martes, 16 de marzo de 2021

Más sequía, más pobreza

 

Más sequía, más pobreza

por Adán Salgado Andrade

 

Van tres años de sequía en muchas regiones de México. Particularmente, en la parte seca del estado de Hidalgo, de por sí árida, en municipios como Huichapan, Nopala, Maravillas, Maney y otros, los estragos, se notan.

La tierra está muy seca, no crece ni el pasto. Sólo plantas desérticas, son las que salen adelante, como huizaches, nopales, cactus… acostumbradas a las largas secas.

Los pocos cuerpos de agua naturales, como una laguna que está cerca de un pueblo llamado El Astillero, están a la mitad de su capacidad. Otros, artificiales, como la presa de Nopala, de más de cien años de antigüedad, están totalmente secos. Hace tres años esta presa, rebosaba de agua. Ahora, está totalmente seca. Por la humedad que queda en su lecho, algunos campesinos siembran maíz o frijol, para aprovechar lo que permanezca hidratado.

La emblemática presa Javier Rojo Gómez, que estaba a la entrada de Huichapan, hace años que se inhabilitó, “porque era muy costoso remozarla”. Ahora, hasta casas han hecho, en medio de ella. Sería una muy buena fuente de agua actualmente, con esta fuerte sequía (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2018/07/habia-una-vez-una-presa.html).

Además, jagüeyes (pequeñas represas que se construyen excavando agujeros), antiguas presas de cortinas de piedra y tierra y otros depósitos de agua, están secos, el polvo de sus fondos, volando por la acción del viento.

El ganado que se ve por el camino, tiene poco que rumiar, así como los caballos, pues por la falta de lluvias, como señalé, ni el zacate crece.

Y los incendios de secos matorrales, son muy comunes, sean provocados o no, pues de tan resecos que están, se prenden muy fácilmente.

Y ahí están, esas contaminantes llamaradas, que producen blanco humo, hasta que, a falta de más material combustible, terminan por apagarse solos.

La situación es muy mala. Todos los municipios, por lo mismo, padecen largos cortes de agua. En Nopala, desde hace más de un mes, no cae una sola gota del vital líquido.

“Mire, el jagüey, está seco, entonces, no hay agua pa’ los animales”, dice la señora Laura, una mujer muy fuerte, su rostro, bastante quemado por la acción del sol, de las largas jornadas que trabaja, en todo lo que haya que hacer. “Sí, yo hago de todo, que la comida, que el quehacer, que les doy de comer a las gallinas, a las vacas, a los caballos, porque, como ‘hora no hay pastura, pues les debemos dar de comer”, me dice. En efecto, las tierras de la señora Laura, también de su esposo, el señor Juan, unas dos hectáreas, el único verdor que tienen es el de los magueyes, de donde el señor Juan “raspa” a diario el aguamiel con el que prepara su sabroso pulque, que vende, para ayudarse también en su economía.

“L’otra vez, vino un ingeniero, que nos prometió que buscarían más vetas de agua, para hacer pozos”, dice el señor Juan, “que nos dijo que hay, p’arriba, una veta y que, para hacer un pozo, que me comprarían mi terreno”. Pero él no está de acuerdo, ni su mujer. “No nos conviene”, dice la señora Laura.

En efecto, los dejarían sin su patrimonio, pues se ve que es gente muy apegada a la tierra.

Y polemizan la cuestión de porqué falta agua. Es claro que es por la sequía. Pero mencionan varios “decires”, que porque el agua, como esas tierras va de bajada, que “escurre” hasta el Géiser, un sitio de vacacionismo, distante unos cincuenta kilómetros de allí. Sinceramente, no veo yo la relación, aunque, quizá, sí, haya ríos subterráneos que conduzcan la poca agua que ahora llevan hasta ese lejano sitio.

Pero nada tiene que ver que lo hagan. La cuestión es que, por la sequía, todo ese desabasto de agua, a nivel nacional, existe.

De hecho, las aguas subterráneas, como las de los acuíferos, están muy deprimidas en todo el planeta, pues cada vez llueve menos y eso no permite que se recarguen, pues se extrae más agua, de la que pueden obtener de las lluvias (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2017/06/las-declinantes-reservas-de-agua.html).

Por ejemplo, el servicio de agua potable en Huichapan, que se surte de acuíferos, que en tiempos normales, está a cualquier hora, sin interrupciones, en estos días, se condiciona de las ocho de la mañana hasta las cuatro o, cuando mucho, cinco de la tarde.

Y la ciudad de México, está afectada ya por la sequía, no habiendo agua en muchos sitios en donde, antes, no faltaba el vital líquido. Los niveles de agua de las presas del país, se encuentran a menos de la mitad (ver: https://www.informador.mx/Mexico/Las-100-mayores-presas-de-Mexico-a-la-mitad-de-su-capacidad-20130728-0102.html).

Y es mundial, pues muchos otros países, como Australia, están padeciendo la falta de lluvias, ocasionadas por la deforestación, incendios forestales y el calentamiento global (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/01/la-muy-larga-y-severa-sequia-australiana.html).

Y regreso con la señora Laura y su marido.

Están esperando una pipa de agua, que tuvieron que pagar a setecientos sesenta pesos, pues toda el agua que tienen, es la poca que queda en sus cisterna. “Así está de agua”, me indica la señora Laura, con sus manos, nivel que no rebasa los treinta centímetros. “A’í, nos la hemos ido chiquiteando”, dice, preocupada.

Su esposo tiene que irse, para ver lo de la venta de un caballo, pues necesitan dinero. “Es que, como no hay pastura, no podemos tenerlos, sería más gasto”, dice el señor Juan.

La pipa, quedó de llegar a la una de la tarde, pero ya son casi las dos. La clásica “puntualidad mexicana”, pienso.

Veo que tienen dos hijos. Les pregunto si están tomando clases en línea. “El que va en la secundaria, no, porque le dejan tarea y va cada mes con su maestro”, responde la señora Laura. Y del otro, que estudia contabilidad en una universidad en Ixmiquilpan, desde hace un mes, no toma las clases virtuales, pues no hay señal de internet. “Es que dicen que se robaron dos trasmisores”, señala el chico, Fernando.

He ahí cómo muchas de las clases en línea, están destinadas al fracaso. Y seguramente son problemas que hay en muchas comunidades del país, además de la mencionada sequía, ¡claro!

Acompaño a la señora Laura a su establo, en donde da de beber a un becerro, de pelambre gris. Bebe el agua que le vierte en una cubeta ávidamente, mostrando que está muy sediento.

Por la falta de pastura, no lo saca la señora Laura, “no tiene caso”, afirma. Le da pastura que compran, muy cara, pues ha subido el precio.

 Luego, me muestra a una vaca, que compró hace tres meses. “Di un becerrito y dos mil pesos”, dice. “¿Está cara, verdad?”, afirma con esa pregunta. Yo, nada conocedor de cuánto puede valer una vaca, le pregunto que en cuánto le tomaron el becerro. “En catorce mil pesos, por eso le digo que está cara”. O sea que, según la señora Laura, una vaca en regulares condiciones, no vale más de catorce mil pesos. Comenta que la quiere para ordeñarla. “Da leche, como un año”, dice, al referirse que esa vaca, que, además está preñada, cuando nazca su becerro, podrá dar leche un año.

Tiene otra vaca, a la que ordeña casi todos los días, sacando seis o siete litros.

Esos litros que obtiene doña Laura, los veden a entre cinco y seis pesos cada uno, a un hombre que tiene una fábrica de quesos, que es el que acapara la venta de por allí. “Pues no se le saca mucho a la leche, pero de algo a nada, ¿no?”, dice, resignada.

Platica que esa vaca, como no está acostumbrada a estar en el establo, hace una semana que la sacaron, pero como no había pasto que rumiara, la metió. “Se espantó con el lazo, como no está acostumbrada, se puso bronca y a dar vueltas y vueltas y por poco me mata”, explica la señora Laura, pues poco faltó para que ese animal, de unos ochocientos kilos de peso, le pasara encima.

“¿Y entonces, cómo la va a ordeñar?”, la cuestiono. “Pues a ver si se acostumbra”, dice la mujer, sonriendo, de unos 45 años de edad.

Si a mí me hubiera sucedido, tendría extremo cuidado en ordeñar a una vaca que casi me hubiera aplastado, reflexiono.

Escuchamos, por fin, el motor de la ansiada pipa de agua.

“Ay, ya llegó ese canijo”, dice la señora Laura, explicando que el chofer, por dos accidentes que tuvo, en uno, perdió la mano izquierda. En el segundo, todo el brazo derecho. “Pero trae una de esas…”, “Prótesis”, propongo la palabra. “Sí, de esas prótesis y rebién que maneja”, afirma.

Muy admirable que ese hombre, pueda conducir en esas condiciones.

Así que de todo lo que vi y escuché ese día, pienso que la gente está empobreciendo más y más por la sequía, pues al no haber agua almacenada en los lugares de costumbre, en donde beben los animales, deben de comprarla, mediante caras pipas. No hay pasto, tampoco, así que deben de adquirir alimento para sus vacas, ovejas, gallinas. No podrán sembrar, así que no tendrán maíz, ni frijol, ni otras cosas para alimentarse y vender un poco.

Lamentablemente, el 2021, se prevé que será otra vez seco.

Quizá, al final del año, personas como el señor Juan y la señora Laura, deban de prescindir, también, del resto de sus animales, pues quizá llegue el momento en que sean incosteables.

Son los graves efectos de empobrecimiento social, que tanta depredación y contaminación ambiental, están ocasionando.

 

Contacto: studillac@hotmail.com