Había una vez una presa
por Adán Salgado Andrade
Huichapan, Hidalgo. La agonizante mafia en el poder hace unos días, al
calor de un partido de fútbol de la selección mexicana contra Alemania,
arbitrariamente, firmó un supuesto decreto en el que se “protegían” las cuencas
hidrológicas de todo el país (ver: http://www.jornada.unam.mx/2018/06/19/politica/015n1pol)
A pesar de que, incluso, la WWF (World
Wild Fund) afirmó que, en efecto, era para “salvaguardar” las reservas de
agua del país, curiosamente, muchas de tales cuencas se encuentran en sitios en
donde hay o habrá explotación del muy contaminante fracking, para la extracción del gas natural de esquisto, muy
depredadora forma de extracción que emplea millones de litros de agua por pozo,
además de contaminarla permanentemente, con sustancias, incluso, radioactivas
(ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2012/05/el-gas-natural-de-esquisto-el-regreso.html)
En otros sitios, operarán más megaminas,
las que, igualmente, requieren millones de metros cúbicos de agua, la que,
también, se contamina irreversiblemente. Casi el 40% del territorio está siendo
depredado por aquéllas (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2013/05/los-destructivos-irreversibles-efectos.html)
Ambas contaminantes actividades, requieren del uso permanente de agua.
Y al disfrazar de “protección” a una cuenca hidrológica, se dio la coartada
perfecta para que las empresas, tanto nacionales, como extranjeras, que las
operen, dispongan a su antojo del vital líquido. Así, “protegidas”, un
campesino que requiera agua para sus sembradíos, por ejemplo, no podría
extraerla de una “zona protegida”, incurriría en un “delito hidráulico”, que
merecería prisión, inclusive. Pero una megamina o pozo de fracking, sí podrá
emplear el vital líquido a su antojo, aunque estuviera en una zona en donde
escaseara, pues se dará prioridad a la contaminante industria extractiva, antes
que al riego de tierras de campesinos o dotar de agua a la población local.
Hago la introducción anterior porque, en algunos lugares, aún esa fraudulenta
“protección” a las reservas de agua, parece no ser vital, incluso tratándose de
zonas áridas.
Todavía hace unos cinco años, al entrar al municipio de Huichapan,
localizado en la parte seca del estado de Hidalgo, la presa Javier Rojo Gómez
todavía almacenaba agua, y dotaba de riego a algunas tierras que aún se
sembraban, a pesar del crecimiento de la mancha urbana de Huichapan, que ha
acabado, prácticamente, con los sembradíos, como sucede en muchas partes del
país. Eso fue para lo que se concibió originalmente, por ahí de los años 1880’s.
Una estatua de Javier Rojo Gómez se erigió frente a la presa. Ese obscuro personaje
fue por muchos años artífice de cacicazgos políticos, los que aún impone su
nefasta descendencia.
Sin embargo, arbitrariamente, la mafiosa pasada administración,
perteneciente a los gánsteres del PVEM,
el mal llamado “partido verde”, sin realizar consulta alguna, ni informar
debidamente a la ciudadanía, decidió ir secando tan emblemático lugar. Antes de
ellos, en el 2009, se habían hecho planes que contemplaban convertirla en un
atractivo turístico, en donde hubiera lanchas, se pudiera pescar o hasta nadar.
Algo tenía que hacerse, pues era una importante reserva de agua, que, aunque ya
no se empleara mucho para riego, sí podía usarse para actividades recreativas.
Mario, un buen amigo, termina el recorrido turístico al que me invitó
ese día justamente en la ex presa. “Fíjate, es una chingadera, porque dicen que
hay tres manantiales que la llenaban. Un cabrón de los que querían que se cerrara,
me dicen que construyó su casa encima de un manantial, para ocultarlo, pero al
pendejo se le inundó la pinche casa. No puedes contra la fuerza de la
Naturaleza”, afirma. De lo que era el agua de la presa, sólo se ven tres pequeños
cuerpos de agua. Mario está seguro que están alimentados aún por los
manantiales. “Fíjate, además, si hay manantiales, no sé por qué también le metían
aguas negras”, agrega.
El agua que queda de la Presa |
El paseo de ese día comenzó horas antes de llegar hasta la presa.
Primero, recorrimos varios kilómetros de terracería, los que llevan a
apartados sitios, como a una comunidad llamada “La Escondida”, enclavada en las
faldas de un cerro, muy lejana de algún municipio importante, como Huichapan o
Nopala. Dice Mario que en época de lluvias, casi siempre está cubierta de
neblina y que en época de frío, de tanto que hace, el agua hasta se congela. En
esa parte del recorrido, el panorama no es desértico, hay grandes planicies, hay
varias tierras sembradas, principalmente con maíz, y se ve que abunda el agua.
Sin embargo, al ir avanzando, al ascender otro cerro, el paisaje cambia
abruptamente y, de nuevo, nopales y otros cactus son la vegetación imperante. Justo
por el clima árido, en décadas pasadas, se construyeron en muchos sitios
represas para almacenamiento de agua, para que contaran las comunidades con el
vital líquido.
Presa de Boyé |
Como en Boyé, a donde llegamos luego de unos diez kilómetros de
recorrido, en donde hay una represa cuya cortina de mampostería, estimo, debe
de haber sido construida por los años 1940’s. Es pequeña, elíptica, de unos 100
metros en su parte más ancha. El embalse contrasta con los nopales, órganos y
pirules que lo rodean.
Cortina de la presa activa de Boyé |
No muy lejos de allí, está una cortina mucho más antigua, que se ve que
hace muchos años, alguna fuerte crecida, derribó una parte. Ésa, calculó que
debió de haberse construido a finales del siglo diecinueve, por ahí de los
1880’s. Y seguramente la que vimos unos momentos antes, es la que se edificó
para sustituirla. El camino pasa por el frente de la cortina de la represa
activa. “Una vez, cuando trabajaba en Protección Civil, venía con un compañero
del trabajo en la camioneta y estaba lloviendo a madres. Y que me dice que le
siguiéramos, ¿no? – me comenta Mario, mientras pasamos justamente frente a la
cortina activa, en su auto –, y que le digo ‘¡Ni madres, nos va a llevar!’, y
que meto reversa, pues, ¿te imaginas?, la corriente nos hubiera llevado, estaba
bien fuerte”, exclama, como evocando la dramática escena, del agua
desbordándose a raudales por la cortina de la represa y tomando las
proporciones de un crecido, enfurecido río.
Más adelante, nos bajamos para echar un vistazo a un sitio en donde hay
unas pinturas rupestres. Está cerrado. Mario me dice que, absurdamente, las
pinturas sólo se pueden ver como parte de un “paquete turístico” que comienza
en la presidencia municipal de Huichapan, abordando un viejo camión, pagando
ciento veinte pesos.
“Sí, con perdón tuyo, estos pendejos tienen agandalladas las pinturas”,
reclama. Considero que, en efecto, es absurdo que si las pinturas rupestres
están allí, lo más lógico sería que hubiera un empleado que las mostrara en
todo momento, pagando, sí, una cuota de recuperación. De lo contrario, sucede
que muchos estarán, como nosotros en ese momento, imposibilitados de verlas,
pues una reja, cerrada con candado, impide el paso. ¿Indolencia o negligencia?,
se preguntaría uno.
Manantial en Parque Botánico de Atlan |
De allí, nos fuimos a San José Atlan, lugar muy famoso por sus quesos. Allí,
la comunidad ha tomado conciencia ecológica y rescataron un sitio emblemático,
que han bautizado como “Parque Ecológico los Sabinos”. Hay un manantial, cuya
clarísima agua pasa por distintos canales y estanques, lo que concede una muy
grata frescura. Incluso, cuenta con una alberca, algo descuidada, pues el fondo
se ve terroso y está llena de hojas. Aun así, vemos a algunas personas nadando
a sus anchas.
Viejo ahuehuete |
Lo más sobresaliente son dos maravillosos, quizá milenarios,
ahuehuetes, que invitan a reflexionar cuántas cosas habrán vivido en su larga
vida. Por desgracia, uno de ellos, al verlo de lado, está seccionado a todo lo
largo de su tronco, lo que le da la apariencia de una cueva de madera
descubierta. Muy probablemente haya sido la acción de personas que horadaron su
tronco a lo largo de su longeva existencia. Siento enojo al ver cuán indolente
y depredador el ser humano ha sido en su historia. De todos modos, el noble
ahuehuete, quizá por tanta agua, subsiste y está muy verde y saludable. El otro,
está en magníficas condiciones, su tronco y sus ramas, intactos.
Una mampara informa que el sitio es considerado sagrado, justo por la
existencia de agua, lo cual era vital para que la gente en la antigüedad se
estableciera en algún sitio. Allí, continúa el texto, se asentaron hace muchos
siglos los ñahñus, después llamados
otomíes, quienes concedieron la categoría de sagrado a ese sitio, justamente por el agua, símbolo de vida y
bienestar. El nombre en náhuatl de Atlan, significa “lugar en donde abunda el
agua” y fue dado por los toltecas, quienes dominaban en ese entonces la región.
Cuando cae Tula, los toltecas se
dispersaron, continúa el texto, y los ñahñus
se quedaron cerca de sus bothós o bonthés, como llamaban en otomí a los
sitios en donde brotaba el agua.
Me platica Mario que CAPOSA, la comisión responsable de la dotación del
agua potable y el alcantarillado del municipio de Huichapan, quiso apoderarse
de esos manantiales, los que proveen de agua a San José Atlan. Quería hacerlo
para cobrarles, igual que como hace en Huichapan, pues allí sólo pagan una
especie de cuota mínima. Fue dura la presión, pero los habitantes de San José
Atlan no cedieron y amenazaron con que si se les obligaba a pagar el agua, “la
iban a envenenar”. Y CAPOSA reculó. A la fecha, siguen pagando sólo una cuota
mínima y, eso, algunos. Seguramente deben de considerar, así como sus
antepasados otomíes, que el agua es un derecho sagrado y no se debe de secuestrar
con tuberías.
Y de allí, fue cuando Mario me llevó a la extinta presa Javier Rojo
Gómez, que menciono antes.
Subimos por los peldaños de piedra de la cortina, que sus constructores
dejaron, más o menos, a cada veinte metros. Es de mampostería y también debe
datar como de los años 1880’s. Sí, se trataba de un embalse histórico, que fue
hecho para almacenar agua y que dispusieran de ella los campesinos que, por
aquellos años, sembraban sus tierras. Sin esa presa, seguramente no habría sido
posible para muchos de ellos hacerlo. A pesar de que existen aguas termales
subterráneas en Huichapan, seguramente en esos viejos tiempos no era fácil
perforar pozos y era mejor contar con una represa.
La casa dentro de la seca presa |
En sus mejores tiempos, esa presa de superficie cuadrangular, debió de
haber tenido alrededor de un kilómetro de lado, construida la cortina, como
dije, de muros mamposteados inclinados, para darles más soporte.
Recorremos la cortina y vemos, con tristeza, cómo, lo único que
subsiste de agua, son los tres mencionados pequeños lagos, rodeados por pastos
y vegetación de humedales. “Parece Xochimilco”, le comento, pues es la
impresión que se da.
Dice Mario que el “pretexto” que dieron las “autoridades” que
impusieron secar la presa, fue que la cortina tenía muchas filtraciones y podía
tronarse. Pero en el recorrido que hacemos, nada de eso se ve. Incluso, se ve que
se estaba volviendo a aplanar el muro interno de la cortina. Varias partes han
sido rellenadas con piedras y tierras. Ya es irrecuperable el embalse.
Cortina de la seca presa |
Lo extraño es que una parte ya está “habitada”. Hasta una casa de buen
tamaño está edificada y algunos autos están al frente de ella. Una “barda” de
piedra amontonada “señala” el límite de tal “propiedad”. Vaya si resulta
surrealista la escena, una casa dentro de una extinta presa. Me pregunto, como
Mario, qué poder o influencias habrán tenido esas personas para apoderarse de
“terrenos” que antes eran el fondo de la presa. Por lo mismo de que fueron
tierras inundadas, deben de ser muy fértiles, como el pasto tan verde que rodea
esa construcción, lo demuestra. Ese parecería ser el primer factor que habría
llevado a secar la presa, considero.
El segundo factor, lo tenemos frente a nosotros: un fraccionamiento que
se hizo hace diez años. “Por cinco mil pesos, no pude conseguir una casa allí”,
dice Mario. Mas no se arrepiente, pues está seguro de que la inmobiliaria debe
de haber presionado al municipio a que secara la presa, para acabar con el
“peligro”, si es que realmente lo hubo, de una inundación, en caso de que
lloviera demasiado o se reventara la cortina.
Lo peor de todo es que ya otra inmobiliaria, o la misma, está iniciando
la construcción de una nueva unidad.
Una de las otras presas afectadas, casi seca |
No resultaría absurdo pensar en que también presionó al municipio para
dejar inactiva a la presa. “Mira, son hasta pendejos, pues si hubieran hecho lo
de las lanchas, de que la gente pescara o nadara, hubieran tenido más
entradas”, dice Mario, con enojo, mientras seguimos recorriendo la cortina, yo,
sintiendo algo de mareo, por tener, a ambos lados, unos cuatro metros de
altura. “Bueno, pues, al menos, puedes ofrecer turismo extremo, recorriendo la cortina”, bromeo, en vista de que
algunas desmoronadas partes pueden provocar una caída, si no se tiene cuidado
al andar.
Desandamos lo andado y bajamos por los rústicos escalones de piedra,
los cuales, pienso, no creo que hayan tenido mucho uso durante su ya larga
existencia.
Y me lleva al tercer factor que pudo haber influido en que se secara la
presa.
Pasamos y cruzamos por la unidad y nos dirigimos por un camino
empedrado. Unos dos kilómetros adelante, hay un gran invernadero. Una mujer
compra vegetales que se producen allí a un hombre con lentes y sombrero. Mario
ignora de quién sea el lugar.
Pero a un lado, hay un “desarrollo inmobiliario”, como los que están
pululando por todo Huichapan. Tiene una entrada muy, digamos, arquitectónica, atractiva, pintada de
colores pastel. Medirá unas dos hectáreas y está sembrado de palmeras. Le da un
aire tropical, así, muy acapulqueño de los años 1950’s. Han colocado un letrero
en la entrada que dice “Lotes en venta”. Dice Mario que el sitio es de un “güey
corrupto”. “¿No crees que este cuate también haya pedido que secaran la presa,
para hacer esta pendejada?”, me dice, irónico.
Más adelante, hay un colegio de contabilidad, que está administrado por
monjas. “¡Viejas hipócritas!”, exclama Mario, “¡muy santurronas, pero bien que
hacen sus negocios!”.
También esa escuela estaría expuesta a una inundación si se tronara la
presa.
“Hace diez años, cuando trabajaba en Protección Civil – vuelve a
indicar ese dato Mario –, hubo una inundación y tuvimos que venir a ayudar a desaguar
a la escuela. Pero eso fue porque llovió durísimo y la presa se desbordó, pero
resistió, siempre ha resistido, ya viste cómo está de fuerte y bien hecha”, comenta
Mario.
La consecuencia del cierre de la presa, además de que nunca se contará
con el atractivo sitio turístico que se propuso, es que dejó de alimentar a
otras dos represas que son conocidas como los “Bordos Cuates”, que están a unos
tres kilómetros de aquélla.
Dice Mario que aún los conoció cuando estaban repletos de agua. “Podías
andar en lancha y pescar, estaban rebonitos”, dice, nostálgico. Y de eso, no
hace mucho, quizá unos siete años.
Agrega que le han contado que son personas muy “poderosas” las que
están tras el cierre de la presa y que se están disputando las tierras “baldías”
que eso dejará, como las que ya se han asentado dentro de ellas, que hace un
rato vimos. Incluso, ya han ido a “instancias superiores”. O sea, hay mucho
dinero de por medio.
Al goglear información sobre
la presa – como ya se acostumbra ahora decir –, no hallo nada de su historia,
ni de su cierre, sólo algunos sitios que muestran fotos de sus gloriosos años
activa. Es el tipo de información que se obtiene de la gente que se ha enterado
porque vive allí, como Mario, y él también recogiendo rumores y uno que otro
testimonio.
“Mira, aquí son dos corrientes del PRI las que dominan este pinche
pueblo. Una es la de Juan Mendoza Guerrero, junto con Jesús Pacheco Rojo. Éste,
es pariente de los Rojo Lugo (esta familia es un feudo de poder, que
tradicionalmente, por muchos años, ha tenido gran influencia en Hidalgo). La
otra corriente es la de Humberto Rojo Lugo… entre esos cabrones, se disputan
este pueblo rascuacho”, dice Mario.
Regresamos a Huichapan. Le digo que, con la voracidad inmobiliaria, no
me extrañaría que un día ocuparan la superficie de lo que fue la presa para
hacer un lujoso conjunto residencial “La Presa”, en donde “usted contará con
todos los servicios y tres preciosos lagos naturales, alimentados por
manantiales”.
Sí, la naturaleza y el agua, son lo de menos, a la hora de hacer muy
buenos negocios.
Contacto: studillac@hotmail.com