domingo, 12 de febrero de 2023

Medir cantidad, no calidad, está degradando a la sociedad

 

Medir cantidad, no calidad, está degradando a la sociedad

Por Adán Salgado Andrade

 

Somos una sociedad empecinada en medir, cuantitativamente, la eficiencia de lo que nos rodea. El índice de “satisfacción” en muchos negocios, se mide por estándares numéricos que piden “calificar” entre ciertos rangos, por ejemplo, del 1 al 5, qué tan bueno fue un servicio, sea en un cine, un restaurante, una tienda. Incluso, en la escuela, se somete a los profesores a una muy subjetiva evaluación (llamada ahora, eufemísticamente “percepción del estudiante), en donde a los docentes se nos “califica” el desempeño como si fuéramos simples trabajadores de un McDonald’s, por ejemplo. No se toma en cuenta el trato humano de algunos hacia sus estudiantes, muchos de los cuales sólo juzgan, hasta vengativamente, cómo se desempeñó tal o cual maestro, sobre todo, si no aprobaron el curso, muchas veces por causas totalmente ajenas a los mentores.

Es tendencia de todo medirlo con unidades, aparatos, reducir lo medido a ese aparato. Por ejemplo, el metro de tela, es visto como la regla con que se mide o el kilogramo de tortillas, como la báscula. Es una, digamos, cosificación del objeto.

Y es una situación hasta exagerada, pues crece la tendencia a cuantificar, no cualificar, a todo lo que existe.

En efecto, hay cosas que es bueno medir, como la calidad del aire, que excediendo de ciertos puntos IMECA (siglas del índice Metropolitano de la Calidad del Aire, que mide partículas y contaminantes suspendidos), advierte de un peligro para la salud. O los niveles de colesterol o triglicéridos, que pasando de cierto límite, son hasta mortales.

Pero abusar de las medidas cuantitativas, está llevándonos a una situación en donde somos simples números, no personas que pueden relacionarse entre sí, de una forma más sensible, humana, solidaria.

El ensayo del portal Wired, titulado “El final de la gradación”, firmado por KC Cole, reflexiona sobre ese problema, introduciendo su trabajo, con la afirmación de que “la irracionalidad matemática de medir, establecer rangos e índices, distorsiona el valor de las cosas, el trabajo, la gente y de todo” (ver: https://www.wired.com/story/the-end-of-grading/).

Dice Cole que la gente de todo el mundo “celebra el 14 de marzo, a las 1:59 horas, el número Pi”. Eso, porque es el tercer mes, marzo, el día 14 y la hora, 1.59, lo que da los primeros dígitos de tal número, 3.14159, emblemática cifra que “se define como las veces que el diámetro de un círculo cabe en su perímetro. Los griegos le asignaron la letra π para referirse a tal número. Y desde su descubrimiento, se le han agregado cifras y cifras, pues es un número irracional, infinito, para efectos de determinar, con la mayor aproximación, distintos cálculos” (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Pi).

“Curiosamente, el 14 de marzo, es también la fecha de nacimiento de Albert Einstein (1879-1855)”, comenta Cole, “y mi gato se llama Pi”.

“Pero el número Pi, no es sólo una cifra, sino la relación entre el diámetro de un círculo y su circunferencia. Hemos tomado todo mal, al reducir a frías cifras cualquier cosa”.

Y comenta lo que ya señalé arriba, la terquedad de medirlo todo, “calificaciones de estudiantes, de trabajadores, de profesores, de todas las cosas. ¿Medimos cantidad o calidad?, ¿originalidad o esfuerzo?, ¿participación o progreso? Se mide en los estudiantes lo que deberían de saber con una prueba, no la calidad en la instrucción”.

En efecto, la tendencia a memorizar todo en las escuelas y así, calificar, incluso, fue criticada por el mismo Einstein, quien a sus quince años, al estudiar ingeniería eléctrica en Múnich, “se decepcionó con las autoridades, con las que tuvo problemas, pues él estaba en contra de memorizar y objetó que no daban oportunidad a la creatividad” (ver link citado).

Dice Cole que sus colegas en Harvard, en donde enseña, “también están en contra de medir la calidad de la enseñanza, tanto de estudiantes, como de profesores, con números, pues es irracional”.

Ironiza que cuando fue a una cita médica para hacerse un caro diagnóstico, “la enfermera me dijo que eligiera entre varios emojis, para medir mi dolor. Y que luego de la visita, calificara mi experiencia”.

Dice que los principiantes en medición, deberían de saber “qué se está comparando con qué”. Ejemplifica también con medir la pandemia de covid, “que se determinó por las muertes, pero no por sus largos efectos en ciertas personas o cómo ha ido cambiando la enfermedad. Si no determinamos eso, estaremos dejando incompleto el estudio subsecuente. Es una cuestión más de cualidad, que de cantidad”.

También menciona que el movimiento, no pude reducirse a simples medidas, “como vieron los físicos y que involucra mayor complejidad, pues se refiere a la velocidad, la aceleración, un momento o una fuerza”.

Simplemente, la fuerza de gravedad, agregaría yo, aunque se ha estimado que produce una aceleración de 9.8 metros por segundo cuadrado (m/seg2), todavía no se ha determinado qué la genera, si son partículas o algún otro elemento. Cuando más, teóricamente, se ha hablado de “gravitones”, pero, a la fecha, no se han descubierto.

Dice Cole que la edad, por ejemplo, es motivo de degradación, pues entre más vieja, menos se considera valiosa a una persona. No vale su experiencia.

Medir un terremoto con números, también lo simplifica, pero eso reduce lo destructivo que puede llegar a ser. Aunque ahora, la frecuencia de tantos, ya nos ha enseñado que mayores a siete, son “fuertes”, y mucho más, si son trepidatorios.   

O lo de medir partes de contaminantes por un millón, “que no excediendo un límite, es seguro, por ejemplo, beber agua, aunque el contaminante sea amoniaco”.

“Las editoriales miden el éxito de los libros, por las ventas de los autores. Y los considerados A, son los más promocionados, siendo que la mayoría de los escritores, están debajo de esa categoría”.

En efecto, un bestseller, no implica calidad. Vivimos en una época, por desgracia, en donde la mayoría de la gente se conforma con poco. Y alguien que le llegue a esas masas con un subproducto cultural, sea música, literatura, cine… tendrá, en efecto, elevadas ventas y será un “triunfador” a los ojos de la sociedad y las empresas que los promueven.

“Muchas cifras, sólo nos dan aproximaciones, por ejemplo, los algoritmos que miden cuántas vistas tuvo un video, un comentario, un artículo, pero no miden el efecto que provocó en quien los miró o leyó”.

Sí, los millones de vistas que tiene un video en YouTube, por ejemplo, no garantizan que lo promocionado sea de calidad. De nuevo, es sólo cantidad.

Una amiga de Cole, que reparte mantas contra mosquitos, en países pobres, le comentó que “sí, soy eficiente, pues reparto muchas. Pero luego me entero que las usan como velos de novias, pues la tela es delgada y sirven para eso. Así que, ‘¿realmente soy eficiente?’, se pregunta ella”.

Enfatiza Cole, nuevamente, en la edad, “que el número de años es lo que más juzga a una persona”. Sí, el poner un límite para ciertos trabajos, está estigmatizando terriblemente a personas que pueden seguir siendo muy productivas, incluso, mucho más que jóvenes, por ejemplo, en la enseñanza o en las profesiones técnicas o biológicas. Va a tener más experiencia un doctor de 60 años, que uno de 30, por ejemplo.

“El número Pi, lo dice todo, no sólo es un número, sino toda una serie de conceptos y relaciones”, concluye Cole, pidiendo que, “por favor, califique mis ideas en una escala del 1 al Pi. Diviértase con ello”.

Así que menos números y más sensibilidad, tomar en cuenta la esencia de las cosas, no su peso, su tamaño o su eficiencia.

Somos personas, no cosas medibles.

 

Contacto: studillac@hotmail.com