martes, 26 de diciembre de 2023

Se cultiva cacao en zona protegida de Nigeria para satisfacer la alta demanda de occidente

 

Se cultiva cacao en zona protegida de Nigeria para satisfacer la alta demanda de occidente

Por Adán Salgado Andrade

 

El depredador y contaminante sistema económico que nos sigue dominando, el capitalismo salvaje, se caracteriza por imponer tendencias consumistas que llevan a la sobreexplotación de determinados productos agrícolas, con las nefastas consecuencias medioambientales que ello pueda ocasionar. Es el caso, por ejemplo, del demandado aceite de palma, que ha llevado a talar y diezmar densas selvas en Indonesia y Malasia, pues las palmas, que es de donde se extrae dicho aceite, sustituyen a ceibas, robles, caobas… y demás árboles selváticos, tan necesarios para la descarbonización del planeta (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2020/09/las-plantaciones-de-palma-esclavizan-y.html).

Otro producto agrícola que está teniendo alta demanda es el cacao, pues el chocolate que se obtiene de él, es una delicia en países europeos y en Estados Unidos, en donde muchas empresas dulceras y chocolateras elaboran “deliciosas” golosinas de aquél, muy apreciadas por los consumidores.

Globalmente se producen ¡cinco millones de toneladas de granos de cacao anualmente! Los mayores productores son Costa de Marfil y Ghana, que cultivan el 60 por ciento, seguidos por Ecuador, el 9 por ciento, Camerún, el 6 por ciento, Nigeria, también 6 por ciento, Brasil, el 4 por ciento, Indonesia, el 3 por ciento, Papua Nueva Guinea, 1 por ciento y el resto del mundo, entre los que quizá figure México, 13 por ciento (ver: https://www.kakaoplattform.ch/about-cocoa/cocoa-facts-and-figures).  

Irónicamente, México es el país de donde es nativo el cacao, llamado en náhuatl chocolatl, agua lodosa, que los malditos conquistadores expandieron por todo el mundo. Igualmente sucedió con el maíz, de origen mexica (“Sin maíz, no hay país”, reza la consigna del activismo), que ahora, ya hasta importamos de Estados Unidos y, lo peor, ¡transgénico!, y cada año, más y más.

Por el insaciable apetito por el cacao, es que en países como Nigeria, el cuarto productor, junto con Camerún, se está devastando una zona protegida, en la que viven especies animales en extinción, como pangolines o elefantes (de éstos, se calcula que sólo quedan cien en dicha reserva). Está sucediendo como en Brasil, en donde se han talado o quemado cientos de miles de hectáreas de selva, para dedicarlas a pastizales de los que se alimentan cientos de miles de reses y satisfacer la creciente demanda cárnica global (que fueron impulsados bastante por el nefasto ex presidente Jair Bolsonaro. Ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/09/los-criminales-provocados-incendios-de.html) o para minar ilegalmente oro.

El artículo de la agencia AP, titulado “Cacao cultivado ilegalmente en selva nigeriana protegida, es comprado por granes empresas productoras de chocolate”, firmado por el periodista Taiwo Adebayo, expone esa deleznable situación en donde, como señalé, lo que queda de una porción de selva nigeriana, que está protegida, está siendo depredada para sembrar el codiciado cacao (ver: https://apnews.com/article/chocolate-deforestation-cocoa-farming-nigeria-8813c4656635a4ae8b49c6fd7ced6d28).

Varias fotos muestran lo que en esa zona “protegida” sucede: huertos de árboles de cacao que ahora sustituyen a los selváticos, propios del sitio; campesinos que recogen los frutos del cacao, parecidos a pequeñas papayas; bodegas en donde se almacenan los bultos de granos de cacao; camionetas cerradas que recogen esos bultos, circulando por lodosos caminos (como correspondería a una zona protegida, libre de rutas asfaltadas o encementadas). Y tráileres que salen de los centros de distribución, muchos ilegales, que transportarán cientos de bultos de cacao, hacia los sitios de donde serán exportados, ya sea a Europa o a Estados Unidos, para que se procesen por grandes chocolateras y los conviertan en Snickers, M&Ms o Butterfinger, marcas de la estadounidense Mars Inc., o en Ferrero Rocher, Nutella, Kínder, Butterfinger o Crunch, barras de chocolate muy demandadas, producidas por la empresa italiana Ferrero, que aunque dice que no “emplea cacao cultivado en zonas ilegales, indirectamente, lo hace”, comenta Adebayo.

“El mercado global de cocóa y chocolate, se espera que crezca de un valor de $48,000 millones de dólares (mdd) que tenía en el 2022, a $68,000 mdd en el 2029, de acuerdo con Fortune Business Insights”. O sea, que en siete años, crecerá casi 42 por ciento, muestra de lo depredadores y, en este caso, glotones de chocolate que somos.

Cacao de esa zona protegida es adquirido por grupos como el mencionado Rocher, la empresa Olam Group, de Singapur, y las nigerianas Starlink Global e Ideal Limited, ésta última, la única que sí reconoció adquirir cacao de la zona protegida. “Otros grupos más pequeños, que también laboran en la selva protegida, reconocieron que le venden al grupo danés Tulip Cocoa Processing Ltd., subsidiario del comercializador y productor de cacao Theobroma”.

Así que, vean, hipócritamente dicen esos grandes grupos dulceros que no compran cacao de zonas ilegales, “pero en su sitio WEB, señalan zonas cercanas o que se traslapan con las zonas protegidas”.

Pero para campesinos pobres como Kumayon, es la única fuente de sustento, lo que les permite sobrevivir. “Sí, yo sé que es zona protegida, pero no me queda de otra si quiero darle un sustento a mi familia, habemos muchos campesinos que trabajamos aquí y lo hacemos porque nuestras tierras anteriores, ya no producen, son infértiles o están muy secas por la sequía. ¡Qué le vamos a hacer!”, dice, algo apenado.

Y si el cacao les da ese sustento, no importa que talen grandes árboles para cultivarlo. Se trata de su sobrevivencia, aunque sea a costa de la selva.

La reserva se llama Omo, “una selva tropical protegida, localizada a 135 kilómetros al noreste de la ciudad costera de Lagos, en el suroeste de Nigeria, una de las más viejas zonas protegidas, en donde conviven monos, pangolines, elefantes y otras especies en vías de extinción, endémicas del sitio. Allí, AP pudo constar que cientos de hectáreas de lo que antes era una exuberante selva, hoy son huertas de cacao. Decenas de campesinos cortan cuidadosamente el fruto, que luego abren para sacar los pulposos granos de cacao y procesarlos, de forma muy similar a los del café, despojándolos de su capa pulposa, lavándolos, secándolos y empaquetándolos para su venta y distribución”.

Es una lástima ver grandes árboles derribados para que, en su lugar, se cultiven los de cacao. Y hay que decir que son tierras que durarán muy poco produciendo, pues la biomasa, o sea, los nutrientes selváticos, están en los árboles y la vegetación, no en la tierra, cuyo espesor es muy reducido. En pocos años, dejarán de producir y se convertirán en tierras yermas, en donde, a lo sumo, crecerán pastizales (así sucedió aquí en los años 1970’s, cuando, en un acto populista, uno de los presidentes de esa década, Luis Echeverría Álvarez (1922-2022), entregó tierras selváticas a los Lacandones, los que, sin perder tiempo, talaron grandes árboles para sembrar maíz, pero no por mucho tiempo, pues las tierras pronto dejaron de ser cultivables. La cinta mexicana “Cascabel” (1976), dirigida por Raúl Araiza, muestra algo de esa situación. Ver: https://es.wikipedia.org/wiki/Cascabel_(pel%C3%ADcula)).

Esas ilegales prácticas, además de ser muy depredadoras, dan lugar a abusos laborales y de derechos humanos, pues los “trabajadores son sometidos a extenuantes jornadas, muy mal pagadas y sus derechos humanos son violados”. Es decir, no sólo árboles talados, sino hasta la sangre de trabajadores que fallecen por desnutrición y enfermedades, lleva el cacao ilegal (en Brasil, también, como señalé, se cría ganado en zonas ilegales, para satisfacer el creciente gusto por la nociva carne. Una empresa estadounidense, Parker-Migliorini International, mejor conocida como PMI, ha estado comercializando carne de Brasil, obtenida de sitios ilegales, en donde antes existían selvas y ahora hay sólo pastizales, provocados por los criminales incendios forestales referidos. Su principal mercado es China Ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2023/11/empacadora-de-carne-de-eeuu-responsable.html).

Como siempre, esa cadena de abusos y destrucción, “ha llevado a empresas chocolateras a demandar que el origen del cacao sea detectable, sostenible y libre de abuso”. Pero eso es hipocresía pura, pues en lugar de disminuir tales infamias, se han incrementado.

Y no hay forma o no hay interés porque realmente se detecte el origen del cacao, o por la misma corrupción existente en Nigeria, no se aplican las normas. Claro, como siempre, son  los mismos países en donde se originan los problemas, los que los permiten por la corrupta, mafiosa burocracia que los domina. La agricultura está prohibida en la zona protegidas, así como la tala de árboles, “pero es práctica común”, dice Adebayo.

Un 60 por ciento del cacao nigeriano se va a Europa, en tanto que el 8 por ciento, a Estados Unidos, así que mucho del cultivado en la zona protegida es adquirido. Una total hipocresía de las empresas “preocupadas” porque sea cacao sostenible, como puede verse.

Pasa primero el cacao por las mencionadas empresas Olam y Tulip, las que lo exportan a los fabricantes de chocolates estadounidenses y europeos.

Empresas pequeñas como Kadet Agro Allied Investments Ltd., Bolnif Agro-allied Farms Nigeria Ltd., Almatem y Askmana, reconocen que adquieren cacao de campesinos que lo cultivan en la zona protegida, “pero ni modo que no se los compremos, de eso viven, pero, sí, somos invasores de esas selvas”, señala uno de los gerentes, citado por Adebayo, quien pidió el anonimato. “Los que nos compran, no diferencian tierras protegidas de tierras legales. Adquieren todo el cacao, y mucho, es de la reserva”, le declaró a Adebayo Waheed Aseez, propietario de la mencionada Bolnif.

Otro dueño de las microempresas que compran cacao, Sunday Awoke, dueño de Askmana, dice que antes era conservacionista, “pero te mueres de hambre, así que decidí dedicarme a comprar y vender cacao. Es lo que deja”. Dice Adebayo que otros entrevistados le dijeron lo mismo . Para que vean cómo el dinero mueve voluntades.  

“Estas tierras sólo son propicias para elefantes, no para cacao, pero el dinero es lo que mueve”, le declaró Ewulola Bolarinwa, que funge tanto como fijador de precios, así como de líder de los campesinos.

La mencionada Tulip, asegura que sólo adquiere cacao de zonas legales, “pero AP comprobó que bultos destinados a Tulip, fueron vistos en bodegas localizadas en zonas protegidas”. La empresa dijo que cómo se reutilizan, “es posible que aparezcan allí”.

Saheed Arisekola, de 43 años, pasante universitario, que se dedica a eso, pues nunca pudo hallar trabajo de lo que estudió, dice a Adebayo que “Tulip sabe que mucho del cacao que compra es de zonas protegidas, aún así, lo adquiere”. Como hay muchos intermediarios, tal empresa no se interesa en detectar si el cacao es ilegal o no.

La subsidiaria de Olam en Estados Unidos, Olam Americas Inc., “recibió 18,790 bultos de cacao nigeriano de su subsidiaria en Nigeria, Outspan Nigeria Limited, entre marzo y abril del 2022, y no hay forma de certificar que el cacao adquirido sea de áreas realmente permitidas, es decir, sustentable”.

Entre marzo y abril del 2023, la mencionada Starlink, embarcó 70 contenedores, cada uno conteniendo 4,000 bultos de cacao, a la empresa General Cocoa Co., que es propiedad del grupo francés Sucden Group, el que surte a Mars, la que hace los Snickers.  

La zona, de unos 650 kilómetros cuadrados de área, “es lo único que queda de selva, vital para muchas especies silvestres, además de que ayuda a la biodiversidad. Contiene unas 75 especies de aves, elefantes, otros mamíferos y reptiles”.

Como señalé, y le fue comentado a Adebayo por Emmanuel Olabode, un administrador conservacionista que protege la reserva, “estas tierras luego de pocos años, se vuelven improductivas. Y los campesinos lo saben. ‘Tendremos que buscar nuevas tierras’, confiesa uno de ellos, Kaseem Olaniyi, quien reconoce que cultiva en la zona `protegida desde el 2014, cuando se mudó de un estado vecino”.

Sin embargo, a pesar de las evidencias que halló Adebayo, el gobierno del estado de Ogun, en donde se halla la reserva, le dijo que “es un problema que data de muchas décadas atrás y en el 2007, desalojamos a todos los campesinos que sembraban allí ilegalmente”. Eso dicen, pero la corrupta realidad es que lo siguen permitiendo. Deben de sacar muy buen dinero de las “mordidas” que les han de dar, desde campesinos, productores, hasta las empresas comercializadoras.

Dicen las “autoridades” que ya hay un nuevo plan para desalojar a la gente, pero Omolola Odutola, vocero de la policía federal, dice que “no sabe nada de dicho plan”.

Tampoco los guardabosques saben de ese plan, si es que existe. Aunque hay casas de campesinos que se han marcado para ser demolidas, allí siguen. “Son casas sin agua, ni drenaje, lo que obliga a las amas de casa a recolectar infecta agua de corrientes cercanas. Enfermedades gastrointestinales son comunes allí. Y los caminos lodosos, están llenos de baches, lo que encarece los costos de transportación y reduce bastante las magras ganancias de los campesinos que cultivan el cacao. Pero siguen permitiéndoles sembrar allí, pues deben de darles dinero por las extorsiones que les cobran. El gobierno local nada dijo a pregunta expresa de ese problema”.

Se ha formado un “proyecto de detección” por el Cocoa Research Institute of Nigeria, para rastrear el cacao y que sea sustentable, pero, curiosamente, no ha establecido un grupo de estudio en Omo, la reserva protegida.

Al final, declara Olaniyi, el mencionado campesino, “aquí seguiremos, porque el mundo requiere cacao y el gobierno cobra impuestos por venderlo. No tenemos otra opción”.

Así que cuando estén saboreando un riquísimo chocolate, de su marca preferida, piensen que quizá grandes árboles fueron derribados para cultivarlo y muchos elefantes murieron por esa causa.

En efecto, somos una de las más depredadoras y destructoras especies que ha albergado este pobre planeta.

 

Contacto: studillac@hotmail.com

  

  

     

 

domingo, 24 de diciembre de 2023

Costureras de Bangladesh deben de prostituirse para compensar su bajo salario

 

Costureras de Bangladesh deben de prostituirse para compensar su bajo salario

Por Adán Salgado Andrade

 

Las grandes empresas de la confección, siempre están en busca de países en donde paguen salarios de hambre, con tal de maximizar sus ganancias (como hacen compañías de todo tipo, siempre en busca de zonas salariales bajas, sobre todo ahora que en China se ha encarecido la mano de obra. Ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2023/01/china-esta-dejando-de-ser-la-exclusiva.html).

Empresas inglesas como los supermercados Tesco, los Matalan o el proveedor de ropa para toda la familia y enseres domésticos Next, recurren a países pobres, en donde les hagan la ropa que venden. Uno de esos países es Bangladesh, que ha desarrollado bastante la industria de la confección, gracias a los muy bajos salarios que se pagan. Recientemente, hubo un paro obrero, en demanda de un incremento en el salario mínimo, pues el que se percibía, era totalmente insuficiente. Han sido tan violentas las protestas de los huelguistas – que también exigen la renuncia del Primer Ministro Sheikh Hasina –, que hasta un tren de pasajeros incendiaron, dejando 4 personas fallecidas (ver: https://www.reuters.com/world/asia-pacific/bangladesh-train-blaze-kills-four-opposition-calls-strike-2023-12-19/).

Es que llega el momento en que la gente se colma, pierde la paciencia y llega a esos extremos, en donde hasta personas que nada tienen que ver son afectadas o asesinadas.

Es entendible, aunque no justificable, sobre todo si se conocen historias individuales de bangladesíes, que apenas si sobreviven con los magros salarios que perciben.

Una de ellas es Ruby Rafiq – cuyo nombre ha sido cambiado –, madre soltera de dos hijos, Maya, una chica de 13 años, y Sakib, su hijo de 16. Ella es sólo un caso de los cuatro millones de trabajadores que mueven la industria de la confección en Bangladesh “que a pesar de que es uno de los mayores productores de la moda desechable (fast fashion), todavía tiene uno de los salarios mínimos más bajos del mundo, el que ha permanecido en 8,000 taka ($1,240 pesos) mensuales desde el 2018”.

Es lo que expone el artículo de The Guardian, titulado “Una mujer que confecciona jumpers navideños para Inglaterra, también se dedica al trabajo sexual para alcanzar a pagar todos sus gastos”, firmado por Thaslima Begum, en el que agrega como subtítulo que “la terrible historia de una trabajadora de la confección en Bangladesh, en donde trabaja para una fábrica que hace ropa para marcas como Tesco, Matalan o Next, destaca el bajo salario que percibe” (ver: https://www.theguardian.com/global-development/2023/dec/23/woman-making-christmas-jumpers-for-uk-turns-to-sex-work-to-pay-bills).

Es entendible que con ese miserable “salario”, muchas empresa que venden ropa, busquen que se las hagan allí, para ganar aún más. Y nada les importa de cómo sobrevivan los trabajadores que perciben esa burla o si logren sobrevivir. Por eso se dio la huelga y las actuales protestas. Como dije, es entendible.

La mujer, luego de su cansada jornada, se pone un rebozo, buscando ocultarse lo más posible de los vecinos, y camina hacia el mercado, por la calle paralela al río Buriganga, que está en Keraniganj, a las afueras de Dhaka – la capital de Bangladesh –, “en donde espera que hombres se le acerquen”.

Eso lo hace por pura y simple necesidad, pues su sueldo no le alcanza para mantener a sus hijos y a ella misma.

“No siempre fue así. Antes, a su hija, le preparaba el lunch para que lo llevara a la escuela. Pero su esposo la abandonó y comenzaron los problemas. Tuvo que pedir un préstamo, que con muchos trabajos logró saldar. Su hijo pasa hambre y ha tenido que robar. Por eso, con toda la pena, Rafiq decidió vender su cuerpo”, dice Begum.

Menciona Begum las huelgas que se dieron en noviembre del 2023, en donde los trabajadores exigían 23,000 taka ($3,562 pesos) de salario mínimo “que se tornaron violentas porque el gobierno sólo accedió a pagar 12,500 taka ($1,936 pesos), muy por debajo de lo necesario para vivir”.

Aunque les hubieran autorizado los 23,000 taka, $3,562 pesos, es realmente absurdo. Ya ni aquí, que el salario mínimo actual es de $207.44 pesos diarios, $6,223 pesos mensuales, que de todos modos son insuficientes (por cierto, que en la Constitución, se establece que el salario mínimo debería de ser suficiente para satisfacer las necesidades normales de quien lo perciba, no que ni sobreviva con ese emolumento. Debería de ser el salario mínimo de al menos $25,000 pesos mensuales, para cumplir con esa demanda “constitucional”).

Cita declaraciones de trabajadores que confeccionan ropa para Inglaterra, en las que afirman que “no les ha quedado de otra más que robar comida o recoger sobras de los campos agrícolas para alimentar a sus hijos” (ver: https://www.theguardian.com/global-development/2023/nov/07/workers-for-fast-fashion-brands-fear-starvation-as-they-fight-for-higher-wages).

Desde hace meses, Rafiq estuvo confeccionando jumpers navideños para tiendas inglesas, decorados con el perro de los Simpsons o con el Grinch, “que aunque nunca he visto la película, me gusta mucho ese personaje”, dice Rafiq.

Pero lo que no le gusta para nada es que aunque trabaje diez horas diarias, por las horas extras, lo más que percibe son 15 dólares a la semana, “que no es ni lo que cuesta un solo jumper en una tienda”, señala Begum.

Por eso la exigencia de un mayor salario mínimo, “que tendría que haber entrado en efecto en diciembre del 2023”.

“Por eso me he dedicado a prostituirme, para tener algo más de dinero”, dice Rafiq, resignada.

Cobra 200 taka ($31 pesos, una miseria también. Ninguna trabajadora sexual en México cobraría algo tan ridículo) por cliente. “Hace podo tuve une horrible experiencia. Un hombre se acercó y me ofreció 500 taka ($77 pesos) si iba a su domicilio. Acepté, considerando que así, regresaría temprano a casa. Antes de subir a su auto, le encargué a un amigo de una tienda mi dinero, para que me lo guardara. Lo hago por seguridad. Pero cuando llegamos a la casa del hombre, había otros diez. Le dije que no, que yo no iba a estar con tantos. Se enojó y se puso violento y me exigió que le devolviera su dinero. Como le dije que no lo tenía, comenzó a romperme la ropa para buscarlo. ¡Luego, ese monstruo, me comenzó a golpear y azotó mi cara contra una mesa! ¡Y así, sangrando de la nariz, medio desnuda me arrojó a la calle! ¡Fue horrible, horrible, creí que moriría! Pensé en mis hijos, que qué harían si yo hubiera muerto… ¡que a lo mejor mi hija tendría que haberse dedicado a lo mismo para sobrevivir!”, comenta entre llantos, por el brutal recuerdo, Rafiq.

Eso que gana en el trabajo sexual, lo dedica a comprar comida, pagar los recibos de luz, agua y los gastos escolares de sus hijos, “pues lo que gana en la fábrica, se le va en pagar renta”.

“Casi siempre llego después de la media noche a casa. Y al otro día, a levantarme temprano para ir a trabajar. No sé cuánto más mi cuerpo pueda aguantar. Cuando termino mi turno, busco si alguna compañera no fue a trabajar, para cubrirla. Pero no siempre pasa. Por eso, en la noche voy en busca de clientes”, agrega Rafiq, apenada.

Cuando llega a su casa, junta madera de la calle, para hacer una pequeña fogata y poder calentarse las manos (una foto muestra sus cansadas, curtidas, resecas manos. Apena el verlas así, tan descuidadas).

Begum preguntó a Tesco su opinión y, como siempre, diplomáticas como son esas empresas, le respondieron “que estamos comprometidos a lograr salarios decorosos y apoyamos un mayor salario mínimo. Buscamos compras responsables y queremos que todos en nuestras cadenas de suministros reciban un pago justo, al mismo tiempo que queremos que nuestros clientes estén satisfechos con sus adquisiciones”.

Muy fácil decirlo, pero otra cosa es hacerlo. Si así fuera, podrían aumentar el precio que pagan por cada prenda, con tal de mejorar los salarios de los pobres trabajadores de Bangladesh, como Rafiq. Pero la mezquindad y la ganancia, van primero.  

Y sólo para recordar que son trabajadores tan mal pagados como Rafiq los que fabrican los “preciosos jumpers navideños”, dice que “si usted está vistiendo uno de esos jumpers navideños, que tanta alegría le provocan, solo recuerde que somos trabajadores como yo, los que se la damos. Y a cambio, recibimos una vida llena de humillaciones y miseria. Somos gente, no robots”.

Pero para las grandes empresas y para la mafia en el poder que controla Bangladesh, en efecto, no son más que reemplazables robots.

 

Contacto: studillac@hotmail.com