domingo, 26 de marzo de 2023

Los muy contaminantes cruceros de lujo

 

Los muy contaminantes cruceros de lujo

Por Adán Salgado Andrade

 

La industria del ocio vive de explotar el tiempo libre de las personas, ofreciendo varios tipos de “diversiones”, que van desde la cinematografía, casinos, parques de diversiones… hasta los viajes en los “cruceros de lujo”, para que la gente se pase unas “vacaciones económicas”, pues todo va incluido en esas moles, que incluyen salas de cine, albercas, bares, salones de baile y más (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2015/04/la-acondicionante-y-muy-lucrativa.html).

Hay que decir que son viajes, de todos modos, elitistas, dirigidos a grupos de niveles salariales de clases medias “altas” hacia arriba, pues un recorrido de ésos, está entre $600 y $5,000 dólares por persona, recomendándose que se disponga de entre $1,000 y $1,500 dólares adicionales, también por persona, “para disfrutar de excursiones en tierra y obtener la mayor diversión posible, además del viaje en avión, hoteles y demás gastos extras que implique llegar hasta el lugar de salida del crucero” (ver: https://alaskashoreexcursions.com/blog/alaska-cruise-budget).

Así que suponiendo el más “barato” de unos $600 dólares, más los $1,500 adicionales, hablamos de unos $2,100 por persona, es decir, 42,000 pesos. Aparte, como dice la “recomendación”, el costo de aviones, hoteles, comidas extras, antes de abordar al crucero (ver: https://alaskashoreexcursions.com/blog/alaska-cruise-budget).

Supongamos otros $1,000 dólares por pasajero. Estaríamos hablando de un total mínimo de $3,100 dólares, unos $62,000 pesos por persona. Por lo que si alguien quisiera una bonita “luna de miel” a bordo de una de esas moles “de lujo”, teniendo casi en todo momento como vista panorámica, la monótona superficie del mar, desembolsaría, por lo menos, $124,000 pesos, y solamente por siete días, muy fuera del alcance de un salario promedio mexicano de $8,000 pesos mensuales.    

Además, lo que no dicen las empresas que proporcionan tan “maravillosas vacaciones” en esos enormes cruceros – los que pueden llevar hasta 4,000 personas –, es lo contaminantes que resultan, mucho más que un carguero que transporte mercancías.

Justamente la carga humana que llevan, es por lo que son más contaminantes. Cada pasajero, en promedio, produce casi 190 litros diarios de aguas negras o grises, debidas al uso del sanitario, de las regaderas, de los lavabos, de las piscinas y otros servicios domésticos (lavandería, limpieza, cocinas), lo que genera alrededor de 568,000 litros diarios de desperdicios acuosos. En una sola semana, cada crucero puede generar hasta 3,786,412 litros de aguas contaminadas, muchas de las cuales, son arrojadas al mar, incluso, sin tratamiento alguno (ver: https://www.marineinsight.com/environment/8-ways-in-which-cruise-ships-can-cause-marine-pollution/).  

Además, cada crucero de esos, contamina el aire demasiado, pues operan con máquinas que usan diésel, de distintas calidades, desde el que contiene mucho azufre, más sucio, al que tiene menos, más “limpio”. Por ejemplo los 47 “cruceros de lujo” que opera la empresa Carnival, produjeron en el 2017, diez veces más polución que todos los 260 millones de autos que hay en la Unión Europea. Cada uno, por año, contamina el equivalente a un millón de autos (ver: https://www.transportenvironment.org/press/luxury-cruise-giant-emits-10-times-more-air-pollution-sox-all-europe%E2%80%99s-cars-%E2%80%93-study).

El periodista del portal Hakai Magazine, Andrew Engelson, quien vive en Seattle, Washington, se propuso hacer una investigación sobre lo contaminantes que son esos cruceros, eligiendo los que van solamente del puerto de Seattle, en el noroccidente de Estados Unidos, hacia Alaska, en un viaje que toma unos siete días. “Yo tenía una vaga idea de que estos cruceros generaban varios negativos impactos, tanto a las aguas marinas, así como al aire. Cada uno puede transportar hasta 4,000 turistas, así que me di a la tarea de investigar a fondo las estela de contaminantes aéreos y acuosos que dejan”, dice Engelson, para introducirnos a su trabajo (ver: https://hakaimagazine.com/features/cruise-ship-invasion/).

Para hacerlo, creó un crucero ficticio, el Oceanic Topaz, quien se trasladó, como lo hacen los cruceros reales, desde Seattle, hasta  Skagway, una comunidad costera de Alaska que, como las otras por las que pasan, está resintiendo, de nuevo, la masiva reactivación del turismo de los cruceros, “que en el 2023, se estima que transportará unos 700,000 turistas entre esos puertos, dejando graves efectos debido a las emisiones de carbón, aguas negras, ruido de máquinas y de las hélices propulsoras, montañas de basura y masivos visitantes que generan un impacto negativo en ecosistemas y comunidades”.

La presentación del artículo es interactiva, mostrando breves textos, que tienen como fondo, fotos o videos de todos los sitios por los que pasaría el Oceanic Topaz, lo que permite hacerse una idea de cómo son esos viajes que se anuncian como de “ensueño”.

En esta temporada, dice Engelson, que unos trece cruceros harán un total de “291 viajes entre Seattle y Alaska”. Como siempre, se justifica tanta contaminación y problemas, “por los beneficios económicos, que tan sólo en Seattle, dejan unos 900 millones de dólares, pero a un gran costo ambiental”.

Para reducir el impacto que producen las máquinas de diésel que usan, se les proporciona electricidad, para que, cuando estén anclados, junto a los puertos, no las prendan. “Pero sólo 24 por ciento, usan esas conexiones, sobre todo, porque tienen que pagar esa electricidad”.

O sea que, para ahorrar dinero y elevar sus ganancias, prefieren usar sus contaminantes máquinas para generar electricidad.

Y comienza a dar números sobre la contaminación que dejarían los 3,600 pasajeros que el Oceanic Topaz transportaría. “Cada uno produce 30 litros de aguas del sanitario y 250, de regaderas, piscinas, lavandería y otros usos. Para esos 3,600 pasajeros, eso correspondería a 3,400 tinas para ocho personas, diarias, tanto de aguas de sanitario (negras), como grises. En total, el Oceanic Topaz, generará en siete días de viaje 800,000 litros de aguas negras – a veces, tratadas – y 6.3 millones de aguas grises”.

El problema es que tanta agua, como señalé antes, no se queda en las sentinas de esos cruceros, sino que se tira al mar, “muchas veces, sin ser tratada, regando bacterias, metales pesados, detergentes, heces fecales, desechos médicos (llevan consultorios y médicos esos barcos) y otros nocivos contaminantes”.

Una foto que muestra aguas jabonosos, ilustra el efecto que provocan esas descargas. Imaginen el daño para la fauna marina local.

En cuanto a las emisiones que sus contaminantes máquinas producen, el “Oceanic Topaz generará 2,800 toneladas de CO2 durante su viaje de siete días, lo que equivale a las emanaciones de 600 autos de combustión interna funcionando durante todo un año”.

Toda esa contaminación aérea, produce, además de CO2 y otros metales pesados, partículas suspendidas 2.5, las que miden 2.5 micras o menos, que “reducen la visibilidad y dañan ojos, tracto respiratorio, pulmones, además de incrementar asma e infartos (ver: https://www.health.ny.gov/environmental/indoors/air/pmq_a.htm).

Y en los pueblos en donde se estacionan y mantienen sus máquinas funcionando, como en Skagway, los “índices de óxido nitroso, emitidos por sus chimeneas, superan en diez veces los de otros sitios de Alaska en los que hay menos de esos cruceros”

Por otro lado, el ruido que sus motores y propulsores generan, “daña los oídos y sentidos de orientación de las ballenas que viven en esas aguas. Éstas, pierden la capacidad de localizar bancos de peces, lo que las puede llevar a morir de inanición, además de que pueden chocar y también morir contra esos cruceros. Está disminuyendo drásticamente la población de esas ballenas, las que, además, se ponen nerviosas, nadan más rápido y se acelera su respiración y ritmo cardiaco, lo que también las enferma”.

Por otro lado, como parte del recorrido es ver a las ballenas, los barcos se acercan mucho a donde se encuentran, desorientándolas. Esa “curiosidad”, quizá hasta morbosa de los turistas, también las está matando.

Se usan una especie de “sacudidores de azufre”, que limpian las chimeneas de azufre, con tal de que sean menos contaminantes y lo hacen bombeando agua marina. “Pero esa agua marina, queda contaminada con desechos sulfurosos, los que la hacen ácida. Como, simplemente, se regresa al mar, tal agua, incrementa acidez oceánica y contaminación, dañando a peces y ballenas”.

También producen muchísima basura, “superando a la de los pueblos en donde llegan”.

Por si fuera poco, tanta gente, cuando desembarca, crea problemas, como aglomeraciones. “Y aunque digan que dejan beneficios, yo veo más perjuicios”, afirma Wanda Culp, citada por Engelson, quien antes vivía en Hoonah y se cambió a otro sitio, Juneau, “pues ya no aguanté tanta gente y ruidos”. Dice que, por ejemplo, se hacen excusiones en helicópteros “y es un ruido que ensordece, además de que ocasiona muchas vibraciones. Ya no es un sitio para vivir tranquilo Hoonah”. Se queja de que los turistas entran “a las casas, pensando que son parte del tour, sin ver que son propiedades privadas. Como no hay policía que los controle, creen que pueden invadir y entrar a todos lados. Yo les pediría que consideren que somos comunidades que hemos vivido por varias décadas tranquilamente y que esta industria turística, nos está dañando, más que cualquier otra que hayamos tenido”.

Por todo lo anterior, la activista Karla Hart, que antes era guía turística del sitio, afirma que se deben de reducir los cruceros “pues las comunidades y la ecología, no aguantarán sus letales efectos.

De hecho, en una encuesta reciente, ya el 74 por ciento de los habitantes de las poblaciones en donde se estacionan los cruceros, desean que se limiten a “cinco al día, cuando más, pues las molestias ocasionadas exceden, por mucho, los beneficios”.

Finalmente, cita Engelson a la activista Elizabeth Burton, residente de Seattle, “quien calcula que el impacto ambiental de una temporada típica de cruceros, emite un tercio de las emisiones contaminantes de CO2 de toda la ciudad de Seattle”.

Es decir, que, por sí sola, esa industria, tan sólo de los cruceros que van de Seattle a Alaska, contaminaría el equivalente a una ciudad media, además de que esparcen enfermedades por medio de las aguas negras que arrojan”.

Y así terminó el ficticio viaje del Oceanic Topaz, “que dejó toneladas de basura, aguas negras y contaminantes”.

Sí, todo con tal de que la lucrativa industria de los “cruceros turísticos”, vuelva a tener las ganancias que obtenía antes de la pandemia.

Y para que “curiosos turistas”, ávidos de conocer y tener “aventuras”, contaminen y acaben con todos los ecosistemas terrestres, marinos y poblados que visiten.

Por desgracia, en nombre del turismo, se permite tanta contaminación y obras que invaden ecosistemas, como el Tren Maya, en México, del que ya estaremos escuchando, cuando entre en funcionamiento, todos los daños que ocasionará a la selva que cruzará.

Necesitaremos más pandemias, y más graves, para dejar en paz a sitios pristiños, libres de capitalismo salvaje, de empresas recreativas y de  dañinos turistas.

 

Contacto: studillac@hotmail.com