Conversando
con un guitarrista mexicano
estudiando
un doctorado en Rumania
Por Adán
Salgado Andrade
“¿Y por qué este
país?”, es lo primero que le pregunta a Luis Ángel cada nuevo rumano que
conoce, justamente en Rumania, país en el que desde hace cuatro años se
encuentra estudiando. Luis Ángel cursó aquí la carrera de
guitarrista-concertista, en la Escuela Nacional de Música, de la UNAM. Hace
cuatro años intentó ingresar a la maestría allí, pero el elitista método con
que se eligen los “candidatos” (la mayoría simples recomendados o, irónico,
estudiantes de otros países), lo rechazó.
“Siempre he querido ir
más allá, no quedarme sólo con la carrera”, dice, por lo que su entusiasmo por
seguir estudiando, lo llevó a investigar en qué país podría continuar su preparación
musical. Así que buscó en el portal de la Secretaría de Relaciones Exteriores,
con qué países existen convenios de intercambio cultural y educativo. De entre
todas las opciones, eligió la menos buscada, irse a estudiar a Rumania. “Mira,
me interesó porque primero me ofrecieron enseñarme el idioma por un año, y
luego empezar la maestría”, explica Luis Ángel, la razón de esa, digamos,
extraña elección. “Sí, me dicen que por qué no elegí España o Italia o
Inglaterra, ¿no? Pero es que por la edad yo ya no podía irme a países como
esos, así que Rumania era la opción”, explica. Los trámites no fueron
engorrosos y como aclara, tampoco su edad, en aquel entonces, 31 años, fue
motivo de rechazo. Todo lo contrario, le fue relativamente fácil conseguir la beca
para seguir con sus estudios.
Y así, haciendo a un
lado temores y suspicacias, animado por su afán de seguir su carrera musical,
Luis Ángel partió para aquel lejano país en el 2011. El apoyo de la beca
incluye el pago de la escuela, así como la habitación en donde duerme y 85
euros mensuales que “no me alcanzan”, como comenta más tarde, durante la
conversación.
Vive en Cluj Napoca,
una ciudad al noroeste de Rumania, distante diez horas de la capital, Bucarest.
Como no hay vuelos directos a Rumania, mucho menos a Cluj Napoca, debe de
llegar a Budapest, la capital húngara, y de allí trasladarse en autobús, el que
le cuesta el equivalente a 300 pesos y tarda siete horas en llegar. “Es muy
pesado el viaje, sí, pues al avión hace como catorce horas y luego debo de
tomar el camión y son otras siete horas”, dice.
Su primer año, sobre
todo, resultó el más difícil, pues fue durante el cual estudió el idioma. Eso
lo hizo en la Facultad de Filosofía y Letras. Allí, se concentran los
estudiantes extranjeros que deben, como requisito, estudiar el idioma un año.
“Sí, al principio no fue fácil, más que nada porque yo no sabía comunicarme. Lo
bueno es que allá la gente habla inglés, sí, ven que eres extranjero y luego
luego te hablan en inglés… y no sólo inglés hablan, sino otros idiomas. Así que
con mi poco inglés que sé, es con lo que trataba de darme a entender”.
Algo que le pareció muy
chusco y hasta absurdo, es que mucha gente ha “aprendido” español viendo, nada
menos que telenovelas mexicanas. “¡Sí, me dicen ‘Televisa presenta’, así, como
muy orgullosos, y ya me empiezan a hablar en español, sobre todo las chicas,
sí, que son las que dicen que así lo han aprendido. Los chavos, no tanto, yo
creo que porque les da pena decir que ven telenovelas, ¿no?”. Sí, sorprende que
esos bodrios jueguen un papel didáctico para el estudio del español.
Dice Luis Ángel que se
ve que la gente tiene mucha facilidad para estudiar idiomas. “No sé, a lo mejor
es porque las letras de su alfabeto las pronuncian por su onomatopeya, no como
nosotros, que les ponemos nombres a las letras y eso, como que les sensibiliza
más el oído”. Concuerdo con él, pues de esa forma, distinguiendo sonidos de las
letras, más que sus nombres, puede facilitarse el estudio de una lengua. De
hecho, cuando le pido que hable algunas frases en rumano, resaltan siseos y
sonidos labiodentales, muy típicos de las lenguas eslavas y cosacas.
Algo que, desde la
embajada, le advirtieron que tuviera mucho cuidado, es con los gitanos, esas
personas que son tratadas como parias en todos los países en los que viven. “Al
contrario, fíjate que me he encontrado con muchos de ellos y son muy amables,
hasta me han invitado a comer”, dice Luis Ángel. En efecto, nada hay más
absurdo que la constante discriminación y humillación de las que han sido
víctimas los gitanos históricamente, quienes hasta deberían de tener su propio
territorio, en vista de que se les puede considerar una comunidad en sí, con
sus propias costumbres, cultura, tradiciones y hasta lengua (ver:
http://www.scottishgypsies.co.uk/early.html).
Confiesa Luis Ángel que
en ese primer año, al disponer de más tiempo, pues sólo se trataba de aprender
el idioma, su vida social fue activa. Conoció a otros estudiantes, también
extranjeros, con los que convivió, y convive, bastante. Uno de ellos es otro
mexicano, Antonio, igual de “loco”, como él, por estar en Rumania, quien
estudia medicina. Otro, es un palestino, Ionas, otro, es chino, Shan Jian, y un
búlgaro, Velikov. Tanto se entendieron que hasta organizaron un tour por varias
de las ciudades y lugares que no es posible visitar si no se cuenta con un
transporte propio. “Sí, nos cooperamos y rentamos un carro, un Renault, de los
chicos, y que nos vamos tres días a recorrer el país. Como no son sitios tan
turísticos, hasta tuvimos que dormir una noche en el auto… pero estuvo muy bien
la experiencia, conocimos muchos sitios muy interesantes”.
Y tanto ha convivido
con esos jóvenes, que le han contado, incluso, relatos muy fuertes, como el de
Ionas, quien le platica los pesares y sufrimientos que se dan al estar viviendo
en Gaza, lugar dominado por el enclave neocolonial llamado “Israel”, que lo
mantiene en una especie de actual holocausto, controlando, reprimiendo y asesinando
a palestinos cotidianamente (ver:
http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2012/04/el-holocausto-palestino-manos-de-israel.html).
Ionas le cuenta que, al no ser reconocida Palestina como país, no puede
ésta expedir pasaportes, por lo que debe de viajar con una especie de
“constancia” que señale que él es de esa nacionalidad. Para salir de Gaza, es
un triunfo, pues se deben de cruzar varios retenes militares, los cuales, por
cualquier motivo, de repente son cerrados y por muy urgente que le sea al
palestino pasar, no puede, tiene que esperar o regresarse, y eso, si en el
regreso los retenes previos no se han cerrado también. Por fortuna, como su
madre es húngara, pudo, ya luego, tramitar un pasaporte de Hungría, con el que
le es más fácil moverse. Su padre es jefe del hospital general de Gaza. Él
estudia medicina. Dice Luis Ángel que hasta hace poco eran prácticamente puros
árabes los estudiantes de medicina, pero que recientemente otras nacionalidades
también lo hacen, sobre todo palestinos y algunos latinoamericanos,
principalmente ecuatorianos y peruanos. “Me ha platicado (nombre), casi
llorando que ha cargado a amigos muriéndose, sin piernas o brazos, por un
bombardeo judío”. Dice Luis Ángel que estremece escuchar esos relatos tan
crudos. “Dices, sí, bueno, en México, tenemos problemas, pero no a tal extremo,
y como que aprendes a apreciar más lo que tienes, ¿no?”, comenta, reflexivo.
Shan Ian, tiene pláticas un tanto más materialistas, como corresponde a
las nuevas generaciones de chinos, sobre todo urbanos, los que gracias al,
hasta hace poco, “milagro chino”, han gozado en décadas recientes de una
repentina, considerable mejora en su nivel de vida, llegando incluso a los
excesos, como los cientos de millonarios que ya se dan o la reciente costumbre
de desperdiciar comida las clases más adineradas, las que al acudir a un
restaurante de lujo, por una absurda “norma social” de casi ni tocar la mayoría
de sus platillos, alientan tal desperdicio. Terrible, desperdiciadora
“costumbre” (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2013/09/china-autoritarismo-capitalismo-salvaje.html).
Shan, al parecer, piensa Luis Ángel, proviene de familia que trabaja en
el gobierno y que es acomodada. De hecho, otro amigo de Shan, también chino, hasta
renta una casa y organiza fiestas frecuentes, en donde contrata caras
prostitutas, de a 200 euros cada una. “¡Uy, me sorprende cómo gasta ese chino,
la verdad, pues yo creo que se gasta en un mes, lo que yo me gasto en un año o
más!”, exclama. De ese tipo son las pláticas con Shan, lo que nos da idea de lo
materialistamente estandarizado que el capitalismo salvaje ha convertido a la
mayoría de los humanos, sean del país del que sean, sobre todo cuando se
carecía de casi todo y de repente se tiene mucho más de lo realmente necesario,
como ha sucedido con China.
Otro caso muy especial, es el de un joven de Ucrania Beshenar Evgeny.
Luis Ángel lo conoció hace más de dos años en el conservatorio y entablaron una
muy buena amistad. Beshenar tenía planeado conseguir una beca de su país para
estudiar música en Rumania. Incluso, Luis Ángel le vendió una de sus dos
guitarras de concierto que tenía. Por desgracia para Beshenar, estalló en
febrero del 2014 el conflicto que llevó a la anexión de Crimea (territorio que
siempre disputó Rusia a Ucrania, como perteneciente, por condiciones históricas
y geográficas, a aquélla), motivo por el cual, desde entonces, ha habido una
guerra entre ucranianos y rusos, sobre todo porque hay más territorios de
Ucrania que se quieren anexar a Rusia (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Crimean_status_referendum,_2014).
Así que como “deber patriótico” Beshenar fue llamado por su “gobierno”
a enrolarse en el ejército para tomar las armas y “defender” a Ucrania de
Rusia. Eso acabó brutalmente con los sueños de Beshenar de estudiar música,
pues se le negó la beca, porque antes está su “deber militar”, así que decidió
huir del país. Como tampoco pudo renovar ya su pasaporte, no pudo permanecer en
Rumania. Luis Ángel no ha sabido más de ese buen amigo ucraniano.
Dice que son muy estrictas las leyes rumanas en cuanto al papeleo
burocrático y que si a alguien se le vence su residencia o su pasaporte, de
inmediato es deportado del país. Suponemos que, como es una nación pobre, lo
que menos le interesa es tener personas de más, que le fueran a incrementar sus
propias carencias, lo que sería razonable.
Y así como ha habido cosas buenas, conocido buenos amigos, también ha
vivido Luis Ángel una que otra mala experiencia. “No, pues yo creo que lo peor
que me ha pasado fue cuando una vez me dio fiebre, porque el invierno estaba
crudísimo, y pues allí me tienes, acostado, muy débil. Era cuando estaba
estudiando el idioma. Y fíjate que ninguno de mis compañeros del cuarto, que
eran puros rumanos, me preguntó que qué tenía o se ofreció a ayudarme. Lo peor
era que hasta abrían la ventana cuando estaba dormido, a pesar de que me veían
todo enfermo, y pues me despertaba y me levantaba a cerrarla, sí. Hasta llegue
a pensar en regresarme, en serio, pues, imagínate, si así se estaban portando,
pues qué me podía esperar, ¿no?”. Sin embargo, fue más su fuerza de voluntad,
que hasta ese deshumanizado, individualista comportamiento, decidió Luis Ángel
pasar por alto.
También, de lo malo, refiere que en una ocasión, fueron sus compañeros
de clase, el profesor y él a escuchar un concierto. El profesor se excedió en
tomar pãlinca, que es un
licor hecho de frutas, muy parecido al mezcal, pero más fuerte, muy bebido en
Rumania. Ya, de regreso, el “bus” los dejó en un sitio que distaba unos veinte
minutos de la casa del profesor, quien además de su embriaguez, llevaba consigo
su portafolio y algunas botellas que le habían obsequiado. “¡Me sorprendí que,
así, rápido se bajaron todos sus estudiantes y se fueron, y eso que muchos lo
conocían ya de años al profesor, y nadie le ayudó! Y yo, pues que me acerco y
que me ofrezco a acompañarlo hasta su casa, porque, pobre profesor, la verdad
es que sí necesitaba que le ayudaran, pero nadie lo hizo”.
Es una de las cosas negativas que ha notado entre los rumanos, no sólo
cierta frialdad, sino un egoísmo, muy mezclado con envidia. “Sí, fíjate que son
muy envidiosos. Yo, por ejemplo, me he hecho de enemistades gratis, sólo porque
me han escuchado tocar, sí, en serio, como que no aceptan que un mexicano toque
mejor que ellos”.
Y también resalta que allá nadie invita nada. “Sí, vas a los
restaurantes o a los bares y cada quien paga su cuenta. Al principio, yo, ya
sabes, como buen mexicano, era bien disparador, y por eso se juntaban muchos
conmigo, pero, ya después, vi que nada más yo pagaba y ellos, nunca, así que
dejé de hacerlo y dejaron muchos de juntarse conmigo”, comenta, jocoso.
Reflexiono que en México una amistosa forma es invitarle algo a alguien, a
pesar de que la mayoría de la gente es de escasos recursos. Claro que se dan
los excesos del clásico “disparador”, que se gasta toda su quincena, con tal de
complacer a sus cuates y comprarles a todos cervezas o tequilas en el antro.
Tampoco debe de ser así. No, los extremos son malos.
Le planteo mi reflexión de que quizá la frialdad que caracteriza a
muchos países europeos se deba a los constantes conflictos bélicos en que se
han visto envueltos, lo que ha llevado a sus habitantes a adoptar una especie
de actitud hermética, indiferente, ante el dolor y el sufrimiento. Mejor
prepararse ante tal sufrimiento, hacerlo a un lado, que llorarlo. Probablemente
sea eso lo que explica, también, el egoísmo al que se refiere Luis Ángel, la
envidia, sí, pues en ese trance de ser tan indiferente, tan frío hacia la vida,
lo único que importa es el éxito individual, sí, triunfar dentro de la cada vez
más brutal competencia social, la idea de que el más fuerte es el que más
triunfará.
Y en ciertos rasgos, algo chuscos, quizá, ha notado Luis Ángel ese
comportamiento deshumanizado. Por ejemplo, en una ocasión que bajaba del “bus”,
como así se le llama allá al transporte público, se ofreció a ayudar a una
mujer de edad que descendió enseguida de él, dándole la mano, acción común en
México (bueno, entre los que aun practicamos normas de buena conducta). La
sorprendida mujer lo miró con extrañeza, con expresión de no creer lo que veía,
ese acto de amabilidad, pero optando finalmente, no sabiendo qué hacer, por
bajar ella sola, como seguramente toda su vida lo ha hecho. “Fíjate que, como
experimento, lo repetí otras dos veces, dar la mano a señoras de edad, y
¡ninguna accedió a que le ayudara!”. Bueno, pues eso es lo que pasa cuando se está
acostumbrado a la mala vida, reflexiono.
Le extraña que ni grupos de mujeres “¡preciosas, de verdad!”, que van caminando por la calle, llamen la
atención de los hombres. “Es raro al que veo que voltea o que les griten un
piropo”, dice. Bueno, habría que ver el lado bueno de ese aspecto, que las
mujeres, al parecer y por lo que ha visto, al menos en esa ciudad, no son
molestadas en la calle.
Algo que también comenta Luis Ángel, y que resulta sorprendente, es que
no hay delincuencia, tomando en cuenta que Rumania es un país pobre, con muchas
carencias. “Mira, dicen que en Bucarest, sí, hay muchos problemas de todo, pero
aquí, de verdad, nunca me han robado. Eso, sí, pues, ya ves, uno trae las
costumbres mexicanas, tomo muchas precauciones, siempre mi dinero bien
escondido y así, pero no, nunca me han robado nada. Lo que sí es que, como te
dije, por las envidias, una vez me descompusieron mi laptop. Salí y cuando
regresé, ya no prendió. Ya, cuando me la revisaron, le encontraron como agua…
yo creo que alguien de mis compañeros, le echó agua, sí… pero nada más. A mi
chica, le han regresado tres veces su celular, que se le olvida en el
auditorio, pero tampoco le han robado”. Reflexionamos que quizá se deba al
férreo pasado que Rumania vivió cuando estaba bajo el control soviético que la
extinta URSS ejerció por varios años, desde 1947 y luego, cuando Nicolás Ceausescu
subió al poder en 1965, quien, con su estado policial, aquel dictador impuso un
draconiano poder, muy al estilo de José Stalin en la URSS de los 1940’s y
1950’s, que perseguía todo tipo de oposición, así como los delitos de cualquier
orden, aplicando la “máxima” soviética, de que en una sociedad socialista, la
criminalidad es “inexistente”. Esa despótica dictadura terminó en 1989, cuando
Ceausescu fue apresado y ejecutado junto con su esposa.
Probablemente, tales draconianos, muy represivos regímenes, moldearon
tanto a los rumanos, que de imponer una forma de forzado comportamiento, éste
se convirtió, con los años, en una forma de vida. “Lo que sí, es que los
rumanos, a los países que emigran, tienen fama de que engañan y roban, pero
aquí, al menos en esta ciudad, no se ve eso”.
Cuando más, dice que los “problemas”, que hasta salen en la televisión
local, son que a una “anciana, le rescató a su gato una ambulancia o cosas
así”. Es otra de las exageraciones del comportamiento rumano, que para
cualquier emergencia, la que sea, llaman los ciudadanos a la ambulancia, y ésta
tiene que acudir, por muy bizarra que pueda ser la “emergencia”. “¡En serio,
casi cada quince minutos oyes pasar una ambulancia. Es muy molesto. Hasta estoy
pensando en poner una queja, porque el ruido es muy fuerte y te desconcentra de
lo que estés haciendo, como tocando la guitarra, por ejemplo”. Sí, imagino que,
en efecto, si siempre resulta tan perturbador escuchar el ulular de una sirena,
lo es más si es a cada rato. Para crispar los nervios.
Señalaba antes que a Luis Ángel, el gobierno rumano, como parte del
acuerdo cultural con México, le da la escuela, así como el dormitorio en el que
vive y 85 euros mensuales (1490 pesos). “¡No me alcanzan, de verdad! Fíjate, yo
gasto en lo necesario, y eso que me limito, más o menos 150 euros al mes (2625
pesos), así que tengo que ver cómo saco los otros 60, 70 euros que me hacen
falta”, dice. La forma en que ha tratado de paliar ese déficit ha sido que, al
principio, como vendió varias cosas, como guitarras y su auto, con eso pudo
solventar el faltante. Su solidaria familia también le ha estado ayudando. Y ya,
desde hace más de un año, imparte clases particulares de guitarra. Sus
estudiantes acuden a su habitación y allí les enseña. Tiene unos diez y
semanalmente a cada uno le imparte una clase, por la que le pagan 25 leones,
como se le llama en español a la moneda rumana (a pesar de que desde el 2007
Rumania ingresó a la eurozona, la integración económica aun no se completa, por
cuestiones de su déficit presupuestal y actividad industrial, pero con lo que
le está sucediendo a Grecia, imagino que Rumania debería de pensarlo dos veces
para su integración económica a la eurozona). Cada león equivale a alrededor de
cuatro pesos.
“Me han dicho que les cobro muy poco, que debo de cobrarles por lo
menos 50 leones la clase”. Y es que allá sí pesa, digamos, al menos
musicalmente, tener una maestría o un doctorado, y la gente no cuestiona que,
por ejemplo, un doctor en música cobre determinada cantidad, por muy alta que
sea, por una clase. “Sí, le pagan sin protestar”. Dice que ya, el año entrante,
cuando haya iniciado sus estudios doctorales en interpretación de guitarra, que
es su carrera allá, es lo que estará cobrando, obligatoriamente.
Y ahora que ya firmó su “contrato” doctoral – como así le llaman allá
al compromiso universitario –, dice que se especifica que tiene derecho a que
el conservatorio le asigne unas horas pagadas de enseñanza, lo cual tiene muy
contento a Luis Ángel, pues, además del prestigio académico que adquirirá,
tendrá más entradas económicas.
Por lo pronto, los 250 leones que cobra semanalmente por sus clases, que
hacen mil al mes, le compensan bastante su magra beca.
Y es que todo es muy caro. Por ejemplo, el “bus” que toma diario para
sus clases, le cuesta 5 leones la ida y vuelta, así que gasta 25 leones
semanales sólo en ese transporte, sin contar el que emplee para otros sitios.
La comida también es cara. Lo que más consume la gente allá, por baratos,
digamos, son los embutidos y es lo que también él come. “Mira, pues como
tenemos cocina en el dormitorio, allí me preparo, para desayunar, unos huevos
con jamón o salchicha, unas papas cocidas y manzana. Y es que aquí se consume
mucho eso, manzanas y papas, sí, son básicos. Y como aquí se producen, son baratos
y es lo que más se come”.
Dice Luis Ángel que son muy consumidas las papas, que allá se
llaman
cartofii y las preparan de
muchas formas, ya sean fritas, cocidas o guisadas. También se consumen
hortalizas en conserva con poco vinagre y sal llamadas
muraturi, como
los
pepinillos en vinagre, que en rumano se llaman
castraveţii muraţi, los
tomates verdes, conocidos allá como gogoneles y la col avinagrada,
varza muratã, la que también sirve para hacer otra
comida típica de esa zona de Europa, el “sarmale”, un muy elaborado y delicioso
platillo, en el que también se emplean hongos, cebolla, zanahorias, tomillo,
eneldo, salsa de tomate, sal y pimienta y se hacen rollos con la col, muy
parecidos a los rollos primavera chinos (ver: https://www.youtube.com/watch?v=gMeZZ0wflno).
Igualmente se toman bastante la ya mencionada pãlinca y la tuica que son los licores tradicionales rumanos, hechos
de frutas como la ciruela, llamada allá prune.
“Sí, haz de cuenta que son como mezcal, pero mucho más fuertes”, dice Luis
Ángel.
Aclara que allí no desayunan, como en México. Sólo se toman una pequeña
tasa de café, muy fuerte y ya. Es hasta el mediodía que comen adecuadamente.
“¡Pero no, yo sí desayuno! Ya ves que es muy importante el desayuno para que
rindas bien, no me he acostumbrado al puro café, no”. Bueno eso muestra que
algunas cosas las tenemos tan arraigadas que no las cambiaríamos, por muy lejos
que estemos del país que nos vio nacer.
Dice Luis Ángel que también se ha acostumbrado a comer mucho una
especie de salsa que se hace con tomate, dulzona, llamada zakuzca, que es así como la salsa
mexicana, que no debe de faltar en la comida (ver:
https://en.wikipedia.org/wiki/Zacusc%C4%83).
También compra un caro
pan, en hogaza, que es muy duro. Él adquiere solo una rebanada, que le cuesta
el equivalente a 25 pesos. “Es que son cien pesos si compras todo, pero,
además, no dura, como que se empieza a podrir, quién sabe de qué lo hagan”,
aclara. Vaya si es caro, sobre todo si nos remitimos a nuestros, todavía,
accesibles bolillos y teleras, que con 25 pesos, podemos comprar entre 12 y 19,
dependiendo de la panadería, además de que no se pudren, como el pan rumano.
Trata de comer sanamente en lo que cabe, pero los vegetales, por
ejemplo, son muy caros y prohibitivos para la mayoría de la gente, incluso para
nuestro amigo. Por ejemplo, dice que un plátano cuesta 2.5 leones, o sea, ¡diez
pesos! “¡Yo les digo que eso cuesta en México un kilo de plátanos y se
sorprenden! Son las cosas que, de repente, te pones a apreciar de México, que
las frutas y las verduras son baratas y que puedes comerlas todos los días”,
reflexiona.
Un aguacate, que ya comienza a venderse allí en autoservicios, cuesta
unos 25 pesos. “Pero, fíjate, que luego veo a gente comprando aguacates bien
verdes, duros, y los escucho que dicen que hay que pelarlos y comérselos así. Y
ya me acerco y les digo que no, que se deben de escoger los más blandos y les
digo cómo se los pueden comer. De hecho, a veces que he tenido algo más de
dinero, he comprado aguacates y les he preparado guacamole a mis compañeros ¡y
hasta se chupan los dedos!”. Claro que es en contadas ocasiones ese
“guacamolero” manjar, pues cuatro aguacates costarían cien pesos, 25 leones,
mucho para el presupuesto del rumano medio y el de Luis Ángel.
Reflexiona que la gente allá es delgada y comen poco. Teorizamos
nuevamente que quizá se deba a las épocas de escases que muchos países europeos
han vivido durante los frecuentes conflictos armados y que sí en esos periodos
la gente tenía muy poco para comer, pues quizá con el tiempo ya se fue
convirtiendo en una costumbre ingerir una dieta limitada. Comparamos, por
ejemplo, con Estados Unidos, uno de los países con mayor índice de obesidad en
el mundo, en donde justamente la disponibilidad de comida casi constantemente,
ha llevado al estadounidense promedio a comer en general bastante, rebasando,
por mucho, las calorías necesarias por día.
Eso también puede explicar por qué se comen tanto las papas, pues este
tubérculo ha sido el alimento por excelencia, tanto en tiempos de paz, como en
tiempos de guerra. Por ejemplo, durante la segunda guerra mundial, las papas
simplemente cocidas, le servían a la gente, tanto de alimento, así como de
fuente de calor durante los crudos inviernos, pues cargaban las papas calientes
entre su ropa, con tal de procurarse calor extra ante las bajas temperaturas.
Sí, quizá esa sea la razón de que coman poco y que las papas sean tan
consumidas, pienso.
Dice que está prohibido el ambulantaje, al menos allí, en Cluj Napoca.
“No ves puestos de comida, como aquí, que hay tacos o tamales, no, no hay
nada”. En cuanto a las tiendas, dice que no hay muchas y venden muy pocas
cosas. “De verdad, ves aquí un Oxxo, y a pesar de que no tiene mucha variedad,
en serio que comparado con las tiendas de allá está surtidísimo”. Venden lo
básico, como algunas frituras, de las cuales no hay mucha variedad (no como
aquí, que hay tantas marcas y variedad de esa, tan socorrida, comida chatarra),
así como cigarros, licor y cosas así.
Eso quizá sea lo que ha llevado al rápido crecimiento de los
autoservicios y las plazas comerciales. Empresas como las francesas Auchan o
Carrefour, tienen varios establecimientos en Rumania, en donde se puede comprar
de todo. Y también se han comenzado a popularizar los malls, como se les llama a estas grandes plazas comerciales, símbolos
del compulsivo consumismo, tan vital para la existencia del capitalismo
salvaje. “Sí, la gente, como no hay mucho qué hacer, va a las plazas a pasear,
sí, has de cuenta que fuera como un parque de diversiones o algo así… y pues
también va a comprar, ¿no?”, dice Luis Ángel, con una sonrisa.
Sí, pienso, si de por sí aquí en México ya se ha convertido una
costumbre ir a tal o cual plaza comercial, a pesar de tantos años de que
existen y de las decenas más que se han ido construyendo, qué no sucederá en
Rumania, un país cuya relativa reciente conversión a la economía capitalista,
he deslumbrado, por decir los menos, a sus habitantes, quienes de no tener casi
nada para comprar, ahora hasta les hace falta dinero para adquirir cuanto
exceso les impone este consumista sistema.
En la, digamos, uniformidad social que se imponía en las economías mal
llamadas socialistas – en realidad, eran economías de planificación estatal
central –, como la rumana, no se distinguía la pobreza, pues todo mundo ganaba
lo mismo y podía adquirir sólo lo que le era asignado y nada más.
En cambio, en el capitalismo salvaje, sí se distingue quién es pobre,
pues las diferencias salariales son las determinantes del poder de compra de
cada quien. Ahora, de nada sirve que halla mercancías en exceso, si muy pocos
las pueden adquirir.
Por desgracia, es una absurda, generalizada tendencia en todo el mundo.
En cuanto a sus clases, dice Luis Ángel que ha procurado nunca faltar a
ellas. “Fíjate que mis maestros hasta me felicitan porque nunca falto. Digo,
pues si a eso vine, ni modo que no vaya a clases. Pero casi todos faltan, en
serio. Nunca he visto a los grupos completos y nunca veo a los mismos. No
entiendo por qué, si están becados muchos, por qué faltan tanto, que, de plano,
ni van todo el semestre. Así, mejor que ni se inscriban y que le dejen el lugar
a alguien que, de verdad, tenga ganas de estudiar, ¿no?”, dice, con lo cual
concuerdo completamente.
Pienso que, entonces, es también un generalizado comportamiento,
inscribirse en una escuela, ganar un lugar a través de un concurso, pero faltar
demasiado o, simplemente nunca
presentarse. Es algo que enfrento, personalmente, en mis clases en la
universidad, que una buena parte de los estudiantes faltan demasiado o desertan
a las pocas semanas. Eso no es valorar lo que se tiene, por desgracia.
Y Luis Ángel, en distintas ocasiones ha entablado conversaciones
durante el vuelo de avión, cuando regresa a México o va a Rumania. Resalta dos
de ellas. “Una vez, iba junto a un español. Venía para México y que me dice que
él estaba muy agradecido con México porque aquí es donde tiene un negocio que
le permite vivir muy bien”. Resulta que el español nada tenía en su país. En
una ocasión, decidió probar suerte en México. Vino y por alguna razón (quizá
por nuestro trato casi divino a muchos extranjeros, sobre todo europeos y
estadounidenses), tuvo muchas facilidades para conseguir un muy buen préstamo
bancario. Con ese dinero montó un taller automotriz en la exclusiva zona de
Polanco, en el que atiende a un acomodado sector de clientes. Y eso le ha
permitido vivir muy bien, viajando frecuentemente entre México y España. “Sí,
me dijo que gracias a mí país, él es alguien acomodado ahora”.
Una muestra de nuestro malinchismo, seguir viendo al extranjero como el
supremo, rasgo característico de lo que yo llamo nuestra “herencia colonial maldita”.
De hecho, particularmente es España, con sus bancos, empresas constructoras, energéticas,
mineras, casinos y muchas más, la que paulatinamente está controlando de nuevo a
México, en una especie de neoconquista española (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2014/06/la-neoconquista-espanola.html).
La otra conversación que sostuvo fue con una mujer húngara, que hablaba
perfectamente el español, y que estudió arquitectura, “una chica, de verdad,
bellísima, como de unos treinta años”, resalta Luis Ángel. La chica le comentó
que desde hace años trabaja para empresas de Carlos Slim, sin abundar más. Pero
lo que sí le recalcó es que aquí la tratan como reina. Refiere Luis que le
comentó que <>. Reflexiona
Luis Ángel que, en efecto, en esos países abundan las mujeres bellas, pero que
no es ninguna ventaja, ya que en todos lados se ven. “De verdad, a donde vayas,
ves puras chicas muy bellas, todas, de verdad, no es por exagerar, pero no ves
mujeres feas”, señala. Sí, cuando abunda la oferta de lo que sea, se pierde el
interés y la demanda se reduce.
Y esa cualidad física de las mujeres de países como Rumania, Hungría,
Serbia, Ucrania y otros de lo que se conoce como Europa Oriental, por
desgracia, ha provocado que haya repuntado demasiado el tráfico sexual con
ellas, al ser muy demandadas por proxenetas y lenones que controlan
organizaciones mundiales que lucran con la trata de personas, especialmente de
mujeres (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2007/11/trfico-humano.html).
De hecho, menciona Luis Ángel el caso de una amiga de Bulgaria, Lora Petrova, que conoció hace años,
por medio de las redes sociales, y que un día fue a visitar a Sofía, la capital
búlgara. Sostuvieron una relación por unos meses, pero dado que los intereses
de ambos diferían, terminaron su encuentros. Un día, Lora le dijo a Luis Ángel
que se vendría a México, y hasta le enseñó el pasaje de avión, de clase Premium, que la persona con la que se
encontraría le había enviado. “¡Imagínate, ese boleto es carísimo! Sólo supe
que era a Valle de Bravo a donde se iba, pero nada más, le perdí la pista”. eso
fue hace cuatro meses. Sólo espera Luis Ángel que no haya sido víctima Lora de
algún explotador sexual o narco, lo cual no sería de sorprender, dado que también
aquí hay una fuerte trata de mujeres de Europa Oriental.
Luis Ángel se ha dado también tiempo para el amor. Tiene una novia que
es de Moldavia, llamada Luminitsa, muy bella y talentosa a sus 24 años, que
también estudia música en Rumania, violín. “¡Ella toca el violín desde los
cinco años, es en verdad prodigiosa!”, resalta Luis Ángel. Le sorprende que se
haya Luminitsa aprendido de memoria el repertorio completo de guitarra que él
toca. La comparo con Mozart o David Garret y está de acuerdo en que ella es
así.
Ha viajado con ella ha Moldavia, país que describe como muy pobre, como
en efecto es, aunque, irónicamente, allí sí hay vendedores en las calles,
además de que la comida es muy barata, “sí, muy parecidos los precios a los de
México”.
Ha podido ir también a Bulgaria (Rumania tiene frontera con cinco países) y refiere que el idioma es tan
distinto, pero, además, no hablan más que el búlgaro, que en esa ocasión, tenía
fuerte necesidad de ir al baño. Se acercó al chofer, al que le trató de
preguntar, primero en rumano y luego en inglés en donde estaban los sanitarios.
Ante la negativa del hombre de que nada entendía, tuvo que hacerle señas Luis
Ángel. “Sí, pues ahí me tienes, poniendo mis manos sobre mi pantalón, así, como
diciéndole que tenía que orinar, ¿no?, y ya que me entiende y que me lleva a
los baños”, dice entre risas.
A mi pregunta de si planea vivir aquí con Luminitsa cuando acabe de
estudiar su doctorado, responde que “pues todo depende. Ella primero quiere
venir a conocer. Es que como le han dicho que aquí hay muchas armas y
violencia, pues lo piensa un poco”.
Y es otro de los temas que resaltan en la plática, que se sabe mucho de
México, tanto cosas negativas, como lo del narcotráfico y las armas, así como
que, últimamente, se ha tratado de promocionar mucho como un país muy
“turístico”, lo que daría en pensar los millones de dólares que la mafia en el
poder ha gastado en publicidad para tratar de limpiar la mala imagen – no
infundada – que se tiene del país.
“Fíjate que luego platico con chavos de allá, que me preguntan que sí
es cierto que aquí en América hay mucho dinero y armas, y les digo que sí, ¡y
dicen que quisieran tener todo eso allá!”, exclama Luis Ángel, sobre todo
porque, hasta donde sabe, es raro que alguien en Rumania tenga un arma y si la
tiene, es un delito o quizá porque sea ex militar. Pensamos que es terrible que
esos negativos rasgos, tener armas, por ejemplo, sean un fuerte atractivo para
los rumanos. Por desgracia, es algo que ha sucedido en muchos países
considerados anteriormente “socialistas”, como en Rusia, que la apertura
capitalista salvaje, ha incentivado el surgimiento de la violencia y de mafias
de todo tipo, además del incremento del mercado negro de armas.
Pero señala que México también está muy presente en las etiquetas de la
ropa. “Fíjate que cuando vas a una tienda y ves la tala de una playera, vienen
dos, una que dice de EU, para la eurozona, ¿no?, y otra que dice México, yo
creo que por tanto consumismo que se da ya”. Claro, consumismo debido a tanto tratado
comercial que nos está obligando a comprar cuanta cosa se fabrique, sobre todo
china.
También resalta que allí se da, como ya sucede en todo el mundo, lo que
yo llamo el facilismo tecnológico, la
creciente tendencia, sobre todo de los jóvenes, a engancharse en el empleo del
celular o de la tablet, pero no para
algo trascendente, como buscar información relevante, por ejemplo, no, sino
para entrar principalmente al Facebook y pasársela así, chateando y chateando durante varias horas. Platica que luego se
asoma por la ventana de su dormitorio y, en efecto, casi todos los estudiantes están
como hipnotizados frente a sus gadgets,
ensimismados en tontas “conversaciones” en FB, observando tontos videos en
Youtube, subiendo fotos o taggeando las
de sus amigos…automatizado comportamiento que han hecho a esta sociedad cada
vez más superficial e inconsciente. Obviamente para el capitalismo salvaje, tal
tendencia resulta más que conveniente, pues es una forma de difusión-inducción
del compulsivo consumismo, tan necesario para aquél. El manipulado ocio es muy,
pero muy lucrativo (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2015/04/la-acondicionante-y-muy-lucrativa.html).
Espera Luis Ángel estar aquí hasta septiembre, pues en octubre inicia
su doctorado, que le llevará a estar en Rumania hasta finales del 2017.
Y su único deseo, al regresar, es que tanto esfuerzo le fructifique
aquí en algo. No tiene tantas esperanzas, pues sabe que el trato en México
hacia la carrera musical es muy discriminatorio, con egresados del
conservatorio o de la escuela de música de la UNAM, desempleados o trabajando
en bares, tocando triviales melodías para “amenizar” la comida de distraídos
clientes.
“Pero, como te digo, yo siempre busco más y más… a ver qué pasa”,
concluye Luis la plática.