miércoles, 23 de febrero de 2022

Militares retirados de EEUU, han muerto por tomar agua contaminada sin saberlo

 

Militares retirados de EEUU, han muerto por tomar agua contaminada sin saberlo

Por Adán Salgado Andrade

 

Ejércitos y las guerras que efectúan, son otro muy contaminante factor, que ha llevado a inducir el cambio climático, que actualmente estamos sufriendo. Efectos que se habrían de sentir en el 2050 o 2100, ya son cotidianos (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2021/09/los-impredecibles-y-cada-vez-mas.html).

Particularmente, el ejército estadounidense, es uno de los que más han contaminado en la historia, debido tanto a la construcción de las armas que compra – que emplean procesos muy contaminantes –, así como por tanta guerra en la que ha participado (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2021/11/el-muy-contaminante-complejo-militar.html).

Basta recordar que los ataques atómicos a Japón, en 1945, dejaron una estela de contaminación radioactiva, cuyos efectos genéticos corporales, todavía son prevalentes entre japoneses (ver: https://k1project.columbia.edu/news/hiroshima-and-nagasaki).

Pero la contaminación que ha generado el complejo militar estadounidense, no se limita a los armamentos que posee, o a las guerras en las que ha incurrido. Una investigación de  Associated Press, da fe de lo que sucedió, tan sólo en una de sus bases militares. El artículo titulado “Qué hay debajo: veteranos se preocupan de que base contaminada los enfermó”, firmado por Martha Mendoza, Juliet Linderman y Jason Dearen, da cuenta de que ni con sus militares, el Pentágono ha tenido clemencia. Y ha negado constantemente que se hayan enfermado debido, en este caso, a la contaminación que dejaron los ejercicios balísticos y de mantenimiento en la base, ya cerrada, llamada Fort Ord (ver: https://apnews.com/article/business-health-travel-environment-and-nature-lifestyle-c1078dd520322f2a4130e2f7077b7892).

Se trata de una cerrada base militar, localizada en California, en una paradisiaca zona junto al mar. Se ven, en efecto, en una foto, las olas marinas rompiendo en la playa, un bello espectáculo. Pero fuera de esa aparente belleza, el personal que laboraba allí, ignoraba que por los ejercicios militares, el mantenimiento que se daba al equipo y otras cosas, recibían contaminación directamente y, además, del agua que extraían de los pozos, de los que se surtían de ella.

Sin embargo, durante los casi 80 años que operó tal base, sus ocupantes, se sentían suertudos de vivir “junto al paraíso”.

“Pero el trabajo de ser soldado, implicaba prácticas con explosivos, como con granadas, que eran estalladas en la zona dedicada a ello. También, se esparcían sustancias para extinguir incendios que se hacían para deshacerse de desperdicios, se tiraban tóxicos en los drenajes y en tanques que goteaban, que estaban enterrados. Y cuando llovía, los venenos se iban filtrando a los acuíferos de los que tomaban agua esos soldados”, señalan los reporteros.

En otras fotos, todavía se ven los basureros que dejaron durante años, como tambos, en los que se almacenaban pinturas o solventes. Uno de los ex militares, Curtis Gandy, comparte su testimonio, de cómo daba mantenimiento a los aviones, con químicos, limpiaba las máquinas con desengrasantes y quitaba la pintura vieja, con solventes, sin ninguna protección. Eso lo hizo entre los 1970’s y los 1990’s. “Se mete en tu cuerpo, se pega en tu cara, te salpicas con eso, usábamos bombas para rociar esa sustancia, que aventaban 250 libras de presión y lo rociábamos en el aire y se atomizaba”, dice Gandy.

Los efectos de los solventes rociados son muy malos. He conocido a hojalateros, los que arreglan golpes de autos y los pintan, que han muerto por los efectos pulmonares que tales solventes les ocasionaron, de tantos años que los estuvieron usando. Seguramente fueron los daños que le ocasionaron a Gandy.

Pero no sólo en sus pulmones, sino que, como otros, desarrolló cáncer.

También, los viernes, los soldados tiraban restos de solventes y de pintura vieja, dentro de agujeros, en donde los incineraban, lo que generaba ocres humos. Y esos fuegos, eran apagados con espumas, también muy contaminantes.

Ahora, algunos de esos veteranos, bueno, los que han sobrevivido, están demandando a las autoridades – concretamente al Board of Veterans Appeals, conocida como VA, o sea, la Oficina para la atención de los veteranos –, de que sean compensados, pues muchos de ellos, han enfermado de males crónico-degenerativos, como cáncer, por haber sido expuestos por años, sin que lo supieran, a tantos peligrosos químicos. Uno de ellos, el TEC, tricloroetileno, un peligroso solvente industrial que termina filtrándose en el suelo, llegando a los acuíferos, como sucedió en Fort Ord (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Trichloroethylene).

Los reporteros, recogieron testimonios de quienes trabajaban allí, como el de Julie Akey, quien ingresó a la base en 1996, en donde estudió idiomas, como el árabe. “A los 46 años, sin tener antecedentes familiares de cáncer, a Akey, le diagnosticaron mieloma múltiple, una rara y agresiva forma de cáncer que ataca las células del plasma sanguíneo, que se presenta más frecuentemente en hombres afroestadounidenses de la tercera edad. Es una enfermedad tratable, pero no curable”, señalan los reporteros. “Nadie nos dijo que durante años, tomamos agua contaminada”, declara la ex soldado Akey, víctima de impotencia, coraje y tristeza.  

Luego de saber eso, Akey “ha estado por años, reuniendo los nombres de gente que vivió en Fort Ord y que también les diagnosticaron años más tarde, cáncer. Su base de datos, es de unos 400, y cerca de 200, padecen cáncer de sangre”.

Akey, con tal de no perder su seguro de salud, se puso a trabajar en un aeropuerto cercano, como revisora de equipaje, mientras se recobra de un trasplante de médula ósea, pues, de lo contrario, no habría tenido dinero para el costoso tratamiento. “Era increíble que yo hubiera desarrollado cáncer a los 46, de un tipo tan raro, que pocos han escuchado hablar de él”, dice Akey, resignada.

Al investigar, se dio cuenta de que el agua contaminada de la base, era la culpable.

Y existen evidencias de que tantos químicos, han enfermado a esa gente, como la de Thomas Burke, un epidemiólogo ambiental, quien dice que “antes, no se reconocían los tóxicos efectos de tantos químicos que sólo enterraban, pero ahora sí, y son los que más se encuentran en las aguas subterráneas”.

Eso lo señala porque el ejército, en efecto, sobre todo la mencionada VA, por varios años no ha reconocido los letales efectos de tantos químicos, diciendo que están dentro de los “límites aceptados”.

Pero ahora, con los nuevos análisis, más sofisticados, se ha demostrado que, incluso, pequeñas cantidades de solventes, pueden ocasionar daños a la salud.

Tracy Lindquist fue contactada por Akey. El esposo de Tracy, Scott, también trabajó dos años en Fort Ord. “Tiene tres tipos de cánceres, incluyendo mieloma múltiple. Tuvo un trasplante de células madre hace unos años y ha estado con quimioterapias desde el 2014. Tiene seguro médico, concedido por el VA, pero cuando trató de obtener pagos por incapacidad laboral, le fueron negados, dice Tracy. Ha tratado de trabajar lavando autos, pero ya ni eso puede hacer”.

O sea, que tratan como basura a los otrora “gloriosos soldados”.

Eso hacen en muchas agencias gubernamentales estadounidenses y niegan que males adquiridos, se deban a las labores que desempeñan sus empleados. Es lo que sucedió al ex agente de la CIA Marc Polymeropoulos, encargado de las operaciones en Rusia y en algunos países árabes. Marc tiene daños permanentes en sus conexiones cerebrales, que le ocasionan fuertes jaquecas. Asegura que se las ocasionó un ataque con algún tipo de arma desconocida, que podría funcionar mediante microondas. Pero la CIA no reconoce nada de eso. Además de despedirlo por no tener ya la capacidad para desempeñar su labor como espía, le ha negado costosos servicios médicos que aquél no puede pagar y que le ayudarían, un poco, a mitigarle las fuertes jaquecas. “Me tratan como basura”, ha dicho el ex agente (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2020/10/las-temibles-armas-de-microondas.html).

A Debi Shoenrock, también le fue diagnosticado mieloma múltiple a los 47 años. Era esposa de uno de los militares que allí laboraban y vivió durante tres años en Fort Ord. “Yo era muy sana, nunca me enfermaba, pero nadie nos dijo de los tóxicos que estuvimos ingiriendo cuando bebíamos el agua de allí”, dice, entre sollozos.

Pero, a pesar de tantos testimonios, la VA, como señalé, sigue negando que por el agua que bebían los empleados, varios de ellos hubieran contraído cáncer y hasta hayan muerto. “No tenemos evidencia de que esas sustancias, ocasionen enfermedades” es la clásica cantaleta.

Pero ahí están los enfermos y los fallecidos.

LeVonne Stone, una afroestadounidense que vivió allí con su esposo, Donald, formó una organización para revisar los casos de tantos enfermos, el Fort Ord Environmental Justice Network (La red de justicia ambiental Ford Ord). “También, para que la gente sepa que lo que ahora se construye allí, como fraccionamientos, se asientan en una zona que depende de acuíferos contaminados”, dice la mujer.

Quizá por eso, sea que los desarrolladores de costosas casas de un millón de dólares que se construyen a los alrededores de la cerrada base, por si las dudas, lleven agua de otras partes. No han de querer que, con el tiempo, los compradores de sus lujosas mansiones, desarrollen cánceres raros y los demanden.

Hasta Leon Panetta, ex secretario de la Defensa, ha dicho que “los militares hacen todo lo que sea necesario para que sus bases, estén listas para la guerra, pero no gastan mucho tiempo preocupándose por los problemas que ocasionarán cuando las abandonen. Dejan a las comunidades cercanas a que se las arreglen como puedan. Y es una obligación del ejército limpiar esos lugares y asumir la responsabilidad por los daños ocasionados, por sitios que nunca han sido limpiados”.

Los citados Julie Akey y Curtis Gandy, buscan que se les dé atención por sus males, “no es mucho pedir”, dicen. Varios de sus compañeros, han muerto.

“Me siento muy mal, me rompe el corazón saber que han muerto, no merecían morir así”, dice Gandy, llorando.

Así paga el Pentágono a los ex “heroicos soldados que defienden la patria”.

Ahora, no son más que molestos, prescindibles, enfermos despojos humanos.

 

Contacto: studillac@hotmail.com