martes, 18 de agosto de 2015

Armas caseras: más violencia en Estados Unidos




Armas caseras: más violencia en Estados Unidos
por Adán Salgado Andrade

El 7 de julio del 2013, el joven Samir Zawahri, de 23 años, asesinó a su hermano, su padre y otras tres personas en Santa Mónica, California, con un rifle casero, tipo AR-15, que los investigadores piensan que él mismo fabricó. Tras un tiroteo con la policía, fue herido de gravedad, muriendo en la escena del crimen.
Uno de los principales problemas de que en Estados Unidos (EU) sean tan cotidianos los tiroteos es su desmedido amor por las armas, debido al anacrónico derecho que todo estadounidense tiene constitucionalmente de poseer un arma. Tal derecho, ningún presidente u organización, hasta la fecha, ha podido combatirlo, pues asociaciones como la NRA (Asociación Nacional del Rifle), es la primera en protestar enérgicamente contra toda posibilidad que pudiera, ya no digamos, anular el derecho a poseer un arma, sino a, por lo menos, regularlo (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2012/07/de-tiroteos-estrenos-hollywoodescos-y_26.html).
Por lo mismo, son una constante los mencionados tiroteos, sobre todo porque la facilidad con que pueden adquirirse armas, aumenta las probabilidades de que alguna persona, tan sólo por desquitarse de alguien o de algo, lo que sea, pueda ingresar a algún sitio y matar a mansalva a mucha gente.
Por ejemplo, tras el terrible incidente que se dio en la escuela elemental Sandy Hook, en Newtown, Connecticut, en diciembre del 2012, en el cual otro joven, Adam Lanza, mató a veinte alumnos y seis adultos, su madre, entre ellos, suicidándose al final, muchos pensaron que el Congreso de EU aprobaría leyes para reglamentar verdaderamente el uso de armas. Sin embargo, no se ha hecho nada y para octubre del 2014, 87 tiroteos en otras escuelas ocurrieron, más los que van del 2015.
La alta incidencia de armas es siempre la constante, como ha demostrado David Hemenway, quien funge como director del Harvard Injury Control Research Center, quien afirma que “Dentro de los Estados Unidos, una buena cantidad de evidencia empírica indica que al haber más armas en la comunidad, habrá más violencia”.
De hecho, hay casi 90 armas por cada cien personas y, como señalan algunos, es prácticamente difícil contar las que existen en la actualidad. EU es el país, de entre los “desarrollados”, con la cifra más elevada de muertes por armas de fuego: 10 por cada cien mil habitantes, lo que anualmente significa alrededor de 32000 decesos, o sea, 90 por día.
La posesión de armas también facilita los suicidios, sobre todo entre los veteranos de guerra, quienes perseguidos por los traumas que les dejan las deshumanizadoras actividades militares, se quitan la vida. El promedio diario de suicidios entre ellos es de 22, o sea, más de 8000 al año. Y sumando esa cantidad con el resto de los suicidios, alrededor de 20 mil ocurren anualmente, agregando incluso los que cometen varios de los tiradores masivos una vez que han realizado sus asesinatos múltiples.
Además, los tiroteos masivos se han triplicado desde el 2011. Un estudio halló que desde 1981, ocurría un evento así cada 172 días, pero desde ese año, 2011, ocurre cada 64 días (ver: http://elitedaily.com/news/politics/america-averages-one-school-shooting-a-week/814769/).
Las estadísticas que revela el Gun Violence Archive, GVA, indican que tan sólo en lo que va del 2015, han ocurrido 31680 incidentes que involucran armas de fuego, en los que han muerto 8108 personas, 16458 han sido heridas, 467 niños han muerto o sido heridos, 1600 adolecentes igualmente han sido heridos o fallecido y se han dado 207 tiroteos masivos, o sea, casi uno por día.
Muchos justifican la posesión de armas para defenderse, de ladrones, por ejemplo. El GVA señala que ha habido 1405 incidentes de invasión de hogares y 746 casos de armas empleadas en defensa propia y quienes los han perpetrado afirman que, de no haber sido por sus armas, los habrían asaltado o asesinado. Quizá tengan razón, pero eso no excluye que es justo por la gran cantidad de armas que existen en ese país que los delitos son más frecuentes, pues los criminales se sienten más “seguros” al cometer un robo a una casa, digamos, justo porque poseen armas muy fácilmente.
Y es de destacar la cifra que el GVA señala en los casos de disparos “accidentales”, que asciende a 1171 tan sólo en este año y que seguramente causaron muchas muertes (ver: http://www.gunviolencearchive.org/).
Como se ve, es un infernal círculo vicioso que tiende a incrementarse, a pesar de la espiral de cotidiana violencia, más aun cuando muchos defienden no sólo su derecho a poseer armas, sino a fabricarlas en casa.
Fue el caso del mencionado Zawahri, quien años atrás de su multihomicida acción pretendió adquirir un arma, pero debido a sus antecedentes de enfermedad mental, falló en su intento. Así que decidió adquirir un “receptor inacabado” (unfinished receiver), la pieza metálica que contiene los mecanismos que permiten que un arma dispare y se fabricó su propio rifle, justo con el que realizó la matanza.
Esos receptores son, digamos, la moda actual para los amantes de las armas, quienes por alguna razón, no pueden adquirir alguna legalmente o que son simples criminales. Así, es más fácil adquirir dicha pieza y terminarla de armar con piezas que son ordenadas por correo (¡sí, por correo!), y como los receptores no tienen número de serie, ni marca alguna, esas armas “caseras” son indetectables, como lo son, de alguna manera, detectables, las que se venden legalmente.
Los receptores van desde los 60 hasta los 250 dólares y aunque son simples piezas metálicas, quien tenga cierto adiestramiento técnico puede taladrarlos y ahuecarlos justo para que se pueda fabricar un arma con ellos.
Supuestamente existe el Acta de Control de Armas de 1968, la que establece que ninguna persona que no esté autorizada puede fabricar armas para venta o distribución. Pero quienes venden los receptores se justifican que no son armas por sí mismos y, por tanto, no violan la ley al venderlos.
Quizá estén en su derecho, pues es como si se prohibiera aquí vender metal, pues ello permitiría fabricar cuchillos, por ejemplo. Sin embargo, ese vacío legal ha sido aprovechado por ciertas personas para seguir defendiendo no sólo su derecho a poseer armas, sino, peor aún, a fabricarlas, como ya señalé.
Uno de ellos es Cody Wilson, quien a sus 26 años se declara anarquista y antisistema, al menos, claro, en lo que a fabricación de armas se refiere.
Wilson también ha incursionado en otros campos, como el de haber diseñado, junto con otros amigos, una especie de sitio de ventas que sería indetectable por los agentes federales, además de que también han desarrollado un programa para lavar dinero (ideal para narcos, por ejemplo) empleando el bitcoin, esa moneda digital creada mediante programas fuertemente encriptados, y también para realizar transacciones en línea, sin que tampoco autoridad alguna pueda detectarlas.
O sea, que Wilson y sus amigos buscan, sobre todo, beneficiarse a sí mismos, más que a la sociedad con sus invenciones. Pero justifican que sólo tratan de emplear la tecnología en contra del “control gubernamental”, convertir, dice Wilson, al gobierno en “obsoleto”. Habría que ver si lavar dinero o fabricar armas es, en verdad, algo liberador, podría pensarse.
Una de sus invenciones que más polémica ha causado es nada menos que una pistola plástica que puede fabricarse con una simple impresora 3D, empleando un programa ideado por Wilson, y disponible libremente en la red. Esa arma, que saliera a la luz en junio del 2013, fue bautizada por Wilson nada menos que con el nombre de Liberator, pues, según él, simboliza el derecho que cualquier estadounidense tendría, dentro de su muy particular punto de vista anárquico, de fabricar y poseer armas.
Wilson es fundador del grupo pro armas Defense Distributed, DD, bajo el cual publicó sus polémicas instrucciones para fabricar la pistola plástica. Recibió recientemente una carta del gobierno exigiéndole que las removiera de la red, pues de lo contrario, se arriesgaría a ser enjuiciado por fabricación ilegal de armas. Sin embargo, Wilson, sus colaboradores y sus abogados resulta que ahora demandaron ellos al gobierno por tratar de censurar la “libre expresión”. Dice Wilson que “unas instrucciones de programa son expresión y si el gobierno me obliga a removerlas, entonces está atentando contra mi derecho a la libre expresión y eso es contrario a la constitución” (ver:  http://www.wired.com/2015/05/3-d-printed-gun-lawsuit-starts-war-arms-control-free-speech/?mbid=nl_050615).
Muy polémica su “justificación”, pero Alan Gurs, el abogado que está al frente de la demanda de DD contra el gobierno es la que está usando pues señala que “El Internet está disponible en todo el mundo, así que no puede considerarse que estemos exportando algo (refiriéndose a las instrucciones para hacer el arma plástica), como el gobierno nos quiere atacar, así que eso es un exceso en contra de la libre expresión autorizada por nuestra constitución”.
Y es que el Departamento de Estado, quien dio el ultimátum a Wilson para retirar las instrucciones del Internet, retoma una controvertida serie de regulaciones conocidas como la ITAR (International Traffic in Arms Regulations), la que controla cómo y si es que algún estadounidense puede vender armas fuera de los EU.
Como quiera, Wilson, no sólo se salió con la suya desafiando a la ITAR con su polémica  mortal pistola plástica (la que puede disparar un tiro por ronda), sino que actualmente, aprovechando la venta de los mencionados receptores, diseñó, junto con su equipo de Defense Distributed, un artilugio controlado por computadora el cual, muy fácilmente, puede hacer los agujeros necesarios y ahuecar un receptor sin que se requieran grandes habilidades manufactureras. Esa especie de impresora 3D para metal fue bautizada como Ghost Gunner, es decir, el pistolero fantasma, aludiendo a que quien fabrique un arma con ese equipo no podrá ser rastreado por el gobierno.
El aparato tiene un costo de $1500 dólares y se pide en línea (https://ghostgunner.net/).
Y es tan rápido y preciso que requiere alrededor de una hora para preparar perfectamente los receptores de aluminio que son el alma de rifles del tipo AR-15.
El autor de temas tecnológicos de la revista Wired, Andy Greenberg, decidió hacer la prueba él mismo, con tal de verificar qué tan fiable es el Ghost Gunner.
Sin ningún tipo de experiencia previa, primero realizó un modelo mediante un taladro industrial, que quedó imperfecto. Otro modelo lo construyó en plástico, empleando una impresora 3D. Por último, empleó el Ghost Gunner, el que en poco más de una hora le hizo una pieza tan impresionantemente exacta, que cuando la llevó con un armero para que le ayudara a colocar las piezas extras para construir una réplica de rifle AR-15, aquél se maravilló de la perfección del receptor de aluminio, que le dijo que era la única pieza de las tres que realmente serviría para hacer la citada arma (ver: http://www.wired.com/2015/06/i-made-an-untraceable-ar-15-ghost-gun/).
El resultado fue un rifle perfectamente funcional, o sea, listo para matar.
Greenberg terminó desarmando su arma y entregando el receptor a la policía, como buen ciudadano respetable, pero señala que DD ha vendido más de mil de los Ghost Gunner, con los cuales seguramente ya se habrán fabricado cientos de rifles, indetectables.
Wilson no niega que, en efecto, su artilugio no es sólo para que todo estadounidense ejerza también su derecho a fabricar, además de poseer armas, sino para que DD y su equipo comiencen a ganar algo de dinero, así que, después de todo, su “ideal” no es tan filantrópico, sobre todo porque la máquina está hecha con componentes baratos.
Pero en lo que hace énfasis es en ese derecho. “Tú puedes tener un cepillo dental sin número de serie y también un rifle no seriado. Esto es importante para mí. El arma indetectable es por lo que lucho”.
Así que mientras para Wilson y miles como él de “libertarios” debe ser un “derecho constitucional” hasta fabricar un arma, en EU seguirán muriendo 90 personas al día, en promedio, por disparos de armas de fuego.
¡Vaya libertarismo!                

jueves, 6 de agosto de 2015

Inteligencia artificial, otra contradicción y peligro del capitalismo salvaje



Inteligencia artificial, otra contradicción y peligro del capitalismo salvaje
por Adán Salgado Andrade


Una de las zagas cinematográficas que mejor muestra el peligro de lo que significaría un robot militar que se saliera de control, es la de los filmes de James Cameron, Terminator I y II, en los cuales un sistema de defensa “inteligente”, Skynet, encargado de vigilar el programa nuclear de Estados Unidos (EU), se sale de control, comienza a “pensar” por sí mismo y provoca un conflicto termonuclear que casi acaba con la humanidad en 1997. Décadas más tarde, las máquinas han evolucionado hasta apoderarse de todo el planeta y lo que queda de la humanidad son algunos guerrilleros que luchan por combatirlas.
El escenario planteado, tan de ciencia-ficción, cada vez se vuelve más realista y potencialmente peligroso, en vista de los “progresos” que ha ido teniendo la Inteligencia Artificial (IA), la que, por desgracia, está teniendo aplicaciones no sólo en la vida diaria, sino también en el diseño y fabricación de armamento. Una cosa es que, por ejemplo, una supercomputadora de IBM, la Deep Blue, haya derrotado al campeón mundial de ajedrez, Gary Kasaparov después de seis juegos y otra muy diferente es que se dejaran las decisiones militares a cerebros artificiales y robots militares inteligentes. Es lo que tiene preocupados a muchos, tanto científicos, así como empresarios.
Expertos en IA como Demis Hassabis, fundador de la empresa DeepMind, recientemente adquirida por Google,  Shane Legg, experto en IA, también de Google, Ryan Gariepy, de la empresa robótica canadiense Clearpath, Elon Musk, fundador de Tesla Motors, que fabrica eficientes autos eléctricos, Jaan Tallin, fundador de Skype, el astrofísico Stephen Hawking, el profesor de Oxford, Nick Bostrom, eticista sobre IA, Stuart Russell, pionero en ese campo y muchas otras personalidades empresariales, académicas y científicas, se han reunido frecuentemente en varios países y dictado conferencias sobre los peligros que pueden derivarse de la IA, si ésta disciplina científica no se hace de acuerdo a serias consideraciones éticas y morales, sobre todo, que se tengan en cuenta valores humanos en su creación.
Y es que todos esos expertos y personalidades plantean el problema de qué sucedería si las máquinas dotadas de inteligencia propia comenzaran a desviarse de los objetivos originales para los cuales hubieran sido hechas y programadas, y generaran sus propios comandos, que descartaran el objetivo original, sobre todo cuando se tratara de la aplicación de la IA al diseño de armas, que, por desgracia, es el primer cometido que se tiene cuando se da un nuevo avance, qué tan eficientes armas se lograrían aplicándolo allí.
Y no es un objetivo secundario, no. Por desgracia, alrededor del 80% de los “avances” científicos tienen como primer meta la fabricación y diseño de armas. Las armas siempre han sido un muy lucrativo negocio, por eso aprovechan cualquier nuevo avance (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2011/12/ferias-de-armas-exhibicion-de-fuerza-de.html).
Quizá uno de los proyectos militares que más mentes científicas conjuntó, además de millones de dólares en fondos para que se lograra el destructivo objetivo cuanto antes, fue el “Proyecto Manhattan”, la investigación que por poco más de tres años engendró a la temible bomba nuclear, que fue usada absurdamente en contra de Japón en 1945, país que ya estaba prácticamente derrotado, para “finalizar” la segunda guerra mundial. Pocos científicos y personalidades objetaron ese infame proyecto y que, finalmente, la letal creación se empleara (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2014/12/dia-de-la-trinidad-el-nacimiento-de-la.html).
En una reciente conferencia en Londres, volvieron a reunirse personalidades como Elon Musk o Stephen Hawking para advertir que varias corporaciones militares ya aplican la IA en el diseño y fabricación de armas, que aunque no llegan aun a los niveles de sofisticación de Skynet o los Terminators, por fortuna, si representan un serio problema (ver: http://www.jornada.unam.mx/2015/07/29/ciencias/a02n1cie).
Por ejemplo, DARPA, la división del Pentágono que existe exclusivamente para alentar la investigación “científica” para el diseño de armas, ha logrado, mediante concursos, que invenciones como los automóviles autónomos – que actualmente perfecciona Google –, funcionen adecuadamente y su siguiente objetivo es que sirvan, por ejemplo, como vehículos de combate para ir a las guerras o “vigilar” fronteras (imaginen a cientos de esos engendros vigilando la frontera de México con EU, para evitar que los “peligrosos” ilegales entraran allí, y, sin criterio alguno, simplemente los mataran, con tal de cumplir eficientemente la tarea para la que fueron programados). De hecho, los drones, esos pequeños aviones militares que pueden volar grandes distancias, aunque no son autónomos aun, pues son controlados remotamente por “soldados”, son un buen ejemplo de los alcances que está teniendo el desarrollo de armamento “inteligente”. Y ya hay varias empresas de varios países que están tratando de hacer que tales drones sean totalmente autónomos. Y también comienzan a diseñarse prototipos de robots militares, como el Atlas, fabricado por Boston Dynamics, que emplean principios de la IA (ver: https://www.youtube.com/watch?v=zkBnFPBV3f0).
O sea, que el temor de muchos por la aplicación de la IA en la industria bélica está bien fundado
Sin embargo, no sólo es en la fabricación de las armas en donde la IA presenta reales peligros potenciales.
Desde hace años, existen robots industriales los cuales, en efecto, son más eficientes, veloces y precisos en la fabricación de automóviles, por ejemplo (aunque a veces se equivocan, como el que recientemente mató a un ingeniero que lo estaba instalando en una fábrica de autos de VW. El robot lo confundió con una pieza, lo apretó entre sus pinzas y lo mató. Ver: http://www.jornada.unam.mx/2015/07/02/economia/022n4eco). 
Claro que desde el punto de vista de la “racionalidad” capitalista, eso es magnífico, pues se han incrementado exponencialmente el número de productos fabricados, es decir, que la sobreproducción, fabricar más de lo que realmente la sociedad consume, ha aumentado con creces, y con ello se ha agudizado más una de las principales contradicciones del capitalismo, pues la capacidad social de consumo no va a la par con la sobreproducción y las necesidades de obtención de ganancia de aquél.
Y no sólo eso, sino que la introducción de sistemas robóticos automatizados crea menos empleos, pues se fabrica más, gracias a las máquinas, con menos trabajadores (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2011/10/desempleo-en-eu-agudizada-tendencia-del.html).
Esta situación crea dos problemas. Por un lado, al haber más desempleo, habrá menos consumo, el que, de por sí, nunca ha estado a la par de todo lo que se hace, debido a la mencionada sobreproducción. Por otro lado, las tareas para el obrero se van simplificando, pues el llamado know-how se va incorporando a las máquinas, así que no se requiere que sean grandes expertos, y se les puede entrenar fácilmente, con lo que sus salarios serán cada vez más bajos. Y así, con salarios bajos, se agudiza todavía más el problema de la falta de consumo.
Imaginemos, entonces, que se emplearan ya sólo robots en las fábricas, en lugar de humanos. Cabría preguntarse, ¿quién compraría toda la sobreproducción que tan eficientemente hicieran tales robots? Los robots, por supuesto que no, porque sólo serían máquinas, ni modo que compraran. Pero, además, habría otra nueva contradicción, pues al no haber ya mano de obra humana, que es la que genera realmente la ganancia, por la plusvalía – el trabajo no pagado – generada, entonces, la “ganancia” simplemente tendría que agregarse al final, ya que no habría plusvalor, propiamente dicho. No sería ya capitalismo, en sentido estricto.
Y tampoco se ha cumplido que al desplazar gente de ciertos sectores industriales por la automatización o robotización, se crean trabajos en otros. No es así, pues, por ejemplo, en EU, la creación de actividades alternativas a los empleos que se han perdido debido a la automatización o los que han emigrado a China, no ha ido a la par. Actualmente, son tiendas como Walmart las que más empleos crean en EU, pero no otras industrias. Se ha terciarizado el empleo allá, como en muchos otros países (ver Vaclav Smill, desindustrialización en EU)
Quizá ese tipo de consideraciones son a las que se refieren algunos expertos, como Murray Shanahan, profesor of robótica cognitiva del Imperial College de Londres. Murray señala que, en efecto, puede ser que la IA genere una súper mente diabólica que trate de destruirnos, pero actualmente son problemas más cotidianos los que enfrentaremos. Señala que  “Es difícil predecir qué va a suceder exactamente, pero estamos muy seguros de que sí va a afectar a las sociedad de un modo u otro”.
Sí, pues imaginemos que no sólo en las fábricas se comenzaran a generalizar los robots, sino en otras tareas. Por ejemplo, que los autos autónomos de Google comenzaran a trabajar como taxis o que robots sirvieran en restaurantes, como ya sucede en algunos de Japón o China. Y así, que se fueran sustituyendo las capacidades humanas por robots, entonces, el consiguiente desempleo, grave de por sí, sería mucho, pero mucho peor. Pero, insisto, también la contradicción capitalista de la sobreproducción contra el bajo consumo se agravaría, un vicioso círculo.
Eso, en el plano laboral, pero otros expertos están preocupados sobre el problema de que una IA sin freno, digamos, podría llevar a generar, si no un Frankenstein, un problema de valores. Quien más claramente lo señala es Stuart Russell, pionero en la investigación de IA.
De hecho, el científico británico-estadounidense redactó recientemente una carta en la que declaraba que “Recomendamos mejor investigación con el objetivo de asegurarnos que nuestros dispositivos basados en la IA sean más eficientes, pero benéficos. Ellos deben de hacer exactamente lo que queremos de ellos que hagan”. Dicha carta fue firmada ya por cientos de científicos y empresarios.
Señala Russell que recientemente, gracias a lo que se llama deep learning, que viene siendo una serie de algoritmos inspirados en la función neuronal, se han mejorado, por mucho, los sistemas de reconocimiento facial que emplea Facebook, los celulares inteligentes, la traducción simultánea de Skype o los vehículos autónomos de Google, muy avanzados ya. Gracias a ese procedimiento, un algoritmo “inteligente” denominado DQN fue capaz de jugar, por sí sólo, una consola de Atari. A ese algoritmo, únicamente se le indicó el puntaje que debía de lograr cada vez que jugara, lo cual hizo extraordinariamente bien, incrementando mucho tal puntaje por cada juego (ver: https://www.youtube.com/watch?v=EfGD2qveGdQ).
Y es algo que preocupa a Russell. Pues señala que “si un robot sólo tiene como meta lograr aquello para lo que se programe, no vacilará en hacer cosas incluso absurdas. Supongamos que un robot doméstico debe de hacer la comida y, al ver que ya no hay alimentos en el refrigerador, toma al gato de la familia y lo mete al horno de microondas. Si eso sucediera, nadie querría tener una cosa así”.
Quizá parezca extremo su ejemplo, pero no lo es, pues como menciono arriba, un robot militar no distinguiría entre un “amigo” o un enemigo, si solo está programado para disparar contra cualquier objetivo que se mueva o tome un arma.
Viene aquí, muy ad hoc, la escena de la reciente cinta titulada “El francotirador”, basada en al historia verídica de un soldado estadounidense que por su excelente puntería fue asignado a trabajar como tirador experto en la invasión a Irak. En tal escena, se ve a un niño que está titubeando en usar o no un mortero dejado en el lugar por un atacante abatido segundos antes por el francotirador, quien desea que el niño no lo emplee, que no trate de disparar. Para su fortuna, al final, el niño lo deja y echa a correr, salvándose de morir de un certero disparo. Eso, un robot, ni dudaría. En el momento en que alguien, bueno, malo, amigo o enemigo, hombre, mujer, niño… tomara un arma, de inmediato le dispararía, pues simplemente haría aquello para lo que fue programado.
Algo que lograría, señala Russell, un comportamiento “ético” en una máquina, sería enseñarle a pensar “racionalmente”, pero es un concepto de por sí complicado en el ser humano, pues, explica el científico, “nunca planeamos al pie de la letra lo que hacemos. Sí, pensamos en que, por ejemplo, vamos a ir a un lugar en un avión y de allí, tomaremos un taxi y, luego, el hotel, pero de una manera muy general. Ya, los detalles, los vamos resolviendo en el momento”. Esa es la “racionalidad” bajo la que funciona el cerebro humano, muy compleja aun de convertirla en un algoritmo e introducirlo a una computadora, dice el científico.
También plantea Russell la necesidad de “fomentar valores” en las máquinas. “Sí, porque es lo que haría que el robot no metiera al gato en el horno de microondas para cocinarlo, dado que se daría cuenta de que está mal”. Por ello, piensa que se requeriría de una “industria de valores”, a la par del avance de la IA, para dotar a las máquinas pensantes de tales valores y que pudieran diferenciar entre lo bueno y lo malo, lo ético y lo inmoral.
Russell mismo se pregunta si se diera el caso de que un robot inteligente desarrollara también valores acordes con su inteligencia, que al ir desarrollándose, o sea, que fuera más inteligente, tales valores también crecieran. “Es algo que ignoro, quizá sí sería así o quizá tendríamos que mejorar los valores cada que mejorara o automejorara la inteligencia de una máquina”.
Por lo pronto, su principal consternación en cuanto a la creación de máquinas que piensen autónomamente, es que no sean dotadas de los mencionados valores. “Si esa máquina no sólo piensa por sí misma, sino que es capaz de mejorar su inteligencia, cómo garantizaremos que realmente la emplee para lo que fue diseñada y, no, para otros fines, incluso, el hacernos daño”, señala.
Y, claro, lo de menos sería que el robot doméstico metiera el gato al microondas para cocinarlo, sino, como se plantea en las mencionadas cintas de Terminator, que los robots, sobre todo los militares, decidan que su principal enemigo somos la humanidad y se apresten a aniquilarnos.
Sucede con la IA como en algún momento pasó con la ingeniería genética, que se establecieron ciertos estándares éticos, para evitar que algún inmoral “científico”, como, por desgracia, abundan, se diera a la tarea de crear un monstruo en el laboratorio o clonar a un ser humano.
“Sí, no podemos arriesgarnos a que el robot haga su propio programa, muy distinto del original, y se convierta en algo totalmente diferente para lo que fue diseñado. Es algo de lo que no sabemos todavía mucho”.
Como puede verse, es claro por qué científicos como Russell temen que se desate la investigación de las capacidades de la IA, sin su debido paralelo de consideraciones éticas.
Por desgracia para ellos, el capitalismo salvaje no tiene tales consideraciones y así como ha hecho en la industria, ir relegando al obrero, lo hará en otros campos, con tal de “abaratar costos y maximizar ganancias”, aunque con ello su principal contradicción se profundice.
Y si la industria militar, tan lucrativa, se beneficia aun más al diseñar armas con IA, lo hará, sin importar las consecuencias de su inmoral proceder.
Desafortunadamente, cada nuevo “avance” científico tiene, muchas veces, desastrosas consecuencias. Eso sucederá, seguramente, al crear máquinas que piensen por sí mismas y los filmes de Terminator no estarán ya tan alejados de la realidad.

Contacto: studillac@hotmail.com