domingo, 5 de agosto de 2018

Theranos, otro fraudulento “gran avance médico”


Theranos, otro fraudulento “gran avance médico”
Por Adán Salgado Andrade

La filosofía que el capitalismo salvaje inculca a todos sus fervientes seguidores, sobre todo, aquéllos ávidos de enriquecimiento rápido y fácil, no tiene límite en los métodos empleados para lograr tan caro propósito. Cada día surge la naciente empresa (startup), con una “súper idea que revolucionará al mundo”. Lo hay en todo, que súper autos, súper celulares, súper cafeteras, súper medicamentos, súper robots, súper armas… pero, al final, la mayoría de las veces, sólo se trata de tramposas formas de entusiasmar y embaucar a los ávidos inversionistas (venture capitalists) que están tan ansiosos de meter su dinero en el siguiente hito tecnológico, científico, médico, militar… lo que sea, con tal de abultar más sus respectivas fortunas.
Por desgracia para ellos y para mucha gente que se podría beneficiar de tal “avance”, en la mayoría de los casos, se trata sólo de muy bien planeados esquemas, en los que, lo único importante, como señalé, es el enriquecimiento rápido de los “emprendedores” que sugirieron tal o cual timo.
Justamente es lo que sucedió con la empresa estadounidense Theranos, la cual, en su momento, se promovió como una pionera en el análisis sanguíneo de cualquier persona, con sólo una centésima de la muestra de sangre requerida en pruebas convencionales, tan solo un pinchazo en un dedo. Eso lo atribuyó a que contaba con “tecnología de punta”, unas supuestas máquinas de análisis llamadas “Máquinas Edison”.
Y con eso bastó para que la fraudulenta empresa comenzara a llamar la atención de los inversionistas y del público en general.
La empresa fue fundada en el año 2003, por Elizabeth Holmes (California, 1984), una “gran emprendedora”, como ella misma se consideraba, quien desertó de la universidad de Stanford, convenciendo a sus padres de que le dieran el dinero de su educación para iniciar y financiar su “gran idea”. El nombre original con que bautizó a su creación fue Real-Time Cures, pues Holmes la había concebido, en principio, para que elaborara parches terapéuticos que pudieran dosificar la dosis de medicamento requerido por un paciente, sin necesidad de que el doctor o una enfermera, la regularan.
Seguramente la idea original le quedó grande, quizá se percató de que no había la tecnología aún (y ni la hay todavía), para hacer un “parche inteligente”. Entonces, Holmes, cambió, de repente, de estrategia y decidió, mejor, idear un método para analizar la sangre rápidamente, con muy poca cantidad, el equivalente a un pinchazo. Y por la forma en que los hechos se narran, de cómo lo hizo, puede uno percatarse de que fue sin realmente saber si eso era factible.
Así que se decidió por el análisis sanguíneo. Hasta le cambió el nombre a la empresa, a la que bautizó como Theranos combinando las palabras inglesas therapy y diagnosis, que lo hace sonar, incluso, como latino (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Theranos).
Una vez lanzada, Holmes combinó su belleza, facilidad de convencimiento y su audacia, para presentar a la compañía como una súper innovadora en el análisis de sangre. Como ya señalé, aseguró, desde el inicio, que contaba con “tecnología de punta” para examinarla, los analizadores Edison (quizá pensó que bautizándolos con el apellido del prolífico inventor y empresario Thomas Alba Edison, serían más creíbles).
Y, sin realmente cerciorarse de que existía la tecnología y las máquinas analizadoras, los inversionistas corrieron a tropel para apuntarse y darle mucho dinero a Theranos, con la esperanza de que lo multiplicaran cuantiosamente.
Para diciembre del 2004, ya había reunido más de seis millones de dólares (mdd) y estaba “valuada” en treinta. Podemos ver cómo la culpa no sólo fue de Holmes, sino de todos los interesados, codiciosos inversionistas, quienes veían el potencial financiero de la empresa de Holmes, no el de que, realmente, sirviera para realizar análisis sanguíneos que no demandaran gran cantidad de sangre, que no fueran invasivos.
Eso es frecuente que suceda, como hace unos años, cuando una naciente empresa, cuyo nombre no se dio a conocer, supuestamente había desarrollado una droga capaz de destruir las células cancerosas, vigorizando a las células T, para que no fueran “engañadas” por aquéllas y las destruyera paulatinamente. El proceso que aplicó se llama Programmed Cell Destruction, o sea, destrucción programada de células. Como dije, se ocultó el nombre porque los primeros inversionistas que decidieron meter su dinero en esa empresa querían ser exclusivos, que todas las ganancias que las acciones de esa empresa dejara, fueran nada más para ellos. Tomaron en cuenta que, en ese entonces, un tratamiento con esa “droga maravillosa” habría costado diez mil dólares y si había doce millones de personas con cáncer, tan sólo en Estados Unidos, sería formidables las utilidades. Todo resultó ser uno de tantos fraudes.
Eso, simplemente, demuestra que al capitalismo salvaje no le importan consideraciones de ningún tipo. Sea un arma, un auto, un medicamento, un alimento… si deja ganancia, habrá que invertir en él, no importa si es para el bien de la humanidad o para su mal (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2011/07/oportunista-capitalismo-salvaje-o-de.html).
Pero Holmes, aparentemente, desdeñaba la parte lucrativa de la empresa y enfatizaba que su objetivo principal era el bienestar de los pacientes que debían de hacerse pruebas sanguíneas, que se oponía y le “daban fobia” las agujas que extraen la sangre y que esperaba eliminar ese tipo de “costosos, obsoletos y dolorosos métodos de análisis” (ver: https://www.vox.com/2018/6/15/17469332/theranos-elizabeth-holmes-criminal-charges-fraud).
Y los éxitos iniciales, se dieron en cascada.
La segunda más importante cadena de farmacias de EU, Walgreens, de gran prestigio, se asoció con Theranos y comenzó a distribuir en sus farmacias “pruebas en sitio”, las que se aplicaban a pacientes que estuvieran empleando drogas de GlaxoSmithKline y Pfizer. La Cleveland Clinic también anunció una asociación con Theranos para bajar sus costos de laboratorio. Así mismo, esa fraudulenta empresa se convirtió en el proveedor laboratorista de las aseguradoras médicas AmeriHealth Caritas y Capital BlueCross. Incluso, recibió autorización de la FDA, la entidad gubernamental encargada de dar el visto bueno a alimentos procesados y drogas en EU, para emplear su prueba de pinchazo de dedo para detectar el virus del herpes simple (HSV-1). De hecho, por esa “proeza”, fue nombrada Theranos la Compañía de Biociencia del Año, por la Asociación Bioindustrial de Arizona, AzBio.
Otro “acierto”, digamos, que tuvo Holmes, fue incluir en su lista de consejeros a gente tan importante como George Shultz, ex secretario de Estado, William Perry, ex secretario de la Defensa (me pregunto, ¿por qué quería Holmes a un militar?), ¡Henry Kissinger, ese instigador de guerras!, Sam Nunn, ex senador de EU, Bill Frist, ex senador de EU y cirujano de trasplantes de corazón, Gary Roughhead, almirante retirado, James Mattis, general de los mariners, Richard Kovacevich, ex director de Wells Fargo y Riley Bechtel, director y accionista del Grupo Bechtel, la mayor consultora y constructora de EU. Como se ve, puras vacas sagradas, aunque ninguno de tales personajes, excepto Frist, tenía que ver con la ciencia médica . ¿Sería que Holmes, más que por su proyecto, los atrajo por su agresiva y, al mismo tiempo, dulce personalidad? Como señalé arriba, Holmes es atractiva, sin que esto se malinterprete. Lo señalo porque muchas mujeres poderosas usan su atractivo físico, si también lo tienen, para conseguir sus objetivos.
En toda esta fraudulenta aventura, Holmes tuvo a su brazo derecho, el hindú Ramesh Sunny Balwami, igual de ambicioso que ella, ingeniero programador, a quien nombró presidente de la compañía y director operativo desde que la fundó. Balwami era su novio desde la secundaria, y le llevaba 18 años, pero, por lo visto, ella era la que lo controlaba.
Lo que sorprende en este caso es que pasaron los años, desde el 2004, hasta el 2015, sin que nada sucediera. Como siempre, fue el minucioso trabajo de un periodista, John Carreyrou, que trabaja para el Wall Street Journal, el que dio a luz los fraudulentos manejos de Theranos, Holmes y Balwami.
Carreyrou ha sido dos veces ganador del prestigiado premio Pulitzer, otorgado a las importantes investigaciones periodísticas que descubren escándalos, justo como el de Theranos y todas sus excrecencias. Por esa investigación, Carreyrou recibió el premio George Polk, otorgado por la Universidad Long Island, de Nueva York, en la categoría “Reportaje financiero”.
Eso destapó la cloaca. Fue cuando tanto accionistas, funcionarios gubernamentales, doctores y pacientes pusieron en gran duda el “potencial” de Theranos y exigieron una explicación, además de que demandaron la reparación de daños
Lo que Carreyrou expuso fue que nunca Theranos contó con una verdadera tecnología que pudiera analizar la sangre, como alardeaba dicha empresa. Un ex empleado, entrevistado por Carreyrou, afirmó que las pruebas de sangre se analizaban, ¡háganme favor!, con máquinas de otras empresas. Y las que hacía con sus máquinas Edison, erraban significativamente con las pruebas de otros laboratorios. En suma, nada estuvo bien desde el principio en Theranos.
Un “soplón”, que estaba en la junta de consejeros, Tyler Shultz, nieto de George Shultz, quien como señalé, estuvo algún tiempo como colaborador y director de la empresa, también contribuyó a engrandecer el escándalo, diciendo que no permitiría que un fraude de esa magnitud siguiera operando.
En sus mejores momentos, la empresa llegó a cotizarse en 9000 mdd, infladamente, por supuesto, pues nada respaldaba ese valor. En el 2016, ya habiendo surgido la verdad, Forbes la valuó en tan solo 800 mdd, tomando en cuenta que había logrado recaudar de los incautos 724 mdd. O sea, en realidad, su “valor” se debía al capital invertido por incautos y no a sus logros, que no los tuvo, excepto, la prueba para detectar el herpes simple. De entre los mayores incautos, es decir, ávidos inversionistas, estuvo la familia Walton, dueña de la cadena Walmart, que invirtió 150 mdd, Rupert Murdoch, otro codicioso millonario, quien le entró con 121 mdd, Betsy Devos, mujer de negocios, igualmente ávida de ganancias (quien, por cierto, es la actual Secretaria de Educación del demente Trump, muy criticada por su cerrada visión y por imponer un modelo educativo anticuado y conservador), quien arriesgó 100 mdd y, por último, la familia Cox, dueña del conglomerado publicitario, editorial y comunicacional Cox Media Group, la que invirtió (o sea, perdió) 100 mdd. Todo por la codicia de enriquecerse más y más.
La minuciosa investigación de Carreyrou mereció que este periodista escribiera el libro Bad Blood: Secrets and Lies in a Silicon Valley Startup (Mala sangre: secretos y mentiras en una naciente empresa de Silicon Valley), en donde se expone toda la fraudulenta estratagema que empleó Holmes, tanto para hacer que su empresa fuera aceptada y creciera, así como las torpes maneras en que se la pasó evadiendo el que sus máquinas fueran revisadas por expertos, diciendo, simplemente, que era “propiedad intelectual” y que, si lo permitía, “envidiosas empresas” se la plagiarían.
Sobre la “convincente” y aferrada visión de siempre ganar-ganar de Holmes, la articulista Virginia Hefferman, quien revisó minuciosamente las pláticas y conferencias disponibles en Internet que daba Holmes, apunta que “en el 2009, a los 25 años, le dijo a un pequeño grupo de estudiantes de Stanford que el camino al éxito era la ‘convicción, ustedes pueden hacer que algo trabaje, no importa qué sea. La peor cosa que puede haber en el mundo es tener a alguien que no les crea’. Y, claro, entiendo los temores de la joven mujer Holmes, pues feministas estadounidenses, desde Charlotte Perkins Gilman, hasta Rose MacGowan, dicen que es devastador que a las mujeres se les muestre como no merecedoras de que se les crea” (ver: https://www.wired.com/story/elizabeth-holmes-downfall-has-been-explained-deeplyby-men/?CNDID=32248190&mbid=nl_paywall-reminder_list1_p3).
Como se ve, lo que hizo Holmes, no contribuye positivamente a eso que las feministas más necesitan, que verdaderamente se crea en las mujeres. Enfatizo que no es porque sea mujer que se le esté juzgando, sino porque cayó, como muchos hombres y algunas mujeres emprendedores y emprendedoras, en la práctica de engañar de mala fe a quienes confiaron en ella. No me refiero a los inversionistas ávidos de ganancia, quienes tuvieron su merecido por ser tan codiciosos, sino a la gente, enferma o no, que requiere de pruebas de sangre, algunas frecuentemente, y que si ese método “tan sencillo” realmente hubiera existido, seguramente lo tendrían muchos hospitales y laboratorios en todo el mundo, con tal de simplificar los análisis sanguíneos y abaratarlos. Y Holmes sería rica, sin cuestionamiento alguno.
El 15 de junio del presente año (2018), Holmes y su cómplice, Balwami, fueron acusados de varios cargos de fraude, sobre todo hacia doctores y pacientes, y de actuar alevosamente, sabiendo que nunca contaron con la tecnología ofrecida. De ser sentenciados, deberán pagar cada uno 250 mil dólares de multa y podrían pasarse 20 años en prisión.
Aun así, Holmes puede seguir retroalimentando su golpeado ego, pues se está filmando una película basada en el libro de Carreyrou, dirigida por Adam McKay, en la cual, la actriz Jennifer Lawrence, la representará.
Al menos, Holmes logró que Hollywood se interesara en su retorcido caso.