viernes, 21 de julio de 2017

Cómo afectó el insensible cierre de una tienda Walmart a una comunidad precaria de Estados Unidos



Cómo afectó el insensible cierre de una tienda Walmart
a una comunidad precaria de Estados Unidos
por Adán Salgado Andrade

En un trabajo anterior, me referí a la forma en que el emporio Walmart y su creciente monopolización de las ventas al menudeo provoca negativos efectos tales como, entre otras cosas, que se pierdan muchos empleos cada que se abre una tienda de esa cadena (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2013/01/los-negativos-efectos-del-emporio.html).
Un estudio realizado recientemente por el ILSR (Institute for Local Self-Reliance) señala que se pierden 150 empleos en el sector de ventas cuando se inaugura una tienda Walmart, además de que 25% de los negocios cercanos, dentro de 6 kilómetros a la redonda, cierran sus puertas. Por otro lado, sus prácticas monopólicas influyen hasta en el tipo de hábitos alimenticios que los resignados clientes deben de adquirir, pues fuera de una muy restringida oferta de productos naturales, tales como vegetales, la mayoría de lo ofrecido es comida procesada o, peor aún, comida chatarra, que ocasiona trastornos alimenticios. El citado estudio señala que en Estados Unidos (EU), actualmente se queda con uno de cuatro dólares que gastan los estadounidenses en alimentos y continúa creciendo, ya que en 37 centros urbanos incluso se queda con el 50% de las ventas.
Por otro lado, esa cadena ofrece condiciones laborales muy injustas, tanto así que en EU son frecuentes los paros laborales exigiendo mejores salarios y menores cargas de trabajo (ver: http://www.salon.com/2012/10/10/walmart_strikers_raise_the_stakes_with_black_friday_ultimatum/?utm_source=OccupyWallSt.org&utm_campaign=edb7a1e66d-Walmart_strikers11_14_2012&utm_medium=email).
Irónicamente, es la cadena que más empleados tiene en ese país, alrededor de 1.4 millones, así que, de alguna manera, debe creerse con el derecho de imponer sus propias condiciones laborales, aunque sean lesivas para los trabajadores, como bajos salarios. Eso sucede porque EU es un país que desde hace años se ha ido desindustrializando. Los empleos en el sector industrial han ido decreciendo y van incrementándose en los servicios, como las ventas, por ejemplo. Y en eso también Walmart está contribuyendo, pues prefiere importar artículos de bajo precio de China, que comprarlos en EU, con tal de ofrecerlos más baratos. Por sí sola, esa cadena importa 20% del total de las compras de EU a China, con lo que también contribuye a la citada desindustrialización. Así que ahora que el racista Trump está amenazando con limitar las importaciones chinas, estaría totalmente en contra de los lucrativos intereses de Walmart.
Y no le ha importado a esa empresa el mantener a raya a las compañías que le fabrican las mercancías que llevan su propia marca, como prendas de vestir, por ejemplo, y venderlas a muy reducidos precios, busca fabricantes que se las hagan muy baratas, justo como en China o Bangladesh, por mencionar algunos. Para que tales fabricantes puedan cumplir con los bajos precios exigidos, someten a sus trabajadores a condiciones extremas de explotación en tales maquiladoras (sweatshops), sin seguridad, ni prestaciones algunas. De eso fue acusada la empresa, cuando un incendio en una maquiladora de Tazreen, en Bangladesh, dejó más de cien trabajadores muertos. Fue revelado que 5 de 14 líneas de producción trabajaban directamente para la empresa. Aun así, en el 2011 Walmart se negó a implementar un programa de seguridad contra incendios, el cual pudo evitar la tragedia. El nefasto emporio alegó que los diez centavos de dólar de incremento en el precio de cada prenda que costaría implementar el programa “no era financieramente factible”. ¡Miren nada más, no valían diez miserables centavos de dólar la vida de tantos pobres, necesitados trabajadores! Fue tan evidente la responsabilidad de la empresa en esa masacre, que muchas organizaciones de derechos humanos y laborales, incluso estadounidenses, han emitido fuertes protestas (ver: http://usas.org/2012/12/07/stop-walmarts-sweatshop-deathtraps/).
Aquí en México es notorio el daño que ha ocasionado la incursión de Walmart casi en todos los lugares, dañando tanto al comercio local, desapareciendo empleos e influyendo en el consumo local, pues al no haber otras opciones (o desaparecerlas, como señalé), la gente compra lo que allí se ofrece. Es, pues, la ventaja del monopolio: el destruir a la competencia y forzar a la adopción de muy convenientes patrones de consumo, pues muchas veces no compramos lo que realmente requerimos, sino lo que se nos induce a adquirir.
Además, está comprobado que Walmart ha impuesto tiendas en donde ha querido, gracias al contubernio con las mafias del poder local, que a cambio de suculentos “diezmos”, le han permitido construir sus tiendas en lugares tan emblemáticos y protegidos como Teotihuacan (ver: http://www.huffingtonpost.com/2012/12/19/wal-mart-mexico-bribe-investigation_n_2331290.html).
Pero así como Walmart ocasiona negativos efectos que, con el tiempo, se van asimilando por el núcleo social afectado, igualmente los ocasiona cuando, una vez alterado todo a su favor, de pronto, la empresa decide, por “cuestiones de la salud de los negocios de la compañía y permitir que siga creciendo en el futuro”, cerrar un espacio, como veremos.
Recientemente, el prestigioso diario inglés The Guardian, publicó una investigación realizada por el reportero Ed Pilkington, en el que muestra justo los efectos del cierre de un “súper centro” Walmart en un condado estadounidense porque ya no resultaba “costeable” (ver: https://www.theguardian.com/us-news/2017/jul/09/what-happened-when-walmart-left?utm_source=esp&utm_medium=Email&utm_campaign=GU+Today+main+NEW+H+categories&utm_term=234322&subid=21873428&CMP=EMCNEWEML6619I2).
Además de mostrarnos la forma en que Walmart perjudicó con el cierre de su tienda al condado de McDowell, en el estado de Virginia Occidental, también vemos cómo el supuesto país más rico del mundo, sufre un cada vez más acelerado deterioro de su economía, lo que lleva a un igualmente acelerado empobrecimiento de su población, la que comparte problemas como los que tendrían los habitantes de país pobre, como México, justamente (ver:  http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2015/11/pobreza-en-estados-unidos-centro-del.html).
Ya hay muchas estadísticas que muestran lo mal que está EU en tantos rubros, para empezar, que un 18% de sus habitantes son pobres, o sea, unos 57 millones, mal sistema de salud (que ahora empeorará si desaparece Trump el llamado Obamacare), inseguridad, violencia y tantos males, tan típicos del mundo subdesarrollado (ver:  http://www.zmescience.com/other/feature-post/charts-us/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+zmescience+%28ZME+Science%29&utm_content=Yahoo%21+Mail).
McDowell es un condado rural que sustentó varios años su economía en la producción de carbón, llegando a su pico en los 1950’s. Cuando los negocios marchaban bien, llegó a tener 100,000 habitantes, muchos de ellos atraídos por el boom del carbón. Sin embargo, cuando el carbón fue gradualmente sustituido por otros energéticos menos contaminantes, como el petróleo, su expansión terminó y la población fue disminuyendo gradualmente. Aun así, Walmart, sin mediar un estudio concienzudo del lugar, decidió establecer un “súper centro”, no una pequeña tienda, como quizá, habría sido lo más conveniente. Así, en octubre del 2005, fue inaugurada la tienda, para delicia de los lugareños, quienes habían estado acostumbrados solamente a pequeños negocios.
Por supuesto que tal inauguración acarreó los señalados problemas que el monopolio Walmart provoca en todos lados. Ente ellos, la desaparición de muchos de los pequeños negocios, los cuales, aunque no creaban suficientes puestos de trabajo, tampoco desequilibraban la frágil economía del condado. Esa fragilidad económica la comenzó a resentir Walmart con los años, pues la disminución en la demanda del carbón, fue provocando la reducción poblacional y, con ello, la clientela. Probablemente si sólo hubiera establecido una pequeña tienda, se habría mantenido (es como aquí, que existen las llamadas Bodegas Aurrera, que son, digamos, una opción en sitios en donde no habrá una gran demanda, pero que son operables financieramente para la empresa).
Pero Walmart apostó a lo grande. Y abrió esa súper tienda, que en su mayor actividad empleó a 300 personas, las que fueron disminuyendo, hasta que, al final, sólo trabajaban ya 140.
Como señalé, no contaba la compañía con que la declinación del condado se agudizaría en años recientes, lo que se expresó en su población, la cual, en el 2016, era de sólo 18 mil personas, o sea, más de cuatro quintos, emigraron a otros sitios, en busca de empleos o de mejores oportunidades.
Y finalmente, cuando ya no fue “financieramente saludable para la empresa”, como expresó una vocera de Walmart al preguntársele el por qué del cierre, a lo que se habían acostumbrado los habitantes de McDowell, de repente, fue brutalmente finiquitado. Un letrero que indicaba “La tienda se cerró el jueves 28 de enero del 2016”, fue la nada sutil partida de Walmart.
Por ejemplo, muchos de los empleos que había creado la empresa, en compensación con los que había destruido, se perdieron. Un directivo afirma que se les dieron a algunos posibilidades de relocalizarlos en otras tiendas. Muchos, resignadamente, aceptaron, dado que si se quedaban allí, ningún futuro les esperaba. En varios casos, tuvieron que mudarse de residencia, pues los enviaron a lugares tan lejanos como Carolina del Sur, distante 600 kilómetros de McDowell. Y los que no pudieron o no aceptaron su cambio, fueron “liquidados conforme a la ley”.
Pero la pérdida de empleos, no fue la única afectación, como señala una de las entrevistadas por Pilkington. Nicole Banks, una chica afroestadounidense de 25 años, trabaja como oficial correccional en una prisión cercana, ganando solamente 1200 dólares mensuales, ya sin impuestos (este salario está apenas por arriba del considerado en el nivel de pobreza, que es de 1085 dólares mensuales). La mitad se los gasta en pagar su auto y el seguro, en tanto que la otra mitad es para que ella y su madre coman y paguen los otros gastos que deben de hacer. Henrietta, su madre, padece una enfermedad congénita del corazón, por lo que frecuentemente se encuentra hospitalizada. Además, tiene problemas de obesidad, que se corregirían si tuviera una dieta saludable. “Mucha gente se está enfermando porque no tienen una dieta saludable, como mi madre. Y ya que la comida mala es la única barata, pues no tienen alternativa”.
Nicole es la única de su familia que pudo estudiar una carrera, Pilkington le dice que, como ella es socióloga, sintetice el problema que ha dejado el cierre de Walmart. “Es ridículo, la gente en este pobre lugar, no tiene derecho a la salud, no pueden conseguir empleos y también la buena comida se ha ido. Ni siquiera podemos satisfacer nuestras necesidades básicas. La gente está muriendo joven”, es su duro análisis. Lo de la comida lo dice Nicole porque Walmart, con sus agresivas prácticas podía ofrecer algo de comida natural más barata o la comida que procesa, también. Pero si la clientela iba disminuyendo, aunque ofrecer comida barata era como una especie de función social, esa empresa no iba a actuar samaritanamente. O hay ganancias, o el negocio se cierra, es su filosofía.
Y lo que dice Nicole de que la gente está muriendo joven, es un hecho, pues de los 3142 condados que hay en EU, justamente McDowell está en el último lugar, en cuanto a expectativa de vida, pues para los hombres es de 64 años, que, como señaló el ex candidato presidencial Bernie Sanders, es la misma de un país africano como Namibia. Vaya punto muy malo para la “reputación” de EU.
Agrega la chica que “La familia Walton (los dueños de Walmart) son billonarios. Desarrollaron un sistema que nos ha empeorado y, encima, nos quitan esas migajas”. Sí, pues son migajas las que les dieron al condado durante diez años, pero la gente las aceptó de buena gana. Y, en efecto, al fortuna combinada de los Walton es de $150 mil millones de dólares, siguiendo la tendencia del capitalismo salvaje de cada vez más concentrar enormes fortunas en unos cuantos individuos a nivel mundial.
Mucha gente que trabaja, justo como Nicole, no puede llegar al final del mes con sus magros salarios, por lo que piden prestado, emplean los vales de comida del welfare o acuden a un depósito de alimentos llamado Five Loaves and Two Fishes (Cinco hogazas y dos pescados), administrado por Linda McKinney y su hijo Joel. Cada tercer sábado del mes, ellos dan gratuitamente comida enlatada y otros diarios satisfactores, tales como papel de baño  a unas 150 personas, que hasta duermen en sus autos aparcados en el estacionamiento del sitio, con tal de alcanzar esa muy necesaria ayuda. No cabe duda que los estadounidenses han caído a niveles nunca antes vistos de pobreza. El fin del llamado sueño americano llegó a su fina hace décadas.
Linda McKinney afirma que la ayuda que Walmart les daba cada mes, la llamada “merma”, como pan, leche y carne, eran de gran ayuda, pero ahora ya ni eso tienen.
Muchos pobladores también han recurrido a sembrar hortalizas en sus casas, para sacar un ingreso extra o hacerse de los alimentos que sus magros salarios no les permiten adquirir. Ya que es una zona boscosa, con buena tierra, se dan algunos vegetales, como coliflores, zarzamoras, cerezas, jitomates, zanahorias y fresas. Muchos tienen gallinas, de las que venden sus huevos. Y no está mal, tener ese tipo de iniciativas, que pudieran generar un ingreso extra (es algo que siempre he pensado que en México nos falta desarrollar, que la gente cultivara alimentos, pues de esa forma se cubrirían aquellos gastos que el precario sueldo que se tiene no permite sustentar).
También, la salida de Walmart, afectó la recaudación de impuestos que hacía el pueblo de Kimball, perteneciente al condado de McDowell, justo el sitio en donde estaba la tienda, el que recibía $145 mil dólares anuales. Al terminar esa percepción, Kimball tuvo que recortar a sus empleados y al resto, ponerlos a trabajar con menos sueldo y sólo cuatro días a la semana.
El gobierno del condado recibía $68 mil dólares anuales, los que se ocupaban para costear escuelas. Pero al cerrar la tienda, ese financiamiento se acabó, además de que a sus empleados les recortó 10% en sus salarios. “Todo lo que le importaba a Walmart era ver cuántos millones ganaba, nunca se interesaron en ayudar a la comunidad”, declara el comisionado del condado, Gordon Lambert. “Cuando no obtuvieron la ganancia que esperaban, se fueron”.
Y así fue. No le importó a Walmart, que, además de los productos que ofrecía, los “saludables”, entre ellos, la gente, como comentan a Pilkington, lo viera como un lugar de encuentros sociales, en donde muchos acudían para platicar con los empleados, varios, amigos de ellos, sobre cualquier cosa, con tal de sentirse acompañados. Incluso, se había desarrollado entre los empleados una gran camaradería. Varias de las empleadas lloraron cuando la tienda cerró, pues, decían, sentían que se les iba la familia que habían hecho allí, conviviendo con los otros empleados.
En fin, nada de eso importó a los Walton, los dueños del emporio Walmart, con ventas anuales de $485900 millones de dólares, equivalente a un 46.45% del PIB mexicano del 2016, que ascendió a $1.046 billones de dólares. Es decir, esa empresa, por sí sola, tiene un poder económico equivalente a casi la mitad de la economía mexicana. O sea, un monstruo.
Aun así, en el 2016, debido a la crisis mundial, que aún no concluye y tiende a profundizarse, Walmart cerró 269 tiendas en varios países, de las cuales 154 estaban en EU, o sea, 57%, lo que muestra lo duro que dicha crisis ha pegado incluso a ese país, el tambaleante centro del capitalismo salvaje mundial. ¿Cuántos dramas, similares al descrito, habrán provocado tantos cierres y despidos masivos?
En el caso de su acción en McDowell, de haber mantenido la tienda abierta, le hubiera beneficiado que, por primera vez, la gente tuviera una opinión positiva de su influencia, no sólo por sus monopólicas ventas, sino como impulsor del ánimo social de ese condado, a pesar de las migajas, que señala Nicole, sólo les dio en diez años.
No, simplemente, si algo no funciona, aunque sea en beneficio de la sociedad, hay que finiquitarlo.
Ese es el mezquino razonamiento del capitalismo salvaje.


sábado, 15 de julio de 2017

Lo que el viento se llevó o los orígenes del supremacismo blanco en Estados Unidos



Lo que el viento se llevó o los orígenes
 del supremacismo blanco en Estados Unidos
por Adán Salgado Andrade

Las obras literarias que han sido llevadas al cine adolecen, casi siempre, de la esencia que los autores quisieron plasmar en ellas. Es el caso de la novela “Lo que el viento se llevó” (Gone with the wind), escrita por la autora estadounidense Margaret Mitchell y publicada en 1936, la cual, leída, es evidente que se trata de un velado reproche por parte de la autora de cómo el Norte, los yanquis, impusieron por la fuerza, tanto el final del esclavismo en el sur, así como que acabaron con un estilo de vida que, para los sureños, era idílico, espléndido, de ricas plantaciones, con “gente blanca, linda”, disfrutando de lujos, y que, sobre todo, era “amable” con los esclavos, los que contribuían pacíficamente a ese estilo de vida, sin protestar.
Llevada a partir de la historia de Scarlett O’Hara, la novela relata, no sólo su imposible amor por Ashley Wilkes, un intelectual de la época, sino todas las peripecias que pasa para lograr, finalmente, su bienestar económico, perdido por la guerra de secesión, incluso, casándose con Rhett Butler, un especulador y comerciante sin escrúpulos, gustoso de la gran y cara vida. Scarlett es mostrada como una ambiciosa mujer, sin ningún escrúpulo para hacer de las suyas, por ejemplo, casándose por interés, como cuando lo hace con Frank Kennedy, antes de Butler, con tal de conseguir el dinero para rescatar a Tara, la plantación que ella hereda de su padre. Kennedy, estaba comprometido con Suellen, la hermana de Scarlett, pero eso, a ésta, no le importó.  Ni tampoco pone objeciones de contratar a presos, para que trabajaran en sus aserraderos, los que compra, aun a costa de contrariar a Kennedy y a la conservadora sociedad de Atlanta. Pretextó a su escandalizado esposo que, como la tienda de él no dejaba demasiado dinero para sostener su hogar y a Tara, ella debía de ver la forma de obtener más ingresos.
Como señalé, en la cinta de 1939, realizada por David O. Selznick, se muestra una simple historia de amor, con no muy feliz final, éste, sí, descrito justo como en el libro, muy probablemente, para mantener algo de la esencia que Mitchell quiso transmitir.
Pero al leer la larguísima novela (1046 páginas, en mi edición, que es la primera, en inglés, de 1936, publicada por The MacMillan Company) y todas las extensas reflexiones que, a través de los personajes, hace la autora, es evidente que se trata, como dije, de una exaltación de la vida sureña y lo que habría de conocerse como La Causa Perdida (The Lost Cause), que así se le llamó a la derrota de los Confederados en la guerra de secesión contra el Norte. Los yanquis, como eran despectivamente llamados los unionistas por los sureños, aunque derrotaron militarmente al Sur, la Causa Perdida deja en claro que no pudieron conquistar su espíritu de lucha. Y el Norte tuvo que ceder a las exigencias del Sur para que se diera una especie de “reconciliación” entre ambos.
Claro que Mitchell cuida muy bien, en esta apología del Sur, de no mostrar la verdadera cara de los esclavistas, quienes, como el padre de Scarlett, Gerald O’Hara, eran, según ella, amables y considerados con los esclavos afroestadounidenses, los llamados coloquialmente darkies, no ofensivamente, así, como si aquí dijéramos los “negritos”. Incluso, los mismos personajes negros de la novela, como la nana de Scarlett, Mammy, aceptan de buena manera su condición de sometimiento, sin protestar. Por ejemplo, cuando ella y Scarlett van a Atlanta, una vez derrotados los Confederados, la fiel nana se escandaliza cuando pasan entre “negros liberados”, a los que acusa de ser “basura” y cretinos “justamente como la basura blanca que los liberó”. Así, Mitchell-Mammy vierte su juicio igualmente contra los yanquis, a quienes, a lo largo de toda la novela, personajes como Scarlett y otros, no dejan de despreciar y calificar de bandidos, salvajes, violentos y cretinos. Enfatiza bastante que, una vez concluida la guerra, varios oportunistas y especuladores yanquis, iban hacia el sur para hacer los grandes negocios.
Omite Mitchell referirse a crueles episodios históricos, como los narrados en el libro “Doce años como esclavo”, escrito por Solomon Northup, un afroestadounidense libre, nacido en el norte, que fue secuestrado por traficantes esclavistas sureños. En la obra, narra cómo todos eran sometidos cruelmente, sufriendo constantes castigos corporales, azotándolos, marcándolos con hierros candentes, igual que al ganado y cazados y hasta asesinándolos si se atrevían a huir.
Tampoco deja de señalar Mitchell la aparente contradicción en el objetivo primordial de los yanquis, el de liberar a los negros, sobre todo, en un pasaje en especial. En una parte de la novela, Scarlett platica con las esposas de militares yanquis, a quienes vendía madera producida en sus aserraderos para que construyeran sus casas. Una de ellas le pregunta que si no conocía a una buena nana, pues la irlandesa que tenía, había renunciado. Scarlett le dice “¡Ay, pues nada como conseguir una negra que no esté tan maleada y verá qué buena nana es!”. La mujer, horrorizada, le replica “!Ay, no, no, yo quiero una irlandesa… no me arriesgaría a que mis hijos fueran cuidados por una negra que, quién sabe que mañas y costumbres tenga”. Scarlett, conteniéndose de abofetear a la mujer yanqui, le replica que, entonces, por qué habían hecho la guerra y habían destruido el estilo de vida sureño. Y la mujer, muy altanera, le dice que “¡Ah, no, yo no, a mí no me importan para nada los negros, yo no hice la guerra y a ese negro, es al primero que veo!”, exclama, refiriéndose al tío Peter, el chofer de Scarlett, el viejo negro que desde hacía años trabajaba con la tía de ella. Scarlett se aleja, enfatizando que Peter es familia, enfurecida por lo que acababa de escuchar.
Es muy conveniente señalar que Mitchell se basó en muchas historias recogidas desde niña en reuniones con viejos parientes, como tías abuelas, abuelos o veteranos confederados que participaron en la guerra, por lo cual, podría decirse que su recolección de hechos pudo haber sido mayoritariamente por transmisión oral, o sea, hechos verdaderos, mezclados con recreación popular. Por lo que es muy probable que muchas de las historias que refiere, realmente hayan sucedido. Si es así, podría uno cuestionarse qué tan válida fue la justificación que el Norte objetó para declarar la guerra al Sur, la cuestión del esclavismo. No dudo que para muchos, además de Abraham Lincoln, era inaceptable que los sureños siguieran explotando y maltratando a los esclavos afros. Pero muchos otros, los carppetbaggers o los scallawags, vividores y ladrones a los que se refiere Mitchell, justo como Rhett Butler, vieron en la guerra, solamente una buena oportunidad de enriquecerse, aún a costa de matar de hambre a los sometidos sureños y aparentar que estaban “hombro con hombro”, con los liberados afros. El mismo Rhett Butler le decía a Scarlett que si “la construcción de una ciudad es buen negocio, la reconstrucción lo es más”. Y este personaje no tuvo empacho, durante casi toda la guerra, en evadir enrolarse y, en lugar de eso, realizar un contrabando, gracias al cual obtenía armas para los confederados, comprándolas a los yanquis o a los ingleses, a quienes vendía el algodón sureño y compraba cosas como ropa de moda, para revenderla carísima entre los sureños de alto abolengo. De hecho, al final de la guerra, declara, cínico, que, gracias a sus “sucios negocios”, se había apropiado de muy buena parte del oro de los confederados, el cual tenía depositado, muy convenientemente, en bancos ingleses. “Así, yo y sólo yo, puedo disponer de mi oro cuando yo quiera”, se jactaba con Scarlett.
Por tanto, no es difícil concluir que la causa antiesclavista, noble, por supuesto, fue muy buen pretexto para la expansión capitalista del más desarrollado Norte, con lo que se ampliaba el mercado manufacturero que ya se había consolidado muy bien entre los unionistas. Eso, sí, el subdesarrollo industrial del sur, es reconocido por Mitchell, quien, a través de Butler, señala que no podrían los sureños ganar la guerra a los norteños, quienes superaban en fabricación de armamento a aquéllos.
Otra parte muy irónica de la novela es que, por ese entonces, el partido demócrata estaba asentado en el sur, o sea, nada que ver con la supuesta “causa social” que actualmente representa. Al contrario, defendía el esclavismo. Por su parte, el Gran Viejo Partido, o sea, los republicanos, representaba a los supuestos progresistas antiesclavistas. En una parte, Mitchell se refiera al gobernador republicano de Georgia Rufus B. Bullock, a quien describe como un corrupto, tramposo, que sólo usaba su puesto para robar. Ese tipo había sido impuesto, refiere, por un fraude electoral en donde los republicanos, no sólo hicieron que los muertos votaran, sino que hasta los recién liberados ex esclavos habían sido manipulados en masa para elegir al republicano.
Por otra parte, Mitchell justifica la funesta acción del Ku Klux Klan, los violentos racistas quienes asesinaban sin miramientos a los “negros liberados” o a los blancos que los apoyaban, pues, señala la autora, en voz de varios personajes, como Scarlett o Butler, que aquellos negros hacían de las suyas “violando a mujeres blancas”, por lo que los matones miembros de ese grupo tenían el deber cívico de asesinarlos como la “basura negra” que eran. Incluso, el mismo Frank Kennedy, Ashley Wilkes y otros, formaban parte de ese “loable” esfuerzo para deshacerse de “negros violadores” y de “yanquis ladrones”. Seguramente, Mitchell no abundó en sus investigaciones sobre el Ku Klux Klan, cuya tarea principal era lograr una ciega y violenta venganza contra los “negros” y los yanquis que los habían liberado. Tal grupo de asesinos “vengadores” encapuchados fue radicalizándose con el paso del tiempo (ver:  https://en.wikipedia.org/wiki/Ku_Klux_Klan).
Señalé arriba que sólo con la imposición de La Causa Perdida, fue que los sureños aceptaron cierta reconciliación con los norteños. La filosofía de aquélla fue “Miren, muy bien, aceptamos que los negros son humanos y tienen todo el derecho a existir libremente. De hecho, apreciamos lo que hicieron durante muchos años por nosotros. Pero, por el bien del pueblo estadounidense, establezcamos límites a la convivencia, que los blancos tengan sus lugares propios, así como que también los negros los tengan”. Ese acuerdo, por el cual los afroestadounidenses quedaron segregados, se hizo ley y se denominó Jim Crow Laws, con lo que quedaron severamente limitados de muchos de sus derechos humanos, ya que no podían transgredir las limitaciones de todo tipo que tal segregacionista “acuerdo” les impuso “por el bien de todos los estadounidenses”. Y los norteños lo aceptaron “de buena gana” (ver:   https://en.wikipedia.org/wiki/Jim_Crow_laws).
Como justo en el sur fueron más estrictamente aplicadas las leyes segregacionistas –  de extremos tales como baños o lugares “para negros”, con severos castigos para los que las infringían, incluso, la muerte –,  muchos afroestadounidenses, a lo largo de los años, fueron emigrando al norte, en busca de un ambiente menos hostil y en donde pudieran aspirar a una mejor existencia. La cantidad de afroestadounidenses que habitan en la actualidad el sur, en relación con los inicios del siglo XX, fue disminuyendo mucho con el tiempo, pues fueron desplazándose a estados norteños más liberales. En 1790, 91% de la población afroestadounidense vivía en el sur, en tanto que para el 2010, sólo el 57% lo hace  (ver: The warmth of other suns: The epic story of America’s great migration).
Para los sureños, esas emigraciones masivas de afroestadounidenses eran una “bendición”, pues se fueron deshaciendo, justo, de lo que más les molestaba, tener a tanto “negro” entre ellos. Incluso, en Nueva Orleans, en 1961, se organizaban viajes con boletos pagados a lugares como Nueva York, en donde, mentirosamente, aseguraban a los negros que se aventuraran a irse de Luisiana, que tendrían un buen trabajo a donde llegaran, lo cual era falso, por supuesto. Pero muchos de los que aceptaban, prefirieron quedarse en Nueva York u otros estados norteños a los que llegaron, en donde eran más aceptados, con tal de cambiar y mejorar sus vidas (ver: http://www.ozy.com/flashback/how-this-trick-to-bus-black-americans-out-of-the-south-backfired/77378?utm_source=dd&utm_medium=email&utm_campaign=05222017&variable=710e2640ceccb95884594f5b77687780).
Irónicamente, la cinta de Selznick fue, ella misma, víctima del segregacionismo, pues la actriz afroestadounidense Hattie McDaniel, que protagonizara a Mammy, quien fue la primera de actrices y actores “de color” en recibir un Oscar, por mejor actriz secundaria, tuvo que sufrir la humillación de sentarse en la sección de los “negros” al ser premiada, debido, justamente, al segregacionismo existente. De hecho, antes, durante la premier de la cinta en Atlanta, McDaniel no asistió, pues prefirió evitar la vergüenza de tener que sentarse en los lugares reservados “para los negros”, disposición aún más estricta en esa ciudad, capital de Georgia, uno de los estados sureños en donde la aplicación de las leyes segregacionistas era grotescamente severa (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Gone_with_the_Wind_(film)#Academy_Awards).  
Pero, de todos modos, a pesar de la “reconciliación”, los sectores inconformes, no sólo no cesaron, sino que crecieron, entre ellos el Ku Klux Klan, que fue ampliando sus insidiosos, violentos “principios”, así como sus nefastos adeptos. Sus constantes, criminales actos crecieron en número y en audacia, asesinando a cientos de afroestadounidenses y a blancos que congraciaban con ellos. Figuras históricas famosas, como Malcolm X, uno de los iniciadores de la abolición del segregacionismo, fueron blancos constantes de Klan.
Para ellos y los grupos que fueron surgiendo, la única alternativa con la cual Estados Unidos (EU) sería “grande otra vez”, era deshaciéndose ya no sólo de “negros”, sino de todas aquellas razas que no fueran la “suprema blanca”, retomando los tóxicos conceptos nazistas de que la “raza aria”, o sea, la blanca, es la superior. Por ello es que actualmente, de la mano del supremacismo blanco va el nazismo, la enajenante propaganda racista que Adolph Hitler propagara como la verdad absoluta y que, entre otras cosas, provocó una destructiva guerra mundial que dejó 50 millones de muertos (la que, cabe aclarar, al final, fue un muy buen negocio para el capitalismo salvaje estadounidense de entonces, que obtuvo grandes ganancias con la reconstrucción europea y japonesa). Por desgracia, el neonazismo está aumentando sus simpatizantes y sus violentas acciones, no sólo en EU, sino en muchos otros países, en donde los blancos se consideran la “raza superior” (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Neo-Nazism).
El supremacismo blanco en EU ha retomado gran fuerza actualmente con la elección presidencial de Donald Trump, oscuro personaje racista que se conduce justamente como un verdadero red neck, como así se denomina a todo aquel estadounidense que abraza la causa de la superioridad racial y se cree con todo el derecho de, incluso, matar, si es necesario, con tal de mantener a su país libre de toda la “escoria no blanca” que lo ocupa. Trump, muy al estilo de un matón enpistolado, como en los tiempos del Far West, piensa que puede dominar con sólo ser prepotente y violento, tal como asumen las masas de enajenados fanáticos que lo eligieron, quienes, afirman, ya estaban “cansados” de tener a un “chango” como presidente, como así se referían muchos de ellos a Barack Obama (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2017/02/trump-y-la-politica-del-far-west.html).
Y lo dicho está dando lugar a que muchos de tales supremacistas se vuelvan famosos e, inclusive, obtengan muy buenos ingresos al propagar la tóxica propaganda racista de que los blancos son lo primero. Uno de ellos, Kyle Chapman, se jacta de que puede vivir muy bien, con sólo dedicarse a defender a ultranza a los EU de todos los invasores ilegales que pongan en peligro a su querido país. Es uno de los recientes ejemplos de supremacistas que jalan a hordas de fanáticos racistas (ver: http://www.motherjones.com/politics/2017/06/kyle-chapman-based-stickman-alt-right/).
También lo dicho justifica que haya decenas de grupos supremacistas, cuya única y “noble causa” sea el combate a los indocumentados y todo tipo de “indeseables invasores”, comenzando con los mexicanos, los que “han invadido y quitado empleos a los americanos”, como ha insistido en afirmar Trump, el “héroe” que requerían tantos estúpidos fanáticos. El reportero Shane Bauer se hizo pasar por un vigilante de los pertenecientes al guipo denominado Three Percent United Patriots, quienes se consideran “grandes patriotas”, por desempeñar las tareas que “el gobierno no hace” que son, según esos cazailegales, la de proteger a “América de la invasión de mexicanos, árabes, hispanos… y otros peligros raciales”. Es patética la forma en que tales enajenados realizan sus labores, las que, por desgracia, cuentan con la aprobación de policías y agentes fronterizos, muchos de ellos, latinos, así como los que pretenden combatir los cazailegales, quienes hasta los felicitan por realizar tan “noble labor”. Los armados, uniformados red necks, en estados como Arizona, gozan de la simpatía de los “representantes de la ley” y de los agentes de inmigración (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2017/03/los-enajenados-y-racistas-cazailegales.html).
En fin, todo ese legado es lo que, muy veladamente, propagó la novela de Mitchell. No es sólo la inocente historia de amor que Hollywood pretendió mostrar.
Por ello, vale la pena desmitificar algunos de esos clásicos cinematográficos y las falsas ideas que nos han inspirado.