lunes, 31 de octubre de 2011

La obsolescencia programada, el deliberado acto de diseñar productos defectuosos, de desperdiciar más y de destruir el medio ambiente

La obsolescencia programada, el deliberado acto de diseñar productos defectuosos, de desperdiciar más y de destruir el medio ambiente

por Adán Salgado Andrade

Hace poco, presencié un estupendo documental español llamado “Comprar, tirar, comprar”, producido en el 2010. Comienza el documento fílmico con un hombre que llega a su casa, prende su computadora, y se dispone a imprimir su trabajo, pero a la tercera copia, aparece en la pantalla un mensaje avisando que la impresora presenta un problema en sus partes internas, no puede seguir funcionando, y se debe de recurrir al servicio técnico para su reparación. Eso es algo con que muchos de nosotros nos enfrentamos frecuentemente. En el documental, el hombre acude a varios centros de ventas y servicio y en todos le sugieren que le sale más barato comprar una nueva impresora, a que reparar la vieja.

Y eso es por lo que también se opta aquí, en México, a pesar de contar con un menor ingreso por habitante que en España o en cualquier otro país de los llamados “ricos” (que ahora, con la brutal hecatombe económica que enfrentamos, esa acepción queda muy en duda, con países, como los mismos EU, de plano quebrados). Esto responde simplemente a la actual tendencia que en todo el mundo ha impuesto el capitalismo salvaje de emplear técnicas que nos lleven a consumir, si no compulsivamente, sí a hacerlo porque se deba de reponer un producto que inesperadamente falla, como es el caso de la impresora.

Y partiendo de la historia del hombre al que le falló su impresora y la alternativa que él prefiere, en lugar de cambiarla (que es finalmente buscar en la red un programa que la desbloquee), es que el documental refiere un infame recurso tecnológico, ya hace años implementado por el capitalismo, que es el de la llamada obsolescencia programada.

Sí, la obsolescencia programada es sencillamente el empleo de la tecnología para deliberadamente diseñar tanto los materiales de los que están hechos los productos que se fabrican, así como a éstos mismos, para que en un tiempo breve (a veces incluso semanas), fallen y dependiendo del precio que hayamos pagado por ellos, que se deban reparar, cambiando algunas piezas o, lo más extremo (muchas veces la única solución), reemplazarlos completamente por otro nuevo.

Esa situación, diseñar los productos para que a propósito fallen, se dio como “solución”, en vista de que durante los albores del siglo veinte, muchas cosas se fabricaban para que duraran digamos que para siempre. En el documental, por ejemplo, se muestra un foco que está en una estación de bomberos en EU y que lleva más de cien años prendido y aún no tiene para cuándo se funda. Esa situación fue la causante, según las corporaciones de la época, de la igualmente brutal crisis de 1929, que sencillamente fue una de tantas crisis que la absurda sobreproducción capitalista constantemente crea. Esta tendencia, la de producir más de lo que la sociedad en conjunto puede consumir, si no va acompañada de mecanismos que realmente logren que dicha sociedad se vuelque al consumo, es, en efecto, la base de las constantes crisis económicas, como precisamente imaginaron los industriales de la época.

Por tanto, crear una estrategia que aliente el consumo frecuente que, digamos, equilibre de alguna manera a la anárquica sobreproducción, es siempre bienvenida.

Justamente hacia 1932, cuando aún no se recuperaba la economía mundial del crack bursátil de 1929, Bernard London, un mercenario del capitalismo, escribió un trabajo titulado “Terminar con la depresión mediante la obsolescencia programada”, una especie de libelo en el cual argüía que mientras la economía estaba quebrada, los almacenes y fábricas estaban llenos de mercancías, y que sólo se requería de la “voluntad” del gobierno para que comenzaran a venderse y a usarse y que así se reactivaría la economía y se “terminaría” con la crisis. Planteaba London que cuando en los viejos tiempos, principios del siglo veinte, los estadounidenses no esperaban a que las cosas dejaran de funcionar para deshacerse de ellas, durante la depresión las usaban hasta que realmente dejaran de funcionar, por lo que proponía, muy dictatorialmente que el “gobierno habría de asignar un periodo de tiempo a zapatos, máquinas y casas, a todos los productos manufacturados, mineros y agrícolas, desde la primera vez que se hicieran, y se venderían y usarían sólo dentro de dicho plazo de existencia, que el consumidor conocería de antemano. Después de que el periodo de vida expirara, todas esas cosas estarían legalmente muertas y serían recolectadas forzosamente por la estricta agencia que el gobierno hubiera asignado para tal tarea y destruidas si existiera desempleo generalizado. Nuevos productos estarían saliendo masivamente de las fábricas hacia los mercados para llenar el espacio de los obsoletos y los motores de la industria seguirían funcionando, el empleo regularizado y asegurado para todas las masas trabajadoras”. Como se ve, esta draconiana especie de “mundo feliz” para el capitalismo era, sin duda, una irresponsable declaración, pero a pesar de ello, la industria, es decir, las corporaciones, se la tomaron tan en serio, que a partir de entonces, con mucho más ahínco, se dedicaron los departamentos de diseño de las distintas empresas y firmas manufactureras a implementar una forma de que, en efecto, la ley London se aplicara en la práctica, desde luego que quitando el enfoque dictatorial y apelando, simplemente, al desgaste inducido de los materiales empleados y las piezas de las que constaban los distintos productos vendidos.

Sin embargo, eso se ha logrado desde entonces de distintas maneras, no sólo haciendo que a propósito fallen las cosas, sino induciendo otro tipo de factores, como los psicológicos, muy efectivos, por cierto, pues mediante estrategias mercadotécnicas, que involucran el estatus, así como la categoría y, sobre todo, “estar a la moda”, a la gente se le induce que debe de cambiar constantemente sus cosas, como autos, aparatos electrónicos (celulares, computadoras, dvd’s, etc.), ropa… lo que sea, pues el no hacerlo, implica el riesgo de quedar como una especie de inadaptado social, de renegado del consumo, con lo que la sociedad estigmatizará a ese sujeto, dándole la penosa categoría de paria, de perdedor, incapaz de cumplir con los estándares impuestos.

Puede resultar absurdo, pero ha resultado el factor psicológico tan efectivo para cumplir con la ley de la obsolescencia programada, que la gente olvida o pasa por alto la función primaria que tiene un producto al ser adquirido. Por ejemplo, uno de los directores de la empresa automotriz General Motors, Alfred P. Sloan, declaró ya en 1941, acerca de los autos que la empresa fabricaba que “Hoy en día, la apariencia de un automóvil es uno de los aspectos más importantes al ser vendidos, quizá el más importante, pues todo mundo da por sentado que ese auto funcionará”. Y, en efecto, basta ver que desde entonces, los autos se venden por su apariencia, por su diseño, que guste, resulte atractivo, agresivo, deportivo, rudo, femenino… según sea el gusto del consumidor. Por esa razón, las firmas automotrices cuentan con varios modelos, los cuales apelan al gusto de los compradores para ser ofrecidos, y lo de menos son sus especificaciones técnicas, que digamos que sí importan, pero una vez que logran “enamorar” al potencial comprador. Entonces, ya luego se le informa, como algo adicional al diseño, por ejemplo, el “potente motor con que cuenta, sus seguros frenos, su equipo deportivo, su economía en el combustible…”, lo que sea, que ya se presenta, como dije, adicional al enamorador diseño.

Eso sucede también, por ejemplo, con otros productos, tales como los teléfonos celulares, los que, es lo de menos, se da por sentado, sirven para hablar, eso ya no es lo importante entre los consumidores, sino que estén equipados con cámara, juegos, Internet o modem para conectarse al facebook… se usan muchos ya incluso como pequeñas computadoras más que, propiamente, como teléfonos para llamar.

Y así, se podrían citar tantos ejemplos en donde, gracias a la manipulación psicológica mencionada antes, se logra que los productos no sólo pasen de moda, sino que vayan evolucionando sus características.

Y no deja de acompañarse, por supuesto, lo psicológico, con la limitada durabilidad de los productos, que muchos de plano llegan al nivel de ser simples baratijas que, cínicamente, se reconoce que se descompondrán muy pronto debido a eso, que son productos sumamente baratos que servirán para un muy limitado empleo (por ejemplo, los productos chinos, la mayoría son emblemáticos de dicha característica, tanto por los materiales empleados, así como por las partes que los forman. ¡Quien no ha experimentado enojo al usar un desarmador que se despunta al tratar de girar un tornillo medianamente apretado o una llave española que se rompe al primer intento de aflojar una tuerca! Hace poco adquirí una motobicicleta, ensamblada con un motor chino que, en menos de un año de uso esporádico, ¡ya comenzó a fallar!).

Varios supuestos “defectos de fabricación”, que han implicado graves peligros en autos, por ejemplo, se deben a que en el deliberado acto de hacerlos fallar en determinado tiempo, a los fabricantes se les ha, digamos, “pasado la mano”. Hace poco ciertos vehículos de Toyota tuvieron que ser llamados masivamente debido a que tenían un grave defecto en los sistemas de frenado, que ya había provocado incluso varios accidentes. En un foro sobre los famosos autos Jeep, un quejoso escribió: “Tengo un Jeep Wrangler Sahara 2008 y es un auto que me ha decepcionado bastante, pues con sólo tres años de uso, tiene un grave problema de $500 dólares, pues el módulo de control integral falló, el auto simplemente se rehusó a arrancar. Ha estado en la agencia durante una semana. Aparentemente esa pieza fue pobremente diseñada y necesita cambiarse toda la caja de fusibles por una nueva, con diferente y mejor diseño. He hablado con personal de Chrysler, el fabricante del auto, señalándoles que deben de hacer un llamado urgente a todos los propietarios del modelo, pero me han respondido que no hay demasiados dueños que se quejen de dicho problema, como para que se deba de hacer un llamado de emergencia. Sin embargo, mi parte para cambiar está en lista de espera y mi orden es ¡la número 220! Y para empeorar las cosas, me han dicho que ¡puede ser que pasen semanas o meses antes de que la pieza llegue! ¡Así que convoco a todos los propietarios de esos malos vehículos a que si tienen problemas similares, que se comuniquen con Chrysler e insistan en que se debe de hacer un llamado urgente a todos los dueños de ese modelo pero ya!”.

Como este testimonio hay miles, no sólo de autos, sino de productos tales como laptops. Existe varios foros en donde los dueños de laptops fabricadas por Apple que han resultado defectuosas, suben sus quejas acerca de las constantes fallas que esas computadoras tienen, desde calentarse demasiado y dejar de funcionar súbitamente, hasta pantallas que se apagan, circuitos que se funden, discos duros que fallan. En efecto, las prácticas de esa empresa, de fabricar casi la totalidad de sus productos fuera de EU, sobre todo en China, además de usar componentes mal diseñados o de material muy pobre, son parte de los problemas (sólo hay que ver por dentro una laptop o computadora de dicha marca, como he hecho algunas veces, y se ven partes, como cables, pegadas con simple tela adhesiva). Pero aquí también la empresa del ya fallecido Steve Jobs, es un buen ejemplo de cómo sus artículos son dignos representantes de la obsolescencia programada, ya que combinan, como dije, cuestionables diseños y pobres materiales con el manejo mercadotécnico, pues cada dos años, digamos, se lanza un upgrade, una versión “mejorada” del iPod, del iPhone, del iPad… y así, con tal de que los fans de dicha marca desechen la vieja versión, acudan en tropel a las tiendas y compren el artículo mejorado con tal de no quedarse atrás y estar up to date, es decir, a la vanguardia tecnológica (sin embargo, no siempre ha sucedido, pues hace unos días que fue presentado el nuevo iPhone, el iPhone 4, no resultó tan innovador entre los fans, pues además de costoso, tiene problemas técnicos, como la baja vida de la batería, no sirve para captar señales wifi, caros accesorios… incluso que el modelo anterior era mucho mejor en muchos aspectos. Algunos usuarios que han probado el nuevo celular, de plano declararon “no pierdan su tiempo y ni malgasten su dinero en adquirirlo”. También, es muy conocida la práctica de Apple de cerrar sus productos a adelantos tecnológicos y de software, con tal de evitar que sus gadgets digamos que se democraticen y hasta puedan abaratarse, como, por ejemplo, usar software libre, accesorios genéricos y así. Incluso, alguna vez la empresa pensó en no ofrecer baterías de reemplazo, con tal de que los consumidores de sus productos tuvieran que comprar uno nuevo forzosamente).

Una consecuencia de la obsolescencia programada, quizá la peor, es que tanto consumo compulsivo genera brutales cantidades de desechos cada año, sobre todo de productos electrónicos, lo que se ha dado en llamar “basura electrónica” (e-waste). Los países ricos, son los que más contribuyen a las montañas de cuanto producto obsoleto se va desechando. En enormes pilas se acumulan, muchos de ellos aún funcionando, y son irresponsablemente exportados a países pobres, de África o de Asia, por ejemplo, que son más vistos como tiraderos que, irónicamente, compran toda esa peligrosa basura (aunque algunos países suelen hacer donaciones, con tal de que se vea qué tan filantrópicos son, pero en realidad se deshacen de su chatarra electrónica). El argumento de los países exportadores es que son productos que pueden reciclarse, pero sólo una fracción de todos esos desechos, realmente funcionan, un 30%, cuando mucho. En el documental que comento antes, hay escenas de barcos con muchísimos contenedores que cargan exclusivamente tales desechos, y a la hora de descargarlos, se forman cerros y cerros de computadoras, laptops, celulares, impresoras, monitores…

Las empresas exportadoras, muy mañosamente, ponen los productos que aún funcionan al principio de los cargamentos, para que las compañías que los importan vean que todavía pueden usarse, pero luego ya viene realmente la chatarra. Así, los compradores adquieren todo por bulto, digamos, a precio de ganga, seleccionan lo mejor, que a su vez lo revenden, y que es de donde sacan su inversión y su ganancia, y ya lo peor lo venden más barato y así, eso va pasando de comprador a comprador, hasta que ya lo que realmente no puede repararse o que es inútil, la mayor parte, se tira.

En el sitio de la organización pbs.org/frontlineworld, se exhibe el video:

http://www.pbs.org/frontlineworld/stories/ghana804/video/video_index.html

que muestra las infames, brutales consecuencias que el desecho de la basura tecnológica está provocando en países muy pobres, como en este caso, Ghana, nación africana a donde llegan cada año miles de toneladas de tales desperdicios (de por sí que África, un pobre continente con vastos recursos, siempre se ha usado como el basurero mundial, a donde llegan todo tipo de desechos, de cosas que ya no sirven o ya no son permitidas en sus países de origen, como maquinaria, vehículos, ropa, medicina y alimentos caducos… y más desechos). Lo que ya no puede “reciclarse” se tira en lugares baldíos en donde niños y adolescentes acuden para recoger, apilar y quemar esa chatarra, cuyo contenido plástico genera densas y negras columnas de negro, venenosísimo humo, que van a dar a la ya muy contaminada atmósfera y, claro, a los pulmones de esos jovencitos, quienes ya apagadas las peligrosas fogatas, recogen los restos de alambres y de metales con magnetos, que van acumulando en cubetas, para luego venderlos y ganarse un miserable ingreso. Un chico que se acomide a acompañar a los reporteros, les enfatiza a que sientan cómo ya todo el tiradero huele permanentemente a plástico quemado y a otros incinerados desperdicios, siendo difícil respirar (lo peor es que ese tóxico humo y otros peligrosos desperdicios generados por la combustión, no se quedan sólo en Ghana, sería ingenuo pensar eso, sino que se esparcen por todo el planeta, siendo su efecto persistente y bioacumulativo en el ecosistema mundial, o sea, no se degradan y terminan integrándose a la cadena alimenticia).

Un reportero local, Mike Anane, ha estado haciendo reportajes sobre el problema que eso ha generado, pues con tristeza señala que esos tiraderos, cercanos a la laguna Korle – uno de los cuerpos de agua más contaminados del planeta –­, eran antes sitios prístinos, con tierras fértiles y ríos limpios, en los que él, de niño, solía jugar pelota con sus amigos. Pero ahora se han transformado en infectos basureros, corrientes de aguas negras, contaminada atmósfera… los locales le llaman al sitio Sodoma y Gomorra, en clara alusión al apocalíptico fin del mundo.

“Es triste e irresponsable lo que países como EU, Inglaterra o Alemania, están haciendo aquí”, comenta, mientras muestra que uno de los monitores desechados pertenecía a una escuela elemental de Filadelfia. Ha estado tratando de reunir cuanta evidencia pueda, para tratar de demostrar el grave problema causado tanto a la salud de la población, así como al medio ambiente de su país – y de otros –, con tal de que se tomen medidas verdaderamente enérgicas para detener dicha situación.

China, muestra también ese excelente testimonio fílmico, es otro muy demandado sitio para exportar basura electrónica. Al puerto de Hong Kong, llegan a diario decenas de barcos con cientos de toneladas de esa basura, “importados legalmente”. Cerca de allí está la ciudad sureña de Guiyu, en donde al recorrerla, durante kilómetros y kilómetros, lo único que se ve es basura y más basura electrónica. El activista Jim Puckett es a quien se le acredita haber descubierto esta ruta del e-waste, que sigue floreciendo, debido a que es un excelente negocio, sobre todo porque pueden obtenerse materias primas para la industria electrónica china de forma mucho más barata. Claro, barata porque se gasta menos dinero, pero muy cara porque se daña irreversiblemente al medio ambiente y a la salud de los pobres chinos que se dedican a “reciclar” tan contaminantes, venenosos residuos. Declara Puckett en una parte del documental que “la primera vez que vine aquí, en 2001, esto estaba mal. ¡Ha ido de peor a verdaderamente horrible! Realmente lo que está sucediendo aquí es más bien apocalíptico”.

Claro, si por apocalíptico, Puckett se refiere a que, en efecto, estamos preparando nuestro pronto exterminio, así es. Si ven el documental, se darán cuenta cómo las calles de Guiyu, las banquetas, las casas… todo está lleno de esa basura, y gente que está desarmando las viejas computadoras, las consolas de videojuegos, quebrando los monitores… para sacar los componentes electrónicos, como las tarjetas madres, los procesadores, los circuitos. Y luego, en una muestra del poco respeto que tienen los dueños de los locales en donde eso se recicla a la salud de sus necesitados trabajadores, se ve a pobres jóvenes mujeres “cocinando” todos esos componentes para que se funda todo el metal – oro y cobre, principalmente –, que contienen, teniendo que respirar el nocivo humo blanco que despide la fundición. Lo peor es que se hace en sitios cerrados, empeorando el daño a la salud de por sí provocado.

Un peligro adicional, se señala en el documental, que más tiene que ver con problemas de seguridad, que ambientales y de salud, es que mucha de la basura electrónica contiene discos duros, la mayoría de los cuales se desechan así, sin haberse borrado su información, y para los llamados cybercriminales eso es oro molido, ya que pueden enterarse de jugosos secretos de la gente o incluso de compañías, de sus estados financieros, de los códigos de sus tarjetas de crédito o débito, de su intimidad. De hecho, Ghana está clasificado como uno de los países en donde más ha florecido el cybercrimen. Pues cómo no, se puede concluir, con tantos millones de computadoras desechadas, sin el menor cuidado, cómo no habría de darse ese digamos “daño colateral”. Hay una escena en que se muestran archivos muy delicados de millonarias compras de armamento del gobierno a la empresa armamentista Northrop Grumman, que podrían haber provocado “serios problemas” al caer en “malas manos”. En ese mismo disco duro, había secretos de la NASA e incluso del Departamento de Seguridad Doméstica. Pues vaya que si son descuidados los estadounidenses, pero, dirán, pues algo hay que sacrificar, con tal de deshacernos de tanta chatarra que generamos, ¿no?

Y se muestran también los intentos digamos que responsables que se hacen en países como India, que también recibe desperdicios electrónicos, y está generando los suyos propios (debido a una incipiente clase media que se ha occidentalizado y ya está siendo dada también a tirar sus chatarra, al más puro estilo estadounidense).

Hay una planta que recicla el e-waste, esa sí, de manera responsable y tecnológica, y con el oro que obtiene, por ejemplo, hace relojes y joyería, a los que se etiqueta de ecológicos por estar hechos con materiales reciclados. Pero como se señala, ese es un muy limitado intento, porque cuesta mucho y es más barato hacerlo de forma irresponsable y dañina al medio ambiente y a la salud.

En efecto, la última escena muestra a un joven hindú, de 19 años de edad, que se ve mucho mayor, y que trabaja en un lugar precariamente construido, de piso de tierra y tabiques mal pegados y sin aplanar. Se le ve echando en barriles con ácido tabletas electrónicas para que se deshaga el plástico y obtener los pocos gramos de oro o cobre que contienen. Se le pregunta si no le hace daño estar respirando tanto tóxico humo. Y responde “sí, yo sé que estoy terminando aquí con mi vida, pero no tengo otra cosa qué hacer para ganarme un salario, y no deseo que mis hijos terminen con su propia vida, y por eso estoy aquí, matándome día a día”.

Sí, matándose día a día, como el capitalismo salvaje está matando al planeta y la humanidad entera a diario.

Contacto: studillac@hotmail.com

domingo, 2 de octubre de 2011

Desempleo en EU, agudizada tendencia del capitalismo salvaje del incremento en la desocupación

Desempleo en EU, agudizada tendencia del capitalismo

salvaje del incremento en la desocupación

por Adán Salgado Andrade

Dentro de las contradicciones que enfrenta el absurdo y desequilibrante capitalismo salvaje que, por desgracia, aún sigue dominando al planeta, está la de, por un lado, producir mucho más, sobreproducir, lo que se conoce coloquialmente como el aumento de la productividad y por otro lado, a emplear a menos personas, como veremos.

Así, se sobreproduce, es decir, se fabrica mucho más de lo que realmente la sociedad puede consumir. Además, ese aumento de la producción, la sobreproducción, se pretende hacer no a la par del número de obreros empleados, sino que la tendencia es ir eliminando puestos de trabajo al ir incorporando el know how (la habilidad del obrero para fabricar una mercancía, digamos su talento creativo) en los instrumentos de trabajo (la maquinaria empleada), así como incrementar sobremanera la capacidad de fabricación de éstos, la cual, con la incorporación de procesos computarizados que la han automatizado o semiautomatizado, en efecto, ha logrado elevar considerablemente el número de productos manufacturados por hora o día laboral.

La contraparte, como señalo, es que los obreros activos han ido disminuyendo tanto en número, así como en su participación dentro de los procesos de trabajo, a grado tal que muchas veces, su función es casi de simple vigilancia, cuidando que todo el procedimiento se efectúe adecuadamente, lo cual no quiere decir que su participación no sea vital, pues siguen siendo la parte de la composición del capital (capital variable) gracias a la cual las empresas obtienen una ganancia (plusvalía, o sea, el trabajo no pagado).

Esa tendencia siempre ha sido así, no es nueva. La razón es que la tasa de ganancia tiende a disminuir inexorablemente con el tiempo, y el capitalismo trata de contrarrestar esa inercia tratando de abaratar los factores de la producción, sobre todo aquéllos en los que tiene, digamos, control. Sin embargo, dicho control no puede ejercerse en todos los factores que intervienen en el proceso de fabricación. Los instrumentos de trabajo, o sea, la maquinaria empleada (sean manuales, automatizadas o incluso los robots), son algo que tiende a encarecerse, dado que se le ha ido incorporando el know how, como menciono arriba, así que cada vez requieren de mayor sofisticación para realizar todas las tareas a las que se dedicarán. Eso implica que los costos de adquisición crecerán y como dichos costos se transfieren al costo del producto elaborado, su precio se incrementará.

En cuanto a las materias primas, tampoco hay un control, pues por la interrelación capitalista que establecen las empresas, no depende de las que requieren dichas materias primas la fijación del precio, principalmente porque se debe de tener en cuenta que no todas las materias primas en la actualidad son productos sin elaborar, o sea, que se trate de materiales naturales. En la tendencia actual, podemos decir que las materias primas, la gran mayoría, ya son semielaboradas o completamente elaboradas, y sólo requieren de su colocación en el producto fabricado. Por ejemplo, un auto requeriría de materias “primas” tales como tableros completos, llantas, refacciones, molduras… en fin, que la división capitalista del trabajo ha contribuido al, digamos, repartimiento de tareas, pues originalmente se tenía contemplado que la especialización de procedimientos aumentaría la productividad, como en efecto sucedió, pero que también lograría que bajaran los costos, lo cual, en efecto, por algún tiempo así sucedió (en su momento, por ejemplo, Henry Ford, quien fue el primero en aplicar el concepto de armado en serie en sus autos, logró bajar el precio del Ford modelo T en el año de 1913, cuando comenzó la especialización de tareas, de 950 a 290 dólares, es decir, a menos de un tercio del precio original).

Sin embargo, como ya señalé, la sofisticación tanto de la maquinaria, para incorporarle la mayoría de las tareas que antiguamente hacían los obreros, así como el incremento del valor de las materias “primas”, han encarecido los procesos de fabricación, y con ellos el costo final del producto manufacturado también se ha incrementado, especialmente en aquéllos muy elaborados, como los automóviles, por ejemplo, además de que ciertas exigencias de mayor seguridad, mayor eficiencia automotriz, computarización de sus equipos… también han contribuido a encarecerlos.

Y la “solución” aplicada ha sido, primero, buscar zonas salariales más bajas, como lo que ha sucedido con China, que actualmente es el paraíso de la fabricación, por los sueldos miserables que perciben la mayoría de sus dóciles obreros. Sin embargo, dicha tendencia está llegando a un agotamiento, dado que la participación de tales obreros es marginal, así que su contribución para contrarrestar la disminución de la ganancia está llegando a su límite. Además, por los costos de transportación, que tienden a subir con el tiempo, para muchas empresas ya no implica una ventaja la fabricación de sus productos en China, aún con los miserables salarios, pues a veces el pago del transporte es más costoso que si el producto se hubiera fabricado en EU (además de que muchas veces lotes completos salen defectuosos, ya sea porque se emplearon materiales de menor calidad o hubo mal control de calidad – nada raro en los chinos –, por lo que se deben de maquilar nuevamente, subiendo aún más los costos).

Así que una tendencia en ese país, EU, y en muchos otros, ha sido la de seguir manufacturando en el lugar, pero buscando la relación que menciono arriba: fabricar más, con menos obreros y pagándoles salarios estancados o disminuidos. Eso explica que por más “remedios” que busquen Barack Obama y sus tecnócratas para disminuir la tasa de desempleo, esto no se traduzca así en la práctica.

De acuerdo con el Departamento del Trabajo estadounidense, actualmente hay 28 millones de estadounidenses desempleados, incluyendo los que trabajan en empleos de medio tiempo, pero que quisieran uno de tiempo completo, porque no alcanzan a cubrir sus necesidades, o los 10 millones que de plano ya se cansaron de buscar trabajo. Esta situación se explica en buena medida por la tendencia que arriba menciono, como veremos (y otro factor es que de todos modos el capitalismo adolece permanentemente de desempleo crónico, ya que el contar con trabajadores desempleados, abarata los sueldos de los activos, pues aquéllos son una presión, un exceso de oferta que baja el costo de la mano de obra. Keynes sostenía que aún en los periodos de llamado pleno empleo, o sea, de prosperidad, siempre debía de haber un mínimo de 2% de desempleados, para que las empresas no se estuvieran peleando por las contrataciones. Pero para buena suerte del capitalismo salvaje, siempre han sido mayores las tasas de desempleo a ese mínimo).

En varios sectores industriales, el aumento en la productividad ha tendido a reducir bastante la creación de empleos. Además, dicha tendencia ha ido acompañada de un desigual aumento en los ingresos de los trabajadores, pues la gran mayoría de salarios percibidos no está acorde con el aumento de la producción. Eso se explica porque al aumentar la producción mediante la introducción de maquinaria más sofisticada, por un lado, los obreros empleados no necesitan estar muy preparados para manipularlas, ya que los procedimientos automatizados y computarizados pueden aprenderse en poco tiempo, así que tal aumento de la productividad no se ha dado porque los obreros sepan más, son las máquinas las que saben más, así que si un trabajador falla, es fácilmente reemplazable, pues se trata de obreros en su mayoría poco calificados o totalmente descalificados. Por lo mismo, perciben salarios bajos, no tienen necesidad las empresas de pagar sueldos elevados, excepto en lel reducido porcentaje de trabajadores altamente calificados, como los investigadores o los ingenieros que se encargan de hallar nuevos materiales, nuevos productos y nuevos procedimientos productivos, como más adelante explico.

Por otro lado, al producir más con máquinas más sofisticadas, pero con menos obreros, por el desempleo resultante, los salarios tienden a bajar, ya que habrá más solicitantes para un cada vez menor número de puestos de trabajo, así que las empresas se darán el lujo de bajar los salarios, dado que hay mucha demanda laboral para tan pocos puestos.

Claro que para todo lo que menciono, el economicismo ha planteado supuestas “salidas”. Se plantea, por ejemplo, que mientras en unos sectores se reducen los empleos por el aumento de la productividad, habrá otros de nueva creación que tenderán a absorber a los desempleados. Un interesante mapa interactivo sobre el crecimiento de las tasas de desempleo (ver: http://www.latoyaegwuekwe.com/geographyofarecession.html) muestra cómo en la mayor parte de ese país la tasa actual de desempleo, 9.1%, impera, y en muy pocos sitios existen tasas menores o mucho muy bajas. Si, como mantienen los defensores del aumento de la productividad, que ésta crea empleos indirectos, si eso fuera cierto, no estaría la alta tasa de desempleo del 9.1% presente en casi la totalidad de EU.

En efecto, han surgido nuevos sectores tecnológicos, pero desde mi punto de vista su contribución a la creación de empleos es marginal.

Analizaré algunas cifras que demuestran lo que arriba menciono.

Ciertos sectores industriales importantes de EU han ido empleando cada vez menos trabajadores, pero en cambio incrementando su productividad. Menciono a continuación algunos de ellos, para los cuales se ha tomado como referencia el año de 1980. Por otro lado, como también discuto arriba, aunque se ha tendido a incrementar los salarios también desde dicho año, sólo algunos lo han hecho digamos que proporcionalmente al aumento de la explotación a la que someten actualmente a sus empleados:

La industria química emplea actualmente 29.36% menos trabajadores que en 1980 y ha aumentado los salarios en 62.39%. Esto se explica, como ya dije, porque siendo una industria básica, muchos de sus trabajadores conservan varias habilidades que aún no han sido transferidas del todo a los instrumentos de trabajo empleados (por ejemplo, un ingeniero químico, empleado como investigador para hallar nuevos compuestos y sustancias que mejoren los procesos industriales, tendrá que estar bien pagado).

La agricultura emplea actualmente 7.69% menos empleados que en 1980. Sin embargo, los salarios apenas si han subido 1.88% desde entonces. Esto quiere decir que el aumento de la productividad se ha dado más por el uso intensivo de agromaquinaria más eficiente, que por el empleo de trabajadores. La agricultura en ese país es altamente mecanizada y por ello se emplean cada vez menos trabajadores. Tómese en cuenta, además, que buena parte de las labores son hechas por trabajadores inmigrantes, la mayoría ilegales, y se comprenderá el por qué de los raquíticos incrementos salariales.

La industria de la confección emplea actualmente 87.59% menos gente que en 1980 y ha incrementado los salarios 33.27%. Claro, esa tendencia se explica porque buena parte de los empleos en ese sector se han ido a países con bajos salarios, como China. Pero además la incorporación de máquinas automatizadas y computarizadas, ha ido reduciendo la demanda de obreros. De todos modos, el que hayan aumentado poco más del 33% los salarios, implica que muchos de esos obreros poseen aún un nivel de especialización que no se ha incorporado a la maquinaria (en muchos procesos, son aún vitales las costureras que ensamblan manualmente algunas prendas).

La industria de la fabricación de maquinaria emplea desde 1980 a 52.69% menos trabajadores, en tanto que los salarios apenas han subido 11.77%, a pesar de que en ese sector se han aplicado muchos procesos más eficientes, que han incrementado la productividad, o sea, cada trabajador produce más que desde ese año, pero no gana un salario en la misma proporción, como explico arriba. También se debe, como ya dije, a que se emplean mayoritariamente obreros poco calificados, que ganan bajos salarios.

La industria textilera también ha bajado dramáticamente el empleo de obreros, pues desde 1980 ha reducido 86.07% los obreros empleados. También aquí se emplean actualmente métodos que han incrementado por mucho la producción, sin embargo los salarios apenas si se han incrementado en 13.6%. Máquinas operadas casi por completo por computadoras, producen millones de metros de tela e hilos por año con menos personal, claro, poco calificado casi todo.

La industria mueblera también emplea actualmente 23,86% menos empleados y sólo han incrementado sus salarios los obreros en 6.54%, bastante raquítico. Otra industria que también ha incorporado maquinaria más sofisticada para la producción y obreros descalificados, pero además muchos de los diseños de los muebles modernos emplean materiales, como el plástico, que no requieren de procesos manuales y son transformados enteramente sólo por maquinaria, como los métodos de inyección que fabrican sillas de plástico de una sola pieza.

La fabricación del papel, también emplea a 43.08% menos empleados y les paga apenas 15.48% más a los que están trabajando actualmente. Es otra industria en que el empleo de máquinas computarizadas y procedimientos químicos más eficientes han logrado elevar dramáticamente la producción con obreros descalificados.

La refinación del petróleo y del carbón, industrias tan estratégicas actualmente emplean, a pesar de su importancia, 75.92% menos empleados, aunque en este caso, los activos perciben 62.83% más salario que desde 1980. Aquí también es porque los cambios tecnológicos han requerido de más investigación, así que buena parte de los trabajadores en esa industria son muy experimentados, como ingenieros químicos o petroleros u otros profesionistas que han logrado descubrir e implementar mejores tecnologías aplicadas a la obtención de tantos derivados del petróleo que actualmente se requieren. Eso ha sucedido incluso con el carbón, el cual se ha buscado que sea menos contaminante, al aplicar procedimientos químicos que han logrado licuificarlo o convertirlo en gas (aunque esto apenas si ha reducido las emisiones contaminantes que ese combustible fósil produce, como bióxido de carbono o azufre, entre otros dañinos gases y sustancias).

La fabricación de plásticos y de caucho emplea hoy 15.82% menos gente que desde 1980 y la paga apenas si se ha incrementado en 6.96%. En este caso, no se ha incrementado tanto la productividad en relación al año 1980, pues los métodos de producción de plástico o de caucho no han variado tanto y la importancia de los obreros en activo es vital aún.

Por último, la industria de los electrodomésticos también ha elevado dramáticamente su productividad, empleando hoy a 83.25% menos obreros y ha subido apenas los salarios 17.3%. También aquí son máquinas más sofisticadas las que han incrementado bastante la manufactura de productos eléctricos para el hogar, y los obreros en su mayoría sólo realizan labores repetitivas de baja habilidad, como simplemente el alimentar a una máquina del material necesario para que produzca, por ejemplo, una pieza plástica o una metálica. Pero además es una de las industrias en que millones de empleos han sido desplazados a sitios como China (blue collar jobs), como señalo arriba, con salarios de hambre y materias primas más baratas y por ello los trabajadores estadounidenses empleados son un mínimo en relación a 1980(y como también señalo antes, la exportación de empleos a China y a otras zonas maquiladoras de salarios bajos y materias primas baratas ha contribuido a la desindustrialización y pérdida de empleos que padece EU de unos años para acá).

Como discuto arriba, todo ello ha llevado a una fuerte disminución en los empleos, aunque muchos investigadores se ufanan de que se han creado nuevas industrias y labores que supuestamente tienden a sustituir a los empleos tradicionales. Sin embargo, esas nuevas labores tienen poca influencia real en el número de plazas laborales que crean, tratándose la mayoría de plantas que emplean a menos de 2000 personas, siendo la mayoría de apenas 500 empleados y eso sólo en algunas zonas de EU. Ya comenté que un plano laboral demuestra que el desempleo de 9.1% prevalece en la mayor parte de ese país y tienden a crecer sus zonas de influencia, sobre todo porque la crisis tiende a profundizarse en estos momentos.

Algunas de las llamadas “nuevas industrias” que se han establecido en ciertas regiones de EU, lo han hecho porque son lugares de marcada pobreza y marginación social, en donde es posible pagar salarios bajos (sería el equivalente a tener una China en casa). Se han establecido a lo largo del cinturón industrial marcado por la carretera interestatal 85, la cual cruza estados como Alabama, Georgia, Carolina del Sur y del Norte y Virginia que cuentan con zonas urbanas y/o rurales marcadamente pauperizadas (recomiendo que vean la cinta estadounidense “Winter bones”, de la directora Debra Granik, que es una mirada a la población pobre estadounidense que vive en las zonas rurales, como no tienen ni qué comer y deben de ligarse a las actividades de narcotraficantes que establecen laboratorios allí. Les doy la referencia: http://www.imdb.com/title/tt1399683/).

Sin embargo, dichas empresas son plantas industriales de apenas 2000 o menos personas. Las siguientes, son algunos ejemplos: Hyundai Motor of America, establecida en Montgomery, Alabama, fabricante coreano de autos, que apenas emplea 2000 personas. Firstmark Aerospace, establecida en Creedmoor, Carolina del Norte, pequeña empresa que fabrica partes y equipos para la aviación, apenas emplea 65 personas, pues usa sofisticado equipo que no requiere muchos obreros. Comatrol, establecida en Easley, Carolina del Sur, es una empresa que diseña herramientas para equipos hidráulicos, y apenas emplea 200 personas. Kemet, compañía que fabrica capacitores para equipos electrónicos, desde celulares, hasta computadoras e instrumentos de navegación, sólo da empleo a 500 obreros. Atlas Lightning Products, establecida en Carolina del Norte, fabrica equipos de iluminación más eficientes que los convencionales, pero sólo da trabajo a 100 personas. Hartness International, establecida en Greenville, Carolina del Sur, es una empresa líder en la fabricación de empaques y envases para la industria refresquera, pero apenas emplea a 500 personas. Wabted, establecida en Duncan, Carolina del Sur, es una empresa que fabrica equipos para ferrocarriles, desde los frenos, los acopladores, hasta los conectores que toman la corriente de las vías para que puedan moverse los trenes, pero apenas emplea a 325 personas (regularmente sólo emplea a 200 obreros, pero recientemente un gran pedido de piezas para el metro neoyorquino le hizo contratar a los 125 extras, como se ve, no gran cosa). Por último, un ejemplo más que demuestra que las nuevas industrias no crean demasiados empleos es el de Centurion Medical Products, que fabrica equipos médicos para cirugías y apenas si da empleo a 120 personas.

Así que, como puede verse, no es tan alentador que, según el principio que establece que mientras el aumento de la productividad destruye empleos por un lado, por otro, crea más, de nueva categoría, las nuevas empresas, en efecto, crean trabajos, pero no en el nivel requerido. Si así fuera, el desempleo actual tan elevado, habría sido mitigado desde años atrás (de hecho, la tendencia de desocupar gente al aumentar la productividad, se da en todos los países. Por ejemplo, cifras recientes para México indican que desde el año 2003, mientras que la producción industrial creció 18.7%, los trabajadores ocupados disminuyeron 2.5%, al igual que sus salarios, que ni siquiera aumentaron ligeramente, como sucede en EU, sino, al contrario, se contrajeron 3.7%. Es la contradictoria realidad del capitalismo salvaje, emplear menos gente con el tiempo, pero fabricar más, ¡lo que exige muchos más consumidores! Esto, ¡¿cómo!?, con tanto desempleo).

Además, si así fuera, que el aumento de la productividad no desemplea, ni habría la altísima tasa de desempleo mencionada, que ha rebasado incluso las de otras recesiones y crisis económicas recientes, como la de 1990 o la del 2000, ni tampoco, en un desesperado esfuerzo, ahora por rescatar a tantos millones de desempleados, Barack Obama habría lanzado hace unas semanas su “ambicioso” plan de invertir 447,000 millones de dólares para tratar de revertir tan grave problema, que si se deja al azar, ya muchos analistas han advertido que se incrementaran las recientes protestas sociales que se han dado en los meses y semanas recientes, en poco tiempo se podrían estar iniciando profundas crisis de masificación de protestas y descontento social que culminarían con violentos estallidos sociales, comparables, quizá, a lo que ha sucedido en los países árabes, como Egipto, o en países europeos, como España (ver en este mismo blog mi artículo “De nueva cuenta la fiebre del oro o de cómo EU está quebrando”).

Al momento de escribir estas líneas, por ejemplo, hay una protesta justamente en el corazón financiero de EU, nada menos que en Wall Street, en donde cientos de jóvenes, convocados a través de las redes sociales están protestando en contra de los barones del dinero, de los que dicen, han robado su presente y están robando su futuro, empobreciendo cada vez más no sólo a los que ya son de por sí pobres, 46 millones de estadounidenses, sino a la cada vez menos abundante clase media. Dicho movimiento, bautizado con el nombre “Ocupa Wall Street”, ha recibido un gran apoyo por parte de personalidades y agrupaciones de todo el mundo. El cineasta Michael Moore y el lingüista Noam Chomsky han asistido y ofrecido su solidaridad con los jóvenes manifestantes, pues el algo que nunca antes había ocurrido.

Ante eso, de todos modos el capitalismo salvaje, en su afán de mostrar sus “bondades”, sigue manipulando las estadísticas a su favor, con la ayuda de inescrupulosos economistas y centros de pensamiento (think tanks), con tal de continuarse presentando como la “única” alternativa viable”, la que, sin embargo, desde hace mucho tiempo ha demostrado ya no serlo.

Contacto: studillac@hotmail.com