sábado, 31 de marzo de 2018

Norman Mailer y los desnudos y los muertos de la segunda guerra mundial


Norman Mailer y los desnudos y los muertos de la segunda guerra mundial

por Adán Salgado Andrade



Desde que la humanidad se volvió más compleja, surgieron las relaciones de poder, sobre todo de aquéllos que, adjudicándose el mando, obligaron a los más dóciles y débiles a servirles. Lo hacían a base de amenazas y prepotente sometimiento entre los de su misma gente. Pero cuando no fueron suficientes ni amenazas, ni sometimiento, se recurrió a la fuerza bruta. Y cuando la dominación fue de un pueblo hacia otro, el belicismo, es decir, el empleo de armas, fue una urgente necesidad, que marcó, incluso, el “avance” de la humanidad, pues siempre se ha caracterizado por la evolución armamentista, ya que poseyendo mejores y más mortíferas armas, se garantizaba la dominación de unos sobre los otros. De allí que la frase “La historia la hacen los asesinos”, describa perfectamente cómo la superioridad armamentista, derrota y determina el destino de los más débiles, aun cuando los “vencedores” sean inferiores cultural y civilizadamente a los “vencidos”.

Entonces, todo se trata de supremacía armamentista y, por eso, nada menos que el 80% de los ”avances científicos”, tienen, como primera aplicación, la investigación, invención, diseño y fabricación de armas. Es increíble que, en pleno siglo veintiuno, la máxima representación de la “civilización humana” sea un misil nuclear intercontinental que pueda alcanzar cualquier objetivo y destruir una ciudad completa con sus doce megatones de poder (un megatón equivale a un millón de toneladas de TNT). Aunque, allí, sí, hay que señalar, que en la época actual, una guerra nuclear, no la ganaría nadie, pues tanto los bombazos iniciales, así como la intensa y mortal radioactividad subsecuente, no dejarían nada vivo en lo que quedara de planeta (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2012/07/el-mortifero-legado-nuclear.html).

En fin, que las guerras son, a fin de cuentas, tanto una forma de asegurar el poder, sobre todo económico, como, en sí mismas, un gran negocio, pues las armas son tan prioritarias, que siempre serán un lucrativo negocio. No menos de un billón de dólares ($1000000000000) se gastan anualmente en fabricación de armas y presupuestos bélicos (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2011/12/ferias-de-armas-exhibicion-de-fuerza-de.html).

Y los, podríamos llamarlos así, “trabajadores” en las guerras, son los soldados, los cuales, sólo por la férrea disciplina inculcada en el entrenamiento, con que se conducen la mayoría, es que se someten a actividades en donde casi todo el tiempo su propia vida está en riesgo. Pero para los altos mandos que los envían a “pelear por los intereses patrios”, sus vidas son lo que menos importan y, en las pérdidas, simplemente serán “bajas” que se contabilizan por frías cifras. Cuando mucho, merecerán algunos una póstuma “medalla al mérito”, una indemnización a sus familias y… ¡ya!, asunto resuelto.

Pero la realidad es que muchos de esos soldados, ni siquiera saben por qué pelean o si lo saben es porque algún general se los dijo, mas no lo sienten como algo de peso, que verdaderamente los haga “arrancarse” los uniformes y dar sus vidas por esa confusa idea de “defender la patria”. Quizá eso sea más claro entre los soldados estadounidenses, pues por la intervencionista práctica que siempre ha tenido Estados Unidos (EU) de meterse en todo, invadir países por “la seguridad de América”, tales soldados sólo cumplen, invaden, pues es su trabajo, pero pocas veces entienden de lo qué se trata y su único objetivo es que “luchan por su país”. Muchos desarrollan, incluso, conductas psicópatas, que los llevan a cometer arteros crímenes entre la población civil de los países que invaden, más, cuando se trata de países árabes, como Afganistán o Irak, en donde ha sido reportada la saña con que tratan a los prisioneros o cómo asesinan a inocentes, tan sólo por dar rienda suelta a sus conductas sociópatas y/o psicópatas, en donde lo que las retroalimenta es el odio a todo lo que sea musulmán (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2011/04/barbarie-de-mariners-en-afganistan.html).

Además, los veteranos sufren permanentes traumas, que llevan a muchos a cometer actos criminales, como tiroteos masivos o bombazos (recuérdese a Timothy McVeigh, quien en 1995 dinamitó el edifico público Murrah, ocasionando 163 muertos y más de 684 heridos) o a suicidarse, haciéndolo en promedio 22 al día, más de ocho mil al año (ver: https://edition.cnn.com/2013/09/21/us/22-veteran-suicides-a-day/index.html).

Una novela que muestra muy bien los encontrados sentimientos y traumas de los soldados de EU, sobre todo durante la segunda guerra mundial (1938-1945), es la titulada The naked and the death escrita por Norman Mailer (1923-2007), escritor estadounidense muy distinguido no sólo por su trabajo literario – que le valió un premio Pulitzer, además del National Book Award –, sino, también, por su activismo en contra de las guerras. Era antirracista, además de periodista comprometido con la verdad. Siempre desafiando el futuro y buscando nuevos horizontes, Mailer acotó la siguiente frase: “Hubo esa ley de la vida, tan cruel y tan justa, de que uno debe de crecer o simplemente, pagar más para seguir siendo el mismo”. Mailer también incursionó en el guionismo cinematográfico y algunas de sus novelas, The naked and the death, entre ellas, fueron llevadas al cine (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Norman_Mailer).

Justamente la mencionada novela fue resultado de la personal experiencia de Mailer al ser reclutado, a la fuerza, para ir como soldado al frente. Opuso resistencia, pues como en ese entonces trabajaba de articulista en un periódico, objetó que su trabajo periodístico era muy importante, como para irse a pelear. Pero lo forzaron a ingresar al 112º regimiento de caballería en las Filipinas, en donde trabajó como mecanógrafo y como telegrafista. De esa experiencia, dijo Mailer que “fue la peor y la mejor de su vida”, quizá porque, a partir de tal vivencia, comenzó su trabajo literario.

La trama de la novela es realmente simple, a pesar de lo voluminosa que resulta (721 páginas en la edición estadounidense que leí, editado por Rinehart and Company, de 1948). Es sobre el desembarco de una división estadounidense en la isla japonesa de Anopopei (Iwo Jima, el nombre de la verdadera, en la que se basó Mailer), y sobre las penurias que varios personajes pasan para hacerlo. El general encargado de la misión, Edward Cummings planea por varios días el ataque final a los japoneses y, mientras tanto, fuera de algunas emboscadas, ataques menores por parte de los japoneses y algunas bajas entre sus soldados, nada extraordinario sucede. La incertidumbre es ¿qué habría más allá de la línea de defensa Toyaku, la que, al parecer, estaba defendida hasta con los dientes por los japoneses? El general decide enviar una patrulla de reconocimiento que se acerque y vea la actividad japonesa desde la parte contraria a la isla, para lo cual, tendrán que ascender una alta montaña, Anaka. Una tercera parte del libro se centra en el pequeño regimiento que es enviado para la misión y todas las penurias que pasan, debido a un par de emboscadas japonesas y a lo accidentado del terreno, combinación de selva, con cruce de ríos y un pesado ascenso, entre peñascos, riscos, alimañas y toda clase de peligros. Finalmente, los hombres, ya casi para llegar a la cima de Anaka, son atacados por avispas y eso los hace abortar la misión, descender cuanto antes y marchar de nuevo a la playa, para esperar la lancha de asalto que los transporte otra vez a la seguridad de su campamento. De todos modos, como la victoria resulta demasiado sencilla, para lo que Cummings esperaba, además que ni siquiera estuvo allí, pues su subalterno Dalleson, un militar mediocre, con algo de entrenamiento logístico, es quien logra vencer las líneas japonesas, el pequeño regimiento ve que sus esfuerzos habrían resultado inútiles y que tres hombres habían muerto por nada. Y el final, justamente, se centra en Dalleson, quien se siente a gusto con la pírrica victoria, en la que aniquilaron a prácticamente todos los japoneses y sólo fueron tomados algunos como prisioneros, ya fuera heridos o los que se hallaron inconscientes. Planea enseñar a leer coordenadas en mapas a soldados usando fotos gigantes de alguna actriz de moda.

De hecho, en el suceso real, en Iwo Jima, en efecto, de 21 mil japoneses que había al principio de la invasión, sólo fueron capturados 216, como dije, fuera porque se hallaron inconscientes o impedidos incluso para caminar. Eso es algo que alude Mailer dentro de la novela, el odio intrínseco que, de repente, los estadounidenses, antes, tan encantados con la generosidad y amabilidad de los japoneses, después, los vieron como peligrosos enemigos a los que había que asesinar a mansalva. No fue sólo la carnicería cometida en Iwo Jima (que mereció una cinta al respecto, Letters from Iwo Jima, 2006, dirigida por Clint Eastwood), ni el masivo bombardeo de Tokio, sino un infame, superfluo ataque atómico, resultado de la mortífera invención atómica que se hizo en Los Álamos, Nevada, conocido como el Día de la Trinidad (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2014/12/dia-de-la-trinidad-el-nacimiento-de-la.html).

Lo más interesante de la novela se centra en los flashbacks que Mailer emplea para dar a conocer la clase de hombres que peleaban, la mayoría de los cuales ve a la guerra como un escape a sus conflictivas, vacías, precarias existencias. Casi todos provenían de disfuncionales, humildes “familias”, carentes no sólo de recursos económicos, sino del cariño de los padres. Uno de ellos, por ejemplo, Red Valsen, quien provenía de familia pobre y que se la pasó algún tiempo trabajando en albergues para indigentes, conviviendo a diario con vidas mucho más miserables que la de él mismo. Por ello, se siente tan devaluado o, más bien, que prefiere seguir errando en su vida, a atarse a alguna mujer, deja pasar una buena oportunidad de juntarse con una muy bella y simpática chica, madre soltera de un cordial niño. Otro personaje es el teniente Robert Hearn, prácticamente el único de todos los protagonistas con un pasado confortable, hijo de un industrial, que, sin embargo, dada su rebeldía, no soporta recibir órdenes, aun cuando provengan de sus superiores en el ejército, como las del general Edward Cummings, quien, en castigo por su desafiante actitud, lo manda justamente con la patrulla de reconocimiento, siendo uno de los que muere en una de las emboscadas japonesas. Cuando Cummings se entera de la fatal noticia, al principio, se angustia un tanto, pero, después, lo celebra, viendo que fue la “solución” al dilema de a dónde enviaría al rebelde de Hearn. Otros personajes, un par de judíos, Goldstein y Roth, se sienten estigmatizados justo por eso, por ser judíos, y tienen que luchar contra sus propios prejuicios para sobrevivir el ambiente bélico. Un singular personaje es Martínez, mexicano de origen, dócil y hasta servil, con el cual, Mailer muestra hasta dónde los inmigrantes se dejan dominar y humillar, con tal de que se les “acepte”, lo cual nunca es totalmente, menos entre la más racista porción de los estadounidenses. Croft, un militar duro, con amarguras, frustraciones y profundos resentimientos, apodó a Martínez como Japbait, carnada para japoneses y Martínez aceptaba sumisamente que aquél se refiriera a él de esa forma tan despectiva.

Croft quizá sea, justamente, el personaje que más se acerca al típico soldado estadounidense, duro, agresivo y que no tendrá consideración alguna para cumplir con una misión. Además, no es compasivo o finge serlo en principio. Por ejemplo, cuando Red y él se enfrentan a tres japoneses, en donde matan a dos y uno se rinde, Croft, al principio, se muestra compasivo. El japonés hasta le enseña fotos de su familia y Croft hace lo mismo. Incluso, éste le ofrece un cigarro y hasta un chocolate, mereciendo la reprobación de Red de por qué se muestra tan amable. Y justo cuando el japonés termina el chocolate, Croft le dispara, fríamente, sin experimentar nada. “De todos modos, es mejor no tomar prisioneros”, dice y se retira del sitio, dejando a Red y al otro compañero atónitos por esa bipolar conducta. Ni tampoco Croft deja de idear formas de deshacerse de los que lo incomodan, como cuando, a propósito, durante la misión de reconocimiento, envía como delantera a Martínez. Éste, se percata de que hay japoneses, asesinando incluso a uno. Al regresar, Croft le ordena no comentarlo a Hearn, con quien Croft no se lleva nada bien. Como resultado, al mentirle a Hearn de que no hay japoneses, éste ordena que la patrulla siga su camino. Como consecuencia, son emboscados y una ráfaga de metralleta mata instantáneamente a Hearn. Croft sonríe para sí por la forma tan sencilla en que se deshizo del “odioso” teniente Hearn. Lo dicho, ni entre los miembros del ejército de un país, hay lealtades.

También Mailer muestra el dilema de los soldados al pensar en sus esposas, si, realmente, les serán “fieles” o si estarán traicionándolos en esos momentos. Y unos deciden que sí, que son unas “perras”, como el mismo general Cummings considera, quien le dice sin miramientos en una plática a Hearn que sí, “mi esposa es una perra”. El caso de Cummings es especial, pues es militar por vocación, digamos, si se excluye que su padre lo obliga a adherirse al servicio militar porque un día, cuando Cummings tenía nueve años, lo descubre ¡tejiendo! Lo peor es que Edward le dice que su madre le enseñó y que ella le asegura que no tiene nada de malo. ¡Vaya afrenta para el machista padre, quien de inmediato lo envía al colegio militar! Por lo mismo, como militar de profesión, toda su vida Cummings se la pasa ansiando las victorias, con tal de ascender. Pero en Anopopei, nada bueno logra y teme que deberá incluso felicitar a Dalleson, a pesar de que lo considera un mediocre sin mayor mérito que hacer bien las cosas que conoce.

En ningún caso, alguno de los soldados rasos se felicita por estar allí y le da lo mismo que la guerra siga o no. Se quejan de que los tenientes y generales se la pasan cómodos y que ellos son la carne de cañón, los que pelean y mueren en las batallas. Cuando Red Valsen y Woodrow Wilson (quizá Mailer lo nombró así a propósito, aludiendo a ese presidente) solicitan revisión médica, el primero, por sus riñones, y el segundo, por algo en sus intestinos, reciben las frías respuestas de los “malditos médicos” de que “¿cómo sabemos si no están mintiendo, tan sólo para que los liberemos de sus tareas”. A eso, Red responde que “es la última vez que consulto a estos hijos de la chingada médicos”. Es, en palabras de sus personajes, la forma de protestar de Mailer ante las condiciones inhumanas que implica una guerra, y que la “carne de cañón”, o sea, los soldados, deben de soportar. Mientras que generales y políticos están muy cómodamente desde sus despachos sólo dando órdenes, pero no enfrentando las batallas.

En la parte en donde la patrulla de reconocimiento es emboscada y uno de los soldados, Wilson, es herido, Mailer resalta los encontrados sentimientos de sus compañeros para decidir si lo llevan de regreso en una improvisada camilla a la playa o lo dejan allí. Deciden lo segundo y quienes se encargan de su traslado, no lo dejan, a pesar de las súplicas de Wilson de que lo hagan, tan sólo por el temor de que “Dios” pueda castigarlos, lo que deja ver que, más que compasión, muchas veces el ser humano hace las cosas por el “temor” al castigo divino.

Otro personaje, Minneta, descendiente de italianos, una ocasión que es herido levemente en una pierna, decide, una vez que le dice el doctor que al día siguiente será dado de alta, hacerse el loco y fingir que va a disparar a “los japoneses que me están atacando”, con tal de que lo den de baja por “locura” y lo manden de regreso a su país. El doctor lo revisa y recomienda que lo seden y lo lleven al área del hospital de campo en donde se trasladan a los heridos terminales. Al final, Minneta no soporta ver cómo mueren y, de repente, se “cura”. El doctor, muy versado en esos malos trucos, le dice que si lo vuelve a hacer lo someterá a corte marcial. De todos modos, de regreso de la malograda misión de reconocimiento, Minneta decide que se disparará en un pie, para que se lo corten y no pueda caminar y lo envíen de regreso a EU, que, al fin, ni le interesa caminar y, mucho menos, bailar, mostrando eso el minimalismo mental del que miles de soldados eran, y son, víctimas.

La conclusión a la que se llega al terminar de leer la novela es, como dije, que es una actividad para los soldados, como cualquier otra, que sólo los insensibiliza para enfrentar o entender el mundo real y los convierte en autómatas preparados sólo para pelear y matar, y no siempre. Pero lo que menos tienen en mente es que “pelean por el bien de la patria”. No, eso no existe, ni ha existido, pero los mafiosos poderes fácticos que nos controlan y que son los que promueven las guerras para sus mezquinos, personales intereses, es la mentira que emplean para enviar a su propia muerte a cientos cada año. Y que “Dios los acompañe y premie por su valor”.

De obligada lectura esta gran novela de Mailer.




           








martes, 20 de marzo de 2018

La muy grave contaminación por plásticos


La muy grave contaminación por plásticos
por Adán Salgado Andrade

Cuando en 1907 el químico belga-estadounidense Leo Baekeland (1863-1944) inventó la baquelita, el primer plástico creado, seguramente no imaginó toda la infinidad de aplicaciones que ese primer material sintético y los que siguieron, tendrían, pues actualmente los plásticos se usan en prácticamente todo, desde empaques y envases para todo tipo de productos y alimentos, utensilios de cocina, hasta material de fabricación en la industria electrónica, la automotriz, la aeroespacial, la farmacéutica, las telecomunicaciones, la juguetera, la cinematográfica… y decenas de aplicaciones más (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Plastic).
Pero tampoco imaginó Baekeland todos los problemas ambientales que los plásticos están ocasionando actualmente, los que no sólo dañan muchos ecosistemas, sino que ya también la salud humana está siendo afectada.
Uno de los factores que más han contribuido a la explosión plástica es la cultura de lo desechable, que, una vez usado o consumido un producto, el envase o el contenedor, simplemente, se tira. También a esto contribuye a que el capitalismo salvaje, ávido de ganancias y de su reproducción, tiende a hacerlo todo menos duradero, que sea alcanzado por la “obsolescencia”, la que, incluso, se programa. Así, millones de productos fallan rápidamente o deben de dejarse de usar pues ya no son “funcionales”. Eso sucede, por ejemplo, con computadoras, impresoras, laptops, celulares, tablets y otros dispositivos electrónicos, los cuales, en su mayoría, también son hechos de plástico. No sólo eso, sino, incluso, artículos “duraderos”, como los automóviles adolecen de la “obsolescencia programada”, que los mantiene útiles por unos cuatro o cinco años, luego de los cuales, comienzan a fallar muchísimo (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2011/10/la-obsolescencia-programada-el.html).
Por lo mismo, la producción de plásticos asciende cada año a niveles verdaderamente alarmantes. De acuerdo con el Worldwatch Institute se producen cerca de 300 millones de toneladas de plásticos cada año y tiende a incrementarse tal cantidad en 4% (se calcula que se han producido 83000 millones de toneladas de plástico desde los 1950’s). Alrededor del 4% del petróleo producido mundialmente es para hacer plástico y otro 4% de tal petróleo es empleado como energía para la manufactura plástica El consumo promedio por persona en Europa o en Estados Unidos (EU), que son las regiones en donde más se consume plástico – por la ya señalada cultura de lo desechable y obsolescente –, es de cien kilogramos, aunque baja en países pobres o con menor desarrollo, a unos 20 kilogramos. Pero como tal producción no va a la par con el reciclaje, muchos de los plásticos desechados van a dar a basureros o, peor, a los océanos. De acuerdo con el Programa Ambiental de la ONU, entre el 22 y 43% de los plásticos producidos anualmente son tirados en basureros o en el mar. Alrededor de 10 a 20 millones de toneladas de plásticos terminan en los océanos, en donde van a dar a los fondos, son tragados por fauna marina o, simplemente flotan. Un estudio conservadoramente estimó que 5.25 billones de partículas plásticas (5.25 millones de millones), las cuales pesan unas 268940 toneladas, flotan por todos los océanos. Y toda esa basura tiene, incluso, un costo, pues se pierden unos $13000 millones de dólares anuales por daños a los ecosistemas, al turismo y por el costo de limpiar tales acumulaciones (ver: http://www.worldwatch.org/global-plastic-production-rises-recycling-lags-0).
Y como la producción de plásticos tiende a aumentar, contra toda lógica, se calcula que para el año 2025, los océanos contendrán una tonelada de plástico, por cada tres toneladas de vida animal, peces, sobre todo. Pero como, de seguir aumentando brutalmente la producción, en el 2050, ésta ascenderá a 1124 millones de toneladas anuales, así que en ese año, habrá más plástico por peso en el mar, que vida marina. Es decir, habremos plastificado al mar, así de terrible (ver: https://www.theguardian.com/business/2016/jan/19/more-plastic-than-fish-in-the-sea-by-2050-warns-ellen-macarthur).

Se han hallado islas "prístinas", solitarias, "paradisiacas", llenas de miles de botellas plásticas en sus playas. Son escenas verdaderamente tristes y dramáticas (ver: https://www.theguardian.com/environment/2017/may/15/38-million-pieces-of-plastic-waste-found-on-uninhabited-south-pacific-island).    

Lo peor es que, en lugar de reaccionar y reducir de inmediato la producción plástica, las corporaciones responsables de tal daño ambiental, nada hacen y el problema se agrava año, con año. No sólo son los envases, por ejemplo, de refresco, sino todo en lo que se ha aplicado el plástico, como en las microfibras, como veremos más adelante.
Las botellas de todo tipo empleadas para guardar, ya sea líquidos de limpieza, medicamentos o alimentos son, por desgracia, uno de los signos de la “civilización” actual, pues abundan los basureros, sean legales o no, en donde, de entre los desperdicios, los más visibles y que más espacio ocupan son las botellas que sirvieron para embotellar agua refresco – sobre todo cuando esas botellas ni siquiera se comprimen, una primera fase para su reciclaje. Abundan las fotografías de “ríos” colmados totalmente de botellas, en lugares como Tailandia o China, por citar algunos sitios.
Y, como señalé, basta con analizar a una sola empresa, Coca-Cola, para medir la magnitud del problema. Esa empresa que tanto presume de “cuidar el ambiente”, produce al año, por sí sola, alrededor de ¡110 mil millones de botellas cada año, 3400 por segundo!, e incrementa tal cantidad en mil millones anualmente. Cada día ¡1800 millones de sus engordantes, enfermantes bebidas son ingeridas. Y como una buena parte se envasan en botellas plásticas, éstas, simplemente, se tiran por los felices consumidores, una vez “satisfecha” su sed (eso es un decir, pues la sed intensa, no se quita con refresco – al contrario, la incrementa – sino con agua. El problema es que corporaciones como Coca-Cola han acostumbrado a que la gente ya no tome agua, sino sólo refresco). Y las botellas que produce esa empresa, tan sólo de refrescos, constituyen el 20% del total, de acuerdo con la organización Greenpeace, por lo que, tan sólo de botellas de bebidas, se producen alrededor de ¡550000 millones anualmente! Como ya señalé antes, una buena parte terminan en los océanos, ya sea flotando, formando vórtices plásticos, siendo tragadas por fauna marina y contribuyendo aceleradamente a la degradación ambiental oceánica (ver: https://www.zmescience.com/ecology/world-problems/coca-cola-plastic-bottles-05102017/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+zmescience+%28ZME+Science%29&utm_content=Yahoo%21+Mail).
Sin embargo, no conformes con eso, muchas empresas han hallado otra aplicación para el plástico. En la cosmetología, por ejemplo, se emplean los llamados microplásticos, usados como exfoliantes en jabones, cremas limpiadoras o pastas dentales. Esas partículas miden menos de cinco milímetros, en su dimensión más larga. Y son particularmente nocivas para el ecosistema marino, que es en donde la mayoría van a parar, pues son ingeridas por la fauna oceánica. El problema adicional es que, por su forma, absorben otros contaminantes, como pesticidas o hidrocarburos, así que, si por sí solas son dañinas, con esos añadidos, lo son aún mucho más (ver: https://www.zmescience.com/medicine/microbeads-study-withdrawn-10052017/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+zmescience+%28ZME+Science%29).
Los mismos plásticos normales, digamos, las botellas, por ejemplo, se van degradando, y se convierten con el tiempo en microplásticos, los que son, igualmente, muy contaminantes y difíciles de recolectar. Son los que se denominan microplásticos secundarios (ver: https://www.zmescience.com/ecology/pollution-ecology/the-down-low-on-microplastics/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+zmescience+%28ZME+Science%29&utm_content=Yahoo%21+Mail).
Pero, para todavía empeorar más las cosas, como la industria textil también se sirve de plásticos en forma de fibras para la confección de prendas, muchas de tales fibras van a dar al ambiente e igualmente terminan en los océanos. Se calcula que un ciclo de una sola lavadora, que esté lavando ropa hecha de telas plásticas, como poliéster, por ejemplo, descarga al ambiente ¡nada menos que 700 mil microfibras plásticas! Así que imaginemos las millones de lavadoras que en este momento están funcionando y lavando ropa sintética y sumaremos aún más contaminación plástica que terminará en los océanos. Y como muchos de esos microplásticos son ingeridos por fauna marina que comemos, pues ya también millones de personas tendrán plásticos en sus organismos. Un estudio reciente concluyó que en el 2014, el europeo promedio podría estar ingiriendo 11000 microplásticos anualmente. Y esa ingesta podría ocasionar enfermedades tales como cáncer, daño hepático, problemas reproductivos y otros males.
Y no sólo están los microplásticos en los mares, sino que como es muy difícil que los sistemas de purificación los retengan, ya están presentes, incluso, en el “agua potable” que sale de los grifos. Y como esos microplásticos atraen bacterias, la calidad del agua bajará mucho. Y también se presentan flotando en el aire. Por ejemplo, investigadores franceses hallaron que sobre París se depositan entre tres y diez toneladas de microplásticos cada año, y que muchos son inhalados por los habitantes de la ciudad. Lo peor es que aún no se cuenta con estudios que determinen el daño a la salud que dicha inhalación provoca en los organismos de quienes los aspiran. (ver: https://www.theguardian.com/environment/2017/sep/06/plastic-fibres-found-tap-water-around-world-study-reveals).  
Y quien pensara que para no estar bebiendo microplásticos del agua de grifo era mejor tomarla embotellada, ¡sorpresa!, un reciente estudio elaborado por científicos estadounidenses halló que prácticamente ninguna marca de agua embotellada, está libre de microplásticos. Se analizaron botellas de marcas de nueve países, México incluido, como Evian, Nestle, Aquafina, Aqua, Dasani, Bisleri, Gerolsteiner, Minalba, Pure Life, San Pelegrino, Wahaha, entre otras, hallándose contaminación plástica en el 93% de las muestras analizadas. El promedio fue de 314.6 partículas por litro de agua, pero algunas llegaron hasta las diez mil. Conclusión, ni el agua de caras marcas es tan pura, como se presume. Quizá allí sea tanto el origen del agua, así como los procesos de embotellado, durante los cuales se desprendan microplásticos. Se deberían de revisar todos los alimentos que se envasan en plásticos. Lo más probable es que no se haga eso, con tal de que el afectado consumidor siga con la creencia de que los alimentos envasados en plástico son “muy higiénicos” (ver: http://www.jornada.unam.mx/2018/03/16/ciencias/a02n1cie).
Otra fuente plástica muy contaminante, son los cubiertos plásticos – de nuevo, lo desechable es el problema –, de los que, tan solo en EU se consumen ¡2000 millones al año! Eso se va a la basura, la mayor parte. Un estudio reciente halló que un 67% de toda la basura producida en la ciudad de San Francisco era tan sólo de los empaques de la comida y bebida (ver: https://www.motherjones.com/environment/2017/07/are-alternate-utensils-for-take-out-an-envrioment-friendly-option/).
Eso lo vemos aquí mismo, cuando pedimos comida en alguna franquicia de comida rápida estadounidense, como KFC o McDonald’s, toda la basura que se genera de vasos, cubiertos y bolsas plásticos. Sí, realmente somos una de las especies más depredadoras y que más basura han generado en este planeta.
Y ni se diga de la contaminación producida por las bolsas plásticas. Las primeras bolsas de dicho material, fueron introducidas en los 1950’s, como una muy “útil y práctica” forma de empacar en los supermercados. Pero de ser una “solución”, han pasado a ser un muy grave problema. Bolsas de plástico y todos los otros desechos plásticos que terminan en los océanos, hacen peligrar a alrededor de 600 especies oceánicas. Se han hallado bolsas en los estómagos de tortugas, las que las confunden con medusas comestibles, en ballenas, además de que 90% de aves, incluyendo albatros y gaviotas comen plásticos regularmente. Dramático y aterrador hasta dónde estamos llevando a este pobre planeta y con él, por supuesto que a nosotros mismos (ver: https://www.huffingtonpost.com.mx/entry/plastic-waste-oceans_us_58fed37be4b0c46f0781d426).
Por desgracia, no sólo el ser humano se “acostumbra” a vivir entre tanto desperdicio, sino la propia Naturaleza lo hace. He visto, por ejemplo, a vacas comer plástico de entre basureros dejados al aire libre. Cuando he cuestionado a sus dueños si eso les hace daño, me dicen que “pues como lo cagan, no les hace mucho daño, pero si no lo cagan, ahí, sí les hace daño y hasta se mueren”.
Y es lo que está pasando hasta con la fauna marina. Una reciente foto ganó un premio de fotografía. En ella, se ve a un caballito del mar que se sujeta a un cotonete para flotar más fácilmente durante su marino recorrido. La mujer que la captó, la californiana Justin Hofman, dice que “deseo que no hubiera sido así”, dado el dramatismo que un delicado ser vivo así, use ya, quizá hasta cotidianamente, basura plástica para trasladarse. Eso es tan sólo una muestra del terrible nivel de contaminación de basura plástica y de todo tipo que existe en el mar (ver: https://www.zmescience.com/science/seahorse-photo-cotton-swab-42342/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+zmescience+%28ZME+Science%29&utm_content=Yahoo%21+Mail).
Y como parte de ese acostumbrarse, ya también, en países como Nigeria, en vista de los millones de botellas que se desechan cada año, ya hasta se les emplea como material de construcción para hacer casas, supuestamente a prueba de fuego, de balas y “ecoamigables”. Nunca se habría podido creer que fueran ecoamigables casas hechas con botellas. La técnica es muy simple, se llenan de arena, todas del mismo tamaño, y se van pegando con algún cementante (ver: http://www.trueactivist.com/nigerians-are-building-fireproof-bulletproof-and-eco-friendly-homes-with-plastic-bottles-and-mud/).
Algo así se intentó emplear aquí para reconstruir las casas de los cientos de damnificados que han dejado tantos recientes temblores, sobre todo en Oaxaca y Morelos, pero, al parecer, no se hizo nada y se recurrió a materiales tradicionales. Y vaya que aquí también tiramos millones de botellas plásticas de todo tipo cada año.
En fin, sean actitudes de dramática adaptación (en el caso de los animales marinos y terrestres que convivan y hasta se alimenten de plásticos) o de cínico “ajuste” a las circunstancias (como hacer casas de plástico), la grave contaminación plástica seguirá, pues así conviene a los intereses del capitalismo salvaje, aunque terminemos ahogándonos entre miles de millones de toneladas de plástico. Así, como un apocalíptico futuro.