jueves, 23 de julio de 2009

La fracasada lucha panista contra el "crimen organizado"

La fracasada lucha panista contra el “crimen organizado”.

Por Adán Salgado Andrade


Huichapan Hidalgo, México. Cuando uno se entera de la violencia cotidiana que se comienza a extender ya por todo el país, es obligada pregunta cuestionar: ¿de qué ha servido la estrategia gubernamental de prácticamente militarizar varias zonas, emprendida contra la llamada “delincuencia organizada” y que además, torpemente, fue empleada como lema de campaña electoral por el panismo para justificar la reelección partidista de sus diputados y senadores? De nada, como evidencian los problemas que enseguida expongo (y que en muchos lugares de México están sucediendo, por desgracia).
Huichapan, este histórico, pintoresco municipio hidalguense, famoso por sus balnearios, que antes se jactaba de ser pacífico y de que nada sucedía allí – y en general, era algo que los gobernadores de Hidalgo alardeaban, que su estado era uno de los más estables del país –, en años recientes, ha mostrado una nueva cara. En particular, en Huichapan, las actividades económicas se han deteriorado mucho, más ahora con la crisis económica mundial, especialmente la estadounidense, ya que antes, Estados Unidos era efectivamente una válvula de escape para el sonado desempleo que siempre ha existido en este lugar (y esto se aplica a todos los pueblos y pequeñas ciudades del país, los cuales constantemente han padecido de un crónico desempleo debido a la tendencia nacional de concentrar en unas cuantas ciudades y polos de desarrollo las actividades económicas de todo tipo). Al pasar frente a la estación local de autobuses, pueden verse los letreros que anuncian las conexiones de autobuses que se ofrecen con ciudades estadounidenses como Dallas o Houston, en Texas, dirigidos a los potenciales huichapenses que pretendan probar suerte en ese país. Pero ahora ya son cada vez menos quienes se arriesgan, pues cuentan ya con los testimonios de muchos de sus “paisas” que han debido retornar de allá, debido a que se quedaron sin empleo y no pudieron hallar otro en muchos meses (Ver mi trabajo en Internet: “El regreso sin gloria del ‘otro lado’ de un indocumentado mexicano”).
Así que desempleo, más crisis, más los valores materialistas-consumistas tan inculcados por el capitalismo salvaje que nos sigue dominando, a pesar de la actual debacle económica, son un muy excelente caldo de cultivo para que todo tipo de actividades ilegales y delincuenciales se gesten, como ya desde hace unos tres años se ha venido desarrollando aquí.
Platico con Carlos (no es su verdadero nombre), residente de una comunidad cercana a Huichapan (por razones de seguridad omito decir el lugar y a lo que Carlos se dedica), quien ha podido dar cuenta del deterioro social que aquí y en los alrededores se ha venido dando. “Pues mira ¬– platica –, yo hace tres años tuve la oportunidad de venirme aquí por razones de empleo, era una muy buena oportunidad y que nos venimos mi esposa y mis dos hijos pequeños. La verdad es que nos encantó el lugar. Nosotros venimos del DF, de un lugar muy conflictivo, y cuando llegamos aquí, pues ¡nos enamoramos! Ni lo dudé en comprarme una casita por aquí para cambiar de residencia y quedarnos a vivir aquí…”.
Y así fue, Carlos, junto con su familia, disfrutaron de la tranquilidad que supuestamente la provincia ofrece, con menos contaminación, menos tráfico, menos gente, menos problemas, más convivencia con los vecinos… en fin, todo cuanto vivir en zonas rurales puede ofrecer.
Aunque algo de esa tranquilidad que tanto valoraban y presumían a su familia y amigos que siguen viviendo en la ciudad, se alteró un poco cuando comenzaron a secuestrar a gente de dinero de Huichapan desde hace poco menos de dos años. La gente decía que eran los “zetas”. Por ejemplo, un muy sonado caso fue el de un vendedor de barbacoa, apodado el “Cholito”, cuyo local es de los más afamados y concurridos del mercado local. Llegaron por él al puesto del mercado en donde tenía su negocio cinco sujetos haciéndose pasar por agentes judiciales y con lujo de violencia, a pesar de las decenas de clientes que en ese momento comían, lo golpearon y arrastrándolo lo metieron a un vehículo. Pedían dos millones de pesos a su familia por soltarlo. Y según se refiere, como no tenían todo el dinero, su mujer logró que lo dejaran libre pagando el rescate, parte en efectivo y parte con varios vehículos casi nuevos, como camionetas y autos caros, que la familia poseía. Bastante golpeado, pero, por fortuna, vivo, el famoso barbacoyero fue liberado por sus plagiarios.
Pero de plano la relativa tranquilidad que a pesar de aquellos hechos delictivos siguieron disfrutando Carlos y su familia, se vio interrumpida brutalmente del todo cuando fueron testigos de una terrible balacera que les heló, literalmente, la sangre, a unos cuantos metros de su domicilio, entre las “fuerzas del orden” y una supuesta banda de secuestradores, acantonada a unos cuantos metros de la casa de quien esto me refiere.
“Mira, pues eran como las cinco de la mañana, era martes, me acuerdo rebien. Yo ya estaba levantado, como siempre, preparándonos mi esposa y yo para alistar a nuestros hijos para que fueran a la escuela, que se levantaran, se bañaran, desayunaran y todo eso. Salí de la casa para ir al carro a sacar unos papeles que necesitaba… ¡y que veo pasar varias patrullas y camionetas de la AFI (se refiere a la ya disuelta, por corrupta e inepta, Agencia Federal de Investigaciones) y que me gritan ‘¡Métansen pa’dentro de su casa y no salgan para nada!’ y ya que me meto volando y que le digo a mi mujer lo que vi y pues nos quedamos de a tres… porque, ¿pues a qué iban esos cuates allí? Y pues luego luego supimos, porque al ratito que me metí, ni dos minutos pasaron, cuando comenzamos a oír los disparos, así, como cohetes, cuando truenan juntito a ti… ¡sí, así se escuchaba de fuerte la balacera!”.
Cuenta Carlos que más de dos horas duró el tiroteo entre los agentes federales y los supuestos secuestradores y que ellos se subieron al segundo piso de su casa. “¡Pues yo pensé que si nos tocaba una bala perdida, ahí íbamos a estar más seguros, porque no sabes cómo estábamos de espantados, en serio…!”. Y lo peor es que ya que terminaron los balazos, les ordenaron los de la AFI que no salieran para nada, hasta que ellos les dijeran, pues si lo hacían, serían considerados sospechosos. “Un señor que vive también cerca, que se le ocurre salirse como a la una, pues porque como no había ido a trabajar, pues quería ir a avisar, para que no lo fueran a correr, ¿no?, y que ya lo andaban agarrando, diciendo que era secuestrador, pero que les enseña sus credenciales y que lo dejan ir, ¿tú crees?”.
Quedaron tan afectados, que la esposa de Carlos, ese mismo día quería ya regresarse al DF, a la casa de sus papás, en donde vivían antes. “Pues yo que me pongo a platicar con ella, que pensara que no era justo que por la balacera, dejáramos todo lo que tanto esfuerzo nos había costado para vivir allí y ella me decía que cómo era posible que en el DF, a pesar de que era tan conflictivo y peligroso, nunca hubiéramos vivido esas cosas tan fuertes tan de cerca.”
Pienso, en efecto, al platicarme Carlos los acontecimientos referidos, y que todavía muestra cierta afectación al recordarlos en ese momento, que realmente antes, cuando aún no vivíamos en un narcoestado, una muy alta probabilidad de vivir violencia así sólo podía darse en una aglomerada, desquiciada ciudad como la de México y sus zonas aledañas, pero no en un pueblito tranquilo y pintoresco, como en el que viven Carlos y su familia.
“¿Y todavía quiere regresarse tu esposa?”, le pregunto. “Pues… no, ya se resignó. Como le dije, pues ahora, como están las cosas, esto puede suceder en cualquier lugar, ¿no?, y pues ya está más tranquila”.
Pero nuevamente Carlos y ella se han intranquilizado al saberse que por estos días, a pesar de que, se dice, mataron a varios de los secuestradores durante el espectacular y violento operativo y al resto los encarcelaron, secuestraron al hijo de unos acaudalados canteros (se les llama así a los dueños de los bancos de cantera, muy abundante mineral pétreo en esta región, bastante demandado en la construcción) y que no han podido arreglar aquéllos que lo suelten. “Pero entonces, ¿para qué sirvió el operativo?” cuestiono. Carlos se encoge de hombros. “Pues no sé… a lo mejor nada más fue la finta, ¿no?”, responde. Y me dice que ese caso no es el único que la gente platica, sino que se sabe de muchos otros acontecimientos que evidencian el fracaso de la lucha contra el “crimen organizado”, emprendida por esta inepta mal administración panista. “Mira, ¿ves ese cerro que está por allá? – me señala Carlos un cerro que domina el horizonte hacia el sur del lugar –, pues ahí, atrás, se rumora que hay un rancho muy grande, como hacienda, que se llama ‘El Astillero’, y que es un narcolaboratorio, y que está muy bien cuidado y vigilado por narcos… dicen que hasta el ejército lo cuida y que cuidado con el que se meta allí, que luego luego lo matan… ¿cómo ves?”
Suena lógico que, de ser cierto, cerca de Huichapan se procesara droga, pues por tantos inmigrantes, indocumentados o no, que iban a EU, no hace mucho tiempo todavía, quizá algunos de ellos sirvieran como distribuidores. “Pero, como te digo, eso es lo que se rumora entre la gente”, me vuelve a aclarar Carlos. “Y ya ves que dicen que la gente muchas veces prefiere a los narcos y hasta los protegen, que porque éstos la ayudan y todo, ¿no?”
En efecto, recuerdo qué tan querido era Caro Quintero entre sus paisanos cuando estaba activo, pues los ayudaba mucho, les construía escuelas, parques, iglesias… o que es lo mismo que hace la organización criminal “La Familia”, que opera en Michoacán, con su red de, digamos, “ayuda social” que brinda a muchos pobladores (no hace mucho, por ejemplo, estuve en un pequeño pueblo michoacano, y quedé muy sorprendido al entrar a un café-Internet y ver que se contaba con muy modernas y rápidas computadoras, dotadas de grandes pantallas de cristal líquido y una increíble, muy rápida conexión a red inalámbrica que ni siquiera se ve en sitios como en la ciudad de México, muy excesiva infraestructura computacional para los escasos usuarios que acudían al sitio, razoné en esa ocasión).
“¿Y qué has pensado, Carlos, vas a seguir aquí?”, pregunto finalmente a mi entrevistado. “Pues sí, cómo le digo a mi esposa, qué nos queda, ya tengo mi trabajo aquí y ya estamos establecidos… ahorita, como están las cosas, a cualquier lugar que te vayas va a pasar lo mismo… y ya ves que se las da el gobierno de que está combatiendo a los narcos… la verdad es que es puro cuento, hasta han de ponerse de acuerdo con ellos, ¿no crees?”, responde.
Sólo me queda asentir tristemente ante su resignada reflexión y concluir que, en efecto, vivimos, muy convenientemente ya para los mal administradores panistas y sus ansias de militarizar a todo el país, en un narcoestado (Ver mi trabajo en Internet: “La muy oportuna ‘descomposición’ del estado mexicano, pretexto del gobierno para incrementar y recrudecer la represión gubernamental”).

Contacto: studillac@hotmail.com

Armas, egoísmo, corrupción y el big money

Armas, egoísmo, corrupción y el big money

Por Adán Salgado Andrade



Pues muy a pesar de la crisis económica tan severa que estamos viviendo y que continuará por mucho tiempo (no es de esperarse ya que haya una recuperación de a como estaban las cosas antes de dicha crisis), no se rompe el círculo de los grandes negocios o de las actitudes egoístas de grupos sociales que buscan siempre obtener una ventaja económica bajo cualquier circunstancia (Ver, por ejemplo, mi artículo anterior en Internet: “Detrás del virus de la influenza: grandes ganancias y las superbacterias” en el cual explico cómo se exageró la epidemia para que el medicamento Tamiflu, fabricado por Roche, se vendiera como pan caliente, proporcionando excelentes ganancias para dicha empresa). Y en los ejemplos que siguen, tomados de entre cientos, estará claro a lo que me refiero.
Comienzo primero por exponer que en Estados Unidos, país causante de la severa crisis que estamos padeciendo (Ver mi artículo en Internet: “El convenenciero capitalismo salvaje”), a pesar de ésta, lo que está intocable es el presupuesto para el aparato militar, es decir, el Pentágono. Se ha iniciado una especie de enfrentamiento entre el presidente Barack Obama y diputados y senadores de dicho país. No se crea que Obama busca que se disminuya sustancialmente el presupuesto del Pentágono (¡o que se suprimiera, acción que sería radical e insólita!). Al contrario, ha decidido Obama mantener intocables los $680,000 millones de dólares (aproximadamente un 62% del producto interno bruto, PIB, mexicano del 2008, estimado en un 1,088,128 millones de dólares, para que sirva de comparación), los que supusieron un aumento del 10% de lo que originalmente se tenía proyectado. No, en realidad el enfrentamiento se debe a que varios de los congresistas tanto demócratas (entre éstos se encuentran Edward Kennedy y John Kerry) como republicanos, insisten en adquirir más aviones F-22, fabricados por la compañía Lockheed Martin (LM). El pentágono “sólo necesita” 187, pero aquellos insisten en que hacen falta muchos más. No veo para qué, si de todos modos no está EU en este momento inmerso en una guerra que justifique tan elevadas sumas en armamento y en aquéllas en que sí lo está, como es el caso de los invadidos países de Afganistán e Irak, los F-22 jamás se han empleado hasta el momento (LM alega en su favor la perversamente ingenua frase de que “quizá la mejor arma sea la que no se emplee, pero que en lugar de eso, sea capaz de disuadir un conflicto antes de que éste inicie”), lo que ilustra cómo el gasto militar es uno de los rubros más inútiles que existan en la actualidad. Y entre el aún más inútil del total es el empleado en la fabricación y compra de las costosísimas armas nucleares, de las que, por fortuna, fuera de los bombazos nucleares en Hiroshima y Nagazaki, ninguna más se ha empleado como “solución” a conflictos militares (cuando eso suceda, será el fin de la humanidad, pues en una guerra termonuclear, nadie gana).
Aquí el problema en realidad existe porque LM tiene a sus cabilderos para que mantengan la presión sobre Obama y su gabinete con tal que el jugoso contrato siga adelante, sobre todo ahora en medio de la crisis puesto que, como se ve, el gasto militar continúa, a pesar de ésta, y es vital para empresas armamentistas como la citada compañía (que de todos modos LM contribuyó a la campaña presidencial de Obama). El precio por avión es de casi 160 millones de dólares, así que de 187 unidades, el costo ascendería a 29,920 millones de dólares (cantidad que supera en un 36% a las remesas que los mexicanos trabajando en EU enviaron en 2008 a México) en aparatos que fueron diseñados más para las necesidades de la llamada “guerra fría”, que para las, digamos, “modernas batallas” (y de hecho lo que supuestamente critica Obama es que los aviones los compra el Pentágono a través de contratos que datan desde la llamada guerra fría). Si pensamos en que la ONU destina apenas 1000 millones de dólares anuales para el combate de enfermedades curables en el mundo, resulta que casi treinta veces esa cantidad se invertirá en aviones que la mayor parte del tiempo están ociosos. Y es que no termina la cosa sólo al comprarlos, pues resulta que el mantenimiento es sumamente costoso porque, para comenzar, cada hora de vuelo de un F-22 cuesta casi ¡50,000 dólares!, además de que se estima que el tiempo promedio entre fallas críticas es de apenas 1.7 horas ya que los aparatos son muy problemáticos. Peor aún es el hecho de que por cada hora de vuelo, se necesitan ¡30 horas de mantenimiento!, aún en aviones nuevos (este absurdo sería tanto como comprar un auto nuevo, tan sofisticado que por cada día que se condujera, se ¡requirieran treinta para darle mantenimiento!). O sea que además de caros, los tan cacareados aviones supersónicos (supuestamente son los más veloces aviones de combate que existen actualmente y muy sofisticados), son muy defectuosos y sólo están listos para “atacar” el 55% del tiempo. Así que aún a pesar de eso, Obama no cuestiona su adquisición, sino que los congresistas cabildeados por LM quieran comprar más de los 187 presupuestados. Como ya señalé, el gasto militar es la salvación para los fabricantes de armas como LM, pues es un presupuesto que no sólo sigue manteniéndose en ese país a pesar de sus graves problemas económicos (ya el desempleo ronda el 10%), sino que cada año se incrementa. Y como se ve, a pesar de la crisis, EU destina casi el 5% de su PIB para sostener a su maquinaria militar, pues Obama insiste en que debido a las venideras crisis económicas, los “intereses” de EU en el futuro se verán afectados por insurrecciones populares o países que decidan resistirse a los embates neoliberales estadounidenses, así que ha señalado que no dudaría ni un instante en aplicar la fuerza de ser necesario (a pesar de su supuesta diplomacia, por ejemplo, Obama ha amenazado que en caso de requerirse, ordenaría una ofensiva militar contra Irán, si este país insiste en continuar con su programa nuclear, el que se asegura que es pacífico). Y por eso se opone a la compra de más aviones, pues justifica que el ejército estadounidense requiere, más bien, de “armamento moderno” que le permita enfrentar conflictos como las invasiones a Afganistán e Irak, que se han vuelto más de corte guerrillero (terrorista, dicen los militares estadounidenses), que guerras en sí, y que con armas que datan de la guerra fría, no se podrán ganar nunca (aunque considero que en esos conflictos, por más armas y soldados que se destinen, están condenados al fracaso, como hasta ahora se ha demostrado. Ver mi artículo en Internet: La sociología de la guerra, nueva estrategia de dominación estadounidense en Irak)
Por tanto, a pesar de que el gasto militar sea oneroso y que haya que comprar armas muy caras, defectuosas y costosas de mantener, se seguirá ejerciendo, en ¡nombre de la seguridad de “América”!
Un segundo caso, muy relacionado con el anterior, es lo que sucede justamente en Afganistán, país invadido por EU a finales del 2001, luego de los muy sospechosos derribamientos de las torres gemelas. A pesar de que no hubo evidencia directa de que Afganistán hubiera tomado parte en los así llamados “ataques terroristas”, el país fue intervenido y en muy pocas semanas fue derrotado el magro ejército comandado por el Talibán, el grupo político en el poder en ese entonces. Y desde esa fecha, EU se ha autoasignado la tarea de gobernar a ese país e imponer allí gobiernos títeres que lo único que hacen es convalidar la invasión y defender los intereses de los invasores.
Pero para desgracia de los estadounidenses, todos los esfuerzos para estabilizar y pacificar Afganistán han fracasado o no se han logrado del todo. Y no será eso posible si además, cuando helicópteros estadounidenses bombardean y balacean poblados en donde, aseguran, se esconden talibanes, los únicos muertos que quedan son de civiles inocentes, de los cuales cientos han sido asesinados desde que EU, junto con la OTAN, se han encargado de la “seguridad” de ese maltrecho, invadido, empobrecido país (prácticamente la única lucrativa actividad a que se dedican algunos campesinos afganos es la siembra de amapola, la que, curiosamente, se ha incrementado más ahora que el país está controlado por EU y la OTAN).
La más reciente de esas asesinas incursiones tuvo lugar el pasado miércoles 15 de julio, en el poblado de Tawalla, en donde 5 personas murieron y trece resultaron heridas. Declaró uno de los heridos, un joven campesino de 24 años, que se despertó por el sonido de las ráfagas de metralleta y que alertó a toda la familia y corrieron hacia un huerto de manzanas de un tío. “¡Nos dispararon sin razón alguna, aquí ni hay talibanes, hirieron a todas mis hermanas y hermanos y mataron a la más chica, una niña de cuatro años, todo eso es muy injusto!”, exclamó entre lágrimas, mientras era ingresado en un hospital de Kandahar. Y de hecho ya son tan comunes los asesinatos de civiles inocentes por bombardeos de aviones o helicópteros estadounidenses contra supuestas posiciones de los talibanes, que la mayor parte de afganos se oponen a que fuerzas extranjeras sigan en su país y que el títere del “presidente” Hamid Karzai continúe en el poder. Por tanto, no importan cuántos muertos civiles inocentes siga habiendo, pues en este caso resulta más importante el control de Afganistán para EU, ya que el país es estratégico por su posición geográfica, porque tiene frontera con Irán, y desde allí EU podría tener acceso a éste, en caso de que una inminente guerra con ese país se diera, como parece ser que en poco tiempo podría originarse (el pretexto de EU es que Irán está desarrollando armas nucleares). También tiene frontera con Turkmenistán, país que posee la cuarta más grande reserva de gas natural, vital combustible para la glotonería energética de EU, que podría comprarlo desde Afganistan. Otra de sus fronteras es con Uzbekistán, país considerado como el séptimo productor mundial de oro, que además posee reservas de gas natural, plata, uranio, carbón, petróleo y cobre, todos ellos también muy estratégicos recursos para EU (incluso entre 2001 y 2005, EU tuvo autorización del gobierno uzbekistano para establecer una base aérea en su territorio). La otra frontera es con Tayikistán, principal productor de aluminio del mundo y que además es la vía de tránsito de la amapola y el opio afgano, que luego se distribuyen en Rusia y Europa (muy buen negocio al que se dedican varias supuestamente respetables corporaciones estadounidenses). Por último, también tiene Afganistán una pequeña frontera con China, que militarmente podría ser muy importante para EU en caso de que alguna vez entrara en guerra contra ese país o si requiriera una puerta comercial de entrada allí.
Por otro lado, la siembra de amapola es de interés también a EU (como señalé arriba, ha aumentado sospechosamente su cultivo a pesar de la dominación estadounidense), así como las reservas de gas natural que Afganistán posee. Por tanto, la invasión y los muertos de civiles inocentes continuarán, ¡pase lo que pase!
El otro grave problema afgano es el cuerpo policiaco, el que le está dando muchos problemas al Pentágono, el órgano estadounidense encargado de “pacificar” y “democratizar” a Afganistán (si así se pretende controlar al país, con soldados, además de con las matanzas, en realidad no se tratará de democratizarlo, sino de militarizarlo, es lógico pensar).
Resulta que es una generalizada queja entre la población afgana que sus policías, no sólo no los ayudan en sus quejas, sino que además los extorsionan o incluso ¡les roban sus pertenencias! (aunque su comportamiento no dista, por desgracia, del de otras policías de otros países). Eso es porque, además de que sus salarios son muy bajos (150 dólares mensuales, poco más de 2000 pesos mexicanos), esos jóvenes mal uniformados (sus “uniformes” son camisolas y pantalones muy desgastados y rotos), no tienen sentido de la lealtad, muy difícil situación en un país en donde quien manda es una prepotente potencia extranjera, ni tampoco que antepongan su vida en caso de un ataque de los talibanes, pues muchas veces dejan a la población a su suerte si eso sucede. Además, según los pobladores que sufren de esas vejaciones y corrupción policíaca, el problema no son los guerrilleros talibanes, sino justamente la policía. Dicen que a su lado, los talibanes son “unos niños”. Me pregunto si esa es la generalizada opinión, entonces, ¿¡cómo se comportarán los elementos de la ley y el orden afganos!? Un regimiento de marines que llegó a una localidad ribereña, Aynak, fue recibido a tiros por los policías locales, quienes pretextaron que no sabían si se trataría de guerrilleros. Cuando luego de comprobar su identidad, los marines llegaron finalmente al “cuartel”, se encontraron con una deteriorada construcción de ladrillo y adobe sin techo, que era empleada por aquellos policías como “baño” a cielo abierto. Los soldados estadounidenses comprobaron que los “policías” eran la mayoría jóvenes veinteañeros vestidos con andrajosos “uniformes”, que estaban fumando marihuana, mal armados y con un muy bajo sentido del deber. De plano el cuartel central les ordenó a los marines que se deshicieran de esos “policías” y que fueran sustituidos por otros que están siendo entrenados especialmente por militares estadounidenses. Aún así, según el testimonio de muchos afganos, tampoco los policías “especialmente entrenados” son muy de confiar.
Desgraciadamente el comportamiento de tales policías, los de pueblos como Aynak, es una generalizada condición humana del profundo materialismo-egoísmo al que nos ha llevado el capitalismo salvaje que nos domina y condiciona. Así, la forma de actuar de esos agentes, corrupta, prepotente, ilegal e indolente se debe a que hemos llegado a un sistema en donde los únicos “valores” reinantes son el dinero y el consumismo a ultranza, perfectamente retroalimentados por la ideología materialista de que es el mejor aquél que más posee. Y si esa forma tan insensible de pensar se ha impuesto en todas partes, la mayoría de la gente (digamos la más “sensible” a ese mensaje materialista) entonces solamente estará buscando la manera de lograr el acceso al “paraíso consumista”: mucho dinero, buena ropa, buenos autos, buenas casas, viajes… y con tal de lograrlo, pasará por encima de todo, hasta de sus convicciones y cuantas lealtades haya que saltarse… o sólo será “leal” a quien le pueda ofrecer que gane mucho dinero. En este caso, aprovechan su condición de supuesta “legalidad” que el ser policías les otorga el estado y en lugar de cuidar las vidas y las posesiones de los afganos, los roban, los extorsionas e incluso los asesinan (justo como actuaban los agentes mexicanos de la ya disuelta AFI, que aprovechaban su condición de “legalidad” para incluso realizar secuestros y aliarse con los narcotraficantes), con tal de compensar sus raquíticos salarios y empezar a ganar “buen dinero” que les permita, como dije antes, acceder al “paraíso consumista”. Y para desgracia de Afganistán, está tratando de ser “democratizado” por EU, país en donde los valores materialistas-consumistas del capitalismo salvaje están en su máxima expresión, siendo el centro justo de tal salvajismo capitalista, muy mala ecuación, pienso, pues aún cuando sean soldados estadounidenses los “próceres” democratizadores, su estilo de vida materialista, su sofisticado armamento, sus equipos de comunicación, de cómputo, sus buenas instalaciones… en fin, todo ello combinado, inculcará mucho más entre la población local y entre sus autoridades que el estilo de vida occidental, o sea, materialista-consumista, es el ideal a alcanzar… y todo se vale con tal de hacerlo, hasta convertirse en corruptos policías que extorsionen y roben. Precisamente aquellos acantonados en zonas en donde se siembra la amapola (la siembra y comercialización de amapola, así como la producción y venta de drogas, que curiosamente ha aumentado aún más a raíz de la invasión estadounidense, constituye la mitad del PIB afgano, calculado en apenas 2000 millones de dólares, lo que lo eleva a la condición de “país del cuarto mundo”, o sea, de entre los más pobres del orbe), son quienes más ganan, debido a los sobornos que cobran con tal de que los pobres agricultores amapoleros realicen su actividad sin “problemas” (lo han hecho porque ganan algo más de dinero cultivando amapola, que cultivando trigo, por ejemplo, lo que hacen aquí en México muchos de nuestros pobres campesinos, que siembran marihuana porque eso sí les deja algo de ganancia y no la siembra de maíz, el que al vender, no recuperan ni lo que invirtieron).
Y pienso que por más policías afganos que sean entrenados por los marines, el problema de corrupción, prepotencia y violencia policiaca continuará a la par del reinado del capitalismo salvaje.
Un tercer caso, ligado también con el anterior, es que el ejército estadounidense, en su infructuoso afán de seguir combatiendo a las escurridizas guerrillas talibanes (las cuales, como señalé, son menos temidas que la corrupta policía afgana), ha llevado su desquiciado intento hasta Pakistán, en Mardan, al noroeste del país, limítrofe con Afganistán, en donde por los bombardeos de aviones estadounidenses y los violentos, constantes enfrentamientos tanto de marines y soldados paquistaníes coludidos con aquéllos, contra los guerrilleros talibanes, ya más de dos millones de paquistaníes que viven en esa región han debido desplazarse a campos de refugiados. Sin embargo, por las míseras condiciones de salubridad, de falta de servicios, de falta de alimentos y agua… ¡de la anarquía reinante!, los refugiados están teniendo graves problemas, entre ellos, una terrible afectación de su salud, sobre todo entre menores, quienes enferman y mueren a diario, víctimas de males curables, de hambre o deshidratación, que en condiciones de vida normales, no tendrían que matarlos, pero que como viven, peor que animales de corral, sucumben por su causa. Para mayor desgracia, los hospitales locales, malos de por sí, porque sus instalaciones son precarias, no tienen medicinas suficientes y carecen de recursos, son quienes deben de “atenderlos”. Si en condiciones “normales”, comenta uno de sus doctores, Arshad Khan, “no podemos brindar la atención necesaria a los enfermos que vienen aquí a curarse, menos ahora con esta dramática emergencia”. Y agrega que en Pakistán no es una prioridad la salud. “Ya ve, lo irónico es que tenemos armas nucleares, ¡pero no tenemos hospitales decentes ni suficientes!”.
Vaya sí es cierto lo que dice el doctor Khan, pues, en efecto, Pakistán, pretextando su histórico enfrentamiento con India (país que se le adelantó en el desarrollo de armas atómicas), actualmente también ha fabricado varios misiles nucleares, ¡listos para contraatacar a India en caso de que ésta le lance unos misilazos! Y eso es evidente al contrastar lo que Pakistán está destinando a su sistema de salud este año: 150 millones de dólares (mdd), contra nada menos que ¡3450 millones de dólares el año pasado destinados a su aparato militar, y que este año ha decidido incrementar a 3650 mdd! O sea, que este año, Pakistán va a gastar 200 mdd más en sostener su infraestructura bélica, cantidad mayor en 50 mdd de lo que destina en salud, vaya brutales contrastes. Eso simplemente indica el poco valor que dicho país (como en muchos otros) se concede a la salud de sus ciudadanos, sobre todo los más pobres, los más vulnerables a las enfermedades, incluso las curables. Y por otro lado, como he indicado en el análisis inicial, que el gran negocio de todo lo bélico y militar sigue adelante, a pesar de la brutal crisis económica mundial, y que se ha convertido en uno de los rubros más lucrativos, pero también más inútiles, que puedan existir en la actualidad. Así, para el gobierno paquistaní, es prioritario invertir casi 25 dólares en sostenimiento de su ejército y compra de armas, por cada dólar invertido en curar a su gente… ¡a esos niveles de indolencia e insensibilidad hemos llegado! (Y aquí en México no estamos tan alejados de lo que sucede en Pakistán, pues se destina más dinero para el rubro militar, que para la salud. Ver mi artículo en Internet: “Los deficientes servicios públicos de salud en México: el caso Issste” )
Un cuarto muy vergonzoso caso que analizaré, es el tácito reconocimiento de los soldados israelíes de haber tenido comportamientos fuera de la así llamada “ética militar”, quienes en diciembre pasado realizaron una más de las constantes incursiones militares que Israel lleva a cabo casi como cotidiana actividad, en territorio palestino, en este caso en la franja de Gaza, no bastándole toda la constante opresión, hostigamiento, bloqueos económicos, alimentarios, acaparamiento de las fuentes de agua dulce y robo territorial que desde hace tiempo ejerce dicho país contra los palestinos. En un artículo anterior, “El silencio de Obama” (disponible en Internet o en mi blog), doy cuenta de las atrocidades y los miles de muertos y heridos que la despreciable intervención de finales del 2008 provocó. Baste decir que además de la tremenda destrucción de infraestructura urbana (casas, escuelas, plantas generadoras de electricidad, edificios, puentes) que provocaron los israelíes, algo irrecuperable para un pueblo pobre, como son los palestinos, la proporción en el número de muertos israelíes, todos soldados los trece que fallecieron (matados por error por sus compañeros), fue de sólo un muerto judío por casi 70 palestinos, como se ve, algo fuera de toda equidad.
En estos días vi la elocuente cinta “Vals con Bashir” (bastante recomendable), en la cual se relatan las atrocidades cometidas en 1982 contra refugiados palestinos en los campamentos Sabra y Shatila destinados a tal fin, ubicados en Líbano, cerca de Beirut, tanto por los soldados judíos, que los rodearon, como por los llamados “falangistas cristianos”, un supuesto grupo guerrillero libanés apoyado por Israel, que pretextando el asesinato dos días antes de Bashir Gemayel, presidente electo de Líbano, se dedicó a masacrar a miles de refugiados palestinos en unos cuantos días, apilando sus cadáveres en las calles de esos sitios. Las escenas finales muestran brevemente los horrores que dicha matanza ocasionó, al pasar de la animación, formato en que la cinta está realizada, a las escenas documentales verídicas. Al ver esos distantes hechos (sucedieron en 1982), no pareciera que en medio de tanta civilidad, avances tecnológicos y científicos, organizaciones gubernamentales no gubernamentales para esto y aquello… repito, no pareciera que pudieran repetirse hoy en día, sin embargo, es algo que ha vuelto a ocurrir en varias ocasiones desde entonces. Como lo sucedido en diciembre en Gaza.
Y el problema adicional a la matanza de civiles inocentes es que reconocieron los soldados israelíes participantes que cometieron atrocidades tales como considerar como “sospechosos” a cualquier palestino que estuviera cerca de ellos. Los testimonios de trece de esos soldados, muy avergonzados por sus acciones, fueron recogidos por el grupo “Rompiendo el silencio”, formado por soldados reservistas, conscientes de las atrocidades que el ejército sionista comete contra los palestinos (por fortuna, en todo el mundo todavía hay grupos de personas contrarios a las imposiciones gubernamentales). Los soldados entrevistados denunciaron hechos tales como disparar a cualquier persona. Asesinaron, por ejemplo, a un joven que ondeaba un pañuelo blanco, a una mujer de avanzada edad cargando un costal, a un chico que viajaba en una moto o a un anciano que llevaba consigo una lámpara. “A mí me ordenaron matar a un hombre que estaba en una azotea con un celular, porque podía informar al enemigo de dónde estábamos. Se nos dice que en guerra urbana, cualquiera es enemigo. No hay inocentes”, declaró uno de los soldados. También declararon (todo ello en entrevistas videograbadas) que emplearon bombas de fósforo (muy oportuna y estratégicamente proporcionadas por Estados Unidos) para bombardear edificios considerados “sospechosos” (se llegó al extremo de bombardear con esos artefactos un lugar que la ONU tenía destinado para reunir alimentos dado que la invasión desató una crisis humanitaria, resultando todos contaminados con fósforo y, por tanto, incomestibles). El problema con el fósforo es que no sólo posee poder muy explosivo, sino incendiario y los heridos que deja, sufren de terribles, muy dolorosas quemaduras de segundo y tercer grado, muchos de los cuales fallecen de todos modos. Por otro lado, están prohibidas las bombas de fósforo de acuerdo a los protocolos militares mundiales. Aún así, Israel, auspiciado, claro, por su eterno cómplice, EU, las empleó sin miramientos de ninguna especie para atacar edificios e incendiarlos de inmediato y para destruir cientos de casas propias alegando cuestionables justificaciones. “Es que el fósforo todo lo incendia, por eso lo usamos”, declaró otro soldado.
En algunos barrios, como el de Ezbt Abd Rabbo, se forzó a palestinos que allí habitaban a catear casas y a ir enfrente de los soldados, quienes los empleaban como escudos humanos para evitar que el enemigo pudiera atacarlos. “Sí, en caso de ataque, era preferible que murieran palestinos y no nosotros”, agrega otro militar.
Sobre esas vergonzosas, inmorales acciones, declaró el fiscal israelí de derechos humanos, Michael Sfard, que reflejan un dramático cambio en la ética militar israelí, sobre todo de un ejército que se muestra como el “más moral” de todo el mundo. “Lo que estamos presenciando es un fuerte deterioro de nuestros valores morales y de nuestros límites. Es un dramático cambio de nuestros valores y de nuestro corazón”, agrega muy sentidamente Sfard.
En efecto, me sumo a Sfard en sus consideraciones, pero no es sólo del ejército judío, sino que las actuales guerras ya no son meras batallas entre soldados, sino que se vuelven verdaderas carnicerías en donde la mayor parte de las víctimas mortales son nada menos que inocentes civiles asesinados masivamente gracias al poderío militar del enemigo. Eso es evidente cuando revisamos las invasiones que EU ha hecho en países como Afganistán o Irak (o en Vietnam, si nos vamos más atrás en la historia), en donde, en su momento, se han relatado las atrocidades cometidas por los marines contra la población civil, lo cual resultó en miles de ciudadanos inocentes muertos de todas edades y condiciones. Así que si los propios estadounidenses violan frecuentemente los derechos humanos no sólo en guerras, sino bajo otras circunstancias (como ejemplo, considérense los presos encarcelados sin juicio ni proceso legal de por medio que se encuentran en la base militar de Guantánamo), el ejército israelí tiene un excelente ejemplo para hacerlo.
En fin, basten los cuatro casos narrados para dar cuenta de que, en general, los valores éticos y espirituales humanos están por los suelos y que vivimos en una época en donde es más valorada una metralleta, un tanque o una bomba, que una vida humana.

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