viernes, 29 de septiembre de 2023

En poblado de Inglaterra, decidieron protegerse solos, ante la ineficiencia policial

 

En poblado de Inglaterra, decidieron protegerse solos, ante la ineficiencia policial

Por Adán Salgado Andrade

 

En estados como Guerrero o Michoacán, la gente ha decidido formar guardias comunitarias, dado que ni policías, ni ejército, han podido combatir a bandas criminales que los hostigan constantemente (ver: file:///C:/Users/Ad%C3%A1n/Downloads/rgallo,+40+332-335.pdf).

Tan mala es la policía en muchos países, que hasta en Inglaterra, nada menos, ya hay sitios en donde la gente, desconfiada de la acción policial, ha decidido formar sus propios sistemas de seguridad.

Es el caso de la comunidad New Forest, perteneciente a Lyndhurst, en el estado de Hampshire. El artículo de The Guardian, titulado “’No necesitamos a la policía’: el pueblo de New Forest que ha tomado la ley en sus manos”, firmado por Mark Townsend, expone esa situación, de cómo, a pesar de ser una población pequeña, hay delincuencia, como robos, pero la policía ha dejado de ser confiable para resolverlos.(ver: https://www.theguardian.com/uk-news/2023/sep/02/we-dont-need-police-the-new-forest-village-taking-the-law-into-its-own-hands).

Comienza Townsend narrando cómo a la dueña de una tienda de antigüedades, Janine Stone, le robaron dos viejas charolas de cerámica que valían unas £750 libras. Sin dudarlo, Stone comunicó el asalto por su cuenta de Facebook y a los dos días, le fueron devueltas.

Es porque ya han organizado grupos de WhatsApp y Facebook entre la comunidad, dado que no confían en al policía local, la que prácticamente no ha logrado resolver casos de robo. ”Ya no confiamos en la policía”, dice Stone.

Por eso, ya no la llaman cuando sufren algún robo y se comunican mediante los grupos de WhatsApp que han formado. El grupo de Facebook “vigilancia del crimen”, tiene 16,000 miembros, casi la mitad de los residentes del lugar.

Perteneciente a Hampshire, ese estado cuenta apenas con 3,406 policías para la vigilancia, 300 menos que en el 2010. Por ello, “la gente de Lyndhurst ha tomado la vigilancia como su prioridad”.

Y eso es a nivel nacional, anota Townsend, desde que los Tories tomaron el poder en el 2010. “Hicieron recortes de 25 por ciento, lo que significa menos atención a robos, por lo que es casi anormal que se resuelva un crimen”.

A nivel nacional, 2.4 millones de casos, fueron cerrados en el 2022, sin haber hallado a sospechoso alguno en ninguno. “Hasta marzo del 2023, en sólo 4.4 por ciento de los crímenes, fue hallado el culpable. Y en el 2022, sólo 5.7 por ciento de los crímenes fueron resueltos”, apunta Townsend.

Con eso del “eficientismo”, que data de la autoritaria Margaret Thatcher (1925-2013), hasta en la seguridad aplican recortes. Y eso que se trata de un país “rico”. En las cárceles, por ejemplo, falta personal, rebasan por mucho su capacidad de presos y varias, son insalubres (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2023/09/las-infectas-violentas-saturadas.html).

También, como quisieron “ahorrar” dinero, entre los 1950’s y 1990’s, construyeron escuelas y varios edificios públicos con bloques de concreto “aligerado” (80 por ciento de su volumen es de aire, por lo que flotan al introducirse en el agua), así que se andan deshaciendo, cayendo repentinamente sus techos, pues ese material sólo dura 30 años (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2023/09/en-inglaterra-entre-los-1950s-y-1990s.html).

Y así, hay varios ejemplos que demuestran que ese país “rico”, no lo es.

Por eso, la gente ha optado por defenderse sola. La actual Ministra del Interior, Sue-Ellen Braverman (Londres, 1980), de origen hindú, ha implorado a todos los cuerpos policiacos que por favor “resuelvan los casos, pues todo mundo tiene derecho a que se los aclaren, pero no han tenido eco sus súplicas”, anota Townsend.

Quizá porque como Braverman no es “rubia”, no le hagan caso, es de suponerse. En Inglaterra, como en muchos países del “primer mundo”, subyace un racismo inconsciente.

Regresando a Lyndhurst, en el 2022, se reportaron 118 robos y la policía no ha dicho cuántos se han resuelto, si es que ha sido así, pues son datos que “sólo pueden solicitarse bajo pedidos de Acceso a la Información”. Vaya tonta justificación, si hasta aquí se tienen estadísticas de los crímenes cometidos y cuántos se han resuelto.

Uno de tales robos, sucedió en el museo de New Forest y tampoco se ha aclarado. “La policía no proporcionó detalles del asalto, justificando que necesita más ‘detalles’, afirma el presidente del sitio, Angus Harley”.

La oficina del Ministerio del Interior, indica que sólo 0.9 por ciento de los robos en Lyndhurst, se han resuelto. Bajísima la cifra.

Aaron Page, vendedor de abarrotes y recaudo, dice que todos los vendedores del lugar son miembros de alguna red, “nos hemos convertido en vigilantes. Rara vez molestamos a la policía y, la verdad, ya no la necesitamos”.

Vergonzoso que eso se piense de la policía. “Las patrullas, sólo las vemos cuando los oficiales vienen al centro del pueblo a tomarse un café”.

Considera que le han robado unas 250 veces, desde que sus padres administraban el negocio. “En esos tiempos, sí llamaban mis padres a la policía y, en efecto, respondían. Pero ya no lo hacen”.

Una vez, un hombre entró a la tienda y robó una botella de whisky. “Le tomé una captura a la cámara de seguridad y la subí a las redes, recomendando que tuvieran cuidado. Se viralizó y ese tipo, ya no ha vuelto a pararse por aquí”.

Cuestionado sobre qué haría para volver a confiar en la policía, dice que “haya más presencia en las calles, que patrullen más y que estén en contacto con nosotros”. Sí, la policía tendría que involucrarse más. Y eso debería de hacerse en todos los países.

Aún así, hay todavía algunos oficiales que hasta dan su número a la gente, como a Harley, quien dice que un policía “me dio su número, para lo que necesite. Está a unas diez, doce millas, pero me aseguró que puedo contar con él”.

Como siempre, las “autoridades” dicen que están buscando “mejorar”. Tanto la comisionada policiaca local, Donna Jones, así como el inspector policial local, Nick Marsden afirman que el “nuevo modelo garantizará que la policía acuda de inmediato a un hecho criminal, combinando eficiencia con inteligencia”.

Jones dice que “estamos adoptando modelos comunitarios, pero es necesario que la gente nos siga reportando los crímenes, para que actuemos”.

Pues será cosa de que vuelvan a recobrar los ciudadanos la confianza en esos ineficientes y hasta corruptos cuerpos policiacos.

Por eso, las guardias comunitarias en México, no bajan ni la guardia, ni las armas, enfrentadas a “policías” y hasta a “soldados” corruptos y asesinos – como los que mataron a los 43 normalistas –, que hasta estaban ligados a grupos de narcotraficantes.

Ya, en la ciudad de México, en vista de tantos robos a gente, casas, autos y autopartes, se ha optado por formar vigilancia local, con reflectores, cámaras digitales, sonoras alarmas, grupos de WhatsApp y personas pagadas para que hagan rondines nocturnos (en la calle en donde vivo, ya se hace eso).

Como dice Stone, la propietaria de la tienda de antigüedades, “todo lo que pedimos a la policía es que muestre su rostro, su lado humano. ¿Es mucho pedir?”

Pues para tipos entrenados casi solamente para matar, no para vigilar, en efecto, es mucho pedir.

 

Contacto: studillac@hotmail.com

 

miércoles, 27 de septiembre de 2023

Las infectas, violentas, saturadas cárceles inglesas

 

Las infectas, violentas, saturadas cárceles inglesas

Por Adán Salgado Andrade

 

Cuanto más leo el periódico inglés, honesto, The Guardian, más me convenzo de que Inglaterra, como muchos otros países que se presumen ricos y adelantados, se asemeja más y más a uno pobre, subdesarrollado, “bananero” – como despectivamente gente de esos países “ricos”, se refiere a los países pobres y atrasados –, que comparte muchos de los problemas que padecemos los “atrasados”.

Uno de tantos es el de sus prisiones, las que evidencian las pobres condiciones en que se encuentran, cuando Daniel Abed Khalife logró escapar de la prisión HMP Wandsworth, saliendo por la cocina y escondiéndose debajo de un camión que surte a esa cárcel de cosas. Ochenta empleados de esa prisión no asistieron el día en que Khalife escapó, un 40 por ciento del personal. Khalife es un ex soldado acusado de intentos de terrorismo, pues planeaba estallar una bomba en instalaciones militares.

Y por eso pudo escabullirse, por la laxa vigilancia y la falta de personal realmente competente. Son las conclusiones a las que se llegó al analizar su caso – ya lo reaprendieron (ver: https://www.theguardian.com/uk-news/2023/sep/09/how-daniel-khalife-became-britain-most-wanted-man).

Y esa prisión, es una de tantas que presentan serios problemas de falta de personal, insalubridad y ambiente hostil y violento para los prisioneros.

El artículo “Violencia, aislamiento y celdas infestadas de ratas, es lo que reveló una investigación sobre el estado que impera en las prisiones de Gales e Inglaterra”, publicado por The Guardian y firmado por Helen Pidd, expone esa situación, como dije, propia de países “bananeros”, en donde son frecuentes los motines por cárceles abarrotadas y faltas de condiciones que, realmente, ayuden a reinsertar a los prisioneros a la sociedad (ver: https://www.theguardian.com/uk-news/2023/sep/25/insiders-on-the-state-of-english-and-welsh-prisons).   

Dice Pidd que es casi imposible que periodistas entren a prisiones, seguramente porque las autoridades saben las condiciones que imperan en la mayoría de ellas. En un podcast que acompaña al articulo (https://www.theguardian.com/news/audio/2023/sep/27/overcrowded-and-understaffed-life-in-england-crumbling-prisons-podcast), Pidd dice que tuvo que acudir a ex prisioneros, para que le platicaran cómo pasaron sus días en ciertas prisiones. Uno de ellos, Kieran – no es su verdadero nombre –, está cumpliendo una sentencia de tres años en Wandsworth. “Muy deprimente lugar, no hay suficiente personal. Un día tuve que pedir que me dejaran bañarme, pues llevaba cuatro días sin hacerlo. Sólo me dijeron que no era posible, pues no había personal que pudiera custodiarme. El excusado está en medio de una celda que se supone era originalmente para una persona y ahora están tres o más. Lo tienes a un lado, apenas medio cubierto con una cortina. Y debes de soportar el mal olor del excremento de todos…¡terrible!”.

Darren es otro prisionero, quien sólo estuvo dos semanas, por haber desobedecido ciertas reglas de su libertad condicional, pero con eso tuvo para ver las infectas condiciones de esa prisión. En el podcast, platica Darren, quien estaba encargado del manejo de los contenedores de reciclaje, que “a algunos que eran para guardar latas vacías y que eran vaciados cada dos meses, les salían unas cincuenta ratas al menos”. “¡Muy asqueroso!”, dice Pidd.

También, tienen el problema de que muchas palomas se meten por las ventanas (aunque diminutas esas ventanas, caben por allí). “Y se cagan por todos lados”, dice Darren, “ensuciándote tus cosas, tu ropa, libros. Realmente es denigrante estar en esa prisión, te degrada, no te tratan como persona”, afirma, categórico.

Y es que esa prisión, que fue construida en 1851, está 170 por ciento por arriba de su capacidad, alojando 1,667 prisioneros, 667 más para los que fue originalmente diseñada.

“Al 22 de septiembre del 2023, las cárceles de Inglaterra y Gales, tienen 87,695 presos, el doble de los que eran hace 30 años. Sesenta y cinco por ciento de las cárceles están sobrepobladas, con 8,500 presos más que no reciben ‘buenas y decentes’ condiciones para estar allí”.

Y es una condición vital para reinsertar a los internos a la existencia normal. Es lo que señala Charlie Taylor, jefe de inspectores de las cárceles, citado por Pidd. “Un diez por ciento de las prisiones deberían de tirarse, pues no cumplen su propósito de rehabilitar a los prisioneros, no se les trata dignamente”, afirma, categórico. Por desgracia, no está en su poder cambiar lo malo que vea, sólo debe de reportarlo, “pero que hagan caso las autoridades, es otra cosa”, señala Pidd.

Y no se trata de construir más prisiones, como agrega Taylor, sino mejorar las condiciones carcelarias, no sólo de tener celdas decentes, sino de proporcionar una vida digna y productiva a los presos. Tiene razón.

De por sí, las prisiones no están hechas para rehabilitar a los internos. Al contrario, salen peor (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2020/11/las-prisiones-no-reforman-presos.html).

Las prisiones inglesas y galesas, no sólo tienen menos custodios de los requeridos, sino que tampoco  tienen personal suficiente en labores de apoyo, como psicológicas. “Muchos de los detenidos, provienen de medios familiares que les ocasionaron traumas, que los llevaron a cometer los crímenes o delitos que los llevaron a esas prisiones. Necesitan ayuda psicológica, pero no la reciben. Kieran dice que un amigo pedía que lo transfirieran a él, a Kieran, a su celda, pues tenía fuertes problemas mentales. Los guardias nada más le decían que ‘sí, sí, ya veremos’. Nunca lo hicieron y el amigo de Kieran se suicidó. Igualmente, otros dos internos fueron hallados muertos, pero no se sabe si ellos mismos se quitaron la vida”.

Judith Feline, también citada por Pidd, renunció a su cargo como directora de la prisión HMP Maidstone, “pues las autoridades nunca quisieron darme dinero para hacer algunos acondicionamientos mínimos que necesitaba la prisión”. Dice que ni para cortinas le quisieron dar. “Me preguntó el contador que si eran necesarias y yo le dije que en verano, que amanece muy temprano, no puedes dormir por tanta luz”.

Otro problema es que al haber poco personal de vigilancia, los presos abusan, sobre todo, con las mujeres, a las que no respetan, escupen o hasta avientan bacinicas con excremento. “Eso le sucedió a una custodia y tuvo que estar en permiso dos meses, por el trauma que sufrió cuando le echaron excrementos en plena cara”.

Obviamente, así no van a lograr “reinsertarlos”, “sólo empeoran”, como dice Feline.

Y aunque en el 2017, se inauguró una nueva prisión, la HMP Berwyn, que costó £250 millones de libras esterlinas, ya está a “sólo seis prisioneros de alcanzar su capacidad. Como tiene poco personal, ya tampoco los presos tienen las condiciones que originalmente les eran ofrecidas, como celdas individuales y hasta equipadas con laptops (sin internet), para que escribieran y hasta pidieran menús especiales”.

Paul, uno de los prisioneros de esa cárcel, dice que al principio estaba encantado. “Nos dejaban estar fuera hasta diez horas al día, pero al irse llenando e ir teniendo menos personal, nos han ido restringiendo las salidas, que son tan necesarias. Además, no nos dan cursos para aprender cosas. Yo pienso que hasta deberíamos estudiar una carrera en prisión, para que saliéramos convertidos en hombres de provecho, pues si no hacemos nada, menos nos rehabilitamos”.

Tiene mucha razón, pues el hecho de que los internos desarrollen actividades artesanales, artísticas, que hasta les proporcionen un ingreso, los va convirtiendo en mejores personas.

De otra forma, la inactividad y la convivencia con personas que son realmente peligrosos delincuentes, los irá deformando, en lugar de rehabilitando.

Otro problema son las drogas, las que incitan a la violencia. “Personal de mantenimiento de Wandsworth tiene que cambiar 300 excusados, que son destrozados por los internos cada mes, pues en ellos “desquitan su comportamiento violento”. Y esas drogas, le dijeron a Pidd, que muy probablemente son introducidas por custodios corruptos. Como no ganan tanto, unas £2,500 libras mensuales ($53,725 pesos, mucho para aquí, pero poco para allá, con rentas que pueden llegar a 1,000 libras como mínimo para departamentos en malas condiciones), muchos no están tan interesados en ser honestos y recurren a la corrupción, con tal de procurarse un salario extra.

Igualmente, de contrabando, los prisioneros meten celulares y otras cosas, hasta armas, u objetos que pudiera ser usados para agredir a otros internos. “Hasta se hacen famosos, pues se crean sus canales de YouTube, con miles de seguidores”, dice Pidd.

Taylor, el jefe de inspectores, dice que es necesario humanizar más las prisiones. “¿Qué queremos cuando salgan, que sean personas bien integradas a sus familias o que no sean más que un nuevo peligro para la sociedad, al salir convertidos en peores personas que cuando recién entraron a la cárcel?”.

Louise es una custodia veterana, que ya tiene más de 20 años trabajando en una prisión al norte de Inglaterra. “La verdad, ya me cansé, pues todo ha empeorado. Dicen las autoridades que van a mejorar, a meter más dinero para la atención de los internos, pero nada, nada. Estoy pensando en retirarme, sinceramente”.

Y ese el sistema carcelario inglés.

En la más reciente entrega de la saga de James Bond, titulada “No time to die”, un encarcelado Ernst Blofeld, súper villano, eterno enemigo de Bond, es solicitado para ser entrevistado por el 007. Está recluido en una prisión de alta seguridad, en Londres, muy moderna, bien iluminada, limpia, toda de acero, de lujo.

Así, en tan magníficas condiciones, ningún preso tendría problemas en permanecer allí, es de suponerse.

Pero no es así. Tienen que convivir con el mal olor de excrementos, el peligro de ser mordidos por ratas o de ser asesinados por sus compañeros de celdas.

Se entiende que, por eso, muchos no aguanten y prefieran suicidarse.

Para el sistema, será mejor, ¿no?

Un preso menos para alimentar.

 

Contacto: studillac@hotmail.com