viernes, 13 de noviembre de 2020

Las prisiones, no reforman a presos

 

Las prisiones, no reforman a presos

Por Adán Salgado Andrade

 

Muchos análisis se han realizado, mostrando, porqué, las prisiones, casi de ningún país, sirven para “reformar” a las personas que, por algún delito, van a dar a esos sitios, en donde el trato que reciben, no contribuye, en forma alguna o muy limitadamente, a que se “reformen”, sobre todo porque, dados otros negativos factores, los esfuerzos que se hagan para que se pueda “reincorporar” a la sociedad a un preso, son casi nulos.

Uno de tales análisis, lo ofrece el libro Break Down The Walls (Derriben los muros), escrito por el periodista, embajador, diplomático y redactor de discursos, estadounidense, John Bartlow Martin (1915-1987), que fue publicado en 1954, por la editorial estadounidense Ballantine Books, que fue el que leí.

Bartlow, en buena parte de su vida, tuvo oportunidad de estudiar las prisiones de Estados Unidos (EU), de esos tiempos y, aunque la obra ya tiene 66 años, de escrita, es muy actual, en cuanto a los problemas que plantea, de los que adolecían, y siguen adoleciendo, las prisiones, no sólo de EU, sino de casi todos los países.

Comienza describiendo un motín, que se dio una tarde de un domingo, durante la primavera de 1952, en la prisión de Jackson, del estado de  Michigan. Esa prisión, contaba con 6,484 internos, demasiados, los cuales, debían de ser, muy mal vigilados, por 466 custodios.

De por sí, critica Bartlow, que fue diseñada, para encerrar a 5,000 internos, originalmente. “Pretendió hacerse como una nueva cárcel modelo, en 1934, con quince bloques, para albergar a los prisioneros, pero fue tan grande en sus dimensiones, que los expertos, previeron que habría problemas para controlarlos”. Se construyó, tomando en cuenta las modernidades de su tiempo, con gran patio, comedores generales y otras cosas, las que hicieron fáciles, los motines que se dieron allí, como el de 1952.

Dice Bartlow que una prisión, no debería tener más de 1,200 internos, para que fuera controlable, incluso, “no más de ochocientos, pero la idea de la centralización, llevó a construir prisiones con demasiada capacidad, totalmente imprácticas, como la de Jackson”.

El motín, liderado por un tal Earl Ward, pudo controlarse, gracias a que se les cumplieron las demandas, a los internos sublevados, de que les llevaran a reporteros y al mismísimo gobernador de Michigan, de ese entones,  Mennen Williams (1911-1988).

Las quejas, iban, desde malos tratos, mala comida, hasta mejores condiciones carcelarias y que les dieran audiencias más frecuentes, para que se les concediera libertad condicional, a los que la merecieran.

Por fortuna, fuera de dos presos heridos, el motín se “resolvió” pacíficamente, pero ya habían destrozado baños, salas, cocinas, literas de las celdas, quemado colchones y otros destrozos. Para repararlos, fue necesario llevar a los presos del bloque 15, el sublevado, a otros bloques.

Bartlow señala que, en ese tiempo, los directores tenían buen salario, no así, los guardias, quienes ganaban entre $3,345 a $4,135 dólares de entonces ($34,021 a $42,056 de la actualidad), lo cual, era muy poco dinero, unos $312 dólares, en promedio, mensuales, por lo que no resultaba muy atractivo. Y para “controlar” a los prisioneros, simplemente, recurrían a golpes y toletazos, porque, por sus cabezas, no estaba “reformarlos”.

Incluso, por esos bajos salarios, muchos, se ponían al servicio de alguno de los prisioneros, con más poder, y por llevarles pistolas, recibían su buena paga.

Eso, sigue dándose en la actualidad, pues corruptos custodios, son los que les “venden”, por ejemplo, celulares, con los que los presos, pueden extorsionar a la gente. De otro modo, sin ayuda de esos corruptos guardias, no podrían tenerlos. En EU, por ejemplo, han crecido mucho los chantajes hechos con celulares, desde las prisiones, igual que en México (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/12/chantajes-con-celulares-desde-carceles.html).

Menos se preocupaban custodios mal pagados, si había alguna emergencia. Bartlow, cita el terrible incendio que se ocasionó, en la prisión de Columbus, en Ohio, en 1930, “cuando 320 convictos, fallecieron calcinados. Los guardias, entrenados para mantener encerrados a los prisioneros, no reaccionaron y allí los dejaron, salvándose ellos”. Esa tragedia, es la que más muertos ocasionó, en las cárceles de EU (ver: https://www.history.com/this-day-in-history/prisoners-left-to-burn-in-ohio-fire).

Subraya, en varias partes del libro, los factores que llevan a un motín, siendo el principal, la sobrepoblación. “En la prisión de Joliet, por ejemplo, celdas que originalmente se habían construido para un solo interno, con el tiempo, eran ocupadas por cuatro o más”. O sea, se supera cuatro o más veces la capacidad de una prisión. Todos los motines, que se dan, habitualmente en las prisiones, tienen como principal factor, la sobrepoblación (ver: https://www.theguardian.com/us-news/2020/apr/10/us-prisons-coronavirus-uprising-riot).

Con la presente pandemia, se han dado muchos motines, en cárceles de varios países, pues los prisioneros, protestan porque se están contagiando aceleradamente, debido al hacinamiento, que provoca que, no sólo ese virus, sino muchas enfermedades, se propaguen muy rápidamente (ver: https://edition.cnn.com/2020/03/23/americas/colombia-prison-riots/index.html).

Dice también Bartlow que “laxitud de las leyes, políticos entrometidos, personal incompetente, brutalidad y falta de segregación, son las principales causas de los motines en las cárceles”

Sí, por ejemplo, el personal incompetente, como custodios, que todo lo quieren corregir a golpes, y que sigue vigente esa costumbre, como veremos más adelante.

Cuando se dio el motín en Jackson, casi no había custodios. Uno de ellos, sin entrenamiento previo, cometió el error de aceptar la petición de uno de los presos, de que llevara un paquete de “cigarros” a otro. Bastó con abrir su celda, para que el tipo lo amagara, con la navaja que estaba oculta, en el envoltorio de los supuestos cigarros. Y, así, lo tomaron preso y a otros más, que fueron con los que negociaron los internos amotinados.

En la actualidad, sucede lo mismo. He recogido testimonios de ex custodios, quienes me han platicado toda la corrupción que se maneja dentro de las prisiones, en donde a los prisioneros, se les cobra por todo. Y hay una “cuota”, que debe de pagar la gente que los visita, la cual, es repartida, desde los custodios, hasta el mismo director.

Por eso, como bien afirmaba Bartlow, en la prisión “no es posible hablar, de que los internos, se reformen, pues no es así”.

En efecto, pues, señala, que hay internos, que ingresaban por una falta pequeña, un robo de unos tapones de auto, por ejemplo. En el tiempo que pasaban allí, convivían con “criminales duros”, como violadores o asesinos, “psicópatas, que son los más peligrosos prisioneros que habitan las cárceles”. Y el ladrón de tapones, conviviendo con esos reales delincuentes, “se convierte, como ellos, en una persona antisocial, que adquiere sus prácticas y su deseo de vengarse de la sociedad”.

Por lo mismo, trata mucho el tema de la psicopatía y de la sociopatía. “No hay una clara idea de qué hace a un psicópata, pero, al parecer, tiene que ver con una niñez traumática, padres maltratadores, pobreza, golpes y muchos factores que deforman la mentalidad del que se vuelve psicópata”.

En efecto, un psicópata, como no tiene el más mínimo sentido de lo que es correcto – sigue como si nada, cuando mata a alguien –, actúa como una máquina de matar. Por ejemplo, asesinos seriales, como Ted Bundy (1946-1989), matan por placer, es una “necesidad”, como comer (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2020/09/kathy-kleiner-sobrevivio-un-ataque-del.html).

Y nada los para. En las cárceles, sacan toda su violencia. Y la desquitan con otros internos, a los que someten o asesinan.

De allí, habla de la necesidad de clasificar a los presos, lo que casi no se hace, o es ignorado por completo, pues en las cárceles, hay de todo tipo de prisioneros, unos, que están allí, por “robos de hambre”, que hurtaron algún alimento, en un supermercado, y son descubiertos y juzgados “de oficio”, por ser un delito “rutinario”, sin importar que a esa persona, se le llevó a la cárcel, porque trató de saciar una necesidad básica. “El problema de sobrecupo y de muchas otras cosas, en las prisiones, se resolvería, liberando a la mitad de los presos, los que están allí, por delitos menores. Y sería lo mejor, antes de que el daño que se les hace en las cárceles, sea irreversible”, señala Bartlow.

Como dije, ese daño, comienza, al hacerlos convivir, con criminales peligrosos, que los deforman para siempre o hasta los asesinan. Esa  brutalidad, más la que ejercen los custodios, va sembrando rencores, pues muchos presos, sólo piensan en vengarse del custodio golpeador.

Además, la idea de escapar, la tienen muchos, y no cejan en su empeño de hacerlo. Y con la complicidad de los corruptos custodios, lo pueden lograr.

Aquí, se ha dado mucho ese problema, de presos que “escapan”, ante la “vigilancia” de guardias (ver: https://politica.expansion.mx/cdmx/2020/01/30/reos-se-escaparon-de-reclusorio-sur-simulando-un-traslado-medico).

También, mencionaba Bartlow, que la comida era una exigencia, y lo sigue siendo, pues muchos presos amotinados, es lo que demandan, comida decente.

El problema es que las prisiones, como son eso, prisiones, no consideran mucho a los internos, y no cuentan con presupuesto suficiente. Dice Bartlow que “ni a los políticos, ni a la sociedad, les interesa que tengan una vida decente, transgresores de la ley. Pero son humanos, a los que si se trata mal, mucho menos se van a corregir”.

Sí, insisto, si a un hombre, esté o no preso, se le trata mal, se le gesta un rencor, que se convierte en deseo de venganza.

Por lo mismo, cuando se libera a un preso, vuelve a reincidir. “En general, 77% de los presos que son liberados o puestos en libertad condicional, vuelven a la cárcel”, señala Bartlow.

En efecto, otra situación muy común. Es frecuente, escuchar que alguien salió de prisión, no una, sino varias veces, y ha regresado.

Un muy buen ejemplo cinematográfico de esa situación, es el filme estadounidense, de 1993, Blood in, Blood out (Sangre por sangre), dirigido por Taylor Hackford, en el cual, uno de los personajes, Miklo, se la pasa, varias veces, saliendo y entrando a la cárcel, por crímenes que, cada vez, son más graves, al no valorar su libertad, y pensar, solamente, en qué robar, para tener mucho dinero (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Blood_In_Blood_Out).

De hecho, esa cinta, es una fuerte crítica al sistema carcelario estadounidense, concretamente, en la cárcel de San Quintín, lugar que comparte todo lo que Bartlow señalaba en su momento, sobrecupo, riñas interraciales, corrupción de los custodios, psicópatas conviviendo con delincuentes menores y así. Muy recomendable cinta.

Hablaba Bartlow, de la cuestión de la segregación, pero no en el sentido racista, “sino que se dan fuertes problemas entre prisioneros negros y blancos, por las cuestiones de discriminación racial. Son más vulnerables los negros, dentro de las prisiones, a sufrir agresiones de blancos, quienes consideran que estar junto a ellos, es degradante”.

Podría pensarse que, por los años, ya no se daría eso. Pero basta con ver la brutalidad policial, que se ensaña con afroestadounidenses, para constar que ese problema, no ha quedado atrás, sino, al contrario, ha crecido (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2020/06/racismo-y-brutalidad-policial-en.html).

Están tan traumados los afroestadounidenses, por los policías que los asesinan, por cualquier motivo, que hasta están comprando muchas armas, ejerciendo su “derecho” a tenerlas (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2020/09/los-afroestadounidenses-compran-mas.html).

Menciona Bartlow que, políticos inexpertos, “meten las manos en las prisiones, sin saber el manejo y tomando erróneas decisiones que empeoran los problemas”. Eso, porque muchos gobernadores entrantes, despedían a directores capaces y metían a sus amigos, sin experiencia, “como en Jackson, que la falta de próvidos directivos, llevó a que suprimieran cosas importantes, como guardias entrenados y suficientes, con tal de ahorrar dinero”.

Otro tema muy importante que analiza en el libro, es la cuestión de la homosexualidad, “pues tiene como fondo, la falta de actividad sexual adecuada. A falta de mujeres, los presos se vuelven homosexuales”. Cita mucho al doctor Alfred Kinsey, quien afirmaba que la falta de las visitas conyugales, agravaban un problema que también conducía a “conducta violenta, pues la falta de sexualidad, genera una energía negativa entre los internos”. Señala que los presos, que eran previamente homosexuales, se convertían, casi a la fuerza, en las “chicas”, sobre todo, de los criminales más peligrosos “que les exigen encuentros sexuales o los amenazan con matarlos, si  no lo hacen”.

Esa parte, me hizo recordar una de las escenas de la cinta mencionada, Blood in, Blood out, cuando Miklo, recién ingresa a San Quintín, que unos presos afroestadounidenses homosexuales, a los que impresiona el chico, por ser bien parecido, se presentan, muy “coquetas” para saludarlo, dándole a entender que están a sus “órdenes”. Son las citadas “chicas” mencionadas por Bartlow.

Menciona el notable caso de México, en donde, “se permiten las visitas conyugales”, que ayuda bastante a evitar la homosexualidad. Muy bien que lo haya tomado como ejemplo.

Brevemente, trata el caso de las cárceles para mujeres, mucho menos abundantes que las de los hombres, “aunque, mejor organizadas. Deberían de estudiarse, para determinar qué las hace algo mejores y algo más humanizadas”. Pero dice que no deberían de existir, pues son muy pocas “las mujeres, realmente peligrosas. La mayoría, están por delitos menores, que no ameritarían cárcel, sino programas de rehabilitación y reinserción social”.

Tiene razón, pues buena parte de las mujeres encarceladas, por ejemplo, en México, se debe a que son víctimas de organizaciones criminales, que las obligan a transportar drogas u otros delitos. Otras, porque no aguantaron, ya, a su marido golpeador y, en una acción de defensa propia, le rompieron el cráneo con un sartenazo.

En la parte final, Bartlow se inclina a que las prisiones desaparezcan, “pues se gastan millones en cárceles que no reforman, sino empeoran a los internos, 95% de los cuales, salen, siendo, la mayoría, un verdadero peligro pada la sociedad, como los psicópatas”.

Y refería que se necesitaba un instituto especializado, que estudiara los factores que llevan a una persona a volverse delincuente.

Eso, lo explica muy bien el marxismo, pues la sociedad tan desigual en que vivimos, es uno de los factores. El otro, es que, como vivimos en un sistema materialista, egoísta, impuesto por el capitalismo salvaje, la exigencia para sobresalir, para destacar en la vida, es tener mucho dinero, volverse millonario. Y allí están los modelos a seguir, Jeff Bezos, Bill Gates, Carlos Slim, Warren Buffet, George Soros…

Así que, no importa qué se haga, para conseguirlo, para enriquecerse. Entonces, si no se puede por el camino honesto, no importa, está el fácil, convertirse en secuestrador, ladrón, narcotraficante, narcopolítico, narcopolicía…

Hay una correspondencia entre criminalidad y abundancia, pues, entre mayor sea la concentración de la riqueza, mayor es la pobreza, la que lleva a la descomposición social y al incremento de la delincuencia.

Pero, allí están las cárceles, para meter a tanto delincuente. Como dice Bartlow, no se corrigen las causas que llevan al aumento de la delincuencia, sino que el “remedio”, es construir más y más cárceles.

Además, muchas de ellas, son privadas, sobre todo, en EU, en donde cuesta alrededor de $30,000 dólares, sostener anualmente a un interno, excelente negocio. Comparado con lo que cuesta allá, tener a un estudiante de secundaria, en la escuela, $3,000 dólares, preferible tener muchas cárceles, a muchas escuelas.

Y se busca cualquier pretexto para encarcelar a alguien, sobre todo, a los que no tienen para pagar una fianza, que son los pobres. Y eso, las fianzas, también son un muy buen negocio allá. Las afianzadoras, tienen bastantes ganancias de la gente que las paga, con tal de que no sean encarcelados (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/07/el-muy-lucrativo-sistema-carcelario.html).

Así que, como aquí, también son los pobres, los que están encarcelados, pues es lo que se castiga, la pobreza, no el delito.

Bartlow, sugería suprimir las prisiones “y sólo mantener encerrados a los psicópatas, los verdaderos criminales”. Tenía razón, pero terminaría con un súper negocio.

Y, debido al prejuicio de que deben de existir las cárceles, habría una gran oposición, pues “¿dónde se encerraría a los peligrosos?”, diría la sociedad. Pero, como dice, si existiera un método para identificar a los verdaderamente peligrosos, las cárceles, serían más pequeñas, dando tratamientos psiquiátricos y psicológicos, para reducir la peligrosidad de esos individuos.

Pero, para la mayoría, eso es meramente utópico.

Mencioné antes, que sigue la brutalidad en las cárceles. Eso, lo demuestra un artículo, publicado por la agencia noticiosa Reuters, titulado “Muriendo adentro. La oculta crisis de las cárceles estadounidenses. Porqué 4,998 presos, murieron en cárceles de EU, sin que tuvieran su audiencia en la corte”, firmado por un equipo de reporteros: Peter Eisler, Linda So, Jason Szep, Grant Smith y Ned Parker, quienes hicieron una profunda investigación, sobre presos que han fallecido en cárceles estadounidenses, muchos, por enfermedades, suicidios, golpizas y otras cosas, que tales cárceles, ni siquiera se molestan en reportar en sus informes, y sólo lo hacen secretamente a sus “superiores”, lo cual, es ilegal, pues es su obligación, reportar cualquier muerte (ver: https://www.reuters.com/investigates/special-report/usa-jails-deaths/).

Dicen los reporteros que “El gobierno estadounidense, recolecta información detallada de quiénes mueren y en qué cárcel, en todo el país, pero no permite que nadie la vea. Así que, Reuters, condujo su propia investigación, de fallecimientos, en las cárceles más grandes, subrayando en donde se trató de suicidios, malos servicios médicos y mala vigilancia carcelaria, en un sistema con escasa supervisión”

Abre el artículo, un gráfico video, de unos custodios, que en una cárcel de Mississippi, están golpeando a Harvey Hill, quien murió debido a esa golpiza, días más tarde. Su “delito”, haber estado en el jardín de John Finnegan, quien lo contrataba, ocasionalmente, para que se lo arreglara. Hill, padecía algún trastorno mental y no dejaba de decirle, que le pagara, todo lo que le debía. Finnegan le repetía que no le debía nada, por lo que llamó a la policía, únicamente para que se lo llevaran, pues temía que Hill se violentara más. Los policías, decidieron actuar duro. Y lo encarcelaron. Como tenía problemas mentales, no era fácil de someter, así que le propinaron una golpiza – la que se ve en el video –, de la que murió. Lo peor, es que ni los golpeadores, ni el director, aceptan responsabilidad y sólo dicen que se negaba a someterse “y, por eso, tuvimos que ser un poco severos”.

“Un poco severos”, dicen, pero le ocasionaron la muerte. Su madre y hermanas, están exigiendo una explicación plena de lo que pasó con Hill, afroestadounidense, quien, quizá, también por eso, haya sido brutalmente golpeado.

“La muerte de Hill, es una de las 7,571, ocurridas entre internos, que Reuters documentó, en un análisis, sin precedente, sobre mortalidad, en más de 500 cárceles de EU, desde el 2008, al 2019. Los índices de mortandad, han subido en esos encierros, incrementándose 35% durante la década que concluyó en el 2019. Muertes como la de Hill, son típicas: encarcelados por delitos menores y falleciendo, sin que la corte, revise sus casos. Al menos, dos tercios de las muertes de presos que Reuters identificó, unos 4,998, nunca fueron inculpados de los cargos por los que fueron encerrados”.

Es claro, como señalaba antes, que como son simples presos, es decir, personas criminales, no merecen respeto, ni a ellos, ni a sus vidas. Lo que señalaba Bartlow, que “ni las autoridades, ni la sociedad, se interesan por ellos”.

Y eso fue lo que dejó en claro, la investigación minuciosa de Reuters, que las muertes no reportadas de presos, fueron porque, ni al sistema, ni a las prisiones, les importa si un interno se muere en la cárcel. Dirán que son “basura, un despojo social”, así que, nada sucede.

Por lo que, si se mueren, sin tener su cita en la corte, “ni modo”.

Pero, como señala el artículo de Reuters, muchos de los presos, “son gente que cometió un pequeño hurto, pero como no tienen para pagar la fianza, son encerrados y hasta mueren”.

Y fallecen, por el  pésimo sistema de salud que existe en la prisión, en donde no se atiende adecuadamente a aquéllos que padezcan una enfermedad crónica, como diabetes o presión arterial alta.

“Las 7,571 muertes documentadas, reflejan varios problemas. Muchos, sucumbieron por enfermedades, algunas veces, esperando atención médica adecuada. Más de 2,000, se suicidaron, debido a crisis mentales, incluyendo 1,500, que esperaban su veredicto o juicio. Un creciente número – más de 1 en 10, en el 2019 –,  murió por los agudos efectos de drogas y alcohol. Cerca de 3,000, murieron, languideciendo, tras los barrotes, sin que fueran sentenciados, durante un año o más”.

O sea, los dejan a su suerte, pues son “basura”.

Lo que no se comprende, excepto por la corrupción, es que mueran por “exceso de drogas y alcohol”, pues ¿cómo los obtienen, si están prohibidos? Obvio, por la corrupción de custodios y directivos.

Indica el artículo, que son los afroestadounidenses, como Hill, quienes más mueren, pues “son a los que más se desprecia”.

Y señala que a las cárceles, no les conviene reportar los muertos, pues “tendrían problemas y les reducirían los fondos u otras sanciones”.

Muy grave, y no estamos hablando de un país subdesarrollado, sino de EU, en donde, supuestamente, debería de existir un sistema carcelario decente. Pero, como casi todas las cárceles son privadas en ese país, lo único que les interesa a sus administradores y accionistas, es que den buenas ganancias, incrementando, como se pueda, a sus presos, pues entre más tengan, más subirán tales ganancias y las acciones de los socios.

Y si se trata de homicidios, también lo ocultan, “presentándolo como una enfermedad”. Vaya falta total de ética. Y, muy seguramente, hay muchos homicidios en esos sitios, en donde, como dice Bartlow, “no se reforma a nadie”.

Muchas de esas muertes, serian prevenibles, afirma Bobby Scott, congresista demócrata de Virginia, quien hizo un reporte por su cuenta, dada la gravedad del asunto y, lo peor, que se oculta.

Mencionan otro ejemplo, de Thomas Shane Miles, que padecía problemas de adicción, quien fue arrestado en el 2016, por posesión de droga. En la prisión, se quiso suicidar, ingiriendo un químico. A pesar de eso, le pusieron uniforme y lo llevaron a un cuarto de aislamiento, en donde, finalmente, logró su objetivo, colgándose con un pedazo de sábana.

Si hubieran tenido más cuidado los carceleros, lo habrían sometido a vigilancia médica, pero era lo que menos les importaba, que un “maldito drogadicto”, se suicidara.

Y eso sucedió en la cárcel apodada El Fósil, en Indiana, una “decrépita prisión, de 65 años, que tuvo, al menos, 45 muertes entre el 2009 y el 2019”. James Martin, el prepotente sheriff que la dirige, dice que está orgulloso de cómo funciona el lugar y se deslinda de las muertes. “Son hechos inevitables”, afirma.

Otro caso, es el de Kyra Warner, una mujer de 30 años, quien ingirió una sobredosis de metanfetaminas y Xanax, un ansiolítico. Sin atención adecuada, murió, frente a sus compañeras.

Estar en la cárcel es, finalmente, denigrante.

Bartlow, ofrece el testimonio de un hombre de 45 años, un irlandés, que, a esa edad, cometió su primer “delito”, robar comida, para alimentar a su familia. Lo describe como un hombre inteligente y amable. “La tensión en estos sitios es increíble. Mi debilidad, era una debilidad espiritual. No, mental. Y a lo largo de largas horas de meditación, en el silencio de la noche, he aprendido. Merecí lo que recibí. Pero, el castigo, nunca termina. Esta vida anormal, esta vida regulada, la dura, mortal, corrosiva monotonía, no puedes esperar algo bueno de una vida así. Por supuesto, esto no es un hotel, es una prisión. Hay muchos idiotas aquí, que deben de disciplinarse. Tienen cuchillos, pues en esos términos piensan, en tener cuchillos. Muchos, son como animales. Es un lugar terrible. No hay amor, sólo odio y castigo. El odio, engendra más odio. ¿En dónde termina? Muchos hombres buenos, van a la cárcel, pero pocos, salen. La prisión, brutaliza al hombre, lo brutaliza y lo humilla. Te dan un número y no lo puedes olvidar. Te ven como si fueras un engrane. No buscan lo mejor de ti, sino lo peor. Vas a la ducha, todos desnudos, como animales, es grotesco, nunca una palabra amable, no hay privacidad. Te dejan de ver como a un ser humano. Eres un paria. Es brutalidad moral e intelectual. Los psiquiatras preguntarían ‘¿qué está mal con este ser humano?’. Tú, nunca escuchas esa pregunta aquí. No hay esperanza, nada. Sin esperanza, eres un zombi, un hombre muerto en vida. Sólo viven, cuando hay un motín en algún lugar. Se excitan. Nunca había visto tanto odio, como en el motín (se refiere al de Jackson). Ese odio, podría enfermar hasta a un cerdo. El odio, atrae más odio, la violencia, más violencia. Aquí, todo lo que escuchas, es enciérrense, enciérrense, enciérrense, todos los días, todos los años, en este frío, gris mundo, pierdes contacto con hombres decentes, nadie dice ‘por favor’ o ‘gracias’. Si Dios me perdona, nunca regresaré”. “Pero regresan”, agrega Bartlow a ese crudo testimonio, de un católico devoto.

Sí, pues ese pobre hombre, había sido encarcelado por robar comida. Pero, si alguna vez salió, lo haría como un peligroso hampón.

Pero, como el negocio carcelario, debe de seguir, continuarán haciéndose, en las cárceles, peligrosos psicópatas, llenos de odio y de venganza, para desquitarse de una sociedad que, muchas veces, injustamente, los aventó a pudrirse allí.

 

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