El mortífero legado nuclear.
Por Adán Salgado Andrade
“Energía es igual a masa multiplicada
por el cuadrado de la velocidad de la luz”, fue la famosa fórmula planteada por
Albert Einstein, una de las más brillantes mentes científicas que haya
existido. Y tan pacífica en sus aplicaciones, como en su momento el mismo
Einstein aseguró que esa relación, origen de la energía nuclear, sería, por
desgracia, la primera “utilidad” que se le dio fue en la invención de las
mortíferas bombas nucleares, las primeras de las cuales partieron del hidrógeno
como base destructiva (lamentablemente, el que los avances tecnológicos sean
primero aplicados en la industria militar, es una tendencia que aún sigue
vigente). Así, EU tiene el peso de haber sido el único país, hasta ahora, que
ha empleado, al final de la segunda guerra mundial, armas atómicas, contra
Japón, único país que tiene la desgracia de haber sufrido los ataques nucleares
de EU, quien no esperaba la magnitud de la destrucción que ocasionarían dichas,
letales invenciones (originalmente, estaba planeado usar diez bombas de
hidrógeno, así era la “sed de venganza” estadounidense contra el país del Sol
Naciente, tras éste haberse atrevido a bombardear la base naval de Pearl
Harbor, pero ante tamaña hecatombe destructiva, sólo se emplearon dos. Los
efectos nocivos en la salud de cientos de japoneses, tras las secuelas dejadas
por las nubes radioactivas ocasionadas, aún están presentes, luego de 67 años
del ataque, y se manifiestan por enfermedades degenerativas o mutaciones
físicas).
Sin embargo, aunque no se
emplearon más bombas para atacar a algún otro país, sí se han realizado cientos
de pruebas nucleares a lo largo de la historia, que han dejado una secuela de
destrucción y contaminación, que incluso superarían los efectos ocasionados en
las ciudades japonesas. Por ejemplo, EU llevó a cabo, entre 1946 y 1958, ¡67
detonaciones nucleares “experimentales”!, al aire libre, en las islas Marshall,
que por entonces eran parte de sus colonias en ultramar. Adjudicándose un
ilegal derecho de usar a esos territorios habitados por miles de nativos como
campos de pruebas, EU, irresponsablemente llevó a cabo tales pruebas sin, ya no
digamos el consentimiento de aquellos habitantes, sino que muchas veces éstos
sólo se daban cuenta de un nuevo “ensayo” nuclear ya cuando estaba sucediendo,
pues dada la desmedida intensidad de los estallidos, obviamente no podían pasar
esas pruebas por alto. Una de tales fue la llevada a cabo el primero de marzo
de 1954, bautizada como “Castle Bravo”, cuando se hizo un “ensayo” con un
artefacto termonuclear, el que empleó combustible a base de deuterio líquido
para lograr la fusión. Esta mortífera creación se suponía que sería la primera
de una nueva generación de bombas nucleares. Y era tan “nueva” su potencia
explosiva que, contrario a lo que se había estimado sería su fuerza, la superó
casi al doble, pues resultó ser de quince megatones, en lugar de los cinco,
máximo, ocho, para los cuales se había diseñado.
Fue detonada en el atolón de
Bikini, pero la ola expansiva se expandió a cientos de kilómetros del sitio,
provocando terribles daños ambientales, cientos de miles de aves y animales
muertos y/o contaminados. Lo más grave fue que tanto habitantes de las islas,
como norteamericanos, quienes no habiendo imaginado la magnitud de la
explosión, al ser alcanzados por sorpresa, de inmediato enfermaron gravemente,
muriendo varios, a consecuencia de la altísima radioactividad (es por este tipo
de deliberados “accidentes” que se acusa a EU de haber realizado infames
experimentos nucleares hasta con sus propios ciudadanos. En el siguiente link
se puede ver el video de ese irresponsable, infame “ensayo”:
Y no sólo muertes y contaminación
dejó ese infame “experimento”, sino que en el sitio de la explosión quedó un
enorme cráter de casi dos kilómetros de diámetro.
De hecho, dos años antes, otro
“ensayo” en ese mismo lugar, también muy devastador, pero de menor intensidad,
borró de la faz de la tierra a la isla Elugelab, y también dejó pulverizados o
muertos a miles de aves y animales que habían llevado una paradisiaca existencia hasta que su hábitat comenzó a emplearse
como campo minado nuclear (nada más para que vean la arrogancia a la que esta
destructiva especie humana ha llegado). Por lo mismo, las islas Marshall, se
consideran uno de los sitios más contaminados y radioactivos del mundo por los
residuos nucleares que las 67 “pruebas” atómicas dejaron, que equivalen a que
se hubiera detonado una bomba, como la empleada en Hiroshima, ¡diariamente
durante 25 años! Por ello es que, se supone, aunque se “independizaron” de EU
en 1989, por los daños ocasionados a la salud, las islas reciben ayuda
financiera del gobierno estadounidense y dependen prácticamente de éste para su
subsistencia (seguramente por los remordimientos y la historia sucia, aun no
contada, de todas las barbaridades que EU cometió allí con sus letales
“experimentos”). Y la isla Bikini sigue sin ser habitada en la actualidad, dado
que sus antiguos moradores no confían en que la radiación terminará algún día.
La desaparecida Unión Soviética,
por supuesto que no se quedó atrás con sus “ensayos nucleares” externos, alrededor
de nueve, muchos menos que los de EU, pero sí tiene en su reputación nuclear,
el haber efectuado el mayor y más poderoso de todos los “ensayos” atómicos, al
provocar el estallido el 30 de octubre de 1961, de la llamada bomba “Tsar”, la
que desató la brutal magnitud de 50 megatones, que fueron, por fortuna para los
que la probaron, reducidos de los originales 100 de los que se tenía pensado
dotarla, pues de haberlos mantenido, habrían perecido hasta los militares
encargados de la prueba. Aún así, el estallido fue tan poderoso, que la típica
columna de humo radioactivo en forma de hongo que sigue a tales explosiones,
tuvo una altura de 64 kilómetros, en tanto que la base de dicha columna tuvo
unos 40 kilómetros de diámetro. Las casas y edificios de una villa ubicada a 50
kilómetros del epicentro del estallido, Severny, fueron totalmente destruidos.
El calor generado provocó quemaduras de tercer grado a quienes se encontraban
dentro de un radio de 100 kilómetros de distancia. Pero sus efectos se
sintieron incluso hasta en países tan lejanos como Noruega o Finlandia, en
donde se quebraron vidrios a consecuencia de los choques expansivos
atmosféricos.
De hecho, el científico soviético
Andrei Sakharov, quien fue parte del equipo que estuvo a cargo del proyecto, de
plano se rehusó a seguir trabajando en algo tan monstruosamente destructivo. Al
ver los terribles, inesperados efectos, dijo “algo dentro de ti cambia” y desde
entonces se dedicó a fomentar que se detuviera la fabricación de bombas
termonucleares. Ese diseño se consideró tan peligroso que simplemente fue
cancelado, dado que incluso habría provocado daños a sus propios usuarios (En
el siguiente link, podrán ver un capítulo de la serie televisiva “Secrets of
the dead” titulado “The world’s biggest bomb”:
http://www.youtube.com/watch?v=YG3FRTs2rlY).
Por ello, a partir de 1963, acordaron
EU y la URSS realizar “pruebas” nucleares sólo subterráneas (las que, pienso,
estarían detrás de varios de los temblores registrados desde entonces). De
todos modos, los efectos y daños que han dejado y provocado tantos
irresponsables, criminales ensayos nucleares, hayan sido externos o subterráneos,
aun están presentes y nadie se ha atrevido realmente a medir sus letales
efectos (son considerados “top secrets”).
Y lo que se buscó con tantos
“ensayos” nucleares fue el “perfeccionar” la acción letal de las bombas
termonucleares, lo cual fue, en efecto, logrado, como veremos Las bombas de
este tipo combinan fisión con fusión nuclear).
Actualmente se estima que existen,
conservadoramente hablando, alrededor de 19,000 artefactos termonucleares
desperdigados por el mundo, de los cuales, unos 4200, son “estratégicos”, o
sea, son de largo alcance, que serían lanzados mediante misiles balísticos y
que están totalmente listos para ser activados y ser dirigidos contra el enemigo. Otros 200 de tales artilugios son
“tácticos”, es decir, son de corto alcance, de no más de 300 kilómetros de
rango, que son como los que EU tiene desplegados en las bases nucleares que,
mediante acuerdo de las naciones pertenecientes a la OTAN (la belicosa
organización, títere de EU), tiene desplegadas en países tales como Turquía,
Alemania, Suecia, Bélgica, Italia, Inglaterra y Holanda.
La cifra de 19000 cabezas
nucleares activas actualmente, se queda chica comparada con las 65000 que
llegaron a existir en 1985. Tan sólo la Unión Soviética llegó a poseer ¡45000
cabezas nucleares en 1988! (esta arrogancia nuclear fue en gran parte lo que
llevó a ese país a su colapso económico y social). EU no llegó a tanto, solamente tuvo 32000 cabezas nucleares
en 1966. Quizá su inferioridad nuclear
lo llevó a establecer tratados para la limitación en la construcción de tales
“ingenios”. Y el que se haya reducido tanto el número de cabezas nucleares
“activas”, se debió no tanto a consideraciones “pacifistas”, sino a que muchas
ya eran obsoletas y podían estallar solas. Cabe agregar aquí que fabricar
artefactos nucleares despoja a la sociedad de todo el planeta de recursos
económicos muy importantes, que muy bien podrían emplearse para aliviar
crecientes necesidades básicas, tales como salud, vivienda, educación,
alimentación, reforestación, conservación ecológica, entre muchas otras.
Compárense los presupuestos militares del mundo, los que contemplan la
construcción de armas nucleares, con los presupuestos para salud, por ejemplo,
y éstos se quedan chicos por un gran porcentaje. Mientras el gasto militar
mundial se estima en un billón de dólares anuales –$1,000,000,000,000 –, la ONU
solamente destina mil millones de dólares cada año para salud, lo que nos da
una relación de un dólar gastado en salud básica, contra mil dólares gastados
en ¡guerras y armas!
Y volviendo al poderío atómico
digamos que “activo”, unas 7000 cabezas nucleares, están en calidad de
“reserva”, por si no bastaran las 4400 mencionadas, y se requiriera lanzar más. Además, unas 7200 estarían ya listas para
ensamblarse, si aún las otras 11400 no fueran
suficientes. Está por demás decir que con la fuerza destructiva de unas
cuantas de esas cabezas nucleares, se podría provocar prácticamente el fin de
la humanidad y del mundo como hoy lo conocemos y aún podemos disfrutar (con
todo lo contaminado y destruido que lo tenemos).
Sólo consideremos que existen
alrededor de 200 países en el planeta y que con unas 200 de esas armas, cada
una con una fuerza destructiva en promedio de diez megatones (equivalentes a un
millón de toneladas de dinamita cada uno), sería suficiente para destruir las
capitales o ciudades principales de tales naciones y dejar letales nubes
radioactivas que terminarían, en poco tiempo, esparciéndose por todas partes,
dejando millones más de muertos a su paso, entre los habitantes que aun
hubieran sobrevivido a los bombazos (una película estadounidense de 1959,
titulada “On the beach”, con las actuaciones estelares de Gregory Peck y Ava
Gardner, sugería en ese entonces los peligros que una hecatombe nuclear
supondría. Se planteaba un conflicto atómico, la tercera guerra, entre los
enemigos de aquel entonces, EU y la URSS. Y bastó con haber lanzado algunos
misiles para que se ocasionara una masiva mortandad, tanto por el mortífero
poder de destrucción de esas malditas invenciones, así como por la radiación.
Se plantea en la historia que Australia, por la lejanía, era el único país
sobreviviente de todo el planeta, pero no por mucho tiempo, pues los aires y
las corrientes marinas, iban arrastrando lentamente la altísima radiación. El
gobierno decide entonces repartir entre la población cápsulas de cianuro e
inyecciones letales para que, llegado el momento, cada ciudadano decidiera si
se suicidaba o si quería morir lentamente. El Ejército de Salvación es el
encargado de repartir las píldoras y las inyecciones y alguien, a manera de
consuelo, coloca frente a la biblioteca pública de Melbourne una manta que dice
“Aún hay tiempo… hermano”, tratando de dar una última esperanza ante la
inescapable adversidad. La cinta se basa en la novela homónima de 1957, escrita
por Nevil Shute, en la que este autor vaticinaba el enfrentamiento entre las
potencias nucleares, que casi se convierte en guerra, cuando en octubre de
1962, EU descubre que la URSS tenía destacados misiles nucleares en Cuba, a
raíz de lo cual, se inició el bloqueo comercial hacia ese país. Les recomiendo igualmente
ver la cinta “13 días”, del año 2000, con Kevin Costner, que describe bastante
bien el conflicto, el cual nos tuvo a un pelo de habernos exterminado por una
guerra nuclear).
Así que con ese letal poder, no
creo que se llegaran a usar ni siquiera esas 200 cabezas nucleares, mucho menos
las 4200 que están listas. Claro que
como los sistemas son automáticos, pudiera ser que se activaran todas, pero eso
ya sería un muy explosivo e inmediato final de este planeta. En una guerra
termonuclear, no habría ningún ganador (por eso es totalmente absurdo que EU
insista en la iniciativa de defensa del llamado “escudo nuclear”, planteado
desde la era Reagan, que consistiría en “destruir” a los misiles atómicos en el
aire, antes de “alcanzar” sus objetivos. Ya sea que estallen en el aire o en
tierra, los devastadores efectos inmediatos y posteriores no podrían evitarse.
Y tan absurdo como es el que en el mundo haya tantas bombas activas, a pesar de
ello, en el presupuesto militar de EU para el próximo año, se aprobó seguir
dedicando mucho dinero, mil millones de dólares, para la “investigación
nuclear”, ¿qué les parece?).
Por otro lado, dado el hecho de
que ahora haya más países que cuentan con armas nucleares, los peligros de una
conflagración atómica han crecido, pues además del “club” nuclear, esto es,
China, EU, Rusia, Francia e Inglaterra, hay que sumar a India, Pakistán, Israel
(aunque lo niegue, tiene armas nucleares) y Corea del Norte (que se consideran
sus entre 5 y 10 bombas nucleares que pudiera poseer “rústicas”, de “pocos”
kilotones de poder, pero de todos modos son funcionales).
Y si además consideramos que
países como China, la misma Rusia o ex repúblicas soviéticas, han vendido clandestinamente
material nuclear, entonces la amenaza se incrementa aún más (está el peligro de
las llamadas “bombas sucias”, que serían desechos radiactivos acoplados a
explosivos convencionales, que al estallar esparcirían tales peligrosos
desechos, y que aunque no ocasionarían muchas muertes en ese instante, sí, por
los efectos posteriores ocasionados por la radiación y los males degenerativos
que provocaría, las muertes se incrementarían, además de que dejarían
contaminados por mucho tiempo los lugares en donde estallaran, dejándolos
prácticamente inútiles para ser habitados).
Sin embargo, el peligro nuclear
no se limita a las armas termonucleares, sino que debemos de considerar el empleo pacífico que se ha dado a la
energía atómica, al haberla aplicado a la generación de electricidad. Así, los
reactores nucleares constituyen esa aplicación pacífica, pero que ahora se está comprobando la peligrosidad
potencial que implican, sobre todo por el manejo del combustible nuclear que
emplean, una vez que llega al término de su vida útil, y que a pesar de que se
insiste en que existe un “manejo seguro”, en realidad los letales y altamente
duraderos componentes radioactivos de aquél (muchos de los cuales pueden durar
hasta millones de años activos), sólo se pueden “almacenar”, pero ello no
implica que dejen de ser un grave problema, una vez “guardados”. Y eso se ha
hecho muy patente ahora que se ocasionó el reciente accidente de la planta
nuclear de Fukushima, en Japón, luego del fuerte terremoto del año pasado, al
que le siguió un poderoso tsunami, el que barrió con gran parte del litoral de
ese país. Pero además, entre otras cosas, se hizo evidente que muchos de los
reactores japoneses no están calculados para soportar un sismo tan intenso y
menos una marejada tan alta, así que ahora la sociedad japonesa ha exigido,
mediante múltiples protestas, que su gobierno deje de producir electricidad
mediante reactores nucleares y que cambie a otra forma de energía más segura
(de hecho, como muchos reactores tuvieron que cerrarse, se ha estado empleando
gas natural para la generación eléctrica, así que Japón ha elevado
sustancialmente sus importaciones de dicho energético, aunque de todos modos,
los apagones son ya algo frecuente y se ha debido reducir bastante la actividad
industrial. Y, claro, importar gas natural, ha implicado muy buenos negocios
para las empresas que lo explotan y lo procesan. Ver en este mismo blog mi artículo
“Oportunista capitalismo salvaje o de cómo enriquecerse con guerras, desastres
y enfermedades”, en donde analizo ese tema. El link es:
http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2011/07/oportunista-capitalismo-salvaje-o-de.html).
Pero lo más grave es que el
accidente del reactor nuclear de Fukushima, a varios meses del terremoto, ha
dejado al descubierto el poco cuidado con que TEPCO, la empresa japonesa
encargada de la operación de los reactores y de la generación eléctrica, maneja
las barras del combustible nuclear desechado, pues sólo se fueron almacenando
durante tantos años de operación y ahora representan un muy grave y potencial
peligro, sobre todo si se repitiera otro terremoto, dado que se colapsaría la
especie de “bodega” en donde irresponsablemente fueron almacenadas. Y a pesar
de tal peligro, TEPCO señala que no puede colocar en un sitio “más seguro” a
tanto desecho nuclear, sino hasta mediados del 2013, como muy pronto, pues
están siendo construidas “bodegas” más seguras y hasta entonces se concluirían.
Recientemente el cineasta alemán
Johannes Jano produjo un muy interesante e informativo documental, que en
español se titula “La mentira de Fukushima”, en donde devela la serie de
mentiras que la mencionada TEPCO estuvo diciendo durante muchos años, en
relación con los reactores nucleares de la isla. Se han ocultado problemas
constructivos, defectos, malos diseños, además de que en cuanto algún
funcionario o periodista se atreviera a decir la verdad, de inmediato era
boicoteado y atacado, hasta que renunciara a su puesto. Y el “accidente” del
reactor de Fukushima, se agravó precisamente por los errores de diseño de un
reactor defectuoso desde el principio, además de viejo (comenzó a funcionar en
1979, como más adelante indico).
Por otro lado, en el documental
se da el testimonio del profesor Hideki Shimamura, quien con su equipo de
trabajo y los más de mil dispositivos que poseen para el estudio de los sismos,
calcularon que el terremoto del año pasado superó todas las expectativas
previas de intensidad y velocidad que se tenían contempladas, midiéndose que
superó la aceleración de 4000 gal (el gal, es la unidad de la aceleración,
expresada en centímetros divididos entre segundos al cuadrado: cm/seg2).
Y aun así, las irresponsables autoridades de TEPCO estiman como la máxima
intensidad para los diseños de los reactores apenas 600 gal. Que de todos
modos, de acuerdo con el profesor Shimamura, sería imposible construir un
reactor que resista un terremoto de tal intensidad. Es decir, que de seguir operando
Japón reactores nucleares para la generación eléctrica, está sobre una bomba de
tiempo (el link es: http://www.youtube.com/watch?v=ZZ4e5Arx7T4).
Por otro lado, durante la
explosión del reactor, se liberaron miles de kilogramos de tales desechos, los
que fueron, simplemente, “lavados” con cientos de miles de metros cúbicos de
agua de mar que era bombeada y vuelta a arrojar al océano, lo que ocasionó una
muy fuerte contaminación marina con los desechos de la destruida planta,
combinados con letales sustancias radioactivas que están flotando o están yendo
a dar al fondo del océano y que ocasionarán o ya lo está haciendon, un desastre
ecológico de incalculables consecuencias (Ver en este mismo blog mi artículo: “Desechos
radioactivos flotantes y nuevos oleoductos, inminentes desastres ecológicos”,
en el que detallo las mortíferas sustancias radioactivas que fueron arrojadas
al mar. El link es:
http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2012/01/desechos-radioactivos-flotantes-y.html).
Y tan sobresaliente como el accidente
de Fukushima puede ser, eso no implica que no vaya a haber otros potenciales siniestros,
pues de por sí los reactores activos, aún los más seguros, son propensos a
sufrir accidentes. Sin embargo, el mayor problema lo constituyen aquellos que
están en proceso de obsolescencia. Por el manejo de sustancias radioactivas,
precisamente los reactores tienden a desgastarse en sus materiales y a ser
inseguros con el tiempo. Por tal motivo, ninguno puede funcionar seguramente luego de treinta años de uso
y varios en el mundo ya han rebasado ese lapso de tiempo.
En México, por ejemplo, el
reactor de Laguna Verde, que genera poco más del 4% de nuestras necesidades
eléctricas, sus instalaciones fueron terminadas a finales de los setentas, o
sea, ya tiene más de treinta años y por distintas causas, tales como
sobreprecio en su construcción, problemas de corrupción y cosas así, comenzó a
operar su primer reactor en 1990, o sea, hace 22 años, en tanto que el segundo
inició sus operaciones en 1995. El problema adicional es que tales reactores
parten del modelo obsoleto y peligroso de agua presurizada, fabricado por
General Electric, similar al que estalló por defectos en su fabricación en
Three Mile Island en EU, en 1979. Así de “seguro” es ese reactor (por otro
lado, el hecho de que se enfría con agua de Laguna Verde, ha ocasionado
contaminación térmica y muy probablemente también ya radioactiva, aunque en
bajos niveles se “asegura”). Y consideren, además, cuánto desperdicio del
combustible nuclear desechado producen los cientos de reactores en el mundo, si
en el caso de la mencionada planta de Laguna Verde, cada 18 meses se debe de
cambiar entre el 25 y 30%. Me pregunto ¿en dónde se almacena aquí tanto
desperdicio altamente radioactivo y peligroso y dónde, el producido en el resto
del mundo? Lo más que se “informa”, que es en “sitios seguros”.
Así pues, los países que más
reactores generadores de electricidad poseen son EU, Japón, Rusia, Francia y
China. Sin embargo, muchos de tales reactores ya están por cumplir su vida útil
o la han excedido. Por ejemplo, Rusia, de los aproximadamente 113 reactores que
opera, tiene unos diez a los que les queda poco tiempo de operación, pero eso
no quiere decir que de aquí a que cierren, no pudieran sufrir un accidente.
Además, posee unos 110 reactores para “investigación” y para la producción de
armas nucleares, algunos de los cuales igualmente ya tienen varios años
trabajando.
Japón, de los aproximadamente 60
reactores que posee, unos treinta comenzaron a funcionar entre los años 70’s y
80’s, o sea que ya tienen más de treinta o cuarenta años, justo como el de
Fukushima, que era de finales de los 70’s, lo que comprobó que su diseño era
anticuado y no contempló la intensidad del terremoto, ni del tsunami que
siguió.
EU tiene alrededor de 68 reactores
generadores de electricidad activos y ha cerrado 18. Además, tiene los que
producen plutonio enriquecido, para sus armas nucleares, y también los que
emplea el Pentágono. Hay que agregar a los submarinos movidos por reactores
nucleares y las decenas de reactores civiles y privados que sirven para la investigación, así que
ese país está nadando en latentes peligros nucleares (además de sus bombas termonucleares,
claro, las más antiguas, sobre todo, que podrían estallar solas).
Francia tiene 69 reactores para
generación eléctrica en operación, así que más del 80% de su energía la obtiene
de esa peligrosa forma. Algunos ya tienen varios años operando y doce han
dejado de funcionar pues llegaron a su vida útil (también en este país ya hay
varios sectores sociales demandando la cancelación de todos los reactores y el
cambio a energías más seguras).
China, con sus crecientes
necesidades energéticas, dado que el capitalismo salvaje la ha convertido en la
maquiladora del mundo, posee alrededor de 40 reactores para la generación
eléctrica y planea seguir construyendo muchos más.
Y esos son algunos de los
ejemplos en donde el uso de los reactores nucleares es más intensivo y
extensivo, con lo que, como señalo antes, los peligros potenciales de
accidentes de tales instalaciones crecerán con el tiempo (y hay que decir, por
otro lado, que el creciente empleo de reactores nucleares y de cuanta fuente de
energía exista, sea o no segura, contamine más o menos, se debe a nuestros
crecientes, desperdiciadores hábitos energéticos y sumamente destructivos y
contaminadores, que nos están llevando a consumir cada año más y más petróleo,
gas natural, carbón, luz solar, hidroenergía, energía nuclear... de tal manera
que no hay recurso que alcance. Por ello, se están empleando, incluso, energías
llamadas “no convencionales”, muy contaminantes en su extracción, como el gas
natural contenido en los depósitos de esquisto, cuya explotación, mediante la
técnica fracking, requiere de muy
grandes cantidades de agua limpia que se contamina irreversiblemente con
peligrosos químicos y sustancias radioactivas que existen naturalmente en los
depósitos de esquisto, tales como radio 226 o incluso uranio y que ya está
ocasionando su explotación problemas ambientales y de salud, sobre todo en EU,
que es en donde se está dando ese boom.
Ver en este mismo blog mis artículos “¿Más energía o más desperdicio?” y “El
gas natural de esquisto, el regreso a las energías baratas, pero muy
contaminantes”, en donde discuto ampliamente los problemas que enfrentamos por
el alto desperdicio energético que nos caracteriza, así como en cuanto a la
explotación de las energías llamadas “no convencionales”. Los links son:
http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2012/05/el-gas-natural-de-esquisto-el-regreso.html).
Y basta dar un ejemplo de cómo
una conflagración debida a un accidente nuclear, puede ocasionar muy graves y
duraderos efectos, si analizamos lo que ocurrió en Chernóbil, uno de los peores
accidentes de un reactor nuclear de los que se tenga memoria (hay que señalar
que el ocurrido en Fukushima, también fue muy grave, pero por la cercanía al
mar, los daños que ha ocasionado se han diluido, literalmente hablando, en el
agua oceánica).
Para el análisis, me refiero a un
excelente documental producido por la organización independiente Linktv.org (el
link es:
http://www.youtube.com/watch?v=0Bo2A6OvIt8&feature=relmfu).
El trabajo fílmico adelanta, de entrada,
que gobiernos, agencias y corporaciones asociadas a la energía nuclear ignoran
o han decidido dejar a un lado muy importantes cifras que demuestran lo grave
que ese accidente fue y las funestas consecuencias que legó y que perduran, a
pesar de los años transcurridos. En concreto, se refiere a un libro titulado
"Chernóbil, consecuencias de la catástrofe para la gente y el medio
ambiente”, escrito justamente por tres científicos rusos, como refiero más adelante.
El 26 de abril de 1986, hace poco
más de 26 años, un “error” en un conector ocasionó el terrible accidente, en lo
que aún era la Unión Soviética, y que ahora es Ucrania. Se estima que las
emisiones radioactivas fueron cien veces más intensas que las ocasionadas por
los bombazos nucleares en Hiroshima y Nagasaki. Y esas emanaciones se
esparcieron a lugares tan lejanos como los propios EU y China. Y, claro, entre
las zonas cercanas más afectadas fueron Ucrania, Bielorrusia y Rusia. El libro
al que aludo arriba, publicado por la Academia de Ciencias de Nueva York,
escrito por Alexey V. Yablokov, Vassily B. Nesterenko y Alexey V. Nesterenko,
revela que la catástrofe está muy lejos de haber concluido y que sus efectos
perdurarán por muchas generaciones. Eso se dice, mientras se muestran imágenes
de niños con notables deformidades y malformaciones. Janette D. Sherman,
editora consultora de la mencionada obra, comenta que ésta fue realizada al revisar
más de 5000 artículos que estaban en ruso o bielorruso y que nunca antes habían
sido traducidos, por lo que no estaban al alcance de muchos investigadores.
Señala Sherman que se demuestra que casi un millón de personas han muerto entre
1989 y el 2004, lo cual supera en mucho a los apenas “cuatro mil decesos” que la
AIEA (Agencia internacional de energía atómica) y la OMS (Organización mundial
de la salud), indican que se dieron, o sea, que tramposamente han ocultado la
verdad por años. Y es que, señalan los autores del libro, las cifras de muertos
se reducen dado que tanto una, como otra de tales organizaciones, deben de
“consultarse” mutuamente para llegar a un acuerdo en el número de muertos que
dejen los “incidentes” nucleares o, si es posible, evitar que se conozcan, pues
como la AIEA ha tratado de fomentar el empleo de la energía atómica para la
generación de electricidad desde 1959, si se comprobara lo potencialmente
peligrosa que tal energía resulta, pues se acabaría el gran negocio. Son cientos
de miles de millones de dólares a los que ascienden anualmente las operaciones
realizadas conjuntamente por todas las corporaciones relacionadas con la
fabricación y operación de esa tecnología. Tan sólo para fabricar un nuevo
reactor se requieren alrededor de $12000 millones de dólares, nada más en la
construcción y el equipo. El operarlo y mantenerlo es adicional, además del
combustible nuclear que requiera durante su “vida útil” y los gastos generados
por disponer del que se vaya gastando. En EU se ha calculado que sale mucho más
costoso producir un kilowatt-hora de electricidad con energía nuclear, que con las
energías tradicionales o verdes,
tales como la hidroenergía, la energía solar o la energía eólica (como ven, en
el capitalismo salvaje todo es cuestión de lucrar y de obtener una muy buena
ganancia, el big money, no importando
que se destruya medio planeta o se extermine a millones de seres humanos).
Y la forma tan perversa en que se
ocultan los letales efectos que dejó Chernóbil, pareciera corresponder a un plot hollywoodesco, pues con tal de que
el negocio nuclear siga tan lucrativo, se falsean los datos. Por ejemplo, uno
de los autores del libro, el profesor Alexey V. Yablokov, señala que se hizo un
“foro de expertos” por parte de la OMS y la AIEA para medir los efectos de los
sitios más afectados por el estallido del reactor en Chernóbil y dicho foro
concluyó que aunque había un ligero repunte de los casos de leucemia y otros
tipos de cáncer, “no había una fuerte evidencia de que eso se debiera a los
efectos radioactivos”. Y a ese libelo se le llamó el “Foro Chernóbil,
2003-2005”. Pues no sé qué más evidencia pueda haber, si los casos de cáncer se
incrementaron. Quizá hubieran esperado esos “investigadores” ver a millones de
habitantes de tales sitios convertidos en monstruosos mutantes para llegar a
una “firme conclusión”. Muy enfático, el profesor Yablokov señala que esas
falsas, absurdas conclusiones, lo llevaron a él y a sus compañeros a escribir
el mencionado libro, dado que se estaba mintiendo, además de que tal “estudio”
se basó sólo en obras escritas en inglés y no se tomaron en cuenta para nada
las obras escritas por científicos rusos o bielorrusos, pues se pretextó que no
estaban escritas con “rigor científico”. Además, dicho “foro”, se atrevió a
afirmar que probablemente muchas de las terribles deformidades y mutaciones
ocasionadas en niños y recién nacidos se debían (¡esto es una burla,
realmente!), a nada menos que efectos de
stress o psicológicos debidos a la “radiofobia”, ya que señalan el gobierno
y los “científicos” que estudiaron las consecuencias del accidente, que “por
miedo” a la radiación, además de que en general la población de esos sitios es
de por sí pobre y tiene una mala salud, se han originado mutaciones y
deformaciones, ¡háganme favor!
Mientras eso refiere la
narradora, se vuelven a mostrar imágenes de niños deformes, con cuerpos
subdesarrollados, cabezas con hipercrecimiento, o jóvenes con retraso mental. Esa
aberración es fuertemente disputada por los autores del libro, quienes señalan
que no sólo la gente sufre de mutaciones, de rompimiento de cromosomas y de
afectación en sus sistemas inmunes, sino todas, absolutamente todas las formas
de vida animal y vegetal están afectadas. Y eso también lo señala Sherman, que
la afectación se dio en todos los seres vivos de la zona y que apenas si un
veinte por ciento de los niños de la región se consideran, digamos, “sanos”.
Tanto ella, como el profesor Yablokov, señalan el sustancial incremento de
enfermedades cardiovasculares y degenerativas, como el cáncer, la leucemia,
pero también otras debidas a un debilitamiento de los sistemas inmunes, tales
como infecciones pulmonares, gastrointestinales y así, una serie de padecimientos
cuya incidencia no era tan alta o eran muy raras antes del accidente. Además,
está disminuyendo notablemente la esperanza de vida por más de cinco años en la
población en general. Por otro lado, ha mermado también el coeficiente
intelectual. Sherman señala que áreas de Suecia que fueron afectadas por la
radiación de Chernóbil, demuestran que los niños que allí habitan tienen mucho
menos capacidad intelectual que niños compatriotas que no habitan en las áreas
contaminadas. Y lo peor, y que se niega, es que la radiación afectó a países
tan distantes como Alemania e incluso Inglaterra. El profesor Yablokov comenta
que en Alemania, en el sur, en el 2010, un 15% de los jabalíes matados por
cazadores estaban tan contaminados por radiación, que no podían comerse, así
que el gobierno compensó a dichos cazadores. De hecho, al efecto, existen 90
estaciones en ese país para que midan los cazadores el contenido de
radioactividad de sus presas, dado el permanente peligro de contaminación. En
Escocia, se señala, las restricciones que prohibían importar ganado ovino,
debido a sus altos índices de radiación, apenas se levantaron en junio del
2010, en tanto que la veda sigue vigente para Inglaterra y Gales. Lo más
terrible de todo es que, como señala el profesor Yablokov, los efectos
radioactivos del accidente durarán siete generaciones al menos, tanto en los
niños contaminados por la radiación, quienes van sufriendo enfermedades
degenerativas, pues hay una ruptura cromosomática, pero igualmente en aquellos
niños que nazcan de padres afectados por la radiación, ya que también sufren
cambios y mutaciones en sus organismos, pues dichas mutaciones se han vuelto
genéticas y se transmiten de padres a hijos.
Y tanto él, como la doctora Sherman,
señalan que debe de existir una fuerte voluntad de parte de los gobiernos para
renunciar al uso de energía nuclear, pero como ésta se asocia de inmediato con
la producción de armas nucleares, o sea, va
ligada, es algo impensable, lamentan ambos (son necesarios reactores para
enriquecer, por ejemplo, el uranio o el plutonio requeridos para la fabricación
de las mortíferas armas termonucleares).
Así pues, la conclusión a la que
podemos llegar es que, con tal de que las corporaciones asociadas a la
operación y fabricación de armas y reactores nucleares, sigan haciendo sus muy
buenos y lucrativos negocios, el mundo está condenando a que en un muy cercano
futuro, una conflagración nuclear, que resulte de una combinación de todo lo que
he referido, termine con el planeta. Y, entonces, habrá que ver qué negocio
pueda hacerse de lo que quede… ¡si es que algo queda!
Contacto: studillac@hotmail.com