jueves, 22 de noviembre de 2007
miércoles, 21 de noviembre de 2007
Especulación y narcotráfico, nuevos grandes negocios del lumpencapitalismo.
Especulación y narcotráfico, nuevos grandes negocios del
lumpencapitalismo.
Por Adán Salgado Andrade.
Sí, en estos tiempos de crisis generalizada del capitalismo, todo se vale, hasta el desarrollo de actividades paralelas medio legales o de plano ilegales, con tal de garantizarse una buena utilidad. Y es que en los tiempos actuales, de continua declinación de la ganancia industrial, se deben de buscar alternativas a la fabricación de mercancías, pues de esa manera se garantiza la supervivencia de las corporaciones. Una de tales actividades es la especulación financiera, cuestión que se ha convertido en una necesidad, más que en una alternativa para ganar más dinero entre varias empresas. Por ejemplo compañías tales como General Electric a través de su división General Electric Capital genera nada menos que el ¡50% de sus ingresos anuales!, calculados en unos $140,000 millones de dólares, así que estamos hablando de que unos $70,000 millones de sus ingresos se deben a la pura y llana especulación. Nos referimos a una empresa que comenzó haciendo focos hace más de cien años. Incluso, empresas tan aparentemente lucrativas como Wal-Mart, considerada la número uno en su ramo en el mundo, con ingresos superiores a los $247,000 millones de dólares en el 2003, también le entra a la especulación, habiendo obteniendo casi $30,000 millones de dólares de tales ingresos gracias a actividades bursátiles en dicho año. Esto es la consecuencia de lo que yo llamo diversificación capitalista, o sea, el hecho de que las empresas para que puedan competir, necesitan variar sus actividades, pues de lo contrario morirán aplastadas por la competencia si sólo se especializan o fabrican una sola cosa. Siguiendo este modelo muchas compañías han sobrevivido. Y es que como la ganancia industrial en general ronda aproximadamente el 5% (es decir, se ganan cinco dólares, por ejemplo, de cada cien invertidos), es muy baja para las necesidades de acumulación. Y por eso se origina la sobreproducción, que se da como consecuencia de que al ser la ganancia individual por cada artículo vendido muy pequeña, se tiene que sobreproducir más, para que el volumen compense las necesidades de acumulación capitalista (esto es, muy simplemente descrito, el origen de las crisis capitalistas, pues se produce más de lo que en realidad se puede consumir). Por ello se buscan otros “buenos negocios”, como la especulación financiera, que consiste en prestar dinero o, como se dice en México, “jinetearlo”, como hacen los bancos, con el dinero ajeno que mantienen en ellos los depositantes y que por ese sólo hecho, al “invertirlo”, ya se está generando una ganancia especulativa. Y esto se hace bajo dos formas principales: prestándolo a una tasa de interés fija o, más riesgoso aún, comprando acciones de empresas o, menos riesgoso, adquiriendo papeles de inversión gubernamental, como los CETES (los certificados de la tesorería expedidos por el gobierno mexicano) o los famosos Bonos del Tesoro estadounidense, los cuales pagan una tasa más o menos fija (un 4.5% en la actualidad), que aunque baja es más “segura” que las acciones empresariales. Así, un interés bancario en un préstamo, que puede llegar hasta un 50% anual, implica que por cada 100 dólares prestados, aquél, con la mano en la cintura, cobrará 50 sin hacer absolutamente nada. Esto que Lenin llamó “capital parásito” es la actual tendencia, como dije, pues no es lo mismo obtener después de un largo y, muchas veces, complicado proceso industrial un 5% de utilidad, que invirtiendo en un banco o en las casas de bolsa (empresas que perciben sus ganancias de la simple especulación) para recuperar, como señalé, hasta un 50%. Y por ello varias empresas buscan entrarle a le especulación. Se calculan actualmente en unos 11 billones de dólares ($11,000,000,000,000, equivalentes al PIB de EU) los capitales especulativos rondando por todo el mundo para ver en dónde está el siguiente buen negocio e hincarle el diente. De éstos, una buena parte son los llamados “derivativos” (derivatives), que son instrumentos especulativos de muy alto rendimiento, pero sumamente volátiles e inestables. Ese buen negocio es muy fácil lograrlo a través de los créditos. Empresas de cualquier tipo buscan a toda costa vender a crédito, más que al contado. Automotrices como General Motors, Ford o VW, a través de sus divisiones financieras, venden sus autos a crédito, con lo que obtienen más dinero que si los vendieran al contado. Supongamos que una persona compra un auto de $40,000 dólares a crédito. Comienza con dar un enganche, digamos del 30%, que en este caso sería de $12,000 dólares. El resto lo paga a cuatro años con una tasa anual pensemos del 10% sobre el capital insoluto. Si el cliente es puntual, durante el primer año la deuda restante de $28,000 dólares implicará $2,800 de intereses extras. Si paga a razón de $7,000 dólares anuales, le quedarán $21,000 para el siguiente año, los que generarán $2,100 dólares. Para el tercer año, deberá $14,000 dólares, lo que generará $1,400 dólares. Por último, en el cuarto año, todavía deberá $7,000 dólares, que le generarán 700 dólares más. Así, el auto eleva su precio en $7,000 dólares, es decir, estará costando finalmente $47,000 dólares, aunque en la realidad se esté depreciando durante esos cuatro años. Y, claro, que si el cliente lo desea renovar, la empresa le pagará cuando mucho la mitad del precio de lista original (y eso si está en muy buenas condiciones). Y así sucede con todo lo que se vende “a crédito”. Por ello, no sólo los bancos, sino muchas empresas ya están ofreciendo tarjetas de crédito propias, como el caso de la mencionada Wal-Mart, que casi fuerza a sus clientes a adquirir una, pues nada hay como la especulación financiera para incrementar las ganancias. Por si fuera poco, aquí la permisiva Secretaria de Hacienda ya autorizó a esa empresa a ¡crear su propio banco! Y para ello empleará sus propias tiendas, claro. Ya podemos pensar cuál será el tipo de publicidad: “¡Venga a Wal-Mart donde no sólo podrá comprar, sino pedir dinero prestado con las más bajas tasas de interés, para que nos compre más!”... sí, porque seguramente, así como hace quebrar otros negocios que venden lo que vende aquélla cadena, querrá adueñarse de los clientes de otros bancos ofreciendo servicios financieros más baratos. No es nuevo esto aquí, por supuesto, pues la cadena de tiendas Elektra, empresa de Televisión Azteca, también tiene su “propio banco”, el “Banco Azteca”, con lo cual el negocio de la venta es redondo, dado que generalmente dicho banco les “presta” a sus clientes para que compren directamente en las tiendas. Seguramente así será el esquema de Wal-Mart. Y el hecho de que esta empresa y muchas otras establezcan bancos o negocios financieros, se debe a que poseen una gran cantidad de capital acumulado, el cual genera gastos si no se pone a funcionar, es decir, a generar ganancia. ¡Vaya ironía del sistema capitalista, la de que poseer enormes fortunas, su leit motif, cuesta mucho si se las mantiene ociosas!
Aquí, las llamadas Afores, supuestos esquemas de aportación pensionaria complementaria a la otorgada por el gobierno, más que para beneficiar a los trabajadores, quienes están obligados a aportar obligatoriamente (o sus patrones) una cantidad de dinero quincenal de sus nóminas, benefició al sistema bancario “mexicano” (lo cual es también ya falso, pues más del 85% de la banca es extranjera), pues gracias a dicha imposición se hizo de frescos capitales que actualmente rondan los $75,000 millones de dólares. Y no sólo eso, sino que también se “adecuaron” las leyes para que los bancos que manejan todo ese dinero, puedan invertir en lo que deseen: desde títulos gubernamentales, hasta acciones empresariales. Y en el caso de que las acciones de tal o cual empresa no hayan funcionado bien porque aquélla no haya vendido o haya quebrado, pues con esa quiebra se irá el dinero invertido. Estos reales peligros ya se han presentado en EU, país en donde muchos fondos de pensiones (los fondos mutualistas, como se les llama) ¡se han perdido debido a fraudes o malas inversiones! Entre 1999 y 2003, conservadoramente se calcula que se perdieron fondos de pensiones por ¡16,000 millones de dólares!(1) (más o menos el equivalente a lo que los mexicanos laborando en EU mandaron el año pasado de remesas). Y no sólo eso, sino que existe una infame pasividad del gobierno de Bush en el sentido de que resignadamente se pierden $4,000 millones de dólares anuales de las pensiones de los ciudadanos debido, sobre todo, a malos manejos o a “fallidas” inversiones, como en empresas que quiebran. Esperemos a ver cuándo comienza a suceder eso en México con las Afores, que cuando alguna quiebre por “malas inversiones”, millones de trabajadores se queden sin su “parte complementaria” de pensión y se les dé una palmada en el hombro, diciéndoles “ni modo, Pancho, te quedaste sin dinero para tu vejez”.
Incluso, a nivel de gobiernos, este afán por entrarle a la especulación es galopante. Por ejemplo, se estima que los jeques árabes, a pesar de seguir nadando en petróleo, aprovechando los altísimos precios de éste, quizás pensando en el futuro no tan lejano en que se agoten sus yacimientos, han comprado o invertido fuera de sus países alrededor de un billón de dólares ($1,000,000,000,000) en precipitadas compras de acciones de empresas (éstas porque prometen un rendimiento al final del plazo de cotización). Solamente en bonos del tesoro estadounidense poseen los árabes ¡$67,000 millones de dólares!, con lo que, junto con chinos y japoneses, le ayudan a EU a aliviar algo de su enorme déficit gubernamental (¡claro, pues el gobierno de Bush con su belicismo – la guerra de Iraq, que ya monta más de $300,000 millones de dólares – y la baja de impuestos a las empresas – ver mi artículo en internet “Bush, el buen amigo de las corporaciones” – ha gastado más de lo que obtiene aquél por aranceles y servicios!). Y justamente la enorme insolvencia a la que están llegando los Estados Unidos por las enormes deudas que penden sobre gobierno, corporaciones y ciudadanos, han ido debilitando al dólar a nivel mundial, de tal modo que se ha ido cambiando el esquema tradicional de invertir en dicho país con la plena certeza de que el capital depositado allí iba a rendir excelentes frutos. Los capitales de los ávidos inversionistas están yéndose a otros países (Rusia, China, Europa...), a otras bolsas “más seguras” que les ofrezcan más “certeza”. Y dicha tendencia, sacar capitales especulativos de EU, llevará a profundizar la desaceleración económica estadounidense que ya se está produciendo (Ver mi artículo en Internet “Hacia una nueva recesión estadounidense y mundial”), con su consecuente efecto global en todo el orbe, pues como ya he mencionado en otra parte, EU, que concentra aproximadamente un tercio del producto mundial bruto, es el principal consumista e impulsor del capitalismo y al caer económicamente, nos arrastra a todos.
Por otro lado hay que mencionar que el capital especulativo es altamente desvalorizador y pauperizador, no sólo de las empresas, digamos, productivas (las que fabrican, pues), sino de los propios gobiernos, pues, por ejemplo, los bonos gubernamentales que compran empresas extranjeras para obtener de ellos buenos intereses en millones de dólares, rinden dicho dinero, justamente de las actividades económicas de tal o cual país, el cual decide sacrificar el bienestar de su gente en aras de entregarles a tales empresas la riqueza generada por la producción nacional. Crisis como la mexicana de 1994 o la Argentina del 2000 se explican, justamente, por los altos niveles especulativos que son capaces de borrar de un plumazo las reservas en divisas extranjeras de un país, sobre todo ahora, con la llamada globalización financiera, gracias a la cual es posible realizar operaciones especulativas al minuto desde cualquier parte del mundo con solo una computadora que esté conectada al Internet y sacar así dinero de un banco “nacional” para depositarlo en el extranjero. Y en cuanto a las empresas productivas, el hecho de estar obligadas a cumplir con los rendimientos prometidos por las acciones que venden, constituye una fuerte presión, en el sentido de que si los negocios no “marchan bien”, no subirán las acciones, los inversionistas no tendrán el incremento prometido de su capital y, si la situación es muy grave, aquéllos pueden obligar a dicha empresa a reestructurarse (reducir su personal y eficientar sus operaciones), a venderse a otra compañía o, peor, pueden llevarla a la quiebra sus exigencias. Últimamente muchos CEO’s (así se conoce a los presidentes de las empresas, los chief executives officers) han debido renunciar a sus puestos por no haber logrado que la empresa para la que laboraban rindiera los intereses accionarios prometidos. Y si los inversionistas tuvieran más visión, podrían darse cuenta del hecho de que si una empresa no vende lo suficiente en estos tiempos de crisis es, justamente, por la saturación del mercado, lo que lleva a una generalizada baja en el consumo (General Motors, por ejemplo, cada año reduce su producción debido a la fuerte competencia de empresas automotrices asiáticas. Incluso, Toyota ya superó la producción anual de GM de vehículos).
Y esto del crédito, evidentemente se retroalimenta con la gran cantidad de gente (sobre todo de los llamados niveles medios), que es víctima de los bajos salarios y las impuestas necesidades de consumo (digo impuestas, porque muchas no son realmente vitales para la existencia, pero sí forman parte del consumismo que sustenta al sistema capitalista), cae obnubilada por la “grandiosa oportunidad” de comprar a crédito o pedir un préstamo bancario (para comprarse carros, casas, computadoras... lo que sea), aunque luego, los intereses y la deuda les imposibiliten pagar lo adquirido y los bancos les embarguen el auto o el departamento adquirido mediante dicho crédito. No obstante, las tarjetas de crédito bancarias son las ganadoras en el consumo a “plazos”, a pesar de que muchas llegan a cobrar intereses que anualizados montan hasta el 50% en varias de ellas. Y, por desgracia, en países como México, el que la gente compre con los “plásticos”, e incluso pague las escuelas, desde la primaria, hasta la universidad de sus hijos mediante crédito, se equipara a un malogrado “boom” económico, siendo que, en realidad, esa tendencia mostraría que cada vez el consumo real, es decir, al contado, disminuye, y se sustituye por un crédito que quizá endeude para varios años, si no es que para toda la vida, a los solicitantes de aquél, por lo que no debería ser motivo de orgullo, sino, más bien, de preocupación, ya que en todo el mundo se está aplicando el sistema estadounidense de endeudarse ahora y pagar en el futuro. De hecho, a nivel de país, la fuerte deuda externa e interna de los Estados Unidos está en la base de las recurrentes crisis que ese país sufre (Ver mi artículo en Internet “Hacia una nueva recesión estadounidense y mundial”). Y aunque ese esquema aparentemente ayude por lo pronto al capitalismo, en el futuro puede ser más perjudicial que benéfico, pues se podría dar una generalizada situación de insolvencia que borrara de un plumazo las expectativas de ganancia y llevara a una quiebra generalizada. Pero mientras los intereses devengados sean pagados, la especulación seguirá siendo un gran negocio, aunque haga quebrar a empresas o países enteros, como ya mencioné.
Narcotráfico: el segundo gran negocio
En cuanto al narcotráfico, estaríamos refiriéndonos a una actividad netamente ilegal, de acuerdo a los actuales estándares institucionales. Por supuesto, dicha situación, la ilegalidad, ha hecho de ese lumpen-negocio una muy lucrativa fuente de riqueza, como sucedió durante la famosa prohibición estadounidense de los años 20’s, cuando se ilegalizó el alcohol, lo cual constituyó un excelente negocio para las mafias que manejaban centros ilegales de venta de bebidas etílicas. Se calcula, conservadoramente hablando, que anualmente el narcotráfico monta alrededor de ¡$400,000 millones de dólares! (un 60% del PIB mexicano. De hecho, en la jerga economista estadounidense, se le conoce como Producto Nacional del Narco), de los cuales, unos $150,000 millones deben su origen nada menos que a los Estados Unidos (además, primer consumidor mundial de drogas, lo que, de entrada, explica también tantos millones gastados en aquéllas)(2), o sea, más de la tercera parte. Así, ese comercio de estupefacientes se infla gracias, justamente, a la ilegalidad mencionada, por lo que podríamos establecer que, debido a ella, no se ha legalizado ni existe el más mínimo interés en legalizar el tráfico de drogas, merced a las altísimas utilidades que ello genera (el tráfico humano es igualmente lucrativo, aunque no alcanza las cifras tan altas del narcotráfico – ver mi artículo en internet “Tráfico humano”), además del efecto multiplicador que tienen los narcotraficantes, quienes gastan varios millones de dólares en armamento (metralletas, bazookas, granadas, explosivos y en general armas de alto poder), equipos de transporte (aviones, barcos, submarinos, camionetas blindadas, camiones, autos de lujo, etc.)(3), equipos logísticos y electrónicos (computadoras, servidores, transmisores, radares, bloqueadores de señales, radios de telecomunicación, celulares, localizadores satelitales, etc.), equipos y sustancias para el procesamiento de la droga (sustancias químicas, equipos de laboratorio, construcciones, etc.), además del personal especializado en cada uno de los aspectos mencionados que requieren para llevar a cabo sus operaciones. Evidentemente tales adquisiciones son funcionales al sistema dado que significan, al fin de cuentas, consumo, aunque provenga de los narcotraficantes, y para el caso, serán mejores para el capitalismo dichos grupos de narcos que, digamos, obreros que apenas si pueden comprar comida con sus bajísimos salarios. Un claro ejemplo de esto lo tenemos en los propios Estados Unidos, país que se jacta de estar “atacando permanentemente” al narcotráfico. Célebre fue la visita que en junio de 1999 hizo el todavía director del mercado de valores de Nueva York (NYSE), Richard Grasso, a Colombia, en donde se encontró con un líder guerrillero, Raúl Reyes, de las FARC (Fuerzas armadas revolucionarias de Colombia)(4), con quien, para la foto, hasta se abrazó. La visita de Grasso, se especuló en ese entonces, tenía la intención de llegar a acuerdos con la FARC o con quien fuera (lo que en Wall Street llaman “llamadas frías”, para contactar con gente con quien aún no se hacen “buenos negocios”), para evitar la iniciativa que dicha organización marxista quería iniciar para descriminalizar el tráfico de cocaína, o sea, que se hiciera “legal”. Pero, por supuesto, eso era algo totalmente inconveniente para los Estados Unidos, quienes se opusieron terminantemente al intento de los rebeldes. Claro, eso se explica porque en ese país, EU, anualmente se estima que se “lavan” (o sea, se vuelven legales) entre 500 mil y un billón de dólares ($500,000,000,000-$1000,000,000,000), de los cuales entre $100,000 y $200,000 millones tan sólo corresponden al narcotráfico. Y por supuesto que eso se realiza dentro de las instituciones financieras “legales”, tales como el NYSE, corredurías, empresas, bancos como el Citibank entre muchas otras. Así que la legalización del tráfico de drogas sería muy dañino para la economía mundial, especialmente la estadounidense, pues se estarían dejando de percibir los $400,000 millones mencionados, la mitad para EU, con el esperado efecto multiplicador negativo: desaceleración económica, bajas en las ventas de empresas o quiebras, bajas en los depósitos bancarios, bajas en los índices bursátiles, bajas en las utilidades de los inversionistas, con lo que, también, se afectaría la actividad especulativa de la que hablo arriba. Y con tal de cambiar de manos de las FARC los dineros de los narcotraficantes colombianos ligados a ellos – que el señor Grasso no pudo lograr(5) – a otras más amigables a los intereses estadounidenses, se estableció el famoso “Plan Colombia”, el cual, bajo un aparente esquema de “ayuda” a los campesinos para que cambiaran de cultivos ilegales a legales y de “auxilio” al gobierno en el combate al narcotráfico, en realidad era para lograr que se mantuvieran los depósitos de los narcos en “respetables instituciones crediticias” como bancos. Se presume que Citibank, adquirió en México a Banamex, con la finalidad de asegurarse el dinero del narcotráfico latinoamericano hacia EU, gran parte del cual fluye precisamente a través de México (90% de la cocaína consumida en EU. Solamente en el año fiscal del 2004 habían $10,200 millones de dólares aquí, cuya procedencia no pudo “explicarse” por ningún ingreso legal) y es lavado en bancos como aquél. No sólo ha mantenido EU a toda costa la ilegalidad del tráfico de drogas, sino que incluso alienta la producción de estupefacientes. Un claro ejemplo de ello es que en Afganistán, país con un gobierno títere controlado por EU, la producción de heroína se ha incrementado ¡36 veces con respecto a los niveles que había durante la época del Talibán!, de acuerdo a reportes de la propia Oficina Nacional para el Control de la Droga (ONDCP), dependiente directamente de la Casa Blanca. En 2001, último año de la administración talibanesa, existían unas 1700 hectáreas sembradas con amapola. Para el 2002, ya en pleno control estadounidense, aquéllas se elevaron a 31200 y en 2003, ¡nada menos que a 61600 hectáreas! (81000, según la ONU, cifras que, según los expertos, son mucho más creíbles que las de la ONDCP). Resulta, pues, bastante extraño que con control militar estadounidense y todo lo que ello implica, Afganistán haya aumentado considerablemente su producción de narcóticos, la cual en el 2003 llegó a 3600 toneladas (3,600,000 kg.) según la ONU. Con estas altísimas cifras, ¿podríamos aún dudar de que el narcotráfico es un muy buen negocio para los EU y que mantenerlo ilegal es como verdaderamente se obtiene el big money?
Así que esas bandas organizadas de narcotraficantes, ejercen un verdadero poder económico a nivel mundial. Por ejemplo, en un país tan aparentemente honesto como Japón, la llamada yakuza, la mafia organizada japonesa, ligada fuertemente al narcotráfico, se estima que está detrás del 30% del endeudamiento “malo” que ocasionó la actual crisis económica de la que no termina de salir dicho país. Pero también los narcotraficantes ejercen su nefasta influencia en los ámbitos social y político. Por ejemplo, aprovechan la enorme necesidad de las personas a las que “ofrecen trabajo” para casi obligarlas a entrar al tráfico y la venta de estupefacientes ilegales, prometiéndoles sumas de dinero muy atractivas para el aparente “fácil trabajo” que se les encomienda, tal como transportar en sus estómagos bolsas con cocaína o llevar “paquetitos” en la cajuela de un auto (En la muy buena película “María llena eres de gracia” se muestra el drama tan terrible que sufren mujeres colombianas que se emplean como contenedores humanos de cocaína en sus estómagos y lo que puede ser fatal cuando las bolsas con la droga llegan a estallar dentro de sus entrañas). Esa necesidad económica también se traslada a otros sectores, como las fuerzas policiales y militares, cuyos miembros, igualmente mal pagados, sobre todo los mandos bajos y medios, se entusiasman ante la idea de dinero fácil y participan ofreciendo “protección” o “inmunidad” a los narcotraficantes, alentando con ello el problema de la altísima corrupción, azote mundial que rebasa ya toda posibilidad de control institucional. Pero no termina esto ahí, sino que esa especie de “cáncer social” sigue elevando su nivel de actuación a esperas mucho más altas, llegando a funcionarios públicos (jueces, directores, secretarios, gobernadores, presidentes...), de tal forma que se pude hablar en la actualidad de la existencia de narcogobiernos (el de Bush, entre ellos), pues es tanta la influencia del narcotráfico, que de alguna manera el poder institucional se comparte con aquél, se corrompe. Por ejemplo, México es un evidente caso de cómo ese narcopoder está invadiendo y corrompiendo muchas esferas gubernamentales, además de que lo muestra: en el presente año han sido ejecutadas más de 1200 personas (unas 7000 en lo que va del sexenio foxista), entre narcoempleados traidores, miembros de bandas rivales, víctimas colaterales de tiroteos, policías e importantes autoridades (jefes policiacos, por ejemplo) e, incluso, ha habido muestras de que su nivel de influencia ha llegado a muy altos cargos (aquí, por ejemplo, el gobernador de Morelos, Sergio Estrada Cajigal, se ha sostenido que tiene nexos con el narcotráfico, pero gracias a su filiación panista, la del partido en el poder, no ha pasado a más).
Finalmente, la cuestión de que el tráfico de drogas haya aumentado tanto su influencia y poder en todos los ámbitos, se debe no sólo al hecho de que los canales de distribución se han incrementado en todos los países, por ser el excelente negocio del que ya hablamos, sino también a la situación más grave de que cada vez más las drogas son empleadas por la gente, especialmente los jóvenes, como un escape a las críticas condiciones de vida impuestas por un sistema consumista que equipara el éxito personal con la cantidad de dinero que se posea. Como muchas personas no han logrado aún hacerse ricas, buscan, entonces, olvidarse de su desafortunada(6) situación empleando cocaína, heroína, marihuana, éxtasis, anfetaminas, solventes(7)... y si para poder comprarlas tienen que meterse también a venderlas, pues lo harán, entrando en un irreversible círculo vicioso en el cual ellos pierden y hasta mueren(8), siendo que los únicos ganadores, como señalé, son bancos, casas del bolsa, corporaciones, funcionarios y, por supuesto, los narcotraficantes asociados a ellos.
Agradeceré sus comentarios a: studillac@hotmail.com
NOTAS:
1) Uno de los más recientes fraudes, se debió a la mano del especulador Eddie Stern, hijo del mal afamado Leonard Stern, quien hizo su fortuna y la de sus kids, vendiendo alimentos para mascotas. Eddie Stern creó en 1998 una empresa de especulación, Canary Capital, con la cual, valiéndose de los fondos de pensión, incrementó más la fortuna familiar (estimada en ese entonces en $3000 millones de dólares), a cambió de defraudar a los pensionados, muchos de los cuales habían invertido los ahorros de toda su vida, y dejarlos sin pensión y sin futuro.
2) No paran en ingenio y recursos los narcotraficantes para satisfacer dicho consumo. En febrero del 2004 la policía de Carolina del Norte interceptó un cargamento de cocaína con valor de $30 millones de dólares dentro de un trailer que llevaba juguetes ¡nada menos que a una tienda de la cadena Wal-Mart!
3) Cuando en México se “aseguran” bienes de narcotraficantes, sorprenden los vehículos de superlujo y los armamentos de alto poder, mejores que los policiacos, que se decomisan, así como las costosas residencias en donde son localizados aquéllos.
4) Pongo en cursivas lo de revolucionarias porque, por desgracia, las FARC, en mi opinión, han perdido ya ese carácter revolucionario debido a varios aspectos, entre ellos, sus conexiones con el narcotráfico en Colombia.
5) De todos modos, la junta directiva del NYSE “agradeció” sus esfuerzos y por ello lo ratificó en agosto de 2003 en el cargo hasta el 2007 y aumentó los “beneficios económicos” a que tiene derecho cuando se retire en nada menos que ¡136 millones de dólares, para que el señor Grasso pueda tener una confortable vejez!
6) Desafortunada en cursiva porque no me parece que el hecho de no ser rico sea un “grave problema”. En todo caso, eso se ha querido imponer en este sistema tan materialista que, como dije, basa el éxito personal en el éxito monetario. Y sólo mediante la conciencia social generalizada, que nos haga regresar a los verdaderos valores humanos, como la solidaridad, la compasión, la cultura, el arte... nos iremos desprendiendo de ese pseudo-valor, cuando apreciemos que es más importante, por ejemplo, cuidar el medio ambiente o que no haya hambre en el mundo.
7) Éstos, legalmente vendidos por ser sustancias industriales “permitidas”.
8) Más de 22,000 personas mueren tan sólo en los Estados Unidos por problemas asociados a la drogadicción.
lumpencapitalismo.
Por Adán Salgado Andrade.
Sí, en estos tiempos de crisis generalizada del capitalismo, todo se vale, hasta el desarrollo de actividades paralelas medio legales o de plano ilegales, con tal de garantizarse una buena utilidad. Y es que en los tiempos actuales, de continua declinación de la ganancia industrial, se deben de buscar alternativas a la fabricación de mercancías, pues de esa manera se garantiza la supervivencia de las corporaciones. Una de tales actividades es la especulación financiera, cuestión que se ha convertido en una necesidad, más que en una alternativa para ganar más dinero entre varias empresas. Por ejemplo compañías tales como General Electric a través de su división General Electric Capital genera nada menos que el ¡50% de sus ingresos anuales!, calculados en unos $140,000 millones de dólares, así que estamos hablando de que unos $70,000 millones de sus ingresos se deben a la pura y llana especulación. Nos referimos a una empresa que comenzó haciendo focos hace más de cien años. Incluso, empresas tan aparentemente lucrativas como Wal-Mart, considerada la número uno en su ramo en el mundo, con ingresos superiores a los $247,000 millones de dólares en el 2003, también le entra a la especulación, habiendo obteniendo casi $30,000 millones de dólares de tales ingresos gracias a actividades bursátiles en dicho año. Esto es la consecuencia de lo que yo llamo diversificación capitalista, o sea, el hecho de que las empresas para que puedan competir, necesitan variar sus actividades, pues de lo contrario morirán aplastadas por la competencia si sólo se especializan o fabrican una sola cosa. Siguiendo este modelo muchas compañías han sobrevivido. Y es que como la ganancia industrial en general ronda aproximadamente el 5% (es decir, se ganan cinco dólares, por ejemplo, de cada cien invertidos), es muy baja para las necesidades de acumulación. Y por eso se origina la sobreproducción, que se da como consecuencia de que al ser la ganancia individual por cada artículo vendido muy pequeña, se tiene que sobreproducir más, para que el volumen compense las necesidades de acumulación capitalista (esto es, muy simplemente descrito, el origen de las crisis capitalistas, pues se produce más de lo que en realidad se puede consumir). Por ello se buscan otros “buenos negocios”, como la especulación financiera, que consiste en prestar dinero o, como se dice en México, “jinetearlo”, como hacen los bancos, con el dinero ajeno que mantienen en ellos los depositantes y que por ese sólo hecho, al “invertirlo”, ya se está generando una ganancia especulativa. Y esto se hace bajo dos formas principales: prestándolo a una tasa de interés fija o, más riesgoso aún, comprando acciones de empresas o, menos riesgoso, adquiriendo papeles de inversión gubernamental, como los CETES (los certificados de la tesorería expedidos por el gobierno mexicano) o los famosos Bonos del Tesoro estadounidense, los cuales pagan una tasa más o menos fija (un 4.5% en la actualidad), que aunque baja es más “segura” que las acciones empresariales. Así, un interés bancario en un préstamo, que puede llegar hasta un 50% anual, implica que por cada 100 dólares prestados, aquél, con la mano en la cintura, cobrará 50 sin hacer absolutamente nada. Esto que Lenin llamó “capital parásito” es la actual tendencia, como dije, pues no es lo mismo obtener después de un largo y, muchas veces, complicado proceso industrial un 5% de utilidad, que invirtiendo en un banco o en las casas de bolsa (empresas que perciben sus ganancias de la simple especulación) para recuperar, como señalé, hasta un 50%. Y por ello varias empresas buscan entrarle a le especulación. Se calculan actualmente en unos 11 billones de dólares ($11,000,000,000,000, equivalentes al PIB de EU) los capitales especulativos rondando por todo el mundo para ver en dónde está el siguiente buen negocio e hincarle el diente. De éstos, una buena parte son los llamados “derivativos” (derivatives), que son instrumentos especulativos de muy alto rendimiento, pero sumamente volátiles e inestables. Ese buen negocio es muy fácil lograrlo a través de los créditos. Empresas de cualquier tipo buscan a toda costa vender a crédito, más que al contado. Automotrices como General Motors, Ford o VW, a través de sus divisiones financieras, venden sus autos a crédito, con lo que obtienen más dinero que si los vendieran al contado. Supongamos que una persona compra un auto de $40,000 dólares a crédito. Comienza con dar un enganche, digamos del 30%, que en este caso sería de $12,000 dólares. El resto lo paga a cuatro años con una tasa anual pensemos del 10% sobre el capital insoluto. Si el cliente es puntual, durante el primer año la deuda restante de $28,000 dólares implicará $2,800 de intereses extras. Si paga a razón de $7,000 dólares anuales, le quedarán $21,000 para el siguiente año, los que generarán $2,100 dólares. Para el tercer año, deberá $14,000 dólares, lo que generará $1,400 dólares. Por último, en el cuarto año, todavía deberá $7,000 dólares, que le generarán 700 dólares más. Así, el auto eleva su precio en $7,000 dólares, es decir, estará costando finalmente $47,000 dólares, aunque en la realidad se esté depreciando durante esos cuatro años. Y, claro, que si el cliente lo desea renovar, la empresa le pagará cuando mucho la mitad del precio de lista original (y eso si está en muy buenas condiciones). Y así sucede con todo lo que se vende “a crédito”. Por ello, no sólo los bancos, sino muchas empresas ya están ofreciendo tarjetas de crédito propias, como el caso de la mencionada Wal-Mart, que casi fuerza a sus clientes a adquirir una, pues nada hay como la especulación financiera para incrementar las ganancias. Por si fuera poco, aquí la permisiva Secretaria de Hacienda ya autorizó a esa empresa a ¡crear su propio banco! Y para ello empleará sus propias tiendas, claro. Ya podemos pensar cuál será el tipo de publicidad: “¡Venga a Wal-Mart donde no sólo podrá comprar, sino pedir dinero prestado con las más bajas tasas de interés, para que nos compre más!”... sí, porque seguramente, así como hace quebrar otros negocios que venden lo que vende aquélla cadena, querrá adueñarse de los clientes de otros bancos ofreciendo servicios financieros más baratos. No es nuevo esto aquí, por supuesto, pues la cadena de tiendas Elektra, empresa de Televisión Azteca, también tiene su “propio banco”, el “Banco Azteca”, con lo cual el negocio de la venta es redondo, dado que generalmente dicho banco les “presta” a sus clientes para que compren directamente en las tiendas. Seguramente así será el esquema de Wal-Mart. Y el hecho de que esta empresa y muchas otras establezcan bancos o negocios financieros, se debe a que poseen una gran cantidad de capital acumulado, el cual genera gastos si no se pone a funcionar, es decir, a generar ganancia. ¡Vaya ironía del sistema capitalista, la de que poseer enormes fortunas, su leit motif, cuesta mucho si se las mantiene ociosas!
Aquí, las llamadas Afores, supuestos esquemas de aportación pensionaria complementaria a la otorgada por el gobierno, más que para beneficiar a los trabajadores, quienes están obligados a aportar obligatoriamente (o sus patrones) una cantidad de dinero quincenal de sus nóminas, benefició al sistema bancario “mexicano” (lo cual es también ya falso, pues más del 85% de la banca es extranjera), pues gracias a dicha imposición se hizo de frescos capitales que actualmente rondan los $75,000 millones de dólares. Y no sólo eso, sino que también se “adecuaron” las leyes para que los bancos que manejan todo ese dinero, puedan invertir en lo que deseen: desde títulos gubernamentales, hasta acciones empresariales. Y en el caso de que las acciones de tal o cual empresa no hayan funcionado bien porque aquélla no haya vendido o haya quebrado, pues con esa quiebra se irá el dinero invertido. Estos reales peligros ya se han presentado en EU, país en donde muchos fondos de pensiones (los fondos mutualistas, como se les llama) ¡se han perdido debido a fraudes o malas inversiones! Entre 1999 y 2003, conservadoramente se calcula que se perdieron fondos de pensiones por ¡16,000 millones de dólares!(1) (más o menos el equivalente a lo que los mexicanos laborando en EU mandaron el año pasado de remesas). Y no sólo eso, sino que existe una infame pasividad del gobierno de Bush en el sentido de que resignadamente se pierden $4,000 millones de dólares anuales de las pensiones de los ciudadanos debido, sobre todo, a malos manejos o a “fallidas” inversiones, como en empresas que quiebran. Esperemos a ver cuándo comienza a suceder eso en México con las Afores, que cuando alguna quiebre por “malas inversiones”, millones de trabajadores se queden sin su “parte complementaria” de pensión y se les dé una palmada en el hombro, diciéndoles “ni modo, Pancho, te quedaste sin dinero para tu vejez”.
Incluso, a nivel de gobiernos, este afán por entrarle a la especulación es galopante. Por ejemplo, se estima que los jeques árabes, a pesar de seguir nadando en petróleo, aprovechando los altísimos precios de éste, quizás pensando en el futuro no tan lejano en que se agoten sus yacimientos, han comprado o invertido fuera de sus países alrededor de un billón de dólares ($1,000,000,000,000) en precipitadas compras de acciones de empresas (éstas porque prometen un rendimiento al final del plazo de cotización). Solamente en bonos del tesoro estadounidense poseen los árabes ¡$67,000 millones de dólares!, con lo que, junto con chinos y japoneses, le ayudan a EU a aliviar algo de su enorme déficit gubernamental (¡claro, pues el gobierno de Bush con su belicismo – la guerra de Iraq, que ya monta más de $300,000 millones de dólares – y la baja de impuestos a las empresas – ver mi artículo en internet “Bush, el buen amigo de las corporaciones” – ha gastado más de lo que obtiene aquél por aranceles y servicios!). Y justamente la enorme insolvencia a la que están llegando los Estados Unidos por las enormes deudas que penden sobre gobierno, corporaciones y ciudadanos, han ido debilitando al dólar a nivel mundial, de tal modo que se ha ido cambiando el esquema tradicional de invertir en dicho país con la plena certeza de que el capital depositado allí iba a rendir excelentes frutos. Los capitales de los ávidos inversionistas están yéndose a otros países (Rusia, China, Europa...), a otras bolsas “más seguras” que les ofrezcan más “certeza”. Y dicha tendencia, sacar capitales especulativos de EU, llevará a profundizar la desaceleración económica estadounidense que ya se está produciendo (Ver mi artículo en Internet “Hacia una nueva recesión estadounidense y mundial”), con su consecuente efecto global en todo el orbe, pues como ya he mencionado en otra parte, EU, que concentra aproximadamente un tercio del producto mundial bruto, es el principal consumista e impulsor del capitalismo y al caer económicamente, nos arrastra a todos.
Por otro lado hay que mencionar que el capital especulativo es altamente desvalorizador y pauperizador, no sólo de las empresas, digamos, productivas (las que fabrican, pues), sino de los propios gobiernos, pues, por ejemplo, los bonos gubernamentales que compran empresas extranjeras para obtener de ellos buenos intereses en millones de dólares, rinden dicho dinero, justamente de las actividades económicas de tal o cual país, el cual decide sacrificar el bienestar de su gente en aras de entregarles a tales empresas la riqueza generada por la producción nacional. Crisis como la mexicana de 1994 o la Argentina del 2000 se explican, justamente, por los altos niveles especulativos que son capaces de borrar de un plumazo las reservas en divisas extranjeras de un país, sobre todo ahora, con la llamada globalización financiera, gracias a la cual es posible realizar operaciones especulativas al minuto desde cualquier parte del mundo con solo una computadora que esté conectada al Internet y sacar así dinero de un banco “nacional” para depositarlo en el extranjero. Y en cuanto a las empresas productivas, el hecho de estar obligadas a cumplir con los rendimientos prometidos por las acciones que venden, constituye una fuerte presión, en el sentido de que si los negocios no “marchan bien”, no subirán las acciones, los inversionistas no tendrán el incremento prometido de su capital y, si la situación es muy grave, aquéllos pueden obligar a dicha empresa a reestructurarse (reducir su personal y eficientar sus operaciones), a venderse a otra compañía o, peor, pueden llevarla a la quiebra sus exigencias. Últimamente muchos CEO’s (así se conoce a los presidentes de las empresas, los chief executives officers) han debido renunciar a sus puestos por no haber logrado que la empresa para la que laboraban rindiera los intereses accionarios prometidos. Y si los inversionistas tuvieran más visión, podrían darse cuenta del hecho de que si una empresa no vende lo suficiente en estos tiempos de crisis es, justamente, por la saturación del mercado, lo que lleva a una generalizada baja en el consumo (General Motors, por ejemplo, cada año reduce su producción debido a la fuerte competencia de empresas automotrices asiáticas. Incluso, Toyota ya superó la producción anual de GM de vehículos).
Y esto del crédito, evidentemente se retroalimenta con la gran cantidad de gente (sobre todo de los llamados niveles medios), que es víctima de los bajos salarios y las impuestas necesidades de consumo (digo impuestas, porque muchas no son realmente vitales para la existencia, pero sí forman parte del consumismo que sustenta al sistema capitalista), cae obnubilada por la “grandiosa oportunidad” de comprar a crédito o pedir un préstamo bancario (para comprarse carros, casas, computadoras... lo que sea), aunque luego, los intereses y la deuda les imposibiliten pagar lo adquirido y los bancos les embarguen el auto o el departamento adquirido mediante dicho crédito. No obstante, las tarjetas de crédito bancarias son las ganadoras en el consumo a “plazos”, a pesar de que muchas llegan a cobrar intereses que anualizados montan hasta el 50% en varias de ellas. Y, por desgracia, en países como México, el que la gente compre con los “plásticos”, e incluso pague las escuelas, desde la primaria, hasta la universidad de sus hijos mediante crédito, se equipara a un malogrado “boom” económico, siendo que, en realidad, esa tendencia mostraría que cada vez el consumo real, es decir, al contado, disminuye, y se sustituye por un crédito que quizá endeude para varios años, si no es que para toda la vida, a los solicitantes de aquél, por lo que no debería ser motivo de orgullo, sino, más bien, de preocupación, ya que en todo el mundo se está aplicando el sistema estadounidense de endeudarse ahora y pagar en el futuro. De hecho, a nivel de país, la fuerte deuda externa e interna de los Estados Unidos está en la base de las recurrentes crisis que ese país sufre (Ver mi artículo en Internet “Hacia una nueva recesión estadounidense y mundial”). Y aunque ese esquema aparentemente ayude por lo pronto al capitalismo, en el futuro puede ser más perjudicial que benéfico, pues se podría dar una generalizada situación de insolvencia que borrara de un plumazo las expectativas de ganancia y llevara a una quiebra generalizada. Pero mientras los intereses devengados sean pagados, la especulación seguirá siendo un gran negocio, aunque haga quebrar a empresas o países enteros, como ya mencioné.
Narcotráfico: el segundo gran negocio
En cuanto al narcotráfico, estaríamos refiriéndonos a una actividad netamente ilegal, de acuerdo a los actuales estándares institucionales. Por supuesto, dicha situación, la ilegalidad, ha hecho de ese lumpen-negocio una muy lucrativa fuente de riqueza, como sucedió durante la famosa prohibición estadounidense de los años 20’s, cuando se ilegalizó el alcohol, lo cual constituyó un excelente negocio para las mafias que manejaban centros ilegales de venta de bebidas etílicas. Se calcula, conservadoramente hablando, que anualmente el narcotráfico monta alrededor de ¡$400,000 millones de dólares! (un 60% del PIB mexicano. De hecho, en la jerga economista estadounidense, se le conoce como Producto Nacional del Narco), de los cuales, unos $150,000 millones deben su origen nada menos que a los Estados Unidos (además, primer consumidor mundial de drogas, lo que, de entrada, explica también tantos millones gastados en aquéllas)(2), o sea, más de la tercera parte. Así, ese comercio de estupefacientes se infla gracias, justamente, a la ilegalidad mencionada, por lo que podríamos establecer que, debido a ella, no se ha legalizado ni existe el más mínimo interés en legalizar el tráfico de drogas, merced a las altísimas utilidades que ello genera (el tráfico humano es igualmente lucrativo, aunque no alcanza las cifras tan altas del narcotráfico – ver mi artículo en internet “Tráfico humano”), además del efecto multiplicador que tienen los narcotraficantes, quienes gastan varios millones de dólares en armamento (metralletas, bazookas, granadas, explosivos y en general armas de alto poder), equipos de transporte (aviones, barcos, submarinos, camionetas blindadas, camiones, autos de lujo, etc.)(3), equipos logísticos y electrónicos (computadoras, servidores, transmisores, radares, bloqueadores de señales, radios de telecomunicación, celulares, localizadores satelitales, etc.), equipos y sustancias para el procesamiento de la droga (sustancias químicas, equipos de laboratorio, construcciones, etc.), además del personal especializado en cada uno de los aspectos mencionados que requieren para llevar a cabo sus operaciones. Evidentemente tales adquisiciones son funcionales al sistema dado que significan, al fin de cuentas, consumo, aunque provenga de los narcotraficantes, y para el caso, serán mejores para el capitalismo dichos grupos de narcos que, digamos, obreros que apenas si pueden comprar comida con sus bajísimos salarios. Un claro ejemplo de esto lo tenemos en los propios Estados Unidos, país que se jacta de estar “atacando permanentemente” al narcotráfico. Célebre fue la visita que en junio de 1999 hizo el todavía director del mercado de valores de Nueva York (NYSE), Richard Grasso, a Colombia, en donde se encontró con un líder guerrillero, Raúl Reyes, de las FARC (Fuerzas armadas revolucionarias de Colombia)(4), con quien, para la foto, hasta se abrazó. La visita de Grasso, se especuló en ese entonces, tenía la intención de llegar a acuerdos con la FARC o con quien fuera (lo que en Wall Street llaman “llamadas frías”, para contactar con gente con quien aún no se hacen “buenos negocios”), para evitar la iniciativa que dicha organización marxista quería iniciar para descriminalizar el tráfico de cocaína, o sea, que se hiciera “legal”. Pero, por supuesto, eso era algo totalmente inconveniente para los Estados Unidos, quienes se opusieron terminantemente al intento de los rebeldes. Claro, eso se explica porque en ese país, EU, anualmente se estima que se “lavan” (o sea, se vuelven legales) entre 500 mil y un billón de dólares ($500,000,000,000-$1000,000,000,000), de los cuales entre $100,000 y $200,000 millones tan sólo corresponden al narcotráfico. Y por supuesto que eso se realiza dentro de las instituciones financieras “legales”, tales como el NYSE, corredurías, empresas, bancos como el Citibank entre muchas otras. Así que la legalización del tráfico de drogas sería muy dañino para la economía mundial, especialmente la estadounidense, pues se estarían dejando de percibir los $400,000 millones mencionados, la mitad para EU, con el esperado efecto multiplicador negativo: desaceleración económica, bajas en las ventas de empresas o quiebras, bajas en los depósitos bancarios, bajas en los índices bursátiles, bajas en las utilidades de los inversionistas, con lo que, también, se afectaría la actividad especulativa de la que hablo arriba. Y con tal de cambiar de manos de las FARC los dineros de los narcotraficantes colombianos ligados a ellos – que el señor Grasso no pudo lograr(5) – a otras más amigables a los intereses estadounidenses, se estableció el famoso “Plan Colombia”, el cual, bajo un aparente esquema de “ayuda” a los campesinos para que cambiaran de cultivos ilegales a legales y de “auxilio” al gobierno en el combate al narcotráfico, en realidad era para lograr que se mantuvieran los depósitos de los narcos en “respetables instituciones crediticias” como bancos. Se presume que Citibank, adquirió en México a Banamex, con la finalidad de asegurarse el dinero del narcotráfico latinoamericano hacia EU, gran parte del cual fluye precisamente a través de México (90% de la cocaína consumida en EU. Solamente en el año fiscal del 2004 habían $10,200 millones de dólares aquí, cuya procedencia no pudo “explicarse” por ningún ingreso legal) y es lavado en bancos como aquél. No sólo ha mantenido EU a toda costa la ilegalidad del tráfico de drogas, sino que incluso alienta la producción de estupefacientes. Un claro ejemplo de ello es que en Afganistán, país con un gobierno títere controlado por EU, la producción de heroína se ha incrementado ¡36 veces con respecto a los niveles que había durante la época del Talibán!, de acuerdo a reportes de la propia Oficina Nacional para el Control de la Droga (ONDCP), dependiente directamente de la Casa Blanca. En 2001, último año de la administración talibanesa, existían unas 1700 hectáreas sembradas con amapola. Para el 2002, ya en pleno control estadounidense, aquéllas se elevaron a 31200 y en 2003, ¡nada menos que a 61600 hectáreas! (81000, según la ONU, cifras que, según los expertos, son mucho más creíbles que las de la ONDCP). Resulta, pues, bastante extraño que con control militar estadounidense y todo lo que ello implica, Afganistán haya aumentado considerablemente su producción de narcóticos, la cual en el 2003 llegó a 3600 toneladas (3,600,000 kg.) según la ONU. Con estas altísimas cifras, ¿podríamos aún dudar de que el narcotráfico es un muy buen negocio para los EU y que mantenerlo ilegal es como verdaderamente se obtiene el big money?
Así que esas bandas organizadas de narcotraficantes, ejercen un verdadero poder económico a nivel mundial. Por ejemplo, en un país tan aparentemente honesto como Japón, la llamada yakuza, la mafia organizada japonesa, ligada fuertemente al narcotráfico, se estima que está detrás del 30% del endeudamiento “malo” que ocasionó la actual crisis económica de la que no termina de salir dicho país. Pero también los narcotraficantes ejercen su nefasta influencia en los ámbitos social y político. Por ejemplo, aprovechan la enorme necesidad de las personas a las que “ofrecen trabajo” para casi obligarlas a entrar al tráfico y la venta de estupefacientes ilegales, prometiéndoles sumas de dinero muy atractivas para el aparente “fácil trabajo” que se les encomienda, tal como transportar en sus estómagos bolsas con cocaína o llevar “paquetitos” en la cajuela de un auto (En la muy buena película “María llena eres de gracia” se muestra el drama tan terrible que sufren mujeres colombianas que se emplean como contenedores humanos de cocaína en sus estómagos y lo que puede ser fatal cuando las bolsas con la droga llegan a estallar dentro de sus entrañas). Esa necesidad económica también se traslada a otros sectores, como las fuerzas policiales y militares, cuyos miembros, igualmente mal pagados, sobre todo los mandos bajos y medios, se entusiasman ante la idea de dinero fácil y participan ofreciendo “protección” o “inmunidad” a los narcotraficantes, alentando con ello el problema de la altísima corrupción, azote mundial que rebasa ya toda posibilidad de control institucional. Pero no termina esto ahí, sino que esa especie de “cáncer social” sigue elevando su nivel de actuación a esperas mucho más altas, llegando a funcionarios públicos (jueces, directores, secretarios, gobernadores, presidentes...), de tal forma que se pude hablar en la actualidad de la existencia de narcogobiernos (el de Bush, entre ellos), pues es tanta la influencia del narcotráfico, que de alguna manera el poder institucional se comparte con aquél, se corrompe. Por ejemplo, México es un evidente caso de cómo ese narcopoder está invadiendo y corrompiendo muchas esferas gubernamentales, además de que lo muestra: en el presente año han sido ejecutadas más de 1200 personas (unas 7000 en lo que va del sexenio foxista), entre narcoempleados traidores, miembros de bandas rivales, víctimas colaterales de tiroteos, policías e importantes autoridades (jefes policiacos, por ejemplo) e, incluso, ha habido muestras de que su nivel de influencia ha llegado a muy altos cargos (aquí, por ejemplo, el gobernador de Morelos, Sergio Estrada Cajigal, se ha sostenido que tiene nexos con el narcotráfico, pero gracias a su filiación panista, la del partido en el poder, no ha pasado a más).
Finalmente, la cuestión de que el tráfico de drogas haya aumentado tanto su influencia y poder en todos los ámbitos, se debe no sólo al hecho de que los canales de distribución se han incrementado en todos los países, por ser el excelente negocio del que ya hablamos, sino también a la situación más grave de que cada vez más las drogas son empleadas por la gente, especialmente los jóvenes, como un escape a las críticas condiciones de vida impuestas por un sistema consumista que equipara el éxito personal con la cantidad de dinero que se posea. Como muchas personas no han logrado aún hacerse ricas, buscan, entonces, olvidarse de su desafortunada(6) situación empleando cocaína, heroína, marihuana, éxtasis, anfetaminas, solventes(7)... y si para poder comprarlas tienen que meterse también a venderlas, pues lo harán, entrando en un irreversible círculo vicioso en el cual ellos pierden y hasta mueren(8), siendo que los únicos ganadores, como señalé, son bancos, casas del bolsa, corporaciones, funcionarios y, por supuesto, los narcotraficantes asociados a ellos.
Agradeceré sus comentarios a: studillac@hotmail.com
NOTAS:
1) Uno de los más recientes fraudes, se debió a la mano del especulador Eddie Stern, hijo del mal afamado Leonard Stern, quien hizo su fortuna y la de sus kids, vendiendo alimentos para mascotas. Eddie Stern creó en 1998 una empresa de especulación, Canary Capital, con la cual, valiéndose de los fondos de pensión, incrementó más la fortuna familiar (estimada en ese entonces en $3000 millones de dólares), a cambió de defraudar a los pensionados, muchos de los cuales habían invertido los ahorros de toda su vida, y dejarlos sin pensión y sin futuro.
2) No paran en ingenio y recursos los narcotraficantes para satisfacer dicho consumo. En febrero del 2004 la policía de Carolina del Norte interceptó un cargamento de cocaína con valor de $30 millones de dólares dentro de un trailer que llevaba juguetes ¡nada menos que a una tienda de la cadena Wal-Mart!
3) Cuando en México se “aseguran” bienes de narcotraficantes, sorprenden los vehículos de superlujo y los armamentos de alto poder, mejores que los policiacos, que se decomisan, así como las costosas residencias en donde son localizados aquéllos.
4) Pongo en cursivas lo de revolucionarias porque, por desgracia, las FARC, en mi opinión, han perdido ya ese carácter revolucionario debido a varios aspectos, entre ellos, sus conexiones con el narcotráfico en Colombia.
5) De todos modos, la junta directiva del NYSE “agradeció” sus esfuerzos y por ello lo ratificó en agosto de 2003 en el cargo hasta el 2007 y aumentó los “beneficios económicos” a que tiene derecho cuando se retire en nada menos que ¡136 millones de dólares, para que el señor Grasso pueda tener una confortable vejez!
6) Desafortunada en cursiva porque no me parece que el hecho de no ser rico sea un “grave problema”. En todo caso, eso se ha querido imponer en este sistema tan materialista que, como dije, basa el éxito personal en el éxito monetario. Y sólo mediante la conciencia social generalizada, que nos haga regresar a los verdaderos valores humanos, como la solidaridad, la compasión, la cultura, el arte... nos iremos desprendiendo de ese pseudo-valor, cuando apreciemos que es más importante, por ejemplo, cuidar el medio ambiente o que no haya hambre en el mundo.
7) Éstos, legalmente vendidos por ser sustancias industriales “permitidas”.
8) Más de 22,000 personas mueren tan sólo en los Estados Unidos por problemas asociados a la drogadicción.
¡A desempeñar trabajos descalificados los inmigrantes en España!
¡A desempeñar trabajos descalificados los
inmigrantes en España!
Por Adán Salgado Andrade
Valencia, España, 3 de noviembre. Me encuentro en el centro social “Ca revolta” (nombre valenciano que significa casa de la revolución), cuyo bar es muy concurrido por todos aquellos valencianos que ven en ese sitio una alternativa distinta a los “pubs” comerciales, en los cuales, tanto las bebidas, como la decoración son estereotipadas, muy globalizadas, y nada más, fuera de tomar y hablar de banalidades, se puede hacer. Llegué allí después de deambular por las calles del Centro Histórico de Valencia, habiéndome hallado a muchas mujeres indigentes de apariencia eslava, así como a varios africanos, igualmente pidiendo limosna, balbuceando todos alguna palabra castellana. Incluso, “chavos banda” valencianos se acercan a turistas de apariencia latina, como yo, con un “güey, dame una moneda”, popular léxico supongo que adquirido alguna vez en intercambio lingüístico con algún mexicano. De los varios días que llevo aquí, ya hasta me he familiarizado con toda esa gente pidiendo “un euro”, aunque debo decir que la primera vez que los vi, me sorprendí un poco, pues esto es Europa, pensé. El Ca revolta, con su viejo mobiliario y ese aire antiguo que le da la restaurada construcción, induce a los comensales a sentirse nostálgicos por un pasado que era más solidario, más generoso y, sobre todo, más conciente. El Ca revolta surgió hace más de quince años, de una lucha social que se apoyó en el Movimiento Comunista valenciano para lograr que la casa vieja en donde se halla actualmente el lugar, fuera restaurada y habilitada con préstamos del gobierno, tanto para construir el centro cultural y el bar, como, también, varios departamentos en los que actualmente viven algunos de los miembros que impulsaron dicho movimiento. El préstamo bancario inicial lo pagaron contratando préstamos individuales con otros bancos que actualmente pagan en forma de hipotecas. Es una tarde de jueves, cuando, como casi todas las tardes, el sitio se llena de buenos y agradables conversadores que no platicarán, como hacen la mayoría de los valencianos, del auto nuevo o del piso nuevo que se comprarán mediante crédito bancario, sino de que si Zapatero está gobernando bien o de que la corrupción está acabando con las tierras agrícolas para convertirlas en desarrollos inmobiliarios o de que la imposición del euro todo lo ha encarecido... En este sitio me encuentro con Rashid, a quien conocí hace dos días, un marroquí que llegó a España hace 16 años. Tiene 42 años, es alto, delgado y sus rasgos son una mezcla de raíces árabes con africanas. Pido un par de cervezas obscuras “Amstel” y mientras nos las tomamos, con mi grabadora en mano, platicamos. Se siente algo intimidado por el aparato y me pide que la apague. Le aseguro que nadie más que yo escuchará la grabación. Quizás haya pensado que lo que me dijera, iba a ser empleado en su contra. Tras reiterarle que no debe temer nada, se anima a hablar, aunque algo reticente. Me da la impresión de que le preocupa que lo vayan a echar del país, más en estos días, que policías secretos, vestidos de civil, revisan “a discresión” a extranjeros en las calles que, según los eficaces agentes, consideren que sean ilegales, sin ocupación alguna. “¿Por qué viniste a España, qué es lo que te atrajo?”, le pregunto. “Me atrajo el sueño europeo y la posibilidad de tener una vida mejor que en mi país”, me contesta, con un castellano algo incorrecto en la sintaxis, muy marcado por su inconfundible acento árabe, que a pesar de los años, aún conserva bastante. Agrega que en aquellos tiempos su oposición política al gobierno del rey Hasan lo llevó a tomar la desesperada decisión de emigrar hacia España, así que principalmente lo hizo por razones políticas, no económicas. “Pero también quería mejorar mi vida, porque yo allá era pobre”. “¿Y por qué elegiste España?”, inquiero nuevamente. “Porque España es como un 80% parecida a mi país, y yo me adapté muy bien”. Claro, se refiere a las cosas en común que le dejó a esta nación el dominio musulmán de más de 600 años, tanto en el idioma, como en las costumbres, alimentos, arquitectura, rasgos físicos... sí, por eso Rashid en muchos aspectos se sintió como en casa. Comenta que comenzó a trabajar en todos los empleos descalificados que la mayoría de los emigrantes, a pesar de la distancia temporal de cuando él llegó, siguen realizando: agricultura, construcción, hostelería, servicios domésticos... “Yo trabajé de lo que salga, pero que fuera digno”, dice con cierto dejo de orgullo. Aunque dice que algo que le resultó frustrante fue que en España se enfrentó con que casi todos bebían, inhalaban cocaína, fumaban hashis... “había muchos vicios”. “Bueno, ¿pero y lograste materializar el sueño europeo que buscabas, Rashid?”, insisto. El marroquí da un trago a su cerveza y se queda callado por unos momentos. “En parte, sí, en parte, no... ahora yo llevo seis meses en paro”, dice, dejando entrever cierta frustración por su actual situación. En estos seis meses platica que ha sobrevivido durmiendo en la calle, en casas abandonadas (para su fortuna, hay un 20% de casas deshabitadas en España), y que para alimentarse va a la iglesia, a la casa de caridad, en donde personas desempleadas, como él, o en estado de indigencia, reciben alimentos gratuitamente. O acude a la solidaridad del barman del Ca revolta, Chaby, su amigo, un valenciano bonachón de buen corazón, quien a veces le da de comer y de beber. Rashid se excusa diciendo que es presa de la depresión por el rompimiento con su esposa que “ya me está pasando”. Vivió algunos años con una española, de la que se separó, al parecer por diferencias culturales. Sin embargo, depresión amorosa aparte, la situación de Rashid es la de cientos de miles de inmigrantes, cuya precaria situación económica reinante en los lugares de donde proceden, los ha llevado a emigrar y vivir en España, con la ilusión, como él, de alcanzar el “sueño europeo” de una vida confortable, con un “piso nuevo”, auto del año, un buen trabajo y, sobre todo, una vida más digna que la que tenían antes. Pero ¿cuántos lo logran? Rashid parece que no, a pesar de tener ya 16 años viviendo en el país. Incluso, dice, ni siquiera es nacionalizado español. “Para lograrlo, tienes que ser leal a la patria y merecerlo”. Lo de “merecerlo” es que tengan un buen trabajo, que hayan cotizado a la seguridad social, que sena ciudadanos modelo, casados. Pudiera pensarse, en su caso, que la causa de su fracaso es por su baja preparación. Rashid nos dice que salió de su país con el equivalente a secundaria trunca. Sin embargo, recientes estudios demuestran que una gran mayoría de inmigrantes cuenta, inclusive, con estudios universitarios y trabajan en empleos no calificados, los que de acuerdo a la Clasificación Nacional de Ocupaciones se integran en el llamado grupo 9: peones, trabajadores domésticos, personal de limpieza, conserjes, meseras... sí, una estadística actual señala que un 42% de los trabajos desempeñados por los inmigrantes son justamente los de ese grupo 9, pero que quienes los hacen, un 65% cuentan con estudios de bachillerato y casi un 20% poseen niveles de licenciatura o más. No, entonces, nada tiene que ver, reflexiono, el que los inmigrantes estén bien preparados o mal preparados... aunque, claro, no tendrá el mismo trato con la gente un conserje que sólo tenga primaria a otro que sea, por ejemplo, ingeniero, pues este le daría más, digamos, categoría a su empleador. “Ahora mismo tengo un tío argentino ingeniero que me cuida la finca”, podría jactarse el rico valenciano dueño de un edificio de departamentos sobre su trabajador. Sospecho que la situación de los inmigrantes en España, generalizable a toda la así llamada Comunidad Económica Europea, es por la que pasan los paisanos mexicanos que se van a Estados Unidos, a pesar de que muchos de ellos cuentan con una carrera universitaria: aunque estén muy preparados, se les subemplea en trabajos que igualmente puede desempeñar una persona con primaria. Pero esas son las consecuencias del capitalismo salvaje, que ha degradado actualmente tanto a países, como sociedades, que ya no es garantía para conseguir un buen empleo el que se cuente con educación universitaria. Pienso en las estadísticas mexicanas, en donde estudios recientes muestran que 3 de cada 5 personas egresadas de una universidad no hallarán empleo o laborarán en uno muy distinto a lo que estudiaron. Y si eso sucede en los países de origen, pues nada podrá esperarse estando en otro país.
Se une a la conversación Víctor, otro amigo que conocí hace una semana, invitado también a la reunión, y que va llegando. Él es mexicano, de Veracruz. Lleva nueve meses en Valencia y tiene muy pegadas la dicción castellana y varios modismos lingüísticos propios del lugar. Él es un vivo ejemplo de las estadísticas laborales. A pesar de que cuenta con bachillerato, que habla inglés perfectamente bien (Víctor vivió seis años en Florida, trabajando en restaurantes y hoteles), que está esperando matricularse en la Universidad de Valencia para estudiar sociología, a lo más que ha podido aspirar como empleo, es trabajando de mesero los fines de semana, lo cual le reporta 100, 150 euros semanales. Vive en un hostal, especie de pensiones baratas para estudiantes, sobre todo extranjeros, como él, en donde paga 10 euros por día (casi son los únicos lugares en donde pueden vivir inmigrantes solos, pues los departamentos para alquiler son escasos y muy caros). El resto de su salario lo emplea para comer lo más económico que se pueda (acude a la Mercadona, franquicia de supers exclusivos de alimentos, digamos que relativamente barata, en donde puede adquirirse una docena de huevos por un euro o una lata de atún de 1 kg por 3.50 €) y comprarse un poco de ropa y algunas cosas que vaya necesitando. “¿Tú, por qué estás en Valencia, Víctor?”, pregunto. “Ah, pues porque quiero estudiar sociología”, me contesta, muy convencido. “¿Y por qué no estudias en México, en la UNAM?”, arremeto. Y viene entonces que lo del “prestigio”, “que es mejor estudiar en el extranjero”... y todos esos argumentos que, francamente, considero que cada vez son más espejismos de lo que alguna vez efectivamente fue. Sí, porque pienso en tantos extranjeros, incluso, estadounidenses, que están estudiando en las facultades de la UNAM (Universidad nacional autónoma de México, considerada ya entre las 100 mejores del mundo), que me parece un tanto insostenible el argumento del Víctor. Su caso es distinto, pues él no está en España por una imperiosa necesidad económica, sino porque desea adquirir el prestigio que concede el estudiar en una universidad europea. Claro, Víctor es presa de ese inconsciente malinchismo que casi todos los mexicanos (y para ese efecto, los latinos) llevamos por dentro. Sí, y qué mejor que ejercerlo en la eufemísticamente llamada madre patria, origen directo del síndrome de la malinche. Y también porque probablemente considere que estudiando allí una licenciatura tendrá a la larga mayores oportunidades, al concluirla, de colocarse en un buen puesto de trabajo en Valencia, dentro del gobierno, con contrato indefinido. Esto me recuerda otra cifra estadística que recién revisé, y que indica que los inmigrantes, además de dedicarse a actividades descalificadas, más del 65% de éstas son por contratación temporal, de seis meses o menos. Esto es consecuencia de que ese tipo de empleos son de corta duración: edificios en construcción que requieren de peones, cosechas de frutas o verduras que emplean pizcadores, barcos pesqueros que emplean ayudantes, familias que necesitan afanadoras o niñeras, restaurantes que dan trabajo a meseras o lavatrastes, fábricas que “por expansión” requieren obreros, municipalidades que necesitan barrenderos por algunos meses... y así por el estilo. Indican los análisis oficiales que existe una sobrecualificación de los inmigrantes para los descalificados trabajos que realizan y que de alguna forma se están desperdiciando esos talentos y recursos. Pero, repito, si en los propios países de origen tenemos, incluso, doctores que son taxistas o ingenieros que están vendiendo baratijas chinas en las calles, ¿qué se puede esperar al estar viviendo en otro país? “¿Y por qué no te consigues un mejor trabajo, Víctor?”, insisto. “Ah, pues es que hasta que no me matricule en la universidad, no me darán permiso para trabajar”, responde Víctor, que espera ampararse en una ley que permite que los estudiantes de origen extranjero que se encuentren inscritos en universidades españolas, trabajen hasta veinte horas semanales. Él piensa estudiar por las mañanas y trabajar en las tardes, espera, en un mejor empleo. Pero vaya círculo vicioso, razono, pues si Víctor no es aceptado, entonces, no le quedará más que seguir laborando en subempleos por aquí y por allá, como la gran mayoría de los inmigrantes. Pero, al menos, él tiene la suerte de estar viviendo ya en España y de haber ingresado legalmente. Me vienen a la mente las escenas que veía días atrás en un noticiario televisivo, de los miles de africanos que llegan a bordo de frágiles pateras o cayucos cargando asiáticos, a las costas de Cádiz, muchos de los cuales se hunden por la fragilidad de las endebles embarcaciones en alta mar, sin que se vuelva a saber de ellos jamás. Meses atrás, esas desesperadas hordas humanas, incluso se brincaban los enrejados que el gobierno español había colocado en sus fronteras con tal de contenerlos, pero es mayor el hambre y la necesidad de hallar un precario sustento que cualquier barrera física o legal. Curiosamente, aunque africanos o asiáticos son los más repelidos por las autoridades de inmigración, son los más empleados en todas las labores descalificadas que la mayoría de los españoles se rehúsan a hacer (sólo 15% de los trabajadores españoles se dedican a labores descalificadas, contra 42% de los extranjeros). Sí, las estadísticas señalan que más del 52% de africanos laborando, lo hacen en esos trabajos: albañiles, pizcadores, peones, maleteros, barrenderos... En este caso, sí hay una correspondencia con el bajo nivel educativo que la mayoría de ellos poseen, pero, por otro lado, me pregunto si no será, también, la consecuencia de un inconsciente racismo que los españoles cargan (de hecho, es el gran problema con los dueños de las viviendas de alquiler, que generalmente no las rentan a inmigrantes “por desconfianza”), algo así como el “síndrome del conquistador”, porque el otro grupo de inmigrantes que sigue en cuanto a empleos descalificados es, justamente, el de los latinoamericanos, que superan el 46%. Y vaya que ese “síndrome del conquistador” se sigue manifestando, últimamente por la intentona de varios bancos españoles de adquirir bancos latinoamericanos, como es el caso del BBV (Banco Bilbao Vizcaya) o el Santander, que al menos en México adquirieron por “módica ganga” a Bancomer, el primero, y a Serfín, el segundo. Bueno, quizá sea la consecuencia de esa avaricia financiera de querer abarcarlo todo, de concentrar la riqueza, el creciente deseo de esos miles de empobrecidos inmigrantes (dada la citada concentradora avaricia a que ha dado lugar el capitalismo salvaje), deseosos de compartir con sus históricos conquistadores el “sueño europeo”, como dijo Rashid al principio de la plática.
Víctor no acierta a comentarme nada acerca de lo que le dije, de que hay muchos extranjeros estudiando en la UNAM y Rashid, notoriamente deprimido porque nunca logró materializar ese “sueño europeo”, ya empieza a mostrar los estragos etílicos de la tercera cerveza “Amstel”, invitadas por su entrevistador.
Son ya las once de la noche y el bar está cerrando. Nos despedimos muy cortésmente los tres con efusivos, sinceros abrazos. Yo camino hacia el barrio de Russafa en el que, según uno de los recientes censos, casi un 16% de sus pobladores son inmigrantes, cifra que comienza ya a preocupar a las autoridades, pues el lugar tiende ya a guetizarse, con todos los problemas que ello implica pues la integración española de los inmigrantes es más difícil, dado que viviendo así, tan hacinados, se les facilita el conservar sus costumbres y rasgos culturales originarios. En ese barrio un buen amigo, David, me hospeda. Russafa queda detrás de la “Estacio du Nord”, a donde arriban todas las líneas férreas que proceden de otros lados de España. David vive en un minúsculo departamento que consta de un pasillo de entrada, una cocina chica, con fregadero, estufa, anaqueles y un refrigerador, una pequeña sala, “aseo” (el sanitario) y una sola recámara, por el que paga la nada despreciable suma de 355 euros. El dueño del edificio dividió los ya de por sí medianos departamentos que había antes para ofrecer esos “palomares” y sacar, claro, el doble de renta. David, ribarrojeño, está en posibilidades de pagarla, pues es economista, trabaja para el partido “Izquierda Unida” (el que ganó registro y algunos escaños en las pasadas elecciones) y percibe 1300 euros mensuales, un sueldo, digamos que más que aceptable. “¡¿Pero me creerás que familias enteras viven en departamentos como este!?” Bueno, no es de sorprender, al menos para mí, cuando pienso en los hacinados cuartos de vecindad que aún abundan en México en donde, efectivamente, viven numerosas familias enteras. Pero que eso se dé en España, el primer mundo, cuesta creerlo. Es la consecuencia de las viviendas de alquiler tan escasas y tan caras (España es el único país de la Unión Europea que casi no cuenta con viviendas de alquiler, ni públicas, ni privadas. Casi el 80% de las viviendas son propias, de allí la agudización de ese problema). David dice que a veces él se siente extranjero, por tantos inmigrantes que pululan por el lugar. Durante el día Russafa, en donde se ven “gitanas” pidiendo limosna en las esquinas o frente a las iglesias, se caracteriza por las decenas de tiendas hindúes, árabes y, sobre todo, chinas, que venden desde comida, pasando por ropa, calzado, baratijas chinas, artesanías, que sobresalen de entre viejos edificios, cuyas puertas de entrada lucen reforzadas por gruesas rejas metálicas para protegerlos de las frecuentes incursiones de ladrones en busca también del “sueño europeo”... pero del ajeno. Los balcones superiores de dichos edificios, se presentan ya como hacinados espacios en donde hay desde tendederos repletos de calzones, pantalones, blusas, sostenes en proceso de secamiento, hasta macetas de diversas plantas, jaulas de loros o canarios, trebejos, botes de basura, escobas, bicicletas, sillas, triciclos, juguetes... vaya, todo un buen estilo de vida tercermundista enclavado en el primermundismo... o lo que quede ya de éste. Por la noche, el barrio ofrece calles obscuras, gatos callejeros, depósitos de basura repletos, rebosando a los lados de las cajas de cartón, plásticos, bolsas, tirados allí por residentes y comerciantes... y uno se cruza con adolescentes chinos o africanos mirando muy desafiantes al trasnochador caminante... sí, esa nocturna visión, intimida un poco, a la vez que desconcierta, como que no corresponde con la idea de la prosperidad europea de la que tanto se jactan por allá. Me pregunto si alguna vez habrá aquí estallidos de violencia como los que azotaron a Francia el año pasado, cuando miles de adolescentes y jóvenes inmigrantes o hijos de inmigrantes salieron a las calles, haciendo graffitis, rompiendo vidrios, causando destrozos en calles y construcciones, quemando cientos de autos... bueno, al menos aquí no han cometido los policías la torpeza de golpear a jóvenes inmigrantes, como allá sí hicieron, aunque el hacinamiento forzado por la carencia de viviendas pudiera ser el detonante... dicen que Zapatero se ha presentado más tolerante con el “tema” de la migración. Es de esperarse, pues quizá él haya leído que gracias a los inmigrantes, que suman ya 6% de la población, y a su participación en los empleos y en las actividades económicas, España ha crecido un 6% anual, muy bueno, desde hace unos años. Por lo menos no están construyendo muros, como lo está haciendo EU en la frontera con México, país que, también, gracias a los inmigrantes, sobre todo, los latinos, tiene aún buenas tasas de crecimiento económico.
Antes de llegar al barrio, camino por entre callejuelas en las cuales, abajo de las marquesinas de algunas construcciones, pernoctan ya “a pierna suelta” varios indigentes, tapados con cartones o raídas “cobijas” que, me pregunto, ¿serán o no inmigrantes? Quizás sí, quizás no, me digo... pero, bueno, si son inmigrantes, no son más que la prueba de que la historia de dominación que el así llamado primer mundo ha ejercido sobre el resto de los países, está teniendo estas consecuencias sociales cada vez más graves... y si esos indigentes son valencianos... bueno, pues igualmente son la consecuencia del capitalismo salvaje que también el primer mundo está imponiendo desde hace 25 años para que la marcha de las 500 grandes corporaciones dominantes de la economía mundial, sea satisfactoria...
Ni hablar, me digo, mientras llego a la reforzada puerta del edificio que me da cobijo por algunos días, algo tenemos que pagar a cambio de ser todos ya ciudadanos globalizados...
Contacto: studillac@hotmail.com
inmigrantes en España!
Por Adán Salgado Andrade
Valencia, España, 3 de noviembre. Me encuentro en el centro social “Ca revolta” (nombre valenciano que significa casa de la revolución), cuyo bar es muy concurrido por todos aquellos valencianos que ven en ese sitio una alternativa distinta a los “pubs” comerciales, en los cuales, tanto las bebidas, como la decoración son estereotipadas, muy globalizadas, y nada más, fuera de tomar y hablar de banalidades, se puede hacer. Llegué allí después de deambular por las calles del Centro Histórico de Valencia, habiéndome hallado a muchas mujeres indigentes de apariencia eslava, así como a varios africanos, igualmente pidiendo limosna, balbuceando todos alguna palabra castellana. Incluso, “chavos banda” valencianos se acercan a turistas de apariencia latina, como yo, con un “güey, dame una moneda”, popular léxico supongo que adquirido alguna vez en intercambio lingüístico con algún mexicano. De los varios días que llevo aquí, ya hasta me he familiarizado con toda esa gente pidiendo “un euro”, aunque debo decir que la primera vez que los vi, me sorprendí un poco, pues esto es Europa, pensé. El Ca revolta, con su viejo mobiliario y ese aire antiguo que le da la restaurada construcción, induce a los comensales a sentirse nostálgicos por un pasado que era más solidario, más generoso y, sobre todo, más conciente. El Ca revolta surgió hace más de quince años, de una lucha social que se apoyó en el Movimiento Comunista valenciano para lograr que la casa vieja en donde se halla actualmente el lugar, fuera restaurada y habilitada con préstamos del gobierno, tanto para construir el centro cultural y el bar, como, también, varios departamentos en los que actualmente viven algunos de los miembros que impulsaron dicho movimiento. El préstamo bancario inicial lo pagaron contratando préstamos individuales con otros bancos que actualmente pagan en forma de hipotecas. Es una tarde de jueves, cuando, como casi todas las tardes, el sitio se llena de buenos y agradables conversadores que no platicarán, como hacen la mayoría de los valencianos, del auto nuevo o del piso nuevo que se comprarán mediante crédito bancario, sino de que si Zapatero está gobernando bien o de que la corrupción está acabando con las tierras agrícolas para convertirlas en desarrollos inmobiliarios o de que la imposición del euro todo lo ha encarecido... En este sitio me encuentro con Rashid, a quien conocí hace dos días, un marroquí que llegó a España hace 16 años. Tiene 42 años, es alto, delgado y sus rasgos son una mezcla de raíces árabes con africanas. Pido un par de cervezas obscuras “Amstel” y mientras nos las tomamos, con mi grabadora en mano, platicamos. Se siente algo intimidado por el aparato y me pide que la apague. Le aseguro que nadie más que yo escuchará la grabación. Quizás haya pensado que lo que me dijera, iba a ser empleado en su contra. Tras reiterarle que no debe temer nada, se anima a hablar, aunque algo reticente. Me da la impresión de que le preocupa que lo vayan a echar del país, más en estos días, que policías secretos, vestidos de civil, revisan “a discresión” a extranjeros en las calles que, según los eficaces agentes, consideren que sean ilegales, sin ocupación alguna. “¿Por qué viniste a España, qué es lo que te atrajo?”, le pregunto. “Me atrajo el sueño europeo y la posibilidad de tener una vida mejor que en mi país”, me contesta, con un castellano algo incorrecto en la sintaxis, muy marcado por su inconfundible acento árabe, que a pesar de los años, aún conserva bastante. Agrega que en aquellos tiempos su oposición política al gobierno del rey Hasan lo llevó a tomar la desesperada decisión de emigrar hacia España, así que principalmente lo hizo por razones políticas, no económicas. “Pero también quería mejorar mi vida, porque yo allá era pobre”. “¿Y por qué elegiste España?”, inquiero nuevamente. “Porque España es como un 80% parecida a mi país, y yo me adapté muy bien”. Claro, se refiere a las cosas en común que le dejó a esta nación el dominio musulmán de más de 600 años, tanto en el idioma, como en las costumbres, alimentos, arquitectura, rasgos físicos... sí, por eso Rashid en muchos aspectos se sintió como en casa. Comenta que comenzó a trabajar en todos los empleos descalificados que la mayoría de los emigrantes, a pesar de la distancia temporal de cuando él llegó, siguen realizando: agricultura, construcción, hostelería, servicios domésticos... “Yo trabajé de lo que salga, pero que fuera digno”, dice con cierto dejo de orgullo. Aunque dice que algo que le resultó frustrante fue que en España se enfrentó con que casi todos bebían, inhalaban cocaína, fumaban hashis... “había muchos vicios”. “Bueno, ¿pero y lograste materializar el sueño europeo que buscabas, Rashid?”, insisto. El marroquí da un trago a su cerveza y se queda callado por unos momentos. “En parte, sí, en parte, no... ahora yo llevo seis meses en paro”, dice, dejando entrever cierta frustración por su actual situación. En estos seis meses platica que ha sobrevivido durmiendo en la calle, en casas abandonadas (para su fortuna, hay un 20% de casas deshabitadas en España), y que para alimentarse va a la iglesia, a la casa de caridad, en donde personas desempleadas, como él, o en estado de indigencia, reciben alimentos gratuitamente. O acude a la solidaridad del barman del Ca revolta, Chaby, su amigo, un valenciano bonachón de buen corazón, quien a veces le da de comer y de beber. Rashid se excusa diciendo que es presa de la depresión por el rompimiento con su esposa que “ya me está pasando”. Vivió algunos años con una española, de la que se separó, al parecer por diferencias culturales. Sin embargo, depresión amorosa aparte, la situación de Rashid es la de cientos de miles de inmigrantes, cuya precaria situación económica reinante en los lugares de donde proceden, los ha llevado a emigrar y vivir en España, con la ilusión, como él, de alcanzar el “sueño europeo” de una vida confortable, con un “piso nuevo”, auto del año, un buen trabajo y, sobre todo, una vida más digna que la que tenían antes. Pero ¿cuántos lo logran? Rashid parece que no, a pesar de tener ya 16 años viviendo en el país. Incluso, dice, ni siquiera es nacionalizado español. “Para lograrlo, tienes que ser leal a la patria y merecerlo”. Lo de “merecerlo” es que tengan un buen trabajo, que hayan cotizado a la seguridad social, que sena ciudadanos modelo, casados. Pudiera pensarse, en su caso, que la causa de su fracaso es por su baja preparación. Rashid nos dice que salió de su país con el equivalente a secundaria trunca. Sin embargo, recientes estudios demuestran que una gran mayoría de inmigrantes cuenta, inclusive, con estudios universitarios y trabajan en empleos no calificados, los que de acuerdo a la Clasificación Nacional de Ocupaciones se integran en el llamado grupo 9: peones, trabajadores domésticos, personal de limpieza, conserjes, meseras... sí, una estadística actual señala que un 42% de los trabajos desempeñados por los inmigrantes son justamente los de ese grupo 9, pero que quienes los hacen, un 65% cuentan con estudios de bachillerato y casi un 20% poseen niveles de licenciatura o más. No, entonces, nada tiene que ver, reflexiono, el que los inmigrantes estén bien preparados o mal preparados... aunque, claro, no tendrá el mismo trato con la gente un conserje que sólo tenga primaria a otro que sea, por ejemplo, ingeniero, pues este le daría más, digamos, categoría a su empleador. “Ahora mismo tengo un tío argentino ingeniero que me cuida la finca”, podría jactarse el rico valenciano dueño de un edificio de departamentos sobre su trabajador. Sospecho que la situación de los inmigrantes en España, generalizable a toda la así llamada Comunidad Económica Europea, es por la que pasan los paisanos mexicanos que se van a Estados Unidos, a pesar de que muchos de ellos cuentan con una carrera universitaria: aunque estén muy preparados, se les subemplea en trabajos que igualmente puede desempeñar una persona con primaria. Pero esas son las consecuencias del capitalismo salvaje, que ha degradado actualmente tanto a países, como sociedades, que ya no es garantía para conseguir un buen empleo el que se cuente con educación universitaria. Pienso en las estadísticas mexicanas, en donde estudios recientes muestran que 3 de cada 5 personas egresadas de una universidad no hallarán empleo o laborarán en uno muy distinto a lo que estudiaron. Y si eso sucede en los países de origen, pues nada podrá esperarse estando en otro país.
Se une a la conversación Víctor, otro amigo que conocí hace una semana, invitado también a la reunión, y que va llegando. Él es mexicano, de Veracruz. Lleva nueve meses en Valencia y tiene muy pegadas la dicción castellana y varios modismos lingüísticos propios del lugar. Él es un vivo ejemplo de las estadísticas laborales. A pesar de que cuenta con bachillerato, que habla inglés perfectamente bien (Víctor vivió seis años en Florida, trabajando en restaurantes y hoteles), que está esperando matricularse en la Universidad de Valencia para estudiar sociología, a lo más que ha podido aspirar como empleo, es trabajando de mesero los fines de semana, lo cual le reporta 100, 150 euros semanales. Vive en un hostal, especie de pensiones baratas para estudiantes, sobre todo extranjeros, como él, en donde paga 10 euros por día (casi son los únicos lugares en donde pueden vivir inmigrantes solos, pues los departamentos para alquiler son escasos y muy caros). El resto de su salario lo emplea para comer lo más económico que se pueda (acude a la Mercadona, franquicia de supers exclusivos de alimentos, digamos que relativamente barata, en donde puede adquirirse una docena de huevos por un euro o una lata de atún de 1 kg por 3.50 €) y comprarse un poco de ropa y algunas cosas que vaya necesitando. “¿Tú, por qué estás en Valencia, Víctor?”, pregunto. “Ah, pues porque quiero estudiar sociología”, me contesta, muy convencido. “¿Y por qué no estudias en México, en la UNAM?”, arremeto. Y viene entonces que lo del “prestigio”, “que es mejor estudiar en el extranjero”... y todos esos argumentos que, francamente, considero que cada vez son más espejismos de lo que alguna vez efectivamente fue. Sí, porque pienso en tantos extranjeros, incluso, estadounidenses, que están estudiando en las facultades de la UNAM (Universidad nacional autónoma de México, considerada ya entre las 100 mejores del mundo), que me parece un tanto insostenible el argumento del Víctor. Su caso es distinto, pues él no está en España por una imperiosa necesidad económica, sino porque desea adquirir el prestigio que concede el estudiar en una universidad europea. Claro, Víctor es presa de ese inconsciente malinchismo que casi todos los mexicanos (y para ese efecto, los latinos) llevamos por dentro. Sí, y qué mejor que ejercerlo en la eufemísticamente llamada madre patria, origen directo del síndrome de la malinche. Y también porque probablemente considere que estudiando allí una licenciatura tendrá a la larga mayores oportunidades, al concluirla, de colocarse en un buen puesto de trabajo en Valencia, dentro del gobierno, con contrato indefinido. Esto me recuerda otra cifra estadística que recién revisé, y que indica que los inmigrantes, además de dedicarse a actividades descalificadas, más del 65% de éstas son por contratación temporal, de seis meses o menos. Esto es consecuencia de que ese tipo de empleos son de corta duración: edificios en construcción que requieren de peones, cosechas de frutas o verduras que emplean pizcadores, barcos pesqueros que emplean ayudantes, familias que necesitan afanadoras o niñeras, restaurantes que dan trabajo a meseras o lavatrastes, fábricas que “por expansión” requieren obreros, municipalidades que necesitan barrenderos por algunos meses... y así por el estilo. Indican los análisis oficiales que existe una sobrecualificación de los inmigrantes para los descalificados trabajos que realizan y que de alguna forma se están desperdiciando esos talentos y recursos. Pero, repito, si en los propios países de origen tenemos, incluso, doctores que son taxistas o ingenieros que están vendiendo baratijas chinas en las calles, ¿qué se puede esperar al estar viviendo en otro país? “¿Y por qué no te consigues un mejor trabajo, Víctor?”, insisto. “Ah, pues es que hasta que no me matricule en la universidad, no me darán permiso para trabajar”, responde Víctor, que espera ampararse en una ley que permite que los estudiantes de origen extranjero que se encuentren inscritos en universidades españolas, trabajen hasta veinte horas semanales. Él piensa estudiar por las mañanas y trabajar en las tardes, espera, en un mejor empleo. Pero vaya círculo vicioso, razono, pues si Víctor no es aceptado, entonces, no le quedará más que seguir laborando en subempleos por aquí y por allá, como la gran mayoría de los inmigrantes. Pero, al menos, él tiene la suerte de estar viviendo ya en España y de haber ingresado legalmente. Me vienen a la mente las escenas que veía días atrás en un noticiario televisivo, de los miles de africanos que llegan a bordo de frágiles pateras o cayucos cargando asiáticos, a las costas de Cádiz, muchos de los cuales se hunden por la fragilidad de las endebles embarcaciones en alta mar, sin que se vuelva a saber de ellos jamás. Meses atrás, esas desesperadas hordas humanas, incluso se brincaban los enrejados que el gobierno español había colocado en sus fronteras con tal de contenerlos, pero es mayor el hambre y la necesidad de hallar un precario sustento que cualquier barrera física o legal. Curiosamente, aunque africanos o asiáticos son los más repelidos por las autoridades de inmigración, son los más empleados en todas las labores descalificadas que la mayoría de los españoles se rehúsan a hacer (sólo 15% de los trabajadores españoles se dedican a labores descalificadas, contra 42% de los extranjeros). Sí, las estadísticas señalan que más del 52% de africanos laborando, lo hacen en esos trabajos: albañiles, pizcadores, peones, maleteros, barrenderos... En este caso, sí hay una correspondencia con el bajo nivel educativo que la mayoría de ellos poseen, pero, por otro lado, me pregunto si no será, también, la consecuencia de un inconsciente racismo que los españoles cargan (de hecho, es el gran problema con los dueños de las viviendas de alquiler, que generalmente no las rentan a inmigrantes “por desconfianza”), algo así como el “síndrome del conquistador”, porque el otro grupo de inmigrantes que sigue en cuanto a empleos descalificados es, justamente, el de los latinoamericanos, que superan el 46%. Y vaya que ese “síndrome del conquistador” se sigue manifestando, últimamente por la intentona de varios bancos españoles de adquirir bancos latinoamericanos, como es el caso del BBV (Banco Bilbao Vizcaya) o el Santander, que al menos en México adquirieron por “módica ganga” a Bancomer, el primero, y a Serfín, el segundo. Bueno, quizá sea la consecuencia de esa avaricia financiera de querer abarcarlo todo, de concentrar la riqueza, el creciente deseo de esos miles de empobrecidos inmigrantes (dada la citada concentradora avaricia a que ha dado lugar el capitalismo salvaje), deseosos de compartir con sus históricos conquistadores el “sueño europeo”, como dijo Rashid al principio de la plática.
Víctor no acierta a comentarme nada acerca de lo que le dije, de que hay muchos extranjeros estudiando en la UNAM y Rashid, notoriamente deprimido porque nunca logró materializar ese “sueño europeo”, ya empieza a mostrar los estragos etílicos de la tercera cerveza “Amstel”, invitadas por su entrevistador.
Son ya las once de la noche y el bar está cerrando. Nos despedimos muy cortésmente los tres con efusivos, sinceros abrazos. Yo camino hacia el barrio de Russafa en el que, según uno de los recientes censos, casi un 16% de sus pobladores son inmigrantes, cifra que comienza ya a preocupar a las autoridades, pues el lugar tiende ya a guetizarse, con todos los problemas que ello implica pues la integración española de los inmigrantes es más difícil, dado que viviendo así, tan hacinados, se les facilita el conservar sus costumbres y rasgos culturales originarios. En ese barrio un buen amigo, David, me hospeda. Russafa queda detrás de la “Estacio du Nord”, a donde arriban todas las líneas férreas que proceden de otros lados de España. David vive en un minúsculo departamento que consta de un pasillo de entrada, una cocina chica, con fregadero, estufa, anaqueles y un refrigerador, una pequeña sala, “aseo” (el sanitario) y una sola recámara, por el que paga la nada despreciable suma de 355 euros. El dueño del edificio dividió los ya de por sí medianos departamentos que había antes para ofrecer esos “palomares” y sacar, claro, el doble de renta. David, ribarrojeño, está en posibilidades de pagarla, pues es economista, trabaja para el partido “Izquierda Unida” (el que ganó registro y algunos escaños en las pasadas elecciones) y percibe 1300 euros mensuales, un sueldo, digamos que más que aceptable. “¡¿Pero me creerás que familias enteras viven en departamentos como este!?” Bueno, no es de sorprender, al menos para mí, cuando pienso en los hacinados cuartos de vecindad que aún abundan en México en donde, efectivamente, viven numerosas familias enteras. Pero que eso se dé en España, el primer mundo, cuesta creerlo. Es la consecuencia de las viviendas de alquiler tan escasas y tan caras (España es el único país de la Unión Europea que casi no cuenta con viviendas de alquiler, ni públicas, ni privadas. Casi el 80% de las viviendas son propias, de allí la agudización de ese problema). David dice que a veces él se siente extranjero, por tantos inmigrantes que pululan por el lugar. Durante el día Russafa, en donde se ven “gitanas” pidiendo limosna en las esquinas o frente a las iglesias, se caracteriza por las decenas de tiendas hindúes, árabes y, sobre todo, chinas, que venden desde comida, pasando por ropa, calzado, baratijas chinas, artesanías, que sobresalen de entre viejos edificios, cuyas puertas de entrada lucen reforzadas por gruesas rejas metálicas para protegerlos de las frecuentes incursiones de ladrones en busca también del “sueño europeo”... pero del ajeno. Los balcones superiores de dichos edificios, se presentan ya como hacinados espacios en donde hay desde tendederos repletos de calzones, pantalones, blusas, sostenes en proceso de secamiento, hasta macetas de diversas plantas, jaulas de loros o canarios, trebejos, botes de basura, escobas, bicicletas, sillas, triciclos, juguetes... vaya, todo un buen estilo de vida tercermundista enclavado en el primermundismo... o lo que quede ya de éste. Por la noche, el barrio ofrece calles obscuras, gatos callejeros, depósitos de basura repletos, rebosando a los lados de las cajas de cartón, plásticos, bolsas, tirados allí por residentes y comerciantes... y uno se cruza con adolescentes chinos o africanos mirando muy desafiantes al trasnochador caminante... sí, esa nocturna visión, intimida un poco, a la vez que desconcierta, como que no corresponde con la idea de la prosperidad europea de la que tanto se jactan por allá. Me pregunto si alguna vez habrá aquí estallidos de violencia como los que azotaron a Francia el año pasado, cuando miles de adolescentes y jóvenes inmigrantes o hijos de inmigrantes salieron a las calles, haciendo graffitis, rompiendo vidrios, causando destrozos en calles y construcciones, quemando cientos de autos... bueno, al menos aquí no han cometido los policías la torpeza de golpear a jóvenes inmigrantes, como allá sí hicieron, aunque el hacinamiento forzado por la carencia de viviendas pudiera ser el detonante... dicen que Zapatero se ha presentado más tolerante con el “tema” de la migración. Es de esperarse, pues quizá él haya leído que gracias a los inmigrantes, que suman ya 6% de la población, y a su participación en los empleos y en las actividades económicas, España ha crecido un 6% anual, muy bueno, desde hace unos años. Por lo menos no están construyendo muros, como lo está haciendo EU en la frontera con México, país que, también, gracias a los inmigrantes, sobre todo, los latinos, tiene aún buenas tasas de crecimiento económico.
Antes de llegar al barrio, camino por entre callejuelas en las cuales, abajo de las marquesinas de algunas construcciones, pernoctan ya “a pierna suelta” varios indigentes, tapados con cartones o raídas “cobijas” que, me pregunto, ¿serán o no inmigrantes? Quizás sí, quizás no, me digo... pero, bueno, si son inmigrantes, no son más que la prueba de que la historia de dominación que el así llamado primer mundo ha ejercido sobre el resto de los países, está teniendo estas consecuencias sociales cada vez más graves... y si esos indigentes son valencianos... bueno, pues igualmente son la consecuencia del capitalismo salvaje que también el primer mundo está imponiendo desde hace 25 años para que la marcha de las 500 grandes corporaciones dominantes de la economía mundial, sea satisfactoria...
Ni hablar, me digo, mientras llego a la reforzada puerta del edificio que me da cobijo por algunos días, algo tenemos que pagar a cambio de ser todos ya ciudadanos globalizados...
Contacto: studillac@hotmail.com
Tráfico humano
TRAFICO HUMANO
Por Adán Salgado Andrade
Actualmente, todo cuanto pueda ser comercializado y rinda una muy buena ganancia, pronto se convierte en un gran negocio. Tal es el caso del tráfico internacional de personas, el cual, de acuerdo con la Organización Internacional de la Migración, monta anualmente unos $10,000 millones de dólares, hablando conservadoramente. Aproximadamente cuatro millones de personas emigran hacia otros países cada año con tal de hallar una ocupación que les proporcione un “mejor nivel de vida”, lo que no sucede en sus países de origen, en los cuales los efectos del neoliberalismo y la globalización han causado una serie de estragos, entre los que se pueden citar la pauperización creciente, el abierto desempleo, la reducción a niveles lamentables de la actividad económica e, incluso, en algunos casos, el peligro de que esos países desaparezcan como entidades nacionales por los separatismos que se han ocasionado, como ha sucedido, por ejemplo, con la ex URSS, Yugoslavia o Checoslovaquia.
Hasta antes de la desaparición del llamado segundo mundo, encabezado por la Unión Soviética, las regiones que sobresalían por la mayor cantidad de emigrantes eran África, Asia y Latinoamérica. Sin embargo, luego de los cambios geopolíticos surgidos ante la desaparición de la URSS, otros lugares y países han pasado a ser parte de un creciente tráfico humano ilegal que, como se señaló, constituye un gran negocio. Mick Keelty, un funcionario policiaco australiano encargado de los delitos cometidos por el tráfico ilegal declara. “No hay duda de que el tráfico ilegal de personas es una actividad del crimen organizado, muy lucrativa, que ha tendido a incrementarse en los últimos dos o tres años, pues se trata de una mercancía negociable, como cualquier otra. A los delincuentes organizados no les importa qué tipo de mercancía se comercie, con tal de que obtengan buenos dólares por esa actividad. Por eso estamos viendo que se está cambiando de la venta de droga por la venta de humanos”.
El tráfico humano hacia los países ricos crece cada año, a pesar de los esfuerzos de éstos por impedirlo. Como ejemplo, tómese el caso de los Estados Unidos, nación que aunque ha querido impedir el paso de indocumentados latinoamericanos, sobre todo de mexicanos, a su territorio, con muros triples, aviones vigías robots, muchos guardias fronterizos, grupos xenofóbicos (los llamados minuteman, por citar algunos) y, en estos días, de plano con una declarada, infame militarización ordenada por los halcones y George Bush, aún así, continúa el exilio hacia allá de necesitadísimas personas que sólo trabajando en ese país en el campo, o de obreros o de sirvientes o lavando baños, ven su salvación para salir de la pobreza en que viven.
Y cada país tiene su área de influencia. Por ejemplo, a Australia se dirigen emigrantes de Indonesia, a los cuales los traficantes les cobran entre $600 y $2,500 dólares por persona por llevarlos en bote desde las playas indonesias hacia ese país . A Estados Unidos, como señalé, llegan mayoritariamente mexicanos y latinoamericanos. En el caso de los mexicanos que tratan de cruzar ilegalmente la frontera ayudados por los “coyotes” pagan actualmente alrededor de $1000 dólares, en lugar de los $300 que antes les daban a aquéllos porque, según los traficantes, “ahora es más difícil pasarlos”. (y ya no digamos con la frontera militarizada). Europa occidental está “inundada”, de acuerdo con sus autoridades, de asiáticos y africanos que buscan en esa región una mejoría económica para sus desesperadas vidas.
Y aunque el aumento en el problema de la inmigración se debe a la crisis económica neoliberal, que los intereses de los países ricos han contribuido a profundizar, éstos no parecen entenderlo así, y han emprendido una serie de medidas para detener el tráfico ilegal de personas, algunas de ellas de corte fascista. En Estados Unidos, por ejemplo, a raíz de los incidentes del 11 de septiembre del 2001, se han estado imponiendo medidas mucho más restrictivas a los inmigrantes, aún cuando éstos sean legales, entre las cuales se contempla crear un banco de datos que registrará minuciosamente todas las entradas y salidas de la totalidad de visitantes extranjeros a ese país, aumentar el número de sus agentes de inmigración, verificar que aquéllos con visa de estudiantes realmente estén inscritos en las escuelas en que tomarán clases, así como la expedición de pasaportes que cuenten con información amplia y precisa del inmigrante con sólo escanear la huella digital del portador, y eso sin contar que cualquier inmigrante que sea o parezca árabe es sometido a un minucioso interrogatorio, prácticamente policiaco (todo esto coordinado por el Departamento de Seguridad Doméstica, algo así como una supersecretaría contra el terrorismo y la inmigración ilegal). Pero ya desde hace años, los rancheros y organizaciones xenofóbicas, como los minuteman que viven en la frontera entre México y EU “cazan” a cuanto mexicano ilegal se atreva a pisar sus propiedades, aduciendo que ya que el gobierno no hace nada por parar la entrada de esos “delincuentes”, ellos, por cuenta propia, harán justicia. Por ejemplo, Miguel Ángel Palafox, el 20 de mayo del 2000, quien había eludido exitosamente a la patrulla fronteriza a la altura de Fénix, Arizona, fue descubierto por dos hombres a caballo vestidos de negro. Uno de ellos le disparó en el cuello. El joven se cubrió la herida con su camiseta y milagrosamente logró regresar al lado mexicano en donde le prestaron ayuda, gracias a la cual no murió. En otro caso, Eusebio de Haro, de 22 años, fue herido en la ingle, sólo porque él y su acompañante se “atrevieron” a acercarse a un ranchero para pedirle agua.
En Italia, varios miembros del gobierno han presionado para que este permita a sus guardias costeras “disparar a los traficantes”, pues ha habido algunos decesos de los agentes dado que tienen prohibido hacerlo. Pero la medida significaría que los agentes podrían disparar indiscriminadamente, aún a riesgo de matar inmigrantes ilegales. En todo caso, la presión para adoptar tal medida sería más bien una acción destinada por los grupos xenofóbicos a detener el tráfico ilegal de albanos, iraquíes, turcos, kurdos y chinos, principales nacionalidades que emigran a ese país, los cuales arriban a las costas de Apulia, región italiana situada en el “talón”, al puerto de Bari, el cual queda a 90 minutos en embarcación del puerto albano de Valona. De todos modos, los traficantes no corren riesgos y ya cuando están cerca de las costas italianas, obligan a los ilegales a saltar y “nadar” a tierra firme, sin importarles si éstos saben hacerlo. Como consecuencia, varios se ahogan, como fue el caso de dos mujeres chinas que perecieron a principios no hace mucho cerca de las costas de Giovinazzo, población de Apulia. En Australia, se trata de combatir el tráfico aplicando penas más severas, que van desde 20 años de encarcelamiento a los traficantes, hasta multas de $120,000 dólares.
De todos modos las modernas prácticas europeas de seguir contando con “servidumbre”, a la manera medieval, alientan la inmigración. Los ilegales, principalmente mujeres, son empleados en los hogares “acomodados” y sometidos a largas jornadas, sin darles vacaciones, ni lugares decentes en donde dormir, de acuerdo con un reporte del Consejo Europeo, establecido en Estrasburgo, quien señaló que “las condiciones de trabajo y de vida (de los inmigrantes) son una afrenta en contra de la dignidad humana”, el cual estima que alrededor de cuatro millones de mujeres son vendidas cada año para realizar labores domésticas. “Estas mujeres trabajan entre 15 y 18 horas diarias sin que se les permita por lo menos tener un día libre, no poseen cuartos propios y muchas veces deben comer las sobras de sus empleadores”. Muchos de los empleadores provienen de África occidental y el Medio Oriente, pero otros son europeos, asiáticos e, incluso, de los Estados Unidos. Alrededor de un 20% de ellos son diplomáticos o poseen puestos especiales, por lo que gozan de inmunidad contra cualquier acción legal, señala también el reporte. Sin embargo, el grupo privado “Comité contra la esclavitud moderna”, establecido en París, señala que se ha encargado de entablar juicio en unos 200 casos contra empleadores ilegales en Francia, país en donde se estima que miles de mujeres han trabajado como esclavas domésticas, las cuales provienen de naciones de África occidental, Madagascar, India, Sri Lanka y las Filipinas. Como esas mujeres no hablan el idioma del país en que se “emplean”, no pueden defenderse, además de que en su condición de ilegales, temen denunciar a su empleador por temor a que las denuncie y sean deportadas. Y en Europa, la legislación para prohibir este tipo de “esclavitud moderna” apenas si está en sus comienzos. En todo caso, como ya se vio, se tratan de imponer medidas, algunas bastante drásticas, para impedir la inmigración de ilegales.
Sin embargo, ni esas medidas, ni el peligro que implica para los inmigrantes trasladarse a otros lugares, impiden que el tráfico humano crezca, así como las utilidades de los traficantes obtenidas de las tarifas que cobran por transportar a la gente.
Es el caso de los traficantes chinos, los llamados “cabezas de serpiente”, gángsters chinos dedicados al tráfico humano, quienes cada año obtienen cientos de miles de dólares de ganancia por llevar ilegalmente ciudadanos chinos a Estados Unidos. Estos traficantes tienen contacto con todas las comunidades chinas del mundo. Por el equivalente a $37,000 dólares, los “cabezas de serpiente” prometen a los prospectos a llevarlos a la ciudad de Nueva York. Se emplean viejas y frágiles embarcaciones, generalmente cargueros coreanos (de Corea del Norte), para llevarlos por alta mar desde la provincia de Fujián. En esos barcos no hay ningún tipo de comodidades y los ilegales viajan como animales dentro de las bodegas, hacinados, en condiciones totalmente insalubres, con dos cubetas como “baños, una para hombres y otra para mujeres. Reciben algunos vegetales, arroz, cacahuates y agua como alimento, pero nada más. En todo momento son vigilados por guardias armados chinos y coreanos, quienes, en ocasiones, eligen a algunas mujeres, a las que suben a cubierta para ser violadas. Nadie puede protestar o reclamar, pues es algo de lo que los “cabezas de serpiente” reclaman como “parte del trato”.
En esas condiciones, durante cinco semanas son trasladados por el océano Pacífico, recorriendo 14,000 kilómetros. Muchos de los inmigrantes mueren durante la travesía y los que sobreviven, aún deben de pasar por muchos más peligros y arriesgados recorridos.
La primera tierra firme que pisan es la costa de Guatemala, a donde son trasladados en pequeños botes por gángsters taiwaneses… los que logran llegar, pues muchos son descubiertos por la policía guatemalteca y arrestados en el intento. Quienes evitan el arresto son conducidos a casas de chinos que viven a las afueras de la ciudad de Guatemala, en donde deben esperar varias semanas hasta que la policía desista de buscarlos. Después, son escondidos en el piso falso de un camión de carga que acarree fruta y llevados a México, en donde se la pasan viajando y escondiéndose en bosques y lugares agrestes, hasta que son contactados por “coyotes”, quienes obtienen $5,000 dólares por cada chino de los “cabezas de serpiente” para pasarlos por el desierto a los Estados Unidos (algunas veces son descubiertos por la policía de inmigración mexicana estos “cargamentos humanos” chinos). Si todo “sale bien”, los asiáticos sobrevivientes llegan a Houston, de donde son llevados a Los Ángeles y de ahí, en avión, a Nueva York. Los gángsters chinos pueden aumentar la tarifa hasta $50,000 dólares si hay muchos problemas y reciben el pago únicamente a la llegada a su destino de los ilegales. Entonces, sus familias en China son avisadas y es allá en donde deben de pagar. Si la familia no puede hacerlo, los ilegales son puestos a trabajar para la mafia como vendedores de droga o, en el caso de las mujeres, como prostitutas hasta que “salden su deuda”. En estas travesías tan largas y peligrosas, pocos logran llegar a su destino, pues, los más afortunados, son arrestados y deportados por las autoridades migratorias de los países que deben cruzar. Los menos afortunados perecen, sin que nadie, ninguna autoridad haga algo por evitarlo. Y, de nueva cuenta, una fuerte motivación para los inmigrantes es la cuestión económica.
Tráfico sexual
Una variante muy específica que toma el tráfico humano en la actualidad, es el tráfico sexual, en el cual, mujeres de distintas nacionalidades son llevadas ilegalmente a otros países y obligadas trabajar, en contra de su voluntad, en bares ofreciendo favores sexuales a los clientes o como prostitutas. A esas mujeres se les atrae con el señuelo de un “buen empleo” en países ricos, mediante anuncios colocados en periódicos o revistas, aprovechándose los engatusadores de las condiciones de pobreza y miseria de los países en donde “recolectan” su mercancía humana. Varios países de Europa oriental se han sumado ahora a las regiones en donde los traficantes de mujeres operaban tradicionalmente, pues, como ya se dijo, las condiciones de miseria y caos social en que los colocó la desaparición de la URSS y la imposición del neoliberalismo han creado crecientes situaciones de desesperación social que llevan a muchos de sus habitantes a buscar trabajo en otros lugares. Mujeres como Olga, de 23 años, originaria de Moldavia , ex república soviética, han sufrido en carne propia las acciones de los traficantes de sexo, aunque en su caso, logró sobrevivir y contar su historia.
Olga se la pasó los siguientes cuatro días viajando en distintos autos, cruzando fronteras, hasta que llegó a un pueblito de Kosovo, en donde fue vendida por segunda vez a dos albanos, dueños de un bar, llamados Nazif y Luli. Estos hombres la golpearon y la amenazaron con matarla si no aceptaba prostituirse con los clientes del bar. Olga tuvo que aceptar y hasta cuatro hombres por noche pagaban por sus servicios sexuales.
Olga, llorosa y bastante perturbada por los recuerdos, continúa su relato:
Olga es de las pocas mujeres que logran escapar de su cautiverio o, mejor, salir vivas. En una ocasión, dos traficantes la llevaban en auto a otro lugar, cuando el vehículo fue detenido por soldados rusos de las fuerzas de paz. Gracias a ellos, fue rescatada.
La Organización Mundial de la Migración estima que cada año entre 200,000 y 300,000 mujeres procedentes de Europa oriental y de las ex repúblicas soviéticas son llevadas a Europa occidental y Estados Unidos para trabajar en prostíbulos y centros nocturnos en contra de su voluntad . Es así la región que más está creciendo en cuanto al tráfico exclusivamente con meros propósitos sexuales, lo que constituye una forma de esclavitud moderna, una de las más “desdichadas facetas de la sociedad contemporánea”, según lo califica la Federación Internacional de Helsinki de Derechos Humanos. Las mujeres son engañadas y forzadas con todo lujo de violencia para entregarse a actividades sexuales de las que solamente sus “dueños” son los que obtienen grandes ganancias. Estas modernas “esclavas” viven en condiciones infrahumanas, encerradas en sótanos cuando no están “trabajando”, durmiendo en el piso o sobre mesas, alimentándose de comida chatarra. Quienes reclaman su libertad, como Olga, son violadas, golpeadas o quemadas con cigarrillos. Una mujer de 19 años, también de Moldavia, recientemente rescatada, declaró no haber visto la luz del día en un mes. “Son unos animales”, dijo, al borde del colapso.
El problema se ha acentuado en los Balcanes de manera brutal. Bosnia, Macedonia, y Serbia (lo que era la antigua Yugoslavia), que alguna vez fueron las fuentes principales (durante la guerra de refugiados de Kosovo los traficantes peinaban los campos en busca de “reclutas”), en la actualidad se han convertido en países de tránsito y destino. Irónicamente ha sido la llegada de las fuerzas de paz en Bosnia y Kosovo, así como de administradores y funcionarios de desarrollo de la ONU, quienes han creado un creciente mercado sexual, cuyas demandas son llenadas justamente por las mujeres secuestradas. De hecho, ahí son “entrenadas” y de ahí, esas mujeres son llevadas hacia Albania, Italia y a lugares más hacia el occidente.
Sin embargo, a pesar del creciente problema, aún no existe una legislación efectiva para combatir el tráfico ilegal de mujeres, a quienes, incluso, se les llega a culpar de haber “sido seducidas” por sus captores. Así, muchas veces, cuando son arrestadas, a las mujeres, simplemente se les califica de “prostitutas”, en tanto que a los traficantes se les pone en libertad.
No sólo las penas para los traficantes son reducidas, sino, como se señaló, obtienen fuertes utilidades de la explotación de sus “esclavas sexuales”. La inversión inicial es pequeña: ropa nueva, quizá algún trabajo dental, boletos de avión o de tren, pero la ganancia es excelente. Así, aquéllos obtienen de $1,000 hasta $5,000 dólares por “venta”, además de las ganancias obtenidas por la prostitución forzada mientras se realiza dicha venta.
La Organización Internacional de la Migración estima entre $6,000 y $12,000 millones de dólares anuales la ganancia por tráfico sexual.
Lo peor de esto es que muchos de los traficantes son mujeres que antes fueron víctimas de aquéllos y que emplean engañosas ofertas de “buenos empleos” o “económicos viajes turísticos” para atraer nuevas mujeres a su negocio. Por ejemplo, en Moldavia, una conocida reclutadora es la hija de un pastor del pueblo y otra, ¡la esposa de un policía! Estas mujeres emplean los periódicos locales o el Internet para colocar anuncios en donde se solicitan “mujeres sin complejos para ganar $800 dólares por semana”. Y en un país en donde el salario mensual promedio es de unos $30 dólares, es claro que dicha suma es un gran atractivo. Una reportera de ese país fingió estar interesada y llamó al teléfono indicado. Una mujer llamada “Angela” le respondió:
-Sí, mira, solicitamos mujeres que quieran trabajar acompañando a caballeros. Les pagamos $500 dólares americanos a la semana a las que nada más les sirvan de compañía, nada más. Pero si están dispuestas a… tú sabes, a tener relaciones íntimas con esos caballeros, pues ya te imaginarás que la paga semanal sube muchísimo…
-¿Oiga… esto no tiene que ver con lo de las mujeres que secuestran para obligarlas a prostituirse?
-¡Ah, no, claro que no, no te preocupes…! Mira, estarás protegida por inmigración…
La mujer pronunció la palabra inmigración en inglés, no en ruso, como para dar una mayor seguridad a la reportera, la que finalmente le dijo que más tarde hablaría.
Pero a pesar de que una de las mujeres secuestradas que logro ser rescatada identificó a “Angela” como la persona que la embaucó, la policía no ha hecho ningún arresto, lo cual mostraría, tanto la falta de interés de las autoridades locales, así como su complicidad en dicha actividad.
Las mujeres secuestradas son despojadas de su documentación y se les amenaza con delatarlas a las autoridades locales como “ilegales”, con lo que se logra su sumisión. Se les tacha de que están tan “feas” que ni para prostitutas sirven y que mejor sería matarlas, lo que las aterroriza, volviéndolas mucho más dóciles en su “desempeño sexual”. Otras mujeres liberadas han descrito cómo se les desnudó y se les colocó en fila ante compradores serbios para su “inspección”. También en Kosovo las amenazan con que por sus rasgos eslavos, las tomarán por serbias y las asesinarán sin compasión.
Como se señaló, las autoridades locales se han encargado no sólo de incentivar el tráfico de mujeres, sino que muchas están en complicidad con los traficantes. Por ejemplo, en 14 de 40 casos de dicha actividad que se descubrieron en Bosnia, resultó que la policía local, la policía internacional, así como los elementos de las fuerzas de paz estaban implicados, tanto como clientes, así como ¡traficantes! Por eso se entenderá la tremenda indefensión en que se encuentran las víctimas. Y cuando esas mujeres logran escapar y acuden a alguna autoridad, varias veces ésta no las toma en serio y simplemente las deporta. Es el caso de la república Checa, en donde a esas mujeres, simplemente, se les estampa en sus pasaportes el sello de “indeseables” y se les echa a la frontera. Por si fuera poco, entre sus conciudadanos, se considera que ellas tienen la culpa de lo sucedido cuando logran regresar, como es el caso de un doctor responsable de la sección de enfermedades venéreas de un hospital, quien dice que “así es, realmente sus problemas ellas mismas se los ocasionan”.
Otro problema es que esas mujeres tienen miedo de declarar en contra de sus captores, lo cual es razonable, dado que constantemente son amenazadas, sobre todo después de haber dado su testimonio, como sucedió con una de ellas que al regresar a Moldavia se atrevió a denunciar a sus secuestradores. “Si te atreves a atestiguar… cuídate…”, a cada rato es amenazada telefónicamente.
Y mientras las autoridades del mundo se ponen de acuerdo en “como hacer justicia” y detener esa cruel actividad, Olga, muy descorazonada, se lamenta:
Tráfico sexual en Estados Unidos
En este país, alrededor de 50,000 mujeres, víctimas del tráfico ilegal, son “comercializadas” cada año. Por ejemplo, más de 30 mujeres de México fueron vendidas en Florida y en las Carolinas entre 1996 y 1998, atraídas por la promesa de que trabajarían como “servidoras domésticas”. Unas 10 mujeres checas fueron introducidas en Nueva York, a las cuales se les prometieron empleos secretariales. En 1995, 70 mujeres tailandesas fueron llevadas a varias ciudades estadounidenses incentivadas por la promesa de que se les darían empleos con una muy buena paga. Pero en ningún caso quienes las embaucaron cumplieron las promesas y las mujeres fueron obligadas a prostituirse. A muy pocas se les ofreció su libertad, como fue el caso de las mexicanas. A las tailandesas se les dijo que las liberarían hasta que pagaran “sus deudas”, una vez que tuvieran sexo con 500 hombres. En este caso, también a las mujeres se les atrae con anuncios que ofrecen una “mejor vida”, dice Theresa Loar, directora del Consejo Interagencial de la Mujer, grupo establecido allá en 1995 para implementar los mandatos emanados de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, auspiciado por la ONU. Los traficantes van a las comunidades rurales de los países pobres durante las sequías o en las épocas en que el alimento es escaso y les ofrecen a las familias pobres “comprarles a sus hijas” por pequeñas cantidades de dinero, se señala en el reporte de la ONU, en tanto que otras muchachas son raptadas de sus hogares o de orfanatos.
Y como la legislación vigente es demasiado suave con los traficantes, se sigue alentando el gran negocio. La pena máxima por venta humana ilegal en Estados Unidos es de 10 años, empleando una anticuada ley de anti-peonaje, en tanto que comerciar 10 gramos de LSD o un kilogramo de heroína es condenado hasta con cadena perpetua, es decir, es mucho más penado allá vender droga, que vender gente. Algunos casos de traficantes a los que se ha enjuiciado muestran la blandura de la ley en contra de ellos. Por ejemplo, en los Ángeles, en donde una mujer china fue secuestrada, violada y quemada con cigarros, a los traficantes se les condenó a un total de tres a cuatro años a cada uno. Un hombre de Bethesda, Maryland, que forzaba a mujeres rusas y ucranianas a trabajar como prostitutas en su “clínica de masajes”, simplemente se le multó después de que aquél suplicó clemencia, prohibiéndosele, además, de que en el futuro “estableciera un nuevo negocio”. En un caso que tuvo lugar en Florida, en donde varias mujeres fueron violadas, encerradas, prostituidas y forzadas a abortar, a los acusados apenas si se les aplicaron penas que fueron de los dos y medio a los seis y medio años de prisión. Además, las mujeres que logran escapar a sus secuestradores, tienen muy poca protección del gobierno, de acuerdo con un reporte de la CIA, pues el Servicio de Inmigración las trata como cualquier otro ilegal, a pesar de su situación. Ese organismo, sin embargo, tiene permitido expedir un tipo especial de visa a las víctimas del tráfico ilegal, para que éstas funjan como testigos federales en los juicios en contra del los traficantes, pero sólo puede expedir 200 de esas visas especiales, así que el resto de las mujeres victimadas son tratadas como simples delincuentes que “violaron las leyes de inmigración estadounidenses”. Por ello, esas mujeres difícilmente acuden a las autoridades para denunciar a los traficantes.
Algunas veces, los casos de tráfico ilegal logran trascender en los medios y los ofensores reciben justo castigo, sobre todo porque se trata de importantes personalidades. Fue muy difundido a principios del 2002 el juicio, en el estado de Arkansas, contra un grupo de traficantes, entre los que se contaron el señor David Jewell Jones, ex ejecutivo de la cadena televisiva de Little Rock, actualmente consejero administrativo de la Universidad de Henderson, el señor Mark Riable, ex representante republicano de Little Rock, abogado y ex juez civil, el dentista Bob Newton Rushing, de Fordyce, así como el restaurador Tony Ma, inmigrante chino, que trabaja como restaurador en Little Rock, y su esposa, la señora Mary Ta. Todas estas personas, respetables como pudieran parecer, habían ideado un plan para introducir a mujeres chinas a Arkansas, la tierra del ex presidente Clinton, con la única finalidad de emplearlas como trabajadoras sexuales al servicio de Jones. Entre octubre de 1991 y mayo de 1997 esta banda de “respetables ciudadanos” introdujo a varias mujeres chinas con ese propósito. Jones arreglaba falsos visados de estudiantes para las mujeres, en tanto que Riable las “casaba” falsamente con Rushing. El matrimonio Ma servía como intérprete y, además, “persuadía” a las mujeres chinas a no denunciar a Jones acerca de los encuentros sexuales que sostenían con él. Fue tan delicado ese caso, que el fiscal encargado del caso, el señor Pat Harris señaló que se llevaría “mucho tiempo”. Sí, sólo cuando los casos de tráfico sexual son tan trascendentes, merecen toda la atención de las autoridades.
Sin embargo, muchos casos, la mayoría quedan impunes, alentando, así, que ese gran negocio del tráfico humano mejore día a día.
Y mientras la enorme pobreza ocasionada por el neoliberalismo persista y siga creciendo y los comerciantes de “carga humana” sigan haciendo buen negocio de la necesidad de los ilegales de todo el mundo, el tráfico humano será otra lucrativa vertiente de este funesto sistema capitalista.
Contacto: studillac@hotmail.com
Por Adán Salgado Andrade
Actualmente, todo cuanto pueda ser comercializado y rinda una muy buena ganancia, pronto se convierte en un gran negocio. Tal es el caso del tráfico internacional de personas, el cual, de acuerdo con la Organización Internacional de la Migración, monta anualmente unos $10,000 millones de dólares, hablando conservadoramente. Aproximadamente cuatro millones de personas emigran hacia otros países cada año con tal de hallar una ocupación que les proporcione un “mejor nivel de vida”, lo que no sucede en sus países de origen, en los cuales los efectos del neoliberalismo y la globalización han causado una serie de estragos, entre los que se pueden citar la pauperización creciente, el abierto desempleo, la reducción a niveles lamentables de la actividad económica e, incluso, en algunos casos, el peligro de que esos países desaparezcan como entidades nacionales por los separatismos que se han ocasionado, como ha sucedido, por ejemplo, con la ex URSS, Yugoslavia o Checoslovaquia.
Hasta antes de la desaparición del llamado segundo mundo, encabezado por la Unión Soviética, las regiones que sobresalían por la mayor cantidad de emigrantes eran África, Asia y Latinoamérica. Sin embargo, luego de los cambios geopolíticos surgidos ante la desaparición de la URSS, otros lugares y países han pasado a ser parte de un creciente tráfico humano ilegal que, como se señaló, constituye un gran negocio. Mick Keelty, un funcionario policiaco australiano encargado de los delitos cometidos por el tráfico ilegal declara. “No hay duda de que el tráfico ilegal de personas es una actividad del crimen organizado, muy lucrativa, que ha tendido a incrementarse en los últimos dos o tres años, pues se trata de una mercancía negociable, como cualquier otra. A los delincuentes organizados no les importa qué tipo de mercancía se comercie, con tal de que obtengan buenos dólares por esa actividad. Por eso estamos viendo que se está cambiando de la venta de droga por la venta de humanos”.
El tráfico humano hacia los países ricos crece cada año, a pesar de los esfuerzos de éstos por impedirlo. Como ejemplo, tómese el caso de los Estados Unidos, nación que aunque ha querido impedir el paso de indocumentados latinoamericanos, sobre todo de mexicanos, a su territorio, con muros triples, aviones vigías robots, muchos guardias fronterizos, grupos xenofóbicos (los llamados minuteman, por citar algunos) y, en estos días, de plano con una declarada, infame militarización ordenada por los halcones y George Bush, aún así, continúa el exilio hacia allá de necesitadísimas personas que sólo trabajando en ese país en el campo, o de obreros o de sirvientes o lavando baños, ven su salvación para salir de la pobreza en que viven.
Y cada país tiene su área de influencia. Por ejemplo, a Australia se dirigen emigrantes de Indonesia, a los cuales los traficantes les cobran entre $600 y $2,500 dólares por persona por llevarlos en bote desde las playas indonesias hacia ese país . A Estados Unidos, como señalé, llegan mayoritariamente mexicanos y latinoamericanos. En el caso de los mexicanos que tratan de cruzar ilegalmente la frontera ayudados por los “coyotes” pagan actualmente alrededor de $1000 dólares, en lugar de los $300 que antes les daban a aquéllos porque, según los traficantes, “ahora es más difícil pasarlos”. (y ya no digamos con la frontera militarizada). Europa occidental está “inundada”, de acuerdo con sus autoridades, de asiáticos y africanos que buscan en esa región una mejoría económica para sus desesperadas vidas.
Y aunque el aumento en el problema de la inmigración se debe a la crisis económica neoliberal, que los intereses de los países ricos han contribuido a profundizar, éstos no parecen entenderlo así, y han emprendido una serie de medidas para detener el tráfico ilegal de personas, algunas de ellas de corte fascista. En Estados Unidos, por ejemplo, a raíz de los incidentes del 11 de septiembre del 2001, se han estado imponiendo medidas mucho más restrictivas a los inmigrantes, aún cuando éstos sean legales, entre las cuales se contempla crear un banco de datos que registrará minuciosamente todas las entradas y salidas de la totalidad de visitantes extranjeros a ese país, aumentar el número de sus agentes de inmigración, verificar que aquéllos con visa de estudiantes realmente estén inscritos en las escuelas en que tomarán clases, así como la expedición de pasaportes que cuenten con información amplia y precisa del inmigrante con sólo escanear la huella digital del portador, y eso sin contar que cualquier inmigrante que sea o parezca árabe es sometido a un minucioso interrogatorio, prácticamente policiaco (todo esto coordinado por el Departamento de Seguridad Doméstica, algo así como una supersecretaría contra el terrorismo y la inmigración ilegal). Pero ya desde hace años, los rancheros y organizaciones xenofóbicas, como los minuteman que viven en la frontera entre México y EU “cazan” a cuanto mexicano ilegal se atreva a pisar sus propiedades, aduciendo que ya que el gobierno no hace nada por parar la entrada de esos “delincuentes”, ellos, por cuenta propia, harán justicia. Por ejemplo, Miguel Ángel Palafox, el 20 de mayo del 2000, quien había eludido exitosamente a la patrulla fronteriza a la altura de Fénix, Arizona, fue descubierto por dos hombres a caballo vestidos de negro. Uno de ellos le disparó en el cuello. El joven se cubrió la herida con su camiseta y milagrosamente logró regresar al lado mexicano en donde le prestaron ayuda, gracias a la cual no murió. En otro caso, Eusebio de Haro, de 22 años, fue herido en la ingle, sólo porque él y su acompañante se “atrevieron” a acercarse a un ranchero para pedirle agua.
En Italia, varios miembros del gobierno han presionado para que este permita a sus guardias costeras “disparar a los traficantes”, pues ha habido algunos decesos de los agentes dado que tienen prohibido hacerlo. Pero la medida significaría que los agentes podrían disparar indiscriminadamente, aún a riesgo de matar inmigrantes ilegales. En todo caso, la presión para adoptar tal medida sería más bien una acción destinada por los grupos xenofóbicos a detener el tráfico ilegal de albanos, iraquíes, turcos, kurdos y chinos, principales nacionalidades que emigran a ese país, los cuales arriban a las costas de Apulia, región italiana situada en el “talón”, al puerto de Bari, el cual queda a 90 minutos en embarcación del puerto albano de Valona. De todos modos, los traficantes no corren riesgos y ya cuando están cerca de las costas italianas, obligan a los ilegales a saltar y “nadar” a tierra firme, sin importarles si éstos saben hacerlo. Como consecuencia, varios se ahogan, como fue el caso de dos mujeres chinas que perecieron a principios no hace mucho cerca de las costas de Giovinazzo, población de Apulia. En Australia, se trata de combatir el tráfico aplicando penas más severas, que van desde 20 años de encarcelamiento a los traficantes, hasta multas de $120,000 dólares.
De todos modos las modernas prácticas europeas de seguir contando con “servidumbre”, a la manera medieval, alientan la inmigración. Los ilegales, principalmente mujeres, son empleados en los hogares “acomodados” y sometidos a largas jornadas, sin darles vacaciones, ni lugares decentes en donde dormir, de acuerdo con un reporte del Consejo Europeo, establecido en Estrasburgo, quien señaló que “las condiciones de trabajo y de vida (de los inmigrantes) son una afrenta en contra de la dignidad humana”, el cual estima que alrededor de cuatro millones de mujeres son vendidas cada año para realizar labores domésticas. “Estas mujeres trabajan entre 15 y 18 horas diarias sin que se les permita por lo menos tener un día libre, no poseen cuartos propios y muchas veces deben comer las sobras de sus empleadores”. Muchos de los empleadores provienen de África occidental y el Medio Oriente, pero otros son europeos, asiáticos e, incluso, de los Estados Unidos. Alrededor de un 20% de ellos son diplomáticos o poseen puestos especiales, por lo que gozan de inmunidad contra cualquier acción legal, señala también el reporte. Sin embargo, el grupo privado “Comité contra la esclavitud moderna”, establecido en París, señala que se ha encargado de entablar juicio en unos 200 casos contra empleadores ilegales en Francia, país en donde se estima que miles de mujeres han trabajado como esclavas domésticas, las cuales provienen de naciones de África occidental, Madagascar, India, Sri Lanka y las Filipinas. Como esas mujeres no hablan el idioma del país en que se “emplean”, no pueden defenderse, además de que en su condición de ilegales, temen denunciar a su empleador por temor a que las denuncie y sean deportadas. Y en Europa, la legislación para prohibir este tipo de “esclavitud moderna” apenas si está en sus comienzos. En todo caso, como ya se vio, se tratan de imponer medidas, algunas bastante drásticas, para impedir la inmigración de ilegales.
Sin embargo, ni esas medidas, ni el peligro que implica para los inmigrantes trasladarse a otros lugares, impiden que el tráfico humano crezca, así como las utilidades de los traficantes obtenidas de las tarifas que cobran por transportar a la gente.
Es el caso de los traficantes chinos, los llamados “cabezas de serpiente”, gángsters chinos dedicados al tráfico humano, quienes cada año obtienen cientos de miles de dólares de ganancia por llevar ilegalmente ciudadanos chinos a Estados Unidos. Estos traficantes tienen contacto con todas las comunidades chinas del mundo. Por el equivalente a $37,000 dólares, los “cabezas de serpiente” prometen a los prospectos a llevarlos a la ciudad de Nueva York. Se emplean viejas y frágiles embarcaciones, generalmente cargueros coreanos (de Corea del Norte), para llevarlos por alta mar desde la provincia de Fujián. En esos barcos no hay ningún tipo de comodidades y los ilegales viajan como animales dentro de las bodegas, hacinados, en condiciones totalmente insalubres, con dos cubetas como “baños, una para hombres y otra para mujeres. Reciben algunos vegetales, arroz, cacahuates y agua como alimento, pero nada más. En todo momento son vigilados por guardias armados chinos y coreanos, quienes, en ocasiones, eligen a algunas mujeres, a las que suben a cubierta para ser violadas. Nadie puede protestar o reclamar, pues es algo de lo que los “cabezas de serpiente” reclaman como “parte del trato”.
En esas condiciones, durante cinco semanas son trasladados por el océano Pacífico, recorriendo 14,000 kilómetros. Muchos de los inmigrantes mueren durante la travesía y los que sobreviven, aún deben de pasar por muchos más peligros y arriesgados recorridos.
La primera tierra firme que pisan es la costa de Guatemala, a donde son trasladados en pequeños botes por gángsters taiwaneses… los que logran llegar, pues muchos son descubiertos por la policía guatemalteca y arrestados en el intento. Quienes evitan el arresto son conducidos a casas de chinos que viven a las afueras de la ciudad de Guatemala, en donde deben esperar varias semanas hasta que la policía desista de buscarlos. Después, son escondidos en el piso falso de un camión de carga que acarree fruta y llevados a México, en donde se la pasan viajando y escondiéndose en bosques y lugares agrestes, hasta que son contactados por “coyotes”, quienes obtienen $5,000 dólares por cada chino de los “cabezas de serpiente” para pasarlos por el desierto a los Estados Unidos (algunas veces son descubiertos por la policía de inmigración mexicana estos “cargamentos humanos” chinos). Si todo “sale bien”, los asiáticos sobrevivientes llegan a Houston, de donde son llevados a Los Ángeles y de ahí, en avión, a Nueva York. Los gángsters chinos pueden aumentar la tarifa hasta $50,000 dólares si hay muchos problemas y reciben el pago únicamente a la llegada a su destino de los ilegales. Entonces, sus familias en China son avisadas y es allá en donde deben de pagar. Si la familia no puede hacerlo, los ilegales son puestos a trabajar para la mafia como vendedores de droga o, en el caso de las mujeres, como prostitutas hasta que “salden su deuda”. En estas travesías tan largas y peligrosas, pocos logran llegar a su destino, pues, los más afortunados, son arrestados y deportados por las autoridades migratorias de los países que deben cruzar. Los menos afortunados perecen, sin que nadie, ninguna autoridad haga algo por evitarlo. Y, de nueva cuenta, una fuerte motivación para los inmigrantes es la cuestión económica.
Tráfico sexual
Una variante muy específica que toma el tráfico humano en la actualidad, es el tráfico sexual, en el cual, mujeres de distintas nacionalidades son llevadas ilegalmente a otros países y obligadas trabajar, en contra de su voluntad, en bares ofreciendo favores sexuales a los clientes o como prostitutas. A esas mujeres se les atrae con el señuelo de un “buen empleo” en países ricos, mediante anuncios colocados en periódicos o revistas, aprovechándose los engatusadores de las condiciones de pobreza y miseria de los países en donde “recolectan” su mercancía humana. Varios países de Europa oriental se han sumado ahora a las regiones en donde los traficantes de mujeres operaban tradicionalmente, pues, como ya se dijo, las condiciones de miseria y caos social en que los colocó la desaparición de la URSS y la imposición del neoliberalismo han creado crecientes situaciones de desesperación social que llevan a muchos de sus habitantes a buscar trabajo en otros lugares. Mujeres como Olga, de 23 años, originaria de Moldavia , ex república soviética, han sufrido en carne propia las acciones de los traficantes de sexo, aunque en su caso, logró sobrevivir y contar su historia.
Olga se la pasó los siguientes cuatro días viajando en distintos autos, cruzando fronteras, hasta que llegó a un pueblito de Kosovo, en donde fue vendida por segunda vez a dos albanos, dueños de un bar, llamados Nazif y Luli. Estos hombres la golpearon y la amenazaron con matarla si no aceptaba prostituirse con los clientes del bar. Olga tuvo que aceptar y hasta cuatro hombres por noche pagaban por sus servicios sexuales.
Olga, llorosa y bastante perturbada por los recuerdos, continúa su relato:
Olga es de las pocas mujeres que logran escapar de su cautiverio o, mejor, salir vivas. En una ocasión, dos traficantes la llevaban en auto a otro lugar, cuando el vehículo fue detenido por soldados rusos de las fuerzas de paz. Gracias a ellos, fue rescatada.
La Organización Mundial de la Migración estima que cada año entre 200,000 y 300,000 mujeres procedentes de Europa oriental y de las ex repúblicas soviéticas son llevadas a Europa occidental y Estados Unidos para trabajar en prostíbulos y centros nocturnos en contra de su voluntad . Es así la región que más está creciendo en cuanto al tráfico exclusivamente con meros propósitos sexuales, lo que constituye una forma de esclavitud moderna, una de las más “desdichadas facetas de la sociedad contemporánea”, según lo califica la Federación Internacional de Helsinki de Derechos Humanos. Las mujeres son engañadas y forzadas con todo lujo de violencia para entregarse a actividades sexuales de las que solamente sus “dueños” son los que obtienen grandes ganancias. Estas modernas “esclavas” viven en condiciones infrahumanas, encerradas en sótanos cuando no están “trabajando”, durmiendo en el piso o sobre mesas, alimentándose de comida chatarra. Quienes reclaman su libertad, como Olga, son violadas, golpeadas o quemadas con cigarrillos. Una mujer de 19 años, también de Moldavia, recientemente rescatada, declaró no haber visto la luz del día en un mes. “Son unos animales”, dijo, al borde del colapso.
El problema se ha acentuado en los Balcanes de manera brutal. Bosnia, Macedonia, y Serbia (lo que era la antigua Yugoslavia), que alguna vez fueron las fuentes principales (durante la guerra de refugiados de Kosovo los traficantes peinaban los campos en busca de “reclutas”), en la actualidad se han convertido en países de tránsito y destino. Irónicamente ha sido la llegada de las fuerzas de paz en Bosnia y Kosovo, así como de administradores y funcionarios de desarrollo de la ONU, quienes han creado un creciente mercado sexual, cuyas demandas son llenadas justamente por las mujeres secuestradas. De hecho, ahí son “entrenadas” y de ahí, esas mujeres son llevadas hacia Albania, Italia y a lugares más hacia el occidente.
Sin embargo, a pesar del creciente problema, aún no existe una legislación efectiva para combatir el tráfico ilegal de mujeres, a quienes, incluso, se les llega a culpar de haber “sido seducidas” por sus captores. Así, muchas veces, cuando son arrestadas, a las mujeres, simplemente se les califica de “prostitutas”, en tanto que a los traficantes se les pone en libertad.
No sólo las penas para los traficantes son reducidas, sino, como se señaló, obtienen fuertes utilidades de la explotación de sus “esclavas sexuales”. La inversión inicial es pequeña: ropa nueva, quizá algún trabajo dental, boletos de avión o de tren, pero la ganancia es excelente. Así, aquéllos obtienen de $1,000 hasta $5,000 dólares por “venta”, además de las ganancias obtenidas por la prostitución forzada mientras se realiza dicha venta.
La Organización Internacional de la Migración estima entre $6,000 y $12,000 millones de dólares anuales la ganancia por tráfico sexual.
Lo peor de esto es que muchos de los traficantes son mujeres que antes fueron víctimas de aquéllos y que emplean engañosas ofertas de “buenos empleos” o “económicos viajes turísticos” para atraer nuevas mujeres a su negocio. Por ejemplo, en Moldavia, una conocida reclutadora es la hija de un pastor del pueblo y otra, ¡la esposa de un policía! Estas mujeres emplean los periódicos locales o el Internet para colocar anuncios en donde se solicitan “mujeres sin complejos para ganar $800 dólares por semana”. Y en un país en donde el salario mensual promedio es de unos $30 dólares, es claro que dicha suma es un gran atractivo. Una reportera de ese país fingió estar interesada y llamó al teléfono indicado. Una mujer llamada “Angela” le respondió:
-Sí, mira, solicitamos mujeres que quieran trabajar acompañando a caballeros. Les pagamos $500 dólares americanos a la semana a las que nada más les sirvan de compañía, nada más. Pero si están dispuestas a… tú sabes, a tener relaciones íntimas con esos caballeros, pues ya te imaginarás que la paga semanal sube muchísimo…
-¿Oiga… esto no tiene que ver con lo de las mujeres que secuestran para obligarlas a prostituirse?
-¡Ah, no, claro que no, no te preocupes…! Mira, estarás protegida por inmigración…
La mujer pronunció la palabra inmigración en inglés, no en ruso, como para dar una mayor seguridad a la reportera, la que finalmente le dijo que más tarde hablaría.
Pero a pesar de que una de las mujeres secuestradas que logro ser rescatada identificó a “Angela” como la persona que la embaucó, la policía no ha hecho ningún arresto, lo cual mostraría, tanto la falta de interés de las autoridades locales, así como su complicidad en dicha actividad.
Las mujeres secuestradas son despojadas de su documentación y se les amenaza con delatarlas a las autoridades locales como “ilegales”, con lo que se logra su sumisión. Se les tacha de que están tan “feas” que ni para prostitutas sirven y que mejor sería matarlas, lo que las aterroriza, volviéndolas mucho más dóciles en su “desempeño sexual”. Otras mujeres liberadas han descrito cómo se les desnudó y se les colocó en fila ante compradores serbios para su “inspección”. También en Kosovo las amenazan con que por sus rasgos eslavos, las tomarán por serbias y las asesinarán sin compasión.
Como se señaló, las autoridades locales se han encargado no sólo de incentivar el tráfico de mujeres, sino que muchas están en complicidad con los traficantes. Por ejemplo, en 14 de 40 casos de dicha actividad que se descubrieron en Bosnia, resultó que la policía local, la policía internacional, así como los elementos de las fuerzas de paz estaban implicados, tanto como clientes, así como ¡traficantes! Por eso se entenderá la tremenda indefensión en que se encuentran las víctimas. Y cuando esas mujeres logran escapar y acuden a alguna autoridad, varias veces ésta no las toma en serio y simplemente las deporta. Es el caso de la república Checa, en donde a esas mujeres, simplemente, se les estampa en sus pasaportes el sello de “indeseables” y se les echa a la frontera. Por si fuera poco, entre sus conciudadanos, se considera que ellas tienen la culpa de lo sucedido cuando logran regresar, como es el caso de un doctor responsable de la sección de enfermedades venéreas de un hospital, quien dice que “así es, realmente sus problemas ellas mismas se los ocasionan”.
Otro problema es que esas mujeres tienen miedo de declarar en contra de sus captores, lo cual es razonable, dado que constantemente son amenazadas, sobre todo después de haber dado su testimonio, como sucedió con una de ellas que al regresar a Moldavia se atrevió a denunciar a sus secuestradores. “Si te atreves a atestiguar… cuídate…”, a cada rato es amenazada telefónicamente.
Y mientras las autoridades del mundo se ponen de acuerdo en “como hacer justicia” y detener esa cruel actividad, Olga, muy descorazonada, se lamenta:
Tráfico sexual en Estados Unidos
En este país, alrededor de 50,000 mujeres, víctimas del tráfico ilegal, son “comercializadas” cada año. Por ejemplo, más de 30 mujeres de México fueron vendidas en Florida y en las Carolinas entre 1996 y 1998, atraídas por la promesa de que trabajarían como “servidoras domésticas”. Unas 10 mujeres checas fueron introducidas en Nueva York, a las cuales se les prometieron empleos secretariales. En 1995, 70 mujeres tailandesas fueron llevadas a varias ciudades estadounidenses incentivadas por la promesa de que se les darían empleos con una muy buena paga. Pero en ningún caso quienes las embaucaron cumplieron las promesas y las mujeres fueron obligadas a prostituirse. A muy pocas se les ofreció su libertad, como fue el caso de las mexicanas. A las tailandesas se les dijo que las liberarían hasta que pagaran “sus deudas”, una vez que tuvieran sexo con 500 hombres. En este caso, también a las mujeres se les atrae con anuncios que ofrecen una “mejor vida”, dice Theresa Loar, directora del Consejo Interagencial de la Mujer, grupo establecido allá en 1995 para implementar los mandatos emanados de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, auspiciado por la ONU. Los traficantes van a las comunidades rurales de los países pobres durante las sequías o en las épocas en que el alimento es escaso y les ofrecen a las familias pobres “comprarles a sus hijas” por pequeñas cantidades de dinero, se señala en el reporte de la ONU, en tanto que otras muchachas son raptadas de sus hogares o de orfanatos.
Y como la legislación vigente es demasiado suave con los traficantes, se sigue alentando el gran negocio. La pena máxima por venta humana ilegal en Estados Unidos es de 10 años, empleando una anticuada ley de anti-peonaje, en tanto que comerciar 10 gramos de LSD o un kilogramo de heroína es condenado hasta con cadena perpetua, es decir, es mucho más penado allá vender droga, que vender gente. Algunos casos de traficantes a los que se ha enjuiciado muestran la blandura de la ley en contra de ellos. Por ejemplo, en los Ángeles, en donde una mujer china fue secuestrada, violada y quemada con cigarros, a los traficantes se les condenó a un total de tres a cuatro años a cada uno. Un hombre de Bethesda, Maryland, que forzaba a mujeres rusas y ucranianas a trabajar como prostitutas en su “clínica de masajes”, simplemente se le multó después de que aquél suplicó clemencia, prohibiéndosele, además, de que en el futuro “estableciera un nuevo negocio”. En un caso que tuvo lugar en Florida, en donde varias mujeres fueron violadas, encerradas, prostituidas y forzadas a abortar, a los acusados apenas si se les aplicaron penas que fueron de los dos y medio a los seis y medio años de prisión. Además, las mujeres que logran escapar a sus secuestradores, tienen muy poca protección del gobierno, de acuerdo con un reporte de la CIA, pues el Servicio de Inmigración las trata como cualquier otro ilegal, a pesar de su situación. Ese organismo, sin embargo, tiene permitido expedir un tipo especial de visa a las víctimas del tráfico ilegal, para que éstas funjan como testigos federales en los juicios en contra del los traficantes, pero sólo puede expedir 200 de esas visas especiales, así que el resto de las mujeres victimadas son tratadas como simples delincuentes que “violaron las leyes de inmigración estadounidenses”. Por ello, esas mujeres difícilmente acuden a las autoridades para denunciar a los traficantes.
Algunas veces, los casos de tráfico ilegal logran trascender en los medios y los ofensores reciben justo castigo, sobre todo porque se trata de importantes personalidades. Fue muy difundido a principios del 2002 el juicio, en el estado de Arkansas, contra un grupo de traficantes, entre los que se contaron el señor David Jewell Jones, ex ejecutivo de la cadena televisiva de Little Rock, actualmente consejero administrativo de la Universidad de Henderson, el señor Mark Riable, ex representante republicano de Little Rock, abogado y ex juez civil, el dentista Bob Newton Rushing, de Fordyce, así como el restaurador Tony Ma, inmigrante chino, que trabaja como restaurador en Little Rock, y su esposa, la señora Mary Ta. Todas estas personas, respetables como pudieran parecer, habían ideado un plan para introducir a mujeres chinas a Arkansas, la tierra del ex presidente Clinton, con la única finalidad de emplearlas como trabajadoras sexuales al servicio de Jones. Entre octubre de 1991 y mayo de 1997 esta banda de “respetables ciudadanos” introdujo a varias mujeres chinas con ese propósito. Jones arreglaba falsos visados de estudiantes para las mujeres, en tanto que Riable las “casaba” falsamente con Rushing. El matrimonio Ma servía como intérprete y, además, “persuadía” a las mujeres chinas a no denunciar a Jones acerca de los encuentros sexuales que sostenían con él. Fue tan delicado ese caso, que el fiscal encargado del caso, el señor Pat Harris señaló que se llevaría “mucho tiempo”. Sí, sólo cuando los casos de tráfico sexual son tan trascendentes, merecen toda la atención de las autoridades.
Sin embargo, muchos casos, la mayoría quedan impunes, alentando, así, que ese gran negocio del tráfico humano mejore día a día.
Y mientras la enorme pobreza ocasionada por el neoliberalismo persista y siga creciendo y los comerciantes de “carga humana” sigan haciendo buen negocio de la necesidad de los ilegales de todo el mundo, el tráfico humano será otra lucrativa vertiente de este funesto sistema capitalista.
Contacto: studillac@hotmail.com
¡Bienvenidos a Arabialandia!
¡Bienvenidos a Arabialandia!
por Adán Salgado Andrade*
La infraestructura militar estadounidense se distingue por la constante búsqueda de adelantos científicos cuya primera aplicación sea, justamente, en la concepción y diseño de armas. El Pentágono no escatima esfuerzos económicos ni recursos políticos con tal de que los científicos e ingenieros de su país contribuyan en algo para engrandecer la maquinaria de matar de la que tanto se enorgullece aquél. Presumen los halcones del Pentágono de poseer armamentos y ejércitos que superan en ¡diez veces a todas las fuerzas militares del mundo reunidas! Claro, con un presupuesto militar cercano a los $600,000 millones de dólares anuales (un 85% del PIB mexicano), destinados tanto para investigación científica militar, compra de armamentos, sostenimiento de los soldados y mandos superiores, puede jactarse ese “instituto armado” de poseer tanto poder. Por ejemplo, a través de la agencia DARPA (Agencia para proyectos de investigación avanzada para la defensa), que es nada menos que una promotora de tecnologías de la muerte, destina más de 2000 millones de dólares anualmente para “fomentar la creatividad” de compañías y científicos que diseñen armas o dispositivos que contribuyan a destruir y matar más eficientemente. Un caso lo tenemos en el campo de la robótica, para el cual cada año hay un “concurso” (exclusivo de “científicos” de Estados Unidos) para promover la invención de un vehículo robot autónomo terrestre, que sea capaz de autodirigirse bajo cualquier condición, terreno o clima, que pueda transportar armas y que cuente con gran letalidad, es decir, pueda matar a muchos soldados enemigos. La DARPA “justifica” el proyecto diciendo que así habría menos bajas de soldados estadounidenses o que las labores de espionaje serían más “sencillas”, tal y como sucede con los aviones robots, los Predators, que ya se emplean en la frontera México-EU, para detectar “peligrosos indocumentados mexicanos”. El “premio” era de un millón de dólares, el cual luego se elevó a 2 millones de dólares, los cuales, por fin, gracias al ingenio de un ingeniero alemán, naturalizado estadounidense, Sebastian Thrun, quien patrocinado nada menos que por la automotriz VW, la que le dio tres vehículos Touareg (quizá también para hacerles publicidad y mostrar lo rudos que son), junto con su equipo técnico, ganó finalmente el concurso con un vehículo que “convenció” a los halcones del Pentágono que podría ser el próximo Predator terrestre. Ya podemos imaginarnos en un futuro a los ilegales en la frontera estadounidense “cazados” por esos vehículos robots y asesinados sin miramientos al primer movimiento sospechoso que aquéllos hicieran, detectado por los ultrasensibles detectores de esas máquinas asesinas.
Otro “creativo concurso” – y esto pareciera más de ciencia ficción que de realidad – es el que promueve la invención de un “exotraje”, una especie de armadura robotizada que puedan emplear los “soldados del futuro”, para convertirse en una suerte de indestructibles “gladiadores militares”, que soporten pesadas cargas, disparos y hasta bombazos. Por fortuna, hasta ahora, ningún “científico” ha ganado en la categoría de “exoesqueletos militares”.
Otro de los “ingenios militares” debido a la DARPA es el “radarscopio”, un aparato de pequeño tamaño, que funciona a base de económicas pilas “AA”, pero capaz de detectar hasta el más leve movimiento de un hombre, como su respiración, que esté escondido tras muros de concreto o tabique de hasta 30 centímetros de espesor. Y se espera emplearlo, nada menos que en Irak, en donde los “peligrosos terroristas” pueden acechar tras las paredes de la infinidad de ruinosos edificios que ha dejado la invasión militar anglo-estadounidense, aparte del caos, la violencia y la miseria en esa ultrajada nación.
También la DARPA está incentivando ramas médicas como la biotecnología para (no es broma), buscar medios que permitan la regeneración de miembros mutilados de los soldados durante las batallas, así como pueden hacer naturalmente las salamandras. Los directivos de DARPA sueñan con el día en que los hombres heridos, en lugar de ir al hospital, tomen una “pastillita” que les regenere, ipso facto, un, digamos, pie destrozado por mortero, un brazo arrancado por una bomba y así… Estiman que el “ahorro” en el gasto en atención a los heridos sería enorme (hasta con eso, la atención médica, se buscan optimizar recursos), más del 90% de lo que se eroga actualmente por hospitalización y medicamentos. Y a propósito de este campo, el de la “medicina”, también, otra institución, el Instituto de Patología de la Fuerzas Armadas, está experimentando con el virus de la influenza, y uno de sus “éticos científicos”, el señor Jeffery Taubenberger, felizmente logró aislar la más letal de sus cepas, la que asoló al mundo en 1918 y que mató a 40 millones de personas, con la que puedan, por supuesto, fabricarse mortales armas biológicas.
Todo, hasta el chillido de un bebé, convenientemente digitalizado y aumentado, puede matar. Es el ruido empleado en otro de los “grandes” proyectos auspiciados por DARPA, en las llamadas “balas sónicas”, ingenios capaces de, al menos, inmovilizar al soldado enemigo a quien se le “disparen” estos proyectiles de lloriqueos de bebés remasterizados, pues le provocarían el equivalente a una intensa migraña que le haría “perder la cabeza” de dolor.
Y también para el centro del “entretenimiento mundial” tiene presupuesto el Pentágono a través de la DARPA. Hay un proyecto conjunto, nada menos que con la meca del cine, Hollywood –participan nombres tales como Paramount, Disney, Industrial Light & Magic, pues ahora hasta los grandes estudios le están entrando al lucrativo negocio de la muerte–, y los softweristas de Silicon Valley –en este caso, se trata de compañías tales como Pixar, Intel, Pandemic studios, que también están ganando buenos millones de dólares–, coordinados por el Departamento de defensa, que dio a luz un eficaz “cuarto de guerra”, singular ingenio que combina pantallas gigantes, videojuegos y realidad virtual para “entrenar” a los futuros soldados en forma más efectiva y, lo mejor de todo, barata. Bajo el nombre de Instituto de Tecnologías Creativas (vaya nombre tan irónico, como si matar fuera creativo), el “cuarto de guerra” puede reproducir, al decir de sus creadores, situaciones tan realistas, como si los soldados entrenándose estuvieran, por ejemplo, en Irak, reproduciendo a enemigos virtuales que incluso hablaran en su lengua nativa. La “creativa” experiencia se realiza a bordo de un vehículo militar Humvee auténtico, al que se le han colocado sensores y dispositivos de todo tipo, de tal manera que se recree tanto la sensación de estar recorriendo tierras enemigas, como, si es el caso, el que los soldados entrenados cometan un error y sean “destruidos” virtualmente por un misil enemigo. Además, se ahorra mucho dinero. Por ejemplo, para capacitar a 13,500 hombres en campos reales de entrenamiento militar sólo durante tres semanas, se requieren 250 millones de dólares. En cambio, en los cinco años que lleva funcionando este “creativo” entrenador militar virtual, se han “capacitado” más o menos a igual número de hombres y “sólo” se han gastado 45 millones de dólares, un “gran” ahorro, al decir de sus creadores y coordinadores.
Y quizá porque la “guerra virtual” no resulta tan realista, tanto en los peligros in situ que acechan a los soldados, como en los muertos verdaderos, el Pentágono se decidió a crear lo que yo llamaría un parque de diversiones bélico, con sets que reproducen poblados árabes, con habitantes y todo, para que el entrenamiento de sus mariners sea lo más cercano posible a lo que se encontraran en la siguiente invasión a algún otro país árabe, aparte de Afganistán e Irak, por supuesto.
En el Joint Readiness Training Center (Centro de entrenamiento para el alistamiento conjunto) que forma parte del fuerte militar Polk (Fort Polk), ubicado en los bosques del estado de Luisiana, allí, en una superficie de alrededor de 40,000 hectáreas está, digamos que “perfectamente” simulado, el Medio Oriente, como dije, con detalles tales como casas, escuelas, mezquitas, plazas, hospitales... ¡hasta árabes reales han contratado con tal de darle el mayor realismo posible al lugar. Pueden “simularse” explosiones de edificios de todo tipo (sí, porque durante la guerra las llamadas bombas “inteligentes” se equivocaban, destruyendo a hospitales en lugar de a bunkers militares), gasolineras, “autos bomba”, “humo”... incluso hay “heridos y muertos”, además de que los “paramédicos” pueden implementar “primeros auxilios” en maniquíes de ¡70,000 dólares!, los cuales, merced a su altísimo costo (no podía ser menos, pues), pueden “sangrar”, “respirar”, “pestañear” e, incluso, esos humanoides ingenios pueden “reproducir” cinco tipos distintos de gruñidos intestinales, así como los que han de sufrir los heridos provocados por la violencia existente en Irak, tanto por los ataques militares invasores, como por los atentados suicidas, cortesía de la invasión anglo-estadounidense.
Todos los años ese “parque bélico” es un sito obligado al que asisten 44,000 soldados del ejército y de la Guardia Nacional que serán enviados nada menos que a Afganistán y a Irak. Y allí, un total de 1200 “civiles árabes”, entre imanes, periodistas, autoridades “iraquíes”, trabajadores humanitarios y “ordinarios civiles” – éstos, por supuesto, mezcla de chiítas, sunitas y kurdos, tal como sucede en el invadido Irak – constituyen la “masa árabe” entre la que los soldados que entrenen deben desenvolverse o, incluso, matar si fuera necesario, con tal de que dicho entrenamiento se “aproxime” lo más posible a las condiciones iraquíes. Por supuesto que lo de “matar”, eso sí, es de a “mentiritas”. Los “tiroteos” se hacen mediante rifles o metralletas modificados que funcionan a base de emisiones láser que le “atinan” a unos “detectores de disparos” que todos, “amigos y enemigos”, llevan en sus chalecos, identificados con un número, el del portador, los cuales indican que a alguien ya lo “mataron” y queda fuera de acción. Esos teatrales “ejercicios bélicos” supuestamente indicarán cuál fue la falla cometida o los errores estratégicos para corregir tales faltas. Los “enemigos árabes y terroristas”, en parte son protagonizados por soldados del batallón 509 de la infantería aérea, pero muchos de ellos están personificados por verdaderos iraquíes, a quienes se les da “trabajo” como “extras”. Aquí sorprende la volubilidad estadounidense, pues por un lado, se ha estigmatizado a todo aquél que parezca árabe, a quien inmediatamente se le coloca la etiqueta de “terrorista”, pero en el caso de los árabes contratados, entre más parezcan justamente eso, terroristas, más posibilidades tienen de que los contraten, aunque con ello lo único que logren, además de su salario, sea una acentuación de la negativa opinión que contra ellos se tiene. Estas personas perciben $220 dólares por día trabajado, que para muchos es “buen sueldo”, mejor que emplearse en una cadena de comida barata, en donde cuando mucho ganarían unos ochenta dólares. Los que laboran como “terroristas árabes”, encabezados por los mencionados soldados del 509avo batallón, deben “planear” ataques y emboscadas a los soldados entrenándose, todo ello en completa libertad, para darle más verosimilitud a todo el teatro bélico. Claro que todo este muy buen negocio de contratar “actores” y coordinar las “guerritas” cuesta dinero y bastante: más o menos 3 millones de dólares semanales. La empresa que se encarga de todo eso, llamada Cubic, establecida en San Diego, contrata a los “actores” y proporciona los equipos electrónicos que, como dije, señalarán quién se murió y cuál fue su error. Esta empresa, por cierto, proporciona servicios similares a países ¡nada menos que como Brasil, Croacia! y, por supuesto, Gran Bretaña, aliado natural en el aventurerismo bélico de los EU. ¿Será acaso que pretendan ser los nuevos cruzados, quienes junto con los EU, estén dispuestos a enfrentar una nueva amenaza islámica?
Según el Pentágono ha sido “tan buena la simulación” que ya están haciendo más “arabialandias” en California, en Fort Irwin. Incluso el cuerpo de mariners está haciéndose su propio “parque bélico” en el sur de California.
Sí, es vital ese tipo de entrenamientos “realistas”, pues según declara un funcionario militar, Russell Glenn, “nuestros soldados no sólo van a derrotar a un ejército, sino que van a ocupar una tierra extraña, lo cual requiere de nuevas habilidades, tales como mantener bloqueado un camino, sin matar a nadie, o ingeniárselas para saber en quién confiar en caso de existir batallas locales en el sitio invadido. Sí, nunca vamos a ganar matando a todos los insurgentes, tenemos que ganarnos la confianza de la población invadida” (el subrayado es mío). Pues vaya cínica declaración ésta, la de que EU seguirá invadiendo países, cueste lo que cueste. Claro, lo de derrotar a los ejércitos de los países árabes invadidos, parecería lo más fácil (aunque habría que ver si eso sería tan fácil al invadir, por ejemplo, Irán, cuyo ejército, al parecer, está mejor entrenado que el que en su momento poseyó Saddam Hussein), sin embargo, la invasión, propiamente dicha, si va a ser como la iraquí, en donde están peor las cosas que cuando Hussein gobernaba... Bueno, quizá por eso desean de “todo corazón” los halcones del Pentágono que “Arabialandia” funcione con tal de que sus soldados se “ganen” a los pobladores árabes invadidos. Pero esta peregrina expectativa resulta absurda de considerarse, pues por el hecho mismo, por ejemplo, de la violencia iraquí, con atentados casi todos los días, no parece previsible entonces, como así lo es, que los iraquíes vean con buenos ojos a los soldados invasores, causantes, justamente, de la fatal violencia, que sólo en el presente año ¡ha ocasionado más de 14,000 muertos civiles (según el primer ministro iraquí Maliki, un promedio de 100 muertos civiles se producen diariamente, además de que 30,359 familias, unas 182,000 personas, han abandonado sus hogares a causa de la violencia sectaria y la intimidación), sobre todo por los atentados suicidas! Lo que sí resulta bastante claro es que aunque sigan matando a todos los insurgentes iraquíes (dudo que los maten a todos pues si la mayor parte de la población está en contra de la invasión anglo-estadounidense, entonces todos pueden considerarse insurgentes, aunque sea ideológicamente), no ganarán la guerra. Así sucedió, para desgracia de EU, en Vietnam, en donde incluso a pesar de los infames ataques con agentes químicos como el NAPALM, gas adormecedor y el fósforo blanco, y los millones de dólares en soldados y armamento convencional, su ejército no pudo derrotar al Vietcong, la facción comunista perteneciente a Vietnam del norte que combatió a Vietnam del sur, aliado justamente de EU. De hecho, podríamos decir que Irak se está vietnamizando, o sea, se está produciendo una escalada de anárquica, aleatoria violencia que ni las mismas fuerzas invasoras pueden ya controlar. Y es que está resultando tan complicada y costosa la invasión (más de $305,000 millones de dólares), además de soldados muertos (más de 2,700 desde que comenzó la invasión, además de 19,000 heridos), que si no se halla una pronta “solución”, Irak corre el riesgo de desaparecer como nación y ser sustituido por estructuras territoriales étnicas que serían más difíciles de controlar para los intereses estadounidenses (su petróleo, sobre todo) que lo que ahora tan endeblemente existe. Erróneamente se creyó que muerto Abu Musab Zarq, supuesto líder de Al Qaeda en ese país, terminaría con los atentados terroristas, pero éstos han seguido digamos que al mismo ritmo: Por eso, como dije, por esa inaplazable “urgencia” de arreglar el polvorín humano en que Irak se ha convertido después de la invasión, quizá sea que los halcones del Pentágono finquen todas sus esperanzas en “Arabialandia”.
Bueno y todo lo descrito se supervisa por el así llamado Centro Operativo Conjunto (Joint Operating Center, JOC), conocido como la Caja, pues se trata de un edificio sin ventanas, en los mismos terrenos propiedad de Fort Polk, en donde 24 horas al día, todo el año, un total de 200 empleados militares vigilan que el teatro bélico se lleve acorde con lo estipulado, es decir, que los árabes simulados planeen muy bien sus “ataques terroristas” y los soldados que se están entrenando respondan adecuadamente a las amenazas que se les pongan enfrente. Y para tener una aproximada idea de que las condiciones enfrentadas sean las que verdaderamente los soldados van a encontrarse en Irak, sobre todo, la mencionada empresa Cubic “monitorea” todo el tiempo qué está sucediendo en ese desgarrado país, o sea, cuál es el curso de la violencia allá. ¡Vaya, en lugar de que los EU destinaran dinero para analizar cómo mitigar la violencia, simplemente, de cínica manera, la mencionada empresa, únicamente se limita a revisar los diarios atentados que hay, el número de muertos y heridos que dejan, en qué sitios se producen más diariamente, de qué tipo fueron... y así, para que “Arabialandia” se asemeje lo mejor posible al verdadero infierno que es actualmente Irak. Y una vez que se cuenta con la información más apegada a la violencia existente, los empleados de Cubic (esto sí me parece deleznable) simulan las dramáticas, terribles consecuencias que dejan los atentados, incluso maquillando grotescamente a viejos veteranos de la guerra de Vietnam, a los que les faltan brazos o piernas, para darle más realismo al entrenamiento. Muy seguramente ese nivel de exageración, más que por un efecto humanitario, debe de llevarse a cabo para medir qué tantas agallas han de tener los futuros soldados, enfrentados a situaciones tan extremas, en donde, ante todo, la disciplina militar es lo que seguirá contando, no su compasión o sensibilidad ante la tragedia. De otra manera, no podría explicarse por qué sus jefes militares requieran de tanto morboso realismo al maquillar horriblemente a gente sin miembros, y “destruir” casas y edificios con auténticas detonaciones de autos-bomba, realizadas por expertos en efectos especiales (imaginemos, pues, que se está filmando una bélica película todos los días en ese sitio). A fin de cuentas ese “jueguito” tiene que ver con no dejarse matar, que es la principal instrucción a los soldados entrenándose. “Ustedes sólo figúrense cómo llegar del punto A, al punto B, sin que los maten”, es el mandato en general... y ello, claro, recurriendo a todos los medios a su alcance, uno de los cuales es asesinar sin miramientos a quien se les cruce en su camino (como “soldados profesionales” han en lugares como Basora, por ejemplo, de sacar de sus casas a civiles inocentes para golpearlos y asesinarlos). En fin, que en ese parque bélico, a mayor realismo, mayor acción. Y habrá que pensar también en si los auténticos árabes que son contratados, por actuar tan realistamente, no desarrollen una actitud auténticamente hostil hacia el “enemigo” o quizás sean espías, haciéndose pasar como actores, que después puedan revelar a sus contrapartes el tipo de tácticas empleadas por los soldados estadounidenses para combatir a los insurgentes.
Y, claro, no todo es tan perfecto, pues la cuestión de que los soldados entren en contacto con la población, es algo que, allí sí, no se ha logrado, pues mientras en el parque bélico la relación de supuestos insurgentes a la población es de 1 a 5, en Irak es de 1 a 10,000, más o menos, así que si los soldados que entrenan se van considerando que un quinto de los pobladores son insurgentes, como aprenden en Arabialandia, bueno, quizá por eso desarrollen siempre la brutal relación de disparar por parejo a todo mundo allá, pues mejor prevenir que lamentar.
De todos modos, ahora que los israelitas están matando a diario libaneses y destruyendo su país (más de 1100 muertos y más de $2200 millones de euros en daños hasta ahora. Es posible que los frustrados ataques que Scotland Yard descubrió por estos días, los cuales intentaron operarse en aviones saliendo y llegando al aeropuerto londinense de Heathrow, Inglaterra, que iban a perpetrar supuestos miembros de Al Qaeda, sean una reacción a la injustificada, criminal violencia judía en contra de los libaneses), con tanta saña y eficacia, como siempre lo han hecho con los palestinos, probablemente ellos puedan entrenar mejor a los soldados estadounidenses que los parques bélicos, en eso de combatir y matar árabes.
*Profesor de la UNAM, México. Contacto: studillac@hotmail.com
por Adán Salgado Andrade*
La infraestructura militar estadounidense se distingue por la constante búsqueda de adelantos científicos cuya primera aplicación sea, justamente, en la concepción y diseño de armas. El Pentágono no escatima esfuerzos económicos ni recursos políticos con tal de que los científicos e ingenieros de su país contribuyan en algo para engrandecer la maquinaria de matar de la que tanto se enorgullece aquél. Presumen los halcones del Pentágono de poseer armamentos y ejércitos que superan en ¡diez veces a todas las fuerzas militares del mundo reunidas! Claro, con un presupuesto militar cercano a los $600,000 millones de dólares anuales (un 85% del PIB mexicano), destinados tanto para investigación científica militar, compra de armamentos, sostenimiento de los soldados y mandos superiores, puede jactarse ese “instituto armado” de poseer tanto poder. Por ejemplo, a través de la agencia DARPA (Agencia para proyectos de investigación avanzada para la defensa), que es nada menos que una promotora de tecnologías de la muerte, destina más de 2000 millones de dólares anualmente para “fomentar la creatividad” de compañías y científicos que diseñen armas o dispositivos que contribuyan a destruir y matar más eficientemente. Un caso lo tenemos en el campo de la robótica, para el cual cada año hay un “concurso” (exclusivo de “científicos” de Estados Unidos) para promover la invención de un vehículo robot autónomo terrestre, que sea capaz de autodirigirse bajo cualquier condición, terreno o clima, que pueda transportar armas y que cuente con gran letalidad, es decir, pueda matar a muchos soldados enemigos. La DARPA “justifica” el proyecto diciendo que así habría menos bajas de soldados estadounidenses o que las labores de espionaje serían más “sencillas”, tal y como sucede con los aviones robots, los Predators, que ya se emplean en la frontera México-EU, para detectar “peligrosos indocumentados mexicanos”. El “premio” era de un millón de dólares, el cual luego se elevó a 2 millones de dólares, los cuales, por fin, gracias al ingenio de un ingeniero alemán, naturalizado estadounidense, Sebastian Thrun, quien patrocinado nada menos que por la automotriz VW, la que le dio tres vehículos Touareg (quizá también para hacerles publicidad y mostrar lo rudos que son), junto con su equipo técnico, ganó finalmente el concurso con un vehículo que “convenció” a los halcones del Pentágono que podría ser el próximo Predator terrestre. Ya podemos imaginarnos en un futuro a los ilegales en la frontera estadounidense “cazados” por esos vehículos robots y asesinados sin miramientos al primer movimiento sospechoso que aquéllos hicieran, detectado por los ultrasensibles detectores de esas máquinas asesinas.
Otro “creativo concurso” – y esto pareciera más de ciencia ficción que de realidad – es el que promueve la invención de un “exotraje”, una especie de armadura robotizada que puedan emplear los “soldados del futuro”, para convertirse en una suerte de indestructibles “gladiadores militares”, que soporten pesadas cargas, disparos y hasta bombazos. Por fortuna, hasta ahora, ningún “científico” ha ganado en la categoría de “exoesqueletos militares”.
Otro de los “ingenios militares” debido a la DARPA es el “radarscopio”, un aparato de pequeño tamaño, que funciona a base de económicas pilas “AA”, pero capaz de detectar hasta el más leve movimiento de un hombre, como su respiración, que esté escondido tras muros de concreto o tabique de hasta 30 centímetros de espesor. Y se espera emplearlo, nada menos que en Irak, en donde los “peligrosos terroristas” pueden acechar tras las paredes de la infinidad de ruinosos edificios que ha dejado la invasión militar anglo-estadounidense, aparte del caos, la violencia y la miseria en esa ultrajada nación.
También la DARPA está incentivando ramas médicas como la biotecnología para (no es broma), buscar medios que permitan la regeneración de miembros mutilados de los soldados durante las batallas, así como pueden hacer naturalmente las salamandras. Los directivos de DARPA sueñan con el día en que los hombres heridos, en lugar de ir al hospital, tomen una “pastillita” que les regenere, ipso facto, un, digamos, pie destrozado por mortero, un brazo arrancado por una bomba y así… Estiman que el “ahorro” en el gasto en atención a los heridos sería enorme (hasta con eso, la atención médica, se buscan optimizar recursos), más del 90% de lo que se eroga actualmente por hospitalización y medicamentos. Y a propósito de este campo, el de la “medicina”, también, otra institución, el Instituto de Patología de la Fuerzas Armadas, está experimentando con el virus de la influenza, y uno de sus “éticos científicos”, el señor Jeffery Taubenberger, felizmente logró aislar la más letal de sus cepas, la que asoló al mundo en 1918 y que mató a 40 millones de personas, con la que puedan, por supuesto, fabricarse mortales armas biológicas.
Todo, hasta el chillido de un bebé, convenientemente digitalizado y aumentado, puede matar. Es el ruido empleado en otro de los “grandes” proyectos auspiciados por DARPA, en las llamadas “balas sónicas”, ingenios capaces de, al menos, inmovilizar al soldado enemigo a quien se le “disparen” estos proyectiles de lloriqueos de bebés remasterizados, pues le provocarían el equivalente a una intensa migraña que le haría “perder la cabeza” de dolor.
Y también para el centro del “entretenimiento mundial” tiene presupuesto el Pentágono a través de la DARPA. Hay un proyecto conjunto, nada menos que con la meca del cine, Hollywood –participan nombres tales como Paramount, Disney, Industrial Light & Magic, pues ahora hasta los grandes estudios le están entrando al lucrativo negocio de la muerte–, y los softweristas de Silicon Valley –en este caso, se trata de compañías tales como Pixar, Intel, Pandemic studios, que también están ganando buenos millones de dólares–, coordinados por el Departamento de defensa, que dio a luz un eficaz “cuarto de guerra”, singular ingenio que combina pantallas gigantes, videojuegos y realidad virtual para “entrenar” a los futuros soldados en forma más efectiva y, lo mejor de todo, barata. Bajo el nombre de Instituto de Tecnologías Creativas (vaya nombre tan irónico, como si matar fuera creativo), el “cuarto de guerra” puede reproducir, al decir de sus creadores, situaciones tan realistas, como si los soldados entrenándose estuvieran, por ejemplo, en Irak, reproduciendo a enemigos virtuales que incluso hablaran en su lengua nativa. La “creativa” experiencia se realiza a bordo de un vehículo militar Humvee auténtico, al que se le han colocado sensores y dispositivos de todo tipo, de tal manera que se recree tanto la sensación de estar recorriendo tierras enemigas, como, si es el caso, el que los soldados entrenados cometan un error y sean “destruidos” virtualmente por un misil enemigo. Además, se ahorra mucho dinero. Por ejemplo, para capacitar a 13,500 hombres en campos reales de entrenamiento militar sólo durante tres semanas, se requieren 250 millones de dólares. En cambio, en los cinco años que lleva funcionando este “creativo” entrenador militar virtual, se han “capacitado” más o menos a igual número de hombres y “sólo” se han gastado 45 millones de dólares, un “gran” ahorro, al decir de sus creadores y coordinadores.
Y quizá porque la “guerra virtual” no resulta tan realista, tanto en los peligros in situ que acechan a los soldados, como en los muertos verdaderos, el Pentágono se decidió a crear lo que yo llamaría un parque de diversiones bélico, con sets que reproducen poblados árabes, con habitantes y todo, para que el entrenamiento de sus mariners sea lo más cercano posible a lo que se encontraran en la siguiente invasión a algún otro país árabe, aparte de Afganistán e Irak, por supuesto.
En el Joint Readiness Training Center (Centro de entrenamiento para el alistamiento conjunto) que forma parte del fuerte militar Polk (Fort Polk), ubicado en los bosques del estado de Luisiana, allí, en una superficie de alrededor de 40,000 hectáreas está, digamos que “perfectamente” simulado, el Medio Oriente, como dije, con detalles tales como casas, escuelas, mezquitas, plazas, hospitales... ¡hasta árabes reales han contratado con tal de darle el mayor realismo posible al lugar. Pueden “simularse” explosiones de edificios de todo tipo (sí, porque durante la guerra las llamadas bombas “inteligentes” se equivocaban, destruyendo a hospitales en lugar de a bunkers militares), gasolineras, “autos bomba”, “humo”... incluso hay “heridos y muertos”, además de que los “paramédicos” pueden implementar “primeros auxilios” en maniquíes de ¡70,000 dólares!, los cuales, merced a su altísimo costo (no podía ser menos, pues), pueden “sangrar”, “respirar”, “pestañear” e, incluso, esos humanoides ingenios pueden “reproducir” cinco tipos distintos de gruñidos intestinales, así como los que han de sufrir los heridos provocados por la violencia existente en Irak, tanto por los ataques militares invasores, como por los atentados suicidas, cortesía de la invasión anglo-estadounidense.
Todos los años ese “parque bélico” es un sito obligado al que asisten 44,000 soldados del ejército y de la Guardia Nacional que serán enviados nada menos que a Afganistán y a Irak. Y allí, un total de 1200 “civiles árabes”, entre imanes, periodistas, autoridades “iraquíes”, trabajadores humanitarios y “ordinarios civiles” – éstos, por supuesto, mezcla de chiítas, sunitas y kurdos, tal como sucede en el invadido Irak – constituyen la “masa árabe” entre la que los soldados que entrenen deben desenvolverse o, incluso, matar si fuera necesario, con tal de que dicho entrenamiento se “aproxime” lo más posible a las condiciones iraquíes. Por supuesto que lo de “matar”, eso sí, es de a “mentiritas”. Los “tiroteos” se hacen mediante rifles o metralletas modificados que funcionan a base de emisiones láser que le “atinan” a unos “detectores de disparos” que todos, “amigos y enemigos”, llevan en sus chalecos, identificados con un número, el del portador, los cuales indican que a alguien ya lo “mataron” y queda fuera de acción. Esos teatrales “ejercicios bélicos” supuestamente indicarán cuál fue la falla cometida o los errores estratégicos para corregir tales faltas. Los “enemigos árabes y terroristas”, en parte son protagonizados por soldados del batallón 509 de la infantería aérea, pero muchos de ellos están personificados por verdaderos iraquíes, a quienes se les da “trabajo” como “extras”. Aquí sorprende la volubilidad estadounidense, pues por un lado, se ha estigmatizado a todo aquél que parezca árabe, a quien inmediatamente se le coloca la etiqueta de “terrorista”, pero en el caso de los árabes contratados, entre más parezcan justamente eso, terroristas, más posibilidades tienen de que los contraten, aunque con ello lo único que logren, además de su salario, sea una acentuación de la negativa opinión que contra ellos se tiene. Estas personas perciben $220 dólares por día trabajado, que para muchos es “buen sueldo”, mejor que emplearse en una cadena de comida barata, en donde cuando mucho ganarían unos ochenta dólares. Los que laboran como “terroristas árabes”, encabezados por los mencionados soldados del 509avo batallón, deben “planear” ataques y emboscadas a los soldados entrenándose, todo ello en completa libertad, para darle más verosimilitud a todo el teatro bélico. Claro que todo este muy buen negocio de contratar “actores” y coordinar las “guerritas” cuesta dinero y bastante: más o menos 3 millones de dólares semanales. La empresa que se encarga de todo eso, llamada Cubic, establecida en San Diego, contrata a los “actores” y proporciona los equipos electrónicos que, como dije, señalarán quién se murió y cuál fue su error. Esta empresa, por cierto, proporciona servicios similares a países ¡nada menos que como Brasil, Croacia! y, por supuesto, Gran Bretaña, aliado natural en el aventurerismo bélico de los EU. ¿Será acaso que pretendan ser los nuevos cruzados, quienes junto con los EU, estén dispuestos a enfrentar una nueva amenaza islámica?
Según el Pentágono ha sido “tan buena la simulación” que ya están haciendo más “arabialandias” en California, en Fort Irwin. Incluso el cuerpo de mariners está haciéndose su propio “parque bélico” en el sur de California.
Sí, es vital ese tipo de entrenamientos “realistas”, pues según declara un funcionario militar, Russell Glenn, “nuestros soldados no sólo van a derrotar a un ejército, sino que van a ocupar una tierra extraña, lo cual requiere de nuevas habilidades, tales como mantener bloqueado un camino, sin matar a nadie, o ingeniárselas para saber en quién confiar en caso de existir batallas locales en el sitio invadido. Sí, nunca vamos a ganar matando a todos los insurgentes, tenemos que ganarnos la confianza de la población invadida” (el subrayado es mío). Pues vaya cínica declaración ésta, la de que EU seguirá invadiendo países, cueste lo que cueste. Claro, lo de derrotar a los ejércitos de los países árabes invadidos, parecería lo más fácil (aunque habría que ver si eso sería tan fácil al invadir, por ejemplo, Irán, cuyo ejército, al parecer, está mejor entrenado que el que en su momento poseyó Saddam Hussein), sin embargo, la invasión, propiamente dicha, si va a ser como la iraquí, en donde están peor las cosas que cuando Hussein gobernaba... Bueno, quizá por eso desean de “todo corazón” los halcones del Pentágono que “Arabialandia” funcione con tal de que sus soldados se “ganen” a los pobladores árabes invadidos. Pero esta peregrina expectativa resulta absurda de considerarse, pues por el hecho mismo, por ejemplo, de la violencia iraquí, con atentados casi todos los días, no parece previsible entonces, como así lo es, que los iraquíes vean con buenos ojos a los soldados invasores, causantes, justamente, de la fatal violencia, que sólo en el presente año ¡ha ocasionado más de 14,000 muertos civiles (según el primer ministro iraquí Maliki, un promedio de 100 muertos civiles se producen diariamente, además de que 30,359 familias, unas 182,000 personas, han abandonado sus hogares a causa de la violencia sectaria y la intimidación), sobre todo por los atentados suicidas! Lo que sí resulta bastante claro es que aunque sigan matando a todos los insurgentes iraquíes (dudo que los maten a todos pues si la mayor parte de la población está en contra de la invasión anglo-estadounidense, entonces todos pueden considerarse insurgentes, aunque sea ideológicamente), no ganarán la guerra. Así sucedió, para desgracia de EU, en Vietnam, en donde incluso a pesar de los infames ataques con agentes químicos como el NAPALM, gas adormecedor y el fósforo blanco, y los millones de dólares en soldados y armamento convencional, su ejército no pudo derrotar al Vietcong, la facción comunista perteneciente a Vietnam del norte que combatió a Vietnam del sur, aliado justamente de EU. De hecho, podríamos decir que Irak se está vietnamizando, o sea, se está produciendo una escalada de anárquica, aleatoria violencia que ni las mismas fuerzas invasoras pueden ya controlar. Y es que está resultando tan complicada y costosa la invasión (más de $305,000 millones de dólares), además de soldados muertos (más de 2,700 desde que comenzó la invasión, además de 19,000 heridos), que si no se halla una pronta “solución”, Irak corre el riesgo de desaparecer como nación y ser sustituido por estructuras territoriales étnicas que serían más difíciles de controlar para los intereses estadounidenses (su petróleo, sobre todo) que lo que ahora tan endeblemente existe. Erróneamente se creyó que muerto Abu Musab Zarq, supuesto líder de Al Qaeda en ese país, terminaría con los atentados terroristas, pero éstos han seguido digamos que al mismo ritmo: Por eso, como dije, por esa inaplazable “urgencia” de arreglar el polvorín humano en que Irak se ha convertido después de la invasión, quizá sea que los halcones del Pentágono finquen todas sus esperanzas en “Arabialandia”.
Bueno y todo lo descrito se supervisa por el así llamado Centro Operativo Conjunto (Joint Operating Center, JOC), conocido como la Caja, pues se trata de un edificio sin ventanas, en los mismos terrenos propiedad de Fort Polk, en donde 24 horas al día, todo el año, un total de 200 empleados militares vigilan que el teatro bélico se lleve acorde con lo estipulado, es decir, que los árabes simulados planeen muy bien sus “ataques terroristas” y los soldados que se están entrenando respondan adecuadamente a las amenazas que se les pongan enfrente. Y para tener una aproximada idea de que las condiciones enfrentadas sean las que verdaderamente los soldados van a encontrarse en Irak, sobre todo, la mencionada empresa Cubic “monitorea” todo el tiempo qué está sucediendo en ese desgarrado país, o sea, cuál es el curso de la violencia allá. ¡Vaya, en lugar de que los EU destinaran dinero para analizar cómo mitigar la violencia, simplemente, de cínica manera, la mencionada empresa, únicamente se limita a revisar los diarios atentados que hay, el número de muertos y heridos que dejan, en qué sitios se producen más diariamente, de qué tipo fueron... y así, para que “Arabialandia” se asemeje lo mejor posible al verdadero infierno que es actualmente Irak. Y una vez que se cuenta con la información más apegada a la violencia existente, los empleados de Cubic (esto sí me parece deleznable) simulan las dramáticas, terribles consecuencias que dejan los atentados, incluso maquillando grotescamente a viejos veteranos de la guerra de Vietnam, a los que les faltan brazos o piernas, para darle más realismo al entrenamiento. Muy seguramente ese nivel de exageración, más que por un efecto humanitario, debe de llevarse a cabo para medir qué tantas agallas han de tener los futuros soldados, enfrentados a situaciones tan extremas, en donde, ante todo, la disciplina militar es lo que seguirá contando, no su compasión o sensibilidad ante la tragedia. De otra manera, no podría explicarse por qué sus jefes militares requieran de tanto morboso realismo al maquillar horriblemente a gente sin miembros, y “destruir” casas y edificios con auténticas detonaciones de autos-bomba, realizadas por expertos en efectos especiales (imaginemos, pues, que se está filmando una bélica película todos los días en ese sitio). A fin de cuentas ese “jueguito” tiene que ver con no dejarse matar, que es la principal instrucción a los soldados entrenándose. “Ustedes sólo figúrense cómo llegar del punto A, al punto B, sin que los maten”, es el mandato en general... y ello, claro, recurriendo a todos los medios a su alcance, uno de los cuales es asesinar sin miramientos a quien se les cruce en su camino (como “soldados profesionales” han en lugares como Basora, por ejemplo, de sacar de sus casas a civiles inocentes para golpearlos y asesinarlos). En fin, que en ese parque bélico, a mayor realismo, mayor acción. Y habrá que pensar también en si los auténticos árabes que son contratados, por actuar tan realistamente, no desarrollen una actitud auténticamente hostil hacia el “enemigo” o quizás sean espías, haciéndose pasar como actores, que después puedan revelar a sus contrapartes el tipo de tácticas empleadas por los soldados estadounidenses para combatir a los insurgentes.
Y, claro, no todo es tan perfecto, pues la cuestión de que los soldados entren en contacto con la población, es algo que, allí sí, no se ha logrado, pues mientras en el parque bélico la relación de supuestos insurgentes a la población es de 1 a 5, en Irak es de 1 a 10,000, más o menos, así que si los soldados que entrenan se van considerando que un quinto de los pobladores son insurgentes, como aprenden en Arabialandia, bueno, quizá por eso desarrollen siempre la brutal relación de disparar por parejo a todo mundo allá, pues mejor prevenir que lamentar.
De todos modos, ahora que los israelitas están matando a diario libaneses y destruyendo su país (más de 1100 muertos y más de $2200 millones de euros en daños hasta ahora. Es posible que los frustrados ataques que Scotland Yard descubrió por estos días, los cuales intentaron operarse en aviones saliendo y llegando al aeropuerto londinense de Heathrow, Inglaterra, que iban a perpetrar supuestos miembros de Al Qaeda, sean una reacción a la injustificada, criminal violencia judía en contra de los libaneses), con tanta saña y eficacia, como siempre lo han hecho con los palestinos, probablemente ellos puedan entrenar mejor a los soldados estadounidenses que los parques bélicos, en eso de combatir y matar árabes.
*Profesor de la UNAM, México. Contacto: studillac@hotmail.com
La amenaza terrorista: El nuevo gran negocio para la industria del miedo
La amenaza terrorista: El nuevo gran negocio
para la industria del miedo.
Por Adán Salgado Andrade.
Sí, en el sistema capitalista, todo cuanto deje una buena ganancia, en la forma más rápida y eficaz posible, es bienvenido. La constante para el lucro ha sido la supuesta satisfacción de las necesidades sociales. Antes, en las postrimerías de la naciente sociedad mercantilista, tales necesidades eran determinadas justamente por lo que en verdad requerían los núcleos humanos, sobre todo, la satisfacción de lo básico, lo vital: la producción de alimentos, la confección de vestimentas, la construcción de casas… en fin, se trataba de las necesidades humanas imprescindibles, las señaladas por la sociedad como indispensables para su buen y normal existir.
Sin embargo, con el paso del tiempo, cuando las sociedades comenzaron a diversificarse, también las necesidades tendieron a evolucionar, acordes con dicha complejidad. Pero llegó el momento en que el tipo de tales necesidades sociales ya no fue impuesto sólo por el ritmo con que la humanidad fue desenvolviéndose, sino que una buena parte se le impuso – y se sigue imponiendo – a partir de lo que los avances científicos y tecnológicos consideraron, también, como necesario (esto se comprenderá muy fácilmente, si tomamos en cuenta los miles de productos, que se inventan, diseñan y comercializan, cada año, prescindibles la mayoría de ellos, de los cuales no son los consumidores quienes les indican a los fabricantes qué debe de hacerse y venderse, sino que son éstos quienes los muestran como “vitales” para nuestra existencia). Así, por ejemplo, dejó de ser solamente vestirse, sino que había que estar a la moda; no se trataba ya sólo de comer pan de trigo y llenarse, sino que había que “disfrutar” pastelillos industrializados; no era sólo tener una modesta casa dónde vivir, había que contar, además con un basto conjunto de “lujos y comodidades” extras para realmente “vivir” bien…
Entonces, de las necesidades fundamentales, vitales para existir, a las que el capitalismo en pañales debía someter su estructura de producción, se dio paso, por las necesidades de lucro del nuevo sistema, a las creadas, impuestas desde dicho sistema hacia la sociedad, cuando los hombres de negocios percibieron que de seguir sólo sembrando cereales, confeccionando pantalones de tela corriente o produciendo tablones para construir burdas cabañas, sus negocios nunca pasarían del nivel artesanal en el que por aquel entonces se hallaban y nunca se harían ricos (no se piense que a todos los primitivos negociantes se les “prendió el foco” de inmediato, sino que fue un proceso gradual, de siglos, gracias al cual pudo crearse la sociedad caracterizada por el consumo masivo).
Así, gracias a las necesidades impuestas, sus negocios no sólo crecieron, sino que se convirtieron muchos de ellos en los grandes emporios que actualmente conocemos, gracias a que sus logotipos publicitarios inundan el mundo (lo que, de algunos años para acá se ha bautizado con el eufemismo globalización)…
Sin embargo, nada parece saciar las necesidades de ganancia – a fin de cuentas, el fundamento del capitalismo – de los emprendedores hombres de negocios. Y actualmente, todo lo que genere una utilidad, incluso aunque tenga o no que ver con necesidades básicas o creadas, es motivo de gran satisfacción. Podría decirse que el capitalismo está en una etapa de creación de sus propias necesidades de autoreproducción, de sobrevivencia ante la adversidad, sobre todo, en vista de que las crisis económicas son cada vez más profundas y duraderas (Ver mi artículo en Internet: “La ilusoria recuperación de la economía estadounidense”), poniendo en grave riesgo cada vez más su existencia misma. Vivimos una etapa de tanta competencia por los mercados (en donde hasta el know how, es decir, el proceso de investigación y diseño tiende a globalizarse y a facilitarse, en consecuencia. Ver también mi artículo en Internet El outsourcing en R&D), que cada vez es más difícil romper los monopolios industriales y comerciales existentes. Y esto no solamente ocurre entre distintas empresas y corporaciones de una misma nacionalidad, sino que se da a nivel de países. Tómese el caso chino, por ejemplo, cuya producción industrial, tanto propia como impuesta – más del 65% de lo que China “fabrica” es a través de maquiladoras extranjeras, por lo cual yo pondría muy en duda que esa nación esté logrando una industrialización y un crecimiento completamente propios –, está dañando seriamente a sectores industriales enteros de otros países (por ejemplo, es una crítica constante de varios sectores industriales en EU que el gigante comercializador Wal-Mart por sí mismo realiza el quince por ciento de las importaciones chinas de lo que ese país exporta y que la mayor parte de los productos que vende son importaciones asiáticas baratas que están poniendo en peligro a muchas industrias estadounidenses). Así que cualquier nueva actividad que reditúe dividendos y permita paliar las crisis capitalistas es bienvenida, aunque no contribuya, precisamente, al generalizado bienestar social, ni tenga ninguna consideración, digamos, ética.
Bien, una de estas nuevas perspectivas que, a decir de quienes ya están “apuntándose y frotándose las manos”, es nada menos que la llamada industria del miedo, que está desarrollándose principalmente en los Estados Unidos – ¿en qué otro lugar?. No me refiero, por supuesto, a las películas de terror – que también, el terror cinematográfico deja excelentes dividendos –, sino aquélla que basa su ser en la existencia de la, así llamada, “amenaza terrorista”. Nunca antes, sobre todo, a partir de los sospechosos atentados del 11 de septiembre del 2001, había tenido tanto auge la “lucha antiterrorista”. Pero no sólo el hecho mismo de los avionazos proyectados contra las torres gemelas – suceso que en su momento se mostró y se explotó por la mass media de forma más cinematográfica que dramática –, creó un generalizado pánico y una histeria social entre los estadounidenses – extendida desde entonces al resto del mundo –, sino también ha contribuido la campaña, muy hábilmente dirigida desde el gobierno de George W. Bush coludido con las corporaciones “informativas”, de que todo el mundo es un “semillero de terroristas”, abanderados por la “peligrosísima banda” de árabes renegados Al qaeda, comandados por el escurridizo Osama Bin Laden – que quizá ya hasta esté muerto, como ahora se especula –, esperando cualquier momento para asestar un nuevo, horrible atentado terrorista. Así pues, la industria del miedo, para “alivio nuestro”, ha surgido como respuesta a tan “serias amenazas terroristas”, con el fin de combatirlas y contrarrestarlas. Por tanto, para coordinar tan vastos, abrumadores esfuerzos antiterroristas, Estados Unidos creó una supersecretaría: el Departamento de Seguridad Doméstica (Department of Homeland Security), organismo central, estratégico – digamos que representa lo que la CIA fue en su momento, cuando el “enemigo” a vencer era la URSS –, encargado de armar la logística antiterrorista, desde el enlace del resto de las instituciones gubernamentales que tiene que ver con la “seguridad”, hasta la “incentivación científica y técnica” de métodos y tecnologías que coadyuven al combate del terror. Para ello, además de un exagerado aumento del gasto en el aparato burocrático – esto en un país que promueve el neoliberalismo a ultranza y se jacta del adelgazamiento del estado, es decir, está en contra de un desmedido gasto gubernamental, de acuerdo con las fórmulas fondomonetaristas–, exprofesamente el DSD creó la así llamada Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada para la Seguridad Doméstica (Hsarpa: Homeland Security Advanced Research Projects Agency, equivalente a la DARPA del Pentágono, la agencia militar que incentiva la benéfica investigación bélica), la cual financia “prometedores” proyectos de empresas privadas que controlen y combatan a los muy mañosos, huidizos terroristas y a todas sus triquiñuelas.
Y he aquí en donde entran a escena decenas de grupos y empresas privadas buscando obtener algo de los $49,900 millones de dólares (alrededor del 70% de las exportaciones petroleras de México el año pasado que montaron unos $70,000 millones de dólares), ofreciendo desde “software detector de hackers”, “vestimenta a prueba de ántrax”, “analizadores de aire para detectar venenos”, “analizadores del iris para clasificar sospechosos”, “escaners biométricos corporales para ver que alguien no porte explosivos plásticos en los aeropuertos”, “detectores de armas de destrucción masivas”, “identificadores visuales de sospechosos”… y un sinfín de supuestos artilugios que hagan de los EU y del mundo entero – y aquí de nuevo la implicación de que gracias a ese país, la humanidad puede estar segura de que los terroristas no la van a “atacar más”– , un sitio “más seguro”, tal y como se juró que sería después de que Bush ordenó invadir Iraq y derrocar a Sadam Hussein. Tanta euforia ha ocasionado tan potencial big money, entre los aspirantes a convertirse en empresarios del miedo (que llamaré miedoempresarios), que, incluso, personas que han desarrollado productos no precisamente “antiterroristas”, ha ironizado uno de ellos, preguntan a los “expertos” del DSD: “Miren, tengo un cepillo eléctrico, ¿ustedes creen que podría convertirlo en un cepillo eléctrico antiterrorista?”. Por supuesto, esto sería una exageración, pero ilustra la desmedida ambición del sistema capitalista por sacar ganancias hasta de situaciones que no satisfacen verdaderas necesidades sociales, ni siquiera las creadas, sino que se presentan como la “opción salvadora” a un “riesgo” retroalimentado por un estado mediatizador, que está empleando la histérica propagación del pánico como una nueva forma de control ideológico: “¡Vean los esfuerzos que está haciendo su presidente y su gobierno para librarlos de los peligrosísimos árabes terroristas, seguidores de Al Qaeda y Bin Laden!”.
Corporativos como Fortress America, Global Secure, Paladin Capital Group, Chesapeake Innovation Center, el poderoso Grupo Carlyle (asociado a empresas petroleras y bancarias), In-Q-Tel (empresa de la CIA), entre decenas de otros, son compañías que han logrado reunir algunos millones de los así llamados “capitalistas aventureros” (venture capitalists), con la finalidad, a su vez, de financiar a empresas que ofrezcan tecnología antiterrorista en cualquier forma que convenza a los directivos del Departamento de Seguridad, para que parte del enorme dinero que tiene presupuestado se invierta en tales "alternativas antiterror”. De hecho, muchas de esas empresas hasta ahora no tienen nada qué ofrecer en concreto, sino que están “buscando” las mejores opciones para invertir su capital, son lo que se conoce en EU un blank check. Por ejemplo, Fortress America cuenta con casi 50 millones de dólares para adquirir una empresa que, según su director Tom McMillen, sea vital “para la prevención, desaliento o la limpieza luego de un desastre, sea éste consecuencia de un atentado terrorista o debido a causas naturales”. No es casual que ante tanto dinero, hasta exfuncionarios estén haciendo sus “negocitos”, como el señor Richard Clarke, antiguo zar contraterrorista, autor del libro Against All Enemies: Inside’s America War on Terror (Contra todos los enemigos: Análisis de la guerra estadounidense contra el terror), fundador de la empresa Good Harbor Partners, la cual, ha prometido Clarke, que estará dedicada al “manejo de amenazas, manejo de las crisis y la mitigación de los riesgos terroristas”. Y digo que sólo ha prometido porque nada más cuenta con capital, pero aún no ha logrado reclutar ninguna empresa que reúna sus requisitos. Aún así, esta, digamos “protoempresa”, ya cotiza en la Bolsa de Valores, es decir, ya vende acciones a inversionistas que, esperan, les reditúe buenas ganancias la lucha de dicho negocio contra la “amenaza terrorista”. Y es que en esta nueva oleada empresarial se están contemplando todas las amenazas posibles. Según uno de estos emprendedores negociantes, “no sólo podemos esperar ataques nucleares o derrames de gas sarín, sino que los peligros pueden venir hasta en un contenedor de un barco que venga de un puerto como Charleston, Baltimore o Long Beach o que haya un atentado suicida en el metro o una pandemia de influenza aviar… ¡imagínese qué trágico sería eso si no lo contemplamos!”.
Así, este tipo de empresas pregonan que no es ambicioso capitalismo en pos de las ganancias lo que hacen, sino “desinteresado patriotismo” que busca salvar a la humanidad de la maldad. “No se trata sólo de hacer dinero con esto – dice uno de los miedoempresarios, abusando de sensiblería occidental –, sino que estamos tratando de crear un mecanismo que coordine tecnologías que salven a nuestros niños de un montón de locos peligrosos”. Pero tan elocuente, noble discurso, queda sin fundamento en vista de que dichas empresas elevarán su cotización en la bolsa de valores cuando ocurra una amenaza terrorista, digamos, un ataque con ántrax en una ciudad y que, gracias a sus artilugios y sus medidas de seguridad, aquél se haya prevenido con ¡éxito! “Pues negocios son negocios”, declara uno de estos miedoempresarios, “así que nuestras empresas van a ganar sólo cuando demostremos fehacientemente que nuestros métodos y aparatos sirven y, eso, como usted podrá imaginarse, no sería posible comprobarlo, desgraciadamente, sin que se den verdaderos atentados terroristas”. Efectivamente, el día de los atentados terroristas en Londres, el 7 de julio del 2005, las acciones de las miedoempresas (que yo llamaría miedoacciones) subieron estrepitosamente, como fue el caso de Verint Systems, que elabora software para sistemas de vigilancia, cuyas acciones subieron 12.5% y Viisage, empresa que se encarga del reconocimiento facial y corporal. Y en general los dividendos otorgados por las miedoempresas ya superan a índices industriales como el Dow Jones o el Nasdaq, que normalmente son obligada referencia para los especuladores financieros. Entonces, si una empresa aérea sufriera, digamos, un “atentado terrorista” (que otra vez proyectaran uno de sus aviones contra una torre), las acciones de ésta bajarían estrepitosamente, en tanto que subirían las de la miedoempresa que le vendió a otra aerolínea equipo de reconocimiento facial gracias al cual ésta logró evitar que un grupo de “árabes locos” abordara uno de sus aviones. Claro, con esa lógica, de que se compruebe qué tan eficaces son las miedoempresas, y en la ausencia de atentados terroristas, podría pensarse – aunque esto parezca producto de un plot hollywoodense – que hasta uno de tantos miedoempresaios pudiera planear su propio atentado terrorista para demostrar que, digamos, sus máscaras antiántrax, son “muy efectivas y nadie se murió, ni se contaminó, como pudieron ver todos ustedes, así que compren productos de mi empresa e inviertan en mis acciones”. Y no exagero: por ejemplo, las fantasiosas amenazas de una posible pandemia provocada por un ataque con la temible viruela – erradicado virus eruptivo que actualmente sólo poseen unidades ultrasecretas de investigación en los EU y Rusia –, alimentadas por los miedoempresarios, ha dado como resultado la fabricación masiva de vacunas por laboratorios como Pfizer, el cual ha resultado bastante beneficiado económicamente por las ventas de millones de dosis. Y desde hace más de cuatro años que se declaró “inminente” un ataque biológico con viruela, esto, para desgracia de los miedoempresaios, no ha ocurrido. Y todo esto surgió, como dije, desde que sucedieron los sospechosos atentados del 9/11 (como se les conoce en la jerga estadounidense). Por eso recalco lo de sospechosos atentados…
Y tampoco están presentes las consideraciones aquí de privacidad a la que todos los ciudadanos, tanto estadounidenses, como del resto del mundo tienen: varias de las miedoempresas ya han puesto en funcionamiento, con la incondicional autorización gubernamental, programas de espionaje en el Internet que, mediante las llamadas cookies (programas que se “meten” a las computadoras de los usuarios), son capaces de averiguar todo sobre los usuarios de la red: desde sus hábitos de consumo, sus registros gubernamentales, sus datos médicos, sus cuentas bancarias… hasta sus registros fotográficos, si el ingenuo usuario manda una de sus fotos para anunciarse en Friendster. Un ejemplo es la compañía Claria (esta empresa estadounidense, llamada anteriormente Gator, tuvo problemas con la Federal Trade Commission pues sus tácticas comerciales consistían no sólo en insertar cookies en las computadoras de los internautas, sino que, además, les enviaba spams, esos “dolores de cabeza” de los correos electrónicos, debido a que inundan de publicidad no deseada los discos duros de aquéllas), la cual, ya saneada de sus antiguas prácticas desleales, forma parte de la Antispyware Coalition, otro grupo “antiterrorista” con buenos contactos en Washington y que, se supone, está encargado de combatir a los “peligrosos hackers”.
Y vaya que hay bastante dinero para cada tipo de proyecto: $400 millones para detectores de seguridad; $800 millones para el llamado videoanálisis y nada menos que $36,000 millones de dólares para tecnología que asegure la “integridad física”, como el blindaje corporal. Por ejemplo, los llamados exotrajes que actualmente busca desarrollar la DARPA, mediante premios anuales “al mejor exotraje”, que serían una especie de armaduras robotizadas blindadas que emplearían los grupos antiterroristas para, según sus promotores, repeler ataques con bombas o explosivos ocultos. También la detección de explosivos forma parte del gasto en “integridad física, como el Talon, un robot de $125,000 dólares fabricado por la empresa Foster-Miller, que está equipado con visión infrarroja, cuatro cámaras, reflectores y tenazas mecánicas, que, por fin, después de cuatro años de mejoras, es capaz, ya, de detectar explosivos ocultos, el cual, actualmente emplean bastante los mariners en Iraq, en donde las “batallas” militares ya no se libran cuerpo a cuerpo, sino cuerpo a coche-bomba o cuerpo a hombre-bomba.
En suma el “gran negocio del miedo”, de acuerdo a las estimaciones más entusiastas, puede ascender actualmente a los ¡$200,000 millones de dólares! (casi una tercera parte del producto interno bruto mexicano del año pasado, estimado en $700,000 millones de dólares).
Y como el combate al terror es una cuestión de seguridad nacional, todos los miedoempresarios cuentan con la ventaja adicional de que sus actividades ya están elevadas a rango constitucional (así como el derecho de los ciudadanos estadounidenses a poseer armas, condición también aprovechada por las miedoempresas, como veremos más adelante). Por lo mismo, el cabildeo entre los funcionarios del gobierno es vital para los miedoempresarios, con tal de agenciarse los jugosos, millonarios contratos que el DSD y Hsarpa les otorgarán de ser elegidos. Por ejemplo, la mencionada empresa Paladin Capital Group, curiosamente fundada por el teniente general retirado Ken Minihan, que fue, además, director de la Agencia Nacional de Investigación, cuenta entre sus empleados nada menos que a James Woolsey, ex director de la CIA, y a H. Lee Buchanan, ex director de operaciones de DARPA (como ya mencioné, el departamento del Pentágono encargado de la “innovación bélica”), en fin gallos pesados, con multitud de contactos, justamente, entre las agencias encargadas de la “seguridad nacional”. Y, de todos modos, no sólo el gobierno será un “buen cliente”, sino que gracias a sus “constitucionales medidas” (y a las aseguradoras, las que están horrorizadas ante el prospecto de perder más dinero a causa de atentados terroristas), también el sector privado se verá obligado a contratar los servicios de los miedoempresarios, ya que aquél posee el 90% de la infraestructura crítica (o sea, la que sería potencial objetivo de los “terroristas”). Así, por ejemplo, una subsidiaria de Paladin, SafeView, vende aparatos analizadores a base de ondas milimétricas tanto para aeropuertos privados, como para juzgados gubernamentales. “Sí, debemos asegurar que el flujo de dinero sea continuo”, declara orgulloso Miniham. Y, como señalé, mientras el “miedo” dure varios años, la cotización de las miedoacciones seguirá al alza, así que serán muy buenos negocios. Hasta empresas tradicionalmente dedicadas a la defensa militar le están entrando a la “seguridad doméstica”, pues ya es mejor negocio que las ventas al Pentágono: General Electric (sí, la fabricante de focos y artículos eléctricos también le entra a la fabricación bélica), Lockheed Martin, Boeing (que se salvó de la quiebra gracias a sus contratos con el pentágono), Northrup Grumman, L-3 Communications, Computer Sciences y SAIC (los tres últimos grupos dedicados a la integración de sistemas de seguridad). Y aunque, de momento, están adjudicándose puros “contratitos” (unos cuantos milloncitos), están en espera de lograr los verdaderos, grandes contratos, los que superen los miles de millones de dólares. Por ejemplo, a Lockheed Martin la Autoridad de Transporte Metropolitano de Nueva York le asignó un “contratito”, nada más de $212 millones de dólares, para que diseñe un centro de control y vigilancia formado por sensores y cámaras que logren identificar a sospechosos en áreas restringidas como terminales de autobuses. Pero el equipo que empleará Lockheed, a su vez, lo subcontratará de entre varias compañías (por supuesto, la que le dé los mejores precios) que ofrecen diferentes equipos para tal finalidad. Además, para asegurarse desde ahora el contar con una miedoempresa, las grandes corporaciones están invirtiendo en la compra de las que consideran más estratégicas, como es el caso de la mencionada General Electric, la que adquirió, por $900 millones de dólares a InVision, que fabrica equipos para revisión de equipaje. El gigante de la información y manejo de datos, Lexis/Nexis, adquirió Seisint, compañía dedicada al análisis de datos y que, previamente, ya contaba con lucrativos contratos del Departamento de Seguridad.
Incluso, la “seguridad nacional” será tema electoral, y muy probablemente el candidato presidencial o gubernamental que no prometa fondos especiales para “el combate al terrorismo”, perderá o no podrá asegurar su reelección.
Sí, por tanto, a todos conviene el clima de terror que se está propagando desde los Estados Unidos.
Y una consecuencia adicional de lo expuesto es lo que también está haciendo actualmente la National Rifle Association (NRA), la cual está aprovechando la expansión del miedo a nivel global para pistolizar al mundo. El miedo para la NRA toma la forma del “aumento incontrolable de la criminalidad”. Por ejemplo, en Brasil, el año pasado, una campaña televisiva mostraba a supuestos comentaristas noticiosos, quienes se referían a una ley gubernamental que quería prohibir la comercialización y el uso de “armas ligeras” y la venta de municiones a civiles (ley que había sido postergada gracias a los cabildeos de los fabricantes de armas), declarando que “¡A la gente no se le está informando bien, pues el control de armas que quiere imponer el gobierno, no desarmará a los criminales!”. Enseguida, se mostraban históricas escenas que destacaban la “libertad ganada a sangre”: la liberación de Nelson Mandela, el hombre solitario que impide el avance de los tanques en la plaza china de Tianamen, la caída del muro de Berlín… “Brasileños – continuaba la perorata “informativa” –, sus derechos están en riesgo, aférrense a su libertad”. Las tres semanas que esos “liberadores comentarios” a favor del empleo de las armas se transmitieron, tuvieron como efecto que el plebiscito obligatorio que se realizó en Brasil para ver si la gente, a pesar de tanta delincuencia y criminalidad (alrededor de 38,000 personas mueren por armas cada año), rechazaba las armas, diera el sorpresivo resultado de que dos brasileños de cada uno rechazaron el intento gubernamental de la “despistolización”, lo que significó que 65% de los votantes, unos 59 millones de ciudadanos, defendieron el derecho de los más o menos dos millones de sus paisanos que poseen principalmente pistolas.
Sí, y en este caso lo que imperó es el absurdo de que “poseer un arma es un derecho tan inalienable como el derecho a protestar”, absurdo justamente made in USA, en donde el Second Amendment declara como fundamental prerrogativa de los ciudadanos estadounidenses a “poseer y emplear un arma (claro, es un artículo éste anacrónico, redactado hace más de 200 años, hecho al calor de los nacientes Estados Unidos, luego de que las colonias inglesas lograron su independencia de Inglaterra, con el cual se permitía que la población tuviera armas para que defendiera, justamente, cualquier intento recolonizador de los ingleses, que se acompañaba con el derecho a formar las llamadas milicias populares). Así, a nivel mundial, la NRA es una especie de guía espiritual para todos los grupos que desean la defensa y propagación del empleo de las “armas ligeras” (pistolas y rifles, principalmente). Basta con conectarse a su página en Internet, y podrán encontrarse más que suficientes razones para que dichos grupos justifiquen su posición frente a sus respectivos gobiernos. Sin embargo, la NRA, bastante hábilmente, hace sus movimientos en forma discreta, no presentándose como la impulsora directa de la pistolización, pues siendo una asociación estadounidense, y con tanto antiamericanismo que actualmente hay por todo el mundo, sobre todo desde el aumento de la beligerancia militar de ese país practicada por Bush y sus halcones, aquélla se arriesgaría a ser rechazada y no podría, por tanto, predicar el derecho de la humanidad a poseer armas.
En países tales como Inglaterra, Canadá, Sudáfrica y Australia la NRA, mediante sus cabildeos políticos y algunos apoyos económicos, ha logrado influir en la creación de leyes que, de alguna forma, permiten la posesión de armas entre sus ciudadanos. Particularmente Brasil fue visto por los directivos de la NRA como el lugar clave en donde, de haberse aprobado un férreo control armamentístico, según ellos, Estados Unidos habría sido el siguiente país en donde, inevitablemente, se habrían impuesto controles legales (En México, el gobierno panista hace dos años intentó elevar a rango constitucional que en cada hogar se autorizara la propiedad de dos armas de fuego para fines defensivos. Obviamente, el vedado cabildeo de la NRA fue el responsable de tan lamentable intento).
Por supuesto, tal control sería algo que no favorecería ni a la NRA, ni a los fabricantes de armas, que son quienes contribuyen a financiar las campañas pro pistolas que promueve esa “asociación de pistoleros”. Célebres fueron los intentos, en EU, durante la era Clinton, de que se controlara la venta de armas a civiles, sobre todo, después de trágicos eventos tales como el de Colombine, en donde un par de adolescentes armados “hasta los dientes” cometieron una matanza en su centro escolar en marzo de 1999 (Ver en Internet mi historia basada en esos trágicos hechos “Día de galletas gratis). Fabricantes como Smith & Wesson declararon cínicamente que ellos no tenían la “culpa de cómo y quién empleara sus armas”. Y gracias al apoyo y al cabildeo de la NRA, los intentos de control gubernamental, no pasaron a más, a pesar de los cientos de demandas que existían en contra de los armeros por personas muertas o heridas por armas de fuego. Cuando mucho, sólo se logró que los fabricantes les agregaran a sus pistolas “seguros antidisparo”.
Y la influencia letal de la NRA continúa en aumento, a pesar de que en el mundo se calcula que hay alrededor de 600 millones de “armas ligeras”, desde lanzacohetes portátiles, hasta pistolas. Además, se considera que dichas armas, además de asesinatos, contribuyen a la desestabilización en los países subdesarrollados, son el problema de raíz que genera conflictos en naciones africanas, alientan el bandolerismo en Latinoamérica y, por si no bastara, impulsan la proliferación del crimen organizado alrededor del mundo. Y esto es cierto: basta ver, por ejemplo, que los narcotraficantes latinoamericanos están mejor armados que los cuerpos policiacos, lo que de alguna forma les garantiza su relativa libertad de acción. Claro, ¡cómo se van a enfrentar con ellos policías armados con simples, anticuados rifles, cuando los narcotraficantes los atacan con modernas ametralladoras y granadas!
Pero precisamente el supuesto aumento de la criminalidad es el argumento de miedo predicado por la NRA, así como los derechos libertarios para defender la posesión de armas en el mundo, siendo que los legisladores de todos los países insisten en que para controlar la citada criminalidad debe limitarse antes el empleo de las armas. “No, mejor dejen que la gente se defienda y así habrá menos criminales”, declaran categóricos los directivos de la NRA. A su favor tienen insensatos argumentos como el libro escrito por John Lott en 1998, titulado “Más armas, menos crimen”, economista estadounidense que, basado en endebles “estadísticas de criminalidad”, llegó a la seria conclusión de que si a la gente se le permitía armarse libremente, según él, eso funcionaría como una especie de “desalentador” para los criminales que “evitarían enfrentarse con gente más y mejor armada que ellos”. Este libro es la “Biblia” de la NRA y sus principales argumentos aparecen en el sitio de Internet que auspicia aquélla.
Tan grande es la influencia de la NRA, que tiene hasta un representante en la ONU, el señor Thomas Mason, ex funcionario del estado de Oregon que, aparte de que siempre se ha opuesto a leyes emanadas de la organización que pusieran en peligro la “libertad mundial para poseer armas” (sí, así como lo están leyendo), entre otros asuntos, coordina también las actividades del World Forum on the Future of Sport Shooting Activities (Foro Mundial Sobre el Futuro de las Actividades de Tiro Deportivo), el cual sólo sirve de pantalla a más de treinta grupos y fabricantes de armas de todo el mundo, que a través de dicho “foro” buscan ejercer su letal influencia. Y para completar la ecuación, un fuerte apoyo de la Casa Blanca está implícito. Por ejemplo, en el año 2001, en la primera Conferencia sobre armas pequeñas llevada a cabo por la ONU, el entonces jefe de la delegación estadounidense, John R. Bolton, actual embajador de los EU ante la ONU, sorprendió a todos los presentes con una infamante declaración en el sentido de que los “Estados Unidos no se unirán a un consenso, que dé como resultado, un documento final que contenga medidas que abroguen el derecho ciudadano a poseer armas”, así de enfático fue Bolton. Claro, pues la NRA – y los fabricantes de armas – teme que si se diera una declaración desde un organismo internacional, como la ONU, en contra de las armas, sería muy probable que influyera y presionara tanto, que hasta en los Estados Unidos, por fin, se decretarían leyes que controlaran la venta y posesión de armas pequeñas. A lo más que se llegó en ese entonces fue a declarar que no era intención de la ONU “prohibir el uso de las armas, sino regularlo”. No podía esperarse, pues, otra cosa del actuar de EU, único país en el mundo que sigue oponiéndose al bando que prohibe la fabricación de minas antipersonales, pues esgrime como argumento que éstas son necesarias en zonas limítrofes de control militar (como la frontera entre las dos Coreas o la zona desmilitarizada entre la base naval de Guantánamo y el territorio cubano).
En conclusión, para que en verdad pudiera darse un control de armas a nivel mundial, se tendría que comenzar con los Estados Unidos, en donde la perniciosa influencia de grupos como la NRA impiden toda forma legal que intentara prohibir “el inalienable derecho a poseer un arma”, sobre todo porque allí se producen alrededor de la mitad de las que se venden en el mundo y es el país que concentra el mayor arsenal privado a nivel mundial. Sería, pues, ingenuo buscar el control del resto del mundo si se dejara sin él a los EU.
Y es algo que nunca se va a lograr, pues gracias a las campañas del miedo masivo del que hablábamos antes, promovidas ya no sólo dentro de ese país, sino a nivel mundial, muy convenientemente desde la Casa Blanca, conjuntamente con las corporaciones mediatizadoras y manipuladoras de la información, como NBC, CBS, CNI, FOX, entre otras, los miedoempresarios, entre los que se cuentan, por supuesto, como ya mencioné, los fabricantes de armas, pueden tener la seguridad de que sus negocios “marcharán muy bien”, gracias al generalizado, histérico temor de ¿cuándo y dónde el será siguiente atentado terrorista y cómo lograremos evitarlo?
Contacto: studillac@hotmail.com
para la industria del miedo.
Por Adán Salgado Andrade.
Sí, en el sistema capitalista, todo cuanto deje una buena ganancia, en la forma más rápida y eficaz posible, es bienvenido. La constante para el lucro ha sido la supuesta satisfacción de las necesidades sociales. Antes, en las postrimerías de la naciente sociedad mercantilista, tales necesidades eran determinadas justamente por lo que en verdad requerían los núcleos humanos, sobre todo, la satisfacción de lo básico, lo vital: la producción de alimentos, la confección de vestimentas, la construcción de casas… en fin, se trataba de las necesidades humanas imprescindibles, las señaladas por la sociedad como indispensables para su buen y normal existir.
Sin embargo, con el paso del tiempo, cuando las sociedades comenzaron a diversificarse, también las necesidades tendieron a evolucionar, acordes con dicha complejidad. Pero llegó el momento en que el tipo de tales necesidades sociales ya no fue impuesto sólo por el ritmo con que la humanidad fue desenvolviéndose, sino que una buena parte se le impuso – y se sigue imponiendo – a partir de lo que los avances científicos y tecnológicos consideraron, también, como necesario (esto se comprenderá muy fácilmente, si tomamos en cuenta los miles de productos, que se inventan, diseñan y comercializan, cada año, prescindibles la mayoría de ellos, de los cuales no son los consumidores quienes les indican a los fabricantes qué debe de hacerse y venderse, sino que son éstos quienes los muestran como “vitales” para nuestra existencia). Así, por ejemplo, dejó de ser solamente vestirse, sino que había que estar a la moda; no se trataba ya sólo de comer pan de trigo y llenarse, sino que había que “disfrutar” pastelillos industrializados; no era sólo tener una modesta casa dónde vivir, había que contar, además con un basto conjunto de “lujos y comodidades” extras para realmente “vivir” bien…
Entonces, de las necesidades fundamentales, vitales para existir, a las que el capitalismo en pañales debía someter su estructura de producción, se dio paso, por las necesidades de lucro del nuevo sistema, a las creadas, impuestas desde dicho sistema hacia la sociedad, cuando los hombres de negocios percibieron que de seguir sólo sembrando cereales, confeccionando pantalones de tela corriente o produciendo tablones para construir burdas cabañas, sus negocios nunca pasarían del nivel artesanal en el que por aquel entonces se hallaban y nunca se harían ricos (no se piense que a todos los primitivos negociantes se les “prendió el foco” de inmediato, sino que fue un proceso gradual, de siglos, gracias al cual pudo crearse la sociedad caracterizada por el consumo masivo).
Así, gracias a las necesidades impuestas, sus negocios no sólo crecieron, sino que se convirtieron muchos de ellos en los grandes emporios que actualmente conocemos, gracias a que sus logotipos publicitarios inundan el mundo (lo que, de algunos años para acá se ha bautizado con el eufemismo globalización)…
Sin embargo, nada parece saciar las necesidades de ganancia – a fin de cuentas, el fundamento del capitalismo – de los emprendedores hombres de negocios. Y actualmente, todo lo que genere una utilidad, incluso aunque tenga o no que ver con necesidades básicas o creadas, es motivo de gran satisfacción. Podría decirse que el capitalismo está en una etapa de creación de sus propias necesidades de autoreproducción, de sobrevivencia ante la adversidad, sobre todo, en vista de que las crisis económicas son cada vez más profundas y duraderas (Ver mi artículo en Internet: “La ilusoria recuperación de la economía estadounidense”), poniendo en grave riesgo cada vez más su existencia misma. Vivimos una etapa de tanta competencia por los mercados (en donde hasta el know how, es decir, el proceso de investigación y diseño tiende a globalizarse y a facilitarse, en consecuencia. Ver también mi artículo en Internet El outsourcing en R&D), que cada vez es más difícil romper los monopolios industriales y comerciales existentes. Y esto no solamente ocurre entre distintas empresas y corporaciones de una misma nacionalidad, sino que se da a nivel de países. Tómese el caso chino, por ejemplo, cuya producción industrial, tanto propia como impuesta – más del 65% de lo que China “fabrica” es a través de maquiladoras extranjeras, por lo cual yo pondría muy en duda que esa nación esté logrando una industrialización y un crecimiento completamente propios –, está dañando seriamente a sectores industriales enteros de otros países (por ejemplo, es una crítica constante de varios sectores industriales en EU que el gigante comercializador Wal-Mart por sí mismo realiza el quince por ciento de las importaciones chinas de lo que ese país exporta y que la mayor parte de los productos que vende son importaciones asiáticas baratas que están poniendo en peligro a muchas industrias estadounidenses). Así que cualquier nueva actividad que reditúe dividendos y permita paliar las crisis capitalistas es bienvenida, aunque no contribuya, precisamente, al generalizado bienestar social, ni tenga ninguna consideración, digamos, ética.
Bien, una de estas nuevas perspectivas que, a decir de quienes ya están “apuntándose y frotándose las manos”, es nada menos que la llamada industria del miedo, que está desarrollándose principalmente en los Estados Unidos – ¿en qué otro lugar?. No me refiero, por supuesto, a las películas de terror – que también, el terror cinematográfico deja excelentes dividendos –, sino aquélla que basa su ser en la existencia de la, así llamada, “amenaza terrorista”. Nunca antes, sobre todo, a partir de los sospechosos atentados del 11 de septiembre del 2001, había tenido tanto auge la “lucha antiterrorista”. Pero no sólo el hecho mismo de los avionazos proyectados contra las torres gemelas – suceso que en su momento se mostró y se explotó por la mass media de forma más cinematográfica que dramática –, creó un generalizado pánico y una histeria social entre los estadounidenses – extendida desde entonces al resto del mundo –, sino también ha contribuido la campaña, muy hábilmente dirigida desde el gobierno de George W. Bush coludido con las corporaciones “informativas”, de que todo el mundo es un “semillero de terroristas”, abanderados por la “peligrosísima banda” de árabes renegados Al qaeda, comandados por el escurridizo Osama Bin Laden – que quizá ya hasta esté muerto, como ahora se especula –, esperando cualquier momento para asestar un nuevo, horrible atentado terrorista. Así pues, la industria del miedo, para “alivio nuestro”, ha surgido como respuesta a tan “serias amenazas terroristas”, con el fin de combatirlas y contrarrestarlas. Por tanto, para coordinar tan vastos, abrumadores esfuerzos antiterroristas, Estados Unidos creó una supersecretaría: el Departamento de Seguridad Doméstica (Department of Homeland Security), organismo central, estratégico – digamos que representa lo que la CIA fue en su momento, cuando el “enemigo” a vencer era la URSS –, encargado de armar la logística antiterrorista, desde el enlace del resto de las instituciones gubernamentales que tiene que ver con la “seguridad”, hasta la “incentivación científica y técnica” de métodos y tecnologías que coadyuven al combate del terror. Para ello, además de un exagerado aumento del gasto en el aparato burocrático – esto en un país que promueve el neoliberalismo a ultranza y se jacta del adelgazamiento del estado, es decir, está en contra de un desmedido gasto gubernamental, de acuerdo con las fórmulas fondomonetaristas–, exprofesamente el DSD creó la así llamada Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada para la Seguridad Doméstica (Hsarpa: Homeland Security Advanced Research Projects Agency, equivalente a la DARPA del Pentágono, la agencia militar que incentiva la benéfica investigación bélica), la cual financia “prometedores” proyectos de empresas privadas que controlen y combatan a los muy mañosos, huidizos terroristas y a todas sus triquiñuelas.
Y he aquí en donde entran a escena decenas de grupos y empresas privadas buscando obtener algo de los $49,900 millones de dólares (alrededor del 70% de las exportaciones petroleras de México el año pasado que montaron unos $70,000 millones de dólares), ofreciendo desde “software detector de hackers”, “vestimenta a prueba de ántrax”, “analizadores de aire para detectar venenos”, “analizadores del iris para clasificar sospechosos”, “escaners biométricos corporales para ver que alguien no porte explosivos plásticos en los aeropuertos”, “detectores de armas de destrucción masivas”, “identificadores visuales de sospechosos”… y un sinfín de supuestos artilugios que hagan de los EU y del mundo entero – y aquí de nuevo la implicación de que gracias a ese país, la humanidad puede estar segura de que los terroristas no la van a “atacar más”– , un sitio “más seguro”, tal y como se juró que sería después de que Bush ordenó invadir Iraq y derrocar a Sadam Hussein. Tanta euforia ha ocasionado tan potencial big money, entre los aspirantes a convertirse en empresarios del miedo (que llamaré miedoempresarios), que, incluso, personas que han desarrollado productos no precisamente “antiterroristas”, ha ironizado uno de ellos, preguntan a los “expertos” del DSD: “Miren, tengo un cepillo eléctrico, ¿ustedes creen que podría convertirlo en un cepillo eléctrico antiterrorista?”. Por supuesto, esto sería una exageración, pero ilustra la desmedida ambición del sistema capitalista por sacar ganancias hasta de situaciones que no satisfacen verdaderas necesidades sociales, ni siquiera las creadas, sino que se presentan como la “opción salvadora” a un “riesgo” retroalimentado por un estado mediatizador, que está empleando la histérica propagación del pánico como una nueva forma de control ideológico: “¡Vean los esfuerzos que está haciendo su presidente y su gobierno para librarlos de los peligrosísimos árabes terroristas, seguidores de Al Qaeda y Bin Laden!”.
Corporativos como Fortress America, Global Secure, Paladin Capital Group, Chesapeake Innovation Center, el poderoso Grupo Carlyle (asociado a empresas petroleras y bancarias), In-Q-Tel (empresa de la CIA), entre decenas de otros, son compañías que han logrado reunir algunos millones de los así llamados “capitalistas aventureros” (venture capitalists), con la finalidad, a su vez, de financiar a empresas que ofrezcan tecnología antiterrorista en cualquier forma que convenza a los directivos del Departamento de Seguridad, para que parte del enorme dinero que tiene presupuestado se invierta en tales "alternativas antiterror”. De hecho, muchas de esas empresas hasta ahora no tienen nada qué ofrecer en concreto, sino que están “buscando” las mejores opciones para invertir su capital, son lo que se conoce en EU un blank check. Por ejemplo, Fortress America cuenta con casi 50 millones de dólares para adquirir una empresa que, según su director Tom McMillen, sea vital “para la prevención, desaliento o la limpieza luego de un desastre, sea éste consecuencia de un atentado terrorista o debido a causas naturales”. No es casual que ante tanto dinero, hasta exfuncionarios estén haciendo sus “negocitos”, como el señor Richard Clarke, antiguo zar contraterrorista, autor del libro Against All Enemies: Inside’s America War on Terror (Contra todos los enemigos: Análisis de la guerra estadounidense contra el terror), fundador de la empresa Good Harbor Partners, la cual, ha prometido Clarke, que estará dedicada al “manejo de amenazas, manejo de las crisis y la mitigación de los riesgos terroristas”. Y digo que sólo ha prometido porque nada más cuenta con capital, pero aún no ha logrado reclutar ninguna empresa que reúna sus requisitos. Aún así, esta, digamos “protoempresa”, ya cotiza en la Bolsa de Valores, es decir, ya vende acciones a inversionistas que, esperan, les reditúe buenas ganancias la lucha de dicho negocio contra la “amenaza terrorista”. Y es que en esta nueva oleada empresarial se están contemplando todas las amenazas posibles. Según uno de estos emprendedores negociantes, “no sólo podemos esperar ataques nucleares o derrames de gas sarín, sino que los peligros pueden venir hasta en un contenedor de un barco que venga de un puerto como Charleston, Baltimore o Long Beach o que haya un atentado suicida en el metro o una pandemia de influenza aviar… ¡imagínese qué trágico sería eso si no lo contemplamos!”.
Así, este tipo de empresas pregonan que no es ambicioso capitalismo en pos de las ganancias lo que hacen, sino “desinteresado patriotismo” que busca salvar a la humanidad de la maldad. “No se trata sólo de hacer dinero con esto – dice uno de los miedoempresarios, abusando de sensiblería occidental –, sino que estamos tratando de crear un mecanismo que coordine tecnologías que salven a nuestros niños de un montón de locos peligrosos”. Pero tan elocuente, noble discurso, queda sin fundamento en vista de que dichas empresas elevarán su cotización en la bolsa de valores cuando ocurra una amenaza terrorista, digamos, un ataque con ántrax en una ciudad y que, gracias a sus artilugios y sus medidas de seguridad, aquél se haya prevenido con ¡éxito! “Pues negocios son negocios”, declara uno de estos miedoempresarios, “así que nuestras empresas van a ganar sólo cuando demostremos fehacientemente que nuestros métodos y aparatos sirven y, eso, como usted podrá imaginarse, no sería posible comprobarlo, desgraciadamente, sin que se den verdaderos atentados terroristas”. Efectivamente, el día de los atentados terroristas en Londres, el 7 de julio del 2005, las acciones de las miedoempresas (que yo llamaría miedoacciones) subieron estrepitosamente, como fue el caso de Verint Systems, que elabora software para sistemas de vigilancia, cuyas acciones subieron 12.5% y Viisage, empresa que se encarga del reconocimiento facial y corporal. Y en general los dividendos otorgados por las miedoempresas ya superan a índices industriales como el Dow Jones o el Nasdaq, que normalmente son obligada referencia para los especuladores financieros. Entonces, si una empresa aérea sufriera, digamos, un “atentado terrorista” (que otra vez proyectaran uno de sus aviones contra una torre), las acciones de ésta bajarían estrepitosamente, en tanto que subirían las de la miedoempresa que le vendió a otra aerolínea equipo de reconocimiento facial gracias al cual ésta logró evitar que un grupo de “árabes locos” abordara uno de sus aviones. Claro, con esa lógica, de que se compruebe qué tan eficaces son las miedoempresas, y en la ausencia de atentados terroristas, podría pensarse – aunque esto parezca producto de un plot hollywoodense – que hasta uno de tantos miedoempresaios pudiera planear su propio atentado terrorista para demostrar que, digamos, sus máscaras antiántrax, son “muy efectivas y nadie se murió, ni se contaminó, como pudieron ver todos ustedes, así que compren productos de mi empresa e inviertan en mis acciones”. Y no exagero: por ejemplo, las fantasiosas amenazas de una posible pandemia provocada por un ataque con la temible viruela – erradicado virus eruptivo que actualmente sólo poseen unidades ultrasecretas de investigación en los EU y Rusia –, alimentadas por los miedoempresarios, ha dado como resultado la fabricación masiva de vacunas por laboratorios como Pfizer, el cual ha resultado bastante beneficiado económicamente por las ventas de millones de dosis. Y desde hace más de cuatro años que se declaró “inminente” un ataque biológico con viruela, esto, para desgracia de los miedoempresaios, no ha ocurrido. Y todo esto surgió, como dije, desde que sucedieron los sospechosos atentados del 9/11 (como se les conoce en la jerga estadounidense). Por eso recalco lo de sospechosos atentados…
Y tampoco están presentes las consideraciones aquí de privacidad a la que todos los ciudadanos, tanto estadounidenses, como del resto del mundo tienen: varias de las miedoempresas ya han puesto en funcionamiento, con la incondicional autorización gubernamental, programas de espionaje en el Internet que, mediante las llamadas cookies (programas que se “meten” a las computadoras de los usuarios), son capaces de averiguar todo sobre los usuarios de la red: desde sus hábitos de consumo, sus registros gubernamentales, sus datos médicos, sus cuentas bancarias… hasta sus registros fotográficos, si el ingenuo usuario manda una de sus fotos para anunciarse en Friendster. Un ejemplo es la compañía Claria (esta empresa estadounidense, llamada anteriormente Gator, tuvo problemas con la Federal Trade Commission pues sus tácticas comerciales consistían no sólo en insertar cookies en las computadoras de los internautas, sino que, además, les enviaba spams, esos “dolores de cabeza” de los correos electrónicos, debido a que inundan de publicidad no deseada los discos duros de aquéllas), la cual, ya saneada de sus antiguas prácticas desleales, forma parte de la Antispyware Coalition, otro grupo “antiterrorista” con buenos contactos en Washington y que, se supone, está encargado de combatir a los “peligrosos hackers”.
Y vaya que hay bastante dinero para cada tipo de proyecto: $400 millones para detectores de seguridad; $800 millones para el llamado videoanálisis y nada menos que $36,000 millones de dólares para tecnología que asegure la “integridad física”, como el blindaje corporal. Por ejemplo, los llamados exotrajes que actualmente busca desarrollar la DARPA, mediante premios anuales “al mejor exotraje”, que serían una especie de armaduras robotizadas blindadas que emplearían los grupos antiterroristas para, según sus promotores, repeler ataques con bombas o explosivos ocultos. También la detección de explosivos forma parte del gasto en “integridad física, como el Talon, un robot de $125,000 dólares fabricado por la empresa Foster-Miller, que está equipado con visión infrarroja, cuatro cámaras, reflectores y tenazas mecánicas, que, por fin, después de cuatro años de mejoras, es capaz, ya, de detectar explosivos ocultos, el cual, actualmente emplean bastante los mariners en Iraq, en donde las “batallas” militares ya no se libran cuerpo a cuerpo, sino cuerpo a coche-bomba o cuerpo a hombre-bomba.
En suma el “gran negocio del miedo”, de acuerdo a las estimaciones más entusiastas, puede ascender actualmente a los ¡$200,000 millones de dólares! (casi una tercera parte del producto interno bruto mexicano del año pasado, estimado en $700,000 millones de dólares).
Y como el combate al terror es una cuestión de seguridad nacional, todos los miedoempresarios cuentan con la ventaja adicional de que sus actividades ya están elevadas a rango constitucional (así como el derecho de los ciudadanos estadounidenses a poseer armas, condición también aprovechada por las miedoempresas, como veremos más adelante). Por lo mismo, el cabildeo entre los funcionarios del gobierno es vital para los miedoempresarios, con tal de agenciarse los jugosos, millonarios contratos que el DSD y Hsarpa les otorgarán de ser elegidos. Por ejemplo, la mencionada empresa Paladin Capital Group, curiosamente fundada por el teniente general retirado Ken Minihan, que fue, además, director de la Agencia Nacional de Investigación, cuenta entre sus empleados nada menos que a James Woolsey, ex director de la CIA, y a H. Lee Buchanan, ex director de operaciones de DARPA (como ya mencioné, el departamento del Pentágono encargado de la “innovación bélica”), en fin gallos pesados, con multitud de contactos, justamente, entre las agencias encargadas de la “seguridad nacional”. Y, de todos modos, no sólo el gobierno será un “buen cliente”, sino que gracias a sus “constitucionales medidas” (y a las aseguradoras, las que están horrorizadas ante el prospecto de perder más dinero a causa de atentados terroristas), también el sector privado se verá obligado a contratar los servicios de los miedoempresarios, ya que aquél posee el 90% de la infraestructura crítica (o sea, la que sería potencial objetivo de los “terroristas”). Así, por ejemplo, una subsidiaria de Paladin, SafeView, vende aparatos analizadores a base de ondas milimétricas tanto para aeropuertos privados, como para juzgados gubernamentales. “Sí, debemos asegurar que el flujo de dinero sea continuo”, declara orgulloso Miniham. Y, como señalé, mientras el “miedo” dure varios años, la cotización de las miedoacciones seguirá al alza, así que serán muy buenos negocios. Hasta empresas tradicionalmente dedicadas a la defensa militar le están entrando a la “seguridad doméstica”, pues ya es mejor negocio que las ventas al Pentágono: General Electric (sí, la fabricante de focos y artículos eléctricos también le entra a la fabricación bélica), Lockheed Martin, Boeing (que se salvó de la quiebra gracias a sus contratos con el pentágono), Northrup Grumman, L-3 Communications, Computer Sciences y SAIC (los tres últimos grupos dedicados a la integración de sistemas de seguridad). Y aunque, de momento, están adjudicándose puros “contratitos” (unos cuantos milloncitos), están en espera de lograr los verdaderos, grandes contratos, los que superen los miles de millones de dólares. Por ejemplo, a Lockheed Martin la Autoridad de Transporte Metropolitano de Nueva York le asignó un “contratito”, nada más de $212 millones de dólares, para que diseñe un centro de control y vigilancia formado por sensores y cámaras que logren identificar a sospechosos en áreas restringidas como terminales de autobuses. Pero el equipo que empleará Lockheed, a su vez, lo subcontratará de entre varias compañías (por supuesto, la que le dé los mejores precios) que ofrecen diferentes equipos para tal finalidad. Además, para asegurarse desde ahora el contar con una miedoempresa, las grandes corporaciones están invirtiendo en la compra de las que consideran más estratégicas, como es el caso de la mencionada General Electric, la que adquirió, por $900 millones de dólares a InVision, que fabrica equipos para revisión de equipaje. El gigante de la información y manejo de datos, Lexis/Nexis, adquirió Seisint, compañía dedicada al análisis de datos y que, previamente, ya contaba con lucrativos contratos del Departamento de Seguridad.
Incluso, la “seguridad nacional” será tema electoral, y muy probablemente el candidato presidencial o gubernamental que no prometa fondos especiales para “el combate al terrorismo”, perderá o no podrá asegurar su reelección.
Sí, por tanto, a todos conviene el clima de terror que se está propagando desde los Estados Unidos.
Y una consecuencia adicional de lo expuesto es lo que también está haciendo actualmente la National Rifle Association (NRA), la cual está aprovechando la expansión del miedo a nivel global para pistolizar al mundo. El miedo para la NRA toma la forma del “aumento incontrolable de la criminalidad”. Por ejemplo, en Brasil, el año pasado, una campaña televisiva mostraba a supuestos comentaristas noticiosos, quienes se referían a una ley gubernamental que quería prohibir la comercialización y el uso de “armas ligeras” y la venta de municiones a civiles (ley que había sido postergada gracias a los cabildeos de los fabricantes de armas), declarando que “¡A la gente no se le está informando bien, pues el control de armas que quiere imponer el gobierno, no desarmará a los criminales!”. Enseguida, se mostraban históricas escenas que destacaban la “libertad ganada a sangre”: la liberación de Nelson Mandela, el hombre solitario que impide el avance de los tanques en la plaza china de Tianamen, la caída del muro de Berlín… “Brasileños – continuaba la perorata “informativa” –, sus derechos están en riesgo, aférrense a su libertad”. Las tres semanas que esos “liberadores comentarios” a favor del empleo de las armas se transmitieron, tuvieron como efecto que el plebiscito obligatorio que se realizó en Brasil para ver si la gente, a pesar de tanta delincuencia y criminalidad (alrededor de 38,000 personas mueren por armas cada año), rechazaba las armas, diera el sorpresivo resultado de que dos brasileños de cada uno rechazaron el intento gubernamental de la “despistolización”, lo que significó que 65% de los votantes, unos 59 millones de ciudadanos, defendieron el derecho de los más o menos dos millones de sus paisanos que poseen principalmente pistolas.
Sí, y en este caso lo que imperó es el absurdo de que “poseer un arma es un derecho tan inalienable como el derecho a protestar”, absurdo justamente made in USA, en donde el Second Amendment declara como fundamental prerrogativa de los ciudadanos estadounidenses a “poseer y emplear un arma (claro, es un artículo éste anacrónico, redactado hace más de 200 años, hecho al calor de los nacientes Estados Unidos, luego de que las colonias inglesas lograron su independencia de Inglaterra, con el cual se permitía que la población tuviera armas para que defendiera, justamente, cualquier intento recolonizador de los ingleses, que se acompañaba con el derecho a formar las llamadas milicias populares). Así, a nivel mundial, la NRA es una especie de guía espiritual para todos los grupos que desean la defensa y propagación del empleo de las “armas ligeras” (pistolas y rifles, principalmente). Basta con conectarse a su página en Internet, y podrán encontrarse más que suficientes razones para que dichos grupos justifiquen su posición frente a sus respectivos gobiernos. Sin embargo, la NRA, bastante hábilmente, hace sus movimientos en forma discreta, no presentándose como la impulsora directa de la pistolización, pues siendo una asociación estadounidense, y con tanto antiamericanismo que actualmente hay por todo el mundo, sobre todo desde el aumento de la beligerancia militar de ese país practicada por Bush y sus halcones, aquélla se arriesgaría a ser rechazada y no podría, por tanto, predicar el derecho de la humanidad a poseer armas.
En países tales como Inglaterra, Canadá, Sudáfrica y Australia la NRA, mediante sus cabildeos políticos y algunos apoyos económicos, ha logrado influir en la creación de leyes que, de alguna forma, permiten la posesión de armas entre sus ciudadanos. Particularmente Brasil fue visto por los directivos de la NRA como el lugar clave en donde, de haberse aprobado un férreo control armamentístico, según ellos, Estados Unidos habría sido el siguiente país en donde, inevitablemente, se habrían impuesto controles legales (En México, el gobierno panista hace dos años intentó elevar a rango constitucional que en cada hogar se autorizara la propiedad de dos armas de fuego para fines defensivos. Obviamente, el vedado cabildeo de la NRA fue el responsable de tan lamentable intento).
Por supuesto, tal control sería algo que no favorecería ni a la NRA, ni a los fabricantes de armas, que son quienes contribuyen a financiar las campañas pro pistolas que promueve esa “asociación de pistoleros”. Célebres fueron los intentos, en EU, durante la era Clinton, de que se controlara la venta de armas a civiles, sobre todo, después de trágicos eventos tales como el de Colombine, en donde un par de adolescentes armados “hasta los dientes” cometieron una matanza en su centro escolar en marzo de 1999 (Ver en Internet mi historia basada en esos trágicos hechos “Día de galletas gratis). Fabricantes como Smith & Wesson declararon cínicamente que ellos no tenían la “culpa de cómo y quién empleara sus armas”. Y gracias al apoyo y al cabildeo de la NRA, los intentos de control gubernamental, no pasaron a más, a pesar de los cientos de demandas que existían en contra de los armeros por personas muertas o heridas por armas de fuego. Cuando mucho, sólo se logró que los fabricantes les agregaran a sus pistolas “seguros antidisparo”.
Y la influencia letal de la NRA continúa en aumento, a pesar de que en el mundo se calcula que hay alrededor de 600 millones de “armas ligeras”, desde lanzacohetes portátiles, hasta pistolas. Además, se considera que dichas armas, además de asesinatos, contribuyen a la desestabilización en los países subdesarrollados, son el problema de raíz que genera conflictos en naciones africanas, alientan el bandolerismo en Latinoamérica y, por si no bastara, impulsan la proliferación del crimen organizado alrededor del mundo. Y esto es cierto: basta ver, por ejemplo, que los narcotraficantes latinoamericanos están mejor armados que los cuerpos policiacos, lo que de alguna forma les garantiza su relativa libertad de acción. Claro, ¡cómo se van a enfrentar con ellos policías armados con simples, anticuados rifles, cuando los narcotraficantes los atacan con modernas ametralladoras y granadas!
Pero precisamente el supuesto aumento de la criminalidad es el argumento de miedo predicado por la NRA, así como los derechos libertarios para defender la posesión de armas en el mundo, siendo que los legisladores de todos los países insisten en que para controlar la citada criminalidad debe limitarse antes el empleo de las armas. “No, mejor dejen que la gente se defienda y así habrá menos criminales”, declaran categóricos los directivos de la NRA. A su favor tienen insensatos argumentos como el libro escrito por John Lott en 1998, titulado “Más armas, menos crimen”, economista estadounidense que, basado en endebles “estadísticas de criminalidad”, llegó a la seria conclusión de que si a la gente se le permitía armarse libremente, según él, eso funcionaría como una especie de “desalentador” para los criminales que “evitarían enfrentarse con gente más y mejor armada que ellos”. Este libro es la “Biblia” de la NRA y sus principales argumentos aparecen en el sitio de Internet que auspicia aquélla.
Tan grande es la influencia de la NRA, que tiene hasta un representante en la ONU, el señor Thomas Mason, ex funcionario del estado de Oregon que, aparte de que siempre se ha opuesto a leyes emanadas de la organización que pusieran en peligro la “libertad mundial para poseer armas” (sí, así como lo están leyendo), entre otros asuntos, coordina también las actividades del World Forum on the Future of Sport Shooting Activities (Foro Mundial Sobre el Futuro de las Actividades de Tiro Deportivo), el cual sólo sirve de pantalla a más de treinta grupos y fabricantes de armas de todo el mundo, que a través de dicho “foro” buscan ejercer su letal influencia. Y para completar la ecuación, un fuerte apoyo de la Casa Blanca está implícito. Por ejemplo, en el año 2001, en la primera Conferencia sobre armas pequeñas llevada a cabo por la ONU, el entonces jefe de la delegación estadounidense, John R. Bolton, actual embajador de los EU ante la ONU, sorprendió a todos los presentes con una infamante declaración en el sentido de que los “Estados Unidos no se unirán a un consenso, que dé como resultado, un documento final que contenga medidas que abroguen el derecho ciudadano a poseer armas”, así de enfático fue Bolton. Claro, pues la NRA – y los fabricantes de armas – teme que si se diera una declaración desde un organismo internacional, como la ONU, en contra de las armas, sería muy probable que influyera y presionara tanto, que hasta en los Estados Unidos, por fin, se decretarían leyes que controlaran la venta y posesión de armas pequeñas. A lo más que se llegó en ese entonces fue a declarar que no era intención de la ONU “prohibir el uso de las armas, sino regularlo”. No podía esperarse, pues, otra cosa del actuar de EU, único país en el mundo que sigue oponiéndose al bando que prohibe la fabricación de minas antipersonales, pues esgrime como argumento que éstas son necesarias en zonas limítrofes de control militar (como la frontera entre las dos Coreas o la zona desmilitarizada entre la base naval de Guantánamo y el territorio cubano).
En conclusión, para que en verdad pudiera darse un control de armas a nivel mundial, se tendría que comenzar con los Estados Unidos, en donde la perniciosa influencia de grupos como la NRA impiden toda forma legal que intentara prohibir “el inalienable derecho a poseer un arma”, sobre todo porque allí se producen alrededor de la mitad de las que se venden en el mundo y es el país que concentra el mayor arsenal privado a nivel mundial. Sería, pues, ingenuo buscar el control del resto del mundo si se dejara sin él a los EU.
Y es algo que nunca se va a lograr, pues gracias a las campañas del miedo masivo del que hablábamos antes, promovidas ya no sólo dentro de ese país, sino a nivel mundial, muy convenientemente desde la Casa Blanca, conjuntamente con las corporaciones mediatizadoras y manipuladoras de la información, como NBC, CBS, CNI, FOX, entre otras, los miedoempresarios, entre los que se cuentan, por supuesto, como ya mencioné, los fabricantes de armas, pueden tener la seguridad de que sus negocios “marcharán muy bien”, gracias al generalizado, histérico temor de ¿cuándo y dónde el será siguiente atentado terrorista y cómo lograremos evitarlo?
Contacto: studillac@hotmail.com
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