Muchas tragedias, como la de Los Ángeles, suceden por construir en lugares inadecuados
Por Adán Salgado Andrade
Las pasadas inundaciones en Chalco, municipio del Estado de México, se dieron porque manipulación y clientelismo políticos, permitieron el asentamiento de miles de personas en zonas en donde antes había existido el lago de Chalco. De hecho, Chalco significa “el borde del lago”. Aunque esas zonas aparentemente se sequen, lluvias “atípicas” (que con la catástrofe ambiental cada vez serán más comunes) las vuelven a llenar. Justo por eso se dieron, y la gente permaneció con agua anegada, insalubre y llena de parásitos, durante varias semanas (ver: https://www.excelsior.com.mx/opinion/lorena-rivera/chalco-al-borde-del-desastre-sanitario/1668035).
Lo mismo sucedió en Maui, Hawái, cuando en agosto del 2023, se dio un destructivo incendio, que se propagó gracias a fuertes vientos y a seca vegetación, pastizales, principalmente (pues la vegetación nativa se acabó siglos atrás, cuando en esas islas se sembró masivamente caña de azúcar). Y con la mayoría de las casas hechas de madera, fue la combinación perfecta para la propagación acelerada, tanto, que muchas personas ni tiempo tuvieron de escapar del infierno (ver: https://www.wired.com/story/the-scary-science-of-mauis-wildfires/).
Lo mismo sucede con comunidades que se establecen entre bosques, lo que siempre se ha antojado muy “romántico”, pero que cada vez es más peligroso, pues los árboles que se entremezclan con las casas de la gente y los de los alrededores, están tan secos por las largas sequías, que basta un chispazo para que también, junto con fuertísimos vientos, se produzcan incendios muy destructivos. Eso sucedió en el pueblo de Paradise, California, en el 2018, que dejó 85 personas fallecidas y destruyó 19,000 construcciones (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2020/09/la-era-de-los-mega-incendios-forestales.html).
Y lo mismo ha sucedido con las construcciones que se establecen en las costas, que muchas han tenido que abandonarse por la elevación del mar, como en Indonesia, en donde muchos pueblos ya están inundados permanentemente y sus habitantes han tenido que desalojarlos (ver: https://adansalgadoandrade.blogspot.com/2022/10/la-elevacion-del-mar-ya-inundo.html).
Lo mismo hacen los huracanes, que muchas zonas costeras ya son azotadas cada año y la gente está emigrando a zonas más seguras. Les llaman los refugiados climáticos (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/01/los-refugiados-climaticos.html).
En todo eso, como señalé, un primer factor es el desastre climático que el capitalismo salvaje está ocasionando, con su sobreproducción, que depreda y contamina al planeta aceleradamente (ver: https://adansalgadoandrade.blogspot.com/2024/05/la-destructiva-polucionadora.html).
Y en los recientes incendios que azotaron a los alrededores de la ciudad de Los Ángeles, casi todos ocupados por personas opulentas (muchas, estrellas de Hollywood, por ejemplo), se dio la combinación que arriba menciono, de construir casas de madera en sitios en donde crece exclusivamente maleza y en donde los fuertes vientos (en las colinas), y la sequía, habían resecado tanto el ambiente, que fueron simplemente incontrolables. Más de 12,000 construcciones, 25 fallecidos y más de 25 desaparecidos es el saldo final de la terrible tragedia, que acabó con casas de famosos, como la de Mel Gibson (Nueva York, 1956), valuada en $14.5 millones de dólares. O la de Anthony Hopkins (Inglaterra, 1937), de la que sólo quedó la chimenea. O la de la modelo Bella Hadid (Washington, 1996), que perdió su casa de once baños, en la que vivió su niñez.
Tuvieron que liberarse casi 800 bomberos que estaban encarcelados, a los que se explotó, se debe de decir, pagándoles entre $5.8 y $10.24 dólares al día, más un dólar por hora, para combatir los infernales incendios. Son prisioneros a los que se entrena para combatir incendios. Cabría preguntarse si no aprovecharon para escapar o ¿cómo se evitó que lo hicieran, en medio del caos reinante? (ver: https://www.theguardian.com/us-news/2025/jan/08/la-wildfires-incarcerated-firefighters).
Se calcula que los costos de la destrucción ascenderán a unos $250,000 millones de dólares. Un 6.2 por ciento del PIB de México del 2024, que fue de $3.984 billones de dólares.
Muchísimo dinero. De hecho, varias aseguradoras se quieren desentender del pago, alegando que fue algo excepcional. Pero lo tendrán que hacer, aunque quiebren. Claro, para los que tenían aseguradas sus propiedades. Para los que no y no tengan dinero para la reconstrucción, tendrán que buscar una “solución”, como vivir con familiares o rentar o irse a algún albergue (que deberán de establecerse permanentes para miles que no tendrán otra opción).
Como señalé, no eran aptas las áreas en donde había lujosas mansiones.
El periodista Oliver Wainwright, de The Guardian, en su artículo “’Temerariamente criminales’: por qué la expansión urbana de Los Ángeles provocó que los feroces incendios fueran inevitables y cómo se debería de reconstruir”, analiza cómo la voracidad inmobiliaria provocó que se construyeran casas en zonas vulnerables a incendios, “haber dado subsidios para que se reconstruyeran en el círculo de fuego, contribuyó mucho a que se diera la actual tragedia” (ver: https://www.theguardian.com/artanddesign/2025/jan/15/criminally-reckless-la-wildfires-urban-sprawl).
Las imágenes de casas elegantes ardiendo, han recorrido todo el planeta, un verdadero infierno (por si se dudara de su existencia, aquí ya lo tenemos cotidianamente, no sólo con los incendios de esa ciudad o los de bosques y selvas, sino con la catástrofe climática que nos está calentando más y más, deshidratando y resecando todo).
Dice Wainwright que el lema de los vendedores de casas de Los Ángeles es “el que asalta, no salta”, refiriéndose a que es difícil que trepen por una pared que está a la orilla de un risco, como muchas casas que están en sitios altos. “Los vendedores ponderan esas características como lo paradisiaco, para que sus compradores estén seguros de que se aislarán de las masas que pululan en los barrios de tierras abajo. Pero justamente el estar en alto, estar rodeadas de jardines, de céspedes magníficos y que sean de madera, son precisamente los factores que provocan tan devastadores incendios”.
Menciona lo que señalé arriba, que maleza reseca, acumulada durante años, sequía y durísimos vientos, propagan a los incendios incontrolablemente, destruyendo todo lo que tengan a un lado. “No discriminan y quemaron todo, casas móviles, escuelas, iglesias y negocios”.
Sí, incluso, sitios que fueron empleados como sets de películas, fueron destruidos (como la escuela Palisades High School, que se usó para la cinta “Carrie”, de 1976. Ver: https://www.businessinsider.com/palisades-high-school-movies-la-awildfire-2025-1).
Se culpa de la falta de agua para controlar los incendios, pero Wainwright afirma que “poco pudo hacerse, pues por innumerables errores de urbanización, los fuegos fueron incontrolables”.
Menciona al fallecido activista Michael Ryan Davis (1946-2022), quien analizó las causas de los incendios en su libro “Porqué se dejó que se incendiara Malibu”, en el que denuncia que haber dejado corruptamente las autoridades que se construyeran casas hasta en zonas aisladas, fue creando el escenario perfecto para los recientes incendios, a pesar de que ya se habían dado conflagraciones anteriormente. “Esas son zonas que naturalmente se incendian, sin extenderse más allá de lo necesario, pero con construcciones en medio de ellas, se pierde el control”, mencionaba Davis.
En efecto, ya nativos de Canadá, por ejemplo, hacían incendios controlados, con tal de que no se acumulara tanta vegetación seca, que se va acumulando en el suelo. “Se hacen para mantener bosques, restauración ecológica y para que no se den incendios mayores” (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Controlled_burn).
Obviamente eso no se puede hacer, habiendo casas de por medio. Pero cuando se inicia un incendio, se sale de control automáticamente si, además, están los fuertes vientos, como los de Santa Ana, que “actúan como sopladores gigantes, aventando brazas por todo lados, lo que dificulta apagar los incendios”.
Dice Wainwright que los bomberos dicen que “a diez millas por hora (16 km/h) soy bombero. A 30 millas por hora (48 km/h) soy observador”.
Claro, no pueden hacer más. Y los que azotaron durante lo peor de los incendios soplaron a 128 kilómetros por hora. En efecto, como si un atizador gigante los hubiera alimentado.
Otro factor que incrementó la fuerza de los incendios fue que muchos vehículos incendiados eran eléctricos. Por su baterías de litio, requieren mucha más agua para que puedan apagarse, además de que los residuos que dejan son más contaminantes que los de un auto normal. “Es una contradicción con la sustentabilidad ambiental que dicen ofrecer”, comenta Thomas Maxwell en un artículo de Gizmodo (ver: https://gizmodo.com/tesla-batteries-burning-in-la-wildfire-present-an-irony-about-sustainability-2000551973).
Menciona Wainwright a Frederick Law Olmsted Jr. (1870-1957), diseñador del sistema de parques de California, quien en 1930, sugirió que “10,000 acres (4,047 ha.) de las montañas de Malibu fueran empleadas como un parque público. Pero se impusieron los intereses de lo que Davis llama ‘ricos pirófilos’, los que hacían sus refugios propensos al fuego, que se han incendiado y vuelto a reconstruir muchas veces”.
Señala que Davis denuncia en su libro que, por un decreto de Dwight D. Eisenhower (1890-1969), que dio subsidios y créditos para la reconstrucción, luego de un incendio en 1950, se volvieron a construir casas en zonas propensas a los incendios. Y se repitió otro en 1970, “pero se volvió a reconstruir todo”.
Sin embargo, en lugar de combatir las pasadas, equivocadas políticas, se vuelven a repetir. Muchos sugieren que ya no se debe de expandir la ciudad, se debe de “crecer hacia arriba, no hacia afuera”, como señala el historiador y analista ambiental estadounidense Char Miller (1951), citado por Wainwright, “y no volver a reconstruir en zonas propensas a incendios”.
Esas zonas deben dejarse así, que la Naturaleza las envuelva, “pues plantas y animales se benefician. Las semillas de árboles, gracias a las cenizas, germinan y los animales, como roedores o aves, pueden cazar más fácilmente”. En efecto, si dejamos un área natural, antes habitada, sin intervención humana, o limitada, a los pocos años puede recuperarse (ver: https://gizmodo.com/the-surprising-case-against-replanting-destroyed-rainforests-2000521640).
Pero ya la alcalde de Los Ángeles, Karen Bass (1953), ordenó los trabajos de reconstrucción, “que retiren las cintas rojas y adelante”. Como es afroestadounidense, sin ser peyorativo, quizá por eso se quiere mostrar como muy eficiente. Y de seguro atiende a los intereses económicos, más que a los ambientales y a los de la seguridad de los damnificados.
Sin embargo, Craig Fugate (1959), ex director de la Agencia Federal del Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés), citado por Wainwright, dice que “una casa destruida no es una casa asequible, ni tampoco sustentable”.
Sí, pues si se destruyó por fuego, en una zona propensa a incendios, puede incendiarse de nuevo.
Dice Wainwright que podrían ser estos devastadores incendios un parteaguas, sobre todo, en vista de que la aseguradoras no podrán pagar todas las construcciones destruidas, que tenían un seguro.
“Se requiere más densidad poblacional, evitar que se crezca hacia afuera”.
Eso podría aplicarse en el mencionado caso de Chalco, que no se permitan más asentamientos allí, mucho menos los irregulares, pues tarde o temprano, se volverán a inundar. Se debe de reubicar a la gente que viva en las zonas más inundables.
Y se deben de respetar las zonas de recarga pluvial o las boscosas, ser menos invasivos, construir ya más de acuerdo a los cambios que la catástrofe climática está ocasionando (también se deben de impedir totalmente asentamientos irregulares en zonas boscosas, como en el Ajusco, pues cuando se dan incendios, las improvisadas casas de madera y desperdicios, ayudan a la combustión, fortaleciendo a tales incendios)
Qué bueno que no se construyó el aeropuerto que se tenía contemplado realizar en el lago de Texcoco. Habría llegado a ser inutilizable por las frecuentes inundaciones. Haber hecho esa zona un parque natural y acuático, fue la mejor opción.
Y es de esperarse que, en efecto, se cambie la mentalidad de las autoridades angelinas.
De lo contrario, incendios hasta más devastadores volverán a repetirse.
Quizá se rebautice esa ciudad como Los Infiernos.
Contacto: studillac@hotmail.com