sábado, 21 de julio de 2018

Había una vez una presa


Había una vez una presa
por Adán Salgado Andrade

Huichapan, Hidalgo. La agonizante mafia en el poder hace unos días, al calor de un partido de fútbol de la selección mexicana contra Alemania, arbitrariamente, firmó un supuesto decreto en el que se “protegían” las cuencas hidrológicas de todo el país (ver: http://www.jornada.unam.mx/2018/06/19/politica/015n1pol)
A pesar de que, incluso, la WWF (World Wild Fund) afirmó que, en efecto, era para “salvaguardar” las reservas de agua del país, curiosamente, muchas de tales cuencas se encuentran en sitios en donde hay o habrá explotación del muy contaminante fracking, para la extracción del gas natural de esquisto, muy depredadora forma de extracción que emplea millones de litros de agua por pozo, además de contaminarla permanentemente, con sustancias, incluso, radioactivas (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2012/05/el-gas-natural-de-esquisto-el-regreso.html) 
 En otros sitios, operarán más megaminas, las que, igualmente, requieren millones de metros cúbicos de agua, la que, también, se contamina irreversiblemente. Casi el 40% del territorio está siendo depredado por aquéllas (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2013/05/los-destructivos-irreversibles-efectos.html)
Ambas contaminantes actividades, requieren del uso permanente de agua. Y al disfrazar de “protección” a una cuenca hidrológica, se dio la coartada perfecta para que las empresas, tanto nacionales, como extranjeras, que las operen, dispongan a su antojo del vital líquido. Así, “protegidas”, un campesino que requiera agua para sus sembradíos, por ejemplo, no podría extraerla de una “zona protegida”, incurriría en un “delito hidráulico”, que merecería prisión, inclusive. Pero una megamina o pozo de fracking, sí podrá emplear el vital líquido a su antojo, aunque estuviera en una zona en donde escaseara, pues se dará prioridad a la contaminante industria extractiva, antes que al riego de tierras de campesinos o dotar de agua a la población local.
Hago la introducción anterior porque, en algunos lugares, aún esa fraudulenta “protección” a las reservas de agua, parece no ser vital, incluso tratándose de zonas áridas.
Todavía hace unos cinco años, al entrar al municipio de Huichapan, localizado en la parte seca del estado de Hidalgo, la presa Javier Rojo Gómez todavía almacenaba agua, y dotaba de riego a algunas tierras que aún se sembraban, a pesar del crecimiento de la mancha urbana de Huichapan, que ha acabado, prácticamente, con los sembradíos, como sucede en muchas partes del país. Eso fue para lo que se concibió originalmente, por ahí de los años 1880’s. Una estatua de Javier Rojo Gómez se erigió frente a la presa. Ese obscuro personaje fue por muchos años artífice de cacicazgos políticos, los que aún impone su nefasta descendencia.
Sin embargo, arbitrariamente, la mafiosa pasada administración, perteneciente a los gánsteres del  PVEM, el mal llamado “partido verde”, sin realizar consulta alguna, ni informar debidamente a la ciudadanía, decidió ir secando tan emblemático lugar. Antes de ellos, en el 2009, se habían hecho planes que contemplaban convertirla en un atractivo turístico, en donde hubiera lanchas, se pudiera pescar o hasta nadar. Algo tenía que hacerse, pues era una importante reserva de agua, que, aunque ya no se empleara mucho para riego, sí podía usarse para actividades recreativas.
Mario, un buen amigo, termina el recorrido turístico al que me invitó ese día justamente en la ex presa. “Fíjate, es una chingadera, porque dicen que hay tres manantiales que la llenaban. Un cabrón de los que querían que se cerrara, me dicen que construyó su casa encima de un manantial, para ocultarlo, pero al pendejo se le inundó la pinche casa. No puedes contra la fuerza de la Naturaleza”, afirma. De lo que era el agua de la presa, sólo se ven tres pequeños cuerpos de agua. Mario está seguro que están alimentados aún por los manantiales. “Fíjate, además, si hay manantiales, no sé por qué también le metían aguas negras”, agrega.
El agua que queda de la Presa
El paseo de ese día comenzó horas antes de llegar hasta la presa.
Primero, recorrimos varios kilómetros de terracería, los que llevan a apartados sitios, como a una comunidad llamada “La Escondida”, enclavada en las faldas de un cerro, muy lejana de algún municipio importante, como Huichapan o Nopala. Dice Mario que en época de lluvias, casi siempre está cubierta de neblina y que en época de frío, de tanto que hace, el agua hasta se congela. En esa parte del recorrido, el panorama no es desértico, hay grandes planicies, hay varias tierras sembradas, principalmente con maíz, y se ve que abunda el agua.
Sin embargo, al ir avanzando, al ascender otro cerro, el paisaje cambia abruptamente y, de nuevo, nopales y otros cactus son la vegetación imperante. Justo por el clima árido, en décadas pasadas, se construyeron en muchos sitios represas para almacenamiento de agua, para que contaran las comunidades con el vital líquido.
Presa de Boyé
Como en Boyé, a donde llegamos luego de unos diez kilómetros de recorrido, en donde hay una represa cuya cortina de mampostería, estimo, debe de haber sido construida por los años 1940’s. Es pequeña, elíptica, de unos 100 metros en su parte más ancha. El embalse contrasta con los nopales, órganos y pirules que lo rodean.
Cortina de la presa activa de Boyé
No muy lejos de allí, está una cortina mucho más antigua, que se ve que hace muchos años, alguna fuerte crecida, derribó una parte. Ésa, calculó que debió de haberse construido a finales del siglo diecinueve, por ahí de los 1880’s. Y seguramente la que vimos unos momentos antes, es la que se edificó para sustituirla. El camino pasa por el frente de la cortina de la represa activa. “Una vez, cuando trabajaba en Protección Civil, venía con un compañero del trabajo en la camioneta y estaba lloviendo a madres. Y que me dice que le siguiéramos, ¿no? – me comenta Mario, mientras pasamos justamente frente a la cortina activa, en su auto –, y que le digo ‘¡Ni madres, nos va a llevar!’, y que meto reversa, pues, ¿te imaginas?, la corriente nos hubiera llevado, estaba bien fuerte”, exclama, como evocando la dramática escena, del agua desbordándose a raudales por la cortina de la represa y tomando las proporciones de un crecido, enfurecido río.
Más adelante, nos bajamos para echar un vistazo a un sitio en donde hay unas pinturas rupestres. Está cerrado. Mario me dice que, absurdamente, las pinturas sólo se pueden ver como parte de un “paquete turístico” que comienza en la presidencia municipal de Huichapan, abordando un viejo camión, pagando ciento veinte pesos.
“Sí, con perdón tuyo, estos pendejos tienen agandalladas las pinturas”, reclama. Considero que, en efecto, es absurdo que si las pinturas rupestres están allí, lo más lógico sería que hubiera un empleado que las mostrara en todo momento, pagando, sí, una cuota de recuperación. De lo contrario, sucede que muchos estarán, como nosotros en ese momento, imposibilitados de verlas, pues una reja, cerrada con candado, impide el paso. ¿Indolencia o negligencia?, se preguntaría uno.
Manantial en Parque Botánico de Atlan
De allí, nos fuimos a San José Atlan, lugar muy famoso por sus quesos. Allí, la comunidad ha tomado conciencia ecológica y rescataron un sitio emblemático, que han bautizado como “Parque Ecológico los Sabinos”. Hay un manantial, cuya clarísima agua pasa por distintos canales y estanques, lo que concede una muy grata frescura. Incluso, cuenta con una alberca, algo descuidada, pues el fondo se ve terroso y está llena de hojas. Aun así, vemos a algunas personas nadando a sus anchas.
Viejo ahuehuete
Lo más sobresaliente son dos maravillosos, quizá milenarios, ahuehuetes, que invitan a reflexionar cuántas cosas habrán vivido en su larga vida. Por desgracia, uno de ellos, al verlo de lado, está seccionado a todo lo largo de su tronco, lo que le da la apariencia de una cueva de madera descubierta. Muy probablemente haya sido la acción de personas que horadaron su tronco a lo largo de su longeva existencia. Siento enojo al ver cuán indolente y depredador el ser humano ha sido en su historia. De todos modos, el noble ahuehuete, quizá por tanta agua, subsiste y está muy verde y saludable. El otro, está en magníficas condiciones, su tronco y sus ramas, intactos.
Una mampara informa que el sitio es considerado sagrado, justo por la existencia de agua, lo cual era vital para que la gente en la antigüedad se estableciera en algún sitio. Allí, continúa el texto, se asentaron hace muchos siglos los ñahñus, después llamados otomíes, quienes concedieron la categoría de sagrado a ese sitio, justamente por el agua, símbolo de vida y bienestar. El nombre en náhuatl de Atlan, significa “lugar en donde abunda el agua” y fue dado por los toltecas, quienes dominaban en ese entonces la región. Cuando  cae Tula, los toltecas se dispersaron, continúa el texto, y los ñahñus se quedaron cerca de sus bothós o bonthés, como llamaban en otomí a los sitios en donde brotaba el agua.
Me platica Mario que CAPOSA, la comisión responsable de la dotación del agua potable y el alcantarillado del municipio de Huichapan, quiso apoderarse de esos manantiales, los que proveen de agua a San José Atlan. Quería hacerlo para cobrarles, igual que como hace en Huichapan, pues allí sólo pagan una especie de cuota mínima. Fue dura la presión, pero los habitantes de San José Atlan no cedieron y amenazaron con que si se les obligaba a pagar el agua, “la iban a envenenar”. Y CAPOSA reculó. A la fecha, siguen pagando sólo una cuota mínima y, eso, algunos. Seguramente deben de considerar, así como sus antepasados otomíes, que el agua es un derecho sagrado y no se debe de secuestrar con tuberías.
Y de allí, fue cuando Mario me llevó a la extinta presa Javier Rojo Gómez, que menciono antes.
Subimos por los peldaños de piedra de la cortina, que sus constructores dejaron, más o menos, a cada veinte metros. Es de mampostería y también debe datar como de los años 1880’s. Sí, se trataba de un embalse histórico, que fue hecho para almacenar agua y que dispusieran de ella los campesinos que, por aquellos años, sembraban sus tierras. Sin esa presa, seguramente no habría sido posible para muchos de ellos hacerlo. A pesar de que existen aguas termales subterráneas en Huichapan, seguramente en esos viejos tiempos no era fácil perforar pozos y era mejor contar con una represa.
La casa dentro de la seca presa
En sus mejores tiempos, esa presa de superficie cuadrangular, debió de haber tenido alrededor de un kilómetro de lado, construida la cortina, como dije, de muros mamposteados inclinados, para darles más soporte.
Recorremos la cortina y vemos, con tristeza, cómo, lo único que subsiste de agua, son los tres mencionados pequeños lagos, rodeados por pastos y vegetación de humedales. “Parece Xochimilco”, le comento, pues es la impresión que se da.
Dice Mario que el “pretexto” que dieron las “autoridades” que impusieron secar la presa, fue que la cortina tenía muchas filtraciones y podía tronarse. Pero en el recorrido que hacemos, nada de eso se ve. Incluso, se ve que se estaba volviendo a aplanar el muro interno de la cortina. Varias partes han sido rellenadas con piedras y tierras. Ya es irrecuperable el embalse.
Cortina de la seca presa
Lo extraño es que una parte ya está “habitada”. Hasta una casa de buen tamaño está edificada y algunos autos están al frente de ella. Una “barda” de piedra amontonada “señala” el límite de tal “propiedad”. Vaya si resulta surrealista la escena, una casa dentro de una extinta presa. Me pregunto, como Mario, qué poder o influencias habrán tenido esas personas para apoderarse de “terrenos” que antes eran el fondo de la presa. Por lo mismo de que fueron tierras inundadas, deben de ser muy fértiles, como el pasto tan verde que rodea esa construcción, lo demuestra. Ese parecería ser el primer factor que habría llevado a secar la presa, considero.
El segundo factor, lo tenemos frente a nosotros: un fraccionamiento que se hizo hace diez años. “Por cinco mil pesos, no pude conseguir una casa allí”, dice Mario. Mas no se arrepiente, pues está seguro de que la inmobiliaria debe de haber presionado al municipio a que secara la presa, para acabar con el “peligro”, si es que realmente lo hubo, de una inundación, en caso de que lloviera demasiado o se reventara la cortina.
Lo peor de todo es que ya otra inmobiliaria, o la misma, está iniciando la construcción de una nueva unidad.
Una de las otras presas afectadas, casi seca
No resultaría absurdo pensar en que también presionó al municipio para dejar inactiva a la presa. “Mira, son hasta pendejos, pues si hubieran hecho lo de las lanchas, de que la gente pescara o nadara, hubieran tenido más entradas”, dice Mario, con enojo, mientras seguimos recorriendo la cortina, yo, sintiendo algo de mareo, por tener, a ambos lados, unos cuatro metros de altura. “Bueno, pues, al menos, puedes ofrecer turismo extremo, recorriendo la cortina”, bromeo, en vista de que algunas desmoronadas partes pueden provocar una caída, si no se tiene cuidado al andar.
Desandamos lo andado y bajamos por los rústicos escalones de piedra, los cuales, pienso, no creo que hayan tenido mucho uso durante su ya larga existencia.
Y me lleva al tercer factor que pudo haber influido en que se secara la presa.
Pasamos y cruzamos por la unidad y nos dirigimos por un camino empedrado. Unos dos kilómetros adelante, hay un gran invernadero. Una mujer compra vegetales que se producen allí a un hombre con lentes y sombrero. Mario ignora de quién sea el lugar.
Pero a un lado, hay un “desarrollo inmobiliario”, como los que están pululando por todo Huichapan. Tiene una entrada muy, digamos, arquitectónica, atractiva, pintada de colores pastel. Medirá unas dos hectáreas y está sembrado de palmeras. Le da un aire tropical, así, muy acapulqueño de los años 1950’s. Han colocado un letrero en la entrada que dice “Lotes en venta”. Dice Mario que el sitio es de un “güey corrupto”. “¿No crees que este cuate también haya pedido que secaran la presa, para hacer esta pendejada?”, me dice, irónico.
Más adelante, hay un colegio de contabilidad, que está administrado por monjas. “¡Viejas hipócritas!”, exclama Mario, “¡muy santurronas, pero bien que hacen sus negocios!”.
También esa escuela estaría expuesta a una inundación si se tronara la presa.
“Hace diez años, cuando trabajaba en Protección Civil – vuelve a indicar ese dato Mario –, hubo una inundación y tuvimos que venir a ayudar a desaguar a la escuela. Pero eso fue porque llovió durísimo y la presa se desbordó, pero resistió, siempre ha resistido, ya viste cómo está de fuerte y bien hecha”, comenta Mario.
La consecuencia del cierre de la presa, además de que nunca se contará con el atractivo sitio turístico que se propuso, es que dejó de alimentar a otras dos represas que son conocidas como los “Bordos Cuates”, que están a unos tres kilómetros de aquélla.
Dice Mario que aún los conoció cuando estaban repletos de agua. “Podías andar en lancha y pescar, estaban rebonitos”, dice, nostálgico. Y de eso, no hace mucho, quizá unos siete años.
Agrega que le han contado que son personas muy “poderosas” las que están tras el cierre de la presa y que se están disputando las tierras “baldías” que eso dejará, como las que ya se han asentado dentro de ellas, que hace un rato vimos. Incluso, ya han ido a “instancias superiores”. O sea, hay mucho dinero de por medio.
Al goglear información sobre la presa – como ya se acostumbra ahora decir –, no hallo nada de su historia, ni de su cierre, sólo algunos sitios que muestran fotos de sus gloriosos años activa. Es el tipo de información que se obtiene de la gente que se ha enterado porque vive allí, como Mario, y él también recogiendo rumores y uno que otro testimonio.
“Mira, aquí son dos corrientes del PRI las que dominan este pinche pueblo. Una es la de Juan Mendoza Guerrero, junto con Jesús Pacheco Rojo. Éste, es pariente de los Rojo Lugo (esta familia es un feudo de poder, que tradicionalmente, por muchos años, ha tenido gran influencia en Hidalgo). La otra corriente es la de Humberto Rojo Lugo… entre esos cabrones, se disputan este pueblo rascuacho”, dice Mario.
Regresamos a Huichapan. Le digo que, con la voracidad inmobiliaria, no me extrañaría que un día ocuparan la superficie de lo que fue la presa para hacer un lujoso conjunto residencial “La Presa”, en donde “usted contará con todos los servicios y tres preciosos lagos naturales, alimentados por manantiales”.
Sí, la naturaleza y el agua, son lo de menos, a la hora de hacer muy buenos negocios.