para su conveniencia. Viendo que los sitios en donde tenía plataformas de explotación petrolera, cercanas al Ártico, podrían inundarse, elevó la altura de aquéllas, con tal que no fueran afectadas por la elevación del agua marina. Además, buscó nuevos sitios para exploración y perforación en las zonas descubiertas de hielo. Es decir, Exxon usó para su pura y mezquina conveniencia sus hallazgos.
Señala McKibben que si hubiera divulgado lo que sabía, la historia “geológica del planeta habría sido muy distinta hoy día. El problema del cambio climático no se habría resuelto, pero la crisis, muy probablemente, estaría disminuyendo”. Cita, como ejemplo, que en 1989, se halló que los clorofluorocarbonos estaban destruyendo la capa de ozono y que una rápida prohibición de ellos, logró que dicha capa se restituyera (aunque, recientemente, se halló que en China, algunas empresas, clandestinamente, siguen fabricando aerosoles con base en esos dañinos gases. Ver: https://www.zmescience.com/science/news-science/ozone-depleting-chemicals-0432423/).
Aunque, dice McKibben, eso fue relativamente fácil, pues ya había la forma de sustituir esos gases por otros menos dañinos. Pero como el petróleo es aún una de las mercancías más lucrativas del mundo, se tomó el camino del ocultamiento, y se prefirieron masivas ganancias, a la salud planetaria.
Las petroleras hasta formaron la Global Climate Coalition. No sólo Exxon, sino Chevron, Shell, Amoco y otras, se unieron, con tal de defender sus mezquinos intereses. Gracias a esa coalición, en EU, por ejemplo, se impidió que se aplicaran impuestos compensatorios a los combustibles fósiles. Llegaron a decir, ¡háganme favor!, que si se reducía la producción petrolera, como consecuencia de los impuestos, habría menos CO2, y eso era malo, “pues más CO2, “acabaría con el hambre mundial, pues ese gas contribuía al crecimiento de las plantas”. Así, se opusieron también a los esfuerzos que el llamado “Protocolo de Kioto” intentó establecer.
Fue Lee Raymond, presidente de Exxon en ese entonces, quien dijo que afirmar de que reduciendo las emisiones de combustibles fósiles, se tendría un efecto en el cambio climático, “desafía al sentido común. Es muy improbable que la temperatura a mediados del siguiente siglo sea afectada por políticas que se tomen hoy o dentro de veinte años”. Y eso, a pesar de que científicos de la propia empresa habían demostrado fehacientemente que sí afectaría al clima la no reducción del empleo de combustibles fósiles.
Como era un gran negocio, para qué tomarse la molestia. Y todo, desde entonces, se hizo para que el empleo de los combustibles fósiles aumentara, como incrementar los vehículos fabricados por año, incrementar su potencia, oponerse a tecnologías verdes, como autos eléctricos, paneles solares, energía eólica…
McKibben asistió a los trabajos del protocolo de Kioto, en donde se acordaron modestos objetivos. Sin embargo, un representante de la industria petrolera estadounidense, cabildero en el gobierno de Clinton, le confió que esperaba “regresar pronto a Washington, para poner orden en esto”.
Y así fue, pues con Bush, sobre todo, Exxon llegó a establecer términos para que fuera afectada lo menos posible. Se acercó a su amigo Dick Cheney, quien había dejado el cargo de CEO del gigante de perforación petrolera Halliburton, para convertirse en vicepresidente de Bush. Cheney, quien ejercía una influencia perversa sobre el mediocre de Bush – aunque menos mediocre que Trump –, convenció a éste de que no cumpliera su promesa de campaña de ver al bióxido de carbono como un contaminante. Así, en un año, Frank Luntz, un consejero republicano de Bush, logró disuadirlo para que dijera que no había consenso científico de que la industria petrolera afectara al clima mundial. Y la mentira surtió efecto.
Y fue tan eficaz, que en el 2017, una encuesta entre estadounidenses, mostró que el 90% todavía no sabían que ya había consenso científico en que el cambio climático era real, ocasionado por el hombre.
Raymond se retiró de Exxon en el 2006 y su sucesor, Rex Tillerson, que formó parte del equipo inicial del negacionista climático – además de racista y perturbado mental – Donald Trump, ha hecho todo lo posible por expandir las operaciones petroleras de Exxon, sobre todo en el derritiente Ártico. Y a pesar del calentamiento global, ocasionado mayoritariamente por el empleo de combustibles fósiles, dice que “El mundo va a tener que seguir usando combustibles fósiles, le guste o no”. ¡Vaya descarada declaración!
McKibben especula la razón por la cual Exxon ocultó tantos años, a su favor, las evidencias científicas de que su perversa labor aceleró el calentamiento. Lo achaca a que una “gran guía” ha sido la nefasta influencia de la escritora ruso-estadounidense Ayn Rand (1905-1982), la cual, con su “objetivismo”, estaba totalmente a favor de la “libre empresa” y que cualquier intromisión pública era un obstáculo que debía de eliminarse, como señala en toda su obra, especialmente en su mamotreto “Atlas Shrugged”, su novela “más elaborada” (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2015/01/cero-tolerancia-o-de-represivas-leyes.html).
Muchos empresarios y “políticos” mafiosos de EU “admiran” a Ayn Rand, y la ven como su mentora. Por eso es que hacen lo que predicaba, “libre empresa” y nada de intervención pública. Trump es un ferviente seguidor de Rand, siendo su novela favorita “El Manantial”.
Y ha demostrado con sus acciones en contra de los esfuerzos para controlar el cambio climático, que está del lado de los empresarios (no ha sido el único, claro, pues los pozos que actualmente extraen gas con la contaminante, depredadora técnica del fracking, operan desde la época Barack Obama).
Además de Exxon, los hermanos Kock, dice McKibben, ejercen una gran influencia en el “gobierno”, más ahora, con Trump. Los Kock poseen una gran fortuna, gracias a sus negocios de extracción y refinación petrolera, los que, tan sólo en el 2017, les dejaron ganancias por 100 mil millones de dólares. Por eso defenderán, hasta con los dientes, sus intereses, sin importarles que el planeta se derrita por tanto calor.
Por su nefasta influencia, se han reducido o retirado los fondos para investigación y promoción de energías renovables, como la eólica o la solar. Se han subido los niveles de contaminación para empresas carboníferas, o los de los autos, que “pueden contaminar un poco más”. Se ha prohibido hablar en secretarías de Estado sobre el cambio climático. O sea, son “mentiras”. Ese oscurantismo muestra lo pernicioso que ha sido, contra los esfuerzos por combatir el cambio climático, el nefasto mandato de Trump.
Y tampoco ha tenido empacho en aumentar los impuestos a las celdas solares en un treinta por ciento, para desalentar a los estadounidenses a usarlas y que sigan empleando la electricidad producida por carboeléctricas y termoeléctricas, las que usan combustibles fósiles para su operación, las que están muy de la mano con las petroleras.
Rick Perry, su secretario del Departamento de Energía – acusado de corrupción, pero exonerado por Trump, también un corrupto y hostigador de mujeres –, dijo que EU seguiría produciendo CO2 “a los niveles actuales, hasta el 2050”. O sea, señala McKibben, EU, por sí solo, quemará las expectativas que se tenían para que la temperatura global no subiera más de 1.5 grados de aquí a ese año. Muy egoísta actitud. Y agrega que Perry dijo en el 2017 que “ser escéptico sobre el consenso científico acerca del calentamiento, es muestra de que se es una persona juiciosa e intelectualmente muy segura”. ¡Pues vaya con el intelectualmente seguro estúpido del Perry, que aún, frente a los megahuracanes que han golpeado recientemente muy duro a su país, siga negando que existe el cambio climático y que sólo es una “invención china”, como dice su estúpido jefe Trump.
Y por eso Trump decidió retirarse del acuerdo de París, para permitir que su contaminador país, siga polucionando a su antojo. Esa “decisión” no la tomó Trump por sí mismo, sino que le fue inducida por cabilderos e industriales. Uno de ellos, Myron Ebell, hasta patrocina a una coalición, Cooler Heads Coalition, encargada de “acabar con los mitos del calentamiento global” y él es el presidente. También los hermanos Kock, así como el Heartland Institute, fueron vitales para recordarle a Trump sus “promesas de campaña”, por ellos inducidas, claro, de que EU abandonara dicho pacto climático, pues si seguía así, la “prosperidad de EU” estaría en juego. Justo eso fue lo que justificó Trump para dejar ese vital acuerdo.
A pesar de la senda de destrucción mundial que está ocasionando el cambio climático y de que hay alternativas “verdes” para producir energía, como señala McKibben, no parecen las mafias y poderes fácticos que nos controlan, interesados en hacer algo. Vladimir Putin dice que “el calentamiento global se ha de presentar por ciclos”. Obvio declara eso, pues el petróleo es la principal exportación de Rusia y es el segundo vendedor mundial. Arabia saudita, el tercer exportador mundial, también ha tratado de desacreditar el consenso mundial sobre el cambio climático.
Y no deja de mencionar al fascista Jair Bolsonaro, “presidente” de Brasil, quien ha impulsado criminalmente los incendios de la selva amazónica que están en dicho país, con tal de que se “despeje la tierra” y que los ganaderos tengan más lugar para hacer zacatales que sirvan para alimentar a sus contaminantes ganados para producir más y más carne (ver: https://www.theguardian.com/environment/2019/sep/09/amazon-fires-brazil-rainforest).
Dice McKibben que la posibilidad de cambiar el estado de cosas radica sólo en la gente, que se proteste, que se hagan acciones que dañen los intereses de las depredadoras, contaminantes empresas. Cita el caso de la sobresaliente adolescente sueca Greta Thunberg, la que ha logrado impulsar un movimiento mundial para que los niños y adolescentes se opongan a las políticas depredadoras y que exijan a sus gobiernos acciones reales, no palabrerías que nada consiguen.
Eso, porque, en EU, a pesar de tantas organizaciones que se oponen a que sigan operando las petroleras, éstas siguen contando con el corrupto, incondicional apoyo de los mafiosos “políticos”. Señala que en California, por ejemplo, los legisladores, presionados por los votantes, se comprometieron a que en ese estado sólo se use energía renovable a partir del 2045, pero el gobernador ha seguido dando permisos para que se sigan perforando pozos petroleros, a pesar de que muchos están en medio de ciudades, en donde los índices de asma son muy altos. Muchas empresas contaminantes operan como si nada, como en Luisiana, en el pueblo de Reserve, donde labora una empresa que fabrica caucho sintético. A pesar de que sus actividades desprenden muchas sustancias perjudiciales para la salud – han subido los índices de cáncer – y el medio ambiente, ninguna instancia pública ha intervenido para tomar urgentes pertinentes medidas (ver: https://www.theguardian.com/society/audio/2019/aug/07/cancer-town-life-in-the-shadow-of-a-chemical-plant-podcast).
El sur de EU se está llenando de muy contaminantes “rellenos sanitarios”, que no son más que simples basureros a cielo abierto, en donde se arrojan, no sólo residuos orgánicos, sino hasta peligrosos, de los estados del norte, como cenizas radioactivas de las carboeléctricas. Y los corruptos políticos nada hacen, sino que los siguen alentando pues son “fuentes de trabajo” (ver:  http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/07/estados-unidos-usa-algunos-de-sus.html).
McKibben señala que muchos ven como la “solución” establecerse en otro planeta, como Marte, pero son ideas absurdas. “Los intentos, en 1991, de establecer una biósfera en el desierto del suroeste, fueron un rotundo fracaso”. Hasta el escritor de ciencia-ficción, Kim Stanley Robinson, quien es autor de una trilogía sobre cómo se colonizaba Marte, dice que es perniciosa la idea de creer que si “la cagamos en la Tierra, siempre podemos vivir en Marte o en otra estrella. Es absurdo”.
Dice McKibben que la idea de “habitar otros planetas” nos distrae de reconocer la belleza de nuestro planeta y de que debemos enfocar nuestros esfuerzos en salvarlo y salvarnos, junto con aquél.
Visitó recientemente Cabo Cañaveral, que en el 2012, estuvo a punto de ser desaparecido bajos las aguas por el huracán Sandy. Tuvieron que construir dunas de arena para proteger el sitio. Dice que los empleados de la NASA, que lo llevaron por un recorrido de las instalaciones, le dijeron la cantidad de animales que hay en un refugio cercano y que aquéllos aprecian bastante. “Cuando miras a la playa, es como Florida en los 1870’s, el estrecho más largo, imperturbable que existe en la costa Atlántica. Lanzamos gente al espacio desde un refugio animal silvestre. Eso es increíble”, le dijo uno de ellos.
Continuaron su recorrido entre los pantanos, para mostrarle aves, como pelícanos o lagartos.
Al final, McKibben se fue a la playa. Tuvo el gran gusto de ver a una tortuga emerger del mar, ir hacia la playa, cavar un agujero y desovar durante una hora.
Se entiende por qué remató así su artículo, pues de eso se trata, de salvar a la maravillosa Naturaleza.
El jefe Raoni Metuktire, de la tribu brasileña Kayapó, emitió recientemente una dura queja contra los que queman la selva, con tal de ampliar tierras para ganado y soya. Dice en una parte de su dramática declaración que “Queremos que ustedes paren lo que están haciendo, que paren la destrucción, que paren su ataque a los espíritus de la Tierra. Cuando ustedes cortan los árboles, ustedes asaltan los espíritus de nuestros ancestros. Cuando ustedes escarban por minerales, ustedes dañan el corazón de la Tierra. Y cuando ustedes arrojan veneno en la tierra y en los ríos – químicos de la agricultura y mercurio de las minas de oro –, ustedes debilitan los espíritus, las plantas, los animales y la tierra misma. Cuando ustedes debilitan la tierra como lo hacen, comienza a morir. Si la tierra muere, si nuestra Tierra muere, entonces ninguno de nosotros podrá vivir, todos nosotros, también moriremos” (ver: https://www.theguardian.com/commentisfree/2019/sep/02/amazon-destruction-earth-brazilian-kayapo-people).
¡Cuánta razón tiene ese sabio jefe tribal!
Porque, ya muertos todos, muerta la Tierra, muertos animales y plantas ¿de qué les habrá servido a los mezquinos jefes de las depredadoras petroleras haberse hecho inmensamente ricos?