Inseguridad alimentaria en Estados Unidos
La presente emergencia sanitaria mundial, no tiene visos de que concluya pronto, pues, en países europeos, por ejemplo, ya se está dando la segunda oleada, y los casos de contagios se incrementan a un ritmo mayor al de la primera oleada (ver: https://theconversation.com/europes-second-wave-is-worse-than-the-first-what-went-so-wrong-and-what-can-it-learn-from-countries-like-vietnam-147907).
En Estados Unidos (EU), las cosas, desde el principio, se hicieron mal, pues el peor presidente que ha tenido ese país, según varios políticos y analistas, desestimó la pandemia, y ni él acató medidas, como el uso de cubrebocas obligatorio, lo que provocó que ya haya 9,212,767 contagiados y 234,177 fallecidos (ver: https://www.worldometers.info/coronavirus/country/us/).
Por otro lado, los masivos despidos, provocaron que más de 22 millones, inicialmente, perdieran su trabajo y que, de ellos, 17.8, siguen desempleados (ver: https://www.usatoday.com/story/money/2020/08/08/cities-with-the-worst-unemployment-since-the-pandemic-started/42187029/).
Y como la ayuda federal fue muy poca y, además, ya se acabó, millones de estadounidenses, sufren de “inseguridad alimentaria” y deben de hacer filas enormes, en sus autos de modelos recientes, SUV’s, y hasta lujosos modelos, con tal de conseguir alimentos para una semana, como ilustra el artículo de Associated Press, “Alimentando a los hambrientos de Houston: un millón de libras, diariamente, para los necesitados”, firmado por Anita Snow y John L. Mone (ver: https://apnews.com/article/virus-outbreak-houston-bf8acccbe9c47a4a402046316aef5c67).
Acompaña al artículo un irónico video, en el cual, una fila de casi un kilómetro de estadounidenses, en sus mencionados vehículos último modelo, recorre varias calles de un suburbio de Houston, Texas. Una mujer, Priscilla Toro, con su cubrebocas, a bordo de una flamante camioneta Nissan X-Trail, quien trabajaba en un teatro, armando los escenarios, dice que está desde las 4:06 horas, riendo. “Sí, sé que es penoso, pero, ni modo, no nos vamos a quedar mi familia y yo, sin comer, sólo porque me dé pena venir por alimentos”. Otro hombre, que espera en la fila, en una camioneta Jeep gris, Herman Henton, desempleado de una constructora, de 41 años, dice que siempre pagaban, su esposa y él, sus recibos de todo, no debían nada, pero, desde que lo despidieron, el salario de su mujer, que trabaja en una tienda para arreglo de casas, es el único, y no alcanza, ni para la comida. Habla, también cubierto con su cubrebocas, lo que indica que es una medida mínima, que mundialmente se ha adoptado, con tal de disminuir los contagios, sobre todo, en ese país que, como dije, ya supera los 9.2 millones. “Estoy aquí, desde las 7:08. Y a pesar de que vivimos en un barrio decente, todos estamos aquí, por comida. Quisimos solicitar ayuda de estampillas para alimentos, pero sólo nos ofrecieron, por nuestro nivel social, veinticinco dólares al mes, para una familia de cinco”, dice, visiblemente preocupado. “Como hombre, como padre, como proveedor, me sentí en un punto muy bajo, me siento bajo. En esta situación, realmente no hay nada que puedas hacer”.
Sí, es de imaginarse la situación en que se encuentra, sobre todo, con un incierto futuro, pues a sus 41 años, ya no debe de ser tan fácil que encuentre trabajo.
Los parabrisas de los autos, están marcados, incluso, anotan, si tienen mascotas, pues también les proporcionan alimentos para ellas.
Mone, señala que las filas tan enormes, cerca del expendio West Houston Assistance Ministries, han estado así desde finales de marzo, pues, desde entonces, la pandemia comenzó a ocasionar estragos en la economía y los despidos masivos, se generalizaron en todo tipo de empresas y negocios.
Lisa Iparrea, es una de las trabajadoras que laboran en el expendio de comida gratuita, y dice que, a diario, son cientos de personas, que han perdido sus empleos, las que acuden. “Muchos, algo apenados, dicen que es la primera vez que vienen y que, al menos, desean proveer de alimentos a sus familias”.
Mone señala que la comida de ese expendio, proviene de uno de los mayores bancos de alimentos de EU, el Banco de Alimentos de Houston. Brian Greene, CEO de ese sitio, señala que casi desde el principio, cuando comenzó el confinamiento, las filas para obtener alimentos eran “larguísimas”, que tuvieron que distribuir 453,592 kilogramos de alimentos por día, comparados “con los 184,000 kilogramos que entregábamos, hasta antes de la pandemia”.
Actualmente, la distribución se ha estabilizado en unos 363,000 kilogramos, pero, de vez en cuando, llegan al casi medio millón, mencionado.
Señala Mone que el banco, desde fines de marzo y hasta septiembre, ha ayudado con alimentos a 426,000 hogares a la semana. De a cinco por familia, eso significarían 2,130,000 personas, tan sólo en esa área de Houston. Las imágenes del lugar, permiten ver que dicho banco es gigantesco, con altos anaqueles, en donde los alimentos que les llegan, se van acumulando, mediante montacargas.
Y ha crecido tanto la “inseguridad alimentaria”, indica Mone, que los bancos de alimentos subieron sus entregas, las que, antes de la pandemia, eran de 590 millones de kilogramos, diarios, en el primer cuatrimestre del año, a 907 millones, en el segundo. “Cuarenta por ciento de los hogares, tienen 400 dólares máximo de ahorros, así que cuando la crisis comenzó, las familias necesitadas de asistencia fueron inmediatas y muchísimas”, señala Greene. “Parecía como un desastre, como si se tratara de un huracán, de los que azotan el golfo. Realmente, fue perturbador ver, cómo las filas crecieron tanto”.
Lo de los 400 dólares mencionados, da idea de que la precarización social en EU crece, a pesar de que quiera seguirse mostrando como el país de la abundancia, del sueño americano. La pobreza es cotidiana y aumenta (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2015/11/pobreza-en-estados-unidos-centro-del.html).
“De la noche a la mañana, una de las ciudades más diversas étnica y racialmente, se convirtió en símbolo de desesperada necesidad, mientras el banco de comida, se las vio difícil para juntar suficiente leche, pan, vegetales y carne de varias fuentes, para alimentar a los hambrientos. Mucha gente en Houston, vive al día, y los tomó la pandemia, por sorpresa, como a todos los que perdieron sus empleos que, inicialmente, fueron 22 millones en todo el país, de los cuales, 10.7, no han sido recuperados”, señalan Snow y Mone.
Súmenle los que ya estaban sin empleo, y tenemos a los 17.8 millones que mencioné arriba.
Luego de que Henton fue despedido, su esposa y él, sólo comían una vez, con tal de que sus tres hijos, pudieran tener tres. Vaya precariedad.
En mi personal experiencia, hace algunos años, en el 2012, ayudé a mi pareja de entonces, que había estado en una estancia post doctoral, en un instituto de investigación de Arizona, a regresarse. Unos buenos amigos de Peoria, lugar en donde ella alquiló un departamento, nos ayudaron a empacar lo necesario y les obsequiamos los muebles. La alacena de la cocina, estaba llena de alimentos, como latas de carne, galletas, frascos de crema de cacahuate y muchas otras cosas, algunas, a medio consumir. Le pregunté a Charles, nuestro buen amigo, nativo de Arizona, ex militar, y a Pam, su esposa panameña, si deseaban esos alimentos, algunos, ya abiertos. “Claro, Adán, la comida no se desperdicia, menos en estos tiempos”, me dijo, sin titubear. Entre Pam, sus dos lindas hijas y él, empacaron toda la comida en bolsas de plástico que teníamos listas.
Eso fue en el 2012, en, digamos, algunos “mejores tiempos”.
Ahora, y con pandemia, debe de ser peor, como evidencia el artículo que analizo.
En todo el país, la distribución gratuita de comida, se ha disparado y sigue en ascenso, dice Katie Fitzgerald, vice presidenta y directora operativa de Feeding America, una red estadounidense de 200 bancos de alimentos.
La forma en que surten esos centros, de alguna forma, ha beneficiado a otros sectores, como a los granjeros, los que, antes de la pandemia, vendían a restaurantes, que hoy están cerrados. Ahora, con los programas públicos, se les compra su producción y la entregan a los bancos de alimentos.
“Pero ese programa, termina en octubre”, señalan Snow y Mone. Luego, habrá incertidumbre sobre cómo llenar ese hueco alimentario que quede. Y los afectados, serán tanto los granjeros, así como los cientos de miles de hambrientos que, quizá, ya no puedan conseguir la misma cantidad de alimentos que les daban antes.
“Otro porcentaje, entre 20 y 40%, lo obtienen los bancos, de otros programas federales, como el que compra a los granjeros su producción, sobre todo, los que han visto disminuir sus exportaciones, tanto por impuestos, como por la pandemia. Este programa estará vigente todo el 2020”.
Y el resto, lo obtienen de donaciones de supermercados y de granjas, o compran alimentos, con donaciones de dinero.
“Fitzgerald dice que, por ahora, los bancos de alimentos tienen suficiente comida para satisfacer la demanda, pero que los distribuidores están preocupados por el futuro, puesto que el invierno se acerca”.
Sí, entonces, con menor producción de alimentos, menos compras federales a los granjeros y más hambrientos, la cosa empeorará.
Mark Brown, CEO del mencionado expendio West Houston Assistance Ministries, en donde Toro y Henton se surten de alimentos gratuitos, dice que, además, en Houston, que depende mucho de la industria petrolera, muchos trabajadores despedidos de esa industria, comerán, casi permanentemente, de las donaciones de alimentos, pues no están recibiendo ayuda federal. Ese expendio, da alimentos a casi 2,000 familias, cada semana. “Por lo menos, los próximos dos años, en nuestra comunidad, la necesidad alimentaria crecerá” dice Brown.
Esa caridad, se fundó en 1982, cuando una de tantas crisis petroleras, eliminó de un plumazo 225,000 empleos, además de que se colapsaron los precios de los bienes raíces. También, ayudan a la gente a buscar empleo y a pagarles la renta.
Excepto Toro y Henton, el resto de la gente que hace fila, con sus cajuelas abiertas, para recibir sus alimentos, se rehusó a platicarles a los reporteros sus infortunios, apenados de haber llegado a ese nivel. “Pero le puede pasar a cualquiera”, dice Henton.
Casi al final del video, Mone dice que los voluntarios que entregan los alimentos, no pueden disuadir a las personas, a que dejen su pena a un lado y pongan su mejor cara, pues eso les pasa a millones de estadounidenses, cuya precariedad previa, se ha agravado con la emergencia médica.
Toro dice que “es terrible esto que estamos pasando, pero, lo superaremos, no queda de otra”.
Lo que dice Henton es todavía más dramático, “El sueño americano cada vez se aleja más y más de la gente”.
Sí, pues, nunca, ese sueño americano, habría contemplado que millones de estadounidenses, hicieran largas filas, en sus autos último modelo, para conseguir algo de comida.
Eso, ni aquí lo hemos vivido, afortunadamente.
Así que, en adelante, convendrá mejor referirse, a lo que viven los estadounidenses, como la pesadilla americana, ¿no creen?
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