martes, 11 de mayo de 2010

El capitalismo salvaje lleva a la quiebra a países y provoca catástrofes ecológicas

El capitalismo salvaje lleva a la quiebra a
países y provoca catástrofes ecológicas.

Por Adán Salgado Andrade


En la actual etapa de profunda decadencia y de crisis casi permanente del capitalismo salvaje, podemos ver que a pesar de las amargas, duras circunstancias por las que estamos pasando, no deja el reinado de las grandes corporaciones y los especulativos bancos, con la tácita complacencia de los gobiernos, de hacer de las suyas y han sido los primeros en haberse rescatado de la debacle económica de la cual aún no salimos, aunque muchos analistas digan pomposamente que ya estamos fuera. En Estados Unidos Barack Obama a los primeros que “rescató” con el dinero de los contribuyentes fue a los rapaces banqueros, los principales responsables de la crisis (ver mi artículo “El convenenciero capitalismo salvaje” en Internet), a quienes “prestó” poco más de 700,000 millones de dólares (un 70% del PIB mexicano del año pasado), para que salieran de sus “deudas malas” y “reactivaran” de nuevo la maltrecha actividad económica. Eso, a pesar de que se sabía que las prácticas fraudulentas de muchos de ellos fueron las detonadoras y profundizaron aún más las crisis (Glodman Sachs es de las más recientes corporaciones de la que han salido a relucir sus fraudes, vendiendo obligaciones y valores chatarra a muy altos precios antes de que se colapsaran). Y también en EU Obama rescató a grandes corporaciones, como General Motors, uno de los tres decadentes fabricantes estadounidenses de autos, que por manufacturar autos ineficientes, ostentosos, lujosos y muy caros, había perdido competitividad frente a fabricantes asiáticos y europeos. Pero gracias también al “rescate” está de nuevo funcionando y muchos de los vehículos que continúa ofreciendo, siguen siendo igual de ineficientes y ostentosos que los que antes fabricaba. Como los bancos, tampoco ha aprendido la lección. Y el paternalista gobierno a nada la ha obligado.
Pero no sólo a bancos y corporaciones el capitalismo salvaje, sus intrínsecas prácticas monopolistas y su desmedida ambición por las altas y fáciles ganancias ha hecho quebrar, sino que ahora hasta países completos son desfalcados, de un día para otro se les considera insolventes, casi, casi como si no pudieran seguir existiendo como naciones (eso ha sido ya visto antes, claro, pero hora con el globalizado, salvajismo económico que nos caracteriza, las crisis son más graves y ponen a tambalear a todo el sistema económico mundial, dadas las intricadas redes que se han tejido en todos los niveles). En el año 2008, Islandia, país perteneciente a la eurozona, quebró debido también a su anárquico sistema bancario, que prestó más de lo que podía realmente cobrar. Y ahora toca el turno a Grecia, país también de la eurozona, el que a pesar de esa unión monetaria y económica, no pudo eludir a las inexorables leyes del capitalismo y su autodestructiva tendencia.
Para explicar lo que sucedió con Grecia, se debe de entender que cuando se propuso a los países europeos unirse económicamente, no era más que otra estratagema capitalista para tratar de superar y dejar atrás futuras crisis económicas, tratando de eludir el inexorable fin del capitalismo salvaje. Sin embargo, lo que no se dijo entonces es que ese tipo de tratados comerciales para unir a varias naciones, se alienta por parte de los países más adelantados y desarrollados, aquéllos que cuentan con la producción, digamos, más eficiente, en la cual los costos de fabricación se han optimizado o reducido al máximo y en consecuencia los productos que fabrican son mucho más competitivos que los de países menos desarrollados. Así, esa ventaja industrial y tecnológica era principalmente para Alemania, que al unificar e impulsar la eurozona, se veía de inmediato beneficiada con dicho tratado (porque además la unificación con la antigua Alemania Oriental le salió muy cara, así que debía de reponerse de ese altísimo costo ampliando mucho más los mercados su producción industrial).
Entonces, con fronteras abiertas, se cumple con el primer requisito capitalista, que es el facilitar la circulación de las mercancías, la que se ve obstaculizada cuando hay barreras físicas, como esas fronteras, además de los aranceles que se eliminan con tal medida, los que encarecen el producto. Por otro lado, el imponer una moneda común, es el otro requisito capitalista para que las mercancías circulen y sean vendidas fácilmente. Eso, simplemente terminó con el problema de las equivalencias monetarias, lo que también retrasa la venta de las mercancías, tan necesaria para que el sistema recupere inversión, así como ganancias. Pero precisamente es al imponer esa moneda común (además de otros tecnicismos económicos, tales como que los países debían de tener un porcentaje máximo con respecto a su PIB de su déficit comercial para que demostraran que estaban sanos financieramente y no serían un lastre), que las diferencias de productividad salen a la vista. Ilustraré esta circunstancia con el siguiente ejemplo. Supongamos que había una fábrica griega, antes de la unión europea, que fabricaba lavadoras. Un cierto tipo de lavadora la fabricaba, digamos, en 3000 dragmas, la antigua unidad monetaria griega. Ahora consideremos que en Alemania, habían fabricantes de lavadoras con mejor tecnología y que lograban fabricar una similar, y hasta mejor que la griega en unos 1500 marcos. Al venir la unificación, se debieron realizar las conversiones de las antiguas monedas con la moneda impuesta, el euro, y entonces salieron las abismales diferencias. La lavadora griega, tasada en euros, vamos a suponer que ya costara 600, en tanto que la alemana, de mejores características, funcionalidad y material, 400. Y con la facilidad de exportación, sin fronteras, ni aranceles, es evidente que hasta los mismos griegos iban a preferir una lavadora alemana, mejor que la de su país, y además, más barata. Y con ese sencillo ejemplo, podemos entender que muy pronto, la preferencia por artículos extranjeros más baratos y de mejor calidad, se comenzó a extender a varios productos, de tal forma que se iba desalentando la fabricación de productos nacionales, y muchas fábricas o cerraron o, de plano, se convirtieron en distribuidoras de artículos, alemanes, por ejemplo. Así que muy pronto las exportaciones griegas disminuyeron y aumentaron las importaciones, o sea, que su déficit comercial se incrementó muy considerablemente, mucho más allá de sus reales posibilidades de pagar cuanto compraba y todo era más bien financiado con crédito, que es una de las maneras más absurdas de consumir, pues se endeuda la economía por muchos años por venir. Lo que quedó de la economía griega fueron un reducido sector industrial, algunos cientos de miles de campesinos y un altísimo sector dedicado exclusivamente a la prestación de servicios. Eso ha sucedido en México, en que la imposición del Tratado de Libre Comercio, TLC, desde hace varios años, con Estados Unidos y Canadá, ha favorecido principalmente al primero, lo que se ha traducido en un brutal proceso de desindustrialización de las pocas “industrias nacionales” que teníamos. Vaya, ni siquiera en producción de alimentos somos ya autosuficientes y estamos obligados a comprar cuanta basura, incluso transgénica, nos venda EU (maíz transgénico de Monsanto, por ejemplo). Así que si EU quiebra, México con él. Y en efecto, la mayor parte de los pocos empleos que son creados anualmente se concentran en la prestación de servicios, tales como restaurantes, tiendas, servicios turísticos, franquicias extranjeras, ventas, despachos de profesionistas… y así por el estilo.
Eso mismo sucede en la eurozona. Pero ahora, con la crisis capitalista, que con los problemas financieros, muchos bancos trataron de cobrar enormes e impagables deudas, salieron a relucir los graves problemas mostrando que, mientras unos países son los mayores productores de lo que se consume en la zona, otros son, sencillamente, los mayores consumidores. Es como si una persona con salario mínimo, de repente un banco le diera crédito abierto para comprar lo que quisiera, ropa, electrodomésticos, un carro nuevo, casa… cuando el banco estuviera en apuros por tanto dinero que prestó y no cobró, le exigiría a esa persona que pagara de inmediato, lo cual sería imposible para el deudor, dado su raquítico salario. Pero entonces el banco le confiscaría todos sus bienes fiados y le obligaría, de todos modos, a que le pagara, quitándole una fuerte suma de dicho salario, lo que de repente llevaría a la pobreza real a esa persona, la que hasta entonces el crédito había estado ocultando. Y en esa lista de espera podemos colocar a España y Portugal, países igualmente menos desarrollados industrialmente que los más influyentes (Alemania, Francia, Italia o Inglaterra, éste último que no pertenece a la eurozona). No hace mucho estuve en España y pude percatarme de los síntomas que preceden a una profunda crisis financiera, pues aunado al altísimo desempleo, crecimiento del sector de servicios (bares, cafés, restaurantes, hoteles…), contracción severa del sector industrial, sobreendeudamiento… se le ha estado apostando a la masiva y extensiva construcción de casas y departamentos, o sea, bienes raíces, como las únicas formas “seguras” de inversión, pero a niveles que han excedido la demanda real por mucho, hay una sobreoferta, lo que ha creado una burbuja inmobiliaria que ya debe de estar estallando (ver mi artículo: “Especulación inmobiliaria, nueva burbuja a punto de estallar”). Esa tendencia precedió a otros países de la eurozona. Y justamente ese fue el detonador de la crisis que tuvo su origen en Estados Unidos, demasiadas casas para vender y muy pocos compradores para adquirirlas.
Quizá por tal motivo sea que la Unión europea haya decretado que formará un fondo de 750,000 millones de euros, casi un billón de dólares (997,000 millones de dólares), para contar con un fondo de rescate en caso de que más países “se vean en aprietos económicos”. Y tan solo Alemania está aportando 124,000 millones de euros (164838 millones de dólares) de ese fondo, claro, pues como dije, es el país que ha resultado más beneficiado, así que debe de repartir algo de la riqueza que ha acumulado para que eso reactive la economía y sus empresas continúen vendiendo como se debe (eso hizo, por ejemplo, Roosvelt, con el New Deal, al aumentar los impuestos a las grandes corporaciones, pues era una manera de redistribuir a la concentrada riqueza y alentar así a la recuperación económica luego de una de las tantas quiebras bursátiles que ha sufrido el capitalismo, la de 1929).
Y ¿cómo se debe de resolver, según el capitalismo salvaje, la quiebra de Grecia? Pues justo como se ha hecho a lo largo de la historia con infinidad de países, sobre todo a los pobres tercermundistas: imponiendo draconianas medidas, a través de pactos financieros con los bancos europeos y con el FMI, que sobre todo inciden en el bienestar de la gente, a la que se le eliminan infinidad de prerrogativas y conquistas laborales, afectando brutalmente su nivel de vida. Se están despidiendo a los ciudadanos griegos de sus empleos, se están reduciendo los sueldos de los afortunados que conserven los suyos, se están incrementando los precios de todo, alimentos, energéticos… se aumentan los impuestos y se crean otros nuevos, ¡hasta las pensiones se están reduciendo en 20%!... si, al fin que la situación lo amerita, es un tratamiento de shock (Ver mi artículo en Internet “La muy oportuna ‘descomposición’ del estado mexicano, pretexto para militarizar y recrudecer la represión gubernamental”). Así, para el capitalismo salvaje, la población de un país no es otra cosa que un factor más en los balances financieros para lograr la “estabilidad económica”, no importa que se le mate de hambre y se le deje sin trabajo, se agudicen los conflictos sociales y se le empobrezca más, no, al fin que no es imprescindible. Esa es la historia de los grandes “rescates” del capitalismo salvaje, a través de su agencia de salvamento, el FMI, en donde se mata de hambre a la gente, se le quita el poco dinero que tiene, se le somete a terribles penurias, se le empobrece más, se hace retroceder el nivel de vida por años… ¡ah, pero véase la contraparte, a las corporaciones y a los bancos quebrados, se les da dinero, y mucho, para rescatarlos, no se les ponen limitaciones ni condiciones y se les anima a seguir adelante con los grandes negocios una vez que se han recuperado y están “saludables” nuevamente! Por estos días que se ha hecho el anuncio, las bolsas de valores del mundo (que son los mercados accionarios que tiene el capitalismo salvaje en cada país, en donde se mide la “salud” de las grandes corporaciones) ¡han repuntado significativamente, subiendo en varios puntos porcentuales las cotizaciones de sus índices, pues eso significa que gracias al “paquetazo”, las deudas que tengan los futuros países que también quiebren, como le sucede a Grecia, serán pagadas a sus acreedores, o sea, los dueños del capital y la riqueza mundiales, así que esos bancos y esas corporaciones de nada deben de preocuparse, a ellos no se les matará de hambre, no se les apretará el cinturón, no se les reducirán sus salarios (sus ganancias, en ese caso), no se les despedirá y se les mandará a la calle como a los ciudadanos de los siguientes países que quiebren (la formación de ese “paquetazo” es una clara señal de que lo peor está aún por venir)… que ni se preocupen, pues ya hay un fondo, hecho con dinero de los contribuyentes de la eurozona, claro, para “rescatarlos” y asegurarles que sus salvajes, inescrupulosos negocios sigan “saludablemente lucrativos”.
Así que ¿cuál es el motivo para alegrarse y afirmar que lo peor de la crisis que seguimos padeciendo ya pasó? (estas funestas señales debién de tomarla en cuenta los mal administradores panistas que nos someten, no gobiernan, a los mexicanos).

Catástrofes ecológicas
El otro terrible aspecto que ocasiona el capitalismo salvaje con su avidez por las grandes, fáciles ganancias es el desastre que ya llega a catástrofe ecológica que está ocasionando el derrame producido por la plataforma petrolera “accidentada” en las costas de Luisiana, en aguas estadounidenses, que no por ser tal, se limitará a dicho territorio, pues sólo hay que tomar en cuenta que más de diez litros por segundo de hirviente petróleo están escapando por la enrome fuga, que son algo así como 5000 barriles por día y que no hay forma de parar, pues dicha fuga está a más de 1600 metros de profundidad, y como aún no se había presentado un “accidente” en aguas tan profundas (que era cosa de tiempo, pues es inminente que sucedan esos accidentes por las condiciones extremadamente riesgosas de la exploración petrolera en aguas profundas. Ver mi artículo “Los pozos petroleros ultraprofundos, otra manera de seguir garantizando la dominación estadounidense sobre México”), simplemente British Petroleum, la empresa británica que operaba la plataforma, no sabe cómo parar la fuga, y estima, resignada, que quizá pasen semanas o meses en que se pueda controlar tan enorme escape de ese petróleo que por millones de años la naturaleza tuvo encerrado bajo más de nueve kilómetros de capas rocosas, para que ahora, depredadores “hombres de negocios”, sin escrúpulos, ávidos de ganancias, lo hayan sacado, como si fuera un ente maligno que por algo estaba ahí, guardado.
Los gravísimos efectos de esta catástrofe sin precedentes ya se están sintiendo y cientos de especies marinas y aves están muriendo o siendo dañadas irremediablemente por la implacable marea negra que no ha podido – ni se podrá – contener. Peces, moluscos, arrecifes de coral, plancton, delfines, tortugas, ballenas, gaviotas, pelícanos… están engrasándose con el, para ellos, veneno viscoso, y lentamente van muriendo.
Evidentemente que también nosotros, humanos depredadores, comenzaremos a sufrir, pues los terribles, destructivos efectos se comunicarán a toda la cadena viviente. No sólo perjuicios económicos ya hay, como se quejan cientos de pescadores o prestadores de servicios turísticos, sino que el petróleo derramado irá a parar al organismo de especies marinas de las que nos alimentamos (ya que el mar nos proporciona más de la mitad de los alimentos que ingerimos), y de algún modo nos afectará esa ingesta. Porque es evidente que tan brutal derrame no quedará ahí, sino gracias a la facilidad con que en el mar se esparcen los contaminantes, se afectará toda la masa oceánica, y al final pequeñas porciones de petróleo, por lo menos, irán a parar a todos lados y en todos los organismos vivientes (ya es habitual que se encuentren paces o moluscos contaminados con hidrocarburos, mercurio, heces fecales humanas con cólera u otras dañinas sustancias).
Pero no parece que se haya aprendido la lección y ya hay una empresa petrolera, también británica, Rockhopper Exploration, que en un desafiante, arrogante acto de neocolonialismo humillador, está explorando y perforando el fondo marino cercano a las islas Malvinas, territorio que alguna vez fue de argentina, pero que Inglaterra le usurpó y robó ilegalmente, haciendo honor a su fama de país de piratas ladrones, negreros y colonialistas. Inglaterra ha dicho que nada, ni nadie le va a impedir que explote el yacimiento que explora, pues se defiende diciendo simplemente que es “su territorio” y que está en su derecho y que le haga como le haga el gobierno argentino, seguirá perforando y extraerá ese petróleo cueste lo que cueste, caiga quien caiga y, agregaría yo, catástrofe ecológica que se origine. Es de esperarse que la así llamada comunidad internacional apoye a los argentinos para evitar esa irrupción neocolonialista, pero, sobre todo, dada la catástrofe ecológica que cada día aumenta en su dañina severidad, se evite que un nuevo, potencial accidente, provoque un segundo (¿¡y cuántos más!?) cataclismo ecológico.
A fin de cuentas, los yacimientos marinos ultraprofundos son explotaciones petroleras marginales, de corta duración. Del que se está fugando el petróleo, se calcula que tendría unos 16000 mil millones de barriles. Estados Unidos consume casi veinte millones de barriles por día, así que le hubiera alcanzado para poco más de dos años. El daño ecológico ocasionado será permanente en muchos casos. Así que cabe preguntarse entonces: ¿vale la pena seguir arriesgando y destruyendo más a la naturaleza por un puñado de petróleo?
Al parecer Obama ya lo entendió y ha decidido no apoyar más exploraciones marinas en el futuro. Pero los congresistas de su país están perdiendo tiempo para ¡determinar a quién culpar del accidente y a qué se debió! Ociosa manera de deslindar responsabilidades a todas las corporaciones involucradas y quizá echarle la culpa al encrespado océano que por sus marejadas provocó el terrible “accidente”.
Y ojala nuestros mal administradores, irresponsables panistas, comandados por Calderón, quienes tienen pensado permitir a esas transnacionales como British Petroleum, que perforen nuestras aguas profundas en el golfo para sacar petróleo, tomen en cuenta la catástrofe ecológica que, cuando escribo estas líneas, no se sabe cuándo irá a concluir.

Contacto: studillac@hotmail.com

viernes, 7 de mayo de 2010

El efectismo cinematográfico, la manera de llenar las butacas

El efectismo cinematográfico, la manera de llenar las butacas

Por Adán Salgado Andrade


Cuando se inventó hace más de cien años el cinematógrafo (patentado oficialmente por los hermanos Lumière), las simples escenas cotidianas, como gente en la playa, montando a caballo, el avance de un tren, personajes importantes de la época… cosas así eran suficientes para atraer a los curiosos y sorprendidos espectadores a las primeras salas de cine que por entonces comenzaron a funcionar. Por algún tiempo bastó con esas sencillas imágenes para hacer de esa sorprendente invención (imaginemos qué pensaba la gente observando cómo una serie de fotos tomaban, digamos, vida), un lucrativo negocio, como siempre ha sido la meta del sistema capitalista. Pero cuando esas iniciales filmaciones comenzaron a ser rutinarias y a volverse, en efecto, comunes entre los asistentes, los cinematografistas de entonces debieron acudir a nuevas e innovadoras técnicas que garantizaran que el público asistente mantuviera un creciente interés y el negocio continuara siendo rentable.
Así nació lo que llamaré “efectismo cinematográfico”, que consistió en emplear una serie de trucos y recursos visuales, con tal de que las cintas que se proyectaran pudieran seguir sorprendiendo a los espectadores.
Podría decirse que Georges Mellies fue el primer cineasta en inaugurar los efectos especiales. Memorable es, sin duda, su filme “Viaje a la luna”, de 1902, en el cual las cualidades de Mellies de pionero truquista cinematográfico relucieron, maravillando a los asistentes con el ilusionismo que logró en tal cinta de temprana ciencia-ficción y en tantas otras (se dice que llegó a producir alrededor de 500 cintas, muchas de ellas perdidas irremediablemente, cuando al inicio de la primera guerra mundial, sus negocios comenzaron a salir mal y Mellies tuvo que vender sus rollos de celuloide por kilo, para que con ellos se fabricaran juguetitos y cosas así).
Y desde entonces, los hacedores de cine se dieron cuenta de que si no recurrían al ilusionismo visual y a trucos que ofrecieran al espectador imágenes que en la vida real jamás sucederían, el negocio quebraría. Y justamente compañías estadounidenses como la de Edison, la Biograph y la Vitagraph, simplemente copiaban descaradamente las películas de Mellies y las exhibían en sus propias salas. Claro que con el tiempo comenzaron a surgir también en Estados Unidos productores de cine, como D. W. Griffith, quien realizó obras cinematográficas que se han convertido incluso en obligados clásicos de culto, tal como “Intolerancia”, una larga película que abarca cuatro temas, pero cuyos efectos y grandiosidad, sin duda que debieron sorprender maravillosamente a quienes la veían.
Dentro de esa dinámica, la invención del sonido fue indudablemente una suerte de “efecto especial” de la época, pues el público no sólo veía, sino que escuchaba los sonidos de las imágenes que el cinematógrafo estaba exhibiendo. Los estudios Warner Brothers fueron los primeros en digamos que apostar a la nueva tecnología. La invención, debida a Lee Forrest, colocaba el sonido en una orilla de la cinta de celuloide. Como esa compañía estaba en problemas financieros, se arriesgó a realizar una cinta sonora. Primero fue Don Juan, estrenada en 1926, estelarizada por John Barrymore, que contenía sonidos, pero aún no incluía diálogos. Y en vista del relativo éxito que tuvo aquella cinta, luego, en 1927, fue estrenada The Jazz Singer (El cantante de jazz), que incluyó, ¡sorprendente!, música y 340 palabras de un sencillo diálogo dicho por los actores. Eso bastó para dejar maravillados a los espectadores y para que Warner Brothers se salvara de la quiebra (algo del proceso que los estudios cinematográficos siguieron para consolidarse en el gusto de los espectadores es narrado en la novela de Harold Robbins “The dream merchants”).
Pero como sucede en este competitivo sistema capitalista, cuando el resto de los estudios adoptaron la tecnología sonora, la vanguardia lograda por Warner Brothers no fue ya atractivo suficiente para los ávidos espectadores, deseosos de que el cine les mostrara historias que los evadieran de la realidad, tanto por los temas en ellas tratados, como por los efectos, especialmente las que tenían ese cometido.
Claro que antes del cine sonoro hubo infinidad de cintas que se esmeraron por ofrecer no sólo historias interesantes, sino también efectos especiales. Los maestros alemanes del expresionismo (se les llamaba así porque empleaban diseños artísticos alterados para dar fuerza a sus cintas), tales como Wilhelm Murnau, Fritz Lang, Kart Freund, Otto Preminger, entre otros, filmaron muy atractivas e interesantes cintas que habrían de convertirse con los años en preciados objetos de culto. Muchas de ellas se centraron en el género de horror, como la cinta “Nosferatu”, de Murnau, 1922, acerca del milenario vampiro que con su terrible mordedura va esparciendo su hematófago mal (esta cinta abunda en efectos especiales, concebidos por Murnau, y que fueron adoptados por la cinematografía desde entonces). “Fausto” fue otra de sus cintas de horror bastante exitosas, en donde miniaturas se combinan con efectos de cámara para ubicar al espectador en el infierno de Mefistófeles. Lang, con “Metrópolis”, 1927, logra una sorprendente cinta de ciencia-ficción que narra, de una manera futurista, la forma en que la clase capitalista busca controlar cronométricamente a sus obreros e incluso crea una especie de cyber-robot que toma la apariencia de una mujer, quien trata de llevar a la derrota a la insurrección obrera. También los efectos de esta cinta son aún sorprendentes. “El Golem”, 1920, otra clásica cinta de horror, dirigida por el maestro Paul Wegener, como la anterior, habría de marcar ciertas tendencias en dicho género.
Pero, como ya mencioné arriba, la invención del sonido, produjo el efecto de que muy pronto el cine silente fue siendo desplazado, así que las compañías cinematográficas se dedicaron de lleno a explotar su nuevo “efecto especial”.
Una cinta sonora especialmente memorable, que también se considera un clásico, es “King Kong”, 1933, cuyos sorprendentes efectos especiales, mediante la técnica slow motion, muestran al gigantesco gorila peleando contra feroces dinosaurios y luego, causando pánico en un Nueva York sumido en la depresión, en donde es abatido por las ametralladoras de aviones biplazas en la punta del Empire State, una muy icónica imagen ésta. Por cierto que esta cinta hacía posible lo imposible (característica que habría de identificar a Hollywood desde entonces): que pudiera el público contemplar vivos a monstruos prehistóricos hacía millones de años extintos, pero que gracias a las cámaras y los efectos especiales, estaban allí, frente a todo mundo. Ya antes, en 1925, la cinta “The lost world”, basada en la novela de sir Arthur Conan Doyle, acerca de un alejado mundo en donde aún rumiaban dinosaurios, comenzó a mostrar y, por supuesto, a estereotipar a los extintos saurios. Pero con King Kong, tanto el gigantesco gorila, como los temibles saurios, gracias también a los efectos sonoros, el impacto que produjeron en los espectadores fue mayúsculo.
Poco después hacen su aparición las cintas animadas, especialmente con Walt Disney, quien apostó una pequeña futura para producir películas de dibujos animados (cartoons) dirigidas especialmente a niños y que, para su buena fortuna, triunfó en su intento, el cual, desde entonces, posibilitó la antropomorfización de especies animales tales como ratones, pájaros, gatos, cerdos… fórmula ya muy usada en Hollywood para demostrarnos que en el fantástico mundo cinematográfico todo es posible… ah, pero no sólo animales, sino que cosas inmateriales, como autos (“Cupido Motorizado”, por ejemplo, o “Cars”), aviones, casas o lo que fuera, gracias a los estudios Disney y a muchos más que le sucedieron (Hannah-Barbera, Walter Lantz, Pixar), copiando también esa exitosa fórmula, podían hablar y comportarse como humanos… e incluso transmitir un subliminal mensaje de que las sociedades perfectas eran aquéllas parecidas a los humanizados animales y las amenas aventuras por ellos vividas.
Pero no sólo en la temática debía de seguirse innovando, no sólo buenos guiones, suspenso, terror (por los años treintas aparecieron legendarios monstruos como Frankestein, Drácula, El hombre Lobo…), ciencia-ficción… y los efectos especiales seguían evolucionando. Otro que fue obligado, si se pretendía no sólo igualar la cotidiana realidad, sino rebasarla, fue el empleo del color, cuya evolución llevó más tiempo que el cine hablado, dado que el proceso de colorear una cinta era más complicado y costoso. Por lo mismo el formato en color tardó más tiempo en adoptarse. Y no es que no hubiera habido intentos por mostrar cintas en colores. Ya desde 1906, George Albert Smith, un inventor inglés, desarrolló el Kinemacolor, un proceso para colorear películas. Más tarde fue perfeccionado por León Lucas, un inventor californano, cuyo sistema se aplicó en un primer filme de color, Cupid Angling, con Ruth Roland, estrenada en 1918, una cinta de amor. Aunque muy rudimentaria la coloración, dio lugar dicho proceso a la formación del corporativo Technicolor Motion Picture Corporation, el cual dominó la industria cinematográfica del color en los años 30’s y 40’s. Consistía en la filmación simultánea en tres bandas de blanco y negro, a las que se superponían filtros rojo, verde y azul, y ya luego un proceso especial de impresión fusionaba las tres bandas, dando lugar a que los espectadores se maravillaran con imágenes, que aunque no precisamente mostraban colores fieles, sí lograban un mejor efecto que sólo verlas en blanco y negro. La primera cinta producida así fue la de The Gulf Between, de 1917. La maravilla fue, entonces, combinar color con sonido. Así, la primera cinta en hacerlo fue la de la compañía Metro Goldwyn The Vikyng, de 1928, que combinó una banda sonora y efectos de sonido, pero todavía sin diálogos, aunque de todos modos fue todo un éxito de cartelera. Luego siguió en 1929 la cinta de la Warner Brothers On with the Snow, que era en color y ya incorporaba diálogos. Y ya en 1932, Walt Disney, mencionado arriba, presentó su primer cinta animada, Silly Synphony: Flowers and Trees
Sin embargo, como dije antes, era un proceso caro y por mucho tiempo estuvo dominado justamente por la compañía Technicolor, hasta 1952, que fue cuando el proceso de coloración Eastman, de la compañía Kodak hizo su aparición, resultando mucho mejor, más fiel en su reproducción de la realidad y, sobre todo, más barato. Así, en 1952, apareció la primera película que lo empleó, Royal Journey. Y para 1955 estaba ya tan generalizado su uso (no del todo, pues todavía era relativamente caro usarlo y sólo se empleaba en cintas que se considerara que pudieran ser éxitos de taquilla), que 112 cintas en color lo utilizaron y sólo 90 se colorearon empleando el proceso technicolor. Y claro que ello también condujo a un renovado interés por el cine entre las modernas sociedades, ávidas, como dije, de evadirse de su, muchas veces, triste realidad.
Pero los directores y los efectistas, sobre todo estadounidenses (de ahí que Hollywood ya se haya convertido en toda una referencia industrial cinematográfica, pues hablar de cintas hollywood es referirse, principalmente, a sus efectos especiales y a sus estandarizadas historias que retroalimentan al establishment), no cejaban en su empeño de innovar y proponer nuevos efectos especiales, porque además necesitaban urgentemente seguir buscando formas de atraer público a los cines, ya que cuando se generalizó la televisión a fines de los años 40’s, la audiencia que acudía a las salas bajó dramáticamente de 90 millones en 1948 a apenas 46 millones en 1951.
La salvación fue un nuevo desarrollo, el de la tercera dimensión, 3-D, una muy innovadora tecnología que permitía dar fondo a la cinta que se estuviera presenciando, como si el espectador tuviera frente a sí una escena real de, digamos, el tren que avanzaba o la nave espacial que estaba volando. El proceso, derivado de la fotografía estereoscópica, combinaba dos imágenes tomadas con una pequeña distancia entre ellas, las que podían fusionarse mediante el empleo de lentes especiales y dar justamente la sensación de estar ante una imagen real. Aunque el proceso se inventó desde los anales del cine (en 1922, incluso, se proyectó la primera cinta en 3-D, pero era muy complicado el empleo de los lentes especiales, además de que no era tan efectiva la proyección), su primer gran auge se dio justo a inicios de los años 50’s.
En 1952 se proyectó la cinta Bwana Devil, que tenía como protagonistas principales a Robert Stack, Barbara Britton y Nigel Bruce. Los productores emplearon la técnica desarrollada por los hermanos Milton y Julián Gunzburg, Natural Vision, que permitía verla mediante el uso de lentes polarizados de cartón y un filtro verde y uno rojo. La historia, basada en hechos verídicos, narraba los sucesos de dos feroces leones que en los años 20’s, durante la construcción del primer ferrocarril africano, en Kenia, asolaron la zona cazando y alimentándose de los trabajadores (se hizo un remake en 1996, The Ghost and the Darkness, con Michael Douglas y Val Kilmer). Fue ideal para el 3-D, ya que mostraba a los animales saltando sobre los hombres y proyectándose “fuera” de la pantalla. Fue todo un éxito, aunque los hermanos Gunzburg obtuvieron más ganancias por la venta de los lentes que por los derechos de su patente. Ellos los vendían en seis centavos (de dólar) y los exhibidores los vendían a su vez a los espectadores en diez centavos, lo cual hacía mucho más redituable la proyección de las cintas 3-D.
Y vaya que logró Hollywood y en general la industria cinematográfica mundial revertir la baja en audiencias con el 3-D. En 1953, por ejemplo, el año en que la producción de filmes en dicho formato llegó a su clímax, se filmaron 27 cintas, en las cuales se hacía énfasis no en el guión o la historia, sino en que los espectadores se perturbaran ante un objeto que parecía salirse de la pantalla o un personaje que corría hacia ellos. Sin embargo, todavía la tecnología no era del todo satisfactoria y al presenciar la película, no de todos los ángulos de la sala se podía apreciar convenientemente. El formato de proyección era pequeño, así que de todos modos las escenas se veían disminuidas y por lo mismo no eran tan espectaculares. Por otro lado, debían de usarse dos proyectores, perfectamente sincronizados, y si se perdía la sincronización, era una tortura verlos, pues las imágenes aparecían distorsionadas, borrosas y producían dolores de ojos y de cabeza en los espectadores. Y además como esas cintas eran muy caras de hacer, las entradas eran también costosas, pero aparte había que agregar el costo por la venta de los lentes especiales, como comento arriba.
Mientras tanto, una vez atraído nuevamente el público a las salas cinematográficas, los productores se esforzaron por crear nuevos efectos y mayor espectacularidad en sus producciones, enfocándose, en ocasiones, en costosas cintas históricas, tales como Cleopatra (un fracaso comercial, por cierto, que casi lleva la quiebra a su productora, la Twentieth Century Fox), o de ciencia ficción, basadas en exitosas novelas del género.
Una de ellas, Planeta prohibido (Forbidden Planet), de 1956, dirigida por Fred M. Wilcox, muestra a un singular autómata, además de avanzados efectos, para su tiempo, de una especie de monstruo energético que asolaba a un conjunto de humanos que estaban explorando un lejano planeta.
La guerra de los Mundos, de 1952, dirigida por Byron Haskin, inspirada por la novela homónima de H. G. Wells, con asombrosos efectos especiales de cámara y miniaturización, mostraba lo que podría ser la invasión de extraterrestres al planeta tierra, pero cómo simples bacterias acababan con ellos (esto era quizá lo mejor de la novela de Wells, mostrar la paradoja de que el hombre no pudo derrotar ni con armas nucleares a los invasores y gracias a la Naturaleza pudo salvarse). Otra del género fue La máquina del tiempo, de 1960, dirigida por George Pal, también basada en otra exitosa novela de Wells, que vuelve a sorprender por sus efectos, los cuales recrean perfectamente el paso del tiempo, así como imaginarios mundos futuros.
En el género de ficción y recreación histórica está Atlántida, el mundo perdido (Atlantis, The lost continent), de 1961, también dirigida por George Pal, con aceptables efectos logrados con miniaturas y movimientos de cámara, que cuenta la historia de ese mítico continente y cómo las envidias y desmedidas ambiciones de sus gobernantes la llevaron a su destrucción. Y por supuesto que Jasón y los argonautas, de 1963, dirigida por Don Chaffey, que narra las aventuras de ese homérico personaje luchando contra mitológicos dioses del Olimpo, es una verdadera joya, cuyas escenas no dejan de sorprender, como aquella en la que Jasón enfrenta a esqueléticos guerreros vueltos a la vida por el malo de la cinta y que para realizarla se combinó la técnica de slow motion con superposición fotográfica.
Por supuesto que no podían faltar los grandes monstruos, como la del gigantesco calamar mostrado en la cinta El monstruo de las profundidades (It came from beneath the sea), de 1953, dirigida por Robert Gordon, en donde ese destructivo molusco asola una ciudad portuaria estadounidense. De hecho, cintas como esta dieron lugar a varias en donde gigantescos monstruos (lo que fuera: arañas, alacranes, cangrejos, gusanos…) eran el azote de indefensos humanos que sufrían los embates de sus coléricos ataques (en Japón surge en 1954 el temible supersaurio Godzilla, cuya existencia se debe a los ataques nucleares de Hiroshima y Nagasaki, que es una velada crítica a ese irracional ataque por parte de EU). Obvio está decir que en todas esas cintas (y en casi todas las películas que Hollywood ha producido y sigue produciendo), los muy esperados finales felices (happy ending), eran, y son, la parte amable que luego de tanto caos y apocalípticos peligros, constituían el obligado epílogo, con tal de que los espectadores, transcurridos sustos, fuertes emociones, vuelcos del corazón… conservaran las esperanza de que un mundo mejor surgiría de entre el ruinoso desenlace.
Las guerras fueron también motivo de inspiración cinematográfica. Quizá una de ellas, Tora!, tora!, tora!, de 1970, la cual, por su complejidad debió ser dirigida por un estadounidense, Richard Fleisher, y un japonés, Kinji Fukasaku (originalmente nada menos que Akira Kurosawa fue el director japonés elegido, que luego de un par de meses de filmación declinó continuar filmando, por diferencias con los productores), que reproduce fielmente el ataque japonés a la base naval estadounidense de Pearl Harbor, en Hawai, el 7 de diciembre de 1941, es una de las más espectaculares, tanto por sus dramáticas secuencias, como por su hermosa banda sonora (compuesta por Jerry Goldsmith), tomando en cuenta que los efectos eran reales, o sea, no eran producto de una computadora, como después comenzó a hacerse, como veremos más adelante. Tanto la primera y segunda guerras mundiales, así como la guerra de Corea, la de Vietnam y recientemente hasta la así llamada Guerra del Golfo (que fue la primera invasión estadounidense al neocolonizado Irak), han servido como inspiración para el también muy exitoso género bélico.
El género de terror, al que antes ya me referí, es también muy socorrido por Hollywood, siendo quizá la cinta El exorcista, 1973, dirigida por William Friedkin, una de las primeras películas en las cuales el efectismo hollywoodense hizo gala de los alcances que en ese momento podía brindar al público, ya que así lo exigían las endemoniadas escenas en las que, por ejemplo, la protagonista gira grotescamente su cabeza. Carrie, 1976, dirigida por el polémico Brian de Palma, también es pródiga en efectos especiales, sobre todo cuando Carrie, con sus muy exagerados poderes sobrenaturales (una cinematográfica característica de los fantasmas o las personas con poderes sobrehumanos es que se sobreexageran, justamente para dar rienda suelta al efectismo), convierte en un baño de sangre la fiesta de graduación, vengándose así de todos sus compañeros que se burlaban de ella. También contra su dominante, golpeadora madre, cobra venganza, a quien mata transformándola en un alfiletero en cuyo cuerpo sendos cuchillos de distintos tamaños se le clavan, crucificándola contra la pared. Y de allí, las cintas de horror-terror han hecho más énfasis en los sangrientos, demenciales efectos que en historias lógicas e inteligentes, si así podríamos llamarlas.
Tampoco se cerró Hollywood a llevar a las pantallas a los héroes de ciencia-ficción que viejos y nuevos cómics mostraban con enormes poderes que empleaban en bien de la humanidad, con alguno que otro enemigo, también con sobrenaturales poderes, quien al final era derrotado por los buenos. Así, héroes como Superman, Flash Gordon, Batman, El hombre araña, los Cuatro Fantásticos… fueron de los primeros en probar suerte en las pantallas, pero la dificultad de reproducir en “la realidad” sus poderes, les restaba espectacularidad y hacía poco creíbles que esos extraordinarios seres pudieran verdaderamente convivir con sus humanos admiradores (la primera cinta que se filmó sobre los cuatro fantásticos, en 1994, dirigida por Roger Corman, fue un muy burdo intento de mostrar a esos héroes, pues además de que fue de bajo presupuesto, los efectos fueron tan malos que en lugar de emocionar al público, sólo le ocasionaban risa).
Ah, pero también, producto de la así llamada guerra fría, las historias de espías secretos merecen mención aparte, pues además de que dieron lugar a exitosas, muy lucrativas franquicias, impusieron la ideológica concepción de que todo lo occidental era lo bueno y lo no occidental, el segundo mundo, la comunidad comunista, eran ¡los malos!, Así, exitosas series, como la de James Bond, que surgió en 1962, con el Satánico Doctor No, dirigida por Terence Young, y que sigue triunfando, significaron para su productor original, Albert R. Broccoli, una inagotable fuente de ganancias y de argumentos. Los efectos especiales en estas cintas se combinaban con artilugios sorprendentes, dignos del agente 007, que sorprendían muy cordialmente a los espectadores, sobre todo en aquellos tiempos, en los cuales era más restringida cierta clase de tecnología, deseando alguna vez tener el reloj especial, la supercámara, el superauto, la supermoto… diseñados por Q (Desmond Llewelyn), que el apuesto, temible, frío, galante agente lucía (y sigue luciendo) en cada nueva cinta.
Y esa franquicia marcó el inicio de muchas otras cintas (Matt Helm, Shaft, Contacto en Francia, El halcón Maltes, entre muchas otras) y series de televisión (Los vengadores, El santo, El barón, El gato, El agente secreto de Cipol, Misión imposible, la parodia del Superagente 86, Dos tipos audaces, Departamento S, Jason King, Manix, Cannon…) en las cuales nuevos agentes y espías trataban de superar o igualar, al menos, al 007, pero pocos lo consiguieron (prueba de ello es que James Bond continúa produciéndose y muchos de tales agentes secretos apenas si son recordados). Incluso en México no nos quisimos quedar atrás en cuanto a agentes secretos y en algunas cintas del famoso luchador El Santo, el enmascarado de plata, como la de “Operación 67”, en la que hace tablas con el supergalán de entonces, Jorge Rivero, el plot, así como artilugios secretos con los que estaba equipado el auto del Santo, un Jaguar amarillo (cortina de humo, y lanzafuego entre otros), vaya que nos hacen recordar al 007.
De todos modos ese género de películas ha sido muy lucrativo, sobre todo los plots en que heroicos espías o agentes secretos se enfrentan con malvados terroristas (antes eran espías soviéticos) cuyas maquiavélicas, malvadas mentes son capaces de tramar los atentados más espectaculares y destructivos concebidos jamás (quizá porque nos ha acostumbrado tanto Hollywood a los efectos especiales, el sospechoso derribamiento de las torres gemelas el 11 de septiembre de 2001, al ser visto por millones de personas por todo el mundo, recordó a los efectos especiales que muestran edificios destruidos por bombazos o aviones estrellándose contra ellos. Una cinta en particular, Swordfish, 2001, dirigida por Dominic Sena, protagonizada por John Travolta y Hall Berry, pareció ser profética, pues se refería a un terrorista árabe al que tenían que destruir, que era obvio que aludía a Osama Bin Laden, pues había planeado “terribles” atentados contra ciudades estadounidenses (recomiendo que la vean y se convencerán de lo que digo).
En esas cintas son muy espectaculares las persecuciones de autos, los choques, las maniobras evasivas de los buenos, los tiroteos, las potentes armas empleadas, las explosiones, las exageradas, ilógicas destrucciones, los cuerpos destrozados… las actuales cintas del género han querido llegar a un realismo tal que muchas escenas son filmadas en formato de video, con tal de que parezca que están siendo transmitidas en vivo (The Bourne Ultimatum, Public enemies son algunos ejemplos) y potentes balazos y explosiones hacen pedazos a sus humanos blancos (en la ¿última? cinta de Rambo, 2008, ese es el realismo al que se llega. También en la cinta El ninja asesino, 2009, producida por los hermanos Wachowsky se muestra con lujo de detalle cómo las balas o los sables destrozan o cercenan cuerpos de los cuales brotan crispantes chorros de sangre).
Pero eso es lo que a la mayoría de la gente le gusta, así que la fórmula continuará, a pesar de la implícita violencia que lleva, que incluso pueda servir de inspiradora fuente a potenciales “terroristas” para tramar sus golpes o a vulgares criminales (por ejemplo, la cinta El padrino fue inspiradora fuente para Paul Gotti, uno de los últimos gangsters contemporáneos. Sus biógrafos afirman que Gotti empleaba aquella película para “enseñar y entrenar” a sus mafiosos con tal que supieran cómo debía de ser un “buen, refinado gangster”. Gotti murió en una prisión de Illinois, en el 2002, por complicaciones de cáncer de garganta).
Ah, y hablando de criminales y gangsters, también se ha servido Hollywood de ellos, siendo la más famosa El Padrino, esterilizada por Marlon Brando, dirigida por Francis Ford Coppola, basada en la muy famosa novela de Mario Puzo del mismo nombre. A esa siguieron dos secuelas, pero además muchísimas otras cintas cuyos personajes centrales eran nada menos que históricos gangsters o también ficticios (dos de las más recientes son la de American Gangster, 2007, dirigida por Ridley Scott, esterilizada por Denzel Washington y Russell Crowe, sobre la vida del gangster afroestadounidense Frank Lucas, y Public Enemies, 2009, dirigida por Michael Mann, estelarizada por Johnny Depp y Christian Bale, acerca de pasajes de la vida del famoso gangster John Dillinger, la que comienza con una de sus más famosas escapatorias de prisión).
También la violencia implícita en las cintas de mafiosos, permitió a Hollywood hacer alarde de espectacularidad en persecuciones, destrucción, ambientación y todo cuanto el género permite.
Hablando de ambientación, que los escenarios aparezcan tal cual, como la época a la que se hace referencia, también podría considerarse una suerte de efecto especial, pues particularmente las cintas estadounidenses se distinguen por la facilidad con que logran reproducirla. Décadas de los 20’s, 30’s, 40’s, 50’s, 60’s… son mostradas con sorprendente exactitud y es también, considero, un fuerte atractivo para jalar a los cines a los espectadores que gusten de esos detalles. Probablemente las cintas del género del así llamado salvaje oeste (los famosos westerns), hayan atraído al público de los años 50’s, 60’s y 70’s, cuando tuvieron su auge, por los enfrentamientos entre vaqueros y entre indios y vaqueros, pero también por los escenarios, que permitían trasladarse a aquellos viejos tiempos y soñar con ser un famoso pistolero, con espuelas de oro, lustroso revolver y elegante caballo (y es la ambientación de remotas épocas la que sorprende actualmente en épicas cintas como la de El Gladiador, estelarizada por Russell Crowe, lograda gracias a los efectos digitales, como veremos más adelante).
Como he referido, todo cuanto pueda llevarse a la pantalla, se trate o no de una buena historia, quizá regular, lo ha hecho Hollywood, acompañado de una buena cantidad de efectos especiales, sobre todo ahora que gracias a las computadoras y software específico se han prácticamente generalizado. Pero además, muchas cintas que en su tiempo no hubiera sido posible llevar a la pantalla, excepto quizá como dibujos animados, ahora es posible realizarlas mediante la digitalización o las CGI (computer generated images), que hoy día van de la mano casi con cualquier cinta, sea del presupuesto que sea, ya que han tendido relativamente a abaratarse algunos de esos efectos especiales.
La primer cinta en que se empleó un programa de cómputo para crear algunas escenas fue Westworld (conocida aquí como Oestelandia), 1973, dirigida por el escritor de best-sellers Michael Crichton, esterilizada por Yul Brynner, que la hacía de un robótico matón que deambulaba por un parque temático en donde el legendario oeste se reproducía, que luego se aloca y actúa por cuenta propia, matando a los sorprendidos visitantes. Justamente los ojos de Brynner se digitalizaron, con tal de darles el efecto de autómata que se requería. Se empleó tecnología desarrollada por la compañía Information International Inc., conocida también como Triple-I. A esa cinta siguió Futureworld, 1976, dirigida por Richard T. Heffron, estelarizada por Peter Fonda, que fue una no muy afortunada secuela de Westworld. En esa cinta se emplearon por vez primera imágenes computarizadas tridimensionales para reproducir una mano y la cara de uno de los androides, así como imágenes bidimensionales para materializar a algunos de los personajes en varias escenas. Luego de éstas cintas, percatándose los productores del promisorio futuro que tenían las imágenes computarizadas, no se dudó en seguirlas empleando. La primera cinta que se filmó en gran parte mediante el uso de computadoras fue producida por los estudios Disney. Tron, una película sobre un personaje que se mete en una suerte de mundo digital, fue elaborada conjuntando cuatro compañías, la ya mencionada Triple-I, MAGI, Robert Abel and associates y Digital Effects.
Y ya comprobado el éxito de la digitalización, hizo su gran aparición Star Wars, dirigida por George Lucas, que marcó en su momento un hito cinematográfico en cuanto al efectismo. De el éxito obtenido por esa cinta, Lucas fundó Industrial Light and Magic, muy lucrativa compañía de efectos especiales que ha logrado verdaderas maravillas visuales, como el Terminator de metal líquido, caracterizado por Robert Patrick en Terminator II: the Judgment Day, 1991, dirigida por James Cameron. Otra cinta también muy memorable por sus efectos, también de ciencia ficción, es la de Blade Runner, 1982, dirigida por Ridley Scott, de cuyos magníficos efectos se encargó Douglas Trumbull, considerado como de los pioneros en ese tipo de efectismo.
Desde entonces las cintas de efectos especiales abundan, pudiéndose afirmar que son ya la norma y no la excepción. En la actualidad las compañías de SFX , como se les denomina en la jerga cinematográfica a los efectos especiales, abundan. Hasta hace poco tiempo, la manera de producir una cinta con efectos especiales era que primero se filmaban las escenas digamos que en bruto y luego ya en la pos-producción, se agregaba la digitalización, lo que muchas veces se llevaba más tiempo que la filmación misma. Por ejemplo, la cinta Ghost Rider, dirigida por Mark Steven Jonson, comenzó a filmarse en febrero del año 2005, completándose el metraje base a finales de dicho año. Se llevó casi todo el 2006 para la pos-producción, que consiste, como dije, en agregar los efectos digitales. Así, si Johnny Blaze aparece en llamas, Nicolas Cage, quien fue el que lo interpretó, hacía primero las escenas en bruto y ya en los estudios de SFX se le agregaban las llamas o lo que hiciera falta. Y fue hasta febrero del 2007 que esa cinta fue estrenada. A veces sólo se filman escenas frente a pantallas verdes, con los actores sólo fingiendo la acción y el resto es prácticamente digital. Cintas como Sin City, 2005, dirigida por Robert Rodríguez, se hizo así. También la película Captain Sky and the World of tomorrow, 2004, dirigida por Kerry Conran, es otro buen ejemplo de esa tendencia.
Pero un director, James Cameron, ha venido recientemente a revolucionar la manera de hacer cine digital, combinado además con la vuelta del 3-D, de tal manera que, por un lado, los efectos digitales logrados sorprendan mucho más a los espectadores y, por otro, que la tercera dimensión proporcione un atractivo visual extra. Eso lo logró con Avatar, 2009, cinta que de nueva cuenta rompió todos los records de taquilla (como Titanic, su anterior éxito), estimándose que hasta el momento ha recaudado un total de 1500 millones de dólares aproximadamente, habiendo costado 300 millones, es decir, superó ya en cinco veces su costo.
En efecto, la muy polémica cinta logró atraer a tantos millones de espectadores justo por lo que he estado analizando en estas líneas: avanzados y sorprendentes efectos especiales, pero ofrecidos además con una, digamos que nueva tecnología 3-D, que le dio una claridad visual impresionante (Cameron ha dicho que la idea de filmarla la tenía desde 1995, pero que en ese año, la complejidad de los personajes y de las acciones que se requerían imposibilitaron realizarla con el nivel de efectismo que existía por ese entonces). Eso lo logró Cameron influyendo a la compañía japonesa Sony a que diseñara un nuevo tipo de cámara que filmara en 3-D, que fuera más maniobrable que las pesadas cámaras empleadas hasta antes del nuevo diseño, que pesaban 250 kilos y sólo podían mantenerse sobre un tripié, impidiendo que el filmador pudiera llevarla sobre los hombros, como se puede hacer con cámaras de alta definición convencionales. Sony entonces decidió separar la unidad de filmación de las cámaras 3-D existentes del equipo procesador, con lo cual ofreció a Cameron aparatos que sólo pesan 25 kilos y que permiten cargarlos sobre los hombros, como cualquier otra cámara. El otro impresionante logro de Cameron fue atraer a una empresa, Giant Studios, la que emplea un avanzado software, Motion Builder, que permite filmar a los actores y al mismo tiempo “traducir” sus movimientos a las figuras animadas del imaginario mundo de Pandora en el cual se desarrolla la historia. De esa manera, Cameron no tiene más que emplear el programa, combinarlo con una “cámara virtual” y al estar filmando a los actores, lo que ve en los monitores son a las figuras animadas moviéndose en sincronía con aquellos, así que ya no hay necesidad de pos-producción, pues la mayor parte de la filmación y los efectos digitales se hacen ya al mismo tiempo. Pero como el proceso es innovador y apenas se comenzó a aplicar en la mencionada cinta, resulta aún costoso, y por eso el precio final de la cinta fue tan alto. Como sucede en el sistema capitalista de competencia, Cameron echa mano de la innovación que esas técnicas han logrado al ofrecer tan elaborada magia visual. Se tienen pensadas dos secuelas, pero, según Cameron, así se había planeado, no por el éxito tan fabuloso que ha tenido el filme, pero creo que realmente eso influyó, pues si no hubiera recabado tanto dinero o hubiera resultado un fiasco, las secuelas habrían quedado en el olvido (de todos modos se deben de reconocer los notables adelantos tecnológicos y computacionales que se emplearon para producir la cinta).
Sin embargo considero que cuando sus técnicas se generalicen a otras cintas, así como la imagen 3-D, no bastará sólo con esos efectos, sino que Hollywood se verá obligado a seguir innovando. De hecho, es a partir de esa cinta y su éxito que la compañía Sony ha apostado a que si desea salir del atolladero financiero y tecnológico en el que está embrollada desde hace años, debe echar mano de su más reciente carta: la televisión en 3-D, en la que podrían verse cintas como Avatar y otras en dicho formato. Por eso creó el formato llamado Blue-Ray, pues en los DVD’s convencionales no hubiera podido ser posible almacenar toda la información que requiere una cinta en 3-D de alta definición, justo como la de Avatar.
Pero como siempre sucede, llega un momento de hartazgo entre los consumidores, los que quizá comenzaran a aburrirse de la tercera dimensión… y entonces harían falta nuevos efectos que continuaran atrayéndolos a las salas. Y como por desgracia Hollywood ha acostumbrado a la mayoría de los espectadores a efectos especiales cada vez más espectaculares y elaborados, debe de superar cada nueva propuesta. No ha apostado a buenas historias, sino a regulares o malas, pero acompañadas de su magia visual.
Así que por lo pronto Cameron puede gozar del gran éxito que le ha significado Avatar… habrá que ve si sus secuelas vuelven a repetir la fórmula.
Claro que quizá un mayúsculo efecto especial es cuando Hollywood se auto-adula, con premios como los Óscares, que premian a lo mejor, según sus organizadores y jueces, de la cinematografía estadounidense (y una que otra colada extranjera). Sorprendió que este año una cinta de bajos recursos haya superado en premios a Avatar. Se trató de The hurt locker, 2008, cinta de bajo presupuesto (once millones de dólares), dirigida por Kathryn Bigelow, ex esposa de Cameron, acerca de un equipo desactivador de explosivos en el Irak invadido (cinta que de alguna manera muestra el infierno en que EU ha convertido a ese humillado país). Por los gestos que Cameron hizo al ver cuántos premios recibió aquella cinta, debió haber imaginado que su Avatar sería el ganador estelar… pero se equivocó. Quizá haya algunas personas (algunos de los jueces del premio Oscar de este año), que prefieran aún buenas historias a… sólo sorprendentes efectos especiales.

Contacto: studillad@hotmail.com

Minería marina: el nuevo desastre ecológico que se avecina



Minería marina: el nuevo desastre ecológico que se avecina

Por Adán Salgado Andrade

Una de las razones que llevaron a mercenarios como Cristóbal Colón y los que le siguieron a buscar “perdidos” territorios, fue la firme creencia en mitos que aseguraban la existencia de legendarias tierras, como el “Dorado” o la Atlántida (ésta mencionada siglos atrás, por ejemplo, por el filósofo griego Platón en su obra “Diálogos”), en donde fastuosas construcciones estaban hechas totalmente de oro y piedras preciosas. Bastaron ese tipo de tonterías para que, en su momento, el así llamado mundo occidental, comenzando por España, llevara a efecto una de las más devastadoras depredaciones, tanto de las sociedades, sistemas económicos, culturales, políticos y los ecosistemas que existían en lo que a partir de la así llamada conquista española se dio en denominar América o nuevo mundo (una de las obras originales que, a mi parecer, narra los brutales cambios en todos los niveles impuestos por los españoles, ¡a sangre y fuego, por supuesto!, entre pueblos indígenas como el de los mexicas, es el libro escrito hacia 1550 por el oidor Alonso de Zorita, titulado “Los señores de la Nueva España”, muy obligada obra para todos aquéllos deseosos de conocer ese otro holocausto indígena que tomó lugar muchos siglos antes del ya muy conocido judío, pero que como en aquel entonces no había tecnologías que permitieran testimoniar aquella terrible, infame carnicería y destrucción, por eso es que no impacta tanto actualmente). Así, la estúpida creencia de que la gran Tenochtitlan nadaba en oro sólo porque los conquistadores fueron recibidos con pectorales, collares y todo tipo de joyería de ese metal (Metal que en realidad en tierras mexicas no era tan abundante como la plata, por ejemplo), llevó a aquéllos voraces, ignorantes mercenarios, como ya señalé, a destruir tan magníficas, floridas culturas. No sólo se destruyó la antigua sociedad de intercambio tan bien establecida y equilibrada, sino que se alteró gravemente el ecosistema existente, modificando radicalmente cultivos, sistemas hidráulicos, hidrológicos, sistemas naturales de drenaje (consecuencia de esa brutal modificación a los sistemas hidrológicos naturales, fue que la ciudad de México, ya bajo el régimen español, sufrió varias fuertes inundaciones durante los siglos que siguieron. Todavía actualmente muchas zonas de la inmensa zona metropolitana de la ciudad de México tienden a inundarse), además de la aniquilación de los importantísimos sistemas de intercambio, merced a los cuales, los nativos establecían eficientes relaciones sociales de producción que les permitían obtener, justo gracias a tal intercambio, todos aquellos satisfactores que hicieran pleno su diario existir. Pero los occidentales los obligaron a mercantilizarse, a pagar tributos en oro, plata, perlas, jade... ¡y desde entonces esa codiciosa, civilizada, occidental costumbre de adorar y pelear por el oro, se impuso a nivel global! Digamos que se dio la primera gran globalización económica de la historia de nuestra cambiante humanidad. Y eso provocó que había de hallarse oro en los territorios recién conquistados a como diera lugar y, una vez localizado, que se explotara por los métodos que se requirieran, fueran o no ecoamigables (claro que si en la actualidad todavía el ánimo de proteger a la naturaleza antes que cualquier otra cosa no es tan generalizado, imaginemos que en ese entonces aquellos mercenarios de lo menos que se preocuparían sería de la naturaleza, lo que sí hacían los pueblos conquistados). Así, se abrieron las entrañas de la tierra, hiriéndola con tiros y túneles de minas para extraer el tan ansiado amarillo metal y no hubo poder humano, ni natural, que parara tan brutal rapiña por apoderarse y explotar cuanta nueva veta se localizara. Por ejemplo, en los nacientes Estados Unidos, en varias ocasiones a los indígenas nativos se les desplazó de las tierras que se les iban dando por mera lástima cada que se descubría que estaban asentadas sobre auríferas zonas, ya que la ansiosa fiebre por hallar la siguiente, gran veta de oro para explotar y así tener una nueva generación de hombres ricos se imponía sobre los intereses de un “puñado de indios muertos de hambre”, como era la típica forma en que los “blancos” se referían a aquellos pobres indígenas.

Y así, tras casi cinco siglos de los avances de la “civilización”, la fiebre por el áureo metal aún no termina, claro, mientras no se le consiga fabricar industrialmente (De acuerdo con el doctor en física estadounidense Joe E. Champion, es posible mediante la llamada transmutación de los metales, una suerte de alquimia antigua, transformar las arenas negras de las minas de oro agotadas justamente en oro, por métodos que apuntó en su libro Producing precious metals at home, obra que fue publicada en 1994). Y aunque aún se extraen considerables cantidades de oro en las minas auríferas que poseen varios países, aquéllas están estancadas o de plano en declinación. Por ejemplo, para el año 2003, la producción mundial fue de 2,590,000 kg, menor en 10,000 kg a la del 2001, que fue de 2,600,000 kg y desde entonces, no ha logrado recuperarse. Para el año 2005 la producción total fue de 2,518,000 kg y para el 2006, de 2,467,000 kg, las cuales ni siquiera igualaron a la del 2003. La disminución del año 2006 con respecto al 2005 fue de -2.02%. Pero del 2006 con respecto al 2001, la caída fue de 5.11%, es decir, la producción mundial de oro ha estado descendiendo significativamente debido al agotamiento de las minas de los más grandes productores, tales como Sudáfrica, Australia o Perú.

En la siguiente tabla, se muestran algunos de los principales productores y la cantidad de oro que se extrajo de sus minas con respecto a los años 2005 y 2006:

Producción de oro (ton)

Como puede observarse, los 10 principales productores, que en conjunto aportaron 1782.4 toneladas de oro en 2006, el 72.24% del total (2467 ton), tuvieron casi todos disminuciones importantes en la obtención del aurífero metal, siendo las caídas más fuertes para Canadá, Sudáfrica y Australia. Sólo China logró aumentar su producción, aunque no tan significativamente, en tanto que Indonesia, Papua Nueva Guinea y Ghana la mantuvieron. Esta declinación se da en momentos en que el preciado metal sirve no sólo para la fetichista satisfacción humana de lucirlo en costosa joyería, lujosa artesanía o para la acuñación de monedas conmemorativas y medallas de celebraciones, sino que también tiene importantes aplicaciones en la electrónica, tales como la fabricación de tarjetas madres y circuitos computacionales. De hecho, debido a la creciente demanda, se ha buscado reciclar el oro empleado en viejas computadores y equipos electrónicos que lo emplean. Particularmente países como China, Pakistán y la India emplean contaminantes, antiecológicos métodos de recuperación, los cuales provocan más daños a la salud de los trabajadores que los realizan y al medio ambiente, que las pírricas cantidades obtenidas, pero así de alta es la demanda y el “beneficio económico” logrado justifica tan graves daños (en pueblos chinos como Guiyu, es muy común la quema a cielo abierto de plásticos y tabletas de silicón, con tal de recuperar oro mediante ese muy contaminador, rudimentario proceso, el cual produce un denso humo negro muy venenoso y sumamente dañino al medio ambiente y a la salud. También baños de ácido se aplican a esos desechos a las orillas de los ríos para recuperar el áureo metal, contaminándose permanentemente sus aguas). No solamente eso, sino que con tal de extraer hasta el último gramo de oro de agotadas minas, se usan brutales métodos masivos y sumamente destructivos, como la dinamitación de cerros completos y la aplicación de cianuro para la separación del metal del material rocoso, como es el caso de la infame actividad que está haciendo la empresa “Minera San Javier”, filial de la canadiense “Metallica Resources”, en el mexicano estado de San Luis Potosí, la cual está destruyendo de esa forma el emblemático cerro de San Pedro, el que, incluso, figura en el escudo de la capital potosina, como símbolo inseparable de su historia (Lo que tiene sin cuidado al gobierno panista del estado, el cual ha dado libre vía a la empresa para actuar, con tan impune dolo, que incluso ha llevado a varios habitantes del lugar a ser encarcelados ilegalmente, inventándoles falsos cargos, sólo por defender a su estado de las brutales acciones destructivas y antiecológicas de la minera).

Pero, por si fuera poco, con las constantes, recurrentes crisis económicas que han ido debilitando gradualmente la estabilidad de lo que antes fueran las “divisas fuertes” (hard currency), tales como el dólar o el yen y hasta el mismo euro, muchos bancos centrales, como el ruso o el chino, incluyendo la tradicional reserva de oro estadounidense, han hecho de dicho metal nuevamente una fuente de atesoramiento de valor, muy a la manera del antiguo “patrón oro”, que no estaría expuesto a las fluctuaciones de las divisas, las cuales dependen de que el país de origen tenga una economía “sana”, algo cada vez más infrecuente en nuestros tiempos. Véase que ya hasta la bolsa de valores china ha sufrido tres fuertes caídas en lo que va del año, lo que evidencia que no hay “milagros económicos” permanentes (Ver en Internet mi artículo “Hacia una nueva recesión estadounidense y mundial”, en donde expongo las causas de la nueva crisis que está tomando lugar en los Estados Unidos).

Todo lo cual sirve de excelente pretexto para que modernos gambusinos, totalmente despojados de todo escrúpulo o consideraciones morales y mucho menos ecológicas, hayan salido con la genial idea de extraer el oro del fondo del mar, en donde, aseguran, existe suficiente metal amarillo para seguir con el uso tan intensivo y extensivo que tiene en nuestros días. Y vaya que está teniendo la así llamada minería marina gran auge, pues los costos de extracción del áureo mineral en tierra están incrementándose debido a que cada vez se deben de hacer más profundos los tiros de las minas para hallarlo (en minas agotadas, se practica una minería hormiga, que son personas, sobre todo campesinos, quienes mediante rudimentarios, anticuados métodos, logran extraer de tales minas, durante varios días de arduo trabajo, pequeñas cantidades del metal, que luego venden a los compradores. Algo así sucede en el pueblo del Tunalillo, cerca de Saltillo, ubicado en el mexicano estado de Coahuila. Estos mineros en pequeño dicen que el dinero ganado justifica tan penosa, paciente labor, pues el kilo de oro se les paga entre 100 y 110 mil pesos. Pero para las grandes mineras, tan poco oro extraído de tales minas, no justificaría la inversión requerida), y a pesar de que por su escasez los precios han subido considerablemente (por ejemplo, en 2005 una onza valía 445 dólares y en la actualidad ronda los 603 dólares), en algunos casos la disminuida extracción no compensa el dinero invertido a la hora de hacer los mineros sus felices cuentas. Uno de tales emprendedores buscadores de oro es el señor David Heydon, un australiano que abrogándose el derecho de escudriñar el fondo marino, alegando que a nadie le pertenece, está aplicando un método masivo de perforación, en el cual se emplea un robot submarino que pesa seis toneladas y tiene una altura de tres metros, que con un enorme taladro deshace en cuestión de minutos la capa rocosa del lecho marino, levantando tremendas cantidades de arena y roca molida que se desparraman por todos los alrededores y tardan varios días en volver a asentarse, si no es que el referido robot vuelva a perforar en otro nuevo sitio para la tan ansiada búsqueda del oro y levante aún más material pétreo y arenoso. Tales infames perforaciones se realizan justamente en donde apagadas fumarolas marinas se ubican, pues desde hace unos años, por desgracia, se halló que son fuentes mucho más ricas de metales, tales como el oro, la plata, el cobre y el zinc, entre otros. Esas fumarolas, cuando están activas, son una especie de géiseres marinos que constantemente están arrojando agua hirviente, acompañada de minerales, lo cual las vuelve altamente corrosivas e imposibles de explotar. No así las fumarolas apagadas, las que están en condiciones de que el referido robot las haga añicos en segundos. Así que con la ya documentada información de la riqueza (Ya hay precisos mapas que muestran en dónde están localizadas las fumarolas apagadas), sobre todo aurífera, que puede extraerse de tales sitios, mucho más que en tierra firme, Heydon fundó la empresa Nautilus Minerals, con la cual pretende, casi casi, adueñarse del fondo marino que no forme parte de las aguas territoriales de país alguno y demoler a sus anchas cuanta fumarola apagada se encuentre para, según él, hacer el gran negocio de su vida y contribuir una vez más, a una nueva fiebre aurífera, pero esta vez en el lecho marino, con muchos más altos rendimientos. Para ello, Heydon se basa en pasadas prospecciones que muestran que tales sitios contienen oro a razón de 10 partes por millón, siendo que, en promedio, los depósitos terrestres sólo contienen una parte por millón. En conferencias que tan emprendedor marino minero dicta ante futuros y potenciales inversionistas, les asegura que el big money espera. Las realiza mostrando un documental, en el cual un pobre cangrejo marino que está a punto de prensar con sus tenazas a un caracol marino para alimentarse de él, se enfrenta, de pronto, con el monstruo mecánico que se encarga de demoler las rocas, cuya destructiva acción avienta violentamente al pobre animal, quien es envuelto, además, por una densa nube de arena y del material desecho, para regocijo de los presentes, quienes inafectados por la antiecológica escena, se frotan las manos con los números que acompañan tan deleznable acción, y que muestran los altos porcentajes de metales que el material triturado contendrá, una vez separados aquéllos. Así, se aprecia que un 12.2 % de los metales separados durante tal perforación fueron cobre, 4.2% son zinc y una sustancial proporción de ellos son oro y plata, todo lo cual les hace brillar los ojos a compañías exploradoras, banqueros, compañías aseguradoras y demás capitalistas aventureros ávidos de hallar el siguiente gran negocio. Heydon les explica cómo se efectúa ese tipo de minería marina: el robot perforador se acerca a uno de las apagadas fumarolas, se pone a triturar material rocoso, el cual es extraído a la superficie por medio de una tubería de acero de 30 centímetros de diámetro y de hasta de más de dos kilómetros de longitud, succionado por potentes bombas. Luego es depositado en un barco especialmente acondicionado, el cual está siendo construido por una de las empresas que se han asociado a Heydon, una compañía dragadora belga, Jan de Nul, que podrá almacenar hasta ¡24,000 toneladas de roca molida en sus entrañas!, lo que da una idea de que las perforaciones se llevarán indiscriminadamente. El material obtenido es llevado luego a tierra para ser separado y ¡todos felices y contentos, a disfrutar a lo grande de los metales y las ganancias logradas! De momento, para los trabajos exploratorios, Heydon emplea un barco más pequeño, de menor capacidad.

Desde luego que lo que Heydon no muestra, son también los potenciales daños que tan invasivo, destructivo método provocará en el mar, pues las enormes nubes de polvo y arena levantadas por la acción perforadora, se desparraman por todas partes, formando lo que un científico, el señor Rod Fujita, perteneciente a la organización Defensa del Medioambiente, ha bautizado como smog marino, el cual será tan perjudicial tanto para las aguas, como para las especies marinas, que de hacerse las explotaciones en escala industrial, como Heydon planea, podría tardar hasta ¡40 años en asentarse en el fondo! Así que imaginemos que todo ese polvo y arena disueltos puedan, por ejemplo, invadir las branquias de peces o sus aparatos digestivos, y matarlos irremediablemente, que cubran la luz solar, tan necesaria para las colonias coralíferas, matándolas igualmente por la falta de luz solar, así también como para el plancton, el cual vive de la fotosíntesis que realiza con dicha luz y que es el primer eslabón de la cadena alimenticia marina, lo que en un caso ya extremo, pudiera provocar la muerte de toda la fauna oceánica. Por otro lado, muchos de esos sitios en donde se pretende perforar, ni siquiera se han investigado completamente y se desconoce qué otras especies pudieran habitar en él, las que quizá ni siquiera se han descubierto. Esas y otras fatales consecuencias irían provocando, como señalé, una lenta muerte de buena parte de la fauna marina, lo que, indudablemente, provocaría un desequilibrio ecológico oceánico de insospechadas consecuencias que, finalmente, redundaría en nuestra propia existencia, pues más del 70% de nuestros alimentos provienen del mar, además de que es regulador del clima y parte vital del ciclo hidrológico. No se conforma Heydon con todo el daño hecho ya a los mares del planeta – ni con el daño ecológico, en general, ya ocasionado en tierra y aire –, cuyo fondo está plagado de basura, además de que buena parte de las aguas negras producidas por innumerables ciudades se depositan allí, no, aquél tiene que seguir contribuyendo a su destrucción.

Sin embargo, a su favor, alega que los ambientalistas y grupos ecologistas que lo critican, lo hacen sin saber a “ciencia cierta” el impacto que la minería marina va a tener. Cínicamente declara: “La mera verdad es que este tipo de minería tendrá un mínimo impacto en el mar y en el medio ambiente. Se daña más al planeta con las explotaciones terrestres”. Sí, claro, tiene razón en que la minería terrestre ha destruido, como ya dije, desde tiempos antiguos, brutalmente grandes extensiones de zonas boscosas y selváticas, además de la contaminación de los ríos y lagos que sigue por el llamado beneficio metalúrgico (o sea, el método para separar los metales del material rocoso), pero ello, de ninguna manera justifica que ahora se pretenda provocar un nuevo daño, ahora al mar, sólo porque ya se hace en tierra. Por “razonamientos” tan inmorales como los de Heydon es que hemos llevado al planeta al borde de un colapso ecológico cada vez más cercano y terrible (Ahí está, por ejemplo, el calentamiento global, debido al cual, los fenómenos climatológicos tan destructivos como ciclones, huracanes, tornados y torrenciales lluvias, son cada año más frecuentes, pues prácticamente es una manera extrema que el ecosistema tiene para regular la falta de humedad que dicho calentamiento provoca en muchas áreas, aunado a la brutal deforestación de selvas y bosques, pues tómese en cuenta que cada día son talados, destruidos o incendiados 40 kilómetros cuadrados de áreas verdes a nivel mundial). De todos modos, muy acomedido, Heydon, por su cuenta, le está pagando a un equipo de eficientes biólogos marinos, para ¡nada menos que certifiquen con sus investigaciones que ningún daño de importancia provoca la biología marina! Esto es ridículo, pues es como si la mayor fabricante de organismos genéticamente modificados, Monsanto, pagara a grupos de científicos para que certificaran la inocuidad de su maíz transgénico. Es absurdo, pues ¿cómo podrá creerse en la objetividad de sus resultados?, porque seguramente deberán reportar sus científicos pagados, en todo momento, que no hay daño por la actividad de su patrón, pues de otro modo, no recibirían su paga. Puede darnos una idea de la falta de ética profesional, la opinión emitida por una de sus científicas, la señora Cindy Van Dover, del Laboratorio Marino de la Universidad de Duke, la cual declara enfática: “En cuanto a los caracoles que existen en las fumarolas apagadas, pues seguramente también viven en otros lados, así que no hay por qué preocuparse. Además, estos sitios periódicamente son afectados por erupciones submarinas, así que las especies que allí pudieran habitar, seguramente están muy bien adaptadas para condiciones muy rudas de vida o para eventuales desastres. Y de todos modos, si una de esas apagadas fumarolas es destruida, pues no es algo infrecuente, así que si eso sucede, que son destruidas por medios naturales, pues que se haga minería en una que otra, la verdad, yo no le veo mayor problema” (el subrayado a sus desafortunadas declaraciones es mío). Así que si este tipo de ética profesional va a ser la misma que aplique Heydon en su aventurerismo minero, pues es muy probable que se avecine un nuevo desastre ecológico del que, como dije, ni siquiera se conozcan las consecuencias que tendrá.

Lo peor de todo es que algunos científicos serios, como el mencionado Fujita, a pesar de que han advertido de ese problema a organizaciones de protección ecológica, tales como Greenpeace o Conservación Natural (Natural Conservancy), extrañamente no han obtenido respuesta alguna de tales organismos, quienes mostraron muy poco interés en el asunto (A menos, claro, que pueda significar para tales organismos, un beneficio económico la actividad de Heydon o que también haya contratado los servicios de “científicos” pertenecientes a ellos, para confirmar que su actividad no provocará ningún daño, lo cual sería francamente deleznable).

Mientras tantos, las acciones de Nautilus Minerals suben y suben, convencidos sus inversionistas de que será el nuevo gran Dorado, imperturbables por los devastadores efectos que ese big money provocará en el planeta y, desde luego, en su salud, que ni todo ese big money completo podrá remediar.

Contacto: studillac@hotmail.com

¿Más energía o más desperdicio?



¿Más energía o más desperdicio?

Por Adán Salgado Andrade

En los años 50’s el símbolo del progreso lo constituía la continua tala y destrucción de selvas, sobre todo en África y Latinoamérica, y no había ni instituciones mundiales, ni organizaciones no gubernamentales que cambiaran esa infame idea, como puede desprenderse del siguiente párrafo, tomado de una vieja publicación, en el que se habla de la “creativa” mano del hombre al haber “transformado” tierra antes virgen, en medio de la selva localizada en el brasileño estado de Paraná, para dedicarla a la producción de café: “A causa de los entusiastas esfuerzos de colonizadores de muchas partes del mundo, pueblos de 15,000 o más personas han surgido de selvas que hace unos pocos años eran habitadas solamente por jaguares, tapires, monos, serpientes y pericos. A lo largo de calles sin pavimentar, que guardan fuerte apariencia con los pueblos estadounidenses del lejano Oeste, autos, camiones y motos tocan el claxon y rebasan a carretas jaladas por bueyes y hombres a caballo, en estas ricas tierras antes salvajes, transformadas gracias a la creativa acción del hombre”( The Saturday Evening Post, noviembre de 1952. El subrayado es mío). Ese “desarrollismo” (Por desarrollismo me refiero a la extendida, equivocada idea de que el mundo subdesarrollado sólo puede desarrollarse copiando los así llamados modelos occidentales de progreso, como el hecho de acabar con selvas para construir autopistas, ciudades, centros turísticos o plantaciones, idea que, por desgracia, aún sigue estando vigente. En México, por ejemplo, se siguen destruyendo manglares y zonas costeras para albergar lujosos centros turísticos, como en el poblado costero Loreto, en Baja California, el más reciente de todos) tan típico de entonces, colocaba por encima de lo considerado “salvaje”, “natural”, al “deslumbrante progreso”, al que no se consideraba algo destructivo o negativo, sino que era el inevitable precio que debían pagar los así llamados países en vías de desarrollo (Como si realmente alguna vez se fueran a desarrollar totalmente. De entonces a la fecha la mayoría de estos llamados países en desarrollo, siguen, infructuosamente, esperando a ser totalmente desarrollados) para alcanzar el modelo de vida occidental, sí, aquél de las modernas autopistas, llenas de veloces automóviles, vías férreas recorridas por trenes bala, cosmopolitas ciudades cruzadas por amplias avenidas, en donde hacinados complejos multifamiliares se dan cita al lado de altísimos rascacielos (Esta tendencia, la de hacer altísimos edificios, compitiendo por ver qué país posea el más alto, sigue estando vigente y lejos de disminuir, a pesar de terremotos o “atentados terroristas”, para desgracia de los que allí vayan a vivir o trabajar. Irónicamente, los hasta ahora más altos proyectados, estarán en países considerados aún en vías de desarrollo, como el hotel Lotte World II, ubicado en Seúl, Corea del Sur, que se espera mida nada menos que ¡800 metros! Otro, que está por terminarse, será el edificio Burj Dubai, que se encuentra en Dubai, capital de los Emiratos Árabes Unidos, que medirá ¡705 metros! Así como van, en el futuro los edificios se medirán en kilómetros). Y aunque en muchos países que todavía están actualmente esperando el tan ansiado desarrollo, la tendencia a destruir sus preciados recursos naturales a cambio de “inversiones desarrollistas” sigue vigente, por fortuna, la nueva, ecologista idea de que es mejor la conservación de los recursos naturales tal cual, está comenzando a imponerse. Podríamos hablar que se trata de ecodesarrollo o ecoprogreso, como se quiera, y que, por desgracia, los fuertes intereses económicos de corporaciones y, especialmente, países desarrollados, como Estados Unidos, aún desdeñan. Por ejemplo, por estos días se ha señalado que los efectos al medio ambiente producidos por tantos contaminantes arrojados a la atmósfera son peor de lo que se estimaba, sobre todo porque justo en Estados Unidos, uno de los países que produce casi el 40% de los llamados gases efecto invernadero, por mandato gubernamental del gobierno de George Bush, se minimizaron, criminalmente, considero, las verdaderas consecuencias que aquéllos tendrían. Ahora se estima que, entre otras, el calentamiento global se está acelerando, y prueba de ello es que los glaciares y los polos del planeta se están descongelando más rápido de lo que se pensaba originalmente. Al Gore (Quien fuera candidato presidencial en Estados Unidos durante la contienda del año 2000, por el partido demócrata, comienza sus conferencias diciendo “Hola, soy Al Gore, y solía ser el futuro presidente de los Estados Unidos”, ironizando así el hecho de que le fue robada la elección por el infame fraude que en su contra cometieron George Bush y sus secuaces. Actualmente se dedica a una profunda cruzada para concientizar a la gente en el mundo de la necesidad de cambiar los hábitos consumistas que tanto daño ocasionan al medio ambiente) muestra esa tendencia en su ilustrativo documental “Una verdad inconveniente”, y demuestra cómo las emisiones del más abundante gas que provoca el llamado efecto invernadero, el bióxido de carbono, CO2, han aumentado desproporcionadamente desde los años 1850’s, durante los cuales la producción antropogénica, la producida por la humanidad, era casi despreciable, hasta la actualidad, que se producen poco más de ¡7100 millones de toneladas de ese letal gas anualmente! Imaginemos, de por sí, el volumen tan grande que se requeriría para que el CO2 pesara una tonelada. Ahora traslademos eso a tantos millones de toneladas, ¡es para que la piel se nos enchine nada más de imaginar los cientos de miles de millones de metros cúbicos de bióxido de carbono que se requieren para que pesen tantos millones de toneladas y que están esparcidos en la atmósfera! La densidad atmosférica, por tanto, se incrementa, y por simple ley termodinámica, es claro que un cuerpo con mayor masa, guarda más la temperatura que uno de menor densidad. Pero además el problema adicional aquí es que la atmósfera es más frágil y sensible a los cambios en su composición de lo que se creía. La capa de la atmósfera respirable, gracias a la que vivimos los humanos, no rebasa los 30 kilómetros de espesor, y para darnos una idea de lo que eso significa, concíbase a la tierra como una esfera de papel, dicha atmósfera apenas representaría el espesor del papel que la formara. Así que la producción de gases como el bióxido de carbono está, de cierta forma, digamos que reformulando el contenido de los gases que conforman las capas atmosféricas, a pesar de que alguna parte de ellos es absorbida por procesos naturales, por los bosques, sobre todo, unos 3000 millones de toneladas, pero la mayoría, como dije, simplemente se están acumulando en la atmósfera. Eso, evidentemente, está teniendo ya un costo que no puede ocultarse más, y que es el aumento efectivo de la temperatura. El planeta y todos nosotros nos estamos calentando aceleradamente, a pesar de los infructuosos intentos de Bush y otras corporaciones, como las petroleras, que buscan por todos los medios achacar el calentamiento global a “causas naturales”. Y aunque el CO2 es el gas más abundante en volumen de los gases productores del llamado “efecto invernadero”, con un 84%, hay otros igual o más perniciosos que éste. El metanol monta un 9% y dura sólo diez años activo en la atmósfera, pero ¡almacena el doble de calor que el CO2! El otro gas es el óxido de nitrógeno, que asciende a un 5%, y por último los clorofluorocarbonos y sulfuros forman el 2% restante, éstos también sumamente perjudiciales, pues a pesar de que es menor su proporción en la atmósfera, son los causantes de la alarmante disminución del ozono atmosférico, el gas que nos protege de las letales radiaciones solares ultravioleta, las que en lugar de significar vida, más bien matan. A éstos se deben los llamados agujeros de ozono que existen en los polos del planeta y que últimamente también se han querido minimizar sus efectos y se ha declarado, incluso, que están disminuyendo, pero así como los científicos de Bush mintieron sobre los efectos del calentamiento global, pues habrá que tomar con escepticismo tales declaraciones.

Y si ya todo lo dicho hasta este momento es ya pasmoso – ¡espero que así sea! –, resulta que la producción sobre todo de CO2 continuará en ascenso. Para los países desarrollados el incremento se estima en 1.9% anual, de aquí al 2025, y para los no desarrollados, como el caso de China (A este país, so pretexto de que está en “vías de desarrollo”, se le está permitido contaminar brutalmente año con año la atmósfera con su creciente actividad industrial, principalmente maquiladora, la que se mueve sobre todo con carbón, su principal energético, otro de los llamados combustibles fósiles que produce mucho más CO2 que el mismo petróleo. Claro que eso tiene un enorme precio, como el hecho de que ciudades industriales chinas como Beijing estén consideradas como las más contaminadas del mundo, tanto que incluso hay frecuentes ventiscas de polvo y otros contaminantes que ocasionan graves daños respiratorios entre la población local), en 2.7%. O sea, que en lugar de haber buscado una verdadera disminución en la producción industrial, de entre las principales generadoras de CO2, junto con los automotores – como el ya obsoleto tratado de Kyoto de 1994 había especificado, que debía situarse a los niveles existentes en 1990 para que las cosas no estuvieran tan mal –, no es así, al contrario, en una cínica actitud, sobre todo de las naciones más desarrolladas, como EU, se ha seguido a rienda suelta la producción industrial y la consecuente emisión de gases contaminantes.

Y aquí retomo lo que en principio había señalado, que en aras de continuar con el “desarrollismo”, con todas las imposiciones del sistema capitalista que ello implica, el cual vive gracias al hiperconsumo al que hemos llegado en la actualidad, los países en vías de desarrollo, tomando de modelo a los desarrollados, se siguen proponiendo como estándar a alcanzar el así llamado “estilo de vida occidental”, llámese sueño americano o europeo, y en consecuencia abrazan una indiscriminada industrialización, propia, la menos, o transnacional, la más, destinada a producir todos los indispensables satisfactores que les ayuden a materializar ese tan ansiado sueño americano o europeo. Evidentemente para que ello se logre, tendrá que acompañarse, como dije, de un constante crecimiento industrial, emparejado, por supuesto, con un aumento de la energía que permitirá dicha industrialización, además de la que el tal modelo occidental exija para su materialización. Así, si se impone que todo mundo debe tener un potente SUV (gran vehículo utilitario) de ocho cilindros, que todos deban contar con calefacción, aire acondicionado (¡Y más ahora con el calentamiento global, se dirá, lo que representaría una cínica “solución” que agravaría más el problema, pues al haber más aparatos de refrigeración del aire en el mundo, se requerirá aún de mayor energía!), casas confortables, TV digital, “centros de entretenimiento”, computadoras, celulares, Internet, consumir productos desechables, ropa de telas sintéticas... todo ello requerirá, por supuesto, de mucho más energía, pero no para actividades que verdaderamente sean positivas, desde el punto de vista del bienestar humano, sino que servirán simplemente para la reproducción y perpetuación del sistema de consumo que nos ha dominado los últimos 300 años. Lo que quiero decir es que no viviremos mejor si todos los habitantes del planeta, tuviéramos, digamos, un potente SUV, un Hummer, por ejemplo, muy gastador de gasolina, al contrario, tanto por los contaminantes que tan ineficiente vehículo produjera, así como toda la enorme energía que fuera destinada a producir 6500 millones de tales vehículos que también produciría excesiva contaminación (Para fabricar un auto y sus componentes se requiere una energía equivalente a 110 gigajoules, suficiente para calentar un hogar (en EU) durante 18 meses. Ahora, imaginemos el gasto energético tan enorme, si cada año se fabrican ¡65 millones de autos, uno cada dos segundos!), contribuirían a deteriorar más el medio ambiente, así como nuestra calidad de vida, a pesar de que pudiéramos todos viajar en un potente, lujoso vehículo como ese. Claro que quien ganaría sería el sistema, el fabricante de esos vehículos, GM, particularmente, feliz por las ventas tan fabulosas, sin importarle, por supuesto, los daños al medio ambiente que tanto fabricación, como empleo de esos vehículos, produjeran. Por ejemplo, recientemente, en Europa, a propósito del calentamiento global, se intentó que los fabricantes de vehículos redujeran los niveles de contaminantes de sus autos, de ¡160 gramos de CO2 que producen en la actualidad por kilómetro recorrido, a 130 gramos!, pues los autos producen casi el 90% de las emisiones totales de CO2. Sin embargo, los primeros en protestar fueron tales fabricantes, diciendo que si eso se aceptaba, no iba a ser posible seguir fabricando potentes SUV’s, los cuales, según ellos, son muy demandados por la gente, así que si eso se hacía, prohibir su fabricación, argumentaron, se dejaría sin trabajo a muchos obreros que los fabricaban, además de que “disminuirá una parte muy importante de los ingresos que se obtienen por las ventas de tales vehículos”. Véase, pues, como siempre se anteponen intereses fuertemente económicos a los intereses de la humanidad en su conjunto, en este caso, los ecológicos. Así, de todo lo que en la actualidad el capitalismo se ufana, de los altísimos niveles de productividad y producción alcanzados, de lo “baratos” que muchos productos cuestan, de tanta baratija china que vale menos que una hamburguesa... bueno, pues todo eso tiene su costo y es que cada vez se requiere más energía y más fuentes que la proporcionen, sean éstas renovables o no, para que pueda continuarse no con la mejoría en las condiciones sociales de vida, sino con la reproducción del sistema capitalista de consumo. Prueba de que la supuesta “mejoría” de la calidad de la vida humana al contrario, cada vez empeora, es que actualmente se han destruido más de la mitad de los recursos naturales del planeta y la otra mitad está en acelerado proceso de contaminación y destrucción. Se arrojan, como se dijo, millones de toneladas de gases contaminantes a la atmósfera a diario, se contaminan ríos y mares con los desechos industriales y los drenajes urbanos. Se acaba, por ejemplo, con un área equivalente a 40 kilómetros cuadrados de bosques y selvas a diario como consecuencia de tala inmoderada, incendios provocados, muerte de árboles por condiciones adversas para su vida o conversión de dichas áreas verdes a áreas urbanas. Esos bosques y selvas constituyen un valioso recurso natural que, entre otras cosas, absorben parte del CO2 arrojado cada año a la atmósfera, además de que regulan el calentamiento del planeta, pues las áreas arboladas disipan también parte del calor generado naturalmente o por la acción del hombre. Pero, irónicamente, cuando los árboles son sometidos a factores adversos, como sequías, plagas de insectos o temperaturas mayores a las que normalmente pueden soportar, comienzan a morirse, su follaje cae y, en lugar de absorber CO2, sus troncos secos lo producen, de tal forma que debido a selvas y bosques enfermos, se generan cerca del 25% de los gases efecto invernadero que están calentando a la Tierra.

Así que la tan cacareada “mejoría en la calidad de vida” es una total falacia. En todo caso, algunos grupos sociales, sólo los privilegiados, digamos que gozarán de los avances tecnológicos, no así las tres quintas partes de la población mundial consideradas en el nivel de la pobreza. Pero de nuevo abordo la cuestión en cuanto a ¿de qué sirve que los grupos medios o acomodados de la población se ufanen por su gran poder de compra, si finalmente todos habitamos este mundo y todos respiramos los contaminantes y sufriremos las consecuencias que éstos nos provoquen? El hecho, como mencioné, de que se produzca más, implica su obligada contraparte: la generación de mucho más basura y de ésta, sólo una mínima parte es reciclada. Las cifras correspondientes a Estados Unidos, uno de los países más derrochadores de energía y el más “industrializado”, arrojan que cada estadounidense produce en promedio poco más de ¡dos kilogramos diarios de basura!, que en conservadores cálculos montarían a 236 millones de toneladas (mdt) al año. De ese total, un 35 %, 83 mdt, es papel de oficinas, periódico y cajas de cartón, claro, pues éstas son las que se usan para envolver cuanto producto se produce, sí, ¡tremendo desperdicio cuando se compra algo que viene contenido en una caja de cartón, la que deja de “servir” en cuanto la destapamos y sacamos el producto contenido! Luego de eso ¡la tiramos, sin más! Igual sucede con los millones de periódicos producidos a diario mundialmente, pues también los leemos y luego los tiramos casi de inmediato. Y ni se diga el papel de oficina, pues por los millones de hojas que se emplean y se tiran, salen repletos los botes de basura de esos lugares. Por ello se explica que papel de oficina, periódico y cartón sean los “desperdicios” más abundantes, pues en éstos, sobre todo, se materializa gran parte del dispendio del que ya he hablado antes. El resto de la “basura” se clasifica como sigue: 12%, 28 mdt, son sobrantes de jardinería (provenientes de los 129,444 km² de céspedes que hay en los EU, muy desperdiciadora costumbre que, entre otras cosas, requiere de nada menos que ¡1,216,000,000 de m³ anuales de agua! para mantenerlos tan verdes. El área que ocupan esos prados equivale a tres veces la del maíz de riego sembrado allá); 11.7%, 28 mdt, son sobras de comida – la que se tira y la que no se puede comer –; 11.3%, 27 mdt, es plástico –¡por tantos empaques, bolsas y botellas desechables! –; 8%, 19 mdt, son latas de aluminio y fierro; 7.4%, 17 mdt, son hule, cuero y textiles; 5.3%, 12.5 mdt, es vidrio y el 3.4% restante, 8 mdt, son materiales clasificados como “otros”. Por desgracia, a pesar de que Estados Unidos se jacta de estar muy adelantado en tecnologías de reciclaje, sólo se recicla aproximadamente un 25% de “basura”. Si entonces sumamos todos los “desechos” industriales, obtendremos casi 159 mdt anuales, de las cuales, 25%, o sea, 39.6 mdt apenas se reutilizan y el resto, 119 mdt, simplemente se tira, prescindiéndose así de materiales que pueden servir nuevamente si son reciclados en lugar de hacerlos nuevos y con ello, generar aún más basura. Un muy grave ejemplo de esto es toda la llamada basura computacional, dado que los millones de computadoras “obsoletas” que se desechan cada año (no porque no sirvan, sino que son menos “potentes”), como resulta “muy caro” deshacerlas y reciclar el platino, el oro o muchos de los materiales de los que se hacen, simplemente se van apilando en enormes tiraderos o muchas veces dichos desperdicios se “exportan” a países subdesarrollados como China, en donde la baratura de sus trabajadores, combinada con la nula protección a su salud, posibilita mediante procedimientos muy tóxicos e insalubres, reciclar los materiales recuperables. De acuerdo con el reporte emitido por las organizaciones mundiales Basel Action Network (Red de acción Basel) y Silicon Valley Toxic Coalition (Coalición Silicon Valley contra los tóxicos), alrededor de un 70% de la basura computacional de Estados Unidos se exporta hacia la ya mencionada China, además de Pakistán e India. En pueblos chinos como Guiyu, es muy común la quema a cielo abierto de plásticos y tabletas de silicón, con tal de recuperar metales mediante ese muy contaminador, rudimentario proceso, el cual produce un negro y denso humo negro muy contaminante y sumamente dañino al medio ambiente y a la salud. Baños de ácido se aplican a esos desechos a las orillas de los ríos para recuperar oro, contaminándose permanentemente sus aguas. El plomo de monitores y de cinescopios de televisores, no es muy lucrativo, así que éstos simplemente se tiran. Los cartuchos impresores son abiertos a mano, emitiendo sendas nubes del polvo del que están hechos al aire, y que los pobres trabajadores que los desarman respiran, pues ¡ni siquiera sus patrones les proporciona máscaras protectoras! Todo ello ha generado tan enorme contaminación, no sólo aérea, sino en los acuíferos de Guiyu, que el agua que se emplea para beber, tiene que traerse de lejos, de 30 o más kilómetros de distancia. Eso se hace en China, país que el neoliberalismo ha querido tomar de ejemplo de industriosidad, claro, si así se le puede llamar a actividades industriales en las cuales lo que menos importa son los trabajadores y su salud (sí, todo sacrifica China, su gente, su medio ambiente, sus recursos, su ecología... con tal de mantener contentas a las corporaciones que han hecho de ese país un “paraíso industrial” de trabajadores muy baratos y sometidos, de recursos también baratísimos y de un gobierno laxo con las corporaciones extranjeras, pero represivo con su gente, con exenciones fiscales y leyes muy permisivas. A pesar de todo, la espectacular baja en las cotizaciones accionarias de la bolsa de Shangai recientemente, demuestra que el “milagro chino” tampoco puede ser permanente). Por otro lado, las sobras de comida o del jardín podría suponerse que son procesadas para convertirlas en abonos naturales, pero, también, sólo se hace eso con una cuarta parte más o menos. El resto se apila en los llamados rellenos sanitarios, en donde por el apretujamiento, además de que se cubre con tierra cada capa que se comprime, la acción bacterial es casi nula, por lo que tales desperdicios pueden durar cientos de años sin descomponerse. Y no se recicla toda la basura no porque no haya la tecnología suficiente, sino porque resulta, como señalé, “caro”. ¡Claro, aquí se emplea el principio de los negocios de que se gaste lo menos posible, aunque ecológicamente no sea lo más adecuado! Sí, saldrá más barato para las industrias hacer nuevo papel y nuevo cartón cortando más árboles (en EU se subsidia a los madereros, por eso es más barato hacer papel con madera virgen que reciclarlo), además de que el proceso requerido para elaborarlos constituye la tercera fuente industrial generadora de los gases efecto invernadero. Se hará nuevo plástico, empleando más polietileno derivado del petróleo. Se harán nuevas latas de aluminio o fierro obtenidos de minas... ¡sí, mejor todo nuevo que reciclar! Y que cargue el problema de tanta basura la sociedad y, sobre todo, el planeta. Los tiraderos estarán en todas partes: en los bosques, en las selvas, en los ríos, en el fondo del mar... Pero además no sólo se trata de que hay más derroche energético por la innecesaria sobreproducción, sino que, como señalé, se imponen nuevas necesidades, nuevos estilos de vida que incrementan nuestro uso energético. Por ejemplo, el Internet, con toda la infraestructura que requiere, así como las compañías buscadoras, tales como Google, Yahoo o Ask.com, tiende a consumir cada vez muchísimo más energía, debido a que las millones de computadoras, discos duros, memoria RAM y los millones de metros de fibra óptica de tales compañías, requieren actualmente de alrededor de 5 gigawatts, o sea, 5000 megawatts, es decir ¡5 millones de kilowatts!, suficientes para electrificar una ciudad completa como Las Vegas, con todo y casinos y hoteles, durante la época de más calor, que es cuando se demanda más energía. Para que quede más claro, una casa en México de consumo bajo, demanda unos 200 kilowatts mensuales, es decir, que toda la energía que requieren los buscadores equivaldría a la necesitada nada menos que por 25,000 hogares en un mes. Lo que más consume energía son, irónicamente, los sistemas de aire acondicionado que se emplean para enfriar a los servidores y la infraestructura computacional que emplean tales compañías, que asciende a la mitad de la empleada y entre más velocidad y capacidad en la transmisión de datos se exija, mayor energía se requerirá para ello y consecuentemente ¡más energía para el enfriamiento por aire acondicionado! Y se calcula que en el futuro se transmitirá nada menos que un petabyte de datos por segundo, lo cual equivale a un trillón (1000,000,000,000,000) de ¡bytes en cada segundo! A ese paso, dos expertos en energía, Peter Huber y Mark Mills, predicen que en el futuro la infraestructura computacional que mueva el Internet ¡requerirá de la mitad de toda la energía producida en el mundo! Por eso, insisto, de qué servirá que contemos con energías alternas a las existentes, si vamos a seguir incrementando brutalmente nuestras necesidades energéticas y que, de todos modos, no podrán muchas de éstas satisfacer plenamente tales necesidades.

Así pues, no sólo se trata de hallar más alternativas energéticas, sino de cambiar nuestros consumistas, desperdiciadores hábitos, para, en realidad, emplear menos energía. Y vale para nuestro análisis revisar someramente con qué otras fuentes alternativas energéticas se cuenta y cuáles realmente son prácticas para su empleo.

ALTERNATIVAS ENERGÉTICAS

Últimamente se han estado revisando todas las posibilidades energéticas de que disponemos, pero no tanto por prescindir del petróleo o el carbón, o sea de las energías fósiles, sino porque éstas se están agotando más rápido de lo que se pensaba, debido al ritmo tan brutalmente ascendente de su consumo diario (Ver mi artículo en Google: “La guerra mundial por el petróleo y el gas natural”). Particularmente Estados Unidos, además de tales consideraciones, que lo llevaron, cínicamente, a invadir Irak, so pretexto de que poseía armas de destrucción masivas, apoderándose así de la segunda reserva mundial probada de petróleo, también lo hace para ser menos vulnerable y dependiente de hidrocarburos casi todos importados (Arabia, sobre todo, es uno de sus principales proveedores), cuya disponibilidad podría verse afectada, señalan algunos funcionarios estadounidenses, por los conflictos bélicos o los “atentados terroristas”. Y por ello un energético relativamente nuevo en ese país, el biocombustible conocido como etanol, en su reciente “estado de la nación” que pronunció Bush, anunció que se tenía programado en el futuro aumentar considerablemente su producción (por eso aquí en México, se incrementó tanto el precio del kilogramo de tortilla, pues buena parte del maíz con que se hace es importado justamente de EU) para depender menos del petróleo importado. Otra de las consideraciones para disponer de más energías es el precio que tome el barril del petróleo, pues por cuestiones económicas más que ecológicas, claro, no podía ser de otra manera, serían aquéllas viables. En el siguiente cuadro resumo los tipos de energía alternativa, así como cuándo podrían ser explotables con respecto al precio del barril de petróleo:




Bien, pues algunas de las alternativas energéticas citadas en la tabla anterior aún están en experimentación, como sucede con el esquisto, obtenido a partir de la fundición de las rocas metamórficas cristalinas que lo contienen, procedimiento muy costoso. Para los hidratos de metano, aún se desconoce cómo pudieran explotarse. Otras, como el “carbón limpio”, no lo es tanto, pues sigue produciendo de todos modos CO2, bastante, y en todo caso le conviene a países como EU o China que poseen bastante carbón y que satisfacen buenas partes de sus necesidades energéticas de éste (Estados Unidos, a pesar de jactarse de sus avances tecnológicos, sigue dependiendo mucho del carbón, pues más de la mitad de sus electricidad es generada mediante contaminantes, viejas carboeléctricas). Además, todas siguen produciendo bióxido de carbono, tanto directa, como indirectamente, esto porque la energía que se requiere para obtener algunas de ellas, como el hidrógeno, produce justamente CO2, así que, de alguna manera, estamos en un círculo vicioso, pues mientras nuestros métodos para obtener tales alternativas energéticas sigan siendo los convencionales, de nada servirán tales energías si de todos modos van a contribuir a la producción de los gases que provocan el calentamiento global. Por ejemplo, para producir celdas solares o los gigantescos molinos de viento, se requiere de métodos de fabricación aún convencionales que generan, como dije, CO2. Y varias de ellas rinden menos energía que la que se emplea para producirlas, lo que se conoce como la recuperación de la inversión energética, esto es, el índice de la energía recuperada con respecto a la invertida (Energy Return of Investment). Por ejemplo, la energía que se requiere para obtener el hidrógeno empleado en las celdas de combustible que se estén experimentando en los autos movidos por ese gas, es de tres veces la que el hidrógeno rinde, lo cual, de momento, lo haría sumamente impráctico (A menos que se obtuviera mediante reactores nucleares, como defienden sus partidarios. Los autos movidos por hidrógeno aún están en experimentación, además de que es un gas muy inestable y explosivo). En cambio, biocombustibles como el biodiesel, rinde tres unidades energéticas por cada unidad de energía que se emplea para elaborarlo. Esto porque la soya o la palma de las que se obtiene, por su actividad fotosintética, que transforma la energía solar a bioenergía, tienen un alto contenido energético de por sí. Por ello en este momento los biocombustibles están teniendo tanto auge, porque rinden bastante contenido energético, digamos que son una especie de celdas solares naturales. Sin embargo, nada es perfecto, por desgracia, pues siguen produciendo bióxido de carbono, gas inevitable en toda combustión, pero además producen más óxido de nitrógeno que los combustibles convencionales, gas que también contribuye al calentamiento. Pero otro problema muy grave que a mi consideración sería peor que la supuesta solución que se pretende dar con ellos es que para elaborarlos se están empleando cereales que en un mundo en donde a diario mueren de 25,000 a 30,000 personas por desnutrición severa, pues resulta de alguna forma indignante, procesar maíz o soya para hacer etanol o biodiesel si hay hambre. Y no es que su uso se pretenda hacer restringidamente, digamos, a unos cuantos vehículos, sino que se generalizaría su empleo a los millones de vehículos que actualmente circulan por las carreteras y ciudades del mundo, además de los que se siguieran fabricando, lo cual se hace a un ritmo de poco más de ¡65 millones de nuevos automotores anualmente! Uno de los casos más ilustrativos serían los Estados Unidos. La tierra arable que ese país posee es de alrededor de 1,740,765 km², de la cual actualmente se tienen sembrados con soya para, entre otros usos, el biodiesel, poco menos de un 2.5%, o sea, unos 42690 km². Resulta que para que ese país pudiera producir todo el biodiesel necesario para sustituir el diesel normal, tendría que contar con un área total de soya cultivada ¡casi 54 veces mayor a la sembrada actualmente!, es decir, unos 93,501,090 km², imposible, dado que el área cultivable de todo el planeta es de apenas 31,000,000 de km². Pero además toda la soya sembrada sería exclusivamente para producir biodiesel, lo que agravaría brutalmente las carencias alimenticias que, como señalé, ya de por sí tenemos. El otro caso, el del etanol, también es igualmente cuestionable. Se requeriría de un 30% de la tierra cultivable que posee EU sólo para sembrar maíz, o sea, unos 526,436 km². Lo que actualmente se cultiva son alrededor de 59386 km², así que casi tendría que incrementarse en ¡nueve veces la producción de maíz, exclusivamente para fabricar etanol! Un empresario que se está dedicando a la producción de tal biocombustible, cínicamente ha dicho que basta con que los Estados Unidos reduzcan las tierras empleadas para sembrar cultivos de exportación y en lugar de eso, las empleen para los llamados cultivos energéticos y con eso podrá producirse suficiente etanol para sus necesidades normales. ¡Vaya, como si eso fuera tan sencillo, pues hay que señalar cuántos países dependen, por desgracia, de los granos y otros alimentos producidos por ese país!, debido, sobre todo, a que el así llamado “libre comercio” o neoliberalismo casi ha aniquilado las economías agrícolas de tales naciones, como en México, a las que les sale más “barato” importar alimentos, que sembrarlos, pues hacerlo “implica pérdidas”. Pero la muy grave consecuencia de ello es que ahí están y seguirán estando, a merced de lo que EU les quiera o no vender actualmente o en el futuro y si el gobierno estadounidense considera que es más importante producir etanol para sus crecientes necesidades aotomotoras, y además si esto resulta más lucrativo (Seguramente varios agricultores de otras partes en vista del “gran negocio” que implicaría la siembra de maíz para etanol lo harían, sin importarles si ese maíz fuera muy necesario para alimentar a la gente de su país), que lo es, pues entonces reducirá considerablemente sus exportaciones alimentarias y si ahora hay hambre, ¡pues qué se podrá esperar para entonces! Sí, claro, que los autos andarán muy bien comiditos de etanol o biodiesel, pero habrá más hambrientos por todo el mundo que ya ni siquiera tendrán oportunidad de probar una mazorca de elote o, como en México, una triste tortilla. De hecho, la reciente crisis mexicana de la tortilla cara se debió a que como cada vez se produce menos en el campo, debido, como dije, a que se he desdeñado este sector de la economía – y de paso a los pobres campesinos, la mayoría de la población rural de este país –, el maíz que se debe de importar en cantidades cada vez mayores de los Estados Unidos se encareció, justamente porque ya comienza a dedicarse más de su producción actual a la fabricación de etanol. Y aunque debe señalarse que se está experimentando con algunas otras formas para hacerlo, como a partir de la transformación de la celulosa mediante enzimas – éstas obtenidas genéticamente – en azúcares, la mayoría rinden aún muy poco etanol, así que el maíz o la caña de azúcar, que es la que se emplea en Brasil (En este país, es una desgracia que cada vez se empleen más áreas de sus selvas amazónicas para sembrarlas de caña de azúcar, dado que aumenta también el consumo de etanol año con año), serán por muchos años los cultivos preferidos para ser etanolizados.

Y, repito, el problema es que en Estados Unidos y en el mundo, para el caso que nos ocupa, la producción de biocombustibles no va acompañada de programas que redujeran el empleo de vehículos, ni el consumo de combustible, al contrario, los 532,000 millones de litros de gasolinas consumidos allí por año y los poco más de 200 millones de autos que circulan a diario sólo en ese país, van en aumento, así que con ese ritmo, nunca habrá energía alternativa más limpia que alcance.

Las otras energías alternativas son la hidroeléctrica, que apenas monta su empleo mundialmente a menos del 3%, y la geotérmica. En el caso de la hidroeléctrica, que aquí en México se ha empleado mucho, provoca impactos ambientales mayores que el beneficio que pudiera acarrear, sobre todo porque la construcción de presas y embalses sumergen enormes extensiones de bosques, selvas y áreas agrícolas, cuya consecuencia en el medio ambiente es letal, ya que como dije, los cientos de miles de árboles que quedan bajo el agua (Como los miles de árboles sumergidos, a falta de luz y oxígeno, no se pudren, ya hay varias compañías que se dedican a talarlos mediante robots submarinos especiales, arguyendo cínicamente que dado que de todos modos ninguna función ecológica cumplen bajo el agua, es mejor cortarlos, y calculan que el valor de sus maderas, muchas preciosas, como la caoba o el roble, puede ascender a $50,000 millones de dólares, que capitalistamente hablando, como siempre sucede, constituye un muy buen negocio) dejan de cumplir su benéfica función de absorber el CO2 expulsado a la atmósfera por las actividades del hombre. Pero además, los embalses alteran la humedad natural de la región en donde se construyen, acaban con especies vegetales y animales y modifican severamente los ciclos y la actividad hidrológicos naturales de las cuencas en donde se asientan. Y por si fuera poco, dado que cada vez el calentamiento global está cambiando la frecuencia de las lluvias, generando sequías en algunos sitios, e inundaciones en otros, muchas presas ya no tienen el nivel de agua suficiente para operar las turbinas que la corriente hidráulica mueve para la generación de fluido eléctrico, así que están cayendo varias en desuso y realmente en muchos países ya no puede considerarse una alternativa energética más a la hidroeléctrica. En el caso de la energía geotérmica, es una buena opción, pero su uso también es más restringido, ya que las fuentes generadoras, géiseres, no implican la producción eléctrica a gran escala, al menos no a los niveles requeridos nacionalmente en el país de que se trate. Aquí también en México se ha empleado ese tipo de energía, pero como la mayoría ha sido para abastecer redes locales, muchas geotérmicas erigidas en los años 60’s y 70’s han caído en desuso cuando se han incorporado tales redes eléctricas a una red nacional mayor.

Otras dos energías alternativas que podrían considerarse, digamos que amigables y renovables (entendiéndose por renovables que no corren el peligro de acabarse), son la eólica y la solar, pero, por desgracia, además de estar apenas en pañales su uso, privando el criterio economicista, son más caras que los energéticos fósiles, además de que no serían suficientes para llenar tan crecientes demandas de energía. En el caso de la energía solar, no ha habido avances tecnológicos espectaculares que pudieran ya generalizar su extendido empleo por todo el mundo, el que no llega ni al 2.5% de la energía empleada, a pesar de que se calcula que cada hora el sol envía suficientes electrones como para proveer a toda la humanidad de electricidad ¡durante un año!. Esto porque, de nuevo, no ha habido suficientes “incentivos económicos” para desarrollarla, por un lado, pero por otro, porque los intereses de las compañías petroleras han pesado, no sólo sobre este tipo de energía, sino sobre otras, pues ello implicaría prescindir del producto que venden, el petróleo. Aún se siguen empleando las celdas fotovoltaicas cuyo diseño data de los años 70’s y 80’s y por los mismo, son muy ineficientes en la transformación de los fotones en electrones. Lo mayor eficiencia lograda en la actualidad es de un 30%, es decir, de toda la luz solar absorbida por una celda, sólo menos de la tercera parte es convertida en electricidad. Además, se necesitan grandes áreas de tierras que, desde el punto de vista económico también, estarían “improductivas”, sólo ocupadas de tales celdas. Claro que ya hay algunos nuevos diseños interesantes, en experimentación apenas, como el Sunflower, concebido por el señor Bill Gross, que a un costo de poco más de 300 dólares, puede generar un kilowatt-hora durante un soleado día colocado en el techo de un hogar, lo que apenas cubriría una tercera parte de las modestas necesidades eléctricas de tal hogar. Por tanto, el empleo de la energía solar, de momento se está restringiendo más al ámbito doméstico, mediante costosas celdas solares que se instalan en los techos de las casas, como se está haciendo en Estados Unidos, en donde gente de clase media, principalmente, las adquiere, junto con generadores de viento domésticos también, para producir su propia electricidad sin desconectarse de la red local. Y no lo hacen tanto por ecología, sino porque le pueden vender a la compañía eléctrica que los surte, la luz generada por esas celdas solares o generadores de viento que no empleen sus hogares y hacerse así de un “dinerito extra”. Los pocos intentos existentes para generar electricidad a partir del sol lo hacen, hasta ahora, más caro que los medios tradicionales (Un kilowatt-hora generado con energía solar cuesta en ese país 21 centavos de dólar, comparado con el generado con carbón, que cuesta 4.74 centavos y el generado a partir del gas natural, que vale 5.15 centavos), como la Estación Generadora de Energía Solar, de la empresa PG&E, ubicada en el desierto de Mojave, que genera apenas 350 megawatts, lo cual difícilmente cubre las necesidades de 100,000 hogares. Como puede verse, también gran parte del problema de que no se empleen otras alternativas energéticas es que económicamente no resultan viables, aunque lo sean ecológicamente. Y por eso los partidarios de ellas están exigiendo, con justa razón, que los gobiernos las subsidien de momento, en lo que las supuestas economías de escala las vuelvan más baratas, como se hace con otras fuentes energéticas, como con el mismo petróleo. Así pues, ese hecho de que pesa más la economía que la ecología, complica aún más los problemas que ya he expuesto, pues mientras las energías ecoamigables, como la solar, no sean baratas, pues simplemente no se emplearán.

En cuanto a la energía eólica, hay también algunos avances. Alemania es el país que más ha logrado en su desarrollo, con un 15% de dicha energía cubriendo sus necesidades. Le sigue España, con un 10%, alrededor de 12,000 megawatts. Y en tercer sitio están los Estados Unidos, en donde hasta viejas plataformas petroleras marinas se están reciclando como bases para los gigantescos generadores eólicos, que en conjunto producen apenas un 3% de las necesidades de esa nación. Pero, de nuevo, tanto el criterio económico se impone, pues el kilowatt-hora producido por el viento es “más caro”, así como el hecho de que algunas de las llamadas “granjas de viento” ocupan también grandes áreas de tierras agrícolas que dejan de ser totalmente productivas para otros fines, que no sea el de cobijar las decenas de esos gigantescos generadores. Y evidentemente que tampoco se considera que llenarán las crecientes, derrochadoras necesidades energéticas. Por ello es que la temible energía nuclear está reconsiderándose de nueva cuenta en las expectativas del futuro energético, pero aunque sea más barata y se ponderen sus “bondades” presenta muchos peligrosísimos inconvenientes, como veremos.

Pareciera, entre otros aspectos, que ya se han olvidado terribles accidentes como el de Chernobil o los que por fortuna pudieron controlarse a tiempo, como el de Three Mile Island, en EU, o el de la central nuclear española Vandellòs, por mencionar algunos. Pero, además, no existen alternativas seguras hasta hoy para disponer del combustible nuclear inservible, ni de las instalaciones caducas, y no están libres de riesgos los reactores, tales como calentamientos y sus consecuentes explosiones, las que pueden emitir letales nubes radioactivas, como la que se esparció desde Chernobil, que alcanzó Escandinavia y el norte de Europa. Aún así, debido a sus altos rendimientos y de que resulta “barata”, es que se comienza a ver, nuevamente, como una “prometedora” opción. Como dije, se mide su eficiencia en el número de kilómetros cuadrados que se requerirían para producir determinada cantidad de electricidad en relación con otras energías. Así, una central nuclear que generara 1000 megawatts de fluido eléctrico, necesitaría solamente 0.85 km², menos de 10000 metros cuadrados, o sea, menos de una hectárea, para instalarse. Para que se generara la misma electricidad mediante energía solar, con paneles solares, se necesitarían 155 km² de terrenos, es decir, un área de casi 13 kilómetros por lado. Para que los mismos 1000 megawatts se generaran mediante molinos de viento, se necesitarían 777 km², es decir, un área de casi 28 kilómetros de lado. Y la peor equivalencia sería con respecto a biomasa, pues se requeriría sembrar 2560 km² de tierras con maíz, por ejemplo, para que se generara la misma cantidad de electricidad, es decir, un área de poco más de 50 kilómetros por lado. Y como nuestra sociedad está tan materializada y es muy optimizadora, no podría darse el lujo de desperdiciar tanta tierra en energías ecoamigables y renovables. Además, se alega también que en muchos países que la emplean de tiempo atrás, no se requeriría aumentarla tanto para reducir considerablemente las emisiones de CO2 lanzadas a la atmósfera cada año. Así, para el caso de los Estados Unidos, los expertos indican que para disminuir en un millón de toneladas la producción anual de CO2, sólo se necesitaría incrementar la actual capacidad nuclear cinco veces. En cambio, para hacerlo mediante viento, se necesitaría aumentar la producción 300 veces y ni hablar de la solar, arguyen, pues se requeriría incrementar su producción en ¡6000 veces!, lo que da idea de lo poco que ese país, como ya dije, ha hecho en cuanto a energías ecoamigables y renovables se refiere. Y todo parece indicar, si nos atenemos a los recientes foros europeos que se han hecho sobre calentamiento global y energías alternas, que la nuclear va que vuela para favorita. Francia, sobre todo, la está impulsando bastante, pues ese país es el que más la ha desarrollado, pues obtiene sus requerimientos energéticos en un 60 % de los reactores nucleares con que cuenta, lo que coloca a ese país en una potencial bomba nuclear cuando alguna falla se presente en sus reactores, algunos con varios años de uso. China, que por ser la maquiladora del mundo, incrementará brutalmente sus necesidades energéticas (así como va, se calcula que en el 2020 China requerirá 300 gigawatts de electricidad por día, poco menos de los 350 que se generan actualmente en todo el mundo... ¡ni imaginar cuánta contaminación generara tanta energía!) – ¡claro, si el mundo no se acaba antes! –, también está desarrollando nuevos diseños de reactores que, dicen sus científicos, son “más seguros”, a base de “pelotitas radiactivas”, por lo que se les llama “reactores de cama de bolas” (pebble-bed reactor). Los científicos chinos calculan que con que se instalen ¡200 reactores! de ese tipo se cubrirán las futuras necesidades energéticas de su país. De todos modos, una vez que las pelotas radiactivas se desgasten, tendrán que tirarse y... ¡nadie ha dicho en dónde! No considero, pues, a la energía nuclear como una alternativa viable por todos esos peligros implícitos y latentes.

Finalmente, de todo lo relatado antes, puede concluirse que no será posible que por sí solas las energías alternas, sobre todo las ecoamigables, como la eólica o la solar, cubran las crecientes, desperdiciadoras necesidades energéticas de la humanidad, si no se acompaña ello de un radical cambio en las actividades humanas y en el derrochador sistema económico en que vivimos. Y quizá por ello, por lo inevitable del futuro colapso, es que se está pretendiendo dar “soluciones” que más se asemejan al producto de la mera soberbia humana, que a verdaderas intenciones para resolver los problemas mencionados. Una de ellas es la propuesta de que parte del CO2 lanzado a la atmósfera se “entierre” en el subsuelo. ¡Ya podemos imaginarnos que llegará el día en que la tierra comience a reventar, como un bote llenísimo de basura que no pueda contenerla más! Otra de tales “soluciones” es lo que se conoce como geoingeniería, definida como los “esfuerzos para remediar el cambio climático con experimentación a megaescala de métodos artificiales que reparen el daño hecho”. Entre otras de tales aberraciones “científicas” se menciona el que se colocaran en órbita trillones de “espejitos” que reflejaran el sol o que se saturara la estratosfera con azufre, también con el objeto de reflejar la luz solar, para que se “enfriara el planeta”, o que se incrementara la cantidad de bacterias comedoras de CO2, como el plancton, mediante la “fertilización” de los océanos con hierro o que se “bombardearan” las nubes (esto ya se practica desde años atrás, pero en la actualidad se haría a “gran escala”) con yoduro de plata para “hacer llover”. Y estas irresponsables “soluciones” están ya siendo aplicadas, sobre todo lo de esparcir hierro en los océanos, y apoyadas principalmente por países como, no podía faltar, Estados Unidos, algunos de la Unión Europea y ¡hasta México!, para que no se diga que entre el mundo subdesarrollado no se apoyan tan “loables” adelantos científicos. ¡Vaya si esto es, como dije, soberbiamente irresponsable, pues pretender la manipulación a escala planetaria del clima, es evidente que tendrá consecuencias nunca antes vistas, ni imaginadas, no sólo para la ecología en general, sino para la salud del hombre, a quien se pretende beneficiar con esos frankensteinianos experimentos! Esto recuerda, también, los desquiciados intentos hechos a finales de los años 50’s en Estados Unidos – dónde más –, en las llamadas “granjas radioactivas”, en las cuales se sometían distintos cultivos, tanto de cereales, como de árboles frutales, a la radiación de rayos gamma emitida por varillas de cobalto, para, decían esos inmorales “científicos”, obtener “ejemplares mayores, más sanos y saludables que materializaran el sueño que los granjeros han tenido durante siglos”. Esas “cosechas atómicas”, como se les llamó, luego debieron de suspenderse ya que se comprobó la letalidad de los cultivos que se llegaron a cosechar mediante esos aberrantes métodos. Así podría suceder con la geoingeniería, que en lugar de “resolver” nuestros problemas climáticos y los daños a la salud ambiental y humana que provocan, los empeoraran. Simplemente podría pensarse que si se indujera demasiado el crecimiento del plancton marino, pudiera llegar a una saturación tal, que acabara con el oxígeno del agua oceánica y que eso aniquilara al resto de las especies marinas o que se saturara de demasiados “espejitos” o de muchísimo azufre la atmósfera, que luego ya la luz solar no pudiera pasar y el planeta comenzara a enfriarse y a morir muchas de sus plantas y animales, y el hombre, consecuentemente, a falta de la luz solar. No, de ninguna manera eso es una solución sensata, y más bien apunta a que se preferirá la continuación del sistema derrochador de recursos y energía al que estamos tan habituados, el cual seguirá aumentando incontrolablemente.

En medio de esa voracidad industrial y consumista, se adoptarán, seguramente, varias de las alternativas energéticas mencionadas antes, porque no bastarán o irán agotándose las actuales, pero de una u otra forma, todas son contaminantes, además de que no podrán, por sí mismas, satisfacer tan brutal crecimiento del derroche energético. Seguirán conviviendo, por tanto, con las energías fósiles tradicionales y eso implicará que se continuará contaminando y destruyendo los recursos naturales que aún quedan, trastornando el clima, y calentando irremediablemente más a nuestro pobre planeta, sin olvidar, por supuesto, todas las nuevas amenazas implícitas a nuestra frágil, temporal existencia que con ello iremos creando.

Contacto: studillac@hotmail.com