domingo, 1 de agosto de 2010

La muy lucrativa, adictiva, engordante y poco nutritiva comida procesada

La muy lucrativa, adictiva, engordante y poco nutritiva comida procesada

Por Adán Salgado Andrade

A pesar de que vivimos en un mundo tan controlado mediáticamente, en el cual la verdadera y objetiva información fluye a cuentagotas, hay trabajos de productores independientes que tratan de mostrarnos los hechos tal cual, claro, con sus limitaciones, pues es muy difícil acceder a secretos tan celosamente guardados por las grandes corporaciones y los gobiernos, sus dóciles cómplices. En este caso, la industria de los alimentos, tanto los procesados, como los, digamos, “naturales”, está tan controlada, que sólo un puñado de gigantescas compañías controlan a nivel mundial la producción y distribución de lo que nos comemos, las cuales esconden celosamente muchos hechos que mostrarían cuan dañinos son a la salud la mayoría de los productos que prácticamente “fabrican”, como si fueran televisiones o cámaras. Contraviniendo esa tendencia mediática, presencié hace poco un notable trabajo que muestra las terribles verdades que, como dije, nos oculta justo la “industria de la alimentación”. Me refiero a la cinta “Comida S A” (Food Inc. título en inglés), controvertido documental del realizador Robert Kenner, que ha sido muy polémica, tanto por lo que en ella muestra, como porque ha sido blanco de fuertes críticas, sobre todo por parte de las corporaciones agroalimentarias que allí se exponen y critican. Ya había un antecedente que también criticaba el tipo de dieta a que dichas corporaciones nos han tratado de acostumbrar, con mucho éxito, por desgracia. Se trata de “Superengórdame” (Super size me!, título en inglés), documental en el que su realizador, Morgan Spurlock, se somete a una infame dieta durante seis meses de fast food (hamburguesas, hot dogs, pollo frito, papas fritas, refrescos) elaboradas por corporaciones tales como McDonald’s, KFC, Burger King… que casi le provoca un infarto por el altísimo nivel de colesterol que contenía su sangre y de otras tóxicas sustancias que tanta descontrolada ingesta de grasas saturadas y carbohidratos, principales componentes de la “comida rápida”, había saturado su organismo. Spurlock muestra muy convincentemente cómo las grandes corporaciones manipulan la información de las etiquetas del contenido nutrimental para mostrar que sus productos son “muy saludables”, cuando la realidad es que la así llamada dieta occidental está aumentando dramáticamente los porcentajes de personas obesas, de desnutrición, de problemas cardiovasculares, de ataques al corazón y, muy especialmente, de diabetes, ya que en Estados Unidos, las personas nacidas a partir del 2002, una de cada tres, contraerá algún tipo de diabetes en alguna etapa de su vida, en tanto que entre las llamadas “minorías raciales” estadounidenses, la tendencia será de dos por cada tres.

Esas cifras dan idea de los dramáticos problemas de salud que se enfrentarán no sólo allí, sino en todo el mundo, de seguir consintiendo los dóciles gobiernos el que las corporaciones agroindustriales y alimenticias sigan haciendo de las suyas (en México, a pesar de que recientemente se cuestionó la venta de productos chatarra en las escuelas, causantes de gordura y diabetes entre los niños, como refrescos y golosinas endulzadas con alto contenido de fructuosa de maíz, sustancia que en altos niveles ocasiona, además, huesos quebradizos, frituras de maíz o de trigo, pastelillos super endulzados… al final las empresas que los distribuyen, tales como Coca-Cola, Bimbo, Pepsi-Cola, General Foods… ganaron la batalla legal, alegando que no es lo mismo el contenido calorífico de lo que se vende que la masa calórica… o sea, que eso es porque los niños comen más de una bolsa de, digamos, papas fritas, y que por eso engordaban y tenían problemas de salud. O sea, emplearon el estúpido argumento de que “poco veneno no mata”).

Y si de alguna manera el documental de Spurlock da una mediana idea del poder de las corporaciones y de las condiciones físicas por las cuales son preparados los alimentos que se comercializan casi por todos lados, el trabajo de Kenner es más específico justamente en la forma en que la producción agroalimentaria se ha convertido prácticamente en una industria en serie, en la cual sistemas fordistas de producción se emplean para “fabricar” millones de toneladas diariamente de productos cárnicos, cereales y vegetales y que muchos no cumplen con los estándares sanitarios requeridos debido, justamente, a la velocidad con que deben de ser obtenidos y puestos en el mercado… sobre todo en los anaqueles de tiendas de autoservicio, como Wal-Mart, muy aparentemente limpios y saludables, sin que el consumidor realmente sepa lo que muchas veces hay detrás de ese, por ejemplo, “higiénicamente” empaquetado kilogramo de bisteces de res o de puerco o cortes de pollo.

De hecho, así abre la cinta, con un recorrido por la sección de carnes y lácticos de un supermercado cualquiera… el que puede ser el que tengamos a unas cuantas calles de nuestro hogar.

Pero enseguida saltan a la pantalla escenas de una “fábrica” de gallinas, perteneciente al conglomerado Perdue Farms, en donde pollitos son maltratados duramente al pasar por bandas sin fin, cual si fueran muñecos de peluche, y con rudeza trabajadores los van manipulando para certificar que sólo los “perfectos” salgan de las bandas hacia las granjas subcontratadas por la empresa (escenas similares también se habían mostrado ya en el documental “Baraka”, producido por el estadounidense Ron Fricke en el año de 1992, que no fue exhibido en México, sino hasta una muestra cinematográfica del 2003). Esos polluelos son luego llevados a dichas granjas, en las cuales, bajo insalubres condiciones, se hacinan a cientos de aves en gallineros totalmente cerrados (dice la empresa que así se garantiza un mejor “crecimiento” de las pobres aves), alimentándolas con comida enriquecida llena de muchas hormonas y carbohidratos, con tal de que las aves crezcan lo antes posible. Así, se logra en unos 52 días que cada ave tenga un crecimiento mayor al que es el normal, que requiere de unos 72 días. Cada gallina, a pesar del menor número de días de engorda, pesa casi 40% más. Así, las aves resultantes son gordos fenómenos, muchos de los cuales, difícilmente pueden sostenerse de pie, mucho menos aletear. Pero además las condiciones, como dije, son totalmente insalubres, pues las aves deben de respirar en un ambiente cerrado, inhalando el olor del engordante alimento, combinado con sus excrementos y todo lo que implica ser tratadas como objetos inanimados, y no como seres vivos. Según la única persona que se atrevió a dar su testimonio para el documental, la granjera Carole Morison, es tal el hacinamiento, que diariamente debe de recoger de diez a quince pollos muertos por sofocación y otros problemas y enfermedades provocados por crecer en ese ambiente saturado e insalubre (además Morison declaró que la empresa ha implementado una muy desventajosa “estrategia de negocios”, bajo la cual, además de estar permanentemente endeudados los granjeros que firman contratos para engordar gallinas con Perdue, obtienen magras ganancias en relación al crédito invertido. A todos se les obliga a cumplir con una cuota de producción, por debajo de la cual, se les paga menos o se les rescinde el contrato. También se les obliga constantemente a realizar “mejoras”, a costa, claro, del bolsillo de los granjeros, y si no las hacen, también es pretexto para terminación de contrato. En un testimonio de Morison dirigido al procurador general de justicia de EU y al procurador del Departamento de Agricultura, fechado el 30 de diciembre de 2009, denuncia que Perdue le exigía unas “mejoras” por $150,000 dólares que, además de aumentar su ya abultada deuda, no se justificaban, ni elevarían la producción de la granja de ella, y por rehusarse, la empresa finiquitó el contrato, dejando a la granjera a su suerte, con deudas, infraestructura que ya no habrá de emplear y todo lo que ello implique. Se da como ejemplo en la cinta que alguien que se endeuda con 500,000 dólares en un año, apenas ganará ridículos 18,000 dólares, menos del 4% del préstamo invertido).

Pero esa masiva producción de aves, como dije, obedece a la imposición de la dieta occidental, que exige millones de ellas para ser sacrificadas y llenar los anaqueles de supermercados, de franquicias de fast food de pollo frito, hamburguesas… Perdue Farms tiene ventas anuales superiores a los 4600 millones de dólares (mdd), lo que significa que debe de procesar millones de pollos en canal para satisfacer a una hambrienta sociedad a la que cada vez se habitúa más a la mencionada dieta occidental. Eso son casi treinta millones de kilogramos de aves muertas ¡listas para cocinar! (está en tercer lugar, luego de Pilgrim’s Pride, segundo sitio, que produce 73.9 millones de kilogramos anualmente, y de Tyson, primer lugar en la producción de pollos para cocinar, quien procesa más de 74 millones de kilogramos por año).

Y lo mismo sucede con otros animales, tales como reses o cerdos, a los que las prácticas de “industrializar y serializar” su producción, también tratan como inanimadas mercancías a las que se sacrifica sin el más mínimo remordimiento y luego se procesa para su pronta venta. Una escena verdaderamente gore, es la que una cámara escondida en un anónimo trabajador que aceptó participar en el filme, se presenta y que toma lugar en el mayor rastro del mundo, el perteneciente a la empresa Smithfield Foods, ubicado en Tar Heel, en el estado de Carolina del Norte, el mayor matadero de reses en el mundo (Smithfield tiene ventas anuales por 11,000 mdd, posee 51,000 trabajadores por todo el mundo, opera en nueve países y produce anualmente casi 1500 millones de kilogramos de carne de cerdo y 700 millones de kilogramos de carne de res).

Como se deben de procesar unas ¡dos mil reses por hora!, ya no se toma esa empresa la tarea de sacrificarlas individualmente con, por ejemplo, una pistola eléctrica aplicada a la nuca del animal, sino que se meten varias reses en una especie de cámara de torturas en donde se cierran las puertas y ejercen una brutal presión sobre los indefensos animales, quienes mueren en cuestión de segundos por compresión de sus cuerpos (realmente es una escena que crispa). Luego de unos instantes, las asesinas compuertas son separadas y asesinados animales van cayendo inermes sobre un piso lleno de su sangre y sus orines, expulsados por el miedo que experimentan en los pocos segundos que están muriendo. Y ya luego los casi 4000 empleados con que cuenta la planta se encargan de limpiar y desollar a las reses para hacer de ellas canales que se empacarán como distintos productos cárnicos o se venderán a otras empacadoras. También, como Perdue, Smithfiled subcontrata granjas que crían y engordan muy rápidamente a los animales (tanto reses como cerdos son procesados por la empresa), bajo condiciones en extremo insalubres, conviviendo todo el tiempo con sus heces, sus orines, comida putrefacta y lodosa, agua estancada… que han dado lugar a la generación de parásitos, tales como el E-Coli 0157-H7, una variedad del parásito entérico escherichia coli, que provoca hemorragias intestinales y daños renales, sobre todo en niños y adultos mayores, más sensibles a sus dañinos efectos. Lo peor es que como se les administran a los animales varios antibióticos supuestamente para combatir posibles enfermedades, esa cepa de E-Coli ya ha adquirido inmunidad casi a todos los antibióticos conocidos.

Como reses o cerdos son procesados tan rápidamente, ni siquiera se les lava a muchos y así se van al matadero en donde se les recibe con mugre, lodo, heces y todo en sus pieles, lo que va contaminando severamente las instalaciones de los rastros, así como, en consecuencia, a la carne empacada “higiénicamente”. Pero además, no sólo se van las infecciones y los parásitos en la carne empacada, sino que también las granjas en donde se crían a los millones de animales que se procesan cada año (denominadas muy convenientemente CAFOS, Confined Animal Feeding Operations), se han convertido en verdaderos focos de infección. Texas, por ejemplo, la tierra del fallido George Bush, que es en donde abundan los CAFOS, se ha transformado en esos sitios en una enorme cloaca, en donde los acuíferos locales están tan contaminados con heces animales, que más de 50,000 partículas coliformes, e incluso millones, son contenidas por cada 100 milímetros del vital líquido. Alrededor de ¡127 millones de toneladas de estiércol son producidas anualmente en Texas!, lo que da un promedio por tejano de 18 kilogramos de heces de vacas o cerdos… muy duro record, ¿no creen? (simultáneamente publico otro artículo titulado “Fabricas de animales, enfermedades en serie”, en el cual comento otros de los graves riesgos que conlleva el manejo industrial de los animales).

En México, para variar, resulta que Smithfield tiene establecidas varias granjas para cría de animales, bajo la razón social “Granjas Carrol”, las cuales tuvieron que ver algo con la sobre exagerada epidemia de influenza que el año pasado, 2009, se presentó en el país (de acuerdo con mis investigaciones periodísticas, más que las causantes de la influenza porcina, como al principio se le llamó a dicha enfermedad, esas granjas lo que sí mostraron era que por tantos antibióticos administrados a los cerdos para “combatir” infecciones, habían sólo logrado que cepas muy resistentes a infinidad de antibióticos y sustancias químicas, como el MARS, se esparcieran junto con la carne de los cerdos, así como con la contaminación de las tierras y los acuíferos locales debido a la masiva producción de animales. Ver en este mismo blog mi artículo “Detrás de la influenza: grandes ganancias y las superbacterias).

Pero por si fuera poco, se comete otra infamia más en ese rastro. Resulta que la empresa contrata a decenas de ilegales, muchas veces, los únicos trabajadores que se atreven a laborar en condiciones tan insalubres y peligrosas, sobre todo cuando tienen que ver con la serie de cortes que son practicados a los cadáveres de los animales. A todos se les infectan las uñas, como consecuencia de que deben de tratar a animales sucios, con heces y lodo impregnado de millones de bacterias, además de otras enfermedades de la piel, intestinales y respiratorias y algunos se mutilan dedos o se provocan heridas graves en manos o brazos. Pero como la empresa pretende mostrar que actúa legalmente, conforme a las leyes de inmigración, de tanto en tanto, aparenta “denunciar” a trabajadores indocumentados. Y en efecto así lo hace, pero sólo a unos cuantos. Como tiene habitaciones para sus empleados, cuando llega la policía migratoria, sólo le señala una o dos de dichas habitaciones, en donde hay durmiendo algunos indocumentados, pero nada más, pues pareciera que se cumple con una cuota, con tal de aparentar, como dije, “legalidad”, que la empresa no emplea a ilegales y los denuncia si llegan a sus instalaciones. Normalmente se deshace de aquellos trabajadores a los que les debe varias semanas de sueldo o a los que sufren de alguna enfermedad y ya no son tan productivos. A ese nivel de bajeza y falta de escrúpulos llegan tales corporaciones, con tal de ahorrarse varios dólares o tener por algunos días trabajadores, sin pagarles, a los que luego se denuncia, con tal de ahorrarse sus salarios (eso es lo que ha permitido el que no se cuente todavía con una ley para legalizar a los inmigrantes, que evite injusticias como las mencionadas o que se les persiga como criminales, como se va proceder cuando entre en acción la ley anti-inmigrantes del racista estado de Arizona).

Otras acaparadoras agroindustrias son mencionadas igualmente. Cargill, Conagra, Monsanto y Tyson, también ocupan un destacable lugar como las corporaciones que controlan más del 80% del mercado mundial de la producción de productos agroindustriales, así como de alimentos procesados.

Por ejemplo las ventas de Conagra Foods, gigante estadounidense de alimentos procesados, durante el 2009 ascendieron a la nada despreciable suma de 12731 mdd, que le proporcionaron ganancias brutas por 2841 mdd. O sea que, muy a pesar de la presente crisis, le ha ido muy bien a esta compañía, sobre todo por el encarecimiento de los alimentos que desde hace dos años también está afectando a la economía mundial (los corredores de bolsa, que son los expertos en aconsejar a la gente en dónde invertir y en dónde no, recomiendan muy encarecidamente comprar acciones de las corporaciones alimentarias, pues son las que más dividendos están dejando).

Además Conagra tiene negocios extras, simulados como “obras filantrópicas o “fundaciones”. Tiene una fundación cuyo lema es “Nutrámonos hoy para florecer mañana”, según se puede leer en su sitio oficial (conagrafoods.com), la cual, como se sabe, es un excelente modo de deducir impuestos a través de supuestos programas filantrópicos, además de una velada manera de aumentar las ventas de sus productos, muchos de los cuales se harán pasar como adecuadas alternativas nutricionales para las personas hambrientas. Sólo por ilustrar su estrategia publicitaria, más que campaña filantrópica, se jacta la empresa de que durante varios años ha donado comida nutritiva a personas hambrientas, pero lo ha hecho con sus productos más conocidos como Snack Pack, que es un muy azucarado pudín, Peter Pan, que no es más que química crema de cacahuate, Healthy Choice, una línea de supuesta “nutritiva” comida procesada, como pastas de sabores, Marie Callender, también línea de alimentos congelados, muy vastos en harinas y calorías, Orville Redenbacher, que son engordantes frituras, Hunts, que es su línea de muy procesados purés y salsas de jitomate, Chef Boyardee, que son pastas enlatadas o para “cocinarse” en horno de microondas, Ro*Tel, que son jitomates picados y procesados que, asegura la empresa, “son mejores que jitomates naturales”, ¡háganme favor!, David, que son simples pepitas empacadas o Egg Beaters, que son huevos procesados – de hecho, este producto en particular se creó para que se pudieran aprovechar tantos huevos que se quiebran durante su empaque y manejo –, que nada más se destapa el envase, se vierten en el sartén y listo, nada de molestos cascarones, además de que, también presume la empresa, no contienen el colesterol ni la grasa de las yemas de huevo naturales – lo cual es mentira, pues recientes estudios han demostrado que el huevo contiene bajos niveles de colesterol –, pero se cuida de decir la cantidad de sustancias químicas que ese y todos sus productos chatarra y fast food contienen. Así, más que caritativas donaciones, sus campañas en realidad pueden verse como estrategias publicitarias para aumentar sus ventas. Incluso no siempre dona, sino que a veces se ofrecen “nutritivos paquetes” a los niños en sus escuelas a muy “módicos precios”.

Tyson Foods Inc. es otra de las empresas mostradas en la cinta, la cual también es un gigante de los alimentos “naturales” y semiprocesados, la cual en el año 2009 tuvo ventas por nada menos que 26700 millones de dólares. Esta compañía estadounidense que tiene sus cuarteles generales en Springdale, Arkansas, es la segunda compañía más grande productora de alimentos en el mundo, la mayor procesadora de carne y una de las 100 mayores empresas de EU, de acuerdo con la revista Fortune (esta elitista publicación se encarga de promocionar la fama de las mayores corporaciones y empresas del mundo. Pero no sólo eso, sino también resalta a los hombres más ricos, y este año y el pasado ha colocado al capo caro Quintero como uno de esos millonarios, con mil millones de dólares de ¿¡bien ganada!? fortuna).

Tyson cuenta con 107000 empleados en más de 300 filiales que posee en todo el mundo. Vende cortes de carne de res, cerdo y pollo a supermercados y menudistas, a distribuidores de alimentos procesados y a múltiples cadenas de compañías de la llamada comida rápida (fast food), tales como KFC, Taco Bell, Mc Donald’s, Burger King, Wendy’s, Wal-Mart, Coger, Costco, IGA, Beef’s O’Brady’s, entre muchas otras. Pero también procesa alimentos y cuenta con una gran variedad de productos de cárnicos ya elaborados que “sólo tiene que calentarse en el microondas”. Y por si fuera poco es la compañía que surte a todas las prisiones en Estados Unidos, país en donde es un gran negocio la custodia de prisioneros para las cárceles, la mayoría de las cuales son ya privadas. Se calcula que el número de internos crece a razón de 13% anualmente, así que tener a un delincuente en la cárcel es muy lucrativo pues el gobierno paga en promedio 30,000 dólares por año por cada uno (es mucho más caro que tener a un niño en la escuela, pues éste cuesta 3000 dólares solamente, pero no le parece tan importante eso a los estadounidenses, quienes han preferido que crezcan el número de cárceles en relación con las escuelas. Pew Charitable Trusts, organización no gubernamental, estima que el crecimiento del negocio de las prisiones privadas entre el 2006 y el 2011 les costará en impuestos a los estadounidenses alrededor de 27500 mdd, así que a Tyson también le seguirá yendo muy bien en ese rubro).

Esta masiva entrega de productos cárnicos implica también una producción masiva. Cada semana, sus 54 plantas procesadoras de pollos establecidas en EU procesan 42.5 millones de gallinas, las13 que procesan ganado, matan 171000 reses y las 6 que producen carne de cerdo, matan casi 348000 marranos, así que se requieren también prácticas industriales para ello. Y al igual que las formas tan inhumanas de criar pollos que practica la empresa Perdue Farms mencionada arriba, Tyson obliga a los granjeros que le quieren entrar a ese negocio a hacinar en gallineros de 12 metros por 120 metros a 24,000 aves, las que permanecen a obscuras en un espacio de 0.065 metros cuadrados, suficiente para que quepan sentadas sobre su propio excremento durante siete a ocho semanas (el excremento sólo se limpia cada 18 meses). A diario de 10 a 15 pollos mueren tanto de asfixia, como porque son atacados por otras aves. Obviamente que tales granjas son una fuente constante de contaminación fecal y otros contaminantes que ensucian gravemente tierras, ríos y acuíferos.

Sin embargo, de las varias veces que Tyson ha sido demandada, en realidad pocas veces han surtido acción legal dichas demandas, lo que prueba que tan consecuente es el gobierno con sus grandes empresas, a pesar de que sus prácticas dañen el medio ambiente u ocasionen otros problemas. Y al igual que Smithfield, Tyson contrata muchísimos ilegales, a los cuales les paga en promedio 30% menos salario que a los trabajadores legales, además de que les ofrece menos o ninguna prestación (esto demuestra hasta qué nivel le son útiles a la economía estadounidense los tan vilipendiados ilegales, que al seguir siendo tan estigmatizados y perseguidos, lo único que se consigue es que sean cada vez más baratos y dóciles).

Cargill sale también a relucir en la cinta de Food Inc., pues además de que igualmente practica la, digamos, fabricación de animales, como Tyson o Perdue, sus monopolizadoras estrategias han logrado que acapare alrededor de un tercio de la comercialización mundial de granos. Tan es así, que a partir del año 2008, que han comenzado a subir vertiginosamente los precios de los alimentos, dicha empresa ha visto multiplicarse en muy buenos porcentajes sus ganancias. Sobre todo le está entrando al gran negocio que son los llamados biocombustibles, una insensatez tecnológica, ya que se están empleando alimentos, como maíz o soya, para producir nada menos que combustibles para los engullidores autos, en vista de que los combustibles fósiles están acabándose cada vez más rápido de lo que se pensaba. Y eso, el que buena parte de cereales producidos en el mundo se vayan a dedicar a hacer gasolinas, en parte explica por qué han subido tanto sus precios y seguirán haciéndolo. La otra razón es que pocas empresas, justo como las que aquí mencionamos, con sus acaparadoras prácticas controlan a su libre albedrío el precio de los alimentos en todo el mundo, digamos que al hambrearnos, nos dejan a su merced (Ver mi artículo en este mismo blog: Biocombustibles, imposición transgénica, no alternativa ecológica). Los ingresos de Cargill dan una buena idea del poder que tiene esa empresa: sus ventas en el año 2009 se estiman en $116,600 mdd, de los cuales obtuvo ganancias netas por $3300 mdd (2.83%, muy baja tasa de ganancia, tendencia que en general presenta el capitalismo salvaje, de que a pesar de sus monopolios y acaparamientos, no logra revertir esa decreciente situación). Es responsable del 25% de las exportaciones estadounidenses de granos, cuenta con 160,000 empleados en 1100 instalaciones ubicadas en 67 países y produce el 22% de la carne consumida en EU. Sus plantas en Argentina son las mayores exportadoras de carne de res que cualquier otra, al igual que sus plantas en Tailandia, que son las que más exportan pollo. Y por si fuera poco, todos los restaurantes de Mc Donald’s emplean huevos producidos por Cargill. La empresa ha resultado siempre ser muy oportunista, sin importar que viole ciertas éticas de conducta o comportamiento. Como dije antes, se ha beneficiado bastante del control que tiene sobre buena parte de la producción de granos en todo el mundo para controlar y subir los precios a su antojo. Y en su historia, así lo ha hecho. Por ejemplo, durante la primera guerra mundial, sus ganancias subieron constantemente durante los cuatro años del conflicto, ya que era prácticamente la única compañía que seguía surtiendo alimentos. Lo mismo hizo durante la segunda guerra mundial, cuando tuvo contratos exclusivos con la marina estadounidense, para surtirle la alimentación de sus tropas, además de que también le construyó barcos (sí, hasta en esos negocios se metió, con tal de ganar mucho). Pero acorde con su arrogancia (como es una empresa familiar, el despotismo con que se comportan sus dueños, también se manifiesta en sus prácticas empresariales), manifestó su desacuerdo con la cinta, sobre todo expresando que si todos los alimentos se obtuvieran orgánicamente, se requerirían el triple de tierras de las que actualmente se emplean para fabricar alimentos.

Otra compañía en la cual se hace mucho énfasis, además de que se demuestra el poder tan enorme que tiene tanto económica, como política y judicialmente, es Monsanto, la cual produce cultivos transgénicos, o sea, que son plantas modificadas desde sus genes, introduciéndoles materiales genéticos de otros organismos, con tal de proporcionarles, dice la compañía, “mejoras” (¡esto es jugar a ser un Dios!). En particular, uno de sus cultivos, la soya transgénica bautizada como Roundup Ready, es la que prácticamente se siembra en todos los EU, desplazando a la natural, debido justo a las prácticas monopólicas que dicha corporación ejerce, en muy alegre contubernio con el gobierno (pero además el monocultivo a gran escala de esa soya transgénica implica fuertes daños ambientales, ya que se usan millones de litros de glifosato, el muy tóxico herbicida que se le aplica a dicha soya, el que además de estar contaminando tierras, ríos y acuíferos en gran escala, está haciendo resistentes a malezas que ya no se matan con dicho veneno y entonces la “solución” para Monsanto es “crear” otra nueva soya transgénica, pero ahora “resistente” al dicamba, sustancia aún mucho más tóxica que el mencionado glifosato. Ese grave problema ya está sucediendo en Argentina, en donde casi el 100% de la soya cultivada es la de Monsanto).

En alusión a gran poder de Monsanto, se da cuenta en la cinta de un juicio que la empresa emprendió contra un granjero, Maurice Parr, quien poseía una de las únicas seis máquinas que quedan en ese país para limpiar granos, quien justamente limpiaba los granos de los granjeros que sembraban la soya transgénica. Como la compañía alegó que “su” soya transgénica “está patentada” (como si hubiera sido una cámara fotográfica, por ejemplo, en lo que valdría preguntarse, ¿¡de cuándo acá el simple hombre puede inventar y patentar a la naturaleza!?), se le obligó al pobre granjero a desistir de sus “criminales prácticas” de limpiar la semilla de la soya transgénica, so pena de cobrarle altísima multa y mandarlo a la cárcel (eso hizo con un pobre granjero canadiense, cuyos cultivos se contaminaron accidentalmente con maíz transgénico de Monsanto, en un caso que la empresa sigue alegando que el hombre lo había hecho a propósito). Lo peor de todo, se queja el granjero en una parte, es que la empresa sabía todo sobre él, a quiénes les limpiaba la semilla, cuánto les cobraba, dónde vivía él, cuánto valía su máquina, qué compraba… ¡sí, el poder de esas grandes corporaciones, con la ayuda del gobierno, claro, es ilimitado!

Y, bueno, el daño tan enorme que ha provocado, y seguirá provocando, la industria alimentaria en EU y en todo el mundo con sus industrializadoras, monopolistas prácticas, tanto al medio ambiente, así como a la economía, el metabolismo de las plantas y animales que “fabrica” y al medio ambiente también se traduce, como dije antes, en un grave daño a la salud, debido a las alteraciones fisiológicas que induce tan descontrolada ingesta de carbohidratos y grasas saturadas.

En la cinta se evidencia dicha situación cuando una parte se concentra en mostrar a una familia de migrantes, padre, madre y dos hijos, que ganan lo suficiente para irla llevando, o sea, apenas subsisten con los magros sueldos que reciben. Absorbidos por sus tareas y ocupaciones, al final de la jornada, acuden a una sucursal de comida rápida, en la que compran seis paquetes de hamburguesas con papas y un refresco de más de dos litros por menos de diez dólares todo y esa es su comida de casi todos los días. La madre es entrevistada y se queja de que su marido es diabético y debería de seguir una dieta de alimentos saludables (no engordantes, pues), además de que tiene que tomar un par de costosos medicamentos, pero que con lo que ganan, pues no pueden darse el lujo de comprar alimentos naturales, como vegetales frescos, ya que si van al supermercado a adquirir una lechuga, por ejemplo, ésta vale casi siete dólares, poco menos de lo que les cuestan las hamburguesas y el refresco mencionados antes. Y como sus medicamentos le cuestan uno 170 dólares y el otro más o menos lo mismo, la mujer lamenta que no puedan hacer a veces ninguna de las dos cosas, o sea, ni comprar medicina o seguir la dieta y que ello tenga la consecuencia de que su marido pueda empeorar en su salud, que se quede ciego y no pudiera seguir trabajando como chofer, que es a lo que se dedica.

Como ese caso, hay millones, no sólo en EU, sino por todo el mundo, que la engordante, poco nutritiva dieta occidental ha ocasionado, pero es algo que a las grandes corporaciones “alimentarias” las tiene sin cuidado. Seguirán matando y procesando millones de animales (pollos, cerdos y reses) y cultivando millones de toneladas de granos y uno que otro tubérculo (maíz, trigo, soya, papa) a diario, guiadas por un lema que podría ser: “al mundo engordemos, enfermemos y contaminemos y de las consecuencias no nos preocupemos”.

Contacto: studillac@hotmail.com

Fábricas de animales: enfermedades en serie

Fábricas de animales: enfermedades en serie

Por Adán Salgado Andrade

En los notables documentales “Baraka”, del cineasta estadounidense Ron Fricke, producido en 1992 –extrañamente exhibido en México apenas en el año 2003, probablemente por la censura – y el de “Food Inc.”, de Robert Kenner, 2009, se muestran las tendencias a la sobreproducción que el capitalismo salvaje requiere para su agónica sobrevivencia. En la cinta de Fricke, en una imagen se observa a un individuo ensamblando varias partes de grabadoras por minuto. En seguida, se presenta una “fábrica” de pollos, en la cual, finalizada la incubación de cientos de huevos que diariamente aovan, a su vez, cientos de gallinas, los pobres polluelos resultantes, de unas cuantas horas de nacidos, son transportados sobre una banda sin fin metálica, como si fueran juguetes de peluche, hacinados, muy apretados y encimados, sofocándose. A continuación, aparecen las manos de un hombre, seleccionando las aves que, a su parecer, están defectuosas, jalándolas cruelmente de un ala fuera de la banda, y echándolas a otro sitio, supongo que a un bote de desperdicios. Los afortunados polluelos que pasan la prueba, siguen su asfixiante curso, hasta toparse con las manos de otro hombre, quien, también salvajemente, muy rápido, los sostiene de las alas y, como si fueran seres inanimados, los acerca a una especie de cautín que les quema toda la punta de sus pequeños picos. Eso lo hacen los “fabricantes de animales”, sobre todo con las hembras, para que cuando crezcan, no se vayan a comer los huevos que aoven.

Escenas similares a las descritas se muestran en el polémico documental de Kenner (quizá inspirado en algo por el trabajo de Fricke, muy anterior), en donde también se observan polluelos deslizándose en bandas continuas, en una planta de la empresa Perdue Farms, cual si fueran celulares ensamblándose, revisados en una parte del proceso por una mujer que sella a los buenos y descarta a los malos. De allí, la empresa los transporta a las distintas granjas que subcontrata para que por métodos muy insalubres, hacinantes, dentro de enormes gallineros cerrados, sean puestos a crecer y a engordar, para que en menos tiempo del habitual (se requieren normalmente 72 días para que crezca un pollo, pero con tantas hormonas que se les dan, crecen en 52 días, pesando casi un 40% más de lo habitual), sean grandes y gordas aves listas para irse al matadero.

Lo que muestran tanto Fricke, como Kenner en las escenas descritas, es la actual tendencia del capitalista salvaje de producir absolutamente todo en cantidades industriales (sobreproducción), incluidos los animales, acentuada aún más por la implantación globalizadora de consumistas estilos de vida de los llamados países desarrollados, como la así llamada “dieta occidental”. Por supuesto que, en el caso de los animales, producirlos en grandes cantidades está teniendo funestas consecuencias, como veremos.

Naciones como Estados Unidos, Francia o Inglaterra – grandes productores, de por sí, de alimentos –, merced a la falacia del libre mercado, han salido ganando con la imposición de tratados comerciales por los cuales se obliga al resto de los países a comprarles de acuerdo a cuotas establecidas, desde maquinaria, productos industriales y, por supuesto, alimentos, en especial, los de origen animal, de los que las dietas de esas naciones, principalmente, se componen. Así, gracias a la obligada demanda alimentaria mundial, que ha crecido debido a la citada globalización un 9% anual durante la década pasada, los países abastecedores se ven en la necesidad de maximizar la producción, transportación, sacrificio y distribución de los animales, al menor costo posible, con tal de obtener la ganancia óptima. Esto ha ocasionado que se apliquen verdaderos procedimientos industriales para la “fabricación” de animales. Gallinas, vacas, borregos, conejos y todos aquellos animales que los estándares occidentalizadores determinen como comestibles, son tratados como grabadoras o DVD’s, hechos en serie. Las granjas se han convertido en verdaderas factorías en las cuales a los animales se les maneja igual que a metros de tela destinados a confeccionar vestidos. Mediante artificiales procesos hormonales y genéticos, se les obliga a sobre-reproducirse, se les alimenta con sus propios excrementos y cadáveres “enriquecidos”, se les apretuja en reducidísimas áreas, se les transporta hacinados, ahogándose con su propio calor y sudor, y se les sacrifica bárbaramente, sin la más mínima consideración humanitaria. Sin embargo, para desgracia de esos “fabricantes de animales”, tanto eficientismo ha atraído con el tiempo graves consecuencias. Una de ellas son las que denominaré “enfermedades en serie” (justamente el mencionado documental Food Inc. presenta algunos aspectos de los problemas que la masiva producción de reses y cerdos han atraído, lo cual comento en otro artículo que simultáneamente publico junto con este: La muy engordante y lucrativa comida procesada).

Los polluelos mencionados arriba, sufren los efectos de la “fabricación de animales” y actualmente están contagiándose a niveles industriales. La llamada influenza aviar que ha afectado frecuentemente a varios países asiáticos, incluyendo ya a Estados Unidos y Canadá, ha ocasionado grandes estragos, tanto entre las gallinas, como entre los humanos, a quienes fácilmente contagia al ingerir la carne contaminada e, incluso, se han contabilizado varias muertes de humanos. Japón, por ejemplo, cuando en el año 2004 fue afectado por la esa pandemia aviar, destruyó la totalidad de sus aves de corral, no sólo matándolas, sino, además, incinerándolas. Como ya dije, la velocidad en la propagación del mal se debe a la forma fabril como se manejan las aves, lo que muestran las cintas de Fricke y Kenner. Y aunque siempre se había minimizado esa enfermedad y se aseguraba que estaba siendo controlada, ciertos epidemiólogos, como Richard Webby, ya habían anticipado que el virus de la influenza aviar mutaría, lo que en efecto sucedió, pues como se recordará, luego de afectar a las aves, una cepa se transmitió a los cerdos, por lo que se le denominó influenza porcina, que luego tuvo suficiente poder de adaptación como para mutar nuevamente y atacar a humanos, algo nunca antes visto. Esa fue la cepa, la H1N1, que en el 2009, originándose muy sospechosamente en México, causó una pandemia mundial, muy convenientemente exagerada en cuanto a su letalidad, ya que no fueron millones los decesos, sino unos cientos en todo el mundo (esto más bien significó un excelente negocio para empresas como Roche, de las cuales es accionista nada menos que el ex secretario de la defensa de EU, durante la presidencia de Bush, ya que fue la empresa que se dedicó a comercializar el medicamento Tamiflu, que, se aseguró, es el único retroviral que podía curar a la H1N1, aunque luego se supo que muchas personas murieron de ese mal, a pesar de haberlo tomado, sobre todo en EU, pues no se dijo que el virus es tan resistente y adaptable, que ha generado ya también resistencia al Tamiflu y no sólo éste, sino que infinidad de bacterias y otros virus también han logrado una fuerte resistencia a cuanto medicamento se les aplique para combatirlos, tales como el MARS. Ver en este mismo blog mi artículo: Detrás de la influenza, grandes ganancias y las superbacterias).

De todos modos, aunque la cepa H1N1, influenza humana, mutada desde la aviar, no haya sido tan maligna y mortal (como señalé, por fortuna, no resultó tan devastadora como la influenza española, la H5N1, desatada allá por el año de 1918, la cual aniquiló a veinte millones de personas), por las prácticas industrializadoras hacia los animales, el peligro está latente de que se generen nuevo males que sean fácilmente transmisibles en el futuro a los humanos, pues sí es evidente que aquélla se originó así. El epidemiólogo Webby, ya mencionado, fue quien desarrolló una vacuna para erradicar el virus H5N1, el que atacó en 1997 a Hong Kong. Webby pensó que el mal ya estaría erradicado, pero luego de seis años, por desgracia, otra vez fue detectado allí en el 2003, en carne de pato importada de China, Corea y Japón, lo que demuestra que las cepas de esos males, no sólo es imposible erradicarlas, sino, como dije, mutarán en muchas otras, mucho más adaptables a nuevos organismos y, peor aún, muy resistentes a cuanta sustancia se emplee para combatirlas.

Otro de los males provocados por esa locura industrializadora es el mal de las “vacas locas”, así llamado porque las reses afectadas comienzan a tener comportamientos dispares, agresivos, debidos a la degeneración cerebral que la enfermedad les ocasiona. Su nombre científico es encefalopatía espongiforme bovina (BSE, por sus siglas en inglés, bovine spongiform encephalopathy), y comenzó a manifestarse a mediados de los años 80’s, atacando ganado inglés. Enseguida, sufrió una mutación y una cepa comenzó a enfermar humanos. En Inglaterra han muerto 95 personas desde 1995. Y a partir de la integración europea que ha permitido la libre circulación de personas y mercancías, alimentos incluidos, el mal se ha extendido ya a 12 naciones de ese continente, en donde frecuentemente se reportan brotes, como el de finales del 2003, que luego fue detectado en Estados Unidos y Canadá y estuvo sin control por varios meses, a pesar de los esfuerzos que hicieron los gobiernos de esos países por minimizar sus consecuencias o, peor, negar que sus reses estuvieran enfermas.

De acuerdo con los investigadores, los orígenes del mal se ubican a mediados de los años cincuenta, cuando veterinarios detectaron un rebaño de borregos que tenía un mal cerebral degenerativo llamado scrapie. Este mal es inofensivo a los humanos y, generalmente, inofensivo también para el ganado. Pero las complicaciones comenzaron cuando a borregos sanos se les indujo al canibalismo, comenzándolos a alimentar con restos procesados de los borregos muertos por dicha enfermedad, aplicando la máxima de los negocios de aprovechar hasta la basura. Pero no paró ahí la cosa, sino que también se les dio de comer a las vacas dicho “alimento”, lo cual provocó una mutación en las proteínas formadoras de sus cerebros, especialmente en las reses más susceptibles. Claro, alguna reacción natural debió generarse al obligar a herbívoros a convertirse en carnívoros. La cadena siguió porque los estúpidos granjeros ingleses continuaron alimentando a las vacas sanas con los restos de las que comenzaron a morir, con tal de aprovecharlas. Las consecuencias de esa mezquindad las vemos en la actualidad, al enfrentarnos con un mal que probablemente se siga reproduciendo en el ganado bovino, pues tras varias generaciones de animales nacidos desde entonces, seguramente ya se habrá convertido en varios de ellos en una condición genética, transmitida por herencia. Y los humanos que se han infectado por el mal y muerto como consecuencia, lo contrajeron por ingerir carne de reses enfermas, pues las proteínas mutadas no se destruyen ni cocinándolas. Los científicos han tratado de aminorar el problema, diciendo que solamente aquellos con una inclinación genética, pueden desarrollar la EEV. Pero ¿qué debe entenderse por inclinación genética? Por supuesto, es algo insuficientemente aclarado por aquéllos y ni creo que lo hagan. Por lo pronto, lo que sí se sabe son los síntomas provocados en la gente enferma, manifestados por comportamientos cambiantes del carácter y torpeza, seguidos de alucinaciones, movimientos corporales incontrolables y, finalmente, una demencia progresiva que destruye la mente hasta provocar la muerte, más o menos como sucede con el mal de Alzheimer, excepto porque la EEV puede afectar a cualquier edad. Lo que hicieron con las vacas equivaldría a que se nos alimentara a hombres y mujeres con humanos procesados que hubieran muerto de SIDA o de Alzheimer, mezclados con frijoles, por ejemplo. Seguramente provocaría una serie de males sobre los que no tendríamos ningún control, los cuales, ya desatados, serían incurables. Y todo en nombre de la maximización de la ganancia.

Y por absurdo que parezca, los ahorros en la “fabricación de animales” alcanzan hasta a las medidas preventivas. Es el caso de la fiebre aftosa, enfermedad también del ganado bovino, que provoca una severa pérdida de peso en las reses afectadas y una extrema debilidad, que aunque no las mata las deja, según sus criadores, inservibles y no se pueden vender. El más reciente brote, el del año 2001, se debió a la irresponsable actitud de los “fabricantes de animales” de negarse a vacunarlos contra esa enfermedad a partir de 1990, ya que, alegaban, la vacuna tardaba hasta seis meses en hacer efecto y eso retrasaba la venta, la cual debe hacerse lo más pronto posible, como ya he señalado, además de que, según ellos, la inoculación debilitaba y adelgazaba al ganado. Pero esa retrograda actitud les salió cara: en ese brote, en los peores días, los granjeros ingleses perdieron nada menos que hasta $30 millones de dólares por semana. De haber inoculado a sus animales, a razón de dos dólares por cabeza, les hubiera salido más barato, no más de dos millones de dólares anuales. Nada más faltaría que, siguiendo el mismo ejemplo, nuestros gobiernos dejaran de vacunar a nuestros niños.

Otro agravante más que incrementa la mortandad y prevalencia de las “enfermedades en serie”, son los cambios climáticos inducidos por la excesiva contaminación atmosférica. Tómese en cuenta que, por ejemplo, el 85% de los gases contaminantes se deben a los gases venenosos emitidos por los motores de aproximadamente 700 millones de vehículos que circulan en el mundo “moderno” diariamente. Tantos gases (bióxido de carbono, monóxido de carbono, metano, bióxido de azufre, ozono, entre otros), aparte de su letalidad, están formando una especie de coraza gaseosa que guarda el calor producido por la luz solar y el resultante de nuestra actividad, de tal forma que las temperaturas actuales son superiores en promedio cinco grados centígrados de las existentes hace cien años. Así, el calentamiento del planeta por el llamado efecto invernadero, ha creado las condiciones ideales para que esas enfermedades surjan y se propaguen muy fácilmente. Por ejemplo, en los casos recientes de epidemias entre poblaciones de animales sanos de distintas especies, ha sido el clima anormalmente cálido el que ha provocado desnutrición, debilitado su sistema inmunológico y aumentado la reproducción de distintos virus. Como señala Paul Epstein, epidemiólogo estadounidense, “Una vez que los microbios que ordinariamente son benignos bajo condiciones ecológicas normales, invaden a los animales debilitados, se pueden volver suficientemente mortales como para enfermar también a poblaciones sanas”. Y agrega que el mayor peligro es que se estén generando otro tipo de enfermedades que antes no se conocían. De hecho, desde 1973 han surgido 30 males infecciosos, incluyendo el SIDA, que en esos años ni siquiera se hubiera sospechado de su existencia. O sea, los cambios y trastornos ecológicos que estamos ocasionando, están creando una respuesta natural ante un depredador como el hombre. La madre naturaleza, en su intento por defenderse de este su descarriado hijo, está creando nuevos males contra los que, pronto, no habrá cura alguna (ver en este mismo blog mi artículo: “Detrás de la influenza, grandes ganancias y las superbacterias”).

Obviamente, tiene sus consecuencias ser el mayor exportador de alimentos del mundo, sobre todo, carne y sus derivados. Es el caso de Estados Unidos, especialmente el estado de Texas, el del ex presidente Bush, en el cual existen tantas granjas productoras de leche de vaca, que representan cada vez más un serio problema ambiental y de salud. Los cientos de miles de animales que son confinados en los llamados CAFOS (por sus siglas en inglés, confined animal feeding operations, algunas imágenes de las cuales se muestran en la cinta “Food Inc.”, mencionada antes), generan nada menos que ¡127 millones de toneladas de estiércol anualmente, dos veces más la producción de California!, convirtiéndose ese lugar, por tanto, en la cloaca más grande del mundo. Así, a cada tejano le corresponden ¡18 kg de estiércol por día! Tanta suciedad está yendo a parar a los ríos y mantos acuíferos, contaminando alarmantemente el agua, la cual contiene desde 50,000 hasta ¡millones e incluso miles de millones de partes de fecalismo coliforme! por cada 100 milímetros. Muchas personas declaran que el agua para beber, de plano, sabe a caño… a excremento, pues, aparte de las obligadas enfermedades gastrointestinales que provoca, como la peligrosísima E-Coli 0157-H7, una variedad del parásito entérico escherichia coli, que provoca hemorragias intestinales y daños renales, sobre todo en niños y adultos mayores, más sensibles a sus dañinos efectos. Además, ya no es tan buen negocio tener un CAFO, pues por tantos que hay, se han abaratado demasiado la carne y la leche que proporcionan las vacas, muy por debajo de los costos de producción. Pero eso qué les preocupa a aquellos granjeros, si de todos modos el gobierno les da muy buenos subsidios.

Bueno, para concluir, tal vez sería una óptima solución para resolver el tremendo problema ambiental que ocasionan tantos millones de toneladas de estiércol – puesto que allá les gusta ser muy ahorradores –, que las enriquecieran con vitaminas, les agregaran saborizantes artificiales y se las comieran… ¡Bon appétit!

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