martes, 27 de octubre de 2020

El soviético que salvó al mundo de uno de tantos potenciales holocaustos nucleares

 

El soviético que salvó al mundo de uno de tantos potenciales holocaustos nucleares

por Adán Salgado Andrade

 

La aberración tecnológica, que fue la invención de la bomba nuclear, surgió del llamado Proyecto Manhattan, que fue realizado por Estados Unidos, para contar con un mortífero artefacto, que pusiera fin a las potencias del Eje: Alemania, Italia y Japón.

Fue en el estado de Nuevo México, en la zona rural de Los Alamos, en donde, durante tres años, se experimentaron distintos materiales y tecnologías de entonces. El proyecto fue coordinado por Robert Oppenheimer (1904-1967), científico, hijo de inmigrantes alemanes, y requirió $2,000 millones de dólares de los de entonces (unos $26,000 millones de los actuales). El par de engendros resultantes, estuvieron listos, casi al final de la guerra: la Fat Man, que estallaba por la implosión de sus componentes (una carga explosiva producía la compresión de los materiales detonantes) y la Little Boy, que era de “gatillo”, la cual, explotaba al tocar tierra.

Y usaron los estadounidenses a Japón, para probar las dos bombas. Ese país, estaba ya derrotado, con algunos destacamentos militares peleando aún, pero nada de peligro. Alemania e Italia, ya estaban vencidas.

Los mortíferos artefactos fueron lanzados el 6 y 9 de agosto de 1945, en Hiroshima, la Little Boy, y en Nagasaki, la Fat Man. Entre los dos, dejaron 180,000 muertos inmediatos y otras 247,000 personas fallecieron subsecuentemente – diez años más tarde, seguían muriendo japoneses por los efectos radioactivos –, por las heridas y los terribles efectos de la radiación en sus organismos (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2014/12/dia-de-la-trinidad-el-nacimiento-de-la.html).

Por eso, se considera una infamia lo que hizo Estados Unidos con Japón, pues, hasta el mismo Oppenheimer, consideró que no era ya prudente usar las bombas.

Pero, he ahí, la infamia humana se impuso, la que, siempre, ha prevalecido por sobre la razón.

Como lo es que, actualmente, haya ¡15,000 ojivas nucleares, con poder explosivo, cada una, más de mil veces, que el de las rudimentarias bombas usadas para atacar Japón!

Desde entonces, primero Estados Unidos y, posteriormente, la desaparecida Unión Soviética, URSS, comenzaron una demencial “carrera armamentista nuclear”, a la que siguieron otros países (Inglaterra, Francia, China, India, Pakistán, Israel, Norcorea), que han sembrado al mundo de esos peligrosísimos, mortíferos engendros, que llevarían a la destrucción planetaria total, incluso, si sólo unos cuantos fueran los detonados.

Se han realizado simulaciones, sobre qué ocasionaría un conflicto de “baja intensidad”, por ejemplo, entre los eternos enemigos, India y Pakistán (países que, antes, fueron uno, pero que el nefasto colonialismo inglés, llevó a la división, por mantener sus mezquinos intereses).

Como son bombas “pequeñas” las que poseen, de 12 a 45 kilotones y, algunas, de unos cientos, no llegando a los megatones, como las que poseen Estados Unidos o Rusia, si India empleara 100 de ésas, y Pakistán, unas 150, disparadas hacia sus centros urbanos e industriales estratégicos, “los muertos, llegarían a entre 50 y 125 millones de personas, y los fuegos provocados por los estallidos nucleares, lanzarían de 16 a 36 billones de gramos de carbón negro en el humo, dependiendo de cuánto se desprendiera. Ese humo, subiría a la tropósfera superior, se suspendería en la estratósfera y se esparciría globalmente en unas cuantas semanas. La luz solar, declinaría de 20 a 30%, enfriando la superficie global de 2º a 5º C y reduciendo las lluvias de 15 a 30%, con mayores impactos en algunas regiones. La ‘recuperación’ llevaría más de diez años. La producción de las tierras, declinaría de 15 a 30% y de 5 a 15% en los océanos, amenazando con hambruna mundial y muertes colaterales adicionales en todo el planeta” (ver: https://advances.sciencemag.org/content/5/10/eaay5478).

Y eso, repito, con una guerra nuclear de “baja intensidad”.

Una de “gran intensidad”, sería la que sostuvieran la actual Rusia contra Estados Unidos, pues cada uno de esos países posee más de siete mil ojivas de, al menos, un megatón de fuerza explosiva. Imaginen, un megatón, equivale a la fuerza explosiva de un millón de toneladas de TNT. Así que, conjunten todas esas aberraciones y, lo dicho antes, el mundo se destruiría varias veces.

Pero, el peligro adicional es que, como todos esos engendros están conectados a sistemas automáticos, que los lanzarían en el acto, en el caso de un ataque del enemigo, está el peligro, muy altamente latente, de que se activen, ya sea, por un “error humano”, un “error computacional”, un jamesbondmaniaco “terrorista” (que quisiera destruir el mundo a misilazos)… y otras “inesperadas” circunstancias.

Y entonces, sí, no nos salvaríamos nadie, pues cada ataque, activa al siguiente, así, hasta que fueran lanzadas todas las 14 mil ojivas…

Quedaría el llamado “desierto nuclear”… un desolado planeta… o su cascarón, quizá, gracias a la obra del ser vivo más mezquino y destructivo que haya existido sobre su faz.

Por desgracia, esos mencionados “errores”, han sido muy frecuentes. Por lo menos, han habido trece eventos, durante los cuales, estuvimos a casi nada de que se detonara el Armagedón nuclear (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/List_of_nuclear_close_calls).

El más sonado, quizá, por haberse tratado de una crisis que involucró a Cuba, la URSS y a Estados Unidos, fue el del 27 de octubre de 1962, durante la llamada “Crisis de los misiles cubanos”. En este evento, la URSS, había, secretamente, estado instalando bases de lanzamiento, con todo y misiles nucleares, en Cuba, en respuesta a que Estados Unidos, tenía instaladas bases nucleares en Italia y Turquía, dirigidas hacia los soviéticos.

Además, porque, tras el fallido intento de Estados Unidos de invadir a Cuba, durante la operación “Bahía de Cochinos”, Fidel Castro, temeroso de que los estadounidenses volvieran a intentarlo, sostuvo conversaciones secretas con el líder soviético Nikita Khrushchev (1894-1971), para que instalara la URSS, las mencionadas bases nucleares. “Es un evento, considerado como el que más cerca estuvo, de desarrollar una guerra nuclear total” (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Cuban_Missile_Crisis).

La cinta “Trece Días” (Estados Unidos, 2000), dirigida por Roger Donaldson, estelarizada por Kevin Costner y Bruce Greenwood, está basada en los trece días, anteriores a ese, casi fatídico, 27 de octubre, durante los cuales, negociaciones diplomáticas, impulsadas por John F. Kennedy (1917-1963) – quien se resistió al consejo de sus estúpidos halcones militares, de que lanzara, ¡pero ya!, la ofensiva nuclear contra la URSS –, con Khrushchev, lograron cambiar los acontecimientos, de los que resultaron, entre otros, el embargo comercial a Cuba (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Cuban_Missile_Crisis).

El otro evento, que habría estado muy cerca de un desenlace mundialmente fatal, habría sido el que relata otra cinta, la titulada en español “El hombre que salvó al planeta”, realizada por el director holandés Peter Anthony, basada en el heroico acto que realizó un militar soviético, el teniente Stanislav Yevgrafovich Petrov (1939-2017), cuando, por iniciativa propia, detuvo un ataque nuclear soviético el 26 de septiembre de 1983, hacia Estados Unidos. Ese, casi inminente ataque, se debió a un error de las computadoras soviéticas, las que, supuestamente, habían detectado que una serie de misiles, hasta sumar cinco, habían sido lanzados desde bases nucleares estadounidenses (ver: https://www.youtube.com/watch?v=8TNdihbV5go).

La cinta, es un documental, que muestra al verdadero Petrov, y dramatiza el evento de 1983, sucedido en Oko, el centro de detección soviético de ataques nucleares. En esta parte, es personalizado por el actor ruso Sergey Shnyryov, cuya muy convincente actuación, nos deja fríos. Luego de la inicial alarma, cuando la computadora había “detectado” un misil, proveniente de Estados Unidos, al que siguió otro, y otro… hasta ser cinco, Petrov, no se dejó llevar por el pánico, sino que dio la orden de esperar, hasta que los supuestos misiles atacantes, estuvieran dentro del rango de detención de los radares. El tiempo de reacción, para que los soviéticos, ordenados por Petrov, comenzaran el contrataque, se iba acortando, 30 minutos, veinte, diez, cinco, un minuto, veinte segundos…

Por fin, los supuestos misiles estuvieron dentro del rango de captación de los radares…

¡Pero, nada, todo había sido una falsa alarma, provocada por un error del satélite, de haber interpretado los reflejos de la luz solar en nubes altas, como las trayectorias de misiles nucleares!

Todos se alegran, eufóricos, de no haber iniciado la destrucción del planeta.

Petrov hasta llora, reflexionando, seguramente, en lo que, en esos momentos, ya habría estado por suceder, los misiles soviéticos volando hacia territorio estadounidense. Allí, las fuerzas nucleares, alistándose, para lanzar los suyos…

Y, minutos después, ciudades siendo destruidas en ambos países…

Todo por un lamentable “error”.

De haber acatado Petrov los estrictos protocolos militares soviéticos, habría ordenado el ataque, Estados Unidos, habría contratacado y… ¡ni ustedes estarían leyendo esto y, ni su servidor, lo habría escrito!

Lo iban a condecorar, pero, como en esos tiempos, los mandos superiores, militares y del Politburó, no aceptaban “equivocarse”, no lo hicieron. Sólo lo destacaron a otra unidad, con tal de que ese “vergonzoso incidente”, se olvidara.

Petrov, en alguna entrevista posterior, es interrogado sobre la causa por la que no ordenó el ataque. “Yo había escuchado que Estados Unidos, de lanzar un ataque, lo haría con todo lo que tuviera, sería masivo, en respuesta a que nosotros atacáramos primero. Por eso, cinco misiles, no se me hicieron un ataque masivo. Además, no confiaba en la computadora”, respondió.

En una parte del documental, Kevin Costner – actor muy admirado por Petrov, a quien visitó, cuando éste, fue a Estados Unidos a recibir un premio –, le pregunta cuántos muertos habría ocasionado un ataque conjunto. Petrov, le responde que, en minutos, la mitad de estadounidenses, habrían muerto instantáneamente. En la URSS, el contrataque estadounidense, habría ocasionado más de 50 millones de decesos, durante las siguientes horas. “Como los ataques eran redundantes, los misiles, habrían seguido despegando de sus bases, hasta que todo el planeta, hubiera perecido bajo su mortífera acción. Y sólo quedaría un desierto nuclear, sin ninguna clase de vida”, le responde. Costner siente lo que dice, a pesar de que es en ruso, sin requerir mucho de que la intérprete se lo traduzca.

Realmente, Petrov, se ve que tomó mucha conciencia, a partir de ese evento.

Nunca se consideró un héroe, a pesar de su gran hazaña. “Sólo estuve en el lugar y el tiempo correctos”, sostiene, humildemente.

La terrible realidad, de que la vida planetaria está en constante peligro, por ese tipo de “errores”, se combinó con su personal drama, pues su esposa, Raya, padecía de un incurable cáncer, que la mató. Muy triste resulta la escena, cuando la descubre muerta, en su cama, pues se había él quedado dormido y no pudo alcanzarla a ver todavía viva.

Ese evento, por encima de que los militares lo hubieran ninguneado, le cambia la vida. Se da al alcoholismo varias semanas y se retira prematuramente del ejército.

En otra parte (minuto 44:02), cuando la intérprete, Petrov y un sheriff, van a visitar la base de un misil nuclear, un Minuteman LGM-30 (fabricado, nada menos que por Boeing, por su división militar), el mencionado sheriff, les dice, “tiene un poderío de 1.2 megatones. Para que ustedes puedan tener una idea de su poder, todas las bombas que estallaron durante seis años, en la segunda guerra mundial, apenas equivalen al sesenta por ciento de tal poder”. Petrov lo interrumpe y le dice si no han aprendido del pasado, del infierno que sería una guerra nuclear, que Rusia y Estados Unidos, deben de ser amigos, hallar un punto común de acuerdo, pues, de lo contrario, en cualquier momento, surgirá el conflicto nuclear y ese será el fin de todo el planeta.

Porque, en varios segmentos de la cinta, Petrov asegura que, algún día, el conflicto nuclear, estallará.

Cuando habla Petrov con Costner, le dice que “la mejor forma de destruir un enemigo, es hacerlo su amigo”.

Excelente frase, podría decirse. No necesitamos matar al enemigo, sólo reconciliarnos con él. Quizá saquemos muchas cosas buenas. Recuerden que la primera impresión de alguna persona, no siempre es la mejor.

El final de la cinta se centra, justamente, en la reconciliación de Petrov con su madre, a la que odiaba desde chico, pues ella prefería a su hermano menor.

Le regala unas flores, a la nonagenaria, la que intenta recordar el pasado y de que está muy arrepentida de lo que le hizo. Petrov le dice que lo olvide y que vivan el presente, cuando ellos, abrazados, van caminando, hasta perderse, tras una esquina…

Muy conmovedor, también, ese final.

Y qué lástima que, sólo con eventos extremos, como lo vivido por Petrov, se pueda entender que estamos a segundos, siempre, de que toda forma de vida, pudiera ser esfumada de este pobre planeta.

Petrov murió en el 2017.

Sin embargo, lo que no ha muerto, es la aberrante amenaza nuclear.

Ésa, antes que cambio climático, calentamiento global, basura plástica, destrucción de la biodiversidad… antes que las otras estupideces provocadas por el mezquino, egoísta hombre, es la que nos desaparecerá del planeta.

Será, nuestro justo castigo.

 

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