domingo, 30 de junio de 2024

En Brasil, fuerza armada del gobierno, combate a los mineros clandestinos de la Amazonia

 

En Brasil, fuerza armada del gobierno, combate a los mineros clandestinos de la Amazonia

Por Adán Salgado Andrade

 

La selva amazónica de Brasil ha sufrido incontables daños y depredación a lo largo de su historia, sobre todo, en los años recientes. Durante la corrupta, autoritaria, nefasta administración de Jair Bolsonaro (1955), criminales incendios, fueron alentados: los ganaderos quemaban secciones enteras de selva para convertirla en pastos para su ganado y que Brasil pudiera incrementar su producción de tóxica carne bovina (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/09/los-criminales-provocados-incendios-de.html).

No sólo eso, sino que toleró la minería clandestina de oro, sumamente contaminante y depredadora. También, vastas extensiones de selvas fueron taladas para dar paso a esas destructivas instalaciones, simplemente, para obtener ese metal, tan codiciado, supuestamente muy valioso, pero, a la larga, es más valioso sostener a nuestros recursos naturales intactos, justo como la Selva Amazónica (ver: https://adansalgadoandrade.blogspot.com/2022/01/la-mineria-ilegal-de-oro-en-la-selva.html).

Además, también está siendo perjudicada por la sequía global, que está afectando a casi todos los países. No hace mucho, unos 140 delfines murieron en el lago Tefe, ubicado a unos 480 kilómetros de Manaus. Fue una noticia que conmocionó a todo el mundo. Las imágenes de buitres comiendo de sus cadáveres, que se encontraban en las orillas del lago, fueron sobrecogedoras. ‘El calor excesivo y los bajos niveles de los ríos pudieron haberlos matado’, dijo Ayan Fleischmann, en su momento, un hidrólogo del Instituto para el Desarrollo Sustentable de Mamiraua. Pero otra hipótesis es que los aniquilaron perjudiciales bacterias que se reprodujeron demasiado por aguas anormalmente calientes (ver: https://apnews.com/article/brazil-amazon-drought-environment-climate-rivers-4152b5e288e1b85abc4e5d4af64db67d).

Por ello mismo es que muchos científicos afirman que esa selva está llegando a un punto en el que ya dejará de regenerarse, que ya no podrá con tantos factores adversos que la depredan, diezman y contaminan, como ha sucedido con muchas otras selvas y bosques (ver: https://adansalgadoandrade.blogspot.com/2022/03/la-amazonia-brasilena-ya-no-se-esta.html).

Eso está sucediendo, por ejemplo, con la Selva Lacandona de México, que está en muy avanzado estado de destrucción y contaminación. Para el 2016, sólo quedaba un 28 por ciento. Actualmente, debe de ser mucho menos. Las mayoría de la “selva” hoy, son puros zacatales y arbustos (ver: https://www.sinembargo.mx/16-10-2016/3103500).

Por ello, para evitar una mayor depredación en la Amazonia brasileña, hay una fuerza especial armada que busca, mediante la fuerza militar, destruir y desalentar a los mineros clandestinos que la están diezmando y contaminando irreversiblemente. Es lo que expone el artículo de The Guardian, titulado “’Mañana es nuestro Día D’: en el frente de la lucha para salvar al Amazonas”, firmado por Tom Phillips, quien subtitula a su trabajo señalando que “Una fuerza especial brasileña, marca el segundo aniversario de los asesinatos de Bruno Pereira y Dom Philips, con la esperanza de que será una trascendente ofensiva en contra de los criminales que están devastando a la mayor selva tropical del mundo” (ver: https://www.theguardian.com/global-development/article/2024/jun/24/frontline-of-the-fight-to-save-the-amazon-brazil).

Una foto del cuerpo especial armado del gobierno, navegando por un río de la región que pretenden salvar, abre el artículo. El encabezado dice que “el ‘campo de operaciones’ es un inhospitable, salvaje hábitat, donde la bienvenida se las dan narcotraficantes, piratas y venenosas criaturas”.

A pesar de eso, y de los bajos salarios que reciben todos ellos, dice Phillips, están dispuestos a cumplir su misión lo más cabalmente posible, “pues el futuro de la selva, depende de nosotros”.

Bruno Pereira, activista y defensor de los derechos indígenas, y Dom Phillips, éste, reportero justamente de The Guardian, fueron asesinados el 5 de junio del 2022, por criminales que querían evitar que ellos indagaran con los habitantes indígenas del lugar, sobre cómo las actividades de grupos criminales estaban afectando sus estilos de vida, justamente mineros clandestinos y narcotraficantes. Fueron asesinados mientras navegaban por el río Itaguaí y su asesinato conmocionó a todo el mundo (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Murder_of_Bruno_Pereira_and_Dom_Phillips).

Para continuar la investigación de los crímenes (pues se les mandó asesinar) y comenzar a eliminar a criminales, se constituyó el grupo especial armado. Felipe Finger, es el comandante del Grupo Especial Aéreo. “Mañana es nuestro Día D, como hicieron los aliados en la Segunda Guerra Mundial. Vamos a combatir a los criminales con todo lo que tenemos”.

A veces el mal tiempo, los hace detener los operativos, pues viajan en helicóptero, para localizar los más de 100 sitios de minería ilegal que, estiman, existen en esa zona. Los helicópteros, tripulados por hombres bien armados, despegan de distintos puntos para localizar esos sitios. “A veces, es tan densa la selva, que tienes que aterrizar sobre los árboles”, bromea uno de ellos a Philips. Pero, como se pueda, aterrizan, pues intentan salvar, no sólo a la selva sino a las últimas tribus nativas aisladas que quedan en la zona.

El biólogo Alexandre Marques, citado por Phillips, el mayor sobreviviente del llamado GEF (grupo de inspección especial), de Ibama, la Agencia de Protección Ambiental de Brasil, dice que el operativo se llama “Operación Waki”, “pues Waki es el nombre de un muy reverenciado jefe de una tribu del valle Javari y el asesinado Pereira así le había puesto a uno de sus hijos. Es, también, para honrar su memoria”.

La región es muy vasta. “Usted puede volar más de dos horas y sólo se ve espesa jungla”, dice uno de los hombres. Javari se llama ese sitio y se están haciendo esfuerzos por parte de Ibama para evitar que criminales y mineros ilegales lo penetren, “pues las últimas aislada tribus nativas viven allí y esos hombres les pueden llevar enfermedades y destruir su hábitat”, dice Hugo Loss, jefe de monitoreo de Ibama, citado por Phillips, “y eso se ha tratado de evitar históricamente, desde que los exploradores portugueses llegaron a Brasil en 1500. Este es el último refugio, Javari, y estamos tratando de salvarlo”. Loss era amigo cercano de Pereira, señala Phillips.

“Así que sin intervención gubernamental, presenciaremos un etnocidio”. En efecto, una tribu perdida, de las pocas que quedan en el planeta, es como si una parte del pasado, se borrara, pues tales tribus conservan costumbres y conocimientos ancestrales, de los que incluso podríamos aprender en la actualidad.   

Viajando por el río Carauri, apareció el primer objetivo: enormes dragadoras, destruyendo orillas y el río, aparecieron. Mientras los mineros ilegales trabajaban, 17 en total, fueron rodeados por los militares, aprehendidos y todo su equipo incendiado. “Debemos de hacerlo, pues sólo así se evita que continúen en operación”, indica Finger. “También, la gente debe de aprender que lo que hacen es ilegal y afecta mucho a la selva”.

Entre los 17, dice Philips, había tres sexoservidoras, contratadas para satisfacer los deseos sexuales de esos aislados trabajadores. “Es que no tenía trabajo, tengo dos hijos y esto es lo que me estaba dando dinero para pagar mi casa y sostener a mi familia”, dice uno de los mineros, justificándose. Pero no me parece que sea válido, pues ven que están destruyendo la selva. Es una falta total de consciencia y de principios ecológicos. No es posible que por un salario miserable se presten a tanta destrucción. Una de las sexoservidoras dijo que “Yo no sé nada, a mí, sólo me contrataron con sueldo fijo y por eso vine, porque tengo un hijo y así lo mantengo. Exijo que me liberen”. Probablemente sea, junto con sus compañeras, la menos culpable del ecocidio, pero se presta a eso.

La embarcación que incautaron, estimaron que debe de haber costado unos $744,000 dólares. Pero el resto de las instalaciones son sucias, grasientas y hasta peligrosas. “El dueño debe de estar haciendo muchos millones, pero aquí se muestra que no le interesan las condiciones de sus explotados trabajadores”, dice Phillips. Razón de más para que no estuvieran allí, pero es mayor su necesidad que su dignidad y su consciencia. Uno, de 29 años, padre de 4 hijos, que se ve de 39 años, dijo que “Sí, yo sé que estoy dañando la selva, pero es el único modo de ganarme un salario”. Me pregunto, ¿no habrá, realmente, otros empleos en ese país tan grande? No lo creo. Pienso que son atraídos por la idea de que minar oro, los hará ricos, pero se enfrentan con una brutal realidad que no imaginaron, antes de enrolarse.

La cubierta de la embarcación se había convertido en el burdel, en donde las sexoservidoras trabajaban. Degradante esa escena, en medio de destrucción y condiciones de trabajo tan indignas.

Una foto aérea muestra la humareda que dejó la quema de las instalaciones. Sí, no queda más que el uso de extremas acciones para tratar de que, sobre todo, los dueños de esas instalaciones clandestinas, entiendan. Eso debería de hacerse aquí con tanto talamonte que diezma bosques y selva, quemar sus equipos, destruir sus aserraderos clandestinos y darles muchos años de cárcel por ecocidio (esperemos que Sheinbaum realmente haga algo por eliminar a esas escorias).

Usan mercurio para procesar el oro, que es muy tóxico. Pero otro de los trabajadores, un hombre de 60 años, llamado João de Souza, dice que “es mentira, mi hermano tragó accidentalmente mercurio y el doctor sólo le dio un laxante y está bien”. Claro, de momento, pudiera no haber consecuencias, pero no todo debe de haberse ido en el bolo fecal y algunas partículas quedarán que, luego, le producirán cáncer, por ejemplo.

Recogió Philips los testimonios de más trabajadores, todos diciendo que no les quedaba de otra. Pero si ni siquiera tienen buenos salarios, no se justifica. Quizá el hecho de que se les proporcionan sexoservidoras gratis, como atractivo adicional, en vista de los miserables sueldos y el explotado, denigrante empleo, los convenza y que, como señalé arriba, que piensen que se van a hacer ricos.

Y a pesar del operativo, Arlindo Botelho, de 59 años, insistió en que “como dejé la escuela, no tengo otra opción, pero no soy ladrón o asesino. Y eso sí les digo, que la minería ilegal nunca va a parar”.

Esa noche, antes de quemar también la barcaza a la mañana siguiente, los soldados la pasaron allí, “jugando cartas en ese lugar infestado de arañas venenosas”. Al día siguiente, además de esa barcaza, quemaron otras tres embarcaciones en otros sitios y ya tenían localizada una más.

Pero Finger dice que es difícil. “Mire, esta zona es mayor que Estados Unidos. Es difícil combatir la minería ilegal con unos cuantos helicópteros y poco más de una docena de hombres, que, aunque están bien entrenados, están muy mal pagados. Pero si nuestros esfuerzos salvan a un árbol o a un niño indígena, nos damos por bien servidos”. De hecho, Phillips menciona que, en efecto, muchos trabajadores de Ibama están en huelga por bajos salarios. Es algo que su actual presidente, Luiz Inácio Lula da Silva (1945), quien ha asegurado que defenderá la Selva Amazónica, debe de considerar, si realmente quiere salvarla, pagar bien.

“Pero con los recursos tan pobres de Ibama, la batalla está perdida”, finaliza Finger.

Sí, como en el resto del mundo, en donde la depredación y contaminación ambiental, no dejan de destruirlo.

 

Contacto: studillac@hotmail.com