sábado, 16 de febrero de 2008

Trámite de la visa estadounidense: un robo adelantado

Trámite de la visa estadounidense: un robo adelantado.

Por Adán Salgado Andrade


La brutal polarización que ha creado el proceso globalizador, en el que unos cuantos países, los desarrollados, junto con sus corporaciones, han concentrado la mayor parte de las actividades económicas mundiales, ha llevado a una generalizada desindustrialización en los llamados países “emergentes”, cuyas consecuencias han sido, entre otras, un fuerte aumento del desempleo, debido al cierre de las empresas y negocios locales. Los trabajadores despedidos tienen muy pocas posibilidades de volver a recontratarse en el corto plazo y para muchos la única alternativa real es emigrar a aquellos países a quienes deben precisamente el ser despedidos. Tal es el caso de México, en donde las impuestas, equivocadas políticas neoliberales seguidas dócilmente por los gobiernos priístas y ahora panistas, no sólo han afectado la actividad industrial, sino también al campo (Ver mi artículo en Internet “Apertura total del TLC… o de cómo se sigue matando al campo en México), dejando un creciente ejército de obreros desempleados, campesinos míseros, profesionistas inactivos… y así, siendo para muchos de ellos la única, verdadera “alternativa”, viajar a los Estados Unidos, con tal de obtener un empleo que alivie sus fuertes necesidades económicas.
Y como ese país ha endurecido cada vez más la frontera que comparte con México (muros metálicos, más policías fronterizos, tolerados grupos civiles caza-ilegales, leyes más severas por entrar ilegalmente…), muchos de los potenciales inmigrantes tratan de obtener una visa legal con tal de minimizar los riesgos de una captura y una deportación que podrían sufrir si se fueran como ilegales, además de que tendrían que cruzar un desierto en donde varios de los que lo intentan mueren, alrededor de 400 por año. Y es cuando otro vía crucis comienza, pues aunque el solicitar una visa como turista, la más común, (noninmigrant visa, según se aclara en la página de la embajada estadounidense), no pone en peligro la existencia de los peticionarios, sí constituye un trámite que en la mayoría de los casos es humillante, indigno y, además, un velado negocio que más se asemeja a un robo que al pago por un “trámite legal”.
En la página electrónica de EU que indica cómo tramitar un visado (www.unitedstatesvisas.gov), se define que una visa “puede permitir” al portador el libre paso hacia ese país (no siempre, porque, ya estando allá, se le puede ocurrir al oficial de inmigración que el portador del visado no es confiable y simplemente se le niegue la entrada), el cual puede ser permanente, si el visado que se pide es de tal categoría (inmigrant visa) o temporal, si el visado es turístico o por tiempo limitado. Este es el que se solicita en la mayoría de los países en donde existen embajadas estadounidenses, ya que al entrar como turista, se facilita encontrar un trabajo y permanecer allí aún cuando el permiso de estancia haya vencido (el problema será a la salida del país, pues el infractor queda vetado para siempre de entrar de nuevo a EU). Los trámites son tardados, además de onerosos y costosos para muchos países con ingresos mensuales bajos, pero además se rechaza a la mayoría de los solicitantes, más del ochenta por ciento. Se debe, primero, obtener el pasaporte, el cual tiene un costo, en México, de alrededor de 80 dólares (con una nueva, absurda modalidad ahora, de que el mínimo obtenible es para tres años, en lugar de un año, como en el 2007 aún se expedía), que además, cada año es más oneroso de tramitar (también se debe de concertar una cita). Ya con el pasaporte en mano, se debe de hacer una cita telefónica a la embajada, la cual tiene su costo, alrededor de cinco dólares, para cuya asignación de la fecha, no parece haber un orden claro, sino que aparentemente es aleatoria (a decir de los entrevistados que consulté para este artículo), quienes hablaban el mismo día y a unos les era asignada una semana después de la llamada, en tanto que a otros, dos semanas, un mes, dos meses después… sí, se necesita, sobre todo, mucha paciencia. En seguida, debe de accederse a la página electrónica que contiene la forma DS-156, un cuestionario cuya versión en inglés es la más accesible, así que quien no sepa ese idioma, pues tendrá problemas, sobre todo porque muchas de las preguntas francamente o son capciosas o, de plano, evidencian la doble personalidad que poseen los estadounidenses, quienes o pueden ser muy prepotentes y autoritarios o pueden pecar de ingenuos, pensando que los solicitantes puedan contestar preguntas como las siguientes: 1. Do you seek to enter the United States to engage in export control violations, subversive or terrorist activities, or any other unlawful purpose? 2. Are you a member or representative of a terrorist organization as currently designated by the U.S. Secretary of State? 3. Have you ever participated in persecutions directed by the Nazi government of Germany; or have you ever participated in genocide?, las que traducidas significan lo siguiente: 1. ¿Está usted tratando de entrar a los Estados Unidos para inmiscuirse en violaciones a los controles de exportaciones, en actividades subversivas o terroristas?, 2. ¿Pertenece usted a una organización terrorista de las que así ha catalogado el Departamento de Estado?, 3. ¿Ha participado alguna vez en persecuciones llevadas a cabo por el gobierno nazi de Alemania o ha usted alguna vez participado en genocidios?
Como se ve, el problema es que si el solicitante no entiende inglés, difícilmente sabrá qué contestar. Así, en la primera, la referente a las actividades terroristas, por ejemplo, pudiera pensar el solicitante que desconoce el idioma que se le está preguntando si está en contra de los terroristas, pues, como dije antes, estas tres preguntas o son capciosas o son estúpidamente ingenuas. Y si contesta sí, pues ya no será elegible, de entrada, para obtener la visa, pues habrá caído en la trampa y estará afirmando que sí piensa inmiscuirse en actividades ilegales o terroristas. La segunda pregunta, es de plano para dar risa, ya que nadie, aún siéndolo, contestaría que es miembro de Al-qaeda, por ejemplo. Y la tercera, pues hace mucho que Alemania dejó de ser nazi, cuando finalizó la segunda guerra mundial, lo que evidencia el anacronismo de muchas de las cosas que pretenden defender los estadounidenses (su pasión por las armas, por ejemplo, derecho constitucional inalienable), además de que en este caso, el mayor genocida de la historia reciente ha sido justamente EU, como puede comprobarse en la invasión hecha a Irak, en donde han sido asesinadas más de 1,600,000 personas desde el 2003 que comenzó ese infame conflicto, así que esta pregunta muy bien sería aplicable a los militares y funcionarios estadounidenses que han contribuido al ingerente belicismo yanqui.
Respondido ese capcioso o ingenuo cuestionario, ya se avanzó otro paso, pero antes de acudir a la cita, el solicitante debe de pagar el derecho por trámite que en todo el mundo cuesta actualmente ¡131 dólares!, tal y como se indica en el sitio citado. Se estima, conservadoramente hablando, que cada día son solicitadas en el mundo entre 700,000 y un millón de visas estadounidenses de todo tipo, las cuales, a ese costo, rendirían ¡entre 91,000,000 y 131,000,000 de dólares diarios!, que para un país en recesión, como EU, con fuertes deudas inmobiliarias y alto déficit fiscal y comercial, pues son muy buenos, sobre todo con tantos gastos militares, como la invasión a Irak, la cual le cuesta ¡87 millones de dólares por día! (mil dólares cada segundo), así que con lo que obtienen mañosamente las embajadas y los consulados estadounidenses diariamente de las visas, se pagaría dicha invasión, las que, como señalé antes, son otorgadas a menos del 20% de los solicitantes. En las “justificaciones” que se dan para tan alto, fraudulento cobro, se cita la siguiente: “El Departamento de Estado incrementó el valor del costo de los trámites del visado de 100 dólares a 131, debido a los costos que implican las medidas de seguridad, así como las tecnologías informáticas empleadas”, justificativo que, sinceramente, es muy pobre y absurdo, dado que de antemano dichas embajadas y consulados, así como las “tecnologías informáticas empleadas”, cuentan con un presupuesto anual para sus labores, que de ninguna forma se paga con lo obtenido por la venta de visas, dinero que es, en todo caso, un ingreso adicional, bastante importante, como se señala arriba. Así pues, ese pago es meramente mercantilista, un método fácil de obtener “easy money”, disfrazado de “trámite serio”.
Como dije, se deben de pagar antes de la cita, de lo contrario no se atiende al solicitante. En México, ese pago se debe hacer a Banamex, antiguo banco mexicano que hace unos años adquirió Citicorp, quebrado banco estadounidense que, se rumora, participa en el blanqueo de dinero obtenido de la venta de droga colombiana y que por eso adquirió al citado Banamex, para ejercer un control más firme de las narcooperaciones que se llevan a cabo en México. Hace poco, en octubre del año pasado, la analista económica estadounidense Meredith Whitney calificó de institución financiera insegura a Citicorp, degradando sus funciones, luego de lo cual, el banco precipitó pérdidas (que no pudieron ocultarse más) por $15,000 millones de dólares, así que, de paso, el dinero obtenido por las visas, es bueno también para dicho banco, que podrá siempre “jinetearlo” un poco y quedarse con algo (por eso de los manejos operativos), más en ese momento que está en crisis, antes de que llegue a las arcas estadounidenses.
Además, el pago de la visa turística es el más bajo, pues otros pagos son más caros. Las visas para inmigrantes van de los 355 a los 500 dólares, según se pretenda estudiar o trabajar en EU. En estos casos, la sola petición cuesta 190 dólares, el procesarla, 335, “otros cargos”, 45, costos de envío, 165, el gafete, 265, el costo por expedición, si es concedida, 375… amén de gastos “notariales”, otros 100 dólares. Sí, el tesoro estadounidense se embolsa ¡$1475 dólares por cada solicitud aceptada para trabajar o estudiar allí! No cabe duda que este alto costo parece, más bien, que se está solicitando la entrada a un caro concierto o espectáculo público, más que a un país, y que sólo los verdaderamente pudientes podrán “comprar la entrada”.
Por ello, no es de extrañar que se pida a los solicitantes de visa que posean cuentas bancarias, tarjetas de crédito, comprobantes de empleo… como si con eso se midiera su capacidad económica, como diciendo ¿cuanto dinero posee usted para consumir cuanta cosa se le ponga enfrente? No importan papeles que comprueben los estudios realizados, menciones honoríficas, diplomas… eso, por ejemplo, le sucedió a Miguel, quien obtuvo el título de la licenciatura de guitarrista concertista en la escuela de música de la UNAM. Estaba invitado a un concurso en Brownsville. Aunque no tiene actualmente un trabajo estable, mostró al oficial consular que lo “entrevistó” su título, sus menciones honoríficas, sus diplomas, que avalan su buena, notable educación (requisito que se estipula en un boletín que se entrega al final a los solicitantes a quienes no se les concede la visa). Más que entrevistarlo, el oficial, un latino, dice Miguel, lo humilló, haciendo a un lado sus documentos con profundo, marcado desprecio, diciéndole que eso no le importaba, que dónde estaban las cuentas, las tarjetas, el comprobante de trabajo. Sólo cuando Miguel le mostró la invitación formal para el concurso (de la Universidad de Brownsville), el tipo se “dignó” a concederle, no una visa, sino únicamente un permiso temporal por tres meses, pues es sólo “para lo que usted puede calificar”, le sentenció, en apochado español.
José Luis, amigo de Miguel, quien igualmente debía de ir al concurso de cuartetos de guitarra, nos platica que antes de estar enfrente del oficial consular, a todos los tratan como si fueran convictos ingresando a un penal, pues son despojados absolutamente de todos los objetos considerados “peligrosos”: monedas, llaves, cortaúñas, cinturones, celulares, aretes, pulseras, cadenas… luego de lo cual pasan a un lugar en donde les son tomadas sus huellas digitales (claro, así se hace EU muy fácilmente de un inmenso banco de huellas, con lo que, arbitrariamente, estará apoderándose de información confidencial que podrá manejar a su entero antojo, es decir, así conforma sus propios “antecedentes penales” de los millones de solicitantes de visas estadounidenses. Por supuesto que se justifica para hacerlo que ello es en bien de la “lucha contra el terrorismo”). De allí, sus ropas son escaneadas en una máquina de visión de rayos “X”, a pesar de que antes ya los han revisado minuciosa y manualmente policías mexicanos de seguridad y se les obliga a pasar por un arco electrónico (máquina que puede detectar objetos “peligrosos” que estén escondidos dentro del cuerpo). No es todo, una vez más, dice José Luis, a quien cada rato se le estaban cayendo casi los pantalones por la falta del cinturón (“Deveras que te sientes bien humillado”, platica), los obligan de nuevo a imprimir sus huellas digitales en escáners… y ya, habiéndose comprobado fehacientemente que no son “terroristas”, se les permite el paso a una amplia sala, en donde hay unas quinientas sillas, dice, todas ocupadas, al final de la cual están las ventanillas de los oficiales consulares, y encima de éstas, un gran tablero electrónico en donde se muestra el turno de ese instante, la ficha que le corresponde, el nombre del poseedor y la ventanilla que le toca para efectuar la entrevista-humillación.
José Luis nos cuenta, todavía con mucho coraje: “Pues a mí, ese cabrón me dijo que no le importaban mis papeles de la escuela, que le demostrara en dónde trabajaba yo… ni siquiera cuando le enseñé la invitación para el concurso (hecha por un tal Michael Quantz, profesor asociado de la Universidad de Texas en Brownsville), se ablandó, pero ya se puso a leerla”. Como antes José Luis había ido a otro concurso a España, el oficial, un chicano, aclara el joven, “me preguntó, así, muy despectivo, que quién me había pagado ese viaje, porque como soy músico y sin trabajo, pues no creía que me hubiera pagado yo el viaje, y yo le dije que yo mero, que nadie me lo había pagado… ¡me daban ganas de decirle que qué chingados le importaba al cabrón!”. Aquí puede notarse una discriminatoria, racista actitud por parte de ese hombre, en el sentido de que, obtusos en mentalidad como son la mayoría de los estadounidenses o sus sucedáneos, le parecía increíble que un “pobre músico mexicano” ya hubiera ido antes a un lejano país, a donde, quizá, ese tipo nunca había ido en su cuadrada, rutinaria vida. También, a duras penas, a José Luis le concedieron sólo un permiso de tres meses, al igual que Miguel. “No necesitas más tiempo”, dice que sentenció el oficial consular. “¡Con trabajos me la dieron, pero a muchos no se las daban, yo creo que como a unos siete de cada diez. Uno que iba delante de mí, les comprobó que tenía trabajo, que ganaba como cien mil pesos al mes, que tenía cuentas en el banco, y ni así se la dieron!”, agrega José Luis, enojado.
El caso de Ricardo, quien también iba a asistir al mismo concurso, es más emblemático. Él ya hace años había obtenido una visa, pero como estaba vencida, pues era sólo cuestión de renovarla, pensó muy lógicamente. Sin embargo, cuando todo parecía ir bien con la mujer que lo atendió, una estadounidense de unos 35 años, le pidió un momento, el cual se extendió a unos diez minutos, cuenta Ricardo. Cuando regresó, la amabilidad dibujada hacía unos minutos en su rostro, se había transformado en consternación. “¿Nunca antes ha estado en Estados Unidos, no ha tenido problemas con la justicia?”, le pregunto con inglesado, mal pronunciado español. Ricardo, un tanto turbado, recordó el infame caso ocurrido veinte años antes. Sucede que en ese entonces él y unos amigos pretendían entrar a Estados Unidos para comprar instrumentos, razón por la cual no consideraron necesario obtener un visado, imaginando que habría formas más fáciles de ingresar, pues sólo estarían unas horas. A Ricardo, por su aspecto físico (es blanco, ojiverde), alguien le dijo que le sería fácil pasar la aduana estadounidense diciendo que era “american citizen”… grave error, que le costó a Ricardo, aparte de humillaciones, golpes, amenazas y un fuerte daño psicológico, pues todavía tiembla al recordar el desdichado evento, que lo encarcelaran una tarde y una noche en un penal de “alta seguridad” en Brownsville, por el imputado delito de “suplantación de ciudadanía”. Fue llevado allí en una camioneta de la “migra”, oyendo todo el tiempo que duró el traslado al par de agentes que lo arrestaron, burlarse todo el tiempo de él y profiriendo falsas amenazas de que le iba a ir muy mal, lo que, por fortuna, no pasaron de ser simples amedrantamientos para espantarlo. Al día siguiente de su detención, fue llevado a un condado cercano, en donde fue obligado a pedir perdón de rodillas a “un pendejo juez que tenía peluca blanca”, refiere con avivado rencor Ricardo, quien, luego de concederle el perdón por su “horrible crimen”, lo sentencio a no pisar territorio estadounidense, ni a solicitar visa los siguientes tres años. Tan seguro estaba Ricardo de que su delito ya había prescrito, que por eso, pensó, le habían concedido una visa hace unos 12 años, luego del incidente, así que no tendría problema en renovarla, razonó. Pero en esta ocasión, no fue así. Como la mujer insistiera, Ricardo confesó su “felonía” (¡Como si eso hubiera sido un gran delito, el tratar de ingresar a EU sólo para comprar instrumentos, acción totalmente conveniente para tan mercantilista país!), pero aclarando que la condena ya había prescrito y que por eso no lo había apuntado en la forma DS-156. A partir de ese lamentable instante, ningún argumento valió para la cerrada mentalidad de la mujer (consecuencia, claro está, de la cerrazón de su sistema político), la que no dejó de señalarle su “grave falta” y que estaba vetado “de por vida” para entrar a EU, a pesar de que Ricardo le enseñó cuanto papel tenía a su favor para demostrarle que sólo estaría allá quince días, principalmente para concursar en el evento universitario. En este caso, se comprueba la falta de ética y seriedad de las leyes estadounidenses, que cambian a su antojo sus legaloides argumentos, con tal de clasificar como non gratos al mayor número de extranjeros posibles, no así el dinero que previamente pagaron por tan tramposo, mañoso trámite, ¡esos 131 dólares son welcome! “¡Lo que más me duele es que me hayan vuelto a humillar y que me echaron a perder un proyecto que venía preparando desde hace seis meses, ya tenía mis boletos de avión y todo listo, son chingaderas!”, exclama Ricardo, denotando todo el rencor que la nueva afrenta le ha provocado, además, claro, de que “¡les regalé a esos cabrones 131 dólares!”.
Lo mismo le sucedió a otro de los entrevistados, Carlos, ingeniero en computación, quien también debía ir allá por un curso. “¡No me la dieron, el tipo ese me alegó que de dónde era, y le dije que del Estado de México, y estaba necio en que ese estado no existía, que de dónde era, hazme favor, pinche ignorante, y que no, que no me la daba porque había falseado de dónde era!”. Sí, Carlos, a pesar de tener un negocio propio, un café-internet, y haber comprobado sus estudios, no obtuvo tampoco el “permiso” para viajar a EU. “¡Yo le grité que qué lástima que siendo mexicano, porque a leguas se le veía lo naco, que no supiera que había el estado de México!”, agrega Carlos, también muy enojado. Sí, se siente el rencor de él y de decenas que son rechazados a diario, pues además pagaron por la humillación, aunado al que ya, de por sí, se ha ido forjando con el correr del tiempo, de carácter histórico, incluso, remontándose al siglo 19, cuando nuestro territorio sufrió los primeros embates del expansionismo yanqui, al perder el estado de Texas y poco tiempo después California y el resto de lo que por entonces era México, que significó más de la mitad de su extensión territorial arrebatada por la superior fuerza militar (encima de la invasión que los mariners llevaron a cabo en varias ocasiones).
A quienes sin problemas les es concedida la visa, los menos, se ufanan de su “buena suerte”. Uno de ellos es Agustín, de unos 60 años, ferrocarrilero jubilado, quien está contento de haber recibido el permiso. “Pues yo quiero ir a Nueva Orleáns, porque quiero llevar allá a mi vieja y comprarme una camionetita, pero necesito traérmela antes del primero de marzo, para que así no me cobren el doble por legalizármela”, dice, muy contento. Se refiere a una nueva ley que recientemente se expidió en el congreso mexicano, tratando de proteger a la “industria automotriz mexicana” (sí así se le puede llamar a las ensambladoras de empresas automovilísticas extranjeras que sólo aprovechan nuestras mano de obra y materias primas baratas para reducir sus costos de fabricación), que gravará a partir de marzo con cien por ciento a todos los autos usados que se compren en EU y se pretendan legalizar aquí, para evitar la “competencia desleal” de unidades que salen relativamente más baratas en comparación con los autos “mexicanos”. Pero, por otro lado, mentalidades consumistas como las de Agustín, acríticas y permisivas de los abusos referidos, por desgracia contribuyen a seguir estimulando el criterio mercantilista empleado por EU para establecer quién puede ir a su país, que solamente será aquella persona que demuestre tener mucho dinero para comprar cuanto le ofrezcan los aparadores de los muy surtidos malls, esos megacentros comerciales en donde puede adquirirse de todo, desde hot dogs, hasta autos…
Dentro de mi propia experiencia, de las veces que he visitado EU, puedo afirmar que sin muchos dólares en el bolsillo, uno será siempre mal visto. Si, en cambio, se compra de todo y bastante, será considerado uno todo un “Mister Money” y las puertas de cuanto negocio haya estarán siempre abiertas (de hecho hay aquí tours especiales de fin de semana, en donde se lleva a pudientes turistas mexicanos, en cortos viajes organizados por agencias turísticas, de compras a, por ejemplo, megaplazas comerciales a Miami o Nueva York, quienes muy fácilmente obtienen su visado gracias a que tienen fastuosas cuentas bancarias en dólares).
Cabe aquí hacer la reflexión siguiente, que los países que hoy en día se consideran “ricos y desarrollados”, como EU, deben buena parte de su existencia a toda la historia de robo y latrocinio que practicaron en el pasado contra naciones que antes fueron sus colonias y que debido a dolorosas imposiciones imperialistas, se mantuvieron estancadas y atrofiadas económica, política y socialmente hasta la fecha, razones que en gran medida explican el actual éxodo de tantos desposeídos que buscan el tan cacareado “modelo occidental de vida”.
En el “documento” que se entrega a todos los solicitantes de visa rechazados (un simple, mal redactado machote fotocopiado que se les da a todos por igual), puede leerse que el motivo por el cual no se otorgó el permiso se debe a que no pudo demostrarse que “se tienen lazos sociales, económicos y/o familiares sólidos en el país en que se reside y que no se pretende abandonarlo. Los aplicantes que cumplen con este requisito, lo hacen mostrando lazos fuertes que los unan a su país y aseguren su regreso a éste mismo al finalizar su visita a los Estados Unidos. Otros aspectos que se consideran son: tener un trabajo estable y una buena educación. Lamentablemente usted no los demostró durante la entrevista” (corregí los errores de redacción y de puntuación de los que adolece el “documento” referido). Pero desgraciadamente, con los modernos controles neocolonialistas que EU y sus compinches (el resto de los “países desarrollados”) siguen ejerciendo en el mundo subdesarrollado, dependiente de los caprichos económicos y militares de aquéllos, esos “lazos fuertes” que unan a los desposeídos del mundo con sus empobrecidos países cada vez se irán debilitando más y más.


Contacto: studillac@hotmail.com