domingo, 27 de octubre de 2019

La histórica marginación de las comunidades rurales de las montañas de Estados Unidos


La histórica marginación de las comunidades rurales
de las montañas de Estados Unidos
por Adán Salgado Andrade

En la cinta Winter Bones (Estados Unidos, 2010), dirigida por Debra Granik y estelarizada por Jennifer Lawrence (antes de hacerse más famosa con The Hunger Games), se muestra la vida de profundas carencias que viven las personas que habitan la zona montañosa de Missouri, conocida como los Ozarks. Por esa misma condición de crónica pobreza, la gente se inmiscuye en actividades ilícitas, como trabajar en la producción y distribución de metanfetaminas y otras drogas, en laboratorios controlados por “narcos mexicanos”, como se menciona en alguno de los diálogos.
La protagonista, Ree Dolly (Lawrence), debe de hallar a su padre, Jessup, quien estaba metido en el negocio de las drogas, hasta que un día desaparece, nadie sabe de su paradero. Y como hay una denuncia en su contra, y una fianza pagada, la casa en la que viven Ree, su madre, quien padece un trastorno mental y sus dos hermanos, Ashlee y Sonny, de 6 y 12 años, se perderá, si Jessup no se presenta al juicio al que ha sido citado.
Al final, Ree recibe la ayuda de unas mujeres, con las que trabajaba su padre en el negocio de las metanfetaminas, quienes le dicen que está muerto y sus restos están enterrados en una zona pantanosa. La llevan allí y le dan una sierra, para que corte las manos de Jessup y las lleve al comisario, como prueba de que el hombre está muerto, para que no pierdan la casa, pues al no haber juicio, no procederá la confiscación de la propiedad, por la que pendía la citada fianza, en contra de Jessup.
En el transcurso de la historia, se muestra, como señalé, las condiciones de pobreza en las que viven esos marginados estadounidenses, mejor conocidos como “montañeses”.
La cinta, por su dramática descripción de la paupérrima existencia de esas personas y que son presa fácil de criminales, ganó cuatro premios Oscar, de mejor película, mejor guion adaptado, mejor actriz y mejor actor de reparto.
Lo anterior viene muy bien al caso, pues recientemente leí una novela de la autoría de la escritora estadounidense Catherine Marshall (1914-1983), titulada Christy. Publicada por primera vez en 1968, narra la experiencia de la madre de Catherine, Leonora, a la que se refiere como Christy Rudd Huddleston, cuando, inspirada por dos misioneros, el doctor Fernand, y Alice Henderson, decide dedicar su vida a la enseñanza de niños pobres de las montañas. La historia se desarrolla en 1912, en el ya desaparecido pueblo de Cutter Gap, ubicado en medio de las Great Smoky Mountains, localizadas en Tennessee.
Christy, a pesar de la contraria opinión de sus padres y de otras personas y, no obstante, su juventud, 19 años, viaja por tren, desde Asheville, en Carolina del Norte, hasta Tennessee. Primero llega a un pueblo llamado El Pano (que ya no existe actualmente), en donde pasa la noche. Luego debe de ir a otra localidad, en medio de las montañas, llamada Cutter Gap (que ya tampoco existe, pues en 1940, el presidente Franklin D. Roosevelt, convirtió toda esa zona en el parque montañoso de las Great Smoky Mountains), debiendo caminar casi doce kilómetros para llegar, acompañada por el único cartero que llevaba la correspondencia a ese sitio, sorteando toda clase de obstáculos, de una brecha, que apenas era transitable, con el problema adicional de que era invierno y la nieve hacía más difícil el recorrido.
En ese lugar, los pobres, aislados habitantes, vivían en rústicas cabañas de madera, hechas por ellos mismos. Allí se encuentra con otro misionero, David Grantland, quien ve en Christy una chica vivaz, inteligente y con muchas ganas de entregar su vida a la enseñanza de niños con grandes carencias, pero deseosos de aprender muchas cosas varios de ellos.
También conoce a la señora Alice Henderson, mujer que habría de influir profundamente en la vida de Christy.
La forma tan precisa en que Christy describe las condiciones de miseria en que vivían los habitantes de Cutter Gap, da una idea de lo aislados y marginados que estaban, sobre todo cuando, aun con la nieve, todos o casi todos, sobre todo, mujeres y niños andaban descalzos, circunstancia que la deja muy conmovida. Y lo que comían, casi siempre, era una sopa de calabazas que apenas si se antojaba. “Esto era 1912, y no tenían ni agua, ni sanitarios, ni zapatos”, dice Christy en una de sus reflexiones, dando a entender que eso era cosa común en Asheville y en otros lugares de Estados Unidos (EU).
Y comenta que todos esas personas eran descendientes de irlandeses, expulsados de Inglaterra dos siglos atrás, de forma violenta. Sólo en medio de esas remotas montañas, pudieron establecerse y, por lo mismo, sus condiciones de atraso y de aislamiento del resto del país. Y por sentirse una comunidad distintas, con sus propias costumbres, sus propias “leyes”, siempre se opusieron a que autoridades estatales los controlaran y no se consideraban parte de EU. En parte, el aislamiento en que vivían, acompañado de su pobreza, podían colocarlos en esa condición, sentirse montañeses de Cutter Gap, no habitantes de EU.
Como Christy pudo comprobar, “arreglaban” sus problemas entre ellos mismos, nunca acudiendo a la ley (muy lejana, además), como en los generados por las enemistades entre familias, que llegaban a extremos tan absurdos que, si alguien asesinaba a otro, las venganzas familiares se extendían hasta a los hijos o los nietos, sin que ya nada tuvieran que ver con el crimen original y sin, al menos saber, de qué se había tratado.
Lo más difícil para Christy fue adaptarse, al principio, a dar las clases, a niños que casi no podían leer, pues los maestros que habían estado antes de ella, no pasaban de haberles enseñado algunas frases. Tuvo la chica que ingeniárselas para enseñarlos a leer, sobre todo, refiriéndose a las actividades cotidianas, para que más pronto comprendieran las palabras y, luego, las oraciones.
Se fue involucrando con todos sus alumnos y con las familias de ellos, a las que visitaba a veces.
Otro personaje muy importante de la historia es el doctor Neil MacNeill, originario de Cutter Gap, quien aprovechó años atrás, que le habían ofrecido una beca para estudiar medicina, lo que había hecho muy bien, pero, además, dotado de una gran nobleza, había regresado al pueblo para curar a su gente. Y hacía de todo, desde enyesar huesos rotos, hasta practicar operaciones, como extraer apéndices infectados, las que, aunque rústicas, eran hechas con todo el profesionalismo posible.
La señora Alice Henderson es quien infunde una gran paz espiritual y motivadora a todos, sobre todo a Christy, cuando, algunas semanas después de haber llegado, es poseída por un desánimo, de si, realmente, pertenecía a ese lugar y su misión allí era justificada. La señora Henderson, recurriendo a pasajes bíblicos y a su propia experiencia como misionera, la convence de que su lugar es allí, pero debe de estar convencida y hallar la inspiración divina.
Ella le cuenta su propia historia, de por qué se había vuelto misionera. Le refiere que tendría unos quince años, cuando a su hogar llegó un pastor inglés, a quien sus padres admiraban bastante y confiaban mucho en él. En una ocasión, sus padres salieron a otro pueblo, y se quedaron solos Alice y ese pastor. Y no tuvo empacho el pederasta en envolver a Alice con sus mentiras y seducción, violándola.
Alice no dijo nada a sus padres, por temor, pero meses después, el embarazo comenzó a notarse y ya no pudo ocultar lo que había sucedido. Su padre contrató a agentes, para que buscaran a ese hipócrita “pastor”, depredador sexual,  pero nunca dieron con su paradero.
Decidieron que Alice tuviera a su hija, a quien educaron lo mejor posible. “Margaret era muy orgullosa y rebelde. Ni se inmutó cuando le dije la verdad sobre su ilegítimo origen”, seguía contando Alice. Margaret tenía por amigos a gente opuesta a los convencionalismos, “personas, supuestamente, muy diferentes e intelectuales”. Y conoció al doctor MacNeill en una de tantas correrías en sus círculos de “estudios intelectuales”. “Yo pienso que quiso ver en el doctor MacNeill a un hombre al que ella podía controlar, no lo contrario, muy de acuerdo con su carácter rebelde”, continuaba el relato. Se casaron y vivieron aceptablemente por algunas semanas. Luego, se embarazó, pero la tifoidea la atacó y murió con todo y el bebé que llevaba en sus entrañas.
“Eso me dio más fuerza y voluntad para seguir aquí”, concluyó la señora Henderson su historia. Y a Christy, le hizo reflexionar mucho sobre la gran calidad de esa mujer, quien a pesar de la adversidad, seguía adelante, incluso, tomando más fuerza de las malas experiencias.
En cuanto al doctor MacNeill, Christy le tomó más respeto, pues él mismo, a pesar de haber perdido a su esposa, seguía luchando para que la gente de Cutter Gap mejorara cosas como la sanidad y salubridad, para evitar enfermedades como la tifoidea.
Hay que decir que en algunas partes, la novela apela mucho a las enseñanzas bíblicas, pero se entienden, pues por esos años, las misiones eran muy importantes, sobre todo para paliar la pobreza en que muchas áreas rurales de EU se encontraban, pues tales misiones eran vitales para mejorar en algo las condiciones de vida de los estadounidenses pobres. Y la Biblia, junto con la religión católica, eran sus armas de convencimiento ideológico.
Uno de los problemas derivados de la pobreza, era que muchos hombres en Cutter Gap se dedicaban a destilar whisky clandestinamente, pues era una forma de sacar algo más de ingresos. Y eso es algo que el doctor MacNeill les explicó a Christy y a David y que, por eso, no era fácil que la actividad se acabara, ni tampoco, denunciarla. “Mira, Christy, si tú denuncias a algún hombre que está destilando whisky ilegalmente, además de quitarle una fuente importante de dinero, te lo echarías de enemigo y buscaría matarte. Por eso, yo mismo, he dado el pitazo a los que lo hacen, cuando comisarios de Lyleton vienen a buscarlos”, les dice a Christy y a David, en alguna conversación. 
Allí, se da un paralelismo, entre esos antiguos montañeses, quienes, por necesidad, destilaban whisky ilegalmente y los modernos, los que hacen drogas. Y, también el paralelismo podría establecerse con los pobres campesinos mexicanos, muchos de los cuales siembran mariguana o amapola, con tal de tener un ingreso que los saque algo de su pobreza.
Pero David decide luchar abiertamente contra los destiladores clandestinos, cuando un día, Christy descubre a marranos caminando extrañamente. Se dan cuenta que han estado “bebiendo” de garrafas que contenían whisky y que los destiladores escondían debajo de la escuela, “ algo, realmente escandaloso”. David, sin temor alguno, se deshace de todo el whisky, tirándolo y dando un sermón el siguiente domingo, para que la gente comprenda que eso es malo y, peor, guardarlo debajo de la escuela de la Misión, de la casa de Dios, es “muy atroz y un gran pecado”.
Por otro lado, Christy hace muy buenas amistades con algunas personas, como con Fairlight Spencer, a quien describe como poseedora de una inigualable belleza, “que bien podría ser una hermosa princesa, pero que allí debe de sufrir pobreza y carencias, como las de andar descalza en todo momento y hacer extenuante trabajo doméstico”. Pero, además, esa joven madre de cinco, es muy inteligente y creativa, pues hace ropa y colchas de pedazos de telas que consigue por allí.
Fairlight le pide que la enseñe a leer y, a pesar de tantas labores domésticas que debía de hacer, se da el tiempo para aprender. Y lo hace tan rápido, que al mes de estar tomando clases, ya es capaz de leer los libros que comienza a prestarle Christy.
Christy refiere todo el trabajo tan pesado que las mujeres hacían, pues además de cocinar, de hacer ropa, de lavarla, de hacer la limpieza, de cuidar a sus gallinas, marranos y otros animales domésticos, debían de acarrear agua, muchas veces de no tan cercanos riachuelos o manantiales. “Me sorprendía todo lo que esas abnegadas mujeres debían de hacer”.
Quizá como venganza hacia la misión, hacia David y hacia ella misma, porque el pastor tiró todo el whisky destilado, una mañana Christy encuentra destrozados los libros y mapas nuevos que, recientemente, varias personas habían donado a su escuela. La rabia y la impotencia se apoderan de ella y casi desiste en su tarea de enseñar en esa remota región montañesa. Pero, nuevamente, la plática tan vehemente que tiene con la señora Henderson, la hace desistir y se pone, junto con sus alumnos, a reparar lo mejor posible mapas y libros. Nunca se supo quién habría cometido tan deleznable, salvaje acto.
También, por la diaria convivencia, se va dando un romance entre Christy y David y aunque ella siente quererlo, cuando aquél le propone un día matrimonio, le pide que dejen pasar tiempo para responderle.
Y es que, inquieta como era Christy, decide ir a su pueblo natal, para pedir ayuda económica a empresarios y personas que puedan ayudar a la misión. Algo que logra fue que la compañía telefónica Bell, donara los cables y el teléfono, que fue el primero con que contó Cutter Gap. También consiguió donaciones de alimentos, de muebles, de camas y de sábanas y cobijas, con las que pudo inaugurarse una especie de pequeño internado, para que los niños que más lejos vivían o que requerían de algún cuidado en especial, se quedaran en la misión.
Pero en todo hay un lado obscuro, y éste fue que vivió de cerca la violencia. Uno de los destiladores, Tom McHone, quizá inspirado por el sermón que dio David, en contra de esa “deleznable práctica”, de hacer whisky ilegal, denunció a los otros, entre ellos Bird’s Eye, un rudo hombre, padre de Lundy, un rebelde chico que había heredado la tozudez y el mal humor de su padre. Bird’s Eye, jura venganza contra Tom, a quien en un enfrentamiento logra herir. Tom se refugia en la misión, en donde Christy, vive, acompañada de la señora Ida, hermana de David, y Ruby Mae, una chica que había decidido habitar en la misión al enemistarse con  sus padres. Bird’s Eye acude con otros tres hombres, muy dispuestos a sacar del lugar a Tom, “el traidor”, pero gracias a una tormenta, se alejan del lugar.
Días después, cuando la misión ofrecía una comida para todos los parroquianos, Tom es asesinado de un tiro por la espalda, sin que se sepa quién lo había hecho, pero todos sospechando de Bird’s Eye.
Más adelante, la novela refiere como, por las condiciones de insalubridad y que la gente no hacía caso a las recomendaciones del doctor MacNeill, la fiebre tifoidea, se convirtió en unos pocos días en una verdadera epidemia, que fue matando a muchos, por lo menos a uno de cada familia, aunque, en algunos casos, morían casi todos y sólo quedaban uno o dos, como los hijos pequeños. Esa parte de la novela es muy dramática, pues muestra cómo era casi mortal que alguien contrajera la tifoidea, al no haber los adelantos médicos de la actualidad, y cómo sufrían y agonizaban aquéllos o aquéllas que sucumbían ante el mal. Fairlight, la gran amiga de Christy, es atacada por la tifoidea. Su esposo, Jeb, supone que solo está débil por cansancio, y nada hace para ayudarla, saliendo todos los días a cazar animales para comer, como acostumbraba (los hombres, se desentendían totalmente de los trabajos domésticos, “propios de las mujeres”). De todos modos, aunque Jeb hubiera buscado al doctor MacNeill no estaba en Cutter Gap, pues había ido a conseguir medicinas a Lyleton.
Cuando le avisa uno de los hijos de Fairlight a Christy, que su madre está muy enferma, ya nada puede hacer la maestra por ella, más que verla morir, entre alucinaciones y terribles gritos de dolor y desesperación ante la rigurosa muerte. El doctor MacNeill llega al día siguiente, sólo para confirmar que la causa del deceso fue la terrible tifoidea.
Y a partir del deceso de Fairlight, el doctor MacNeill anda de arriba, para abajo, haciendo todo lo que puede. Incluso, la misión, no inicia el nuevo curso, y es improvisada como clínica para atender a algunos enfermos de tifoidea.
Entre los que son atendidos allí, está Lundy, el ya mencionado hijo de Bird’s Eye. Ida y David, no están muy de acuerdo en que ese muchacho tan grosero y rebelde con ellos, esté recibiendo tan magnífica atención. De todos modos, le dan mucha ayuda, cuidados intensivos y lo alimentan lo mejor que pueden. Incluso, su padre, a pesar de que es requerido por la justicia, pues le achacan, como dije, el asesinato de Tom, se presenta a la misión, para ayudar en lo que se pueda.
Pero a pesar de todo, Lundy fallece. Es cuando Bird’s Eye les confiesa que Lundy fue quien había matado a Tom, y que cuando lo hizo, fue corriendo a la cabaña en donde vivían él y su padre. Bird’s Eye se hallaba con sus tres amigos y todos escucharon la “triunfal” declaración de Lundy, mostrándose ante ellos, sobre todo ante su padre, como un orgulloso “héroe” que había dado cuenta de ese “traidor”.
Y todos se conmocionaron al oír esa confesión. “Y lo vienes a decir ahora, que ya Lundy murió”, le reclamó David, a lo que Bird’s Eye le dice que está el testimonio de los otros tres. “Pero ya se han ido”, le vuelve a reclamar David. En ese momento, Alice Henderson interviene, diciéndole que Lundy se había sincerado con ella y le había confesado que él había matado a Tom. “Pero nuestra misión es ayudar, a pesar de los errores que cometan ésos que ayudamos”, declaró, antes de que David objetara algo. Christy le tomó mayor respeto y admiración, de la que ya sentía, a la señora Henderson.
En la última parte de la novela, Marshall refiere cómo Christy también cayó enferma, por contagio, de tifoidea y todo por lo que pasó, las alucinaciones que tuvo y las experiencias “divinas”, como el que imaginara que Fairlight la esperaba allá, en donde una luz maravillosa todo lo iluminaba.
Pero la voz de un hombre, insistente, la trajo de regreso de su alucinatoria agonía.
Y ese hombre fue nada menos que el doctor MacNeill, quien le confesó que la amaba y que la necesitaba, lo cual es un giro inesperado en el final, pues se pensaba que el elegido para casarse con Christy era David.
Al inicio de la novela, en un prólogo, Catherine Marshall narra que la idea de escribirla, surgió cuando, a principios de los años 1960’s, su madre y ella visitaron lo que quedaba de Cutter Gap, que era solamente la misión, en donde vivía el señor Hugette Lee, con su esposa y sus tres hijos. El lugar seguía muy atrasado, sin agua corriente, olvidado por las autoridades, al que todavía se debía llegar por una casi intransitable terracería.
Esa visita la inspiró. Y dice que algunas partes de la novela son ficticias, pero que, en lo esencial, la épica aventura que vivó su madre los primeros once meses allí, entregando su vida, enseñando a hijos de pobres montañeses, está relatada en el libro.
“Cuando mi madre, al hallarse en ese sitio, volvió a recordar tantas cosas, supe que mi deber era escribir esa valiosa parte de su vida”, declara.
Sí, muy valiosas anécdotas, sobre todo, para darnos idea de cómo vivían los pobres de las montañas en esa época (quizá todos debiéramos de escribir sobre nuestros padres, sobre todo si también vivieron hazañas fuera de lo común).
Pero, por desgracia, no se quedó sólo en anécdota, pues la pobreza sigue, y no sólo en las montañas. Ya, cincuenta por ciento de los estadounidenses sufren pobreza.
Habrá que hacer otra novela sobre esos modernos pobres, ¿no creen?



miércoles, 23 de octubre de 2019

La tóxica, neurotizante y hasta mortal, contaminación sonora


La tóxica, neurotizante y hasta mortal, contaminación sonora
por Adán Salgado Andrade

¿Cuántas veces un estresante ruido, sean martillazos, una podadora, la vibración o chillido de una máquina trabajando, el insoportable zumbido de un esmeril desgastando metal, una soldadora uniendo metales, el escape abierto de un camión, de un auto, de una moto, la turbina de un avión, claxonazos, rechinidos de frenos, el pregón por altavoz de vendedores, ladridos de perros por la noche, mucha gente platicando en algún lugar público, un bebé llorando a todo lo que dan sus pulmones, molesta música o pseudo música, a todo volumen, de una fiesta callejera… repito, cuántas veces nos ha llevado a una situación, no sólo de molestia, sino de verdadero estrés, deseando, en ese preciso instante, suprimir de raíz la fuente sonora?
En el mundo actual, son ya raros los lugares en los cuales, la ausencia de ruidos, sea total. Sobre todo, es en las ciudades, en donde todo tipo de contaminación auditiva se da, desde fuerte muy aguda, hasta muy grave. Y muchas veces un ruido incontrolable, puede ser el origen hasta de una grave enfermedad, que puede comenzar con el estrés de someterse a un muy molesto sonido, y que dicho estrés lleve, incluso, hasta a la muerte, pues puede llegar a tal nivel, que provoque un infarto o un derrame cerebral.
La publicación estadounidense The Atlantic, recientemente divulgó un artículo, firmado por Bianca Bosker, titulado “¿Por qué todo se está volviendo más ruidoso?”, con el subtítulo “La industria tecnológica está subiendo su zumbido. Nuestros cuerpos no pueden adaptarse”. En ese trabajo, Bosker analiza los graves efectos sonoros que tantas empresas tecnológicas, como las que establecen servidores para que el Internet exista, ocasionan en poblaciones enteras, sin que la gente tenga posibilidades de protegerse ante tanta sonora invasión (ver: https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2019/11/the-end-of-silence/598366/).
Se centra en el caso de Karthic Thallikar, inmigrante hindú, quien llegó con su esposa y dos hijos a establecerse a un nuevo fraccionamiento, Brittany Heights, localizado en Chandler, Arizona. A pesar del desértico calor del lugar, Thallikar estaba encantado con la espaciosa casa que allí compró, de doble altura, muy aireada. Por dos años, gozó de tranquilidad en ese lugar, semirural, hasta que, en uno de sus vespertinos paseos por el contiguo desierto, comenzó a escuchar un lejano, persistente zumbido.
Al principio, no le dio importancia, pues pensó que se trataría de una bomba llenando una alberca o una podadora. Pero pasaron los días y el molesto, estresante zumbido, allí seguía, permanente, día y noche, no sólo en sus caminatas, sino ya hasta en su casa lo escuchaba. Aunque su familia parecía no percibirlo, Thallikar les aseguraba que allí siempre estaba, penetrador, estresante. Fue tan terrible el ruido para el pobre hombre, que hasta le aterraba llegar a casa.
Podemos entender a Thallikar, pues eso pasa cuando tenemos cerca una fuente sonora, tal como una construcción contigua, con sus martillazos, ruidos de todo tipo, cosas cayendo, hombres trabajando… y así por el estilo.
Cita Bosker casos de violencia y hasta asesinatos, en los que la fuente de la disputa ha sido un molesto ruido, como un hombre que asesinó a un vecino porque éste escuchaba música a volumen alto a las dos de la mañana u otro, que asesinó al anfitrión de una fiesta, porque no apagó su música, cuando el asesino le exigió que la apagara. Otro hombre, aparentemente tranquilo, tuvo problemas con una pareja, porque siempre estaban haciendo ruidos de todo tipo y los mató, suicidándose él después. Menciona muchos otros asesinatos, en donde la causa ha sido el ruido, molesto para el perpetrador del crimen, todos sucedidos en el 2019.
Y aunque no se haga mucho caso de la contaminación sonora, es una fuente de daño a la salud, frecuentemente muy severo.
El periódico The New York Times, citó a la contaminación sonora, como la siguiente crisis de salud pública. Los científicos saben, desde hace décadas, que el ruido es malo para nosotros y muchos estudios lo demuestran. Por ejemplo, aunque uno trate de dormir, si hay demasiado ruido, de tráfico, por ejemplo, puede que conciliemos el sueño, pero el ruido, allí se quedó, inconscientemente, y nos dañará. La adrenalina, la hormona que nos estresa, aumentará, y la presión arterial y cardiaca, se incrementarán, en tanto que la digestión, se alentará. A ruidos tan bajos como 33 decibeles, equivalentes al ronroneo de un gato, aun dormida una persona, la presión sanguínea se disparará.
Y aunque aparentemente nos acostumbremos, “expertos señalan que su cuerpo no se adapta al ruido. Estudios de mucho tiempo, en miles de personas, muestran que si la intensidad del ruido crece, durante días o meses, la exposición sonora incrementa el riesgo de hipertensión, daño cardiaco, infartos, derrames cerebrales, diabetes, demencia y depresión. Los niños sufren, no sólo físicamente – 18 meses después de que un nuevo aeropuerto abriera en Múnich, la presión arterial y los niveles de adrenalina subieron en niños que vivían cerca –, sino también en su comportamiento y cognitivamente. Un famoso estudio de 1975, encontró que el rendimiento de lectura de niños de sexto grado, cuyo salón quedaba frente a una ruidosa vía del Metro, estaba un año atrás, con respecto al de niños en salones más silenciosos. Esa diferencia desapareció, cuando materiales a prueba de ruidos, fueron instalados en el salón. Incluso, el ruido vuelve violenta a la gente, pues un estudio de 1969 sugirió que sujetos de estudio, expuestos a ruido, incluso a uno muy leve, como el sonido blanco, se volvían más agresivos y más tentados a aplicar choques eléctricos a compañeros que tuvieran cerca”, comenta Bosker. Sólo recordemos que, por ejemplo, un goteo constante de una llave de agua en mal estado, nos pone, ciertamente, tensos. Puede haber gente más sensible que otra, pero, a la larga, siempre habrá un “molesto ruido”.
Ricardo Salgado, músico y dueño de un estudio de grabación, nos comenta sobre el intervalo sonoro que el oído humano puede captar: “El rango que podemos escuchar va de los 20 hertzios a los 20 mil o 20 kilohertzios. En los 20 hertzios, el sonido es muy grave, casi como el producido por la nota más grave de un piano, pero más bajo. Los 20 mil hertzios, los tienes en una turbina de avión, muy fuertes y agudos. Es que entre más pequeña sea la onda de sonido, o sea, la cresta y el valle, será más agudo y entre más grande esa onda, más grave será el sonido. Así que un sonido no audible, se da en una ultrafrecuencia, de 40 mil hertzios, por ejemplo. Y uno menor a 20 hertzios, que es el mínimo escuchado, quizá sólo sientas la vibración que produce”. Abunda más sobre el tema, diciendo que científicos han logrado determinar que el sonido producido por un agujero negro, correspondería a una onda que tendría la longitud de un año luz. “Sería un sonido tan, pero tan grave, que destruiría todo a su paso”, dice. Le pregunto sobre los decibeles, otra forma de medir el sonido. “Si tienes 160 decibeles, son los que produce una turbina de avión, que si estás junto a una, te puede reventar el tímpano, pues es un sonido agudo, de 18 mil hertzios o más. Pero 160 decibeles, también te los produce un ruido repentino, muy fuerte, pero muy grave, de unos 40 hertzios, como un cohete o una granada, pero te aturde, no te deja sordo. Toleramos más los ruidos graves, que los agudos”. Y en cuanto a los ruidos cotidianos, Ricardo dice que “están entre 1000 y 2000 mil kilohertzios, que es el tráfico, el ruido más habitual, gente platicando, bocinas tocando música o aviones. Y es al que nos acostumbramos, podría decirse”. Sí, nos “acostumbramos”, pero a qué costo lo hacemos, al de nuestra salud.
Y hasta ya se usa el ruido como arma. Un ejemplo, son los cañones sónicos que usa el Pentágono, los que pueden destruir los tímpanos de la persona atacada y causarle severa desorientación, incluso, la muerte (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Sonic_weapon).
Y cuando soldados estadounidenses han sitiado a enemigos, usan bafles muy potentes, que proyectan ruidosa música, inaguantable para aquéllos, quienes terminan rindiéndose, como sucedió cuando asediaron a Manuel Noriega en Panamá, con música del grupo de rock Kiss, a brutal volumen, como cita Bosker. 
Thallikar estuvo investigando y dio con la fuente del ruido, un nuevo complejo de servidores para conexiones a Internet, de decenas de empresas, de la compañía CyrusOne. El fuerte zumbido, que Thallikar escuchó aumentado, una vez que se acercó a las instalaciones donde operaba esa empresa, se debe a los gigantescos ventiladores que enfrían a decenas de servidores. “Su servicio, para enfriarlos, es crucial”, señala Bosker.
CyrusOne, como muchas otras empresas tecnológicas, se ha instalado en Arizona, a pesar de ser uno de los estados más calurosos de Estados Unidos, por los “incentivos fiscales” que se les dan y la facilidad para adquirir terrenos, por baratos y extensos, justo lo que dichas empresas requieren.
Thallikar hizo muchos esfuerzos, primero, por su propia cuenta, para tratar de que la empresa dejara de hacer ese “infernal ruido”, pero ni los directivos, ni el condado de Chandler, le ofrecieron solución alguna. Recurrió a denuncias en estaciones de radio y televisión locales, pero nada. La prepotencia de la empresa parecía inmutable. Los efectos en la salud de Thallikar, como el permanente estrés y dolores de cabeza, se estaban agravando.
Señala Bosker que ese problema está creciendo, del, digamos, “ruido tecnológico”, al irse incrementando las empresas tecnológicas, que se dedican a operaciones que generan mucho calor y, en consecuencia, deben usar ruidosos enfriadores para mantener una temperatura adecuada. No sólo eso, sino que muchas fábricas también producen todo tipo de ruidos, muy molestos para las poblaciones aledañas. Un video que acompaña al artículo, muestra el ruido que ocasionan las tuberías de gas de las empresas que los surten, y que también es persistente y muy molesto.
Thallikar fue escuchado hasta que otros vecinos se percataron del persistente zumbido.
Formaron la Dobson Noise Coalition, con la que organizaban frecuentes protestas contra CyrusOne, acudían a las autoridades locales y hacían juntas informativas para todo el que quisiera escucharlos. Y lograron que la empresa, finalmente, accediera a colocar aisladores de ruido alrededor de sus enormes ventiladores.
Thallikar reconoce que el ruido ha disminuido, pero no se ha suprimido totalmente.
Y por tantas, contaminantes fuentes sonoras, es que existen organizaciones como Noise Free America, fundada por Ted Rueter, encargada de reunir evidencias de los ruidos que más amenazan la salud humana. Bosker lo acompañó a él y a sus compañeros, a un tour en Brooklyn, en el que ruidos de autos, de lavanderías, del Metro, de claxonazos, de frenadas, se combinan, dando origen a una muy molesta y dañina cacofonía sonora que, de no controlarse, seguirá enfermando a la gente.
Thallikar, en un muy desesperado punto, llegó, incluso, a anunciar su casa para venderla, “aunque perdiera dinero”, como le dijo a Bosker, a la que llevó al lugar en donde opera CyrusOne, para que ella misma se percatara del insensato ruido. “Allí está, ¿no lo oyes? Es infernal, y me ha transformado miserablemente la vida”.
Aunque hay regulaciones sonoras en Estados Unidos, no parecen aplicarse muy severamente. Bosker le preguntó a un jefe policiaco, el comandante Edward Upshaw, del departamento de policía de Chandler, si él pensaba que se citaría a CyrusOne y se suspendería su actividad por el ruido y respondió, que “no, para nada, no va a pasar absolutamente nada”. Así de impunes y prepotentes son esas empresas. En cambio, a la gente que reporta quejas por ruidos a la policía, no le hacen caso y son encerradas, si persisten en hacerlo. Vaya injusticias.
Ah, pero a los poderosos, como al nefasto Trump, sí les hacen caso. Se dice que su campaña presidencial fue motivada, principalmente, para evitar que su lujosa propiedad de descanso, Mar-a-Lago´s, fuera sobrevolada por aviones comerciales. Una vez que ganó la presidencia y la Administración Federal de Aviación, en consecuencia, ordenó la considerable disminución del paso de aviones sobre tal propiedad, los abogados de Trump, desistieron de la demanda que ya estaban preparando. O sea, los poderosos sí tienen derecho al relajante silencio.
Es ya casi un lujo estar en lugares silenciosos. En Estados Unidos, se hacen excursiones por 6,450 dólares (unos 129,000 pesos), para visitar sitios sin ruidos, como un recorrido a través del río Zabalo, ubicado en Ecuador, y que recientemente se nombró el primer Parque Silencioso Selvático, a nivel mundial, por su quietud.
Por eso, mucha gente busca atenuar, sobre todo en las noches, el ruido, escuchando grabaciones de agua corriendo por una cascada o música relajante o un río corriendo, con tal de que puedan conciliar algo el sueño.  
Sí, el ruido es malo, y van en aumento los decibeles producidos por distintas fuentes. Se ha reportado que, incluso, las frecuencias no audibles para el ser humano, son perjudiciales. Hace años, en una compañía de equipos médicos, una noche, un ingeniero sintió una “presencia”, pero nadie había allí. El siguiente día, mientras ajustaba una de las máquinas del laboratorio, volvió a sentir la “presencia”. Tras mucho investigar, concluyó que un ventilador extractor de calor, vibraba y emitía frecuencias muy bajas, que, aunque no eran escuchadas, sí producían fenómenos parecidos a los poltergeist, o sea, que hasta “fantasmas sonoros” produce tanta contaminación auditiva.
Por eso, no hay que decir que “uno se acostumbra al ruido”, sino que, inconscientemente, nos estamos resignando a morir lentamente por tanto “maldito sonido”.