viernes, 30 de abril de 2021

El Gran Gatsby, una novela de ambición, movida por el amor

 

El Gran Gatsby, una novela de ambición, movida por el amor

Por Adán Salgado Andrade

 

Francis Scott Key Fitzgerald (1896-1940), fue un escritor estadounidense, cuya propia vida estuvo llena de triunfos y fracasos. En su juventud, fue tan pobre, que tuvo que dejar a Ginevra King Pirie (1898-1980), adinerada mujer, con quien sostuvo un noviazgo, porque no hubiera podido costear la vida tan glamurosa que ella llevaba. El padre de Fitzgerald, Edward, le dijo “los chicos pobres, no deberían de pensar en casarse con chicas ricas”.

Con la mujer con quien, finalmente, pudo casarse, Zelda Sayre (1900-1948), fue gracias a que, por fin, había podido publicar su novela This side of the Paradise, en 1919, que fue tan exitosa, que vendió más de 40 mil copias. Eso, convenció a Zelda de que tenía futuro con Fitzgerald y se casaron (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/F._Scott_Fitzgerald).

Al revisar la biografía de Fitzgerald, muy fácilmente se ven aspectos autobiográficos en su novela más exitosa, El Gran Gatsby, publicada en 1925, en la época en que Estados Unidos, el centro del, aparentemente, infalible capitalismo, convivían la riqueza extrema, con la pobreza extrema. Se pensaba que la maquinaria industrial, sería invencible, que la fabricación en serie del fordismo, aplicada a la fabricación de automóviles y otras cosas, movería al mundo para siempre y que el crecimiento económico y la riqueza acompañante, serían continuos.

A esa época de glamur y excesos, de millonarios que incluso prodigaban fiestas deleznablemente fastuosas a sus mascotas, Fitzgerald, la llamó la Jazz Age, la era del jazz, pues eran frecuentes esas celebraciones entre los ricos, quienes no tenían reparos en hacerlas, en gastar en todo tipo de dispendios, caras orquestas, estrafalarios vestuarios, súper mansiones, costosos autos de lujo, decenas de sirvientes, fastuosos banquetes, que terminaban tirándose la mayor parte… y así, extralimitaciones que sólo millonarios, quienes pensaban que sus fortunas durarían para siempre, podían acceder.

Es lo que revela también El Gran Gatsby, cuyo personaje, Jay Gatsby, quería mostrarse a la socialité de entonces, como un potentado que todo lo podía, como dar esas excesivas fiestas.

Narrada por Nick Carraway, quien llega a vivir junto a la mansión de Gatsby, es también la historia de profunda amistad que, en sólo tres meses, se da entre ambos.

De hecho, Nick se interesa en la existencia de Gatsby, por su prima Daisy, quien está casada con un tal Tom Buchanan, con quienes tiene una reunión, en casa de ellos, cuando recién Nick va a vivir a Nueva York, trabajando en inversiones. “Sí, es mi vecino”, le dice Nick a su prima.

Una amiga del matrimonio, Jordan Baker, tenista profesional, le pregunta si no ha ido a las fiestas que da Gatsby en su casa. Nick lo niega y ella le dice “deberías”.

Una mañana, uno de los servidores de Gatsby, le envía una invitación para que vaya, “por favor”, a una de sus fiestas.

Y al asistir, Nick se da cuenta de todo el esplendor, excesos y fastuosidad que las caracterizan, además de la magnífica mansión en la que vivía su vecino, comprada a un industrial en apuros.

Y es cuando conoce a  Jay Gatsby, a quien había confundido con algún invitado. “Yo soy Gatsby”, le dice, sonriente.

Y de allí, nace una gran amistad. Gatsby lo invita al siguiente día a dar una vuelta en su hidroplano, otro de sus lujos.

Gatsby era muy vago en decir de dónde provenía, tanto su riqueza, así como él. “Mis padres, eran ricos, estuve en la guerra y algún tiempo, en Oxford”, se limitaba a decir.

Otro de sus secretos, era que estaba profundamente enamorado de Daisy, desde sus tiempos de soldado y que, en ese entonces, dada su pobreza, no pudo casarse con esa chica de clase media, que aspiraba a subir de categoría.

Es en esa parte, que vemos reflejado el dilema que tuvo Fitzgerald con Zelda, su esposa, la que, como dije, sólo accedió a casarse con él hasta que publicó su primera exitosa novela, y tuvo dinero para mantenerla.

Nick va conociendo detalles de la vida de Gatsby con los días, al ir avanzando su amistad.

Y también se entera, por Jordan Baker, de que Gatsby, hacía años, había sido novio de Daisy. “Esta casa, la compre para estar cerca de ella”, le dijo Gatsby, pues estaba, justamente opuesta a la casa de ella, separada únicamente por la bahía.

También, Nick se entera de la infidelidad de Tom, el esposo de Daisy, quien se veía con la mujer de un mecánico, que tenía su taller, a las afueras de la ciudad, en una zona de carboneras “muy sucia, con polvo del carbón y hombres ennegrecidos por él. Y contrastaban con el espectacular, que mostraba unos enormes ojos, que anunciaba los servicios de un oculista”.

En esta parte, Fitzgerald representa la parte de la sociedad empobrecida, aunque no lo diga directamente, los contrastes, entre la abundancia del barrio elegante en donde vivían Nick y Gatsby, y los marginados, como George Wilson, el esposo de Myrtle, la amante de Tom.

Un día, Gatsby le pide a Nick que invite el té a su prima Daisy en casa de éste. Nick acepta y es el momento en que Gatsby y Daisy se reencuentran, recordando los viejos tiempos. “Te juro que estaremos juntos de nuevo, Daisy”, le promete Gatsby.

Y la invita a admirar su casa. Daisy, que tiene buen ojo para las riquezas, queda maravillada por todo ese lujo.

Y Nick va exponiendo su historia, que es lo que le platica Gatsby, de que se casó con Tom por su dinero y algo de simpatía. Incluso, hasta tenían una hija. “Pero si yo hubiera sido rico en ese entonces, nos hubiéramos casado, fue lo que lo impidió”, le dice Gatsby a Nick.

Y también le revela su verdadero pasado, que era hijo de granjeros. Y que su cambio crucial en la vida, lo había marcado Dan Cody, un rico industrial, que una vez ancló su lujoso yate cerca de donde Gatsby vivía. De allí, se cambió su verdadero nombre, James Gatz, al de Jay Gatsby. “Me embarqué con él dos años y le hice de todo”. De allí, se había enlistado en la guerra, la primera, y gracias a su valor, se había ganado una estancia de meses en algún colegio de su preferencia. Y él había elegido Oxford. “Por eso era tan vago en mencionar Oxford”, dice Nick.

Y se prometió tener mucho dinero, entrando en varios negocios turbios, como farmacias, en las cuales se vendía clandestinamente alcohol. Eran los 1920’s, y la Prohibición, se había impuesto en todo Estados Unidos.

Por cierto, que fue un gran negocio para los gánsteres, quienes hicieron grandes negocios vendiendo alcohol clandestinamente. Eran los llamados bootleggers.

Y en eso, un tal Meyer Wolfshiem, “quien había alterado los resultados de unos juegos de béisbol en 1919, fue su mentor”, nos cuenta Nick.

Gatsby invita a Daisy a una fiesta, pero asiste Tom, lo que la hace infeliz, pues habría deseado estar sola con Gatsby, continuar el interrumpido romance de cinco años antes.

De allí, Daisy invita a Gatsby y a Nick a su casa.

Y es en ese momento en que Gatsby no puede ocultar su enojo y celos hacia Tom. Repentinamente, le dice que Daisy no lo ama, que es a él, Gatsby, a quien ama desde hace años.

Y tanto Gatsby, como Tom, se atacan, éste, diciéndole que es un tramposo delincuente, que “¡sólo haces tus fiestas para que reconozcan!”

Daisy, quien no esperaba que su antiguo romance actuara tan precipitadamente, se desespera, y les pide a ambos que terminen la discusión, la que había tenido lugar en un bar de Nueva York.

Aquí, es bueno resaltar que eran los meses calurosos y que, como eran los 1920’s, todavía no había aire acondicionado, por que la gente tenía que sufrir del calor en todos los lugares. Antes de ese sitio, Tom había sugerido que fueran al cine, “pero estará muy caluroso”, objeta Daisy. Aunque, seguramente, no hacían los calores de hoy día. Muchos sitios del planeta, serían inhabitables, de no ser por el aire acondicionado, lo que agrava el calentamiento global (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/09/el-fresco-aire-acondicionado-agrava-el.html).

Nick y Jordan, pretenden salirse, pero Gatsby y Tom les piden que esperen. Entre Nick y Jordan, se había desarrollado un mediano romance, del cual, Nick no estaba, del todo, convencido.

“¡Váyanse a la casa!”, ordena Tom a Daisy y a Gatsby.

Y lo hacen, en el lujoso auto amarillo que poseía Gatsby. Ya, en ese entonces, los autos, sobre todo, los lujosos, como el de él, un convertible muy veloz, eran distintiva señal de un gran estatus social.

Para desgracia de Gatsby, Daisy le pide manejar.

Como iba tan nerviosa, no vio a tiempo a la mujer que salió, de repente, en medio del camino, a la altura de las carboneras: era Myrtle, la amante de Tom.

Y es un detalle irónico y casual, pues no tenía previsto Daisy pasar en ese momento por allí, cuando Myrtle, escapando del maltrato de George, su marido, corrió hacia el camino, cuando Gatsby y Daisy pasaban a gran velocidad. Sin querer, Daisy, se había desquitado de Tom, al matar imprudencialmente a su amante.

Desde ese día, la actitud de Daisy hacia Gatsby, cambió totalmente, “como si se hubiera dado cuenta de que no era el hombre que esperaba, el que le daría una total seguridad”.

En cuanto a Gatsby, esperaba en vano, una señal de ella.

Pero el que no esperó en vano, fue George, quien con sus “contactos”, investigó de quién era el auto amarillo.

Y dio con el dueño y con su casa.

Y una tarde en que Gatsby, por fin, se dispuso a usar la enorme alberca de su mansión, que nunca antes había utilizado, fue sorprendido por un disparo de George, quien luego de su equivocado crimen, se suicida.

Para Nick, fue una gran pérdida.

Y por más que trató de contactar a amigos, nadie le contestó y los que lo hicieron, dijeron que no podían ir. Alguien que telefoneó, lo confundió con Gatsby y le dijo que “agarraron a Parke con los bonos robados, tenían los números de serie, ¿qué te parece?”. “No soy Gatsby, el señor Gatsby está muerto”, respondió Nick, escuchando el colgón del teléfono. Eso le confirmó a Nick que Gatsby se dedicaba a negocios “turbios”, pero no le importaba ya.

Sin embargo, llegó Míster Gatz, el padre de Gatsby, muy triste por la muerte de su querido hijo. “Me compró la casa en donde vivo, cuando se hizo rico”, le dijo a Nick. Y le mostró un viejo, maltratado libro, titulado Hopalong Cassidy, en donde, en las páginas en blanco finales, Gatsby había anotado todo lo que se necesitaba para ser una mejor persona, desde un horario rígido, para levantarse de la cama, hacer ejercicio, estudiar electricidad, trabajar, hacer deporte, practicar oratoria y estudiar invenciones que fueran necesarias, hasta de que no debía de fumar o mascar chicle, debía bañarse a diario, leer libros y revistas interesantes y ahorrar tres dólares a la semana. “Me encontré el libro por accidente. Muestra lo que él logró, ¿no?”, le dice a Nick.

Y nadie más asistió a la velación, excepto los servidores, Nick y Míster Gatz.

Ni a su sepelio, fuera de los mencionados, más uno de los invitados, el señor Klipspringer, que asistía a las fiestas que hacía Gatsby en su mansión. “¡Vaya, y tantos que iban a sus fiestas, pobre hijo de perra!”, sentenció, cuando le estaban echando las paladas de tierra los enterradores.

Ni siquiera Daisy asistió, por más que Nick trató de contactarla. “Se había ido con su marido, sin decir a dónde”.

Y fue lo que lamenta Nick. Tantos autos que estaban estacionados, cuando hacía sus fiestas y en su funeral, sólo hubo tres, la carroza, el auto de Nick y la camioneta de Gatsby, en donde habían viajado sus servidores.

Eso mismo sucedió, curiosamente, en el funeral de Fitzgerald, quien murió a los 44 años, víctima de un infarto masivo. Sólo 30 personas asistieron, una de las cuales, repitió la frase de “¡Pobre hijo de perra!”, quizá aludiendo a la novela.

No cabe duda que en eso, también, Fitzgerald se basó premonitoriamente en su vida, más bien, en el final de ésta.

Nick se fue de Nueva York. Y cortó con todo, hasta con Jordan. “La medio quería, pero nada más”, reflexiona.

Para mí, la novela es sobre la soledad, sobre la vida sin amor, sobre el materialismo atroz al que hemos llegado, con algunos detalles de la desigualdad existente en un sistema tan irracional, como lo es el capitalismo salvaje.

No hay nada “conspiratorio”, ni “obscuro” en ella.

 

Contacto: studillac@hotmail.com

jueves, 29 de abril de 2021

Magnus el Magnífico, una novela sobre piratas

 

Magnus el Magnífico, una novela sobre piratas

por Adán Salgado Andrade

 

Entre los siglos 15 y 18, Inglaterra se valió de los corsarios, más conocidos como piratas, tanto para hacerse de colonias, impulsar el comercio de esclavos, así como para apoderarse de los cargamentos de oro que los galeones españoles llevaban desde las colonias de España, en lo que hoy es el continente americano.

Así, el poder inglés, económico, político y militar, creció bastante

Personajes como John Hawkins (1532-1595) o Francis Drake (1540-1596), dieron muy apreciables servicios a la reina Elizabeth I (1533-1603), tanto por sus conquistas territoriales, así como por las entregas del oro robado o de parte de las ganancias que obtenían de su comercio con esclavos.

Tan importantes fueron que hasta eran nombrados Caballeros del reino inglés.

Así que ser pirata en esos tiempos, era una forma de hacerse rico, pero, además, de ser reconocido por la realeza. Los piratas, pasaban de ser simples hampones, a nobles muy apreciados por la corte.

Recogiendo toda esa tradición, el autor estadounidense Leslie Turner White (1903-1967), escribió una novela titulada “Magnus el Magnífico”, inspirada por hombres como Hawkins o Drake, que recién terminé de leer. Fue publicada por Crown Publishers en 1950.

La historia es muy ágil y se presta para hacer reflexiones en torno a las disputas territoriales y de poder que existían entre España e Inglaterra en ese entonces, sobre todo, porque Elizabeth I, era cuñada del rey español Felipe I (1527-1598), puesto que éste se había casado con María I (1516-1558), hijas las dos de Enrique VIII (1491-1547).

Así que, por esa situación, Felipe I siempre tuvo los deseos de invadir y adueñarse de Inglaterra, urdiendo un plan para liberar a Mary Stuart (1542-1587), la depuesta reina escocesa, e imponerla en el trono inglés, para hacer a un lado a Elizabeth I.

Justamente sobre la traición que pretendía urdir Felipe I, desarrolla Turner la novela.

Y el héroe de ella es Magnus Carter.

La novela comienza describiendo cómo Carter, haciéndose pasar por un noble español, llega a alojarse a una posada, en Plymouth, la cual era atendida por Tim Prettyman, un viejo marino que había sido cañonero de John Hawkins y de Francis Drake, y que llevaba una prótesis de madera, pues había perdido una pierna. Carter, era buscado por la justicia por algunos delitos menores y por eso se disfrazó de español.

Prettyman y él eran viejos amigos. Cuando el viejo pirata lo reconoce, se alegra mucho. Carter le dice que ya era un hombre rico y le enseñó el cofre lleno de monedas de oro, que había descargado de su carruaje, para comprobarlo.

Prettyman estaba casado con una mujer muy controladora, y tenía a su servicio a una chica muy servicial, Kate, quien estaba enamorada de Carter.

Prettyman le advirtió a Carter de que debía de cuidarse que su esposa lo viera, pues seguramente lo denunciaría a las autoridades.

Le preguntó que porqué había regresado y Carter le dijo que por Rosalind, una novia de la infancia a la que quería mucho y con la que pensaba casarse. La única condición que había puesto el padre de ella, para que Carter se casara, fue que se hiciera un hombre rico.

El padre de Rosalind, había tenido problemas y había huido de Inglaterra, dejando a su hija al cuidado de Duane, tío de ella. Y éste, ya la había prometido en casamiento a Peter Beckles.

Duane y Beckles eran parte de la conspiración contra Elizabeth I, que Carter descubre cuando trata de rescatar a Rosalind de la casa de Duane, a través de unas cartas que roba de su escritorio.

Y de allí, se desarrolla toda una aventura, en la que Carter y Prettyman, cayendo prisioneros por una traición de Beckles, son llevados por éste a España, en donde Beckles tenía influencias, por ser parte de la gente de Felipe I, en el plan para deponer a Elizabeth I.

Carter y Prettyman estuvieron a punto de ser quemados por la Santa Inquisición. Conocen a otros prisioneros, un padre español, Diego, y a un moro, Ben Absedik, con los cuales, se inicia una gran amistad y de los que, dice Carter, aprendió mucho.

Como España estaba falta de remeros en sus galeones, les perdonan la vida a los cuatro y los emplean en una de las embarcaciones para que remaran.

Carter urdió un plan con sus amigos y los otros remeros, hartos de estar como esclavos, remando hasta el cansancio todos los días. Y el plan, consistió en que, cuando ese galeón se dispusiera a atacar a un barco inglés, maniobrarían para que chocara contra él, que lo tomaran los ingleses y que Carter y Prettyman les dieran la bienvenida por haberlos salvado.

Así lo hacen y el plan resulta.

Los ingleses, consienten en darle ese barco a Carter.

Con él, enfila a Inglaterra, para encontrarse con Hawkins e informarle de la conspiración contra la reina.

Cuando llega, se entrevista con aquél y le dice lo de las cartas, que las tenía escondidas en la posada de Prettyman. Pero, para su desconsuelo, Hawkins le informa que la posada se había incendiado y si las cartas estaban allí, no existía prueba alguna de la conspiración. También le dice que a Rosalind, Beckles se la llevó a España, ya como su esposa. Eso, es como una estocada en el corazón de Carter.

Hawkins le dice que existe una orden de aprensión contra él, pero que la suspenderá si se pone al servicio de Francis Drake, quien estaba por iniciar una expedición contra España.

Carter, acepta.

Francis Drake le da al Sparrow, un buen barco de guerra, que Carter acepta de buena gana.

Viene una tormenta, que Carter aprovecha para simular que el Sparrow se pierde en ella. Pero el plan era ir al fuerte Vasco en donde estaba Rosalind, a la que hurta. También quería matar a Beckles, por traidor y por haberse apoderado de su chica. Pero no se hallaba en ese momento, para su mala suerte.

Cabe resaltar que el padre Diego, resulta ser una muy importante figura para Carter, pues, ante todo, como religioso, modera la conducta impulsiva del pirata. Incluso, cuando roba a Rosalind, le prohíbe que se acueste con ella, “pues es una mujer casada y no puedes ultrajarla”.

También le da las razones para unirse con él, a pesar de ser español, “pues no estoy de acuerdo con los horrores de la inquisición”.

Ben Absedik, también es importante, pues su filosofía árabe, influye mucho a Carter. Incluso, cuando éste le dice que es muy importante para él Rosalind y que por eso se atrevió a robarla, el árabe no comprende por qué ese interés, “si en mi tierra, podrías tener muchas mujeres”.

Igualmente, Prettyman, resulta ser fiel e invaluable en los planes de Carter, mostrando su habilidad para conducir el navío y por las decisiones que deben de tomar durante la travesía.

Cuando roban a Rosalind, regresan con Drake.

A los pocos días, dos galeones, uno inglés, el Triumph, y otro, español, el San Felipe, llegan a donde está la flota de Drake. Le informan que fueron allí porque habían secuestrado a la mujer de Peter Beckles, y que les habían informado que unos de sus hombres eran los culpables.

Drake, quien al inspeccionar al Sparrow un día antes, se había percatado de lo que había hecho Carter, pues notó que su nuevo paje no era hombre, sino mujer, le sugiere que huya, si no quiere que lo cuelgue, como le sucedería si Beckles descubría que él había sido el secuestrador.

Así lo hace Carter y logra llegar hasta Punta Arenas, posesión española en donde, con engaños, logra que le permitan anclar al Sparrow, pues, en su huida, se había averiado y necesitaba reparaciones.

Rosalind le pide la verdad a Carter y éste le dice que Beckles los persigue.

Ya, Ben Absedik, le había advertido que Rosalind le daba “mala espina”. Y lo comprueba Carter cuando huye ella del Sparrow y se va en busca de su esposo Beckles.

“Ella, me dijo que estaba acostumbrada a las riquezas y que contigo, nada de eso tendría. Se fue por su voluntad y no pude hacer nada por detenerla”, le dice el padre Diego a Carter, cuando éste, casi se le lanza a golpes, pues estaba muy enojado de que la hubiera dejado huir. Pero, al final, comprende que si se había ido, era porque realmente no lo quería tanto.

El San Felipe, había salido en su persecución.

Gracias a la habilidad militar de Carter y del padre Diego, quien había sido soldado en el pasado, urden un plan para derrotar a los españoles y apoderarse del galeón español.

Como era de noche cuando el San Felipe llega a Punta Arenas, lo anclan.

Eso aprovechan Carter y el padre Diego para cortar el ancla, dispararle unos cañonazos y abordarlo.

Justo cuando cortaban la amarra del ancla, es en donde los disparos de los arcabuces alcanzan al padre Diego, quien muere y se hunde entre las aguas.

Mucho lamenta su muerte Carter, así como Prettyman y Ben Absedik. “Un gran hombre”, dice el árabe.

Conforme al plan, el resto de los hombres de Carter, abordan el San Felipe, toman como rehén al capitán y ponen como condición para liberarlo que dejen todos los españoles el barco.

Así lo hacen. El capitán le pide permiso para recoger unos papeles de su cabina. Carter se lo concede. Cuando sale, estaba cubierto con una elegante túnica. Algo presiente Carter y se acerca, para quitársela, y ¡se sorprende al encontrarse con Beckles!

Se lo lleva a la cabina y se da cuenta que el miserable, había matado al capitán para hacerse pasar por él.

Carter ve su oportunidad para asesinarlo de una vez, pero la voz del padre Diego, viva en su consciencia, le dice que para qué, que no cometa un asesinato que ya no tiene caso y que sólo empañará más su consciencia.

“¿Sabe nadar?, salte y váyase y dígale a su esposa Rosalind, que les deseo que sean muy felices en su matrimonio”, le dice Carter.

Y salta Beckles.

Prettyman y Ben Absedik lo miran, sorprendidos de que le haya perdonado la vida al odiado Beckles. “El padre Diego me lo impidió”, les replica. “Pero él está muerto”, le dice Prettyman. “Los grandes hombres, nunca mueren, Tim”, sentencia Carter.

En lo cual, tiene razón, pues las grandes personas, buenas, sensibles, inteligentes y preocupadas por dejar un mundo mejor, son las que trascienden más allá de la muerte física.

Regresan a Inglaterra, a bordo del San Felipe, el que, además, los hace ricos, pues en sus bodegas, llevaba catorce cofres lleno de monedas de oro. Así que ladrón que roba a ladrón…

España, llegó a tener muchas riquezas, gracias a todo el oro que por siglos explotó de sus sometidas colonias.

Se encuentra con Hawkins, quien lo recibe con todos los honores, pues le dice que gracias a las cartas, se supo de la conspiración contra la reina y que Duane ya había sido decapitado. “¿Las cartas?”, pregunta sorprendido Carter. “Sí, una chica que dice conocerte muy bien, vio en dónde las habías escondido y las rescató, antes de que se quemara la posada y me las entregó”, le responde Hawkins.

Y con ese detalle, Carter está convencido de que la mujer de sus sueños es Kate, con quien se casa.

Prettyman reconstruye su posada y Carter es nombrado Caballero de Inglaterra, personalmente por Elizabeth I.

Y a Ben Absedik, le darán una embarcación, para que se regrese a Arabia.

Sí, final feliz.

Ojalá así fuera la vida, pura felicidad.