El muy contaminante complejo militar estadounidense
Por Adán Salgado Andrade
El capitalismo salvaje y su nefasta acción durante más de cinco siglos, ha depredado y contaminado al planeta de forma irreversible (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2018/01/depredacion-ambiental-planetaria-accion.html).
Los eventos climáticos extremos, como largas sequías, poderosos huracanes y tornados, lluvias torrenciales, megaincendios, derretimiento de polos y glaciares, serán más frecuentes y destructivos (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2021/09/los-impredecibles-y-cada-vez-mas.html).
Las actividades industriales, constructivas, agropecuarias y el transporte de combustión interna, son las que más se mencionan, como causantes de tanta depredación y contaminación, pero algo que no se alude es a la fabricación de armas, a las actividades militares y a las guerras en que intervienen.
Fabricar armas es sumamente contaminante. Un estudio hecho tan sólo para la industria militar inglesa, estimó que, para el 2018, emitió unos 11 millones de toneladas de CO2 (ver: https://www.sgr.org.uk/sites/default/files/2020-05/SGR-DUK_UK_Military_Env_Impacts.pdf).
Las guerras, han ocasionado considerables daños por la severa destrucción que ocasionan. Por si fuera poco, hay todavía tierras minadas, aquéllas que fueron – o son – “sembradas” con minas antipersonales, explosivos que estallan si algún vehículo o persona, se para sobre ellas. Si bien le va a la persona, queda mutilada y, si no, muere (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2007/11/tecnologas-de-la-muerte.html).
Los efectos dejados por las dos guerras mundiales del siglo XX, aún se sienten. Como se emplearon armas químicas, bombas convencionales y bombas nucleares, las secuelas persisten (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Environmental_impact_of_war).
El desarrollo, en particular, de las bombas nucleares con que se atacó a Japón, dejó tierras contaminadas en el territorio de Nuevo México, Estados Unidos, en Los Alamos, en donde se llevó a cabo ese infame evento (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2014/12/dia-de-la-trinidad-el-nacimiento-de-la.html).
Los bombardeos, son sumamente destructivos y contaminantes. Por ejemplo, cuando Estados Unidos efectuó bombardeos durante la Guerra del Golfo, contra Irak, en 1991, se emplearon ¡88,500 toneladas de bombas! Imaginen todos los gases contaminantes, altamente venenosos que emitieron tales bombardeos, además de la destrucción ocasionada (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Gulf_War_air_campaign).
En otro caso documentado, durante la Segunda Guerra Mundial, entre 1940 y 1945, Estados Unidos e Inglaterra, arrojaron ¡2.7 millones de toneladas de bombas! Lo peor es que varias de esas bombas están ocultas por allí, no han estallado aún y podrían hacerlo (ver: https://www.smithsonianmag.com/history/seventy-years-world-war-two-thousands-tons-unexploded-bombs-germany-180957680/).
Así que, en total, deben de ser varios millones de toneladas de bombas arrojadas, desde que los primeros bombardeos tuvieron lugar.
Sin embargo, Estados Unidos, por el arsenal que siempre ha tenido de armas de todo tipo, es el país que más ha contaminado, y contamina, tanto al fabricarlas, como al ponerlas en uso. Y la contaminación generada es mayúscula. Es lo que expone el artículo de la publicación Them, titulado “La protección del planeta, requiere terminar con el imperialismo estadounidense”, firmado por la periodista Xoái Pham, quien señala que “La armada estadounidense es, sin duda alguna, la fuerza más grande de devastación ecológica que el mundo ha conocido. Para salvar nuestro planeta, debemos redirigir su presupuesto para la conservación ambiental” (ver: https://www.them.us/story/protecting-the-planet-requires-ending-us-imperialism).
Pham inicia el artículo comentando que su sitio favorito es Đà Nẵng, “un pueblo costero en la parte central de Vietnam”. “En ese sitio, durante la mal llamada guerra de Vietnam, que en realidad fue una guerra en el sureste de Asia, ese sitio fue usado como base militar estadounidense para almacenar armas químicas, que usó contra la gente nativa del lugar. Casi han pasado 50 años, desde esa guerra. La violencia estadounidense, asesinó a millones en Khmer, Lao, Montagnard, Hmong, Iu Mien, Khumu y vietnamitas, entre otros. En la actualidad, gente de esa región del sureste asiático, sigue muriendo de bombas que no estallaron. Recién nacidos, presentan discapacidades congénitas, provocadas por el arma química llamada Agente Naranja. Son generaciones de personas de las que Estados Unidos debería de responsabilizarse. Pero el ejército estadounidense, no sólo mató a mucha gente, también destruyó la tierra, incendiando preciosas junglas y su vida silvestre, acabó con granjas usando armas químicas y contaminó ríos y costas. Actualmente, Đà Nẵng tiene tierras que contienen 365,000 partes por billón de dioxina, uno de los ingredientes del Agente Naranja. Las especificaciones de muchos países en cuanto a esa toxina, es que esté por debajo de las 1,000 partes por billón. Somos parte de la tierra y una bomba que destruye un bosque, también termina con las vidas de aquéllos que dependen de aquélla para subsistir y para vivir. Las atrocidades ecológicas llevadas a cabo por el ejército estadounidense, durante la guerra del sureste de Asia, son parte de una senda de destrucción ambiental mucho más amplia. Ese ejército empleó 7,662,000 toneladas de bombas, que equivalieron a 100 veces los estallidos nucleares de Hiroshima y Nagasaki combinados. Sólo imaginemos cuánto se reducirían las emisiones tóxicas, si tanto presupuesto militar, se redirigiera a ayudar a comunidades para que mejoraran sus medios ambientes y sus propias vidas al hacerlo”.
Tiene razón Pham, pues el presupuesto anual mundial para inventar, fabricar y vender armas, en el 2020, fue del orden de dos billones de dólares (2,000,000,000,000) (ver: https://www.sipri.org/media/press-release/2021/world-military-spending-rises-almost-2-trillion-2020).
Ese inmenso gasto, equivale al 2.36% del PIB (Producto Interno Bruto) mundial para dicho año, que fue de 84.54 billones de dólares (ver: https://www.statista.com/statistics/268750/global-gross-domestic-product-gdp/).
Para ponerlo en perspectiva, un país pobre, como Cuba, tuvo, en el 2019, un PIB de unos 103,000 millones de dólares
Es decir, que el gasto en armamento es casi 20 veces mayor a la economía anual de ese país. Podrían costearse veinte cubas con todo ese obsceno presupuesto para sostener la industria armamentista.
Si, como dice Pham, se usaran tantos inútiles recursos en mejorar la vida y el medio ambiente de tantas personas y países que viven precariamente, varios problemas ambientales se irían subsanando.
Eso porque, por ejemplo, el tráfico de especies animales y vegetales, lo realizan personas de escasos recursos, que ven en esas mezquinas actividades, una forma rápida de hacerse de dinero. Si tuvieran empleos decorosos, con buenos salarios, no tendrían ya necesidad de hacerlo (claro, pensando en personas que todavía tuvieran valores, no como aquéllas que lo hacen porque es su modo de vida, ganan buen dinero, y no les interesa si una especie está o no en peligro de extinción).
Pero, señala Pham, es algo que no le interesa al Pentágono. En todo caso, han lanzado programas como el llamado Green New Deal, que no es más que un “acto de buena fe, para dejar de usar combustibles fósiles, pero no es obligatorio para las empresas” (ver: https://www.nytimes.com/2019/02/21/climate/green-new-deal-questions-answers.html).
“Pero esas ‘campañas’, sólo sirven para que el Pentágono siga extrayendo minerales y destruyendo al planeta”, agrega Pham.
Y señala que el antiimperialismo “es, por definición, un problema de justicia ambiental”. No lo dice claramente, pero se refiere al sistema capitalista salvaje, que, como ya he señalado arriba, está en la base de todos los males ambientales, económicos, sociales, políticos y de todo tipo que tenemos actualmente.
Es una forma, quizá algo tímida, para personas como Pham, de comenzar a criticar abiertamente a este sistema, al que debemos de llamar como tal, capitalismo salvaje. Es decir, debemos de hablar de anticapitalismo, para ser más claros.
Y como todo es negocio en este sistema de sobreproducción e híper consumo inducido, la industria armamentista, es parte de esos negocios. De hecho, hasta se hacen ferias de armas, con tal de exhibir cada año lo “más moderno y adelantado de la industria militar” (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2011/12/ferias-de-armas-exhibicion-de-fuerza-de.html).
Menciona al académico, activista y músico Ngô Thanh Nhàn, quien ha apoyado a las víctimas del Agente Naranja, empleado en la guerra del sureste de Asia, quien señala que “La guerra química que se lanzó contra Vietnam, ha sido la mayor de toda la historia. Y es tiempo de que cambiemos petróleo por energías verdes. No tenemos necesidad de que el capitalismo ocupe a todo el planeta para obtener energía. La lucha contra el desastre climático y el antiimperialismo estadounidense son interdependientes, pues al oponernos al militarismo, se reducen las emisiones y se preserva la biodiversidad. Si nos oponemos a la extracción de energías, debilitamos el control imperialista sobre el planeta”.
Dice Pham que las 700 bases militares que Estados Unidos mantiene en 80 países contaminan, además de que dan lugar a abusos por parte de los mariners que viven en ellas. Ejemplifica con la que mantenía en Filipinas, las que, por presiones de la gente, fue cerrada en 1992. “Pero cuando operaba, arrojaba al mar millones de galones de desperdicios tóxicos y aguas negras, sin tratar, en la bahía. Estudios del aire, tierra y agua, hallaron niveles muy peligrosos de contaminantes. Cuando en 1991 hubo una erupción, veinte mil filipinos fueron albergados en la base aérea Clark, a 72 kilómetros de donde se encontraba la mencionada base militar. Las familias que allí se refugiaron, comenzaron a experimentar altos índices de desórdenes del sistema nervioso, daño cardiaco congénito, espasmos, problemas respiratorios y abortos naturales. Todo, relacionado con la grave contaminación”.
Y refiere que aunque la base cerró en 1992, todavía en el 2014, seguían los entrenamientos de soldados estadounidenses, uno de los cuales, Joseph Pemberton, asesinó a Jennifer Laude “una chica transexual filipina a quien aquél había llevado a un motel”.
Dice que, por desgracia, la industria del sexo florece en donde hay bases militares estadounidenses. Y por eso, se dan ese tipo de eventos, en donde Pemberton, seguramente al darse cuenta de que la chica era un transexual, debió de sentirse afectado en su machismo y por ello, la asesinó – una escena así puede verse en la cinta inglesa Trainspotting, de 1996, cuando Begbie (Robert Carlyle), el típico rudo, sin oficio, ni beneficio, pretende sostener relaciones con una chica que conoce en un antro, pero al llevar su mano hacia la entrepierna de ella, descubre, para su disgusto, que era transgénero y se aleja, “asqueado”, golpeando su mano varias veces contra la pared.
Señala Pham que organizaciones como Legacies of War (Legados de la guerra), han estado insistiendo en que las tierras afectadas de Vietnam y otras regiones afectadas por la guerra del sureste de Asia, sean restauradas, pues menos del 1% “han sido limpiadas”.
El Agente Naranja, elaborado actualmente por la nefasta Monsanto (la creadora del cancerígeno maíz genéticamente alterado, actualmente propiedad de la alemana Bayer), se mantiene activo por décadas, pues quema e inutiliza químicamente las tierras en donde se esparce. Originalmente, se empleó como herbicida, pero, luego, se aplicó en la guerra, para destruir las selvas en donde los soldados vietnamitas se refugiaban (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2014/04/monsanto-arremete-de-nuevo-con-caras.html).
Aleena Inthaly, una de las directoras de Legacies of War, dice que “mi sueño es enviar un mensaje de voz a todos los fabricantes de bombas y decirles que ‘Paguen’ “.
Sí, sería los justo, hacer que todos los armeros paguen tanto daño hecho al planeta, tanto por fabricar sus inútiles, destructivas armas, como al ser usadas, porque sólo han destruido lo que tocan, sean zonas rurales o urbanas.
Evidentemente, es algo que no sucederá, pues los armeros son muy importantes para que países como Estados Unidos ejerzan sus intereses por el simple, vil uso de la fuerza.
Siendo así, ganará el que tenga mejores armas y mejores, equipados ejércitos.
Así que si no se controla también a armeros y a ejércitos, sobre todo, al estadounidense, el planeta seguirá calentándose.
Quizá sea lo mejor, pues contra ese calentamiento, que es la protesta planetaria contra el daño ocasionado, ningún arma podrá.
Contacto: studillac@hotmail.com