viernes, 29 de enero de 2021

De aplicación desprestigiada, pandemia, azafatas y plataformas petroleras

 

De aplicación desprestigiada, pandemia, azafatas y plataformas petroleras

por Adán Salgado Andrade

 

Al abordar el auto de la aplicación Didi, la voz del celular del conductor, le indica que debe de platicar sólo lo necesario con el pasajero. Eso, por la cuestión de la pandemia. Aunque en viajes largos, es difícil no platicar con el conductor, pues eso humaniza más la circunstancial relación, se le da el carácter humano a la prestación del servicio, no se ve al conductor sólo como una mera extensión del auto.

Y hasta se conocen muchas cosas, como las que me refiere Mario, mientras me traslada hacia Ixtapaluca, en un recorrido que se lleva algo más de treinta minutos, a esa hora del día, las doce treinta de la mañana.

Comienza refiriéndome que tiene su domicilio por el aeropuerto, así que vivimos cerca uno del otro.

Y me dice que desde octubre, del 2020, hasta el día de hoy, finales de enero, era yo el primer pasajero que tenía en mucho tiempo. “Es que había dado a trabajar el carro a un amigo, pero me dejó de dar cuenta, hasta que lo fui a buscar. Y me encontré a una de sus chavas, porque tiene muchas – dice, divertido – y que le pregunto que porqué traía mi carro ella, y que me dice que porque mi amigo estaba en Toluca, en la cárcel, no sé por qué, y que se lo recojo. Y eso fue en octubre, pero como estaba en Uber, no sé porqué, pero ya me habían dado de baja, que porque había dejado de dar el servicio. Por eso, me metí a Didi”, comenta.

Y es cuando le digo que ya no me da tanta confianza esa aplicación, Didi, pues son frecuentes las cancelaciones por parte de los choferes o hasta inventan que uno no llega a tiempo, para que cancelen y sea el pasajero, al que la empresa cargue la tarifa de cancelación, de unos 35 pesos.

“Pues es que hay compañeros que, como Didi les asigna, digamos, un área de trabajo, no se salen de allí, pero yo acepto cualquier viaje, como ahorita, a ti, que te llevo hasta Ixtapaluca, porque, además, es más dinero, porque si nada más vas aquí cerca, pues son veinticinco, treinta pesos, pero son pocos esos viajes. Por eso, yo agarro todos los viajes”.

Le digo a Mario que eso está bien, porque, de otra forma, lo que hacen muchos conductores, está desprestigiando a la aplicación. “Es que fíjate que muchos eran taxistas, y ya se pasaron para Didi, y traen las mismas mañas”, explica. Sí, pues eso me recuerda cuando yo solía tomar taxis, que algunos decían que no iban para allá o que ya iban a entregar o el costo, que muchos subían el doble de lo que marcara el taxímetro. Y le digo que, por esas añejas prácticas, uno va perdiendo la confianza.

Lo cual, es una lástima, pues de qué sirve estar en la modernidad, si el factor humano es el que falla. Quizá por eso, Uber halla pensado, no hace mucho, en tener una flota de robotaxis, pero como hay cosas inesperadas, que los softwares aún no pueden detectar, eso ha ocasionado accidentes, y graves, así que, mejor vendió esa división de robotaxis, y ha decidido esperar hasta que los autos autónomos sean cien por ciento confiables (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2021/01/los-autos-autonomos-aun-no-son.html).

Le pregunto que cuánto tiempo lleva en lo del Didi, y me dice que desde octubre, pues como Uber ya no lo quiso “recontratar”, se cambió a esa plataforma china. “Fíjate que los que atienden, son colombianos y son muy déspotas, y nada más me dicen que no, que ya no me pueden reactivar”.

Pues sí que son prepotentes esas plataformas, que sólo ofrecen la infraestructura de software, más no la de transporte y conducción, porque eso, la dan los conductores con sus autos.

Igual que Facebook, el cual sólo brinda la plataforma, y son los usuarios los que hacen sus activos. Como dice el profesor Vaclav Smil, en su libro “The rise and Retreat of American Manufacturing” (El ascenso y caída de la manufactura estadounidense, MIT Press, 2013), es absurdo que una empresa tecnológica como Facebook, que sólo posee una infraestructura de software para comunicar a usuarios entre sí, valga más que una empresa automotriz, como Ford Motor Company, que posee toda una infraestructura para construir vehículos (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2014/05/decadencia-y-desindustrializacion-de.html).

También tiene problemas con el celular nuevo que compró, pues es un IPhone, “y no le sirve el GPS. Ya lo llevé dos veces a la garantía y no lo han podido arreglar. Lo peor es que debo seguir pagando los mil quinientos pesos de renta”, exclama. Muy mal que un celular “nuevo” le fallé de algo tan vital para su trabajo, que es el posicionamiento satelital, el GPS. En lugar de “arreglárselo”, deberían de cambiárselo. “Me dieron este que ves, por mientras”, dice, resignado. Quizá pensó que por tratarse de un producto de la empresa Apple, costoso, iba a tener la certeza total de un celular infalible. Pero, nada más vean, cómo eso es cada vez más falso. Y nos arriesgamos a adquirir cosas defectuosas, supuestamente de marcas “prestigiadas”.

Sale a la plática, la cuestión de la pandemia y que ambos hemos sabido de amigos o familiares que han fallecido por el novísimo virus. “Fíjate, mi mamá, tiene ochenta años y la libró. Estuvo enferma, grave, como una semana, pero ya está bien, gracias a Dios”, dice, repitiendo esa frase, de esperanzador fervor religioso, muy socorrida por el hablar popular, concediendo a la divinidad, tales, digamos, milagros. También, la voluntad de Dios, les permitió a dos de sus hermanas y dos sobrinos, que igualmente se contagiaron del virus, salir de la enfermedad. “Una de mis hermanas, me dijo que le dolían sus pulmones, pero ya está bien. Y la otra, sólo dolores de cabeza. Y mis sobrinos, como si les hubiera dado una gripa”, dice.

Sí, es algo caprichosa la mortandad, pero no ha subido del tres por ciento, el número de fallecidos, con respecto al de contagiados, por fortuna. Supongo que hay una inclinación a morirse, los menos, y a curarse, la mayoría. Es la voluntad de Dios, siendo igualmente teologales.

Y también platicamos lo de las clases en línea. Dice que su hija, la mayor, concebida con su primer matrimonio, está en la preparatoria. “Su maestra de matemáticas, no les dio una sola clase, porque no supo usar la plataforma”, declara.

En efecto, aunque luego de utilizada la plataforma de Google, el salón virtual, resulta relativamente fácil de emplear, si no se tienen suficientes conocimientos computacionales y, además, que la gente, maestros y alumnos, logren adaptarse al cambio, para muchos de tales maestros, ha resultado un desafío no insuperable. Y muchos, están jubilándose, pues no pueden asumir el cambio.

Pero es inevitable, o nos adaptamos el tiempo que sea necesario realizar actividades en línea, como las educativas, o quedaremos varados en el camino.

A ese tipo de cambios, nos ha orillado esta pandemia. “A muchos, nos ha cambiado la vida”, dice Mario. “Yo creo que a todos”, reflexiono.

Me platica que su esposa es sobrecargo de Aeroméxico. “¡Ha estado bien duro, con lo de la pandemia! Ella, sólo trabaja un mes y otro descansa y nada más le pagan el que trabaja. No gana lo mismo, tenemos menos dinero, ¿no?” “Claro, pues sus ingresos son la mitad, pues sólo cobra seis meses”, le digo.

Y eso explica la precariedad, que se ha acentuado con la pandemia, no sólo en México, sino en todo el mundo.

Por ejemplo, en Estados Unidos, por los millones de despedidos que ha provocado la suspensión parcial de actividades, como en los servicios, por ejemplo, tiendas o restaurantes, mucha gente hace fila en los bancos de comida, para recibir una ración semanal de alimentos, a pesar de la reticencia para hacerlo (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2020/10/inseguridad-alimentaria-en-estados.html).

Y refiere todas las arbitrariedades que ha estado cometiendo el malogrado “líder” del sindicato de Grupo Aeroméxico, Ricardo del Valle, pues casi han sido obligados los trabajadores de la aerolínea, a aceptar despidos. “En marzo, del año pasado (2020), despidieron a novecientas sobrecargos. Ese cuate, las contrató, con la condición de que votaran por lo que él propusiera, y ya cuando ganó las votaciones, las volvió a correr”, dice Mario, en tono de reproche.

“Vaya miserable líder charro”, reflexiono.

Analizo una nota al respecto, que, en efecto, del Valle, negociando con Aeroméxico, sin consultar a sus bases, anuló el setenta por ciento de cláusulas del Contrato Colectivo de Trabajo. Por ello, todos los trabajadores de la empresa, ganarán la mitad de salarios, también de bonos y podrán ser despedidos, de acuerdo con los requerimientos de la empresa. “Se esfumaron 50 años de sindicalismo”, declara en dicha nota, un trabajador. Y lo deben de hacer, pues si no, están amenazados de que la empresa se declararía en quiebra y les pasaría a ellos, lo que a Mexicana (ver: https://a21.com.mx/aerolineas/2021/01/04/deploran-sobrecargos-propuesta-de-aeromexico).

“Acaban de hacer una votación, para despedir a otras trescientas cincuenta sobrecargos y tienen que aceptar”, agrega Mario, “además de que sus bonos bajaron a menos de la mitad. Antes, le daban dos mil pesos, por productividad, ahora cuatrocientos, trescientos… están muy mal, pero les dijeron que si no aceptan, cierran la empresa. Y eso que es la única que nos queda, de prestigio, como Mexicana”, afirma, reflexivo.

Sí, fue una lástima cuando, por intereses mezquinos, la emblemática Mexicana de Aviación, quebró, dejando a todos sus trabajadores en la incertidumbre económica y laboral.

Otro de los pasados, gloriosos símbolos que han desaparecido, como la Conasupo o los Ferrocarriles Nacionales de México, víctimas de la privatización, es decir, del feroz capitalismo salvaje, que ha ido acabando con las empresas públicas.

Me platica Mario que su esposa es diez años menor que él, que es la sobrina de un buen amigo. “La conozco desde que yo tenía quince años y ella, cinco… pero, mira, quién iba a decir que íbamos a ser pareja”. Le digo que así es, que en el amor, no hay edades. Mario debe de tener unos cuarenta años, así que su chica, andará en los treinta. “Tenemos poco de vivir juntos, pero no hemos pensado en tener familia”, dice. Muy bien, pues ahora, las recomendaciones para contaminar menos son: no usar auto, comer vegano y, sobre todo, no procrear.

Antes de manejar para Uber, tuvo un contrato de un año, para trabajar en una plataforma petrolera de Pemex, en Ciudad del Carmen, Campeche. Eso fue hace dos años. Entró allí, gracias a un tío. Dice que lo que él hacía, era revisar que las válvulas de las tuberías trabajaran bien. “Es muy fácil el trabajo. Y escogí el turno nocturno, de doce a siete. Son turnos de siete horas, en la mañana, la tarde y la noche. Y es que en la noche, casi no haces nada. En la mañana, te llaman setenta veces, y en la noche, sólo una vez, es muy descansado”.

Su sueldo estaba entre los cuarenta y ocho y cincuenta y dos mil pesos, libres de impuestos, dependiendo de que le dieran bonos por productividad. Le digo, sorprendido, que es muy buen salario. “Sí, la verdad, en Pemex, te pagan muy bien”.

También le cubrían todos los viáticos, los boletos de avión, sus comidas, todo. Como trabajaba un mes en la plataforma y descansaba un mes, se regresaba a la capital. Por eso, los viajes en avión. “Sí, cuando empiezas a trabajar, te debes de costear dos meses, el que trabajas allí y el que bajas. Pero cuando te pagan, te llegan los cheques de cien mil o más pesos. Pero es muy buen sueldo, porque en un año, ganas más de seiscientos mil pesos. Con eso, hasta me compré mi casa y mi carro”, dice Mario, mostrando orgullo.

Por ello, está muy contento de que en marzo, supuestamente, ya tiene otra vez contrato de un año para trabajar en la misma plataforma. “Nada más es contrato de un año”, aclara, “pero, pues ganas muy bien. Y a lo mejor, me lo renuevan luego luego”.

Espero que sea así, porque han estado fluctuando tanto los precios del petróleo, por la accidentada “reactivación económica” mundial, debido a la pandemia, que no es seguro que Pemex se reactive al cien por ciento. De hecho, me sorprende que a Mario le hayan ofrecido de nuevo trabajar, pues la situación financiera de Pemex, no es la mejor en este momento. O quizá le hayan dado una esperanza, que él dé por buena.

En fin, muy incierto es todo esto.

Dice que hace años, como en el 2010, estuvo trabajando como conductor de pipas. Como le iba muy bien, con el tiempo, pidió dinero prestado y se hizo de dos de esas pipas. “Fue cuando me ganaba dos, tes mil pesos diarios libres. Pero fue cuando empezaron lo de las extorsiones de la Familia Michoacana y me empezaron a amenazar. Y mejor que se las vendo a un compadre. Se las di en facilidades, me dio doscientos cincuenta mil pesos de enganche. Pero fíjate que lo mataron… de hecho, si no le hubiera vendido las pipas, a mí hubiera sido al que hubieran matado. Le dieron tres tiros y se llevaron las pipas… nunca las encontré. Y pues me quedé sin nada, porque lo que me dio mi compadre, lo debía, y me quedé sin nada. Y a empezar de nuevo. Me puse a trabajar de chofer de pipas, y ya nada más ganando cuatrocientos pesos al día… y fue cuando mi tío me dijo que si no quería trabajar en Pemex”.

Le digo que, como sea, se volvió a levantar y muestra de ello es que compró su casa y tiene su auto propio para trabajarlo en alguna de las aplicaciones de celular para taxis.

“Pues sí, no te queda de otra, si te caes, te levantas, ¿no?”, dice, cuando ya llegamos a mi destino.

Le deseo mucha suerte y que siga conservando ese entusiasmo, tan vital para estos obscuros tiempos, para que ni la adversidad, ni el pesimismo… ¡ni la pandemia, nos venzan!

 

Contacto: studillac@hotmail.com