jueves, 13 de junio de 2024

Un ex indigente inglés, convirtió su actual casa en un refugio para indigentes

 

Un ex indigente inglés, convirtió su actual casa en un refugio para indigentes

Por adán Salgado Andrade

 

Una de las consecuencias del capitalismo salvaje es la pobreza. En extrema pobreza (personas que ganan uno o menos de un dólar por día), hay 712 millones en todo el mundo. Y en pobreza, es decir, que apenas si puedan subsistir, se calculan 1,100 millones (ver: https://hdr.undp.org/system/files/documents/hdp-document/2023mpireporten.pdf).

Muchos de los que están en extrema pobreza son los que mueren de hambre, pues no es constante su alimentación, ni tampoco tienen dónde dormir. Y por más “ricos” que se jacten los países de ser, todos tienen gente viviendo en condición de calle, los que aquí llamamos indigentes. Son gente que, por alguna circunstancia, principalmente económica, ha llegado a esos niveles tan degradados de vida. Quizá eso les genere problemas mentales y aun si recibieran ayuda, ya no pueden, digamos, reincorporarse a la sociedad, pero los que logran hacerlo, superarlo y convertirse en personas “normales”, los menos, constituyen un gran ejemplo para los otros.

Justo es la historia de uno de ellos, la que narra el artículo de The Guardian, titulado “El hombre que convirtió su casa en un refugio para indigentes”, firmado por Samira Shackle, quien subtitula su trabajo diciendo que “Stuart Potts es una persona que hace el bien, como ninguna otra, un ex adicto a la droga que ha tocado fondo más de una vez. Pero desde el 2020, él ha ofrecido a cientos de indigentes una cama en su pequeño departamento y a muchos, les ha cambiado la vida” (ver: https://www.theguardian.com/society/2024/apr/30/stuart-potts-man-who-turned-his-home-into-a-homeless-shelter).

Comienza el artículo con una foto de Stuart Potts, frente a su departamento en el condado de Middelton, en Manchester, Inglaterra. Vive allí desde el 2020, después de tantas peripecias que ha pasado en su vida, muy dura desde joven, que comenzó con las drogas, con un carácter violento, que no le ayudaba, que vivió en la calle varias veces, que estuvo en la cárcel… hasta que él mismo sintió la necesidad de, digamos, corregirse y convertirse en una persona de bien, ayudando a muchos otros en el camino.

A sus 43 años, gusta de usar el pelo a ras, es robusto, de rasgos endurecidos por la vida y algunos tatuajes. “Si más gente ayudara a otras, el mundo sería mejor”, dice a Shackle.

Su madre, Pat Malone, dice que Potts era “un rebelde adorable y lo quiero mucho”

Una pareja a la que intentó ayudar son Jade y John, indigentes ambos por problemas de drogas (los hijos de ellos están en permanente cuidado en un orfanato). “Nos dijeron que nos quería ayudar, pero pensamos que era uno de esos tipos raros, ¿no?, pero cuando nos lo presentaron y hablamos con él, cambiamos de opinión y de inmediato, aceptamos su ofrecimiento”.

Y se fueron a vivir al pequeño, mencionado departamento de Middelton, en donde Pottsy, como también llaman a Potts, ha llegado a acomodar hasta ocho personas, “no muy cómodamente, pero nos hacemos caber”, dice, sonriendo.

Su vida, como señalé, ha sido muy complicada. “Lo han golpeado varias veces vendedores de drogas, acuchillado con una botella rota, encarcelado por golpearle la cabeza al alguien. Incluso, trató de quitarse las drogas yendo a Cocainómanos Anónimos, ‘pero el que hablaran de tanta droga, hacía que se me antojara’, señala, irónico”.

A los 20 años se casó, vivió 16 con su esposa, hasta que se separó. “Los hijos los tiene ella y tengo otros cuatro, con otras parejas, pero no me dejan verlos. Sé que no he sido buen padre y también por eso, hago este proyecto de ayudar a otros, pues no pude ayudar a mis hijos”, comenta.

Del sistema de “justicia”, dice que nadie, ni policías, ni jueces, ni funcionarios “tienen maldita compasión”.

Por eso es que él decidió ser compasivo. “Quien llega a mi departamento, no tiene obligación de nada, excepto, de cumplir las reglas, que son dos: nada de violencia, ni drogas. Si tienen beneficios gubernamentales en cierto momento o consiguen un trabajo, es bienvenido con lo que gusten cooperar de alimentos o de gastos”.

Potts vive de beneficios gubernamentales que se ha ganado con sus acciones de caridad, aunque no siempre fueran vistas con buenos ojos por las oficinas públicas.

Es cierto lo que dice, pues ¿cuántos edificios abandonados se ven en la Ciudad de México, en donde, furtivamente, viven y duermen cientos de personas. Si tuviéramos autoridades más conscientes, ya los habrían habilitado como dormitorios semipermanentes, en donde la gente pudiera llegar, al menos, a dormir.

Shackle cita el caso de Finlandia en donde primero el gobierno se ha preocupado por dotar de viviendas permanentes, antes de poner como condición que la gente deje las drogas. Si eso ya lo tienen resuelto, se van estabilizando, dejando las drogas, hallando un trabajo y así. “Desde el 2008, en Finlandia, esa estrategia de ‘Primero Casa’, ha reducido 47 por ciento y en el largo plazo 70 por ciento la indigencia”.

Justo lo que Potts hace a su manera, permitirles tener a los indigentes  que acoge, una acomodación estable, “aunque sea en un apretado sofá y un camper”.

En un tiempo, estuvo ocupando edificios comerciales abandonados. Sabía que, por ley, desalojar a los invasores, tomaba hasta meses. Tuvo la idea por un amigo, también indigente, que dormía por las noches en edificios abandonados. “Dije, qué desperdicio, tener esos edificios abandonados, cuando que hay mucha gente viviendo y durmiendo en las calles”.

Anunciaba a los indigentes cercanos sus intenciones de ocupar un edificio y así lo hacían. Llevaban sofás, estufas, TV’s… con tal de hacerlos lo más habitables posible.  Uno, el Unicorn, que ocuparon por más de siete meses, lo bautizó como “Proyecto de Refugio Salvando a la Gente”.

Pero los desalojaron y vinieron demandas y fue otra de las tantas ocasiones que Potts estuvo en la cárcel.

De todos modos, no se dio por vencido. Cuando salió, acudió al departamento de Middelton y habló con la dueña. “Mire, no tengo para pagarle el depósito, ni el primer mes de renta ahora mismo, pero estoy esperando mis beneficios y le prometo que le voy a pagar en cuanto me los den”.

La mujer, confió en él. Y Potts fue directo en cuanto a que también emplearía su vivienda como refugio de indigentes. Ella le dijo que si se comportaban, no tenía objeción. Todo lo paga él de su bolsillo, es decir, sus beneficios, y quitando la renta, que es de £595 libras al mes, le quedan menos de £100 libras semanales.

Y hasta la fecha, todo ha ido bien, pues recibe donaciones de comida, de panaderías locales y de dinero, de personas interesadas en su proyecto.

Ha sacado adelante a personas como Dave Lees, pues tan pronto como llega alguien a su departamento, trata, lo antes posible, de acomodarlo en un sitio mejor. Pero Lees era un caso difícil, pues no “era nadie”, porque no poseía ningún documento oficial que lo identificara, así que no podía sacar un crédito bancario, obtener beneficios, rentar una vivienda. “Cinco años atrás, se había quedado en la calle, pues tuvo que vender la casa en la que vivía con su padre, para costear la enfermedad mental de éste”, dice Shackle.

Pasó un año en que Potts le ayudó a hacer los burocráticos trámites, pero al final, Lees logró obtener todo y ahora tienen beneficios gubernamentales (algo así como la Pensión del Bienestar), y ya se mudó a un pequeño departamento, de una recámara, en el mismo edificio que ocupa Potts.

Shackle lo visitó y le enseñó “lo bien que lo ha decorado, pues Lees era diseñador”.

Eso prueba de que “Primero Casa” funciona más que darles una noche alojamiento y meterlos antes a programas de desintoxicación. De hecho, Lees, ni siquiera era adicto.

Pero en otros caso, no funciona. Los mencionados Jade y John, no se enmendaron. “Trataron de dejar las drogas, pero no pudieron. Un día, con donativos, compré una buena pierna, para salir de la sopa y la pasta que siempre comíamos, y la puse en el congelador. Salí y cuando regresé para cocinarla, ya no estaba. Vi por las cámaras de vigilancia a Jade que se acercaba a un auto extraño: estaba cambiando la pierna por droga. Ni tuve que correrlos. Se fueron, pues sabían lo que habían hecho. Les dieron refugio en otro lado, pero de nuevo usaron drogas. Los sacaron y ya no he sabido de ellos”, dice, algo consternado.

Pero así sucede con esa gente, que el propio capitalismo salvaje relega a basura, lo que Carlos Marx (1818-1883) llamaba el lumpenproletariado, los despojos del proletariado, gente que sobra porque va siendo eliminada pues “ya no sirve”, no sólo por su edad (es cierto, pues mucha gente ya no tiene cabida en este sistema discriminador cuando ya tiene 40 o más años), sino porque el sistema productivo quiere sobreproducir más mercancías, con menos fuerza de trabajo.

Señala Shackle que por más que hay propuestas para acabar con la indigencia, no funcionan, pues todas tienen un enfoque temporal. Como acabo de señalar, mientras se siga haciendo a un lado a la gente por edad o porque máquinas, robots. Inteligencia Artificial, les quiten el trabajo, seguirán sobrando gente e incrementándose la pobreza y la indigencia.

Es un problema estructural provocado por el irracional capitalismo salvaje

Pero, en fin, qué bueno que haya personas como Potts que ayudan a los indigentes a reincorporarse, para que vuelvan a ser muy funcionales autómatas-consumidores.

 

Contacto: studillac@hotmail.com