lunes, 26 de enero de 2009

La muy lucrativa y globalizadora industria del ocio: el caso Six Flags.

La muy lucrativa y globalizadora industria del ocio: el caso Six Flags.

por Adán Salgado Andrade



Parque de diversiones “Six Flags”. Ciudad de México. Desde la ubicación del así llamado “parque temático” (theme park) Six Flags, se nota el elitismo urbano, ya que el lugar está localizado muy cerca de Santa Fe, una de las zonas más exclusivas de la ciudad de México, al suroeste de ésta. Por lo mismo, la lejanía de buena parte de otras zonas citadinas, de entrada, lo vuelven inaccesible. Es casi una necesidad llegar en auto, y aunque en la página electrónica del parque se dan opciones para llegar (principalmente para personas que vengan de provincia, las de medios a altos ingresos, claro, pues son los que puede darse ese lujo, como veremos), sobre todo desde las estaciones de autobuses foráneos, el transporte público hacia el sitio es caro y poco eficiente, debido a la citada lejanía. Una fachada de grandes arcos de piedra, con el logo de “Six Flags”, dan la bienvenida a los ansiosos paseantes, ávidos de emociones sin fin y de “diversión de primer mundo”, ¡VIP!, dentro del parque.
El lugar, conocido anteriormente como “Reino Aventura”, buscó desde su fundación, en marzo de 1982 (por cierto que en plena crisis económica, durante los últimos, conflictivos meses del sexenio de José López Portillo), “revolucionar” el concepto de diversión, dejar atrás, en un muy disneylandesco estilo de primer mundo, lo hasta entonces conocido y concebido como “recreación”. Sí, a partir de ese momento no sería ya “cool” ir de día de campo a la Marquesa o ir al parque de la colonia a jugar fútbol, o asistir a la feria local, la de anticuados, “peligrosos” y viejos juegos… No, “Reino Aventura” ofrecía un “novedoso concepto recreativo” comparable con, por ejemplo, Disneylandia, con tal de que los aires modernizadores y occidentalizadores, imprescindibles para que todo país subdesarrollado aspirara al desarrollo, nos tocaran con lo más adelantado en tecnología de la diversión. Y fue como en alrededor de 45 hectáreas de fértiles terrenos se erigió dicho parque, cuyo concepto original, con algunas variantes, se ha mantenido hasta nuestros días.
Y ya es entrar al estacionamiento, que comienzan a ofrecerse ciertos privilegios para aquéllos que, no conformes con asistir a ese elitista lugar, pueden proporcionarse lujos extras, con tal de que destaquen de entre el resto de las ansiosas masas de divertientes. Por pago anticipado del estacionamiento, más un cargo extra (alrededor de cien pesos, unos siete dólares), se le ofrece al visitante dejar su auto en “lugar preferencial”, destacando el empleado (con un pregón que la empresa le exige repetir tal cual a cada automovilista, so pena de ser amonestado, como nos explicó luego un ex trabajador), un joven muy quemado por el sol, “para que cuando se vaya, salga rápido y no se entretenga con las aglomeraciones que se hacen”. Si ese primer “sablazo” no es aceptado, entonces ya se habrá logrado un primer ahorro, un pequeño porcentaje, sin embargo, en vista de los altos precios que por todo se cobran en el lugar, como veremos.
Por varios años el parque se llamó “Reino Aventura”, hasta que en 1992 se reestructuró para hacerlo más atractivo y se bautizó como “El nuevo Reino Aventura” (se compraron más juegos y fue cuando se adquirió a la famosísima ballena Keiko, con tal de hacerlo aún más atractivo). De nueva cuenta, en 1995 (año de otra brutal crisis económica, la del “efecto tequila”), cambió su administración y se le volvió a llamar “Reino Aventura”. Finalmente, en 1999, la empresa estadounidense “Premier Parks”, dedicada a operar parques temáticos por todo el mundo, compró “Reino Aventura”, al que bautizó de inmediato como “Six Flags México” y adoptando ella misma algún tiempo después el nombre de “Six Flags, Inc.”, dado que ya por entonces se había popularizado aquella denominación. Esa compañía es la más grande operadora de parques temáticos en Estados Unidos y tiene varias franquicias en otros sitios, como en el que entramos en ese momento.
Y al acercarnos a la taquilla, a pesar de ser domingo, la cola de espera no es tan larga, quizá, razono, porque aún con todos los “granes atractivos” que contiene Six Flags, las sombras de la depresión económica mundial se comienzan a sentir. Sobre todo por los altos precios que se cobran para acceder. Así, la entrada “general”, con derecho, supuestamente, a todos los juegos, cuesta nada menos que $315 pesos (unos 22 dólares), en un país en donde el ochenta por ciento de los sueldos son de dos salarios mínimos cuando mucho, o sea, unos 107 pesos diarios (7.64 dólares), es decir, le costaría a un trabajador que percibiera esa cantidad alrededor de tres días de labor entrar al lugar (o seis días, si sólo ganara un sueldo, como sucede con el 60% de los trabajadores). Pero también se ofrecen privilegios para quien esté dispuesto a desembolsar “un poco más de dinero”. Así que por $590 pesos ($42 dólares), se puede adquirir el llamado pase “VIP”, el cual le concede al desahogado comprador, que se pueda subir a todos los juegos, sin restricciones, al igual que el pase general, pero sin tener que hacer fila (aunque más tarde pude apreciar que, de todos modos, los portadores del pase VIP, debían de formarse y esperar turno), sobre todo en las diversiones que son consideradas como las “más cotizadas”: la montaña rusa (roller coaster) más alta que hay, bautizada como Superman, la de Batman, segunda en altura o el Kilawea, una suerte de grandísimo martillo, que también somete a sus usuarios a violentos movimientos de giros y caídas libres. Pero además con ese privilegiado pase, se cuenta con “asientos preferenciales en los espectáculos que se ofrecen”: el show de delfines y elefantes marinos del acuario y uno en donde se reproducen escenas de Batman y sus personajes, con acrobacias y doblajes, a un lado de esa ya mencionada montaña rusa, nombrada como el legendario hombre murciélago. Habiendo, quien esto narra, adquirido el boleto normal, por supuesto, ya por fin se pasan los torniquetes para entrar a “la diversión sin límite”. De inmediato nos recibe una ambientación de fábula, de cuento de hadas, donde no existe pobreza, ni marginación, ni problemas sociales, ni descontento… no, al contrario, todo mundo se ve contento… ¡contentísimo! Y ya comienzan también a aparecer los infaltables juegos mecánicos, de fabricación estadounidense la mayoría, dado que justo es en Estados Unidos en donde se da la imposición de una supuesta recreación basada en el empleo de máquinas que someten al usuario a giros bruscos, deslizamientos de más de 100 kilómetros por hora, sacudidas, rotaciones, traslaciones… de tal manera que, incluso, se debe de contar con una adecuada salud y ciertas condiciones para emplear tales instalaciones, lo que claramente se advierte en los letreros colocados a la entrada de cada uno de esos “divertidos” juegos (por ejemplo, se indica que no deben de padecerse males cardiacos, ni estar recién operados o bajo efecto de drogas o alcohol). Compañías como Arrow Dynamics (EU), Bolliger & Mabillard (EU-Suiza), Bradley and Kaye (EU), Chance Rides (EU), A+Playgrounds (EU), Atomic Themeworks Mfng. Inc. (Canadá), Koala Playgroup (EU), Phunzone (EU), West Coast Netting (EU), Worlds of Wow! (EU), entre otras, fabrican el tipo de juegos mecánicos que pueden hallarse en los parques temáticos de todo el mundo, tales como Six Flags, de la cadena estadounidense con sede en Texas, lugar en donde, en 1961, se creó el primero de sus parques, como competencia a “Disneylandia” que, por aquel entonces, era pionera en ese “revolucionario” concepto de diversión, mezcla de juegos mecánicos y ambientaciones de lugares fantásticos o legendarios, tal y como también se hizo con “Reino Aventura”, en el cual, desde su fundación, se ofrecían “mundos” como el marroquí, el francés, el suizo, el vaquero… y un estereotipado concepto del “mundo de los niños”.
Y es que todo dentro del capitalismo tiende a mercantilizarse, pues cualquier actividad que permita obtener una ganancia será abordada por aquél, especialmente en los críticos tiempos en que estamos viviendo, con recurrentes crisis y recesiones mundiales, como la actual. Así, la llamada industria del ocio ha mercantilizado el empleo del “tiempo libre”, aquél del que la gente dispone cuando no está cumpliendo con ninguna labor, tal como el trabajo o el estudio. En lugar de leer o, como dije, ir de día de campo, jugar, reunirse con familiares o amigos, se le impone, por cuestiones de globalización, manipulación y estandarización social, que comprar diversión, si es que verdaderamente quiere ser “cool”, estar “in” y no “out”. Y para ello existen todas las corporaciones cuya finalidad principal es la del entretenimiento, que además de obtener sus ganancias exclusivamente vendiendo “diversión”, por otro lado, imponen patrones de comportamiento que garanticen estabilidad política y social. Hollywood, con sus taquilleras películas de acción, héroes y aventuras, cadenas televisivas (NBC, CBS, FOX…) con estereotipadas programaciones por cable, las compañías de lujosos cruceros por el mar, la industria de los videojuegos, el muy lucrativo y beligerante pasatiempo del “Gotcha”, que es como “jugar a la guerra” (Ver mi artículo en Internet “Gotcha o de cómo se convirtió a la indeseada guerra en un divertido juego dominical”), los casinos en Las Vegas o los parques temáticos de Walt Disney Inc. (la que también posee estudios cinematográficos y cadenas televisivas, claro) o los de “Six Flags Inc.”, como en el que nos encontramos “divirtiéndonos” en ese preciso instante, además de que, repito, generan fabulosas ganancias (tan sólo Hollywood produce ingresos anuales por alrededor de $35,000 millones de dólares, la industria de los videojuegos logra alrededor de $12,000 millones anuales, los parques temáticos, otro tanto, y así), representan una forma del control ideológico que se ha buscado imponer mediante la “globalización”. Por tanto, la industria del ocio sacará partido de aquellos con dinero excedente como para invertirlo en puro placer y retroalimenta en todo el mundo la idea de que así es como se deben de divertir quienes aspiren a ser “modernos y avanzados”.
Y ahí deambulamos, entre los juegos mecánicos y escenarios de ensueño de Six Flags.
En todos los juegos, además de las advertencias a las que aludo arriba, hay una especie de regla precautoria en cuya parte superior hay tres escalas: una roja, que marca 90 centímetros, por debajo de la cual, ninguna persona, sobre todo niños, con estatura menor a dicha medida puede pasar (pero también seguramente estará la restricción para personas con atrofia corporal, supongo). Una más es amarilla, de entre 90 y 120 centímetros, de acuerdo a la cual, los niños pueden abordar el juego acompañados de un adulto. Por último, una verde, de más de 120 centímetros, la que señala que a partir de esa edad, todo mundo puede acceder, advertido, pues, de las restricciones que señalan los letreros. Los empleados que operan las “sanas” diversiones mecánicas están todos perfectamente uniformados, muy serios casi todos, y repitiendo robóticamente, a cada rato, las medidas que la gente debe de cumplir al subir al juego, como asegurarse o no sacar las manos (lo que de todos modos muchos hacen), lo que no puede cargar (como cámaras de video o fotográficas)… así, todo el tiempo. Un ex empleado, quien nos pidió el anonimato, al que llamaremos Juan, acerca de esas restricciones, no platicó: “Son bastante estrictos los supervisores, debes que tener el uniforme impecable, siempre con el cabello corto, rasurado, siempre promocionando tu producto, si esás vendiendo algo, con tu local presentable y limpio. No puedes hacer absolutamente nada que no sea permanecer en tu puesto parado y aguantando estoicamente, tal cual soldado, esperando mas órdenes de tus supervisores. El charlar con los demás trabajadores no está permitido, tampoco puedes comer ningún refrigerio, a excepción de agua, no puedes distraerte mientras estás en tu sitio, como que leas, escuches música… ni puedes utilizar celulares, ni entrar al parque con dinero o pertenencias valiosas”. Sí, increíble, el ingreso de los trabajadores, según platica Juan, es sin dinero, pues es una carcelaria medida de los administradores para evitar que se queden con el dinero que obtienen por todas aquellas actividades que son “extras” a la entrada general, tales como, por ejemplo, juegos de destreza, como el tiro de dados, de bolas atinándole a un objetivo, el tiro al blanco… y muchos otros, los que cuestan treinta pesos en promedio, pero que en muy corto tiempo, por la momentánea adicción que generan, pueden esos treinta pesos convertirse en 60, 90, 120… ¡mucho más! Y, como dije, para garantizar que los empleados no se queden con nada, es que se les somete a una humillante revisión. “Te revisan al entrar y al salir del área del parque para que no introduzcas o extraigas más efectivo del que debes de reportar al final del día, y te revisan de forma ¡muy minuciosa!, cuidando de que no se les escape nada en absoluto. No, los empleados no se pueden quedar con nada del dinero que se gane en los juegos o establecimientos de alimentos en los que trabajan. Como te dije, entras al área del parque sin dinero propio y sales absolutamente en las mismas. En caso de que te sobre dinero de la cuenta, tienes que reportarlo y tu supervisor se hará cargo” agrega Juan. Así pues, con ese trato de internos de un reclusorio, más que de trabajadores, es suficiente, supongo, para intimidar a los mal pagados empleados, quienes actualmente ganan en promedio $100 pesos por día (unos $7 dólares) por ocho horas diarias, servicio médico, sólo en caso necesario y de vez en cuando, cupones para “gozar”, sus familiares o amigos, del parque. “Sí puedes faltar, pero sólo con previo aviso y no te pagan, aún si justificas tu falta por enfermedad, y tengo entendido que te dan seguro, pero tienes que tramitarlo”, refiere Juan, acerca de los permisos que se dan por cuestiones de salud, así que sí pueden enfermarse los trabajadores, pero dejarán de ganar dinero por estarlo… ¡vaya injusticias! Claro, es entendible que la empresa, con tal de maximizar sus ganancias, trate así a sus empleados, tal y como en una ensambladora de autos, por ejemplo, se someten a fuertes restricciones a sus obreros, con tal de que cumplan eficientemente su jornada. Aquí se fabrican carros, en Six Flags, se “hace diversión”.
Efectivamente, esto más parece una maquiladora en donde el producto principal es la “diversión a raudales”. Los empleados realizan correctamente su trabajo, sin mostrar emoción o gesto alguno (a lo mejor hasta eso les prohíben) ante el griterío que la gente lanza cuando todos, niños y adultos, experimentan la fuertes emociones que les provocan la velocidad, las vueltas, las sacudidas, las rotaciones… a todo lo que los muy sofisticados juegos mecánicos los someten. Pero a decir de mis acompañantes, quienes llegaron a ir cuando el parque era aún “Reino Aventura”, antes la duración era mayor, o los juegos daban dos recorridos. Ahora, simplemente, se demora más en la fila, esperando a subir, que el tiempo que toma sentarse en el carro o vagón del juego, completar el trayecto y salir, entre mareado y estrujado por las sacudidas, la velocidad y las rotaciones. Aunque viendo las veloces subidas, bajadas, involuciones, rotaciones, giros… que más parecen una forma de tortura, que “diversión pura”, considero que en algunos casos, con los dos o tres minutos que toma “divertirse”, basta. Bueno, pero si es cierto que actualmente muchos de los juegos duran muy poco, eso indicaría simplemente las formas en que los administradores buscarían optimizar y eficientizar al máximo sus recursos para obtener la mayor ganancia posible, sobre todo en estos tiempos de recesión económica. Y eso incluye menores tiempos de trabajo de sus máquinas (lo que ahorraría energía eléctrica), cobros mayores, con tal de obtener una ganancia del menor número de personas que entrará a “divertirse” y mayor rigidez con sus empleados, como sigue narrando Juan. “Mira, yo tenía que vender, en el lugar que me asignaran del parque, algodón de azúcar, andaba de aquí para allá, según se necesitara. La mayor parte de las veces me ponían un puesto en un área específica, para permanecer ahí vendiendo el producto durante la mayor parte del día. Y eso era muy desgastante física y mentalmente, porque de lo único que se trataba era de vender y promocionar, sí, la productividad era lo más importante, no importaba cuan cansado el trabajador se encontrara, no, ni siquiera se podía dar el lujo de distraerse un poco para despejar la mente o reponerse físicamente. Yo, como vendedor que estaba a cargo de un puesto móvil, no fijo, carecía de derecho alguno a sentarme, a descansar unos minutos, a pesar de lo largo de tu jornada, no importaba el extenuante sol o cuan agotadas estuvieran tus piernas después de estar parado durante 8 horas seguidas. Mira, ni siquiera te daban un banco para sentarte un rato. Además, cuando no estabas ocupado atendiendo al cliente, los supervisores te exigían que estuvieras durante largos periodos de tiempo en la explanada promocionando el producto, haciendo malabares y maromas para atraer a la gente, aún si no había mas que unas cuantas personas en el área. Te prohibían hablar con tus compañeros vendedores de otros puestos, porque si lo hacías, consideraban que no estabas trabajando y te llamaban la atención. Ni siquiera podías llevar tu ipod o mp3 para, aunque fuera, desabochornarte del excesivo trabajo, porque, pues no atiendes, promocionas o haces algodones con las orejas, ¿no?, entonces, no encontraba razón alguna para que no pudiera escuchar un poco de música mientras atendía a la gente y continuaba con mis actividades.” Este elocuente testimonio de Juan me aclara porque, como comento arriba, casi todos los empleados son tan serios y, digamos, propios. Aunque hay otros, de algunas áreas, como los del acuario, que más bien tendrían otra categoría, como animadores, y por ello es que deben de mostrarse tan alegres y dispuestos a hacer reír a la gente, no tan mecánicos en su actuar (los payasos que mojan a la gente al principio del espectáculo de los delfines y lobos de mar haciendo gracias y volteretas en el acuario, son particularmente, esos sí, divertidos, pero a costa, como señalé, de mojar a varios de los espectadores, lo que pudiera provocar la molestia de algunos). Otro caso es el de las chicas que dan el tour por la llamada “Cabaña del tío Chueco”, singular divertimento construido en pendiente, que simula una casa en donde todo está inclinado y se muestran trucos ópticos en que parecería, por ejemplo, que el agua corre hacia arriba y no hacia abajo. En este sitio también las animadoras aparentan estar contentas con lo que dicen y hacen (muestran los trucos ópticos, recitando un pregón que, supongo, ya está perfectamente aprendido luego de varias veces al día de repetirlo). Sin embargo, la posición que deben de soportar, una inclinación que calculo será de unos sesenta grados (cuesta trabajo permanecer de pie sin sostenerse de algo, pues debido al declive, la gravedad jala bastante al cuerpo), al final de sus actividades, debe de dejarles algunas secuelas, como pies, tobillos y piernas adoloridos, además de la sensación de mareo debido a lo inclinado, que perdura en el visitante aún durante varios minutos de concluido el espectáculo.
Pero a pesar de tales inconvenientes, la diversión y la manera de enganchar a los visitantes con gastos extras a las entradas, deben de continuar. Y la primera de ellas es la casi obligada foto que rapidísimas cámaras digitales toman a los emocionados paseantes cuando están a bordo de los juegos mecánicos, como las montañas rusas u otros parecidos. Las fotos se toman en alguna veloz bajada, así que retratan las caras, entre emocionadas, nerviosas, pasmadas, azoradas, asustadas… los cuerpos tensos, las manos sujetándose fuertemente (aunque hay algunos que, violando las disposiciones, no se sujetan y levantan las manos, siendo esas instantáneas involuntarios testigos de su desacato)… y así por el estilo. Ya cuando los usuarios concluyen su “diversión”, al salir, varios monitores muy estratégicamente colocados, muestran las fotos de todos los que abordaron los receptáculos del juego. Sí, y entonces para adquirir esa décima de segundo de “divertida” temeridad, habrá que desembolsar, según el tamaño de la foto y la cantidad de copias, desde un mínimo de $80 pesos ($5.7 dólares), hasta más de cuatrocientos pesos (casi $30 dólares). Aunque esta vez, a pesar de ser domingo, fuera de que las personas se veían en el monitor que contenía la respectiva foto, pocos fueron los que compraban su instante de fama. Incluso, uno de los supervisores se acercó al lugar y preguntó al empleado, un joven de unos 20 años, que cómo iba la cosa. “Bajón, está bajón esto”, respondió éste, dando a entender que muy pocos estaban comprando sus “divertidas” fotos. La crisis parece pegar hasta a esa instantánea temeridad.
Sin embargo, algo distinto sucede con otros de los divertimentos extras que se ofrecen, como el tiro de bolas en sus distintas versiones (tirar unos dados, encestar una pelota, pegar en un blanco y encestar… y varios más), en donde cada tiro cuesta treinta pesos. Son aquí los niños los más inclinados a intentar esas suertes (como que están diseñados muy atractiva y especialmente para éstos) y fácilmente su tenacidad en pedir (o más bien exigir) a sus padres que les compren tiros, puede llevar a que en muy pocos minutos, cinco, seis o más tiros se paguen, llegando a desembolsar sus progenitores $200 pesos o arriba. Y tiene razón Juan, nuestro ex empleado, al decir que deben de estar los encargados todo el tiempo promocionando el juego y tratando de atraer a mucha gente. Uno, en especial, llama mucho la atención, pues se trata del viejo juego de pegar con un mazo a un cilindro, el cual impulsa un contrapeso que se desliza a lo largo de un poste. Si el golpe es suficientemente fuerte, suena una alarma y el ejecutante del mazaso se gana un muñeco de peluche. Varios lo intentan, pero cuando ven minados sus esfuerzos (el golpe debe de ejecutarse mediante una especial técnica), el empleado hace alardes de su habilidad, más que de su fuerza, y muestra que sí es posible que el contrapeso llegue a la punta del poste y suene la alarma. En una media hora que estuve observando a hombres que trataban de hacerlo, el empleado tuvo que ejecutar unas seis veces el golpe del mazo, lo que me hizo pensar que si no lo hace bien, es decir, con cierta relajación de sus músculos y algo de calentamiento, luego de su turno, también debe de quedar con ciertas secuelas, tales como dolor de brazos, hombros, espalda… pero como dice Juan, todo eso lo deben de hacer forzosamente, con tal de atraer al mayor número de usuarios y disuadirlos a que gasten su dinero.
¿Y a qué horas comen los empleados?, pregunto a Juan. “Tu escoges una hora para comer, puedes llevar tu propia comida o comprarla en el comedor de trabajadores por 30 pesos, según recuerdo, la que incluye sopa, arroz, guisado, postre y tu vaso de agua, pero ese comedor está fuera del área del parque. Sí puedes ir al baño cuando tuvieras la necesidad, pero tienes que encargarle el puesto a alguien, ya sea un compañero o supervisor, en lo que ibas, porque si no, te debes de aguantar”. Así que primero están las necesidades de ganancia de la empresa, antes que las necesidades fisiológicas de los abnegados, sufridos empleados.
Pero en lo que la gente no parece medirse es en el gasto de golosinas, comida chatarra y fast food en puestos y locales diseminados, muy estratégicamente, por todo el parque. Y los precios a los que se ofrecen todos esos “productos alimenticios” son bastante elevados, pues, por ejemplo, una bebida que normalmente en otros lados costaría $4 pesos, como máximo, en el parque cuesta hasta diez pesos. Frituras de poco contenido nutricional, aderezadas con químicos que simulan ser queso o carne (conocidos aquí como “Nachos”), cuestan $45 pesos. Y el colmo son las franquicias de “fast food” que hay allí, como “Burguer King” (¡estadounidense negocio, el complemento ideal para este estadounidense parque!), en donde el precio de sus paquetes es dos o tres veces más caro que fuera del lugar.
Así que entrándole a todo, además de los boletos “VIP” para no tener que hacer fila, una familia de cinco miembros, digamos los padres y tres hijos adolescentes, comprando las atracciones adicionales, las temerarias fotos, adquiriendo golosinas y comiendo allí, comprando souvenirs, pagando por los juegos extras (de hecho hay juegos que requieren un pago adicional), adquiriendo el estacionamiento preferencial… en fin, “gozando de la diversión sin límites que sólo Six Flags puede ofrecer”, podrían fácilmente erogar entre $4000 y $5000 pesos (entre $285 y $357 dólares), o sea, de 40 a 50 días del salario aproximadamente ganado por los empleados de Six Flags, los de los bajos mandos, claro, a los que me he referido en el artículo, obtenido tan difícilmente por ellos.
¿Y te exigen mucho para entrar a trabajar allí?, le pregunto a Juan. “Una solicitud de empleo, dos fotografías tamaño infantil y credencial de elector. No recuerdo que me hayan solicitado alguna otra cosa”, responde. Sería demasiado exigir más para tan bajos salarios que se dan y la rigidez y explotación a la que son sometidos los empleados, casi todos jóvenes de entre 18 y 22 años, según refiere Juan, “aunque los supervisores tenían que ser mayores de 23 años”. Por lo mismo, dice que la movilidad laboral es muy alta, pues muy pocos duran más de un año. “Tres meses después de mi salida, regresé, y había muchos compañeros que ya no estaban y muy pocos que seguían. Y a los 2 años que volví a ir, ya no conocía a nadie de mi área”.
”Aunque conocí a un par de personas que se desvivían con tal de ganar más y ascender a supervisores, no sin haberse dedicado en cuerpo y alma a lo que hacían. Hubo semanas enteras en las que trabajaban 12 horas enteras para obtener $120 en un día, ¡de 9 a 9, imagínate cómo quedaban de cansados!”. Claro, pues como en toda empresa, esas personas fueron presas de la cantaleta de que si se esfuerzan, si “le echan ganas”, pueden ir ascendiendo y quizá, algún día, ser directores o gerentes, clásico discurso que se emplea para disuadirlos a dejarse exprimir aún más, como bien dice Juan.
“Pero nos llevábamos muy bien, a pesar de todo, como que tanta explotación te hace solidarizarte uno con otro”, comenta Juan, acerca de la convivencia que llevaba con sus igualmente explotados compañeros.
Pero, bueno, tanta rigidez ha redundado en que, por fortuna, nunca ha habido un accidente en el lugar (algo positivo en todo esto debe de haber), ni a la gente, ni a los empleados, por lo menos ninguno que Juan recuerde. “Aunque sí te puedo decir que sé de amigos y amistades que han subido ebrios a los juegos, en contra de las indicaciones”. ¡Vaya temeridad etílica!, razono.
Aún con todo y las restricciones, cuenta Juan que de todos modos existía cierta camaradería entre los empleados, se hacían bromas y cosas así. “A nuestra edad no se puede ser tan rígido y propio, y nos las arreglábamos para divertirnos, convivir y bromear entre nosotros siempre que podíamos, cuando los supervisores no estaban cerca, pero siempre de forma sana por supuesto. Aparte, dentro de lo que cabe, nuestro supervisor, en particular, era bastante flexible con nosotros. El problema resultaban ser los demás supervisores, quienes eran en extremo obsesivos y exigentes”. Claro, a fin de cuentas, trabajan en un parque de diversiones, no en una fábrica, y supongo que hay que estar a tono con “la diversión sin límites” que se ofrece.
Llegada la noche, si aún se tienen ánimos para divertirse, puede uno presenciar el show de Batman, en donde una suerte de “stuntmen” hacen acrobacias y suertes que recuerdan las cintas del murcielaguesco personaje (¡vaya, pues no podía faltar tan hollywoodesco complemento para tan globalizada diversión). Y luego viene un colorido, luminoso desfile, de disfrazados y vistosos personajes, con tal de que el público asistente sienta que efectivamente los miles de pesos que gastó resultaron bien desquitados.
¿Pero de verdad no hay forma de que los empleados se queden con algo de dinero?, cuestiono por último a Juan. Se queda pensativo un momento. “Mira, llegué a conocer a compañeros que de una u otra forma lograban sacar el dinero extra de las ventas, por lo regular no pasaba de 100 pesos más, que sobraban de forma misteriosa. Había manera de hacer que los números cuadraran al corte de caja; sobre todo si trabajabas en los algodones. Todo esto, como te dije, a pesar de que te revisaban al entrar y al salir del área del parque muy minuciosamente para que no introdujeras o extrajeras más efectivo del que tenías que reportar al final del día, pero ya sabes lo que dicen: que al final un suicida si realmente quiere morir se suicidará, no importa qué tanto hagas para evitarlo, siempre encontrará una manera de hacerlo”, declara, irónico, sonriente.
Sí, concluyo, quizá sea un desquite ante tantas injusticias cometidas contra ellos en ese globalizado, ideologizante, lucrador parque… ¡o quizá sólo lo hagan por divertirse a raudales también!
Contacto: studillac@hotmail.com

domingo, 11 de enero de 2009

El silencio de Obama

El silencio de Obama

Por Adán Salgado Andrade


La franja de Gaza es una pequeña porción de tierra que mide alrededor de 41 kilómetros de largo por entre 6 y 12 kilómetros de anchura, que se extiende a lo largo del mar Mediterráneo en una de sus fronteras. La otra es con Egipto, al suroeste. Y todo el oriente de este pequeño territorio hace frontera con Israel. Dicho territorio, junto a Cisjordania (llamada también “Franja occidental” o “West Bank”), son las tierras de las que está formada Palestina. Este país perdió durante la primera mitad del siglo veinte casi todo su territorio, debido a las imposiciones colonialistas de Inglaterra que, arbitrariamente, después de la segunda guerra, en 1947, decidieron en las tierras despojadas a los palestinos, establecer a la nación judía, la cual, hasta entonces, por razones históricas, no había tenido un territorio formal (aunque esto no impidió que, ya en esos años, el gran poder económico de los judíos en todo el mundo fuera un hecho). Nació así Israel, país desde entonces muy apoyado por Estados Unidos. Y como fuera creciendo la población original de judíos, su ambición por irse anexando más y más tierras palestinas, fue creando los conflictos violentos de los que, nuevamente, el mundo atestigua uno más.
Independientemente de que Israel siempre ha justificado sus intensos y desequilibrados ataques contra los palestinos por “razones de seguridad”, hay que ver que no son comparables contra el supuesto daño que han provocado los grupos palestinos beligerantes, tales como los ataques guerrilleros o los bombazos suicidas. Y aquí sólo señalaré que en el presente análisis no defiendo la violencia de ninguno de los dos bandos. Nunca he estado de acuerdo, por ejemplo, con los ataques suicidas palestinos contra israelitas, en donde muere gente inocente cuyo único problema fue estar a la hora y en el lugar equivocado (y tampoco, por ende, estoy de acuerdo en los así llamados “ataques terroristas” en ningún lugar del mundo, pues son una forma de irracional violencia que sólo produce caos y generalmente agudiza los problemas que pretenden “solucionar”). Incluso puede ser que en tales atentados muera gente que esté en contra de la represión militar contra palestinos que realiza el ejército israelí. Por ejemplo, un grupo de manifestantes de la izquierda israelí se manifestó hace unos días frente a la casa del primer ministro Ehud Olmert, con mantas que decían “Judíos y árabes se rehúsan a ser enemigos” o “El ejército israelí y Hamas están peleando a nuestras expensas”. Esta última consigna es muy clara en el sentido de que lo que hagan los grupos gobernantes, sobre todo en la defensa de sus intereses, que no siempre son los de sus gobernados, puede estar en contra de los intereses de éstos. Sí, porque podría considerarse poco prudente de Hamas, aún cuando aduce la defensa de los intereses de su pueblo (algo perfectamente entendible y loable), lanzar sus ataques (no comparables a los israelíes, repito) contra Israel, si ya se sabe, por experiencias pasadas, que la brutal reacción de los judíos contra ellos tiene muy lamentables “efectos colaterales”, o sea, la muerte de cientos de civiles inocentes y la bárbara destrucción de infraestructura urbana (edificios, casas, puentes, caminos, escuelas), que para un pueblo pobre, como es el palestino, ha costado tantos esfuerzos materializar y que quizá no pueda volver a tener. Cuánto tiempo, por ejemplo, lleva construir una casa, muchos años... y que en unos segundos un cañonazo de un tanque israelí puede hacer pedazos. En esas lamentables muertes, en esa insensata destrucción, quizá no estén pensando los líderes de Hamas cuando lanzan sus cohetes, por mucho que su solidario pueblo les brinde su incondicional apoyo, el cual, supuestamente, le permite a los combatientes de Hamas instalar sus pertrechos en casas, escuelas, departamentos, sí, hasta servirle, inclusive, de escudos humanos (eso ha empleado de justificación el ejército judío para atacar objetivos civiles, pues, asegura, en ellos se apertrechan armas y guerrilleros de Hamas. Dice que a la gente se le han lanzado volantes informando que “esta zona será bombardeada, favor de desalojarla”. Vaya “amabilidad”, avisar que en unos instantes la casa de alguien será destruida, sin mayor preámbulo, así que se le suplica, muy amable y decentemente, abandonarla, no sea que “vaya a ser lastimado”).
Pero si el gobierno israelí se ha referido siempre a los atacantes suicidas o a los cohetes lanzados por Hamas como “atentados terroristas”, qué se puede decir de los ataques que un ejército profesional, perfectamente armado y pertrechado, está infligiendo contra población civil inocente, de la que ya se cuentan más de 700 muertos, la mayoría mujeres y niños (basta ver en Internet las desgarradoras imágenes de gente muy malherida o de cadáveres de infantes terriblemente mutilados y carbonizados para que la sangre se nos hiele por esas terribles escenas). Y siempre, empleando tal justificación, ha sido que el ejército israelí ha practicado infames bombardeos masivos e invasiones de sus soldados a tierras palestinas. Eso sucedió, por ejemplo, en el 2002, cuando también Israel bombardeó masivamente ciudades palestinas de la franja occidental, tales como Ramala y otras igualmente importantes (esa incursión la llamó “Operación Escudo Defensivo”). En 2003 hubo más ataques, sobre todo contra Gaza. Y en 2006, cuando el brazo político de Hamas ganó las elecciones en la franja de Gaza (victoria que de inmediato deploraron la mayoría de los aliados de Israel, como EU, Inglaterra, Francia, Italia, entre otros), también con la llamada “Operación Lluvia de Verano”, los militares israelíes bombardearon masivamente ciudades palestinas. La razón esgrimida fue que, además de los ataques terroristas, Israel no podía aceptar que un grupo “terrorista” como Hamas estuviera en el gobierno (supongo que al seguir considerando un grupo terrorista a Hamas, le retroalimentó a este su innata beligerancia, aunque hubiera tratado de renunciar a la violencia). Y en ese mismo año también por ataques poco significativos del grupo libanés Hezbollah, como una protesta contra los ataques israelíes a Gaza, contra soldados israelíes (tres murieron, dos fueron heridos y dos secuestrados), el ejército israelí lanzó un desproporcionado ataque contra Líbano, en el cual más de 1000 civiles fueron asesinados, se dañó severamente infraestructura urbana (plantas de generación eléctrica, edificios, puentes, caminos...), además de que se desplazó a más de un millón de libaneses de la zona del conflicto. Y los daños económicos que tan brutal acto de prepotencia militar dejó, aún no han podido superarse en ese país árabe. En el actual conflicto, Israel justificó que fue debido a que Hamas rompió la tregua impuesta, pero lo que no se ha dicho por ningún lugar es que el rompimiento se debió a que Israel asesinó a palestinos “sospechosos” de ser atacantes (un estudio reciente demuestra que el 75% de las ocasiones en que se ha roto una tregua, se ha debido a que Israel ha asesinado a palestinos, sin una firme razón). Tampoco se aclara que el sometimiento por parte de Israel de Gaza es inhumano, pues desde finales del 2006, prácticamente se han cerrado todos los cruces fronterizos, impidiéndose así la entrada de cuestiones tan básicas como alimentos, medicinas, combustibles... Antes de que Hamas ganara el poder, Israel exportaba o permitía la entrada de alrededor de 9000 necesarios artículos a esa región, luego de lo cual sólo autorizó 20 productos, so pretexto de que así se debilitan a los terroristas. Por el racionamiento, por ejemplo, de combustibles y energéticos, se han cerrado plantas eléctricas en Gaza, las que proporcionan un 30% del consumo. Los medicamentos escasean, así como los alimentos (el agua potable, por ejemplo, está a punto de generar una crisis sin precedentes, ya que el acuífero del que se surte Gaza, está sobreexplotado y muestra, además, signos de contaminación del agua marina, que lo está invadiendo, dados sus reducidos niveles, lo que ya está provocando males y enfermedades gastrointestinales entre los gazaítas). Y eso era antes del actual conflicto, durante el cual, se están restringiendo a cero los permisos para el tráfico comercial a Gaza o de palestinos que pudieran pasar a Israel a surtirse de viandas. Por eso en 2006 los gazaítas de plano allanaron la frontera con Egipto, para comprar todo lo básico, como alimentos, que por culpa del cerco judío, ya no podían conseguir. Y en estos días, para empeorar esa situación de emergencia humanitaria, Egipto se sumó a la acción genocida israelí al cerrar su frontera y vigilarla fuertemente con soldados y equipo militar (claro, tampoco se puede esperar nada de Egipto, país en donde hasta las manifestaciones públicas pacíficas siguen siendo consideradas “delitos graves” por la dictadura reinante de Hosni Mubarak). Pero la respuesta ante tanto sometimiento es todavía más sometimiento con los inmisericordes bombardeos y la invasión militar.
Así que los muertos que tantas incursiones han dejado suman miles, en tanto que los así llamados ataques “terroristas” palestinos (los atacantes suicidas o el lanzamiento de cohetes por grupos guerrilleros como Hamas o Hezbollah), desde su inicio no han provocado ni 500 decesos. En el actual conflicto, al momento de escribir estas líneas, van asesinados casi 900 palestinos, contra 14 israelitas, de los cuales 11 eran soldados (6 muertos por error por sus propios compañeros) y apenas tres civiles. Así que si hacemos cálculos, tendríamos casi 64 fallecimientos palestinos por cada fallecimiento judío. Y esa proporción, por mucho que varios analistas traten de justificar las incursiones israelitas como de “legítima defensa”, simplemente es indefendible. Y eso, sólo por el lado del conflicto, pero fuera de él, veamos cómo el mundo, sobre todo Estados Unidos, incondicional aliado de Israel, ha contribuido a su materialización.
Por un lado, EU ayuda militarmente a Israel (sobre todo porque este país es un importante contrapeso dentro del mundo árabe), so pretexto de que las armas que son donadas a Israel son para “legítima autodefensa” o “seguridad interna”. Tan sólo la ya agonizante administración del ineptamente beligerante George Bush, ha ayudado con $2400 millones de dólares (mmd) cada año a Israel y el año pasado, 2008, se planeó aumentarla en un 25%, o sea, unos $600 mdd. Pero no conforme con eso, además del gran negocio que dicha “ayuda” significa para los fabricantes de armas (hay que recordar que EU es el primer fabricante y exportador mundial de este muy lucrativo negocio, el que monta a nivel global nada menos que un billón de dólares), tan sólo en el pasado año de 2008, las ventas de armas estadounidenses a Israel ascendieron a nada menos que 22,000 millones de dólares (esta suma, como comparación, más o menos es el dinero que los inmigrantes mexicanos en EU mandaron a México en el 2007). Entre lo vendido están 75 aviones de combate F-35, nueve aviones de transporte de tropas C-130 y cuatro barcos de combate. Así que si en este infame conflicto hay ganadores, los primeros son los fabricantes de armas como General Dynamics, Northrop Grumman, Raytheon Missile Systems, Boeing, General Electric, AM General... y así. Y sobre esa situación, la New American Foundation (una crítica organización no gubernamental que denuncia el intervencionismo militar estadounidense) señala que es deplorable que armas estadounidenses sean empleadas en un conflicto que a todas luces rompe los acuerdos bajo las cuales pueden emplearse, como es el atacar a población civil inocente con ellas. Además, en un análisis imparcial, esos mismos fabricantes de armas (sean estadounidenses, rusos, chinos, franceses, ingleses, italianos, checos...), también ganarían por la venta “clandestina” de armas al brazo armado de Hamas, las que, se presume, proceden de contrabandistas que operan desde Egipto.
La siguiente ganadora es la recesiva economía de EU, que hará cuanto pueda, con tal de aliviar en algo sus profundos males, provocados, sobre todo, por la debacle financiera, que tiende a agravarse y está muy lejos de tocar fondo (leer en el Internet mi artículo “El convenenciero capitalismo salvaje”). Y si en las soluciones está el vender armas y alentar con dicha acción conflictos bélicos, pues adelante. Esto, desde el punto de vista del capitalismo, es algo lógico, pues las armas, finalmente, son mercancías, cuyo valor de uso (su utilidad, pues), es la de destruir, matar. Así que las guerras son una forma digamos que “legítima” de emplearlas. Y no cuesta trabajo imaginar que las bodegas del ejército israelí estarán llenas de armas, gracias a la “ayuda” militar estadounidense, así que deben de emplearse, no vaya a ser que con el tiempo pudieran caducar y fallar (esto no es especulación. Guerras como las dos de EU contra Irak, sirvieron para disminuir los repletos inventarios de armas que estaban por caducar que el Pentágono poseía). Así que los bombardeos masivos servirían, pues, para emplear y justificar la “ayuda” estadounidense, la cual, de otra manera, no se seguiría dando (aunque de todos modos Israel es excelente para crearse enemigos, otro de los cuales es Irán, por ejemplo) y a Israel no le quedaría más remedio que comprar su equipamiento militar (además de sufragar los gastos que la propia guerra genera, los que se estiman entre 25 y 45 millones de dólares diarios). Los terceros en ganar serán las compañías constructoras, sobre todo israelíes y estadounidenses, las cuales, amparadas por “programas de reconstrucción” (auspiciados quizá por organizaciones mundiales tales como la ONU), deban de rehacer la mutilada infraestructura urbana que está siendo demolida por los intensos bombardeos israelíes (basta ver fotografías de edificios enteros, públicos y habitacionales, reducidos a escombros, puentes, casas, calles), porque algo se tendrá que rehacer, indudablemente.
Y, bueno, pero hasta ahora no he mencionado para nada al señor Barack Obama, que da título a este análisis. Sucede que Obama, tanto para estadounidenses, como para todo el mundo, es una esperanza de cambio que, se supone, ayudará a destrabar todos los problemas en los que está inmerso EU, particularmente la severa recesión económica que actualmente padece dicho país y el mundo entero, además de los problemas que la idiotamente beligerante administración Bush, casi por concluir, ha dejado. Pero analizando las acciones que hasta ahora Obama, como presidente electo, ha considerado, al parecer tal esperanza se desvanece.
Antes de pasar al plano de la ofensiva militar que estamos analizando, veamos de pasada lo que Obama ha hecho en el campo económico, por ejemplo. Resulta que ha referido que más que aliviar directamente las deudas de millones de estadounidenses que han perdido sus casas a consecuencia de la crisis de los créditos, dará preferencia a la reestructuración de las deudas de los negocios y empresas, pues ha declarado que si en realidad se desea reactivar la actividad económica, son precisamente tales negocios y empresas a los que se debe de apoyar, con tal que el efecto multiplicador de rescatarlos se proyecte, enseguida, en la creación de empleos. Sin embargo, algo que no está considerando Obama, es que no sólo rescatando a los empresarios de su país se reactivará a la actividad económica, pues sin el debido consumo por parte de la población, el rescate estará lejos de completarse. Ya declaró que de ninguna manera permitirá que quiebren los bancos, y estuvo de acuerdo con el intento inicial, por parte de la administración Bush, de inyectar más de 700,000 millones de dólares a esos ineficientes barones del dinero. También se declaró a favor de ayudar a las llamadas “Big tree”, o sea, los fabricantes estadounidenses de autos (General Motors, Ford Motor Company y Chrysler) y se mostró muy inclinado a rescatar a esos ineficientes sectores automotrices, con tal de que no se pierdan los dos millones de empleos que generan directa e indirectamente (pero sobre esto, el premio Nobel de economía 2008, el señor Paul Krugman, duda que dicho sector sobreviva en el largo plazo, tanto como consecuencia de la crisis, como también por la agresiva competencia de automotrices extranjeras, tales como las japonesas o las asiáticas). Sin embargo, si el consumo social no se reactiva, de nada servirá inyectar millones de dólares para dicho rescate, pues si se fabrican los autos, pero no hay nadie que los compre, sólo habrá sido dinero tirado a la basura. Y es que este es el clásico círculo vicioso de toda crisis capitalista, pues las empresas afectadas comienzan a despedir trabajadores o a cerrar, lo que atrae como consecuencia una disminución del consumo, lo que llevará al cierre de otros sectores, que implicará más despidos... y así. Por ello, lo que Obama tendría que plantear sería la concesión de créditos a las familias (lo ha dicho, pero de manera muy superficial), para que con dinero público, a través de aquéllas, se iniciara la compra, por ejemplo, de vehículos. Y esto no es otra cosa que keynesianismo puro, en el cual el estado es rector de la economía y los capitalistas crecen merced a la acción estatal. El capitalismo, pues, es un gran oportunista, porque cuando no puede solo, recurre al estado para su salvación, como ahora sucede, que no sólo en EU, sino en todo el mundo se están “rescatando” a los ineficientes, avorazados bancos.
En segundo lugar, Obama ha declarado que está a favor de seguir apoyando a la industria armamentista estadounidense, pues dice que es un “muy importante” sector de la economía de EU, de entre los considerados “vitales”. Claro que es así, pues además de ser el primer fabricante y exportador mundial de armas (es un gran negocio, pues), es parte del dominio hegemónico estadounidense su poderío militar y Obama, de ninguna manera, objetará ese poder. Y si eso seguirá alentando la existencia de guerras, pues las armas deben necesariamente de emplearse, adelante con ellas. Me pregunto, entonces, ¿esa es la ética que el hombre de la esperanza mundial habrá de profesar?
En tercer lugar, en los nombramientos de su futuro gabinete, se está rodeando de gente que siempre ha favorecido la política de hegemonía militar estadounidense (sus constantes invasiones, por ejemplo), combinada con la acérrima defensa del neoliberalismo económico, con tal de que las empresas estadounidense puedan seguir operando a sus anchas por todo el mundo, más ahora que la brutal recesión económica buscará una política de mayor “libre comercio”, mediante la cual, EU venda cuanto pueda y compre lo menos posible. Por ejemplo, Hillary Clinton se pretende que sea la futura secretaria de Estado. Ella fue, al igual que la mayoría de políticos estadounidenses, de las que apoyó, en su momento, la invasión a Irak (aunque ahora, como muchos, se arrepiente de haberlo hecho, en vista del caos que se ha hecho de ese pobre país). Robert Gates, a quien Obama ratificará como secretario de la Defensa, apoyó y gestionó abiertamente las invasiones a Afganistán y a Irak, además de que fue jefe de la CIA durante la gestión de Bush padre, y algo tuvo que ver con el famoso escándalo Irán-contras. Joe Biden, futuro vicepresidente, también apoyó la invasión a Irak y se le considera un “halcón “ de la política estadounidense exterior... y siguen los nombres del futuro gabinete, en donde realmente no hay personajes nuevos, sino que se trata de reciclajes de personalidades que desde la era Bill Clinton han estado allí, para defender los intereses estadounidenses a cualquier costo.
Por último, ansiosamente el mundo ha querido conocer la posición de Obama en el actual conflicto israelí-palestino. El presidente electo se limitó hace unos días a decir que “eran muy lamentables las muertes de civiles en Palestina”, y ya. Sin embargo, uno de sus ayudantes, David Axelrod, se apresuró a declarar el domingo 27 de diciembre del año pasado, casi al inicio del conflicto, que su jefe apoyaba a Israel y que “culpaba” a Hamas de haber iniciado la ofensiva, posición que siempre ha sostenido Bush, por lo que con tales posiciones, Obama no se diferenciaría mucho de su antecesor y no sería ninguna garantía para los árabes que vaya a cambiar mucho su política en cuanto a un tácito apoyo a Israel (lo cual, de todos modos, es vital para la política estadounidense en el Medio Oriente). Y por si eso no bastara, resulta que ya se habla de que Obama nombrará como su “experto” para mediar en los conflictos entre Israel y Palestina al señor Dennis Ross, que actualmente figura como uno de sus “consejeros, experto en asuntos árabes”, quien sirvió durante las presidencias de Bush padre y de Clinton, como negociador para el Medio Oriente. Sin embargo, los árabes siempre lo han tenido como pro-israelí, dado que sus posiciones, en todo momento, han buscado favorecer por encima de todo a los intereses judíos. Además el señor es un “halcón”, pues en un reciente informe del “Bipartisan Policy Center”, para el que Ross trabaja, favorece un bloqueo de gasolina contra Irán, como acto de beligerante presión, así como un “bombardeo aéreo”, si fuera necesaria una futura invasión a ese país, al que se le acusa de estar construyendo bombas nucleares. Así que si esa es la gente de la que Obama se servirá para “arreglar” las cosas entre palestinos e israelitas y, en general, entre el mundo árabe y los judíos (o en el resto de las “promesas” que ha hecho), ¡qué se puede esperar!
Obama ha dicho que ya que sea presidente formal lo escuchará hablar el mundo (ha puesto de pretexto para no actuar en muchos de los urgentes asuntos, que tiene en su agenda el hecho de que respetará la gestión de Bush hasta su último día, posición que me parece muy cómoda). Y la ONU sólo se pierde en discusiones estériles de si condena o no la invasión israelí y si exige o no el alto al fuego (lo último que hizo fue demandar un inmediato alto al fuego, del que EU se abstuvo, por lo que no se considera que tendrá fuerza dicha exigencia, dado que el principal aliado israelita no la aprueba).
En días pasados, incluso un grupo de manifestantes, se apostó frente a la casa de veraneo de Obama, exigiéndole que hiciera algo por los palestinos, aún antes de que se le declarara formalmente presidente y que EU debía de cambiar su política de apoyo irrestricto a Israel. Pero Obama nada dijo, ni siquiera habló con ellos. Así que, ¿dónde quedaron sus declaraciones de campaña de que escucharía a toda la gente para tomar decisiones? Tampoco esa es buena señal de que será diferente de sus antecesores.
Mientras eso sucede, ¿cuántos palestinos civiles, inocentes, habrán seguir muriendo, asesinados por las bombas y las balas del ejército israelita, ante la impasibilidad del mundo y de Obama?

Contacto: studillac@hotmail.com

domingo, 4 de enero de 2009

Conversando con un guardaespaldas

Conversando con un guardaespaldas

Por Adán Salgado Andrade


Ciudad Netzahualcoyotl, México. Guarura, guarro, escolta… todos esos apelativos sirven para referirse a la labor que Ernesto (no empleo su nombre verdadero, por razones de seguridad) desarrolla como vigilante de seguridad. “Sí, pues nos dicen de muchas maneras, pero el nombre oficial es ese”, platica Ernesto. De unos 35 años, tez morena, su robusta complexión lo hace ver como persona ideal para la difícil, arriesgada labor que desempeña. Tiene que, literalmente, cuidarles las espaldas a los importantes banqueros que la empresa de seguridad para la que trabaja le encomiende. Dicha empresa es un corporativo que presta esos servicios y que depende de Banamex, uno de los bancos más importantes de México (no es mexicano ya, pues desde hace algunos años lo compró City Group, el banco estadounidense que actualmente está quebrado, como tantos otros). Por estos días Ernesto es del grupo de seis escoltas que cuida la integridad física de Roberto Hernández Martínez, director justamente de Banamex (banco que últimamente ha quedado muy mal parado debido a las acusaciones de lavado de dinero del narcotráfico que sobre la institución penden). “Pues, mira, el señor nos trata muy bien, siempre nos pregunta que cómo estamos, que cómo está la familia y cosas así… la verdad no es prepotente, es muy amable”, comenta. Claro, pienso, debe de ser así, pues tanto Ernesto, como sus compañeros conocen santo y seña de las personas de las que se encargan, así que es de presumirse que la vida de éstas depende de sus guardaespaldas y de las buenas relaciones que tengan con éstos. Otro grupo cuida a la esposa de Hernández y uno más cuida la integridad física de sus hijos. “A la señora la deben de llevar a todas partes, de compras, con sus amigas o a donde vaya y a sus hijos los llevan a la escuela, una que queda por Reforma… no te puedo decir el nombre“, dice Ernesto. “Y no creas que porque es importante se pasa de listo con otras personas. Por ejemplo, si queremos cambiar de carril, nos dice que pidamos permiso a los otros conductores y que si no nos dejan, que esperemos el chance para cambiarnos. Ya ves que otros cuates nada más te avientan el carro y ya”, agrega, denotando la aparente amabilidad de su patrón, algo que es de tomarse en consideración, razono, en estos días en que casi cualquier individuo investido de la menor traza de poder, es muy dado a mostrar que existe, aplicando una buena dosis de cotidiana prepotencia. Ernesto cuenta que es tan precisa la rutina que deben de cumplir, que incluso si van a llegar al destino que se dirijan por otra calle, eso debe de ser informado. “Lo que sí cambia el señor a diario es su auto, pues tiene como diez carros, precisamente para desorientar al enemigo. Le gusta mucho usar una Hummer y un BMW, pero todos son blindados, te pueden aguantar un cuerno de chivo o hasta una granada, en serio”, refiere Ernesto. Los dos autos que él y sus compañeros emplean son de la marca “Stratus”, fabricados por Chrysler, pero son normales, sin el más mínimo blindaje. “Sí, eso, la verdad, es una desventaja, pues si alguien te quiere atacar, le dispara directamente al chofer, a la cabeza… y luego luego se ve cuando un carro no está blindado, sí, por los vidrios, que son delgados, sobre todo”. Vaya problema, pienso, pues si es tan importante la seguridad del notable, acaudalado personaje al que se cuide, debieran también los autos de los escoltas ser blindados ya que, como dice Ernesto, si los atacan y son eliminados, dicho personaje quedará a merced de los secuestradores – los delincuentes que más deben de enfrentar – que intenten apoderarse de su persona. Claro que dentro del vehículo blindado viajan dos guardaespaldas más, como me explica Ernesto, pero aún así no me parece conveniente que el resto viajen en autos normales. El sueldo de Ernesto es de alrededor de 12,000 pesos mensuales, pero de esos le descuentan los impuestos, así que al final recibe menos de 11,000 pesos. “¿Y por qué te metiste de esto?”, pregunto. Y ya me platica su larga historia. A los quince años se fue a los Estados Unidos, en donde se la pasó más de 16. Se casó con una mexicana-norteamericana, con la que vivió casi ocho años, pero al final tuvo muchos problemas con ella, así que se separaron. Como nunca tuvieron hijos (por problemas de infertilidad) y en vista de que la separación le dolió mucho a Ernesto, decidió que ya nada qué hacer tenía en los Estados Unidos, así que optó por regresarse. Aquí entró primero a un curso para ser policía bancario y comercial. Estuvo como un año trabajando como guardia a las afueras de los bancos o centros comerciales, hasta que un compañero fue invitado por un pariente para trabajar como escolta para Banamex, y ese compañero “me jaló con él”. Vive en ciudad Netzahualcoyotl, muy aglomerada y popular zona al oriente de la ciudad de México, sólo con su madre, la única persona que se preocupa directamente de lo que le pueda suceder. “Pero también me regresé porque como mi mamá ya es grande, pues no quería que se fuera a morir sin volverla a ver”. Y como madre sólo hay una, también la preocupación de la sexagenaria es inigualable para con su hijo. “No, si vieras cómo se la pasa dándome bendiciones cada que salgo y si no llego a la hora que le digo que voy a llegar, ya me empieza a llamar al celular, muy preocupada”. Y eso de que tenga una “hora fija” para llegar, también es relativo. A veces, así es, pero muchas veces “te dice el patrón que lo debes de llevar a una fiesta o a un centro nocturno, y pues no te queda más que cumplir. La otra vez el patrón nos hizo llevarlo a una fiesta. Allí estuvimos como hasta casi las dos de la mañana. Yo llegué a tu pobre casa como a las tres, nada más para bañarme, cambiarme y poner una muda de ropa, por si acaso, pues debía de estar de regreso en la base a las seis de la mañana”. La tal base es aledaña al Zócalo, en pleno centro de la ciudad de México, pues muy cerca del lugar está la asociación nacional de banqueros, justamente los personajes que Ernesto y otros cien escoltas (aproximadamente el número de empleados con los que cuenta el corporativo, según refiere) deben de proteger a riesgo de sus propias vidas. “Sí, mira, pues nos entrenan para proteger, antes que nada, la vida del patrón. Si te tienes que poner enfrente, con tal de recibir un tiro si le disparan, pues debes de hacerlo, sí, tu vida está después, no importa tanto como la de él”. “¿Pero no tienes miedo de que te maten?”, pregunto. “No, pues el miedo no se te quita, vives con el miedo todo el tiempo, que no se te vaya a atravesar un carro, que no vayas a recibir un balazo, que no te vayan a aventar una bomba… no sé, cosas así. A mí, hasta ahorita, gracias a Dios, no me ha pasado nada, pero pues tú tienes que superar el miedo y cuidar a la persona que te asignen, porque si no lo haces, de todos modos te pueden matar o si sobrevives, pues hasta a la cárcel puedes ir a dar, pues te dicen que te pusiste de acuerdo con los delincuentes”, responde categórico. Y como deben de estar en buenas condiciones físicas para el caso que tengan que correr o hacer algún movimiento brusco o de aplicación de fuerza (perseguir y amagar al delincuente, por ejemplo), una hora al día es obligatorio que hagan ejercicio en uno de los dos gimnasios que la compañía posee para tal efecto. Uno es cercano al centro y el otro está en Santa Fe, lujosa zona de la ciudad en la que habitan muchos de los banqueros protegidos de los escoltas, así que como casi siempre sus recorridos terminan allí o en lugares aledaños, varios de los vigilantes prefieren hacer sus rutinas en el lugar. “Es algo que debes de hacer a fuerza y si faltas, te hacen que hagas dos horas al día siguiente, así que es mejor cumplir”. También para mantener su puntería lo más precisa posible, una vez a la semana acuden a un campo de tiro policiaco a disparar sus armas contra un blanco. “Y no te puedes ir hasta que des en el blanco, como se dice”. El permiso para portar el arma que les dan consigna el número de serie de las escuadras 45, reglamentarias, que emplean. Deben de usar, además, un chaleco antibalas que la empresa les da. “Pero ese no te lo pones, porque te dificulta los movimientos cuando debes de agacharte o hacer un movimiento brusco, por eso, la verdad que no lo usamos la mayoría y la empresa no te exige que lo uses, por lo mismo”. Tampoco tienen permitido durante el horario de su labor hablar por sus celulares. “No, y ni llamadas puedes recibir, así que es mejor tenerlos apagados”, agrega. Y si no bastara con tanta restricción, tampoco, por ningún motivo, pueden comer fuera del horario que se tenga contemplado para ello. “A veces te la pasas sin comer hasta en la noche y ya es cuando el patrón manda a traer tacos y nos invita a todos”. Mucho menos pueden beber. “¡No, eso sí que está bien penado, porque pones en peligro la vida del patrón, sí, porque tus movimientos son más torpes! La otra vez a un compañero se le ocurrió tomar en su día de descanso. Al otro día vino medio crudo y cuando trató de desenfundar su pistola, que se da un tiro en el pie derecho. Se estuvo como un mes incapacitado, pero como es muy buen elemento, por eso no lo corrieron”, refiere Ernesto esa chusca anécdota. Dice que por eso, cuando él está en su casa en el día anterior a su descanso, se toma dos o más cervezas, pues de esa manera evita el ir a trabajar en un caso de urgencia. “Sí, porque así pones de pretexto que te echaste una cerveza y ya no te pueden obligar a trabajar”, dice, sonriendo, como dando a entender que esa es una manera un tanto graciosa de evitar en algo las fuertes responsabilidades. “Además, no creas, siempre se necesita distraerse, porque, como te digo, te la pasas muy estresado, a ver cuándo pasa algo. Y por eso yo sí me echo mis cervecitas un día antes de mi descanso, para así pasarme la cruda durmiendo al otro día”. Pues vaya que es tan estresante ese empleo, razono, que hasta Ernesto, de alguna manera, debe de programar su tiempo de asueto. Y según me platica es muy necesario relajarse por lo menos en el día de descanso. “Ahorita, por ejemplo, los compañeros que están a cargo del empresario Alejandro Martí (se refiere al padre de Fernando Martí, el joven que fue secuestrado y asesinado por sus captores, muy sonado caso en la prensa mexicana hace unos meses, sobre todo por la investidura de dicho empresario, dueño de una cadena de tiendas deportivas del mismo nombre), si los vieras, están bien estresados, sobre todo porque el señor ha recibido amenazas de que lo van a matar, de que le van a poner bombas a sus tiendas… entonces, esos escoltas, con cualquier detalle que parezca sospecho, que un carro se les atraviese, ya hasta casi andan sacando sus pistolas. Y en las tiendas, luego le preguntan a la gente que lleva una bolsa, que qué lleva allí… y pues la gente, con toda razón, les dice que qué les importa… o luego si los ven sospechosos, andan tras ellos a ver si compran o a ver qué hacen… y pues también la gente se puede molestar y reclamarles, ¿ves? La otra vez le grité a uno por su nombre, muy fuerte, y que se voltea y que saca su pistola y ya me ve y me dice que no le hiciera eso, que andaba muy nervioso y que hasta casi, casi se andaba divorciando, de los nervios que trae. Fíjate que hasta tratamiento psicológico, una vez a la semana, les están dando”, se explaya Ernesto. Y vaya si los escoltas deben de ser tipos difíciles de tratar, pues Ernesto refiere que de diez, unos seis, en promedio, están separados o divorciándose. Sí, basta imaginar la imagen peliculesca del rudo policía cuya esposa y sus hijos no lo aguantan ya por ser tan neuróticamente estricto y enojón con ellos. Claro, razono, debe de dejar sus secuelas psicológicas una profesión tan sumamente estresante. Así que para Ernesto su soltería sería una ventaja. “Sí, pues además no debo de preocuparme en que alguna vez vayan a amenazar a mi familia por si quisieran sacarme alguna información”. Y ya refiere que en el caso Martí (quien era custodiado también por escoltas de Banamex), al parecer fue un integrante de la corporación el que dio los informes del itinerario del hijo de Alejandro Martí. “Mira, pues se rumora que los secuestradores lo tenían amenazado… no se sabe, la verdad, y que ellos mismos lo mataron. Pero, como te digo, a veces sí hay infiltrados en las corporaciones y ellos son los que les pasan la información a los secuestradores”, señala Ernesto, un tanto reservado. También comenta que el guardaespaldas que iba en el día del secuestro de Fernando (que también trabajaba en la misma empresa de seguridad de Banamex), que al principio se creía muerto, dado que su testimonio era fundamental para culpar a los secuestradores, ahora está bajo resguardo. “Pues me parece que está en los Estados Unidos… no te lo sabría decir bien, pero creo que hasta el nombre le cambiaron y se lo llevaron con toda su familia. Yo lo conocí”. Resulta, pues, preocupante que esos hombres deban de cambiar toda su existencia cuando las cosas no salen bien.
También es claro que los mandos, al menos de esta empresa, están bien relacionados. Comenta Ernesto que el padre de su comandante es guardaespaldas nada menos que del ex presidente mexicano Carlos Salinas, de desafortunado recuerdo (para comenzar “ganó” las elecciones fraudulentamente frente a Cuauhtémoc Cárdenas). Además, varios son ex militares, dedicados ahora a labores de “seguridad privada”. Lo grave del asunto es que dados los índices de delincuencia en aumento que existen en el país (y en el mundo, según sea el caso), este tipo de empresas van floreciendo bastante bien, con las buenas o malas consecuencias que ello conlleve, por ejemplo, por el tipo de empleados que sean contratados, si realmente serán fiables. “Mira, te vuelvo a repetir, lo que sí es que siempre vas a tener infiltrados en todo esto, que les pasen la información a los delincuentes. Ya ves, la hija de Nelson Vargas (se refiere a Silvia Vargas, joven mujer de 19 años, hija de aquél ex funcionario deportivo, quien también fue secuestrada hace más de un año y, por desgracia, asesinada por sus infames captores), su chofer fue el que les pasó el tip a los cuates que la secuestraron, era de la banda”. Como señalé antes, eso de la seguridad privada, tener guardaespaldas, irónicamente hablando, no siempre resulta “tan seguro”.
Por lo mismo, como medidas de “seguridad” para con sus empleados, la empresa les tiene intervenidos su teléfonos particulares, así como sus celulares y constantemente los están “monitoreando”, según refiere Ernesto. “¿Y no te molesta, digo, porque se meten en tu vida privada?”, le pregunto. Se encoge de hombros y me dice. “Mira, cuando te están espiando, se oye un como eco en el teléfono, pero ya si oyen que estás hablando con tu novia o con tu familia, pues ya te dejan de escuchar y ya no oyes el eco. Pero, pues yo digo que está bien porque, como te digo, nosotros tenemos fuertes responsabilidades y no se vale que por unos maloras, paguemos todos”. Vaya resignación, considero, la de aceptar que se les pisoteen sus derechos humanos fundamentales, tales como el tener privacidad en sus vidas, al menos cuando no estén trabajando. Y agrega que si renuncian al trabajo, son vigilados durante cinco meses, todos sus movimientos, con quién platican, sus llamadas telefónicas, si ya consiguieron otro trabajo, sobre todo porque con ellos se llevan demasiados, comprometedores secretos. “Incluso si ven que te estás haciendo de mucho dinero, te investigan para ver de dónde lo estás sacando, pues puede ser que los delincuentes te estén pagando para que les des información”. Y si después de ese tiempo pasan la prueba, pues se les deja en paz, pero siempre serán los primeros sospechosos en el caso de que alguien de cuya seguridad estuvieron encargados sea secuestrado. “Es algo que nunca te quitas de encima”, agrega, resignado. Y si se da el caso de que alguien de ellos sea considerado muy mal elemento, lo que hace la empresa es darle mucho trabajo y con los casos más conflictivos. “Sí, por ejemplo, te llaman hasta en tus días de descanso y no te la perdonan, y te dejan con los más difíciles. Ahorita a los que quieren hacer que renuncien, los dejan con Martí”.
Cuestionado sobre cómo es la vigilancia cuando los magnates a los que cuidan viajan, comenta Ernesto que si van al interior de la república, lo hacen en jets privados. “Sí, pues imagínate, con tanto dinero que tienen, se dan esos lujos”. Dice que antes de que aquellos personajes arriben al aeropuerto, una “avanzada” de escoltas se presenta en la administración, para dar aviso del viaje, debiendo de informarles quién viaja, a qué lugar, cuántos guardaespaldas son, en cuántos autos llegarán, cuántas armas llevarán… todo digamos que detallado, para que, más tarde, cuando el protegido llegue, se le lleve, literalmente, a un lado del avión, para que lo aborde sin problemas. “Es que es por seguridad, sí, lo debemos de dejar a un lado de avión… no puede subir desde el aeropuerto”. Sí, todo lo que ser poderoso puede lograr, pienso. “Y ya en el avión, a fuerza, nos debemos de subir dos escoltas, como mínimo, con el patrón”. Y cuando se trata de vuelos internacionales, dice Ernesto que deben hacerlo en vuelos comerciales y que las medidas de seguridad no son tan estrictas. “No, pues cuando se va a otro país, nada más lo dejamos en el avión y… pues le damos su bendición”, agrega, medio en broma.
Cuestionado en cuanto al tipo de ropa que emplea, Ernesto dice que deben de usar traje, camisa y corbata de lunes a jueves, excepto los viernes y fines de semana, en que pueden vestir casual y el cabello corto. “Bueno, no lo debes de traer como de sardo, pero tampoco puedes andar greñudo. Yo tengo cinco trajes y pues los voy combinando, para que me duren toda la semana. Y ya cuando están muy sucios, pues los mando a la tintorería”. También refiere que si lo desea, puede cargar pistola, aún fuera de servicio. “Pero no es la que te dan en el trabajo. Es sólo si tú te quieres comprar una pistola, por tu cuenta, y usarla. Muchos compañeros, como ya están bien traumados de que algo les vaya a pasar, pues sí usan arma, pero yo no… yo tengo una, pero la tengo en mi casa”. Sea en casa o que la porten en la calle, considero que tener un arma, y de acuerdo al perfil algo violento de esas personas, siempre será una invitación a emplearla… o por lo menos a mostrarla, con tal de intimidar a algún “potencial agresor”.
Ya para terminar la plática, Ernesto me comenta que su patrón es muy dado de visitar a Felipe Calderón, el fraudulento presidente panista de México. “Incluso antes, cuando Calderón era candidato, iba mucho a la casa de mi patrón… y también iba Carlos Slim… y me parece que Salinas Pliego, el de TV Azteca (segundo gran, dominante consorcio televisivo mexicano)… fíjate que dicen que allí le dijeron a Calderón que ellos lo harían ganar, que nada más no les cobrara impuestos, ¿cómo ves?”, dice, denotando cierta incredulidad. Eso sólo confirma que los empresarios dieron todo su respaldo a Calderón y que por eso lanzaron la campaña de odio y de desprestigio contra el candidato del PRD, Andrés Manuel López Obrador. No dudaría que así haya sido, considero, dado el poder omnipotente que esos tres hombres han adquirido con la actual administración PAN-PRI. Sobre todo Slim, cuyo poder es tan grande que hasta su propio cuerpo privado de seguridad tiene, según refiere Ernesto, desconfiando, quizá, del resto de las corporaciones dedicadas a cuidar a los potentados.
“¿Seguirás mucho en esto?”, le pregunto finalmente a Ernesto. Se queda callado por un instante. “Sí, fíjate que sí, porque aquí, mi patrón, que es gente muy importante, te trata muy bien, en serio. Y además, la gente te ve diferente, con respeto… sí, como que te respetan mucho”. Su declaración me recuerda los estudios psicológicos que muestran que mucha de la gente que se mete de policía o de soldado, sufre un fuerte complejo de inferioridad, que se compensa con la investidura de poder que el portar un arma o un uniforme conceden. Sí, quizá el hecho de que Ernesto porte un arma y que en cualquier momento la pueda emplear y matar a quien se considere un “riesgo” para su protegido, sea lo que a la gente le haga verlo con respeto, considero. Muy probablemente a eso se refiera también Ernesto al decir que la gente “lo respeta” siendo un guardaespaldas.

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