Racismo y brutalidad policial en Estados Unidos
por Adán Salgado Andrade
“No puedo respirar”, fueron las últimas palabras expresadas por el afroestadounidense George Floyd, antes de morir asfixiado, a manos del ex “policía” Derek Chauvin, quien le hincó en su cuello la rodilla, haciendo caso omiso de las peticiones de Floyd, de que lo dejara respirar.
Ese asesinato, ha dado lugar a grandes protestas en todo Estados Unidos, apoyadas también por blancos conscientes, cansados los manifestantes de que la brutalidad policial siga siendo la norma desde hace décadas y que los asesinatos de afroestadounidenses, a manos de psicópatas “policías” queden como una estadística más. Una de las consignas, coreadas por todos, es la de “¡No puedo respirar!” (ver: https://www.theguardian.com/us-news/2020/jun/06/protests-george-floyd-black-lives-matter-saturday).
Y si no los asesinan, los encarcelan, siendo afroestadounidenses, la población carcelaria más abundante en las prisiones de Estados Unidos, pues aunque son el 12% de la población adulta de ese país, 33% del total de prisioneros en cárceles de ese país, son afroestadounidenses. Muy alta la desproporción. Los blancos constituyen el 64% de la población estadounidense, pero en las cárceles, sólo son 30%, blancos. O sea, no los encarcelan tanto como a los afroestadounidenses (ver: https://www.pewresearch.org/fact-tank/2019/04/30/shrinking-gap-between-number-of-blacks-and-whites-in-prison/).
Si vemos la foto de ese psicópata “policía”, muestra un gesto de prepotencia y superioridad racial, indicativo de que él podía hacer con ese sometido “negro” lo que quisiera, pues, finalmente, era policía.
Pero no es la primera vez que sucede que un policía, sobre todo, blanco, asesine a sangre fría a un afroestadounidense. Es “normal” que eso suceda. Es histórica la represión hacia los afroestadounidenses.
Por ejemplo, el muy laureado libro de Margaret Mitchell, “Lo que el viento se llevó”, publicado en 1936, es una muy romantizada forma de ver los orígenes del enraizado racismo. La novela, elogia la forma de vida sureña, que era totalmente esclavista. A los esclavos negros, los muestra como conformes y hasta felices de trabajar para sus amos. Y tanto éstos, así como sus “darkies”, como así llamaban a los esclavos, “sufren” cuando inicia la guerra antiesclavista promovida por el Norte, más progresista que el Sur. Tanto Scarlett O’hara, de impetuoso “espíritu irlandés”, así como Rhett Butler, agresivo y ambicioso comerciante, desfallecen al ver sus tierras caer en manos de los unionistas, y desquebrajarse a su sistema esclavista. Incluso, Butler, se une al Ku Klux Klan. Mitchell pinta a él y al Klan, como héroes, que combaten a “negros violentos y violadores”, no como a los fanáticos racistas asesinos, que quemaban las casas de los libertos (esclavos liberados) o que los linchaban por cualquier pretexto, muchas veces, inventado.
Mitchell, además, expresa muy bien en esa historia su inconsciente desprecio por los negros, sobre todo los violentos. Siendo niña, vivía cerca de una colonia de puros ex esclavos, que describía como miserable, sucia y asquerosa. Todo eso, sumado a las historias que le contaban sus tías abuelas, quienes vivieron la soñada época del esclavismo, la llevaron a escribir esa novela, cuyos detalles más escabrosos, fueron omitidos en la película de 1939, dirigida por David O. Selznick, para convertirla en una simple, romántica historia de amor, ubicada en los difíciles tiempos de la Guerra de Secesión estadounidense (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2017/07/lo-que-el-viento-se-llevo-o-los.html).
Así que son derrotados los sureños, pero ponen como condición, para rendirse totalmente y someterse a la nueva república, que a los ex esclavos, se les segregue, “sí, son libres e iguales, pero en lugares propios para ellos, sus casas, sus tiendas, sus iglesias, sus escuelas, sus granjas”, tal y como lo estableció la llamada Jim Crow Laws, que establecía “igualdad y segregación”. Es decir, era como si hubiera existido el país de los negros, dentro del país “blanco” (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Jim_Crow_laws).
Y esa legislación fue, quizá, mucho más violenta con los afroestadounidenses, quienes, viviendo segregadamente, sufrieron, y sufren, pobreza extrema, discriminación laboral, estudiantil, urbana…y represión policíaca, pues esa segregación, los estigmatizó, los colocó como lo malo, que por eso debía de congregarse en guetos, para que no representaran peligro a los buenos, o sea, los blancos. Fue lo que hicieron antes los blancos, cuando echaron a las “reservaciones” a los pueblos nativos, los despectivamente llamados “pieles rojas”, quienes estorbaban sus ambiciones de expansión territorial.
Un ejemplo de hasta dónde resultaban imprácticas las medidas segregacionistas, como en el caso de las cuestiones cotidianas, lo proporciona la cinta Hidden Figures, del 2016, dirigida por Theodore Melfi, que versa sobre la vida de tres mujeres afroestadounidenses, cuyos conocimientos en física, matemáticas y programación, lograron que Estados Unidos pudiera lanzar una nave tripulada que circunnavegó la Tierra y trajo de regreso a John Glenn, el astronauta que la condujo. Una de ellas, Katherine Johnson, trabajaba en el departamento de cálculos matemáticos de la NASA. Cuando tenía que ir al baño, tenía que salir de la oficina y caminar, rápidamente, unos ochocientos metros, para llegar al baño de mujeres negras. Cuando un día, su supervisor, Al Harrison, pregunta urgentemente por ella, pues no estaba en su escritorio, al llegar Johnson del baño, la regaña. Ella le reclama que diario debe de recorrer ochocientos metros para ir al baño, que no es su culpa que no haya baños para negras cerca. Entonces, el airado Harrison, va al baño de la oficina, que era sólo para “mujeres blancas” y rompe el letrero, diciendo que negros y blancos “mean igual” (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Hidden_Figures).
Y los esfuerzos de Malcolm X, Martin Luther King y otros líderes afroestadounidenses, se dieron para acabar con ese nefasto segregacionismo.
Sin embargo, su lucha, aunque ha rendido avanzados frutos, no ha logrado, ni logrará, acabar con el enraizado racismo que, como dije, es histórico y está todavía en la sangre de millones de estadounidenses, sobre todo los blancos más radicales, los que defienden su “pureza de sangre”, los supremacistas neonazis que quisieran deshacerse de todas las razas “de negros, cafés y amarillos que han invadido su amado país” y que ahora, bajo la tutela del nefasto, igualmente racista Donald Trump, se han envilecido todavía más.
Así que, puestos como los malos, los afroestadounidenses han sufrido cotidiana represión, tanto de desventajosas leyes que los mostraban – y los siguen mostrando – como los perversos, así como de supremacistas policías blancos (las primeras corporaciones policiacas no admitían a negros en sus filas) que, justo, por ser “malos”, los persiguen, apresan, golpean… y hasta matan, con tal de que la ley se cumpla, contra esos “transgresores negros”.
El de Floyd, es, como señalé, uno de tantos casos que suceden anualmente. Keisha Blain, profesora afroestadounidense de historia, comenta que “la gente de barrios negros, no ve a la policía como protectores, sino como instigadores y como individuos a los que hay que temer. Los asesinatos perpetrados por policías en contra de gente negra, son la sexta principal causa de sus muertes”. O sea, un factor humano, brutalidad policial, no una enfermedad, es el sexto factor que más provoca muertes de afroestadounidenses. La primera causa es muerte accidental, la segunda, suicidio, la tercera, otros homicidios, la cuarta, paros cardiacos, la quinta, cáncer. Y la sexta, la enfermedad de los policías blancos de asesinar por “peligrosos” a cuanto negro se topen (ver: https://www.bbc.com/news/world-us-canada-52960227).
Analizando esas conclusiones estadísticas, es notable que la segunda y tercera causas, sean suicidios y otros homicidios, ya que, justo por la marginación y la pobreza, para muchos afroestadounidenses, la “solución” a sus conflictos y carencias es el suicidio. Por otro lado, los homicidios hacia ellos o entre ellos, son comunes. Por ejemplo, en ciudades como Chicago, la violencia interracial ha llegado a niveles casi incontrolables. Bandas de chicos afroestadounidenses, se retan por redes sociales por la mañana, y, por la tarde, salen a matarse. Al día siguiente, componen un rap sobre el crimen. Es decir, el odio que los blancos les tienen, ya se ha vuelto parte de ellos mismos y lo fomentan entre sí. El que un afroestadounidense se refiera a otro con la despectiva palabra nigger, muestra cuan inconscientemente enraizado está el racismo entre ellos (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2014/01/armas-y-violencia-on-line.html).
En Minneapolis, la ciudad en donde fue asesinado Floyd, de acuerdo con un artículo de la BBC, el 19% de la población está formada por afroestadounidenses, y el 9%, por policías. Aún así, siendo minoría la población afroestadounidense, los casos que persigue la policía, son 60% de las veces, relacionados con aquélla. Como dije, ya es un estigma que lo negro sea lo malo y, lo blanco, lo bueno.
La reportera de The Guardian Kenya Evelyn, precisamente señala que la principal causa del fastidio generalizado, sobre todo, entre los afroestadounidenses, manifestado mediante protestas, algunas, violentas, es la histórica, mencionada, represión, de que la única forma de controlar a los “delincuentes” o protestas de afroestadounidenses, es con el excesivo empleo de la violencia policial, no hay métodos pacíficos para arreglar esa problemática (ver: https://www.theguardian.com/us-news/2020/jun/06/protests-george-floyd-black-lives-matter-saturday).
Dice que cada que pregunta a alguien por qué está protestando, le dicen decenas de nombres, no es sólo por Floyd. Están los recientes casos de Breonna Taylor, de 26 años, afroestadounidense asesinada dentro de su casa por un grupo de policías, en marzo de este año, quienes irrumpieron en su hogar, rompiendo la puerta y tirando a matar, pues fue a la primera, y única, persona que vieron. Se “equivocaron” de domicilio. El que buscaban, estaba a kilómetros de distancia, y pertenecía a dos traficantes de drogas que, de hecho, habían sido arrestados tiempo atrás (ver: https://belatina.com/breona-taylor-murder-police-justiceforbreona/).
O el de Ahmaud Arbery, joven que corría en su barrio, a quien un par de blancos racistas, un ex policía y su hijo, persiguieron y asesinaron a sangre fría, sólo por ser negro. Eso es, como dije, sinónimo de “peligroso”. Y mencionaron más nombres, el de Sandra Bland (arrestada prepotentemente, por una falta menor de tráfico, que terminó por suicidarse en la cárcel), Trayvon Martin (éste, asesinado por un policía vecinal, también, porque lo tomó como “sospechoso” de hurtos, por ser “negro”), Sylville Smith (asesinado durante una persecución policial), Philando Castile (detenido por una supuesta falta de tránsito y asesinado por el policía que lo detuvo, cuando trataba de buscar Castile su licencia), Alton Sterling (arrestado y asesinado por dos policías, porque vendía discos compactos y por resistirse al arresto), Eric Garner (arrestado por vender cigarros sueltos, sin pagar impuestos y que murió, como Floyd, por asfixia, debida al sofocante sometimiento del policía que lo arrestó)… y muchos otros, que le fueron recordados a Evelyn. En todos los casos, se trató de afroestadounidenses detenidos arbitrariamente y asesinados a sangre fría, sin razón alguna, sólo porque los policías “creyeron” o “supusieron” que eran peligrosos.
Eso, justo, sucedió cuando, en la ciudad de Nueva York, en febrero de 1999, el joven inmigrante de Guinea, Amadou Diallo, llegaba a su casa en la madrugada, luego de asistir a una fiesta. Cuatro policías, de la ya difunta Street Crimes Unit, lo sorprendieron, pidiéndole, de lejos, que sacara una identificación y que levantara las manos. El chico, de 23 años, iba a sacar su identificación de su bolsa de la chamarra que, para su desgracia, estaba dentro de un porta credenciales metálico. Su brillo, fue tomado por los temerosos policías, vestidos de civil, como emanado de una pistola. Su ya usual, repentina respuesta, fue la de vaciar sus pistolas automáticas sobre aquél, al que cocieron con 41 balazos. Todo por ser negro y pobre, más que por sospechoso (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Shooting_of_Amadou_Diallo).
Y eso se dio cuando era alcalde el nefasto Rudolph Giuliani (actual abogado de Trump), el creador de la “cero tolerancia”, esa aberración judicial que, primero, castiga y, luego, averigua si el castigado es inocente. Esa ley hizo a los policías neoyorquinos todavía más prepotentes, basando su criterio de ver a alguien como sospechoso por su perfil racial ( o sea, negro, es peligroso), brutalidad policiaca, como la norma, y el “tiroteo contagioso”, es decir, que si un policía comienza a disparar sobre alguien, es seguido por los otros. Y, por lo visto, sigue siendo ése su comportamiento.
Lo peor es que muy pocos policías son sentenciados a cumplir condenas carcelarias. A la mayoría, más del 98%, se les deja libres. A lo más, son despedidos. Es probablemente un elemento de por qué siguen matando a afroestadounidenses, pues saben que no llega a más. Era como cuando los esclavistas sureños, mataban a uno de sus esclavos, el comisario local sólo averiguaba la causa por la cual el amo lo había hecho. Nada más.
Aunque otras minorías, tampoco se salvan, como los latinos. Hace unos días, el joven Sean Monterrosa, de 22 años, fue asesinado por un policía en el condado de Vallejo, California. Varios agentes habían respondido a una llamada, avisando que una tienda estaba siendo asaltada y, aparentemente, Monterrosa era uno de los asaltantes. Ya se había rendido y estaba, incluso, hincado, con sus manos levantadas. Sin embargo, un policía creyó que el joven tenía un arma en su bolsillo y le disparó, sin miramiento, cinco balazos, muriendo Monterrosa instantáneamente. Luego, al revisar su cadáver, el asesino policía descubrió que se trataba de un martillo. En esa ciudad, a los policías que “cumpliendo con su deber” asesinan a sospechosos, hasta son condecorados y ascendidos. Quizá por eso busquen asesinar a cuanto “delincuente” se les ponga en frente, con tal de que sean honrados con ascensos. En febrero del 2019, policías asesinaron de 55 balazos a William McCoy, un rapero que estaba teniendo éxito en Bay Area, tan sólo por estar durmiendo en su auto. Uno de los policías que lo asesinaron, ya había matado antes a un “sospechoso”, que huía en su bicicleta. Y un oficial más, asesinó a tres hombres en un mes, y fue ascendido, con honores. Así que, al parecer, son intocables. En toda la ciudad de Vallejo, de sólo 121 mil habitantes, han subido los asesinatos cometidos por policías, y a pesar de las protestas y de la acción de activistas de derechos humanos, siguen impunes sus crímenes (ver: https://www.theguardian.com/us-news/2020/jun/04/vallejo-police-kill-unarmed-man-california).
Lo curioso es que el caso de Monterrosa no se haya elevado también, junto con el nombre de Floyd, en las protestas que se siguen dando contra la brutalidad policial.
Y los tiroteos en Vallejo, sobre todo en los que interviene la policía, son tan comunes, que una amiga mexicana que vive allí, desde hace años, dice que “tienes que dormir con el colchón en el piso, para que no vaya a entrar una bala por la ventana y te mate”. De acuerdo a ese testimonio, no están los habitantes de Vallejo más seguros, a pesar de asesinos policías que matan, en caliente, a cuanto sospechoso vean.
En fin, la discriminación policial hacia los afroestadounidenses, no es la única forma de racismo hacia éstos.
Ahí tenemos, por ejemplo, la respuesta de varios grupos de violentos racistas blancos (mal llamados supremacistas) que han agredido a los manifestantes congregados en torno a la muerte de Floyd. Los trogloditas, portan bats o palos de golf, para golpearlos, les rompen sus pancartas que demandan alto a la violencia policial, y los insultan, a las mujeres, con frases obscenas, a los hombres, sobre todo negros, con insultos raciales (ver: https://www.theguardian.com/us-news/2020/jun/04/philadelphia-armed-white-men-george-floyd-protests).
Esos mismos grupos, como se sienten la raza superior, son los que persiguen a ilegales en la frontera, a los que “cazan” y, en el mejor de los casos, si no los matan, los entregan a la policía migratoria (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2017/03/los-enajenados-y-racistas-cazailegales.html).
En cosas tan simples y cotidianas, sale el racismo de blancos ignorantes, que, inconscientemente, temen, cuando enfrentan a un afroestadounidense. Un caso reciente, es el de una mujer blanca, Amy Cooper, que andaba con su perro en el Parque Central de Nueva York, sin sujetarlo con su cadena. Un activista afroestadounidense que protege a los pájaros, Christian Cooper (nada que ver con ella), le llamó la atención, pidiéndole, amablemente, que sujetara a su perro. La mujer, iracunda, llamó a la policía, diciendo que un “hombre negro” estaba poniendo en peligro su vida. Por fortuna, Christian la estuvo filmando todo el tiempo, para mostrar que no le estaba haciendo nada.
Gracias a ese difundido video, la estupidez de Amy, ocasionó una fuerte reacción, pues fue vituperada por las redes sociales y despedida de su empleo (ver: https://www.theguardian.com/us-news/2020/may/26/central-park-new-york-white-woman-black-birdwatcher).
En otro caso, Svitlana Flom, llamó urgentemente a la policía porque una “mujer negra” estaba sentada tranquilamente en una banca de un parque, cercano al domicilio de ésta. O sea, ambas vivían cerca.
Pero para Flom, ver a esa mujer negra, fue “señal de peligro”. Tomó su celular y llamó a la policía, diciendo que la mujer negra estaba “jugando la carta negra”, refiriéndose a que ésta, la estaba filmando. Obviamente la mujer negra, de la que no se reveló su nombre, lo hizo, filmarla, para protegerse, mostrar que nada le estaba haciendo a Flom, porque, como dice el articulista de la nota, Zack Linly, “¿cuando aprenderán estas mujeres blancas el valor de seguir caminando y ocuparse sólo de sus asuntos? Harían sus vidas más fáciles, ahora que las cámaras de teléfonos y las redes sociales han dado el poder a la gente negra de defenderse” (ver: https://www.theroot.com/she-s-playing-the-black-card-nyc-karen-repeatedly-ca-1843863260).
En Los Ángeles, una familia de afroestadounidenses, que estaba llamando a policías para denunciar que una tienda barrial había sido asaltada, fue arrestada, pues los estúpidos “policías” supusieron que, por ser negros, ellos eran los asaltantes, a pesar de que una reportera blanca, les estaba diciendo que ellos estaba denunciando el asalto, que no eran los ladrones (ver: https://www.theroot.com/curfews-imposed-and-national-guard-deployed-to-keep-to-1843855905).
¿Se necesitan más evidencias para mostrar que el perfil racial, o sea, ser negro, latino, asiático… es lo que induce a la policía de Estados Unidos a tomar, como sospechoso, a aquél que no sea blanco?
Por ello es que en Minneapolis, los manifestantes fueron acompañados por la congresista Ilhan Omar, diciéndoles que "la policía de Minneapolis está podrida desde las raíces, así que si la desmantelamos, acabamos con ese cáncer y permitimos que algo bello florezca". Es el clamor, que muchos cuerpos policiales de Estados Unidos, desaparezcan ya, y se busquen formas más civilizadas, racionales y efectivas para darle seguridad a todos los ciudadanos.
Ah, pero hay personas que, oportunamente, contribuyen a encender más la violencia. No sólo el nefasto Trump, que ordenó que manifestantes fuera de la casa Blanca fueran reprimidos para que él se tomara una foto con la Biblia, frente a una iglesia (ver: https://www.nytimes.com/2020/06/01/us/politics/trump-st-johns-church-bible.html).
Un candidato republicano para el Congreso, apareció en un video, difundido por Facebook, en el que arenga a usar su “máquina de la libertad”, un rifle AR15, con la cual se puede combatir a los “saqueadores”. El señor Paul Brown, puede verse disparando su rifle, declarando que también puede combatir a un “mal gobierno”. Esto último, fue una torpe salida, en vista de toda la controversia que ha ocasionado. Justo sacó su libelo, dos días después de que el nefasto Trump dijo en Twitter que “cuando los saqueos comienzan, los disparos comienzan (When the looting starts, shooting starts). No se necesita ser muy agudo para ver que ese tendencioso video estaba dirigido a justificar que alguien empleara su arma, en caso de que un “saqueador” quisiera asaltar su tienda o casa (ver: https://gizmodo.com/facebook-let-a-politician-advocate-shooting-looters-wit-1843906369).
Por cierto que Mark Zuckerberg recibió muchas críticas por haber mantenido varios días en su plataforma ese video racista e incitador a la violencia hacia los manifestantes.
Claro, como en todo, algunas de esas manifestaciones, se tornaron en actos vandálicos y saqueadores. No se justifican, pero se entienden, pues, como dice la periodista Kenya Evelyn, “la gente salió a las calles para decir que suficiente es suficiente”.
Es decir, es el hartazgo, no se puede vivir toda la vida humillado.
Como bien decía Ernesto Che Guevara, “es mejor morir de pie, que vivir de rodillas”.
Y si no lo hacemos, rebelarnos, estaremos muertos en vida.
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