martes, 29 de septiembre de 2020

Kathy Kleiner sobrevivió a un ataque del asesino serial Ted Bundy

Kathy Kleiner sobrevivió a un ataque del asesino serial Ted Bundy

Por Adán Salgado Andrade

 

Los asesinos seriales son psicópatas y sociópatas, en los cuales, además de la necesidad de asesinar a muchas personas, debe de ser con métodos de excesiva crueldad, que los haga a ellos “divertirse”.

Han abundado esos malévolos, trastornados hombres, y una que otra mujer.

En México, por ejemplo, hasta existió, hasta diciembre del 2019, un Museo de los Asesinos Seriales, en donde varios de ellos se exhibían, como Jack el Destripador, John Wayne Gacy, alias “El Payaso Asesino”, Charles Manson – quien comandó en 1969 el sangriento asesinato de Sharon Tate, esposa del cineasta Roman Polansky, y algunos amigos –, Andréi Chikatilo, Jeffrey Dahmer, alias “El descuartizador de Milwaukee” y Juana Barraza, alias “La Mataviejitos” – famosa mujer, que se dedicó a matar mujeres de la tercera edad, desde los 1990’s, hasta que fue capturada en el 2006 (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Juana_Barraza).

Por problemas legales e inmobiliarios, el mencionado museo, fue desalojado el 29 de diciembre del 2019, y todas las piezas fueron puestas en la calle. Se ignora, hasta ahora, si ese singular museo, se abrirá en otro lado (ver: https://www.infobae.com/america/mexico/2019/12/28/exposicion-de-asesinos-seriales-y-monstruos-fue-desalojada-del-museo-de-la-policia-en-cdmx/).

A esos depredadores seriales, les achacan traumas infantiles, por los cuales, desarrollan esos asesinos comportamientos. Sin embargo, algunos, de repente, comienzan a exhibir tendencias psicópatas, como, por ejemplo, el llamado “Vampiro de Sacramento”, el estadounidense Richard Trenton Chase (1950-1980), quien, desde los diez años, sin aparente causa, comenzó a desarrollar comportamientos extraños. Cazaba pájaros o gatos y bebía su sangre, pues, según él, le curaba “enfermedades” de su “hemoglobina mala”.

Entre 1977 y 1978, asesinó a seis personas, además de cometer una serie de deleznables acciones, como entrar a casas solas, y orinarse y defecarse en camas o cocinas. Cuando fue capturado, con las evidencias suficientes para condenarlo a la pena de muerte, su defensa usó sus paranoicas facultades mentales para que le dieran cadena perpetua, en lugar de la cámara de gas. Y es que sus “argumentos” para justificar sus acciones, fueron que los “nazis y ovnis, lo obligaban a asesinar”. En 1980, fue hallado muerto en su celda. Se había suicidado por sobredosis de los somníferos que le recetaron para su paranoia, que había ido guardando durante meses (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Richard_Chase#Aftermath).

El criminólogo y psiquiatra Ronald Markman escribió un libro titulado Alone with the Devil (Solos con el diablo), publicado en 1990, basado en las entrevistas que hizo a diez asesinos seriales, entre ellos a Trenton, para determinar los traumas y problemas psicológicos, que habían llevado a esos hombres, a asesinar por diversión, por necesidad. En todos, un comportamiento extraño, alucinatorio, soberbio, sobresalía, pero, ninguno, exhibía signos de arrepentimiento por sus arteras acciones. Quizá por eso, tituló Markman así su libro, pues sólo algo diabólico, perverso, puede explicar que esos psicópatas y sociópatas gocen matando gente.

Sin embargo, hay muchas personas que sienten particular fascinación por esas máquinas de matar, tanto, que hasta tienen sus fans. Por ejemplo, Charles Manson, mientras purgó su cadena perpetua – murió en la cárcel –, recibía constantes cartas de mujeres que le pedían su semen, pues, le decían “¡Ansío tener un hijo tuyo, Charles!”. Quién sabe quién estaría más enfermo, si Manson o las que le pedían eso.

BIen, Theodore Robert Cowell, alias Ted Bundy (1946-1989), fue otro famoso asesino serial, acusado de haber secuestrado, violado y asesinado a varias chicas, habiendo confesado él, que “fueron unas treinta”. Nunca ha podido corroborarse ese número de víctimas. Pero, sí, que era un despiadado asesino, que se divertía “de lo lindo” cuando, declaraba, “las tenía entre mis manos, ahorcando, golpeando y violando”.

Contrastaba su sadismo, su cara amable, de finas facciones, de que no mataba ni a una mosca.

En el 2019, se estrenó una cinta sobre un biopic de Bundy, titulada Extremely Wicked, Shockingly Evil and Vile (Extremadamente perversos, conmocionadamente diabólicos y viles), estelarizada por Zac Efron, titulada así, porque el magistrado Edward Cowart, el juez que presidió el juicio de Bundy, que lo sentenció a muerte, prorrumpió esas palabras, al referirse a los cruentos, sádicos asesinatos de aquél (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Ted_Bundy).

De regular aceptación, la cinta logra, gracias a la esforzada, convincente actuación de Efron, mostrar cuan cínico y mentiroso era Bundy, y cobarde, al enfrentar sus juicios, en donde, a pesar de las firmes evidencias – como la comprobación de que las mordidas dadas a una de sus víctimas, Lisa Levy, correspondían a sus dientes –, todo lo negaba, nunca aceptando ninguno de los crímenes que se le achacaban. A la única que confesó algunos de sus crímenes, según la cinta, fue a su esposa, Carole Ann Boone, cuando fue a visitarlo a la cárcel. Boone, ya se había divorciado de él, cuando se enteró, por las noticias, de con quién estaba viviendo. Sus recuentos, fueron la base del libro que escribió la periodista Ann Rule (1931-2015), The Stranger Beside Me (El extraño a mi lado), publicado en 1980, sobre la biografía del sádico asesino. En dicho libro, se basó la cinta (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Ann_Rule).

Pocas son las víctimas de esos depredadores, que sobreviven. Una de ellas, es Kathy Kleiner, quien sobreviviera al último de los ataques de Bundy, como refiere el artículo “Una víctima viviente de Ted Bundy, cuenta su historia”, firmada por Tori Telfer (ver: https://getpocket.com/explore/item/ted-bundy-s-living-victim-tells-her-story).

La historia de Kleiner, muestra lo azaroso de los ataques de Bundy, pues lo hacía en donde detectaba que pudiera haber chicas jóvenes, listas para sus irracionales, sádicos, fatales ataques.

Nacida de padres cubanos, en 1957, Kleiner “tuvo una infancia opacada por el lupus, que logró superar, gracias a sesiones de radioterapia”.

En 1976, se inscribió en la Universidad Estatal de Florida, en su plantel de Tallahassee. Al principio, vivía en una de los dormitorios exclusivos para chicas, pero sus padres la convencieron de que mejor se pasara a una casa de huéspedes, administrada por una hermandad, que tenía un ama de casa y puertas con cerraduras de combinación.

Compartió habitación con Karen Chandler y, entre las dos y sus respectivas madres, decoraron de lo lindo esa habitación, comprando nuevas colchas y sábanas y unas cortinas, que nunca cerraban.

El 14 de enero de 1978, hubo una boda de una amiga de las chicas. Fueron a su boda, se divirtieron bastante, comieron, bailaron y regresaron a su habitación, en la casa de huéspedes. A las 22:30, del sábado, se acostaron y durmieron casi al instante.

El evasivo, sádico Bundy, se había mudado hacía poco cerca del sitio. A pesar de su larga saga de asesinatos, había logrado evadir la ley. Dos veces, escapó de prisión, en una, saltando de dos pisos, sobreviviendo a la caída, y en la segunda, haciendo un agujero en el techo de su celda, que daba a la oficina del jefe de la prisión. Así, ocultándose, caminando por las noches, fue a dar cerca de la casa de huéspedes, en donde vivía Kleiner.

Varias veces se puso a vigilar los movimientos de las chicas del lugar. Consideró que esa noche, era ideal, pues estarían durmiendo profundamente, luego de la fiesta. A las 2:45 de la madrugada, caminó hacia la construcción. Para fortuna de él y mala suerte de las chicas, halló una pila de leños, para el fuego de la chimenea, de los que tomó uno, muy grueso. Además, una de las chapas de combinación, no servía bien. La abrió, sin esfuerzo.

Y llegó primero al cuarto de Margaret Bowman, que dormía sola. Le dio un garrotazo en la frente y la estranguló con unas medias.

Luego, se dirigió a la habitación de Lisa Levy, a la que golpeó, violó y estranguló. Fue a la que mordisqueó salvajemente, gracias a lo cual, por fin, se tuvo buena evidencia de que había sido su dentadura, la que perpetró tales brutales mordeduras.

Luego, fue al cuarto de Kleiner y Chandler. Las chicas tenían, entre sus camas, un baúl, en donde guardaban sus libros y otras cosas. Bundy tropezó y cayó. “El cuarto estaba obscuro y yo no tenía mis lentes, pero recuerdo que veía una masa obscura. Ni siquiera pude ver si era una persona. Vi el garrote, vi levantarlo sobre su cabeza y arrojarlo sobre mí. La primera vez, no dolió. Era presión, como si alguien presionara tu brazo. Entonces, me golpeó de nuevo. Y creo que fue cuando me pegó en mi cara, me rompió las gafas y me fracturó en tres partes mi quijada. Perdí el conocimiento. Pero es lo que más recuerdo: a él, levantando el garrote y asestándomelo”.

Las hubiera matado a las dos, de no ser porque, gracias a que mantenían las cortinas abiertas todo el tiempo, providencialmente, el cuarto se iluminó por completo, con las luces de un auto, que llegaba a esa hora. Del vehículo, Nita Neary, quien vivía también allí, salió. Su novio, la fue a dejar, luego de una larga velada.

A Bundy, la inesperada iluminación del cuarto, lo tomó desprevenido y, creyéndose sorprendido, salió a toda prisa de allí y del edificio. Neary lo vio y, gracias a su testimonio, pudo constatar luego, que había visto a Bundy salir del sitio. Su declaración, pudo ligar más a Bundy con sus sádicos asesinatos.

Chandler no resultó tan afectada del garrotazo, como Kleiner, quien paso varios meses en rehabilitación, para que se soldara su quijada (un cirujano dental tuvo, que romperla de nuevo, para alinearla).

Ya, con los días, se enteró de quién la había atacado, que, hasta ese entonces, no significaba nada, pues no había oído hablar de él en las noticias

A pesar de la traumática, casi fatal experiencia, tiempo después, en 1980, Kleiner visitó la casa de huéspedes, atreviéndose, incluso, a entrar a la que fuera su habitación. El día del asalto, quedó llena de sangre, paredes, cosas, camas, fundas…

Pero todo estaba ya bien. “Suspiré, aliviada”, dice Kleiner.

Incluso, acudió, muy tranquila, como víctima y testigo, cuando fue llamada a declarar en contra de Bundy, pero, por desgracia, diciendo sólo la verdad, afirmó que no le había visto la cara, la noche del ataque, así que no contó su testimonio.

Y, contrario a dejar que la experiencia la atara, hizo todo lo posible por superarla.

Se divorció de su primer esposo, cuando Michael, el hijo de ambos tenía dos años.

Y se volvió a casar, con Scott Rubin, uno de sus amigos de la secundaria.

La noche del 23 de enero, cuando fue ejecutado Bundy en la silla eléctrica, al enterarse, Kleiner tuvo un ataque de llanto, al recordar a sus amigas asesinadas, Margaret y Lisa, de la casa de huéspedes. Pero, luego de llorar un buen rato, se desahogó, “toda la angustia, sentí que se iba. Me sentí muy limpia”. Después, se puso un lindo vestido y fue con su esposo a cenar.

Tanto lo ha superado, que, cuando van los dos a una librería, Kleiner busca el libro The Stranger Beside Me, que ha leído varias veces, busca las páginas en donde es mencionada, y le dice a Rubin, su esposo, “Ahora, a ver, tú busca un libro en donde te mencionen”. Dice que es como un juego, algo que hace para demostrarse que ya pasó el traumático evento.

“El miedo se me ha ido”, afirma. Alguna vez que estuvo trabajando en un súper, en una ocasión, en que un asaltante entró a robar, éste, la amagó y amenazó con una pistola. “Al otro día, fui a trabajar, como si nada”.

Actualmente, Rubin y ella, viven en Nueva Orleans. Son abuelos, tienen perros y viven muy felices. Ha tenido, sin embargo, que pasar por varias cirugías para corregir sus mandíbulas. Y es sobreviviente de cáncer de mama. Incluso, fue a ver la referida cinta sobre Bundy. “Sí, soy sobreviviente. Es que no me ha tocado todavía”, dice, bromeando. 

Por fortuna, Kleiner está viva. Y, gracias a su empeño, esa terrible experiencia, no es más que un lejano recuerdo.

Sin embargo, para las incontables víctimas fatales, no sólo de Bundy, sino de otros psicópatas, enfermos de odio, de ganas de ver sangre y de violencia, son sólo recuerdos, actas de defunción, para familiares y amigos, así, como se han convertido en pasados hechos, las fichas de las morgues, que las identificaron en su momento.

Mi reconocimiento, a todas ellas.

 

Contacto: studillac@hotmail.com