domingo, 1 de julio de 2012

El mortífero legado nuclear


El mortífero legado nuclear.

Por Adán Salgado Andrade



“Energía es igual a masa multiplicada por el cuadrado de la velocidad de la luz”, fue la famosa fórmula planteada por Albert Einstein, una de las más brillantes mentes científicas que haya existido. Y tan pacífica en sus aplicaciones, como en su momento el mismo Einstein aseguró que esa relación, origen de la energía nuclear, sería, por desgracia, la primera “utilidad” que se le dio fue en la invención de las mortíferas bombas nucleares, las primeras de las cuales partieron del hidrógeno como base destructiva (lamentablemente, el que los avances tecnológicos sean primero aplicados en la industria militar, es una tendencia que aún sigue vigente). Así, EU tiene el peso de haber sido el único país, hasta ahora, que ha empleado, al final de la segunda guerra mundial, armas atómicas, contra Japón, único país que tiene la desgracia de haber sufrido los ataques nucleares de EU, quien no esperaba la magnitud de la destrucción que ocasionarían dichas, letales invenciones (originalmente, estaba planeado usar diez bombas de hidrógeno, así era la “sed de venganza” estadounidense contra el país del Sol Naciente, tras éste haberse atrevido a bombardear la base naval de Pearl Harbor, pero ante tamaña hecatombe destructiva, sólo se emplearon dos. Los efectos nocivos en la salud de cientos de japoneses, tras las secuelas dejadas por las nubes radioactivas ocasionadas, aún están presentes, luego de 67 años del ataque, y se manifiestan por enfermedades degenerativas o mutaciones físicas).
Sin embargo, aunque no se emplearon más bombas para atacar a algún otro país, sí se han realizado cientos de pruebas nucleares a lo largo de la historia, que han dejado una secuela de destrucción y contaminación, que incluso superarían los efectos ocasionados en las ciudades japonesas. Por ejemplo, EU llevó a cabo, entre 1946 y 1958, ¡67 detonaciones nucleares “experimentales”!, al aire libre, en las islas Marshall, que por entonces eran parte de sus colonias en ultramar. Adjudicándose un ilegal derecho de usar a esos territorios habitados por miles de nativos como campos de pruebas, EU, irresponsablemente llevó a cabo tales pruebas sin, ya no digamos el consentimiento de aquellos habitantes, sino que muchas veces éstos sólo se daban cuenta de un nuevo “ensayo” nuclear ya cuando estaba sucediendo, pues dada la desmedida intensidad de los estallidos, obviamente no podían pasar esas pruebas por alto. Una de tales fue la llevada a cabo el primero de marzo de 1954, bautizada como “Castle Bravo”, cuando se hizo un “ensayo” con un artefacto termonuclear, el que empleó combustible a base de deuterio líquido para lograr la fusión. Esta mortífera creación se suponía que sería la primera de una nueva generación de bombas nucleares. Y era tan “nueva” su potencia explosiva que, contrario a lo que se había estimado sería su fuerza, la superó casi al doble, pues resultó ser de quince megatones, en lugar de los cinco, máximo, ocho, para los cuales se había diseñado.
Fue detonada en el atolón de Bikini, pero la ola expansiva se expandió a cientos de kilómetros del sitio, provocando terribles daños ambientales, cientos de miles de aves y animales muertos y/o contaminados. Lo más grave fue que tanto habitantes de las islas, como norteamericanos, quienes no habiendo imaginado la magnitud de la explosión, al ser alcanzados por sorpresa, de inmediato enfermaron gravemente, muriendo varios, a consecuencia de la altísima radioactividad (es por este tipo de deliberados “accidentes” que se acusa a EU de haber realizado infames experimentos nucleares hasta con sus propios ciudadanos. En el siguiente link se puede ver el video de ese irresponsable, infame “ensayo”:
Y no sólo muertes y contaminación dejó ese infame “experimento”, sino que en el sitio de la explosión quedó un enorme cráter de casi dos kilómetros de diámetro.
De hecho, dos años antes, otro “ensayo” en ese mismo lugar, también muy devastador, pero de menor intensidad, borró de la faz de la tierra a la isla Elugelab, y también dejó pulverizados o muertos a miles de aves y animales que habían llevado una paradisiaca existencia hasta que su hábitat comenzó a emplearse como campo minado nuclear (nada más para que vean la arrogancia a la que esta destructiva especie humana ha llegado). Por lo mismo, las islas Marshall, se consideran uno de los sitios más contaminados y radioactivos del mundo por los residuos nucleares que las 67 “pruebas” atómicas dejaron, que equivalen a que se hubiera detonado una bomba, como la empleada en Hiroshima, ¡diariamente durante 25 años! Por ello es que, se supone, aunque se “independizaron” de EU en 1989, por los daños ocasionados a la salud, las islas reciben ayuda financiera del gobierno estadounidense y dependen prácticamente de éste para su subsistencia (seguramente por los remordimientos y la historia sucia, aun no contada, de todas las barbaridades que EU cometió allí con sus letales “experimentos”). Y la isla Bikini sigue sin ser habitada en la actualidad, dado que sus antiguos moradores no confían en que la radiación terminará algún día.
La desaparecida Unión Soviética, por supuesto que no se quedó atrás con sus “ensayos nucleares” externos, alrededor de nueve, muchos menos que los de EU, pero sí tiene en su reputación nuclear, el haber efectuado el mayor y más poderoso de todos los “ensayos” atómicos, al provocar el estallido el 30 de octubre de 1961, de la llamada bomba “Tsar”, la que desató la brutal magnitud de 50 megatones, que fueron, por fortuna para los que la probaron, reducidos de los originales 100 de los que se tenía pensado dotarla, pues de haberlos mantenido, habrían perecido hasta los militares encargados de la prueba. Aún así, el estallido fue tan poderoso, que la típica columna de humo radioactivo en forma de hongo que sigue a tales explosiones, tuvo una altura de 64 kilómetros, en tanto que la base de dicha columna tuvo unos 40 kilómetros de diámetro. Las casas y edificios de una villa ubicada a 50 kilómetros del epicentro del estallido, Severny, fueron totalmente destruidos. El calor generado provocó quemaduras de tercer grado a quienes se encontraban dentro de un radio de 100 kilómetros de distancia. Pero sus efectos se sintieron incluso hasta en países tan lejanos como Noruega o Finlandia, en donde se quebraron vidrios a consecuencia de los choques expansivos atmosféricos.
De hecho, el científico soviético Andrei Sakharov, quien fue parte del equipo que estuvo a cargo del proyecto, de plano se rehusó a seguir trabajando en algo tan monstruosamente destructivo. Al ver los terribles, inesperados efectos, dijo “algo dentro de ti cambia” y desde entonces se dedicó a fomentar que se detuviera la fabricación de bombas termonucleares. Ese diseño se consideró tan peligroso que simplemente fue cancelado, dado que incluso habría provocado daños a sus propios usuarios (En el siguiente link, podrán ver un capítulo de la serie televisiva “Secrets of the dead” titulado “The world’s biggest bomb”:
 http://www.youtube.com/watch?v=YG3FRTs2rlY).
Por ello, a partir de 1963, acordaron EU y la URSS realizar “pruebas” nucleares sólo subterráneas (las que, pienso, estarían detrás de varios de los temblores registrados desde entonces). De todos modos, los efectos y daños que han dejado y provocado tantos irresponsables, criminales ensayos nucleares, hayan sido externos o subterráneos, aun están presentes y nadie se ha atrevido realmente a medir sus letales efectos (son considerados “top secrets”).   
Y lo que se buscó con tantos “ensayos” nucleares fue el “perfeccionar” la acción letal de las bombas termonucleares, lo cual fue, en efecto, logrado, como veremos Las bombas de este tipo combinan fisión con fusión nuclear).
Actualmente se estima que existen, conservadoramente hablando, alrededor de 19,000 artefactos termonucleares desperdigados por el mundo, de los cuales, unos 4200, son “estratégicos”, o sea, son de largo alcance, que serían lanzados mediante misiles balísticos y que están totalmente listos para ser activados y ser dirigidos contra el enemigo. Otros 200 de tales artilugios son “tácticos”, es decir, son de corto alcance, de no más de 300 kilómetros de rango, que son como los que EU tiene desplegados en las bases nucleares que, mediante acuerdo de las naciones pertenecientes a la OTAN (la belicosa organización, títere de EU), tiene desplegadas en países tales como Turquía, Alemania, Suecia, Bélgica, Italia, Inglaterra y Holanda.
La cifra de 19000 cabezas nucleares activas actualmente, se queda chica comparada con las 65000 que llegaron a existir en 1985. Tan sólo la Unión Soviética llegó a poseer ¡45000 cabezas nucleares en 1988! (esta arrogancia nuclear fue en gran parte lo que llevó a ese país a su colapso económico y social). EU no llegó a tanto, solamente tuvo 32000 cabezas nucleares en 1966. Quizá su inferioridad nuclear lo llevó a establecer tratados para la limitación en la construcción de tales “ingenios”. Y el que se haya reducido tanto el número de cabezas nucleares “activas”, se debió no tanto a consideraciones “pacifistas”, sino a que muchas ya eran obsoletas y podían estallar solas. Cabe agregar aquí que fabricar artefactos nucleares despoja a la sociedad de todo el planeta de recursos económicos muy importantes, que muy bien podrían emplearse para aliviar crecientes necesidades básicas, tales como salud, vivienda, educación, alimentación, reforestación, conservación ecológica, entre muchas otras. Compárense los presupuestos militares del mundo, los que contemplan la construcción de armas nucleares, con los presupuestos para salud, por ejemplo, y éstos se quedan chicos por un gran porcentaje. Mientras el gasto militar mundial se estima en un billón de dólares anuales –$1,000,000,000,000 –, la ONU solamente destina mil millones de dólares cada año para salud, lo que nos da una relación de un dólar gastado en salud básica, contra mil dólares gastados en ¡guerras y armas!
Y volviendo al poderío atómico digamos que “activo”, unas 7000 cabezas nucleares, están en calidad de “reserva”, por si no bastaran las 4400 mencionadas, y se requiriera lanzar más. Además, unas 7200 estarían ya listas para ensamblarse, si aún las otras 11400 no fueran suficientes. Está por demás decir que con la fuerza destructiva de unas cuantas de esas cabezas nucleares, se podría provocar prácticamente el fin de la humanidad y del mundo como hoy lo conocemos y aún podemos disfrutar (con todo lo contaminado y destruido que lo tenemos).
Sólo consideremos que existen alrededor de 200 países en el planeta y que con unas 200 de esas armas, cada una con una fuerza destructiva en promedio de diez megatones (equivalentes a un millón de toneladas de dinamita cada uno), sería suficiente para destruir las capitales o ciudades principales de tales naciones y dejar letales nubes radioactivas que terminarían, en poco tiempo, esparciéndose por todas partes, dejando millones más de muertos a su paso, entre los habitantes que aun hubieran sobrevivido a los bombazos (una película estadounidense de 1959, titulada “On the beach”, con las actuaciones estelares de Gregory Peck y Ava Gardner, sugería en ese entonces los peligros que una hecatombe nuclear supondría. Se planteaba un conflicto atómico, la tercera guerra, entre los enemigos de aquel entonces, EU y la URSS. Y bastó con haber lanzado algunos misiles para que se ocasionara una masiva mortandad, tanto por el mortífero poder de destrucción de esas malditas invenciones, así como por la radiación. Se plantea en la historia que Australia, por la lejanía, era el único país sobreviviente de todo el planeta, pero no por mucho tiempo, pues los aires y las corrientes marinas, iban arrastrando lentamente la altísima radiación. El gobierno decide entonces repartir entre la población cápsulas de cianuro e inyecciones letales para que, llegado el momento, cada ciudadano decidiera si se suicidaba o si quería morir lentamente. El Ejército de Salvación es el encargado de repartir las píldoras y las inyecciones y alguien, a manera de consuelo, coloca frente a la biblioteca pública de Melbourne una manta que dice “Aún hay tiempo… hermano”, tratando de dar una última esperanza ante la inescapable adversidad. La cinta se basa en la novela homónima de 1957, escrita por Nevil Shute, en la que este autor vaticinaba el enfrentamiento entre las potencias nucleares, que casi se convierte en guerra, cuando en octubre de 1962, EU descubre que la URSS tenía destacados misiles nucleares en Cuba, a raíz de lo cual, se inició el bloqueo comercial hacia ese país. Les recomiendo igualmente ver la cinta “13 días”, del año 2000, con Kevin Costner, que describe bastante bien el conflicto, el cual nos tuvo a un pelo de habernos exterminado por una guerra nuclear).
Así que con ese letal poder, no creo que se llegaran a usar ni siquiera esas 200 cabezas nucleares, mucho menos las 4200 que están listas. Claro que como los sistemas son automáticos, pudiera ser que se activaran todas, pero eso ya sería un muy explosivo e inmediato final de este planeta. En una guerra termonuclear, no habría ningún ganador (por eso es totalmente absurdo que EU insista en la iniciativa de defensa del llamado “escudo nuclear”, planteado desde la era Reagan, que consistiría en “destruir” a los misiles atómicos en el aire, antes de “alcanzar” sus objetivos. Ya sea que estallen en el aire o en tierra, los devastadores efectos inmediatos y posteriores no podrían evitarse. Y tan absurdo como es el que en el mundo haya tantas bombas activas, a pesar de ello, en el presupuesto militar de EU para el próximo año, se aprobó seguir dedicando mucho dinero, mil millones de dólares, para la “investigación nuclear”, ¿qué les parece?).
Por otro lado, dado el hecho de que ahora haya más países que cuentan con armas nucleares, los peligros de una conflagración atómica han crecido, pues además del “club” nuclear, esto es, China, EU, Rusia, Francia e Inglaterra, hay que sumar a India, Pakistán, Israel (aunque lo niegue, tiene armas nucleares) y Corea del Norte (que se consideran sus entre 5 y 10 bombas nucleares que pudiera poseer “rústicas”, de “pocos” kilotones de poder, pero de todos modos son funcionales).
Y si además consideramos que países como China, la misma Rusia o ex repúblicas soviéticas, han vendido clandestinamente material nuclear, entonces la amenaza se incrementa aún más (está el peligro de las llamadas “bombas sucias”, que serían desechos radiactivos acoplados a explosivos convencionales, que al estallar esparcirían tales peligrosos desechos, y que aunque no ocasionarían muchas muertes en ese instante, sí, por los efectos posteriores ocasionados por la radiación y los males degenerativos que provocaría, las muertes se incrementarían, además de que dejarían contaminados por mucho tiempo los lugares en donde estallaran, dejándolos prácticamente inútiles para ser habitados).
Sin embargo, el peligro nuclear no se limita a las armas termonucleares, sino que debemos de considerar el empleo pacífico que se ha dado a la energía atómica, al haberla aplicado a la generación de electricidad. Así, los reactores nucleares constituyen esa aplicación pacífica, pero que ahora se está comprobando la peligrosidad potencial que implican, sobre todo por el manejo del combustible nuclear que emplean, una vez que llega al término de su vida útil, y que a pesar de que se insiste en que existe un “manejo seguro”, en realidad los letales y altamente duraderos componentes radioactivos de aquél (muchos de los cuales pueden durar hasta millones de años activos), sólo se pueden “almacenar”, pero ello no implica que dejen de ser un grave problema, una vez “guardados”. Y eso se ha hecho muy patente ahora que se ocasionó el reciente accidente de la planta nuclear de Fukushima, en Japón, luego del fuerte terremoto del año pasado, al que le siguió un poderoso tsunami, el que barrió con gran parte del litoral de ese país. Pero además, entre otras cosas, se hizo evidente que muchos de los reactores japoneses no están calculados para soportar un sismo tan intenso y menos una marejada tan alta, así que ahora la sociedad japonesa ha exigido, mediante múltiples protestas, que su gobierno deje de producir electricidad mediante reactores nucleares y que cambie a otra forma de energía más segura (de hecho, como muchos reactores tuvieron que cerrarse, se ha estado empleando gas natural para la generación eléctrica, así que Japón ha elevado sustancialmente sus importaciones de dicho energético, aunque de todos modos, los apagones son ya algo frecuente y se ha debido reducir bastante la actividad industrial. Y, claro, importar gas natural, ha implicado muy buenos negocios para las empresas que lo explotan y lo procesan. Ver en este mismo blog mi artículo “Oportunista capitalismo salvaje o de cómo enriquecerse con guerras, desastres y enfermedades”, en donde analizo ese tema. El link es:
http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2011/07/oportunista-capitalismo-salvaje-o-de.html).
Pero lo más grave es que el accidente del reactor nuclear de Fukushima, a varios meses del terremoto, ha dejado al descubierto el poco cuidado con que TEPCO, la empresa japonesa encargada de la operación de los reactores y de la generación eléctrica, maneja las barras del combustible nuclear desechado, pues sólo se fueron almacenando durante tantos años de operación y ahora representan un muy grave y potencial peligro, sobre todo si se repitiera otro terremoto, dado que se colapsaría la especie de “bodega” en donde irresponsablemente fueron almacenadas. Y a pesar de tal peligro, TEPCO señala que no puede colocar en un sitio “más seguro” a tanto desecho nuclear, sino hasta mediados del 2013, como muy pronto, pues están siendo construidas “bodegas” más seguras y hasta entonces se concluirían.
Recientemente el cineasta alemán Johannes Jano produjo un muy interesante e informativo documental, que en español se titula “La mentira de Fukushima”, en donde devela la serie de mentiras que la mencionada TEPCO estuvo diciendo durante muchos años, en relación con los reactores nucleares de la isla. Se han ocultado problemas constructivos, defectos, malos diseños, además de que en cuanto algún funcionario o periodista se atreviera a decir la verdad, de inmediato era boicoteado y atacado, hasta que renunciara a su puesto. Y el “accidente” del reactor de Fukushima, se agravó precisamente por los errores de diseño de un reactor defectuoso desde el principio, además de viejo (comenzó a funcionar en 1979, como más adelante indico).
Por otro lado, en el documental se da el testimonio del profesor Hideki Shimamura, quien con su equipo de trabajo y los más de mil dispositivos que poseen para el estudio de los sismos, calcularon que el terremoto del año pasado superó todas las expectativas previas de intensidad y velocidad que se tenían contempladas, midiéndose que superó la aceleración de 4000 gal (el gal, es la unidad de la aceleración, expresada en centímetros divididos entre segundos al cuadrado: cm/seg2). Y aun así, las irresponsables autoridades de TEPCO estiman como la máxima intensidad para los diseños de los reactores apenas 600 gal. Que de todos modos, de acuerdo con el profesor Shimamura, sería imposible construir un reactor que resista un terremoto de tal intensidad. Es decir, que de seguir operando Japón reactores nucleares para la generación eléctrica, está sobre una bomba de tiempo (el link es: http://www.youtube.com/watch?v=ZZ4e5Arx7T4).
Por otro lado, durante la explosión del reactor, se liberaron miles de kilogramos de tales desechos, los que fueron, simplemente, “lavados” con cientos de miles de metros cúbicos de agua de mar que era bombeada y vuelta a arrojar al océano, lo que ocasionó una muy fuerte contaminación marina con los desechos de la destruida planta, combinados con letales sustancias radioactivas que están flotando o están yendo a dar al fondo del océano y que ocasionarán o ya lo está haciendon, un desastre ecológico de incalculables consecuencias (Ver en este mismo blog mi artículo: “Desechos radioactivos flotantes y nuevos oleoductos, inminentes desastres ecológicos”, en el que detallo las mortíferas sustancias radioactivas que fueron arrojadas al mar. El link es:
http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2012/01/desechos-radioactivos-flotantes-y.html).
Y tan sobresaliente como el accidente de Fukushima puede ser, eso no implica que no vaya a haber otros potenciales siniestros, pues de por sí los reactores activos, aún los más seguros, son propensos a sufrir accidentes. Sin embargo, el mayor problema lo constituyen aquellos que están en proceso de obsolescencia. Por el manejo de sustancias radioactivas, precisamente los reactores tienden a desgastarse en sus materiales y a ser inseguros con el tiempo. Por tal motivo, ninguno puede funcionar seguramente luego de treinta años de uso y varios en el mundo ya han rebasado ese lapso de tiempo.
En México, por ejemplo, el reactor de Laguna Verde, que genera poco más del 4% de nuestras necesidades eléctricas, sus instalaciones fueron terminadas a finales de los setentas, o sea, ya tiene más de treinta años y por distintas causas, tales como sobreprecio en su construcción, problemas de corrupción y cosas así, comenzó a operar su primer reactor en 1990, o sea, hace 22 años, en tanto que el segundo inició sus operaciones en 1995. El problema adicional es que tales reactores parten del modelo obsoleto y peligroso de agua presurizada, fabricado por General Electric, similar al que estalló por defectos en su fabricación en Three Mile Island en EU, en 1979. Así de “seguro” es ese reactor (por otro lado, el hecho de que se enfría con agua de Laguna Verde, ha ocasionado contaminación térmica y muy probablemente también ya radioactiva, aunque en bajos niveles se “asegura”). Y consideren, además, cuánto desperdicio del combustible nuclear desechado producen los cientos de reactores en el mundo, si en el caso de la mencionada planta de Laguna Verde, cada 18 meses se debe de cambiar entre el 25 y 30%. Me pregunto ¿en dónde se almacena aquí tanto desperdicio altamente radioactivo y peligroso y dónde, el producido en el resto del mundo? Lo más que se “informa”, que es en “sitios seguros”.  
Así pues, los países que más reactores generadores de electricidad poseen son EU, Japón, Rusia, Francia y China. Sin embargo, muchos de tales reactores ya están por cumplir su vida útil o la han excedido. Por ejemplo, Rusia, de los aproximadamente 113 reactores que opera, tiene unos diez a los que les queda poco tiempo de operación, pero eso no quiere decir que de aquí a que cierren, no pudieran sufrir un accidente. Además, posee unos 110 reactores para “investigación” y para la producción de armas nucleares, algunos de los cuales igualmente ya tienen varios años trabajando.
Japón, de los aproximadamente 60 reactores que posee, unos treinta comenzaron a funcionar entre los años 70’s y 80’s, o sea que ya tienen más de treinta o cuarenta años, justo como el de Fukushima, que era de finales de los 70’s, lo que comprobó que su diseño era anticuado y no contempló la intensidad del terremoto, ni del tsunami que siguió.
EU tiene alrededor de 68 reactores generadores de electricidad activos y ha cerrado 18. Además, tiene los que producen plutonio enriquecido, para sus armas nucleares, y también los que emplea el Pentágono. Hay que agregar a los submarinos movidos por reactores nucleares y las decenas de reactores civiles y privados que sirven para la investigación, así que ese país está nadando en latentes peligros nucleares (además de sus bombas termonucleares, claro, las más antiguas, sobre todo, que podrían estallar solas).
Francia tiene 69 reactores para generación eléctrica en operación, así que más del 80% de su energía la obtiene de esa peligrosa forma. Algunos ya tienen varios años operando y doce han dejado de funcionar pues llegaron a su vida útil (también en este país ya hay varios sectores sociales demandando la cancelación de todos los reactores y el cambio a energías más seguras).
China, con sus crecientes necesidades energéticas, dado que el capitalismo salvaje la ha convertido en la maquiladora del mundo, posee alrededor de 40 reactores para la generación eléctrica y planea seguir construyendo muchos más.
Y esos son algunos de los ejemplos en donde el uso de los reactores nucleares es más intensivo y extensivo, con lo que, como señalo antes, los peligros potenciales de accidentes de tales instalaciones crecerán con el tiempo (y hay que decir, por otro lado, que el creciente empleo de reactores nucleares y de cuanta fuente de energía exista, sea o no segura, contamine más o menos, se debe a nuestros crecientes, desperdiciadores hábitos energéticos y sumamente destructivos y contaminadores, que nos están llevando a consumir cada año más y más petróleo, gas natural, carbón, luz solar, hidroenergía, energía nuclear... de tal manera que no hay recurso que alcance. Por ello, se están empleando, incluso, energías llamadas “no convencionales”, muy contaminantes en su extracción, como el gas natural contenido en los depósitos de esquisto, cuya explotación, mediante la técnica fracking, requiere de muy grandes cantidades de agua limpia que se contamina irreversiblemente con peligrosos químicos y sustancias radioactivas que existen naturalmente en los depósitos de esquisto, tales como radio 226 o incluso uranio y que ya está ocasionando su explotación problemas ambientales y de salud, sobre todo en EU, que es en donde se está dando ese boom. Ver en este mismo blog mis artículos “¿Más energía o más desperdicio?” y “El gas natural de esquisto, el regreso a las energías baratas, pero muy contaminantes”, en donde discuto ampliamente los problemas que enfrentamos por el alto desperdicio energético que nos caracteriza, así como en cuanto a la explotación de las energías llamadas “no convencionales”. Los links son:
http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2012/05/el-gas-natural-de-esquisto-el-regreso.html).
Y basta dar un ejemplo de cómo una conflagración debida a un accidente nuclear, puede ocasionar muy graves y duraderos efectos, si analizamos lo que ocurrió en Chernóbil, uno de los peores accidentes de un reactor nuclear de los que se tenga memoria (hay que señalar que el ocurrido en Fukushima, también fue muy grave, pero por la cercanía al mar, los daños que ha ocasionado se han diluido, literalmente hablando, en el agua oceánica).
Para el análisis, me refiero a un excelente documental producido por la organización independiente Linktv.org (el link es:
http://www.youtube.com/watch?v=0Bo2A6OvIt8&feature=relmfu).
El trabajo fílmico adelanta, de entrada, que gobiernos, agencias y corporaciones asociadas a la energía nuclear ignoran o han decidido dejar a un lado muy importantes cifras que demuestran lo grave que ese accidente fue y las funestas consecuencias que legó y que perduran, a pesar de los años transcurridos. En concreto, se refiere a un libro titulado "Chernóbil, consecuencias de la catástrofe para la gente y el medio ambiente”, escrito justamente por tres científicos rusos, como refiero más adelante.
El 26 de abril de 1986, hace poco más de 26 años, un “error” en un conector ocasionó el terrible accidente, en lo que aún era la Unión Soviética, y que ahora es Ucrania. Se estima que las emisiones radioactivas fueron cien veces más intensas que las ocasionadas por los bombazos nucleares en Hiroshima y Nagasaki. Y esas emanaciones se esparcieron a lugares tan lejanos como los propios EU y China. Y, claro, entre las zonas cercanas más afectadas fueron Ucrania, Bielorrusia y Rusia. El libro al que aludo arriba, publicado por la Academia de Ciencias de Nueva York, escrito por Alexey V. Yablokov, Vassily B. Nesterenko y Alexey V. Nesterenko, revela que la catástrofe está muy lejos de haber concluido y que sus efectos perdurarán por muchas generaciones. Eso se dice, mientras se muestran imágenes de niños con notables deformidades y malformaciones. Janette D. Sherman, editora consultora de la mencionada obra, comenta que ésta fue realizada al revisar más de 5000 artículos que estaban en ruso o bielorruso y que nunca antes habían sido traducidos, por lo que no estaban al alcance de muchos investigadores. Señala Sherman que se demuestra que casi un millón de personas han muerto entre 1989 y el 2004, lo cual supera en mucho a los apenas “cuatro mil decesos” que la AIEA (Agencia internacional de energía atómica) y la OMS (Organización mundial de la salud), indican que se dieron, o sea, que tramposamente han ocultado la verdad por años. Y es que, señalan los autores del libro, las cifras de muertos se reducen dado que tanto una, como otra de tales organizaciones, deben de “consultarse” mutuamente para llegar a un acuerdo en el número de muertos que dejen los “incidentes” nucleares o, si es posible, evitar que se conozcan, pues como la AIEA ha tratado de fomentar el empleo de la energía atómica para la generación de electricidad desde 1959, si se comprobara lo potencialmente peligrosa que tal energía resulta, pues se acabaría el gran negocio. Son cientos de miles de millones de dólares a los que ascienden anualmente las operaciones realizadas conjuntamente por todas las corporaciones relacionadas con la fabricación y operación de esa tecnología. Tan sólo para fabricar un nuevo reactor se requieren alrededor de $12000 millones de dólares, nada más en la construcción y el equipo. El operarlo y mantenerlo es adicional, además del combustible nuclear que requiera durante su “vida útil” y los gastos generados por disponer del que se vaya gastando. En EU se ha calculado que sale mucho más costoso producir un kilowatt-hora de electricidad con energía nuclear, que con las energías tradicionales o verdes, tales como la hidroenergía, la energía solar o la energía eólica (como ven, en el capitalismo salvaje todo es cuestión de lucrar y de obtener una muy buena ganancia, el big money, no importando que se destruya medio planeta o se extermine a millones de seres humanos).
Y la forma tan perversa en que se ocultan los letales efectos que dejó Chernóbil, pareciera corresponder a un plot hollywoodesco, pues con tal de que el negocio nuclear siga tan lucrativo, se falsean los datos. Por ejemplo, uno de los autores del libro, el profesor Alexey V. Yablokov, señala que se hizo un “foro de expertos” por parte de la OMS y la AIEA para medir los efectos de los sitios más afectados por el estallido del reactor en Chernóbil y dicho foro concluyó que aunque había un ligero repunte de los casos de leucemia y otros tipos de cáncer, “no había una fuerte evidencia de que eso se debiera a los efectos radioactivos”. Y a ese libelo se le llamó el “Foro Chernóbil, 2003-2005”. Pues no sé qué más evidencia pueda haber, si los casos de cáncer se incrementaron. Quizá hubieran esperado esos “investigadores” ver a millones de habitantes de tales sitios convertidos en monstruosos mutantes para llegar a una “firme conclusión”. Muy enfático, el profesor Yablokov señala que esas falsas, absurdas conclusiones, lo llevaron a él y a sus compañeros a escribir el mencionado libro, dado que se estaba mintiendo, además de que tal “estudio” se basó sólo en obras escritas en inglés y no se tomaron en cuenta para nada las obras escritas por científicos rusos o bielorrusos, pues se pretextó que no estaban escritas con “rigor científico”. Además, dicho “foro”, se atrevió a afirmar que probablemente muchas de las terribles deformidades y mutaciones ocasionadas en niños y recién nacidos se debían (¡esto es una burla, realmente!), a nada menos que efectos de stress o psicológicos debidos a la “radiofobia”, ya que señalan el gobierno y los “científicos” que estudiaron las consecuencias del accidente, que “por miedo” a la radiación, además de que en general la población de esos sitios es de por sí pobre y tiene una mala salud, se han originado mutaciones y deformaciones, ¡háganme favor!
Mientras eso refiere la narradora, se vuelven a mostrar imágenes de niños deformes, con cuerpos subdesarrollados, cabezas con hipercrecimiento, o jóvenes con retraso mental. Esa aberración es fuertemente disputada por los autores del libro, quienes señalan que no sólo la gente sufre de mutaciones, de rompimiento de cromosomas y de afectación en sus sistemas inmunes, sino todas, absolutamente todas las formas de vida animal y vegetal están afectadas. Y eso también lo señala Sherman, que la afectación se dio en todos los seres vivos de la zona y que apenas si un veinte por ciento de los niños de la región se consideran, digamos, “sanos”. Tanto ella, como el profesor Yablokov, señalan el sustancial incremento de enfermedades cardiovasculares y degenerativas, como el cáncer, la leucemia, pero también otras debidas a un debilitamiento de los sistemas inmunes, tales como infecciones pulmonares, gastrointestinales y así, una serie de padecimientos cuya incidencia no era tan alta o eran muy raras antes del accidente. Además, está disminuyendo notablemente la esperanza de vida por más de cinco años en la población en general. Por otro lado, ha mermado también el coeficiente intelectual. Sherman señala que áreas de Suecia que fueron afectadas por la radiación de Chernóbil, demuestran que los niños que allí habitan tienen mucho menos capacidad intelectual que niños compatriotas que no habitan en las áreas contaminadas. Y lo peor, y que se niega, es que la radiación afectó a países tan distantes como Alemania e incluso Inglaterra. El profesor Yablokov comenta que en Alemania, en el sur, en el 2010, un 15% de los jabalíes matados por cazadores estaban tan contaminados por radiación, que no podían comerse, así que el gobierno compensó a dichos cazadores. De hecho, al efecto, existen 90 estaciones en ese país para que midan los cazadores el contenido de radioactividad de sus presas, dado el permanente peligro de contaminación. En Escocia, se señala, las restricciones que prohibían importar ganado ovino, debido a sus altos índices de radiación, apenas se levantaron en junio del 2010, en tanto que la veda sigue vigente para Inglaterra y Gales. Lo más terrible de todo es que, como señala el profesor Yablokov, los efectos radioactivos del accidente durarán siete generaciones al menos, tanto en los niños contaminados por la radiación, quienes van sufriendo enfermedades degenerativas, pues hay una ruptura cromosomática, pero igualmente en aquellos niños que nazcan de padres afectados por la radiación, ya que también sufren cambios y mutaciones en sus organismos, pues dichas mutaciones se han vuelto genéticas y se transmiten de padres a hijos.
Y tanto él, como la doctora Sherman, señalan que debe de existir una fuerte voluntad de parte de los gobiernos para renunciar al uso de energía nuclear, pero como ésta se asocia de inmediato con la producción de armas nucleares, o sea, va ligada, es algo impensable, lamentan ambos (son necesarios reactores para enriquecer, por ejemplo, el uranio o el plutonio requeridos para la fabricación de las mortíferas armas termonucleares).
Así pues, la conclusión a la que podemos llegar es que, con tal de que las corporaciones asociadas a la operación y fabricación de armas y reactores nucleares, sigan haciendo sus muy buenos y lucrativos negocios, el mundo está condenando a que en un muy cercano futuro, una conflagración nuclear, que resulte de una combinación de todo lo que he referido, termine con el planeta. Y, entonces, habrá que ver qué negocio pueda hacerse de lo que quede… ¡si es que algo queda!

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