Decadencia y desindustrialización de Estados Unidos,
centro del capitalismo salvaje mundial
por Adán Salgado Andrade
En distintas épocas históricas,
la humanidad ha atestiguado el ascenso y caída de imperios. Uno de ellos, el
romano, que por varios siglos se mostró como la potencia económica y bélica de
entonces, sucumbió debido a sus excesos, en todos los sentidos, sobre todo su
deseo de crecer y crecer territorialmente, hasta que llegó el momento en que
esa grandeza fue, justo, su decadencia. Pensar en que todo podía conseguirse
por su sólo poder bélico, fue uno de sus errores, pues su actitud guerrera
llevó a la Roma Imperial a descuidar el resto de sus actividades y sociedad. Ni
el libertinaje promovido entre sus habitantes, evitó la descomposición y desmoronamiento
del imperio romano (el breve reinado del emperador Calígula, muestra la
frivolidad y perversión a las que hasta sus mismos gobernantes habían llegado).
Y, como golpe adicional, la llegada del Cristianismo, fue el tiro de gracia que
acabó, definitivamente con la pasada grandeza de dicho imperio.
Eso mismo sucede en la actualidad
con Estados Unidos (EU), nación que se considera invencible en muchos aspectos,
sobre todo militarmente y que ingenuamente imagina que el American Dream de los viejos tiempos, entre mediados de los
cuarentas y finales de los sesentas, cuando la mayoría de los estadounidenses
gozaban de un, más que aceptable, nivel de vida, aún es factible. Nada más
alejado de la realidad.
En recientes visitas que he
realizado a EU, he constatado varios signos que permiten afirmar la decadencia
de EU, sobre todo cuando se ven cada vez más indigentes en las calles,
desempleados, plazas comerciales semivacías, agencias automotrices con cientos
de autos esperando ser adquiridos, miles de casas desocupadas por embargos
bancarios, sin nadie que esté ansioso por comprarlas, calles con baches, basura
y en mal estado, fugas de agua que no se reparan pronto… y así, teniendo, de repente,
la sensación de que no está uno en un país avanzado
y “rico”, sino en una nación subdesarrollada (ver mi artículo:
Y en mis puntos de vista, cada
vez existe mayor acuerdo, como el del profesor Vaclav Smil, erudito estudioso
de la ciencia y la sociedad, de quien ya me he referido en otra ocasión a su
crítico análisis de la ciencia moderna, en la cual, afirma, no basta con
innovar o adelantarse científicamente, sino que ello debe de ir acompañado de
un cambio en el sistema económico, que dé como resultado una modificación en
los patrones de consumo y una redistribución de la riqueza social (ver mi
trabajo:
El profesor Smil también
demuestra, de forma ampliamente veraz y documentada, que Estados Unidos es un
país decadente y que además tiende a desindustrializarse aceleradamente, lo
cual, a su parecer (con lo cual concuerdo), le deja muy poco tiempo y margen
para corregir el rumbo o, de plano, convertirse en una mediocre nación que, incluso,
ponga en peligro su existencia como tal.
En su más reciente obra, “The
rise and Retreat of American Manufacturing” (El ascenso y caída de la
manufactura estadounidense, MIT Press, 2013), el profesor Smil analiza con todo
detalle los factores históricos debido a los cuales Estados Unidos se convirtió
en una potencia industrial desde mediados del siglo 19, y mantuvo ese papel
hasta finales de los años 1960’s, a partir de los cuales, sobre todo desde
1971, ha iniciado su declive industrial y su decadencia económica, situación
que se acelerado a partir del año 2000.
Hay que decir, de entrada, que
tanto la decadencia económica, así como la desindustrialización estadounidense,
son la clara consecuencia de la tendencia del capitalismo salvaje, de actuar
siempre de acuerdo a los intereses que le permitan seguirse renovando, aunque
cada día su existencia sea más y más caótica y crónicamente autodestructiva.
La razón de ser del capitalismo
es la de generar y amasar ganancia, tanta como se pueda. Sin embargo, como Marx
demostró, la tasa de ganancia media tiende a disminuir con el tiempo,
principalmente porque en la composición del capital, se incrementa
desproporcionadamente el capital constante (instrumentos de trabajo y materias
primas), en relación al capital variable (fuerza de trabajo). El capital
variable es la única parte de esa relación que genera más valor en proporción a
su precio, o sea, es el trabajo no pagado que el salario no cubre, lo que
genera más valor, la llamada plusvalía.
Así, con procesos de trabajo cada vez más mecanizados y automatizados, se va
prescindiendo de la fuerza de trabajo, la única generadora de plusvalía, por lo
que, inevitablemente, va descendiendo la ganancia esperada.
Por tales motivos, muy
sucintamente expuestos, es que las grandes corporaciones, las de los países más
adelantados tecnológicamente, en especial, buscan todos los medios posibles
para revertir esa tendencia, la cual, no es de que se pueda evitar, sino que
por la forma inherente de funcionamiento de tal sistema, es, justamente,
inevitable. Es una cuestión de sobrevivencia, pues las empresas de cada ramo o
sector industrial, compiten mediante el precio, sobreviviendo las que puedan
ofrecer el artículo más atractivo de cierta categoría (funcionalidad,
apariencia, utilidad, innovador), pero que al mismo tiempo su precio sea
atractivo, o sea, que pueda ser adquirido mayoritariamente por el sector social
al que se dirige. Y entre más bajo sea tal precio, más posibilidades de éxito
y, sobre todo, de sobrevivencia tendrá tal empresa. Claro que la tendencia
actual es no sólo la de vender un producto, sino la de diversificar la oferta
de artículos que produzca una corporación, pues la monoproducción está
destinada a la pronta eliminación (por ejemplo, General Electric comenzó vendiendo
focos y ahora éstos, sólo montan el 1% de sus ventas. Casi 50% de sus ingresos,
se deben a su división financiera, GE Capital).
Pero a pesar de la innovación y
la diversificación, no es suficiente para que una empresa de un país
adelantado, justo como Estados Unidos, revierta la tendencia decreciente de la
tasa de ganancia, así que la alternativa ha sido la de ir desmantelando la
infraestructura productiva en el país de origen y llevarse una buena parte de
los empleos a países con mediana infraestructura para que una parte de los
procesos de fabricación o, incluso, la totalidad, se realicen en tales países
(México o China, por ejemplo). No sólo eso, sino que con tal de bajar aún más
los precios se han llevado también, incluso, los procesos de investigación y
desarrollo, con tal de abaratarlos, para, así, bajar aún más los costos (es lo
que se llama outsourcing de R&D.
Ver mi artículo:
La tendencia descrita es la que ha impuesto el capitalismo salvaje en
EU (y en muchos de los países más desarrollados tecnológicamente), y a pesar de
que éste país es defensor a ultranza de dicho sistema, ha ido decayendo, justo
como consecuencia de tales circunstancias. Y es algo que, en general, sucede
con todas las corporaciones de los países más adelantados, que tienden a ser
apátridas, o sea, buscan sus personales intereses, antes que los del país de
origen. Es lo que señala Smil, citando a P. Nolan, que “los activos foráneos de
las cien multinacionales más grandes del mundo, representan el 60% de sus
activos totales, y también poseen proporciones similares en cuanto a sus
empleados y ventas. No es de sorprender que la relación entre tales compañías y
sus países de origen se ha ido debilitando constantemente, en la medida en que
su identidad y sus intereses se han ido progresivamente desligando de aquéllos
de los países en donde se fundaron, por lo que tienen un incentivo cada vez
menor para trabajar con los gobiernos nacionales, los que tratan de promover
políticas industriales específicas”.
Justamente la mayoría de las grandes corporaciones estadounidenses,
simplemente han buscado su beneficio
específico, sin importar que el país ha ido perdiendo, increíblemente, su lugar
como potencia industrial mundial, quedando en el nivel de casi un importador
neto, en el cual, empresas como Walmart, que no crea nada, sólo vende, es el
mayor empleador de dicho país, vendiendo mayoritariamente mercancías chinas
baratas.
Y eso ha sido consecuencia de la tendencia descrita, combinada con un
absurdo beneplácito de gobierno y economistas miopes que han dicho que tal
tendencia, la desindustrialización, es “sana”, pues es, dicen, una especie de
obligada evolución, debido a la cual EU puede depender de la fabricación
extranjera de casi todo cuanto requiera. Además, dicen esos economistas, así EU
se deshace de actividades industriales que no son “vitales”, pero, sí, muy
contaminantes y de ese modo contribuye a bajar la producción de gases efecto
invernadero, ahorrando también consumo energético. Sin embargo este último
argumento, señala Smil, se ha dado ya frente al hecho de la preocupante
desindustrialización.
Sin embargo, el argumento de “fuerza”, que justifica que EU deje de
producir muchas cosas, como electrodomésticos, por ejemplo, es que sólo está
conservando las actividades industriales avanzadas, de punta, en el supuesto
teórico de que esa “superioridad tecnológica” compensará con creces todo lo que
se ha renunciado a fabricar allí, en EU, y la balanza comercial, al final, se
inclinará en favor de EU. Es lo que se denomina ATP (advanced technology
products), productos de tecnología avanzada, debido a los cuales, EU considera
que superará con creces su balanza comercial, pero en casi tres décadas, no ha
sucedido eso y, al contrario, su déficit comercial tiende a elevarse.
Como el profesor Smil demuestra, eso no ha funcionado y las
exportaciones de tecnología de punta, como superconductores o aviones de
pasajeros de Boeing, aunque importantes, no compensan el brutal cúmulo de
importaciones dadas año con año, que han ido incrementando el déficit comercial
de dicho país en cientos de miles de millones de dólares (mdd) anualmente.
Señala que “Cuando el balance del comercio aeronáutico es visto en una
perspectiva más amplia, el impacto del éxito de la tecnología de punta de EU se
muestra descorazonadamente modesta. Entre el 2006 y el 2010, EU exportó
anualmente alrededor de $35 mil mdd e importó más o menos $15 mil mdd de
aviones, lo que le dio un superávit anual del orden de $25 mil mdd. Como
comparación, eso es menos que la importación anual de pantallas de TV, unos $30
mil mdd en el 2009 o de carriolas de bebé, juguetes y artículos deportivos y
también es más o menos lo mismo que se gasta para importar alimentos del mar y
bebidas alcohólicas – más o menos 1.5% de las importaciones totales de EU en el
2009. ¿Puede haber un testimonio más desconsolador sobre la falacia de la
ventaja que da la alta tecnología que el hecho de que el superávit de EU en
comercio aeronáutico no podría comprar ni siquiera las importaciones anuales de
pantallas de TV?”.
Por otro lado, tampoco la tan alardeada creación de empleos por las
ATP, que, supuestamente, repondrían los empleos perdidos durante décadas e,
incluso, superarían tales pérdidas, tampoco se ha cumplido. Al contrario, son
cada vez menos los empleos que dichas, industrias, llamadas de punta, están
creando, pues la tendencia capitalista, es la de producir más con menos obreros
(eso también ocasiona que la tasa de ganancia disminuya, pues, como comento
antes, el capital variable va disminuyendo y es el único que produce
plusvalía). Señala el profesor Smil que “la manufactura estadounidense que
comenzó el siglo 21 con 17.2 millones de obreros, ha sufrido un severo desplome
de 17% en tan sólo cinco años. Otro deprimente declive se alcanzó en el 2003:
22 años después de que los empleados del gobierno eran los más abundantes, el
sector de servicios, ventas, sobre todo, se colocó en segundo sitio,
sobrepasando a los obreros activos en más de 600 mil personas. Para el 2005,
esa diferencia había crecido a 1.2 millones de personas y para el 2009, a pesar
de que declinó el gasto en consumo, debido a una de las recesiones más graves
desde la Segunda Guerra Mundial, la del 2008, la diferencia entre empleados en
servicios y obreros fue de casi tres millones, una muy deprimente realidad de
una decadente economía en donde la mayoría de las nuevas oportunidades de trabajo
han sido empleos de medio tiempo con bajos sueldos, ocupados en vender ropa y
electrodomésticos chinos comprados a crédito. La pérdida de empleos en la
manufactura continuó cuando otros 2.7 millones de obreros fueron despedidos
entre el 2005 y el 2010, un corte de 10% en cinco años, que dejó un total de
empleos perdidos para toda la década de 5.7 millones, casi exactamente un
tercio de la fuerza de trabajo obrera que existía en el 2000”.
En efecto si se revisan las cifras disponibles, la creación de empleos
por parte de las ATP ha sido mínima. De las 10 empresas que más empleados
tienen en EU, sólo tres, General Electric (GE), Hewlett-Packard (HP) e IBM, figuran
entre ellas. GE, en el décimo sitio, con 305,000 empleados, HP, en el noveno,
con 331,800 e IBM, en el cuarto lugar, con poco más de 434,246 trabajadores.
Compárense esas cifras con las que emplean empresas de ventas, como Walmart (1º
sitio), Target (6º sitio), Home Depot (8º sitio), Kroger (7º sitio) o las de
comida rápida, como Yum! Brands (dueña de KFC, Taco Bell y Pizza Hut, 2º sitio)
, Mc Donald’s (3º sitio) o la empresa de paquetería UPS (6º sitio). Walmart, la
ganadora, emplea poco más de 1.3 millones de personas, Yum! Brands, 523,000, Mc
Donald´s, 440,000 empleos, empresa de la que, por cierto, se dice que es la que
ofrece los trabajos más mal pagados y explotados y que exigen pocas
habilidades. Por ello, los empleos similares han dado en llamarse Mc Jobs. De las empresas restantes, Target
emplea a 361,000 personas, Kroger, 343,000, Home Depot, 340,000 y UPS emplea a
399,000 personas
En total, esas diez empresas dan trabajo a poco más de 4 millones, 777
mil personas, de las cuales, las tres empresas ATP, de punta, incluidas en la lista, sólo emplean al 9.82%, o sea, que,
generalizando, apenas 1 de cada 10 empleos son ofrecidos por las ATP (en un
artículo anterior, analizo, justo, esa tendencia:
Mientras tanto, Walmart, por sí sola, emplea a poco más de 27.2% de
personas ocupadas, o sea, casi tres de cada diez y, como señala el profesor
Smil, vendiendo baratijas chinas. Eso lo he podido constatar, como ya he
señalado, en visitas recientes a EU, en donde, en efecto, la mayoría de los
productos manufacturados, no sólo electrónicos o electrodomésticos, sino también
ropa, tenis, zapatos, herramientas… son chinos. Incluso, al adquirir suvenires como
gorras o llaveros de Arizona, por ejemplo, lucen, irónicamente, la etiqueta con la leyenda “Made in China”.
Igual sucede con los suvenires vendidos en Disneylandia o cualquier otro parque
temático. Y tampoco a Walmart le importa
que la mayoría de lo que vende se fabrica en China, si con eso aumenta sus
ganancias, aunque EU se esté quedando sin empleos y en plena decadencia. Y esa
precarización de los empleos, exigiendo personas cada vez menos preparadas, ha
redundado en que para muchas empresas manufactureras, cada vez es más difícil
hacerse de trabajadores realmente hábiles, a tal nivel, que el profesor Smil
cita la siguiente declaración, hecha por el jefe de la planta Camiones Daimler
de Norte América, quien “sentía que los trabajadores de la planta de dicha
empresa en México estaban mejor capacitados que los de EU, a los que, incluso,
a muchos se les debía de enseñar matemáticas y habilidades de escritura”.
Increíble que algunos trabajadores de EU hayan llegado a esos niveles de
descalificación.
También, esto, trabajadores mediocres, es consecuencia de que la
decadencia de EU se refleja hasta en sus niveles educativos, pues ocupa de los
últimos lugares en educación con respecto a los países más avanzados. Como
señala el profesor Smil, EU ha masificado el nivel educativo de secundaria y
medio (High School), al haberla hecho obligatoria, pero, por lo mismo, la
calidad se ha ido deteriorando, sobre todo porque no se ofrece en ese nivel una
educación tecnológica, con tal de que los estudiantes aprendan una habilidad
que les permita integrarse a una fábrica, por ejemplo. Eso, comenta, se aplica
en Alemania, en donde desde el noveno grado de la High School, se les enseña a
los estudiantes una habilidad técnica, que les permite entrar a trabajar a la
industria, incluso, sin que terminen la totalidad del nivel medio superior o sin
que vayan a una universidad. (eso es lo que se ha hecho en México, con la
llamada “educación técnica” a nivel medio, que es la que forma obreros
semicalificados. Claro, como se nos ve sólo como eso, como un país maquilador,
pues se ha seguido tal tendencia). Esa falta de formación técnica, agrega Smil,
también es la base del problema del desempleo en EU hasta en personas que
tienen una costosa carrera universitaria (doscientos mil dólares en promedio es
su costo), pues ya no encuentran trabajo, a pesar de tanto dinero que se gastó,
la mayoría a crédito. Por eso hace dos años, los egresados universitarios
iniciaron una protesta, Ocupa Wall Street, por la falta de oportunidades. Eso
significa que el esquema educativo estadounidense, nunca contempló que se pudieran
formar trabajadores aún antes de que estudiaran una universidad y por eso existe
la disparidad educacional y el abierto desempleo entre los universitarios.
Pues vaya si es grave lo que sucede en EU, sintomático de que eventos
peores están por venir.
El profesor Smil realiza todo un muy interesante análisis de cómo ha
sido la génesis de EU al actual estado en que se encuentra.
Uno de los problemas es que la forma en que se clasifica la producción
de manufacturas en EU, sólo considera los productos finales, terminados, de tal
modo que la producción neta sólo se contabiliza como todo lo que se requiere
comprar, tanto materias primas, como productos intermedios, sean nacionales e
importados. Pero todas las actividades extras que se requieren para producir,
no se consideran. Como señala Smil “Estamos anclados en un término anacrónico,
que no sólo es insuficiente para abarcar el hecho de que la manufactura moderna
se ha vuelto alta y mundialmente muy mecanizada, pero que tampoco da indicios
de que computadoras y dispositivos controlados por éstas, ahora son usados en
todo el proceso de la producción, desde el diseño de los prototipos, hasta la
fabricación misma, la prueba de calidad y el empaquetado de los productos
finales (por lo que) la manufactura no puede limitarse a conceptos arbitrarios
e insuficientes, pues ya posee componentes tan importantes como la
Investigación y Desarrollo (R&D), el procesamiento de componentes de alta
calidad, ensamblado específico, publicidad nacional e internacional y servicios
de ventas (actualmente hechos en línea), requisitos que los mayores productores
actualmente los comisionan (outsourcing) o subcontratan a otros países”. Y esa
es una de las razones por la cual, muchas empresas estadounidenses han ido
llevando parte o la totalidad de su producción a otros países, claro, en
defensa pura de sus intereses, no los de EU o de sus trabajadores, que con cada
emigración de empresas a China, por ejemplo, van perdiendo irremediablemente
empleos, los cuales jamás volverán a recuperarse. “No hay duda alguna de que
muchas compañías estadounidenses se han convertido en activos participantes de
la desindustrialización de EU, al haberse inclinado a favor de invertir y
fabricar en China, con tal de maximizar sus ganancias. Esta tendencia a obtener
la máxima ganancia, (propia del capitalismo, agregaría yo) es muy clara si
tomamos el caso del iPhone de Apple, el cual sólo es ensamblado en China (eso
equivale a casi el 4% del costo, pero el 96% del restante es por las partes que
se hacen en otros países, entre ellos, Japón, Alemania y en los propios EU). El
ensamblado está a cargo de Foxconn, una empresa taiwanesa establecida en
Shenzhen, en la provincia china de Guangdong, la que cobra sólo $6.50 dólares
por celular. El costo total es de $178.96 dólares, que Apple vende en EU por
$500 dólares, por lo que su utilidad es de 64%”.
Más claramente no puede señalarlo el profesor Smil, que, en efecto, la
decadencia de EU se debe a que “sus” empresas, sobre todo las mayores, sólo han
buscado su interés, la maximización de la ganancia, no sólo fabricando en el
exterior, sino también buscando por todos los medios evadir impuestos o pagar
menos de los requeridos. La base impositiva es cada vez menor, lo que ha
ocasionado una brutal concentración de la riqueza entre barones del dinero y
corporaciones. Robert Reich, ex secretario del trabajo, señala que “hoy día los
400 estadounidenses más ricos tienen más riqueza que los 150 millones de
estadounidenses más pobres, el 1 por ciento más rico es dueño de más del 35% de
los bienes privados del país y captó 95% de las ganancias económicas desde el
inicio de la recuperación en 2009” (http://www.jornada.unam.mx/2014/04/07/opinion/028o1mun).
Todo lo narrado, no son más que los efectos de dejar que el capitalismo
salvaje actúe a sus anchas.
Por otro lado, explica Smil que gran parte de la desindustrialización
de EU es que, muchas empresas, inclinadas a satisfacer la demanda que un país
tan consumista como lo es EU, miraron como algo natural producir en otros
países, con tal de satisfacer esa demanda e incrementar, de paso, sus
utilidades.
Señala que “los orígenes del compulsivo consumismo son simples: la
mayoría de las personas prefiere amasar posesiones y sólo la falta de medios
para adquirirlas o la incapacidad de los productores para suplirlas, limita esa
circunstancia. Durante el cuarto de siglo de la expansión económica de la
posguerra, los estadounidenses fácilmente podían adquirir muchos bienes (los
salarios de las familias de clase media, medidos en dólares constantes, casi se
habían duplicado), así que los productores estadounidenses estaban ansiosos de
proporcionar no sólo lo que ya existía y era demandado, sino también de crear
nuevos productos que también fueran adquiridos por lo que, incluso, invertían
bastante en publicidad para lograrlo”.
Y así fue. Se refiere el profesor al periodo de gran auge que tuvo EU
al salir victorioso de la segunda guerra y que dicho país “ayudó” a los destruidos
países a reconstruir sus economías y sus industrias. Fue una gran época de prosperidad para EU, de
donde surgieron las frases “The American Way of Life” y “The American Dream”, gracias a la cual, EU
tuvo incrementos de su PIB muy considerables, en algunos casos, de hasta el 50%
de crecimiento anual, con respecto a años anteriores. Incluso, llegó a
representar tal PIB más de un tercio de la economía mundial. Por lo mismo, en
efecto, el nivel de vida del estadounidense medio fue envidiable. Ese pasajero
espejismo se empleó como contrafuerte ideológico para tratar de opacar la
influencia de la Unión Soviética y el llamado “socialismo” (más bien, economía
de planificación central) que este país practicaba y trataba de expandir por
todo el mundo, enfrentamiento que devino, finalmente, en una absurda “carrera
armamentista” (guerra fría) basada en una ridícula superioridad “atómica”, cuya
principal finalidad, desde entonces, ha sido la disuasión nuclear (ver mi
artículo al respecto:
Y ese progreso material,
señala el profesor Smil, se dio en tres aspectos principales, que han sido la quintaescencia
del sistema de consumo estadounidense “primero, la amplia gama de máquinas,
dispositivos y artículos eléctricos y electrónicos que llenaron las casas de
los estadounidenses durante ese cuarto de siglo de expansión económica.
Enseguida, la propiedad y empleo de vehículos. Finalmente, la acelerada
expansión de una nueva forma de viajar rápido, pero muy accesible, al
incorporar turbinas en aviones que, de esa forma, tuvieron gran capacidad y
velocidad, como nunca antes había sido”.
Señala que el estadounidense, a partir de entonces, fue muy dado en
viajar en avión, no sólo dentro de su país, sino fuera. Muy común era, en esos
tiempos, ver a turistas estadounidenses visitar todo tipo de países y sitios y
gastar generosamente sus dólares. Eso, también, ha ido disminuyendo con el
tiempo, ya que actualmente, sólo 12% de los estadounidenses viajan fuera de su
país.
Ese auge en los viajes por avión fue consecuencia de la excesiva
capacidad instalada para fabricar aviones que quedó luego del final de la segunda
guerra. Muchas fueron las empresas que se pusieron a construir aviones, dada la
fuerte demanda por aeronaves militares que demandaban las fuerzas aliadas.
Compañías como General Motors, Chrysler, Hudson o Ford establecieron enormes
hangares de fabricación de aviones, con tal de suplir la demanda. Henry Ford,
incluso, alardeó que “la empresa va a construir 1000 aviones diarios”, pero
cuando estuvo en funciones, no llegó ni a 18 por día, y con muchos defectos
casi todos, tanto que era común que se dijera, medio en broma, medio en serio,
la frase “¿Volará eso?”, de lo mal que estaban fabricados, pues, de hecho,
muchos caían en el aire por fallas en los motores o que se fracturaban sus
fuselajes. Algo similar sucedió con la construcción de embarcaciones, las
cuales también eran tan demandadas por la guerra, que muchas, como las
fabricadas masivamente por la empresa Liberty, tenían tantos defectos en el
casco y la quilla, que hasta se partían en dos, en plena misión marina. Eso era
porque eran empleados cuantos trabajadores estuvieran disponibles, tanto los
muy hábiles, como los aprendices, los que hacían muy pobres trabajos de
soldadura y remachado.
Como fuera, eso dejó mucha capacidad instalada, a pesar de la
reconversión que, de nuevo, muchas empresas, finalizada la guerra, tuvieron que
hacer para producir lo que originalmente fabricaban, autos, por ejemplo. Compañías
como Boeing y McDonnell Douglas, se especializaron en fabricar aviones civiles,
los cuales mejoraron muchísimo cuando se introdujo la propulsión a chorro (los
jets). Aviones como el 747de Boeing y el Douglas DC-3, de McDonnell Douglas,
han sido los símbolos del poderío industrial y tecnológico que alguna vez
caracterizó la pasada (y perdida) época de auge de la industria estadounidense.
Por ello es que se comenzaron a hacer masivamente aviones y todo eso se
acompañó de campañas mercadotécnicas y mediáticas que incitaban a las familias
de la clase media estadounidense a viajar con toda comodidad, seguridad,
rapidez y a precios accesibles en los aviones ofrecidos por las aerolíneas que
se formaron o ya existían, como Panam, American Airlines, Transwold Airlines y
otras (en la cinta “El Aviador”, de Martin Scorsese, sobre la vida de Howard
Hughes, puede verse la evolución que tuvo la aviación gracias a las
aportaciones de ese extravagante, millonario inventor).
El crecimiento de la industria aeronáutica actuó también como un
multiplicador, pues se demandaron todas las actividades involucradas, como la
producción de acero, caucho, cobre, productos eléctricos, electrónicos y muchas
otras, las que influyeron, también, al auge económico de EU en dicha época.
En cuanto a los artículos domésticos, la expansión de su uso se debió a
que con el tiempo, más y más estadounidenses poseyeron casa propia. A comienzos
del siglo 20, sólo 47% de los estadounidenses eran propietarios de su casa,
pero luego de la guerra, gracias a la prosperidad que se dio, en 1950, la
propiedad de casas había ascendido a 55%, en 1960, ya era de 62%. Y para 1973,
se mantuvo en 65%. No sólo creció la posesión de casas, sino que también su
tamaño aumentó, pues para 1950, el área promedio era de casi 90 m², pero para 1973, el área había crecido hasta
casi 140 m², un incremento de 52%,
o sea, casi la mitad. Incluso, varias casas rebasaban los 1600 m². Por lo mismo, señala el profesor Smil,
“esta combinación de una creciente propiedad de casas, creciente tamaño de
ellas, así como una creciente distancia del trabajo, demandaron tanto viejos
materiales de construcción (madera, cemento, ladrillos, tuberías), así como
nuevos (plásticos, cancelería de aluminio) y, por tanto, una masiva demanda de
más artículos de plomería, muebles, tapetes. Igualmente, se demandaron una
serie de artículos que eran, comparativamente hablando, o muy raros o nuevos, de
acuerdo con lo existente antes de la guerra, pero que para los 1970’s eran ya
estándar en los hogares promedio”. De esta forma, ya fue común en los 1970’s
poseer calefacción central, refrigerador, aire acondicionado, televisión,
lavadoras de ropa, de trastes, teléfono… y otras cosas que para los inicios de
los 1950’s no todos los tenían.
La televisión, agrega, fue “el primer aparato doméstico caro, cuya
propiedad sólo se hizo común hasta los 1950’s. La producción doméstica de
televisores se incrementó espectacularmente, de menos de un millón de unidades
en 1948 a casi 7.5 millones en 1950. En 1948, sólo 172,000 hogares tenían TV,
pero para 1960, el total había sobrepasado los 45 millones y esos aparatos eran
poseídos por el 90% de todos los hogares. Durante los 1960’s, la propiedad
masiva de electrodomésticos se extendió a las lavatrastes (poseídos por más de
un tercio de familias en 1970), congeladores (en casi el 40% de los hogares),
secadoras de ropa (en 1950, era una rareza, pero en 1973, más de la mitad de
los hogares las poseían), así como televisores de color. Las transmisiones en
color comenzaron en 1954, pero los primeros televisores de color eran caros y
la subida de ventas sólo se dio cuando comenzaron a lanzarse modelos más
baratos después de 1965. En este año, 5% de los hogares tenían TV de color. En
1970, 40% ya lo poseían. Para 1970, la TV de color estaba en dos de cada tres
hogares estadounidenses”.
De esa forma explica el profesor Smil la propensión al consumo de
electrodomésticos y que, por desgracia, sigue en aumento, a pesar de las
crisis. Los fabricantes estadounidenses, ante esa creciente demanda, buscaron aumentar
la producción, pero sin que subieran demasiado los costos, con tal de
mantenerse competitivos, y que también aumentaran considerablemente sus
ganancias. La “solución” fue llevarse la fabricación a otros países con mano de
obra y materias primas baratas, como China, esquema que, en efecto, logró ambos
objetivos. Por lo mismo, se ha seguido esa tendencia, hasta los niveles actuales
en que, como señala Smil, ya no se fabrica en EU una sola pantalla o un solo
refrigerador. “Llegan cargueros con cientos de contenedores llenos de productos
asiáticos, principalmente chinos, y de otros países, para ser descargados.
Luego, regresan, totalmente vacíos a sus lugares de origen, lo que evidencia
por qué el déficit comercial sube muchísimo año con año”, señala Smil.
Un tercer aspecto del consumismo estadounidense es la posesión de
autos. De hecho, también la excesiva producción automotriz fue un remanente de
la gran capacidad instalada que demandó la guerra. Y siguiendo el patrón
demandado por la sociedad de consumo, que exigía bienes en masa, siempre
disponibles, los fabricantes de autos satisficieron ese requisito, o sea, una
gran oferta de autos sin que les importara si éstos eran realmente eficientes,
seguros, funcionales…no. Como señala el profesor Smil “algunos diseños carecían
totalmente de funcionalidad o sensatez: sólo debemos de pensar en los grandes
adornos cromados y risibles aletas de los autos de los 1950’s”. (en el
siguiente link se pude ver la publicidad que anunciaba el tipo de autos a los
que se refiere el profesor:
Mientras en EU se ofrecían autos exageradamente grandes e ineficientes
en su consumo de combustible (algunos de cuando mucho tres kilómetros por
litro), en Europa abundaban los modelos compactos, muy eficientes en el consumo
de combustible e, incluso, atractivos en su diseño (en este link, un ejemplo de
auto europeo de entonces:
Los motores V-8 de los autos estadounidenses prevalecieron sin cambios,
desde los 1950’s hasta los 1970’s, sobre todo porque en 1965, un barril de
petróleo costaba lo mismo que en 1950, o sea, que en realidad costaba menos, en
términos nominales. Así que los autos se diseñaban (y muchas otras cosas), en
el entendido de que la energía barata estaría allí por siempre. Sólo que cuando
se comenzó a encarecer el petróleo, tanto por el agotamiento de la producción
estadounidense, así como por los problemas geopolíticos que empezaron a ocurrir,
tales como el embargo de la OPEP a principios de los setentas, surge y aumenta
gradualmente la preferencia de los estadounidenses por la importación de autos
eficientes y confiables, tanto de Europa, como de Japón. Así, “en 1950, cerca
del 95% de autos vendidos en EU eran hechos por compañías estadounidenses. Sesenta
años después, el país que inventó la producción masiva de autos, compró muchos
de sus autos de empresas extranjeras y lo peor sucedió en el 2007, cuando los
tres restantes fabricantes de Detroit (alguna vez una emblemática, industriosa
ciudad, que hoy se encuentra quebrada y sólo ocupada en un 70%) comenzaron a
vender menos de la mitad de todos los vehículos de pasajeros y camiones ligeros
comprados por estadounidenses”.
De las Big Three, sólo Ford ha logrado en algo mantenerse a flote. Pero
General Motors, quebró en el 2009 y debió de ser “rescatada” por el gobierno.
Chrysler se “fusionó” con Fiat y apenas si sobrevive. De todos modos, el
problema es que, señala Smil, siguen cometiendo los mismos errores, fabricando
autos grandes y poco eficientes. En su opinión, sus días están contados.
Por otro lado, el problema de la desindustrialización es que también se
inhibe la innovación, señala el profesor Smil, pues es gracias a los
departamentos de investigación de las empresas que se logran los avances. De
hecho, el que EU estuviera a la cabeza industrial mundial por casi 120 años
(desde 1880 hasta el 2000), fue gracias a que los avances tecnológicos debidos
a sus industrias lo permitieron. Los departamentos de investigación de muchas
compañías no cesaban de innovar y diversificar sus productos. A EU se deben
inventos tan revolucionarios como la máquina de escribir, la fabricación masiva
de papel, las computadoras… incluso, el sistema de armado en serie de los
autos, propuesto por Henry Ford, fue, justo, una innovación tecnológica surgida
desde una compañía.
También fue gracias a los avances en la utilización de nuevas energías
que, por ejemplo, se comenzó a emplear la electricidad, a finales del siglo 19,
como el nuevo energético, sustituyendo a productos como las máquinas de vapor,
alimentadas con carbón o leña. Precisamente fue la diversificación e innovación
energética la que impulsó aún más la industrialización de EU, primero, y luego
del resto del planeta.
Señala Smil que “la producción de electricidad se elevó casi diez veces
entre 1900 y 1920. Luego, se elevó al más del doble durante los 1920’s. Esto se
reflejó en que cada vez más empresas confiaban en la electricidad ofrecida
desde una línea exterior. En 1899, sólo 4% de las empresas compraban electricidad.
Pero diez años después, el porcentaje era de 20%, llegando a 50% luego de la
primera guerra mundial. Para 1929, ya era de 75%. Y mientras que en 1899 poco
más de un quinto de los motores eléctricos producidos eran para fábricas, para
1910, el porcentaje era del 50%, en tanto que para los 1920’s, casi todos los
motores eléctricos fabricados iban a parar a fábricas. Como resultado, durante
los 30 años previos a la Gran Depresión (la de 1929), la electrificación
dirigida a las industrias se elevó mas de cuatro veces, pasando de 7.3 GW a
32.2 GW, en tanto que la capacidad de los motores eléctricos creció más de 70
veces, pasando de sólo 350 MW a 25.2 GW”. Estos datos indican qué tan
importante fue la electrificación, la que, con el tiempo, se convirtió en una
infraestructura básica, sin la cual, no puede existir la industrialización.
Y también el efecto que una mayor disposición energética ocasionó fue
que se posibilitó la concepción del moderno urbanismo, con alumbrado público,
telefonía, servicios públicos, calles, avenidas, rascacielos, sobre todo de
acero y concreto, y todo lo que ello requería (La adopción del automóvil como
medio masivo de transporte, también contribuyó a esos drásticos cambios). Por
ejemplo, al construirse rascacielos más y más altos, se necesitaron elevadores,
como los que la empresa Otis Elevator Company (que aún domina el mercado de
elevadores), fundada para tal fin, comenzó a ofrecer.
Eso impulsó, a su vez, la industria del hierro y acero, sin la cual,
nada de eso habría sido posible. Y a pesar del estallido en la producción de
diversos ingenios electrónicos, como las computadoras mismas, señala Smil, aún
domina la era del acero, pues los autos, productos que involucran a un 75%,
directa o indirectamente, de las industrias, siguen fabricándose
mayoritariamente de acero, al igual que muchas otras cosas (es un error, afirma
decir que estamos en la era del silicón). Perro hasta la producción de acero ha
disminuido drásticamente EU, importando casi todo el que requiere.
Otro ejemplo que proporciona el profesor Smil es el de que en las
épocas recientes se ha dado en algunos productos la desmaterialización, sobre
todo en las computadoras. Esto significa que ahora son más poderosas tanto en
cómputo, como en memoria que lo que hacían hace veinte años, digamos, pero con
una masa mucho menor, ocupando menos material en todo lo que requieren. Esa
desmaterialización, por desgracia, sólo ha sucedido en contados productos, pues
la mayoría lo han hecho en mucho menor escala o nada. Y es algo que también
critica Smil, pues señala que de nada sirve que ahora se hagan productos más
eficientes, como autos que consumen menos combustible, si eso se eclipsa al
haber millones de autos eficientes,
con lo que esos supuestos ahorros energéticos, de nada sirven. Y si un país se
desindustrializa, como EU, menos va a estar en posición de innovar con
tecnologías que, realmente, sean eficientes en todo el sentido de la palabra.
Por ejemplo, esos avances tecnológicos podrían proponer otra forma de
transporte, verdaderamente eficaz, que prescindiera de los contaminantes autos,
y que realmente ahorrara en energéticos y en materiales, aunque su fabricación
fuera masiva.
Además, el efecto multiplicador de la industria en EU es tan
importante, que cada dólar de productos manufacturados, contribuye a un dólar
con cuarenta centavos de actividades extras. Como comparación, los servicios de
transporte sólo generan un dólar, en tanto que ventas, servicios profesionales
y de negocios (financieros), son los que menos aportan, pues sólo lo hacen con
sesenta centavos de dólar, por cada dólar invertido en ellos. Justo el sector
financiero (el capital parásito) es el que, últimamente, está teniendo un boom, no sólo en EU, sino en todo el
mundo. Los “inversionistas” prefieren el parasitismo, con tal de lograr grandes
y rápidas ganancias, a la inversión productiva. En eso, también, EU se ha ido
transformando, pues es un país en donde importa más invertir en acciones de la
bolsa, que en crear industrias.
Lo más grave de la desindustrialización, señala el profesor Smil, es
que está dejando sin empleos a millones de estadounidenses, incidiendo en un
generalizado nivel de vida que se tiende a pauperizar. Actualmente, uno de cada
dos estadounidenses se considera que es pobre, la clase media está
reduciéndose, ciudades antes prósperas, se han ido vaciando de gente y tienen
muy altos niveles de delincuencia y criminalidad, sobre todo de adolescentes y
jóvenes, quienes se enfrentan armados y se matan a diario (ver mi artículo: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2014/01/armas-y-violencia-on-line.html).
Millones de pobres estadounidenses viven de los vales de comida
gubernamentales, al no tener empleo, ni alguna forma de ganarse la vida (http://www.argenpress.info/2014/01/coman-papel-picado-dijo-el-congreso.html).
Ciudades antes tan industriosas, orgullo estadounidense, como Detroit,
la meca de la industria automotriz, ahora está quebrada y sólo ocupada en un
70%, con calles obscuras y peligrosas por la noche, pues hasta el servicio
eléctrico se ha restringido, con tal de “ahorrar”, mientras que manadas de
perros semisalvajes las recorren, siendo un problema de salud pública y de
seguridad (http://www.youtube.com/watch?v=iA5m2Lkcd1M).
Es tan brutal la concentración de la riqueza, que EU está volviendo a
los niveles de extrema desigualdad que existían a finales del siglo 19, cuando
menos del uno por ciento de la población poseía la mayor parte de la riqueza de
ese país. Y sigue empeorando
Algo muy importante que señala el profesor Smil es que tampoco se trata
de conservar industrias que produzcan “artículos de consumo materialista que
son, claramente, frivolidades dispensables, una categoría que una crítica
revisión podría asignar a muchos de los artículos hallados en los modernos
hogares estadounidenses”. Tiene razón, pues, como lo menciona, se necesitan
cosas tales como camas, platos, cubiertos, vasos, ropa, zapatos, jabón toallas,
artículos esenciales. En climas fríos, “valoramos muros bien aislados, buenas
puertas y ventanas, así como estufas y chimeneas confiables. También, en todos
lados, se aprecia una buena cocina y luces para alumbrarnos en las noches. Para
ir a trabajar, se requieren vehículos confiables como bicicletas, trenes,
trenes subterráneos y así”. Yo agregaría también que los aparatos médicos son
igualmente indispensables. Es decir, que hay cosas que realmente requerimos,
son esenciales y sólo adecuadas industrias y una constante innovación pueden
suplirlas.
Por desgracia, algo que agregaría (que no aborda, extrañamente, el
profesor Smil), es que se desperdician enormes recursos en la producción más
inútil y nefasta que podría existir y es en la fabricación de armas, las que,
en EU, como es lógico, se siguen fabricando allí, siendo muy pocas las
importaciones de armamento. De hecho, la industria armamentista, no sólo en EU,
sino a nivel mundial, es tan importante, que hasta se realizan varias ferias,
en donde los armeros exhiben, orgullosos, su material bélico. Es una industria
que asciende a más de un billón (millón de millones) de dólares por año (ver mi
artículo: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2011/12/ferias-de-armas-exhibicion-de-fuerza-de.html).
Y en EU está tan arraigada la cultura por las armas, que es un grave
problema social la violencia que se genera a diario por el empleo de los
millones de armas poseídos por los estadounidenses. Son ya cotidianas las notas
sobre tiroteos en espacios públicos, como escuelas u oficinas (ver mi artículo:
http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2012/07/de-tiroteos-estrenos-hollywoodescos-y_26.html)
Un artículo reciente indica que a pesar de la crisis y del aumento de
pobres en EU, la venta de armas sigue al alza, sobre todo en el estado de
Florida, en donde, en el 2013, se rompió el record de ventas (http://www.argenpress.info/2013/11/florida-estados-unidos-podria-batir.html).
En fin, que lo expuesto por el profesor Smil no sólo es importante para
EU, sino que bien podría aplicarse en México, en donde las pocas industrias,
digamos que nacionales, que hemos tenido a lo largo de los años, se han ido
perdiendo por equivocadas, nefastas políticas aplicadas por las ineptas mafias que
han tenido el poder durante décadas y que, dichas “estrategias”, se han dado
más para el beneficio del capitalismo salvaje, que el del país y de sus
ciudadanos, justo lo que ha sucedido en EU en donde las corporaciones han
buscado su beneficio, antes que el del país y el de los estadounidenses.
En México, ni siquiera nuestros alimentos somos capaces de producir, un
sector quizá hasta más importante que la misma industria, pues, primero que
nada, debemos de comer.
Y los problemas que ya de por sí se le presentan a EU con su
desindustrialización, tienden a agravarse, pues hasta la calidad de sus
productos va en picada, como recientemente se mostró al revelarse que autos de modelos
2004 de General Motors tenían un defecto que apagaba de repente el motor y
atascaba el volante, lo que ha ocasionado muchos accidentes y muertes (http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2014/04/140401_eeuu_carros_general_motors_msd.shtml).
Ese defecto pudo haberse arreglado con menos de un dólar por auto, sólo
57 centavos, pero la nefasta empresa adujo que, como estaba siendo “rescatada”,
no podía darse el lujo de “gastar tanto”. Ahora le saldrá mucho más caro, pues
tuvo que hacer un llamado a todos los propietarios de esos vehículos y tendrá
que indemnizar a las familias de las víctimas.
¡Vaya absurdo, haber querido
ahorrar menos de un dólar por auto! Con ese criterio tan estúpido, entonces
que GM, en lugar de seguir fabricando autos, que mejor importe y venda en sus
agencias vehículos chinos. Quizá hasta gane más.
De acuerdo a lo señalado por el profesor Smil, así como va EU, hasta
eso es posible ya.
Contacto: studillac@hotmail.com