miércoles, 12 de junio de 2019

El, irónicamente, destructivo concreto


El, irónicamente, destructivo concreto
Por Adán salgado Andrade

Aludo al título del presente artículo, pues es, en efecto, irónico que el concreto, siendo un material constructivo, sea, también, el más destructivo.
Estamos tan familiarizados con ese material, creado por el hombre desde hace siglos, que lo vemos ya como algo cotidiano. Fueron los romanos, quienes comenzaron a usar el concreto, tal y como lo conocemos hoy hace varios siglos. El Panteón de Roma, también conocido como Panteón de Agripa, construido entre los años 113 y 125 de nuestra era, fue de las primeras edificaciones en la que se usó una forma de primitivo concreto, mezcla de cenizas volcánicas, agua y basalto triturado, llamada pozzolana (ver: https://www.theguardian.com/cities/2019/feb/25/a-brief-history-of-concrete-from-10000bc-to-3d-printed-houses).
Ya, el concreto reforzado, en el que se embeben varillas de fierro, para hacerlo más resistente, que fue inventado y comenzado a emplearse en Francia, en el siglo diecinueve, se popularizó en Estados Unidos (EU) al construirse en 1884 la bodega de la empresa Artic Oil Company Works, diseñada por el ingeniero Ernest Ransome. Luego, en 1889, Ransome construyó el puente Alvord Lake Bridge, el primero hecho de concreto reforzado del mundo. Aunque la casa de máquinas ya fue demolida, en 1930, el puente se conserva. Y gracias a su método de reforzar el concreto con barras de acero, fue posible, en 1903, construir el primer rascacielos del mundo, el edificio Ingalls, en Cincinnati, de la asombrosa altura, para ese entonces, de 16 pisos. Si el concreto no se hubiera reforzado con varillas, tal altura no habría sido posible.
Y, desde entonces, es un material que se ve en todos lados, en donde una obra civil o urbanización de cualquier tipo se dé. Puentes, presas, drenajes, rascacielos, casas, centros comerciales, canales, aeropuertos, puertos, diques… hasta embarcaciones de concreto se han diseñado, como las pangas que navegan en Campeche, hechas por el método de la tridilosa, inventada por el gran ingeniero y político mexicano Heberto Castillo (1928-1997), la cual aligera bastante las estructuras hechas de concreto reforzado (ver: https://es.wikipedia.org/wiki/Tridilosa).
Sin embargo, hay el lado obscuro del concreto, segundo material más empleado, después del agua. En un solo día se producen miles de toneladas, con las que podrían cubrirse todas las colinas, valles, cañones y grietas de Inglaterra, señala un artículo publicado por The Guardian, firmado por Jonathan Watts, en donde se analiza el grave problema de la brutal producción anual de concreto reforzado en el mundo (ver: https://www.theguardian.com/cities/2019/feb/25/concrete-the-most-destructive-material-on-earth).
Como menciona Watts, gracias al concreto, creemos que conquistamos a la Naturaleza, lo que hemos logrado parcialmente, pero cuando algún evento climático, tal como un tornado, huracán, terremoto o torrencial lluvia se manifiesta, a veces ni la más reforzada estructura de concreto reforzado nos salva.
Pero, bueno, en cierta medida, nuestra vida diaria se ha facilitado desde hace décadas con el uso intensivo y extensivo de ese material, compuesto de cemento, arena, grava, algún aglutinante, y varillas o estructuras de fierro o acero.
Cálculos recientes señalan que la masa actual de concreto sobrepasa ya la de todo árbol, arbusto o matorral existentes en el planeta, o sea, supera ya al medio natural. Nada de qué enorgullecerse tener ahora selvas de concreto, en lugar de selvas amazónicas.
Está tan extendido, que minimiza a la cantidad de plásticos que se han hecho, desde que comenzaron a producirse hace 60 años, que es de unos 8000 millones de toneladas. El concreto supera a esa cantidad cada dos años. Y aunque no ocasiona los daños más evidentes que los producidos por tanto plástico – como el que no esté en los estómagos de especies marinas o en nuestra sangre –, convivimos con él a diario, pues es con el que, por ejemplo, nuestros hogares están hechos.
Es responsable de entre 4 y 8% de emisiones de CO2 a nivel mundial, entre otras cosas, superado sólo por la producción de carbón mineral, petróleo y gas.
Para hacerse, consume mucha agua, el 10% de aquella usada para actividades industriales. Sólo hay que ver cuánta agua se usa cuando se hace el colado de la losa de una casa, por ejemplo, decenas de cubetas, además de que se debe curar por varios días, para evitar que en el secado se agriete
Tanta agua requerida representa otro problema, pues el 75% de las obras hechas con concreto se da en zonas en donde escasea mucho el vital líquido, como en países árabes. Ni imaginar toda el agua que se usó para hacer el concreto empelado para construir la torre Burj Khalifa en Dubái, ciudad de los Emiratos Árabes Unidos, considerada como el edificio más alto del planeta (su altura es de 830 metros). En esos países, es prioritaria el agua para construir que para beber. Y también es un grave problema, pues el agua dulce se agota rápidamente, por tantos usos industriales que la consumen por millonadas de metros cúbicos a diario (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2008/10/el-agua-dulce-cada-vez-ms-demandada-y.html).
No sólo eso, sino que los millones de volúmenes de materiales pétreos que se emplean para los millones de metros cúbicos producidos de concreto cada año, deben de extraerse de minas, las que se imponen, muchas veces, ilegal y arbitrariamente en sitios boscosos o destruyendo cerros (aquí, para construir la parte de lo que habría sido una megaobra depredadora, el, por fortuna, suspendido nuevo aeropuerto de la ciudad de México, se destruyeron parcial o totalmente decenas de cerros. Muchos, casi desaparecieron y los daños son permanentes).
Otro problema es que el concreto contribuye al efecto isla de calor en las ciudades pues absorbe la radiación solar, además de que también atrapa gases de los autos y de los aires acondicionados, los que tienden a popularizarse, justamente, para que pueda vivirse en lugares calientes (producen un efecto redundante, pues emiten más calor y eso calentará aún más al planeta. Ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2018/10/el-irreversible-y-catastrofico.html).
El concreto también empeora el problema de la silicosis y otras enfermedades respiratorias. Por ejemplo, en Nueva Delhi, polvo de las 19 mayores construcciones contribuyó, en el 2015, al 10% de las partículas suspendidas que ahogan a esa ciudad.
Las minas de piedra caliza y las fábricas de cemento son otras muy contaminantes fuentes de partículas suspendidas, junto con todos los transportes requeridos para llevar el material (eso puede verse con los camiones que transportan arena o grava, que van descubiertos, todo el polvo que van dejando).
Los sitios en donde hay una fábrica de cemento, reportan fuertes niveles de contaminación, los que generan enfermedades crónico-degenerativas, como el cáncer. Por ejemplo, conozco muy de cerca los problemas ambientales que una cementera del depredador grupo CEMEX ha ocasionado, y lo sigue haciendo, a una comunidad del estado de Hidalgo llamada Maney, perteneciente al municipio de Huichapan. Las tierras aledañas ya no son cultivables y los habitantes de ese sitio están afectados por un inusual aumento de enfermedades crónico-degenerativas, como leucemia y otros tipos de cáncer. Esa empresa opera, impune, desde 1986 (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2015/07/sociedad-y-depredacion-ambiental.html).
Y se requiere tanto concreto anualmente, que hasta materiales como la arena escasean ya. Eso ha dado lugar a que playas y lechos de ríos y lagos, se depreden, con tal de obtenerla, lo que está ocasionando fuertes daños a la fauna marina y de ríos, afectando también a estructuras como puentes, pues se está retirando la arena que les da sustentación. Por ejemplo el lago Poyang, en China, está siendo devastado por tantas dragadoras de arena, pues se extraen 230 millones de metros cúbicos anualmente de arena. Como señala el investigador Pascal Peduzzi, de la ONU, con la arena “es la misma historia como la de la sobrepesca, y la sobredeforestación, es otra forma de ver un desarrollo insostenible” (ver: https://www.theguardian.com/cities/2017/feb/27/sand-mining-global-environmental-crisis-never-heard).  
Por si fuera eso poco, es tan lucrativa la sobreexplotación de arena, que hasta grupos criminales estén detrás de esa infame depredación, amagando y asesinando a los habitantes de sitios cercanos a los lugares en donde se explota o draga arena ilegalmente (ver: https://www.wired.com/2015/03/illegal-sand-mining/ y https://www.theguardian.com/world/2017/dec/30/india-sand-mining-conflict-deaths-building-boom-environmental-damage).
Como menciono antes, mientras se estuvo construyendo el depredador “nuevo aeropuerto de la ciudad de México”, se destruyeron decenas de cerros para obtener arena y grava ilegalmente y los intentos de los pobladores por impedirlo fueron reprimidos, con la complicidad de las mafias en el poder locales y federal, muy interesadas en el negociazo que habría sido esa innecesaria, destructiva megaobra (ver: https://www.jornada.com.mx/2018/08/15/politica/013n1pol).
Otro destructivo efecto es que en donde se usa concreto, se acaba con el medio ambiente natural. Por ejemplo, las tierras agrícolas que se “urbanizan”, como sucede frecuentemente en todo el mundo, dejan de contribuir a la alimentación o un bosque que es destruido, deja de producir oxígeno y de absorber CO2. Los daños son permanentes y no sólo afectan a cuestiones tales como la alimentación o biodiversidad, sino que nos llevan más y más a nuestra propia, acelerada extinción (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/03/la-perdida-de-biodiversidad-la-perdida.html).
En este depredado país, en estados como Morelos, la complicidad entre la mafia en el poder estatal y las inmobiliarias ha acelerado la conversión de muy fértiles tierras agrícolas en “conjuntos residenciales” y gracias a ese contubernio las corruptas inmobiliarias ganan millones de pesos vendiendo obras mal hechas y los corruptos mafiosos en el poder también ganan millones en sobornos (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2016/03/corrupcion-inmobiliaria-y-municipal.html).
Seguramente Joseph Aspdin, inventor del cemento Portland, no imaginó los problemas que su creación provocaría con los años, cuando la patentó en 1824 (como ha sucedido con muchas otras invenciones, como el plástico, el caucho, la pólvora, las armas de fuego, la bomba nuclear…).
Ese cemento, combinado con arena, grava y agua, han posibilitado que las construcciones de todo tipo puedan tomar formas, antes, imposibles.
Y se ha vuelto tan popular el concreto, que desde 1950 ha crecido ¡25 veces su empleo!
Es también, gracias a su intensivo uso, que la corrupción ha sido pujante en las obras civiles, pues casi siempre va de por medio un soborno, con tal de que se construya una presa en una región agrícola, una megaobra en un sitio poco propicio (como el mencionado “nuevo aeropuerto”, que quiso edificarse en una zona lacustre, vital para que la ciudad de México no sufriera inundaciones), un rascacielos en lugares que carecen de adecuados servicios públicos y que tiran árboles para hacerlo (como la torre Mítikah, ver: https://www.sopitas.com/noticias/historias-polemicas-torre-mitikah-arboles-clausura-multa/) y muchas otras impuestas obras, sean legales o no, que no consideran lo ambiental o lo social para hacerlas, sólo los millones de pesos, dólares, euros, rublos, yenes…  la moneda que sea usada en el país en donde se lleven a cabo, que se obtendrán de jugosas ganancias para constructoras y políticos corruptos locales.
Eso ha sucedido, por ejemplo, en Japón, en donde la reconstrucción, tras la derrota de ese país al término de la segunda guerra mundial, provocó un boom constructivo de todo, edificios, plantas nucleares, puentes, carreteras, fábricas, unidades habitacionales… y siempre, de por medio, los buenos sobornos para que los corruptos políticos (casi en todos los países político es sinónimo de corrupto) autorizaran, sin gran problema, esas obras. El autor estadounidense Alex Kerr, considerado además japonologista, lamenta que por cualquier pretexto se levante un muro o una presa en ese país. Los proyectos constructivos subsidiados por el gobierno “han ocasionado graves daños en montañas, ríos, corrientes, llanuras, en todos lados, y siguen a un paso sostenido. Es la realidad del Japón moderno y las cifras son escalofriantes”, declara para The Guardian. Otra cifra que da Kerr dimensiona muy bien lo que ha hecho Japón en cuanto a construcciones. “La cantidad de concreto vaciada por metro cuadrado en Japón es 30 veces la de EU y el volumen es casi el mismo. Estamos hablando de que un país del tamaño de California tiene la misma cantidad de concreto que todo EU. Multiplique los centros comerciales estadounidenses y la urbanización por 30 veces, para que se dé una idea de lo que sucede en Japón”. Sí, escalofriante. Y es lógico, pues basta ver imágenes de, por ejemplo, Tokio, con tantos rascacielos, puentes, calles, centros comerciales, unidades habitacionales… y se entenderá a lo que se refiere Kerr.
Muchas de tales obras, supuestamente, hasta estaban “sobradas”, para resistir los temblores que frecuentemente sacuden a ese país, de los más sísmicos del planeta. Pero, como demostró el terremoto del 2011, que provocó también un devastador tsunami, muchas no resistieron, hasta plantas nucleares, como la de Fukushima, que casi estalló (está en una muy delicada situación, con barras de combustible radioactivo “agotado”, que no saben en dónde colocar). Así que pareciera que se les engañó a los japoneses con tantas “sobradas”, inútiles obras. Pero la mafiosa clase en el poder sigue con sus colosales proyectos constructivos y ahora ya hasta bardeó la playa, con muros de 12 metros, para que “no vuelva a golpear un tsunami”. Ese y otros proyectos, costarán 200 billones de yenes durante la siguiente década, impulsados por la “cámara del concreto”. O sea, además del negociazo, ¿cuántos recursos naturales se depredarán para hacer todas esas portentosas “obras de mitigación” sísmica que, quizá, sean inútiles, como demostró el mencionado sismo del 2011? 
Las personas que viven cerca de las playas, dicen que se sienten como encarceladas con los mencionados muros de 12 metros destinados a “protegerlos”. ¿Será así?
Pero siempre las megaobras han sido sinónimo de cuestionado “progreso”. Y pareciera una competencia por ver quién posee el edificio más alto, la presa más ancha y alta, el mayor número de kilómetros de carreteras… sin considerar todo el daño que se está haciendo al medio ambiente.
Y es lo que sucede con China, empecinada a ser la primera en muchas cosas, en nombre de la “revolución”. Como señala el escritor Yu Hua, “la idea es que, en nombre de la revolución, se posea el más grande edificio, la más grande presa, la más grande fundidora” (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2013/09/china-autoritarismo-capitalismo-salvaje.html).
Ese país, actualmente emplea la mitad del concreto mundial. Desde el 2003, China ha colado más cemento cada tres años que todo el que EU coló en todo el siglo veinte. Tiene, por ejemplo, la ya más grande presa del planeta, la Tres Gargantas, una masiva megaobra que está ocasionando también daños ambientales y sociales.
Claro, es un país de 1386 millones de habitantes, pero se la ha creído que se “desarrolla” una nación por la cantidad de concreto que cuele cada año, aunque dañe sus ríos, contamine sus tierras y aires y mate a millones cada año prematuramente (se calcula que mueren unos 800 mil chinos cada año prematuramente por contaminación de agua, aire y tierras. Ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2017/06/la-creciente-y-letal-contaminacion-china.html).
El sector de infraestructura urbana – puentes, caminos, ferrocarriles, desarrollo urbano y otros proyectos de cemento y acero – son los responsables de un tercio del crecimiento económico de China cada año.
Y también ya llegó al punto de saturación, pues muchos de sus “grandes proyectos” son inútiles, como ciudades fantasmas, centros comerciales vacíos, estadios inútiles… en los que miles de toneladas de depredador concreto fueron usados (además de energía, agua y otros valiosos recursos naturales. Como si hiciéramos abundantemente de comer y sólo ingiriéramos un bocado. Así, el resto de los alimentos, se desperdiciará).
Aeropuertos que no se usan, como el de Luliang, que apenas si recibe cinco vuelos diarios o el estadio olímpico Nido de Pájaro, que ya es más un monumento que un lugar deportivo, muestran los desperdiciadores excesos a los que ha llegado ese país, tan amado por el capitalismo salvaje, pues se ha convertido en la maquiladora mundial (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2011/01/el-sobrevalorado-y-anarquico.html).  
Y hay 450 kilómetros cuadrados de espacios residenciales sin vender. Ya, por eso, el actual cabeza de la mafia en el poder, Xi Jinping, ordenó la anulación de los “desarrollos excesivos”.
Tanto concreto contamina, acaba con tierras laborables, bosques, lagos, ríos, como señala el arquitecto Yu Kongjian, quien ha emprendido una guerra contra el concreto, quien escribió un libro titulado “El arte de la sobrevivencia”. Declara que “El proceso de urbanización que estamos siguiendo, nos está conduciendo a la muerte”.
Y, por muchas promesas que la mafia en el poder haga, seguirán los grandes proyectos constructivos, a costa de la salud de los chinos y de sus recursos. No sólo porque es un muy buen negocio, sino porque los mafiosos políticos, cómplices de ese auge, se benefician de los sobornos otorgados por el consorcio constructivo, que emplea a 55 millones de trabajadores.
Por eso, señala Watts, China ya ahora está expandiendo su poder constructivo a otros países, con tal de seguir con el boom. Tiene proyectado construir caminos en Kazakstán, 15 presas en África, ferrocarriles en Brasil y puertos en Pakistán, Grecia y Sri Lanka. Para lograrlo, sobre todo para proveer cemento, la empresa China National Building Material ha anunciado que edificará ¡100 cementeras en 50 países! Más, pues, depredación y destrucción ambiental. Imparable el capitalismo salvaje.
De hecho, el Tren Maya que se desea construir en México tendrá parte de financiamiento chino, que se explica, como mencioné, por los deseos de expansión constructiva de China. O sea, nos está afectando su gigantismo (ver: https://www.altonivel.com.mx/economia/china-quiere-participar-en-el-tren-maya-y-otros-proyectos-de-amlo/).
Todos esos “contratos” chinos en tantos países implicarán, como dije, sobornos, intervención de grupos criminales, violencia social, represión social, destrucción ambiental… y más consecuencias.
En cuanto a la mencionada corrupción, el grupo Transparencia Internacional señala que la construcción es uno de los sectores más corruptos del mundo.
Como ejemplo, Watts menciona lo que ocurrió en Brasil, cuando se construyó lo que iba a ser la  nueva capital, Brasilia, en medio de una inhabitable sabana. Un millón de metros cúbicos de concreto se colaron en sólo 41 meses para dar solidez a la tierra y que se comenzaran a edificar construcciones. Siguió una autopista que depredó varias zonas de la selva amazónica y una enorme presa, en ese entonces considerada la más grande del mundo, Itaipu, en la frontera con Paraguay, que embalsó el río Paraná, en la que se emplearon ¡12.3 millones de metros cúbicos de concreto!
Esos proyectos se hicieron bajo el poder de los militares, los cuales no se medían en exigir millonarios sobornos para autorizarlos. Esa corrupción ha llegado hasta nuestros días, con la exhibición de la empresa Odebrecht, la que, gracias a sobornos, ha “ganado” proyectos en muchos países, incluido México, con corruptas obras hechas para Pemex (ver: https://www.nytimes.com/es/2019/05/28/mexico-lozoya-corrupcion-odebrecht/).
Como la humanidad seguirá su expansión, las construcciones de todo tipo seguirán creciendo. Durante los siguientes 40 años, se incrementarán al doble. Por ejemplo, la necesidad de que gente pobre cuente con pisos de concreto crecerá, con tal de evitar bacterias por pisos de lodo, muy buen pretexto para “urbanizar” a muchas localidades agrarias en el planeta.
La demanda de concreto aumentará y, con ella, la depredación y contaminación. La organización Chatham House prevé que la demanda de cemento por tan desmedido crecimiento de las construcciones, hará que su producción aumente de 4000 a 5000 millones de toneladas anuales, lo que hará que el sector de la construcción emita para el 2050 – si es que llegamos completos – ¡450 mil millones de toneladas de CO2 cada año! O sea, nos estaremos ahogando con tanto bióxido de carbono.
Esa cifra, junto con otros contaminantes, hará imposible que se cumpla con las metas de que la temperatura global no suba más de dos grados de aquí al 2050.
Se ha insistido en que se debe de reciclar el concreto, pero pocos países lo hacen, siendo el que más lo realiza Japón, en un 90% (claro que debe de hacerlo, pues con tantas obras, las que se demuelen, no habría espacio para tirar el concreto resultante).
China es, de nuevo, el país que más concreto de demoliciones tira. Al año, van a dar a tiraderos clandestinos o “legales”, dos millones de toneladas de concreto que muy bien podría pulverizarse y volverse a emplear (ver: https://www.theguardian.com/cities/2019/feb/26/concrete-chokes-our-landfill-sites-but-where-else-can-it-go).
Eso que en México llamamos cascajo, es sumamente dañino para los sitios en donde se tira. Da pena y coraje ver cómo se tira cascajo de demoliciones en donde se les antoje a los encargados de eso, que lo arrojan en áreas verdes, a la orilla de los caminos, en basureros clandestinos, a pesar de que, supuestamente, está penado. Y allí se quedan todos esos desperdicios, los que por su gran peso, son difíciles de manejar y transportar, contaminando ambiental y visualmente esos lugares.
También se enfatiza que se deben de buscar técnicas “más limpias” para producir cemento y concreto, pero toda forma de hacer esos materiales es, finalmente, contaminante.
Lo peor es que no hay sustituto posible. Señala Phil Purnell, profesor de materiales y estructuras de la Universidad de Leeds, que “no se ha llegado al pico en el concreto. Los materiales requeridos son casi ilimitados y seguirá su demanda, mientras se sigan construyendo caminos, puentes y todo lo que requiera cimientos”. Dice que deben de mantenerse lo más posible las estructuras de todo tipo, para que duren lo más posible, así como elevar el reciclaje de concreto, con lo que se obtiene uno de buena calidad, si se hace convenientemente.
Finalmente, remata Watts, si no se cambia la mentalidad de que el “progreso” se da por el mayor número de construcciones que tengamos en relación al número de bosques, lagos, ríos, océanos, seguirá siendo la construcción, con su correspondientes millones de metros cúbicos de concreto colados cada año, lo que imperará.
No podremos respirar por tanto polvo y otros contaminantes producidos, pero estaremos orgullosos de haber convertido al planeta en un enorme bloque de concreto reforzado.