El agua dulce: cada vez más demandada y
cada vez más escasa
Por Adán Salgado Andrade.
Los cambios climáticos debidos a la brutal contaminación generada por el ser humano, las crecientes actividades industriales (fuentes mayoritarias de tal contaminación), una agricultura mundial en aumento, el incremento en la población y un irracional desperdicio, principalmente, están ocasionando un incontenible empleo del agua, vital líquido gracias al cual existimos como especie y todas las otras formas de vida en el planeta y que no conformes con sobreexplotarlo, estamos también ensuciando y degradando. Además, la distribución del agua es tan desigual, que actualmente alrededor de 1100 millones de personas ni siquiera tienen acceso a fuentes seguras de agua para beber, la más elemental e importante de las necesidades. Y no se trata de que haya menos agua, no, pues la cantidad que existe es la misma desde hace millones de años, aproximadamente 1728 trillones de metros cúbicos (1,728,000,000,000,000,000 m³), y simplemente sigue el acostumbrado ciclo de evaporización, condensación en nubes y precipitación pluvial, sólo que ahora, debido a los factores aludidos antes, le toma a dichos procesos un total de quince meses reponer el agua que la humanidad requiere en apenas un año, así que desde allí estamos excediendo la capacidad de regeneración de nuestras fuentes de agua dulce.
Por otro lado, gran parte del agua renovada termina en los océanos, los que poseen el 97% del líquido existente en el planeta, pero aquélla es salada, no apta para la utilización humana, a menos que la sal, sobre todo, sea removida, proceso que consume demasiada energía para ser empleado de manera práctica y generalizada. El 3% restante, propiamente el agua dulce que consumimos, si bien nunca ha estado repartida equitativamente alrededor del planeta, ahora por los trastornos climáticos, el desperdicio y el consumo excesivo, como señalé, cada vez se concentra en un muy reducido número de regiones. Aproximadamente 50% del agua dulce es propiedad de unos seis países (Brasil, Canadá, Indonesia, China, Estados Unidos y Colombia), en tanto que la otra mitad está muy mal distribuida, pero incluso estas cifras ya resultan controvertidas, pues, por ejemplo, en el caso de Canadá, resulta que lo que antes se afirmaba, que posee alrededor de un quinto de las reservas mundiales de agua dulce, no es así, como informó recientemente la Academia de Ciencias de Canadá, la que señala que una cosa es la cantidad de agua que contiene ese país en sus grandes lagos y otra, muy distinta, la que se renueva cada año, que es la que llueve, corre por ríos y arroyos y recarga tanto a los lagos, como a los acuíferos. Y cita que en realidad el agua renovable en Canadá sólo representa 6.4% del total mundial, además de que los lagos canadienses no almacenan tanta agua como pudiera pensarse, pues con la cantidad del líquido que circulara por los ríos y arroyos de los que se alimentan, en sólo tres años y medio aquéllos se llenarían, es decir, en poco más de tres ciclos hidrológicos anuales, así que si dejara de llover, la humanidad entera, no sólo Canadá, se quedaría sin agua dulce en menos de tres años, pues como dije, consumimos en doce meses lo que la naturaleza renueva en quince.
Pero como señalé antes, el problema adicional es que el agua dulce está muy mal repartida. La mayor parte de las regiones del planeta requieren más agua de la que poseen. Por ejemplo, Asia, emblemático caso, posee sólo el 29% de los recursos de agua dulce, pero del total del agua consumida (me refiero a la cantidad de agua que se utiliza cada año, cantidad menor a las reservas totales), representa el 50% (tan sólo China tiene 1326 millones de habitantes); Sudamérica posee el 28% del agua y su consumo es del 6%; Norteamérica (EU y Canadá) posee el 15% del agua, en tanto que consume el 13%; África, el otro caso deficitario, posee sólo el 9% del agua mundial y aunque en este continente habitan 955 millones de personas, casi un séptimo de la población total, sólo tiene acceso al 13% del agua dulce consumida; Europa posee el 15% del agua dulce, y su aprovechamiento es del 16% de ésta; Oceanía y el Pacífico poseen el 2% del agua dulce, siendo su aprovechamiento sólo del 1%. Por último, América Central posee también el 2% y también aprovecha el 1% del agua consumida. Lo anterior significa que los países o regiones (la mayoría, como puede deducirse de las cifras anteriores) que no tienen suficiente agua para sus necesidades más elementales, deben de importarla a los países que se las vendan (como Canadá) o sufrir las consecuencias que su escasez implica como los daños a la salud, a la agricultura y al medio ambiente que ocasiona la falta del vital líquido.
En el caso del cambio climático, debido al calentamiento generado en el planeta por los millones de toneladas de gases nocivos (como el CO2, del que se lanzan alrededor de 7000 millones de toneladas anuales), arrojados a la atmósfera cada año, aunado esto a la deforestación o la muerte de bosques, consecuencia también de tal calentamiento, las consecuencias son catastróficas, pues mientras en época de huracanes éstos son cada vez más intensos y destructivos sus efectos, inundando vastas áreas en diferentes países (en estos días, por ejemplo, los huracanes Gustav e Ike, ocasionaron fuertísimos daños en Cuba, Haití, República Dominicana y severas inundaciones en los Estados Unidos y en México, claro), también en otras regiones la falta de agua y las consiguientes sequías las han tornado de una severidad que, por citar dos casos emblemáticos, Argentina en este momento está siendo afectada por una de las peores sequías de los últimos 20 años (resulta irónico esto, en vista del problema agrario suscitado por el gobierno de Cristina Fernández, que quiso imponer impuestos a los productores de soya, quienes amenazaron con boicotear la producción. No tendrán necesidad, pues la sequía disminuirá severamente el cultivo, tanto de granos, como de ganado). Lo mismo sucede en Australia, en donde la actual sequía, señalan las autoridades, es la peor que ese país ha sufrido en 116 años e incluso es mucho más severa que otra que habían tenido allí en anteriores años. Las presas australianas, como la Hume, tienen apenas 20% de su nivel normal y se estima que de continuar las cosas así, aquella presa llegará a tener, cuando mucho, 1% de agua. En este caso, tanto Australia, como Argentina, están ubicadas en la zona austral del planeta, región en donde el calentamiento atmosférico, conjuntamente con la entrada de más rayos ultravioleta (provocada por el agujero de ozono que se ha desarrollado en el polo sur), han incidido en una muy alarmante disminución tanto de las lluvias, como de los ciclos hidrológicos, lo que se traduce en una menor temporada de lluvias y en muy escasas precipitaciones. Tan dramáticos están siendo los efectos del calentamiento terrestre, que regiones consideradas en 1950 como poseedoras de aceptables reservas de agua, para el año 2000 no lo fueron ya. Por ejemplo, es el caso de México, que pasó de contar con muy altos recursos hidrológicos en 1950, a recursos promedio en el 2000, pero para el año 2025, México estará entre los países que contarán con bajos recursos hidrológicos. Así ha sucedido para las regiones de África y Asia, las cuales contaban en 1950 con recursos hidrológicos aceptables, pero para el 2025 estarán entre las regiones consideradas de bajas, muy bajas o catastróficamente bajas provisiones de agua. Y lo mismo sucederá con una buena parte de Europa, la cual rondará entre bajos y muy bajos recursos hidrológicos. No será ya la escasez de agua un problema típico de las regiones subdesarrolladas del planeta, como puede apreciarse.
Y no es ventaja que de repente llueva intensamente, pues, por ejemplo, en el caso de México, casi el 80% de las tierras sembradas son de temporal y como las lluvias se atrasan cada vez más, las tierras no tienen la humedad necesaria cuando los cultivos se siembran, lo que ocasiona que las semillas no germinen o no lo hagan a tiempo. Y si logran hacerlo, al llover intensamente, las tierras se anegan, lo que echa a perder completamente la siembra proyectada. Y aunque se trate de tierras de riego, las cuales si tendrían la humedad requerida, el problema se da cuando frente a lluvias torrenciales o producidas por huracanes, de todos modos los cultivos sucumben ante tanta agua. En México y en muchos países, como Cuba, ya cada año se pierden cientos de hectáreas de cosechas debido a las inundaciones o anegaciones de las tierras sembradas (Cuba, por ejemplo, con los huracanes Gustav e Ike, perdió una buena parte de sus cosechas de hortalizas). Así, en estos lugares, no sólo estarán presentes las consecuencias de que, de pronto, llueve desproporcionadamente, sino que también sufrirán hambrunas, desplazamientos de damnificados y daños a la infraestructura urbana, carretera e industrial. De hecho, esos damnificados, conocidos como ecorefugiados, que se trata de gente que vive en zonas inundables, como riveras, costas, áreas bajas, serán ya cada año algo trivial, debido a la recurrencia de los meteoros climáticos, como los huracanes o las tormentas tropicales, que con cada temporada afectarán severamente su hábitat. En México, por ejemplo, tanto el año pasado, como en el presente, estados como Tabasco, Chiapas o Veracruz, sufrieron o están sufriendo fuertes daños por inundaciones, las que generaron miles de damnificados que tuvieron que ser refugiados en albergues temporales. Con el tiempo, esas zonas de riesgo ya no podrán ser habitables permanentemente, debido a dichas inundaciones, las cuales serán cosa de cada año. Así, resulta irónico que tanta agua, en un mundo cada vez más necesitado de ella, sea dañina en ese momento, independientemente de los beneficios posteriores que acarree, como la humidificación de tierras, la recarga de acuíferos o el llenado de lagos, ríos y presas. Esto, porque al momento de su derrama, no existe infraestructura natural, ni humana suficiente para contenerla. En México, por citar un caso, gran parte del agua de las intensas lluvias no se aprovecha porque casi todos los ríos y presas que poseemos están azolvados, es decir, ocupan sedimentos, como tierra, buena parte del volumen útil de los cauces de aquéllos o del volumen de tales presas, como sucedió el año pasado, 2007, en Tabasco, estado que sufrió fuertes inundaciones en gran parte de su territorio, debido a que se necesitan más presas que puedan contener el exceso de agua que se produce en condiciones extraordinarias, como durante un ciclón o tormenta tropical, las que se presentarán más frecuentemente, como dije antes, debido al cambio climático. En 26 años no se ha construido una nueva presa, pero además las que hay, que principalmente se construyeron para la generación de energía eléctrica, están subutilizadas, pues, resulta absurdo, se ha concesionado la producción de electricidad a empresas extranjeras que no emplean el agua para generarla, sino costosos sistemas que usan gas natural para tal fin, vendiéndola, por tanto, más cara (la Comisión Federal de Electricidad les garantiza la compra de los costosos kilovatios generados, para que hagan buen negocio y no se vayan a desanimar aquéllas). Así que casi toda el agua que contienen tales presas está allí, embalsada y usándose mínimamente, lo que provoca que, al no correr o hacerlo poco, el fondo de esos embalses se llene de sedimentos. Tampoco los ríos de la región se han desazolvado, lo que dificulta también el libre desplazamiento de sus cauces. Como puede verse, ni en México, ni en muchos países estamos preparados para el cambio climático y sus graves consecuencias, a pesar de que ya son algo cotidiano.
En cuanto a las actividades industriales, es impresionante examinar la cantidad de agua que ciertos procesos de fabricación requieren para la elaboración de determinados productos (bueno, que, en general, todos los procesos industriales requieren de agua indirecta o directamente). Para elaborar un litro de leche, se requieren el equivalente a nada menos que ¡mil litros de agua! (En México existe un grave problema en la zona denominada la “comarca lagunera”, ubicada en el estado de Coahuila, pues una empresa lechera, Lala, está sobreexplotando los acuíferos del lugar debido al incontenible aumento en la producción de la leche que hace). Un litro de refresco requiere el equivalente a 250 litros. Y siguen los apabullantes ejemplos: elaborar una bola de algodón, 4 litros (de los menos desperdiciadores); una sola hoja de papel, 8.5 litros; una rebanada de pan, 42 litros; cultivar una naranja, 49.5 litros; un vaso de cerveza, 76 litros; producir un solo huevo, 137 litros; hacer una hamburguesa, ¡2409 litros!; fabricar un par de zapatos de piel, ¡5917 litros!; fabricar un par de pantalones de mezclilla, ¡10891 litros!; producir un kilogramo de carne de res, ¡15,500 litros!...
Y no se piense que la moderna tecnología o los procesos de fabricación de punta no requieren de agua. La elaboración de un chip computacional, como los que fabrica la empresa INTEL, requiere de miles de litros de agua muy pura, pues aquél se debe de “enjuagar” para que no haya absolutamente ningún residuo que pudiera perjudicar su operación. Las plantas industriales que dicha empresa tiene (Fab 12, Fab 22 y Fab 32) en la ciudad de Chandler, al sureste de Phoenix, Arizona, requieren el equivalente a ¡7,600,000 litros diarios para operar! Eso en una región en donde, además de ser desértica, la escasez del vital líquido, debido a que cada vez llueve menos y a las más largas sequías, convierte al agua en un muy preciado recurso que con el tiempo será cada vez más difícil de obtener. El agua que allí se emplea se obtiene tanto del sistema de presas y sistemas de almacenamiento conocido como Salt River Project, así como mediante un costoso acueducto que conduce agua desde el río Colorado conocido como Central Arizona Project. Pero aún así ha escaseado tanto el agua en años recientes en toda esa región, que el gobierno de EU ha exigido a México el “pago” de las cuotas de agua a las que, mediante un convenio binacional, establecido en 1944, ambos países tienen derecho del cauce del río Bravo (llamado allá Río Grande). Cada cinco años se le deben de entregar a EU 431 millones de metros cúbicos del vital líquido y México debe de recibir 1850 millones de metros cúbicos del río Colorado, cuya cuenca también se comparte. Así que debido a la sequía y a las crecientes, derrochadoras necesidades de los estadounidenses (es el país con el mayor consumo de agua per cápita del planeta, alrededor de 2500 metros cúbicos anuales por habitante), se ha exigido el cumplimiento del tratado binacional de la entrega de agua. Esto, muy a pesar de que también la zona norte mexicana tiene problemas de sequías (algo a lo que los sumisos gobiernos panistas, desde Fox, han accedido sin oponer gran resistencia, sin importar que tal acción ha puesto en peligro las actividades agrícolas en esa región mexicana, así como al consumo humano de agua potable de varias ciudades fronterizas). Por ejemplo, en el año 2003, se le exigió a México entregarle casi 434 millones de metros cúbicos a EU, so pretexto de que a ese país no le llega mucha agua, a pesar de que los agricultores de Chihuahua y Coahuila estaban teniendo graves problemas de sequía. Y como EU clama que México se sirve también de las aguas del río Colorado y que la parte de agua que le toca a EU del río Bravo es muy poca (razón por la cual se acordó ese tratado), prácticamente ya será cotidiano que se le deban de entregar millones de metros cúbicos de agua del río Bravo cada quinquenio. En el presente año ya se efectuó la entrega de los 434 millones reglamentarios. Sin embargo, la Conagua, el organismo público mexicano encargado de la administración del agua, declaró que eso fue posible gracias a que debido a las lluvias torrenciales que han provocado huracanes y tormentas tropicales, la mayoría de las presas del país, un 78%, estaban llenas totalmente, pero que en general ambas cuencas, tanto la del Bravo, como la del Colorado, han tendido a disminuir bastante su captación de agua, por lo que prevé que en un futuro, tanto Estados Unidos será incapaz de cumplir la entrega de agua del Colorado que le corresponde a México, como dicho país tampoco podrá recibir la cuota del Bravo que nos corresponde entregarle. Eso lo que augura son tiempos de fuertes sequías que llevarán a ambos países a protestas y amenazas, sobre todo de EU, de que o les damos el agua obligatoria o nos sancionarán de alguna manera (es bien sabido que EU para todo sanciona a México o a cualquier país que desde su punto de vista, cuando así le conviene, esté violando ciertas convenciones, pero es experto en violar los tratados binacionales o internacionales evadiendo cualquier responsabilidad cuando es en beneficio de sus intereses, como el incumplimiento de los tratados de Kyoto o del maltrato de los prisioneros árabes que mantiene detenidos ilegalmente en Guantánamo).
También, como mencioné, las crecientes actividades agrícolas y ganaderas, especialmente ahora con el “boom” que está teniendo la siembra de cereales transgénicos, como el maíz de Monsanto o la soya, para fabricar, ¡absurdo!, biocombustibles (en un mundo en donde cada cinco segundos muere un infante por hambre, esto es simplemente infame), requieren sistemas de riego que consumen la mayor parte del agua dulce de que se dispone, casi el 70% del total, porque, además, tales cultivos genéticamente modificados requieren de mucha más agua que los normales. Estados Unidos, con sus masivas operaciones agroindustriales, dedica en promedio alrededor de 1446 metros cúbicos por habitante anualmente a ese rubro, es decir, unos ¡440,666 millones de metros cúbicos al año! En Australia, dos tercios del agua consumida son para la agricultura y la ganadería. Este país, particularmente, representa un caso en donde los intereses comerciales se han impuesto sobre sus condiciones naturales, pues una de sus principales cosechas es la de arroz… ¡o era! Sí, a pesar de ser una región predominantemente desértica, gracias a que antes llovía mucho y todos sus sistemas de presas almacenaban bastante agua, Australia contaba con suficiente líquido para inundar cientos de miles de hectáreas y ser uno de los principales productores de arroz, pues podían obtenerse hasta 10 toneladas de ese demandado cereal por hectárea, lo que significaba una producción anual de hasta 1.2 millones de toneladas. Pero esa artificialidad hidrológica, salta ahora a la luz ante la severa sequía que afecta al país (las tierras están secas, agrietadas, los animales salvajes están muriendo, al igual que inmensas zonas boscosas, amarillas ya por la severa falta de agua), pues en este año se estima que, cuando mucho, se obtendrán unas quince mil toneladas, menos del 2% de la producción normal. Incluso, el precio del trigo en este año ha ascendido a precios récord, debido también a la sustancial disminución de la cosecha australiana de ese otro cereal tan básico. También sucede lo mismo en Israel, país que igualmente está asentado en una zona semidesértica en donde existe agricultura gracias a sistemas de riego e infraestructura hidráulica muy costosa (posee plantas desalinizadoras que tratan el agua de mar, pero a muy altos costos), sin embargo actualmente está siendo afectado por una severa sequía que ya ha durado cuatro años. Es tan dura, que los granjeros de la región se están viendo obligados a podar algunos de sus frutales y a quitarles algunos frutos, con tal de que aquéllos sobrevivan a la resequedad que ni sus raíces más profundas están logrando sortear.
Esos son los costos, pues, de forzar a regiones hidrológicamente poco aptas para la agricultura a serlo, pues ahora, con el cambio climático, se está mostrando su vulnerabilidad a una severa disminución de las lluvias, las cuales tampoco fueron tan abundantes en mejores tiempos.
Por tanto, la menor disponibilidad de agua generada por el cambio climático incidirá en la agricultura, pues regiones que antes eran más o menos aptas para la siembra de alimentos gracias al riego, como sucede en Australia o Israel, terminarán por convertirse en secos lugares debido a que no habrá o no alcanzará el agua para los ciclos de cultivo. Y entonces las sequías, junto a las inundaciones, serán un agravante más que disminuirá la producción y disponibilidad de alimentos.
Por otro lado, el focalizado incremento de la población, especialmente en las gigantescas urbes que el ser humano tiende a formar, también conlleva una altísima necesidad del agua por los millones de personas que se concentran en espacios relativamente pequeños. Por ejemplo, la ciudad de México requiere aproximadamente ¡65 metros cúbicos de agua por segundo! para satisfacer medianamente sus necesidades del vital líquido. Esto representa más de 5.6 millones de metros cúbicos diarios, de los que 67% son para uso de la población, 17% para la industria y 16% para el comercio y los servicios. Pero ni esa impresionante cantidad es suficiente, debido a la citada sobrepoblación y muchas zonas de la ciudad, especialmente las populares, padecen ya permanentemente de la escasez de agua. Y no es ya propia la falta de agua de ciudades de países subdesarrollados, sino que es una situación que tiende a generalizarse hasta en el mundo rico. Por ejemplo, la ciudad de Londres tiene mucha menos agua disponible por habitante que Estambul o la misma ciudad de México. Según expertos, no sólo esa ciudad inglesa, sino todo el sureste de Inglaterra está, per capita, por debajo, incluso, de lo que el Banco Mundial denomina “regiones estresadas” por la falta de agua. En el verano del 2006, Londres fue víctima de la peor sequía habida allí en tres décadas, además de dos inviernos secos continuos, lo que provocó que el gobierno municipal impusiera restricciones para regar prados, llenar albercas y otros usos innecesarios. Tan severa ha sido la falta de agua, que las compañías privadas que surten del líquido, han considerado, incluso, hacer que llueva artificialmente, la transportación por barco de agua de otros sitios o, ¡la locura humana!, remolcar icebergs desde el Ártico. China, con su desorbitado crecimiento industrial y poblacional, es otro buen ejemplo que ilustra la falta de agua, ya que la mayor parte de sus ciudades, sobre todo las de la parte norte del país, como Shijiazhuang, padecen una fuerte escasez de agua, aunada a un brutal, desordenado crecimiento urbano que, como en este caso, está llevando a las autoridades a sobreexplotar los acuíferos locales (éstos son reservas naturales subterráneas de agua dulce), lo que está generando una sustancial disminución en su nivel de agua, el cual disminuye en más de un metro por año. No conformes con eso, los incontenibles chinos, quienes han sacrificado sus recursos naturales en aras de un irracional crecimiento industrial, han contaminado casi todas sus fuentes naturales de agua potable, de tal forma que se calcula que en unos 30 años, cuando mucho, ese país (muy mal tomado como ejemplo de “galopante” crecimiento por el capitalismo salvaje) se quedará sin gota de agua… ¡vaya negro futuro para el país que se considera la siguiente “potencia mundial”! En la ciudad de México incluso ya hay problemas de hundimientos debidos a la sobreexplotación de los acuíferos, que también, como en las ciudades chinas, están empleándose más allá de sus capacidades de recuperación.
Valencia, Madrid, Roma, Los Ángeles, Berlín, Paris, Sydney, Las Vegas, Lisboa, Lima, Buenos Aires, Guatemala, Brasilia… son sólo unos cuantos ejemplos de grandes concentraciones urbanas en donde la carencia de agua hace más difícil la vida para sus habitantes, pues muchos se ven obligados a caminar hasta hidrantes públicos para hacerse de una cubeta de agua o a comprar tambos o pipas de ella, mucho más cara que la prestada por el servicio municipal.
Sin embargo, a pesar de lo dicho, el agua dulce se desperdicia y se contamina. En la ciudad de México el agua potable derrochada asciende al 40%, es decir, 4 de cada diez litros de agua simplemente se pierden por fugas o filtración del sistema de tuberías, muy alta cantidad en un mundo cada vez más sediento. Pero no se crea que esto se deba a que la ciudad de México es una ciudad de un país subdesarrollado, no, pues es algo, digamos, “cotidiano” que haya fugas en los sistemas de distribución del agua en todo el mundo. Por ejemplo, en Londres también un tercio del agua potable se desperdicia a través de su viejo sistema de tuberías, unos 684,000 metros cúbicos diarios, ¡también demasiada agua! Y en todas las ciudades sucede lo mismo. Igual pasa con los sistemas de riego agrícola, pues un tercio del agua se pierde antes de regar las cosechas. El sentido común indicaría que la solución sería, entonces, cambiar las viejas tuberías o contar con sistemas de distribución más eficientes, pero como eso “cuesta mucho dinero”, justificación comúnmente declarada por las empresas privadas o públicas que suministran los sistemas de agua potable o de riego, simplemente el agua se seguirá desperdiciando, con las lamentables consecuencias que eso tendrá y que a la larga, hablando de dinero, saldrán más caras. Se están haciendo algunos intentos para tratar de desperdiciar menos agua, como la incorporación de medidores de agua computarizados que verifiquen mejor la cantidad de agua empleada por los usuarios. Incluso se están colocando sistemas de monitoreo en los canales de riego, como en Australia, con tal de reducir también las filtraciones al mínimo. Pero eso sólo se está haciendo en algunos países, los más ricos y desarrollados, y hasta ahora todos esos métodos están en nivel de estudio o experimental. En el resto del orbe, el agua simplemente se seguirá desperdiciando lo que, como dije, ocasionará que se agoten más rápidamente los recursos con los que se cuenta.
Y también me referí a la contaminación, ya que más del 70% de las fuentes de agua dulce en el mundo tienen algún grado de contaminación, la más severa en países como China, en donde cientos de ríos son ya considerados “no aptos” para al contacto humano. Esto incluso sucede en México. Recientemente, por ejemplo, en el estado de Jalisco, muy cerca de su capital, Guadalajara, un niño cayó al río Santiago, el cual está severamente contaminado con arsénico. Aquél murió, pero no por ahogamiento, sino justamente porque el arsénico del agua que engulló lo envenenó.
Desgraciadamente, a pesar de la gravedad del problema, en casi todos los países la contaminación de los ríos, tanto por las descargas del drenaje doméstico, como por las descargas industriales, las más letales de las dos, pasa a segundo término, siendo de mayor importancia el desarrollo industrial, como en el caso chino que menciono arriba. Allí, cientos de ríos son empleados solamente para desechar en ellos peligrosísimos residuos industriales, que los han convertido en fuentes de envenenamiento en donde ya nada puede habitar en sus cauces. Lo mismo sucede en otro país, Vietnam, en donde varios ríos, severamente contaminados con metales pesados, ácidos y otras muy dañinas sustancias, producto de fábricas, hospitales y el drenaje doméstico, se consideran ya “muertos” por el gobierno de ese país y sus aguas ni siquiera sirven para uso agrícola, pues matarían a las cosechas de inmediato. En Vietnam sucede lo que en China, que en aras de convertirse en un “país desarrollado” para el año 2020, se ha decidido sacrificar también al medio ambiente, en la peregrina idea de que una vez que se logre el desarrollo, habrán de hallarse “soluciones” para librarse de la contaminación. Pero lo que no entienden chinos, vietnamitas, mexicanos, estadounidenses, franceses, alemanes, españoles, hindúes… la nacionalidad que sea, no entienden que gran parte de los problemas que hoy padecemos a causa de la alta contaminación de aire, agua y tierra, de la destrucción del medio ambiente, de la tala inmoderada, de la sobreexplotación, del desperdicio de los recursos, como el agua y muchos más, no son ya reversibles y el costo de no haberlos atendido a tiempo redundará en que el tiempo de existencia de nuestra especie (por cierto, una de las más letales y destructivas que ha existido en este planeta) está contado y no irá más allá de unas cuantas décadas, durante las cuales, la calidad de vida empeorará y agravará los fuertes problemas que ya de por sí estamos teniendo.
Pero mientras haya agua dulce, será, incluso, un gran negocio, como es el caso del agua embotellada. Cuatro son las compañías que más ganancias tienen comercializando agua para beber: Coca-cola, Pepsi-cola, Nestlé y Danone. Estas empresas multiplican por varias veces el costo del agua que venden en relación al precio que la compran. En México, por ejemplo, un metro cúbico de agua cuesta alrededor de diez pesos, justo lo que se cobra por un litro de agua embotellada, del que se obtendrían mil litros, o sea, diez mil pesos, así que podrá entenderse por qué tales empresas tratan de aumentar sus ventas de agua embotellada, que últimamente se han visto mermadas, dado su alto costo, por lo redituable que les resulta el negocio, ya que le es más lucrativo a Coca-cola, por ejemplo, purificar y envasar un litro de agua, que elaborar un litro de su muy publicitado refresco de cola. Y para ello emplean campañas publicitarias en donde se valen tanto de consideraciones de salud, como de supuestas acciones “altruistas”. Así, las campañas para la salud exageran los beneficios que se obtendrían de tomarse dos o más litros de agua diarios (que recientes investigaciones demuestran que una ingesta muy alta de agua al día es perjudicial, pues puede despojar al cuerpo de sales minerales vitales para el metabolismo). En cuanto a las campañas “altruistas”, se publicita ampliamente que por cada litro comprado de agua embotellada de tal o cual compañía, se “donarán” diez litros para un país pobre que tenga problemas de agua, el que generalmente es uno africano, como Etiopía o Ghana o que las zonas marginadas del país en donde se vende tal agua se verán “beneficiadas” con las construcción de obras para potabilización del agua. Sin embargo, recientes estudios muestran que de cada litro vendido, en su equivalente a dólares, sólo se destinan 0.28 fracciones de centavo a las tan cacareadas campañas altruistas. O sea, si un litro se vende, digamos, en dos dólares, ni un centavo se dedica al bienestar de los países pobres y con problemas de agua, del que tanto dicen preocuparse dichas empresas.
En fin, con cada día que pase sin hacer nada por el agua, estamos cada vez más cerca de morirnos todos de sed. Y será un recurso tan peleado que ya hay, por ejemplo, países de regiones desérticas, como los árabes, que han declarado que el único motivo por el cual iniciarían una guerra con su vecino, sería por la disponibilidad de agua dulce. Israel, asentado también en zonas semidesérticas, no se desprende de los territorios palestinos invadidos porque en éstos se encuentra uno de los grandes acuíferos de los que se sirve.
Sí, más que por el petróleo, en el futuro las guerras serán por agua y los países que la posean, dominarán a lo que quede del planeta.
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