sábado, 24 de octubre de 2020

Guerra y pandemia

Guerra y pandemia

Por Adán Salgado Andrade

 

La guerra, para la humanidad, ha sido una constante, la que, por desgracia, ha impulsado el “avance la civilización”, pues la “racionalidad”, se ha aplicado más a desarrollar armas, que a cosas prioritarias, como reforestar bosques, limpiar ríos y mares (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2020/04/la-guerra-infame-impulsor-de-la.html).

Qué terrible que el máximo exponente de la “avanzada civilización”, sean más de 15,000 ojivas nucleares, las cuales, podrían destruir, decenas de veces, toda forma de vida existente en este planeta (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2012/07/el-mortifero-legado-nuclear.html).

Lo peor, es que, en pleno siglo veintiuno, cuando, se supondría, la mejor forma de entendimiento, sería la discusión racional de los problemas, entre los distintos países que conforman el planeta, la guerra siga siendo la forma de “resolver” los problemas. Eso sucede, actualmente, entre las ex repúblicas soviéticas Armenia y Azerbaiyán, por el territorio separatista Nagorno-Karabakh, que permanece en los confines de ésta república y que es apoyado por Armenia. El conflicto es añejo y, por lo visto, la única forma de que ambas naciones busquen “arreglarlo”, es mediante el fuego de armas y cañones.

Al momento de escribir estas líneas, una nueva guerra se desarrolla entre dichos países, complicada por la pandemia del Covid-19. Los afectados, prefieren correr el riesgo de infectarse, a ser destrozados por un obús, lo que está empeorando las precarias condiciones, tanto de salud, como económicas que enfrentaban, incluso, antes de la guerra, como expone el artículo de la agencia Associated Press, titulado “El Coronavirus se esparce en Nagorno-Karabakh en medio de fuertes enfrentamientos”, que nadie firma, quizá para mantener el anonimato de la fuente (ver: https://apnews.com/article/virus-outbreak-pandemics-azerbaijan-armenia-europe-14f519a45ce899c2c7a52cba7c876850).

Comienza señalando que “gente que está enferma con el coronavirus, se apretuja en fríos sótanos, al lado de personas saludables, para guarecerse del fuego de la artillería. El ministro de salud local, que está contagiado, sigue trabajando, a pesar de la fiebre y neumonía que padece. Los doctores con el virus, hacen operaciones a los heridos”. Algo totalmente surrealista, pues les curarán la herida, pero los contagiarán. Y, quizá, debilitados, los operados, sean más vulnerables a contagiarse.

Pero es una muestra de las medidas tan extremas, que ha debido adoptar la población de ese lugar, debido a la guerra, que los mafiosos intereses de sus “líderes”, han emprendido, unilateralmente, sin consultarlos, pues esos conflictos bélicos, siempre han sido decididos y organizados, desde las cúpulas, como en su momento hizo Adolf Hitler, al emprender una nueva guerra de Alemania, contra todos, que terminó en una muy humillante derrota para sus entregados ciudadanos, quienes pagaron muy caro, por muchos años, las consecuencias del egoísmo de ese megalómano, hambriento de poder (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/06/el-tercer-reich-el-gran-negocio-de.html).

“No tenemos tiempo para pensar en el coronavirus”, dice Irina Musaelyan, que vive en Stepanakert, capital de la región separatista. Irina se refugia en un sótano, con sus amigos.

Como ya ha habido cientos de muertos, tanto soldados, así como las víctimas “colaterales”, ellos, prefieren eso, no importa que se contagien del nuevo coronavirus. “De todos modos, no todos se mueren del virus”, dice Irina, resignada.

En efecto, es tan voluble el curso de la enfermedad, que he escuchado casos de personas que estaban entre las de más riesgo, y que contagiaron a familiares o amigos, muchos, personas aparentemente saludables y, éstas, han muerto. En cambio, una bala que dé en un órgano sensible del cuerpo o, peor, un obús, que destroce todo, edificios, casas y humanos, no dan oportunidad de especular si matarán o no. Lo hacen.

“El combate, ha desviado los escasos recursos de la región, que estaban dedicados a contener el virus, que se ha esparcido, sin control, entre fuego de artillería y ataques de drones, lo cual tiene a la gente pasando varias horas en hacinados bunkers, sea que estén sanos o enfermos. Se perdió toda forma de saber si alguien está contagiado y bajo qué circunstancias adquirió la enfermedad”.

Lo que se está haciendo en otros países, allí, ya no es posible. Por ejemplo, si alguien está contagiado, se siguen protocolos, buscar sus contactos, rastrear los sitios en los que estuvo, o sea, un control total, para que no se esparza más el virus. En Nagorno-Karabakh, nada de eso se hace. La gente seguirá contagiándose, porque sus mafiosas “autoridades”, prefieren seguir peleando por sus mezquinos intereses, destrozando la infraestructura de la región, matando a gente por los ataques y dejando libres los contagios, hasta que, quizá, todos se enfermen de Covid-19.

Y, desde luego, los soldados que están participando, también, muchos se habrán contagiado ya. Sólo serán carne de cañón. Pudiera ser que, al final, por la enfermedad, se tuvieran que arreglar las cosas, como sucedió en la Primera Guerra Mundial, que la pandemia de influenza española, que comenzó en 1918 y terminó en 1920, diezmó al ejército alemán, lo que lo llevó a su derrota (ver: https://us5.campaign-archive.com/?e=fa90d7d342&u=6557fc90400ccd10e100a13f4&id=10abc63ddc).

Por supuesto, los más afectados, han sido los trabajadores de la salud, como en todo el mundo. “Casi todos se han infectado. En algunos, ha sido leve y, en otros, ha pegado fuerte”, dice la doctora Malvina Badalyan, jefa de la clínica de enfermedades infecciosas, de Stepanakert. ¡Y vaya si han sido abnegados, pues seguir trabajando, aunque estén enfermos, operando a los heridos, es, o mucha responsabilidad o mucha imprudencia! Pero, supongo que ante la presencia de heridos que se desangran frente a ellos, queda atrás la imprudencia e impera su responsabilidad, de salvar vidas a como dé lugar.  

“Muchos doctores y enfermeras, sabían que estaban infectados, pero no dijeron nada. Se acostaban en una esquina, para que se les bajara la fiebre y, luego, se levantaron y siguieron operando. Nadie tiene el derecho de hacerse a un lado”, dice Ararat Ohanjanyan, el mencionado ministro de salud del “gobierno” regional de Nagorno-Karabakh, lo cual muestra que no hay el menor interés por parte de los imbéciles que detonaron la guerra, por su sufrida población.

Acompañan el reportaje, fotografías y un breve video (que recomiendo mucho que vean), en donde se pueden observar los destrozos en edificios de departamentos, que ha ocasionado el estúpido conflicto. Una mujer, camina por un sótano, en donde, dentro de improvisados “cuartos de aislamiento”, hechos con plásticos, están personas enfermas con el virus, a las que la citada mujer examina. Más adelante, la doctora Badalyan, exclama que, aun infectados, enfermeras y doctores, han debido seguir operando, pues no pueden quedarse con los brazos cruzados.

Al observar esas sobrecogedoras imágenes, se piensa en que, por lo que muchos se quejan aquí, de que “¡Ay, no puedo salir al cine o a comer o al gimnasio o al antro!”, es una nimiedad, comparado con el hecho de que no importa contagiarse, si eso significa salvar la vida por un bombardeo o seguir trabajando para salvar vidas, aunque se sepa que se está contagiado. Son los escenarios extremos a los que, repito, lleva el egoísmo de unos cuantos controladores de un país, que defienden sus mezquinos, individuales intereses.

Continúa diciendo Ohanjanyan que “no tuvimos tiempo de rastrear a los contagiados, cuando Stepanakert  fue sometida a fuertes bombardeos, y eso permitió que las infecciones se dispersaran”.

Él mismo, se contagió “y ha seguido trabajando, a pesar de estar afectado con fiebre y neumonía”.

Pues, eso sí, que es tener amor al trabajo… y, como dije, deja la imprudencia a un lado.

Como en días recientes, han bajado algo los bombardeos, se ha dado un respiro a médicos y enfermeras, para atender a los pacientes. Muchos, se han enviado a Armenia (país, que, como dije, apoya a los separatistas). Y este país, también ha visto un fuerte incremento de contagios, llegando a 44 por cada 100,000 personas al 20 de octubre, que sería el triple de hace unas semanas.

El doctor Aram Gregorian, visitó a las personas que están en los bunkers y corroboró que los contagios crecen, pues sanos y enfermos, prefieren pasar varias horas juntos, por temor a morir por bombardeos.

Lo que está sucediendo con esos enfermos, la lucha por doctores y enfermeras por ayudarlos, me recuerda la cinta “La Cueva”, dirigida por el director sirio Feras Fayyad, producida en el 2019, que es, más bien, un dramatizado documental, muy crudo, sobre lo que ha sucedido en Siria, también por cuestiones “separatistas”, alentadas por Estados Unidos, que dieron lugar a una guerra civil, iniciada en el 2011.

La historia, está basada en el testimonio de la doctora Amani Ballour, en su lucha por salvar al mayor número de vidas de personas, de todas edades y sexos, que ingresaban a su hospital, víctimas de los constantes bombardeos, hechos por aviones rusos. El título de la cinta, es porque el hospital, al haber sido dañado por uno de tales bombardeos, es trasladado a túneles, en donde es menor el peligro de ser alcanzado por un obús (ver tráiler: https://www.youtube.com/watch?v=TaZkwBWuN2A).

Igual que esa guerra, insisto, las víctimas “colaterales”, son ciudadanos inocentes, que nada tienen que ver con las homicidas decisiones de sus “líderes”, quienes, desde la comodidad de sus residencias y bunkers, contemplan las matanzas que alienta su “patriótico espíritu”.

Arevik Israelyan, quien acudió a la clínica, para ver cómo seguía su marido, infectado con el Covid-19, lo dice muy claramente “La gente se infecta, pero viviremos con ello. Lo importante, es que la guerra se termine”.

Sí, es su mayor deseo, antes de que la guerra, termine con ellos.

 

Contacto: studillac@hotmail.com