sábado, 12 de noviembre de 2022

El presente, depende de cómo recordemos el pasado e imaginemos el futuro

 

El presente, depende de cómo recordemos el pasado e imaginemos el futuro

Por Adán Salgado Andrade

 

Es normal que recordemos nuestro pasado. Muchas veces, pensamos “qué habría sido si hubiera hecho esto”, por ejemplo, si hubiéramos tenido otra elección vocacional, haber tenido otra pareja, haber hecho un viaje o así. Y tratamos de “visualizar”, digamos, cómo estaríamos actualmente, si mejor o peor.

Pero también imaginamos cómo sería el futuro, pues no podemos precisar que, en efecto, sea así, es mera especulación.

Sin embargo, dependiendo de lo que hacemos actualmente, podríamos vislumbrar lo que pasaría. Por ejemplo, si no hacemos ejercicio o no nos atendemos una enfermedad, pensaríamos que no tendríamos muchos años por delante. Y si, por el contrario, adoptamos buenos hábitos, tenemos una actitud positiva – a pesar de la adversidad –, pudiéramos vislumbrar un futuro mejor, estable, con proyectos (siempre es importante tener proyectos, quizá no se materialicen todos o alguno o ninguno, pero debemos, al menos, de planteárnoslos).

Nuestro presente, por tanto, podría decirse que se regula tanto del pasado, así como del futuro. Si cometimos un error pasado, es de esperarse, que no volvamos a cometerlo. Y si vimos que algo bueno sucedió en ese pasado, lo retomaremos, de ser posible. Igualmente, si queremos realizar un proyecto futuro, digamos, una actividad, aprender algo, emprender un negocio, tendremos que ir adaptando nuestro presente para lograrlo (esto dependerá de qué tan seguros estemos de emprenderlo, a pesar, como dije, de la adversidad).

Esto de recordar el pasado o pensar en el futuro, es algo estudiado por psicólogos e investigadores, pues, colectivamente, la forma en cómo recordemos el pasado o planeemos el futuro, podría ayudar a mitigar muchos de los graves problemas por los que el mundo transita, como el ya irreversible cambio climático.

Justo es lo que plantea el artículo del portal Wired, titulado “El viaje en el tiempo mental, puede influenciar el futuro”, firmado por Shayla Love, quien lo introduce diciendo que “la forma en que la gente imagina el pasado y el futuro de la sociedad, puede cambiar actitudes y comportamientos. ¿Podría esto lograr algo positivo?” (ver: https://www.wired.com/story/psychology-mental-time-travel-politics/).

En efecto, como señalé, estamos en una dramática disyuntiva, de que si no cambiamos colectivamente nuestros desperdiciadores e híper consumistas hábitos, el mundo, dejará de ser habitable para la raza humana en pocos años. Si recordamos pasados desastres, por ejemplo, seria deseable que eso influyera para que cambiáramos cosas en este presente y que no se vuelvan a repetir aquéllos.

Dice Love que “es frecuente que nos digan que ‘necesitas centrarte en el presente’. Pero la mente rara vez está fijada en lo actual. Hacemos viajes mentales a nuestro pasado, revisando qué pasó ayer o cuando éramos niños o proyectamos una imagen futura: la cena de mañana o cómo nos irá cuando tengamos 50 años en nuestra profesión. Más que abstraerse del presente, esta tendencia a visitar internamente otras líneas del tiempo, llamado ‘viaje temporal mental’, es común: los jóvenes, por ejemplo, piensan acerca de su futuro un promedio de 59 veces al día. Los psicólogos han sugerido que esta habilidad de viajar por el tiempo desde los confines de nuestras mentes, es un aspecto fundamental de lo que significa ser humano”.

Dice Love, como señalo arriba, que ese pasado o futuro están en constante cambio, independientemente de la persona que sea, y que, además, no es algo que sea individual, “sino que se hace en grupos, pues la familia, los amigos, los ambientes laborales, ciudades, naciones y etnias, influyen pasado y futuro. No vamos siempre solos en ese traslado temporal”.

Es muy cierto, pues siempre, al evocar el pasado, recordamos, por ejemplo, eventos que tuvimos con familia, con amigos, con una novia, no nos vemos solos. Ni tampoco el futuro es individual. Si pensamos, pongamos por caso, en establecer un negocio, pensaremos en el mercado al que lo dirigiremos, los gustos colectivos y así.

Investigar el “viaje temporal mental colectivo”, muestra que “la forma en que nosotros imaginamos el futuro o pasado colectivo, también impacta el presente. Puede alterar actitudes hacia decisiones políticas y leyes e igualmente qué tan alineada la gente está con su país o con los sistemas existentes. Puede afectar la disposición de una persona para inmiscuirse en comportamientos en pro de la sociedad, como votar, donar o ser activista. Debido a esto, el viaje temporal mental colectivo es más que un ejercicio cognitivo, pues provee la oportunidad de ser más intencional acerca de cómo representamos el pasado y futuro colectivos”.

Efectivamente, por ejemplo, he llegado a pensar que si en el pasado hubieran existido esto de las redes sociales, un movimiento como el estudiantil de 1968, de haberse difundido tanto como se hace hoy con cualquier movilización social, por mínima que sea, quizá no se habría masacrado o la mafia priísta en el poder de entonces, se habría refrenado en su represiva acción. Igualmente, luego pienso que si todos los humanos nos uniéramos y exigiéramos, por ejemplo, que ya se dejaran de producir contaminantes plásticos, imagino un futuro más limpio.

Dice Love que en los 1980’s, el psicólogo canadiense Endel Tulving  (Estonia, 1927), propuso que los humanos tienen la habilidad de revivir el pasado y pre-experimentar el futuro, “teorizando que se usan los mismos mecanismos de la memoria para ambos”. Tulving ha investigado sobre la memoria humana, la que ha dividido en la “semántica, que es la que se refiere al conocimiento del mundo que los humanos han acumulado en sus vidas. Este conocimiento general, está entrelazado con la experiencia y depende de la cultura. Podemos aprender nuevos conceptos aplicando nuestro conocimiento de cosas sucedidas en el pasado”. La otra memoria es la “episódica, que es la evocación de los eventos diarios, lo que vivimos cada día, como las distintas épocas, lugares y las emociones que tuvimos, como la fiesta que nos hicieron a los siete años. Junto con la semántica, constituye la categoría de memoria explícita. La otra, es la implícita, que se refiere a tareas que ya hemos mecanizado, como atarnos las agujetas de los zapatos o conducir una bicicleta, sin pensar conscientemente sobre esas actividades” (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Endel_Tulving).

Está clara la diferencia: la memoria semántica es lo que vamos aprendiendo, por ejemplo, matemáticas o un idioma, una profesión. En tanto que la episódica se refiere a lo que hemos vivido. Por eso, por ejemplo, cuando sabemos conducir un auto, podemos ir charlando, pues ya está mecanizada esa habilidad.

En cuanto a la memoria episódica, Tulving hizo experimentos con gente amnésica. Uno de ellos, fue Kent Cochrane, quien tuvo un accidente de motocicleta, que le lesionó varias zonas de su cerebro. KC, como llamó a su paciente, no recordaba su pasado, así que “perdió la habilidad de recordar eventos previos, por lo que no podía ubicar su experiencia subjetiva en el tiempo y tampoco podía imaginar su futuro” (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Endel_Tulving#Amnesia_and_consciousness).

“KC no podía imaginar una visita futura a una casa que tenía su familia, pues había olvidado su pasado”, señala Love.

De hecho, puede ser que una persona cambie totalmente sus hábitos, cuando tiene un trauma cerebral, como le sucedió a una chica, Sophie Papp, que sufrió daño cerebral por un accidente automovilístico. Antes del accidente era introvertida, pero, luego, se volvió más sensible y comunicativa (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2022/08/una-sobreviviente-de-traumatismo.html).

Científicos como Karl Spzunar, profesor de psicología y director del Laboratorio de Memoria de la Universidad Metropolitana de Toronto, mencionado por Love, ha comprobado las teorías de Tulving, mediante imágenes de resonancia magnética cerebral, “que muestran imágenes mentales similares de individuos que recuerdan su pasado o imaginan su futuro. Por lo mismo, varios científicos piensan que imaginamos el futuro, recombinando pasadas experiencias. Lo que se conoce como hipótesis de simulación episódica construida”.

Es claro. Por ejemplo, el trabajo de escribir un cuento o una novela, se puede dar solamente si se tienen antecedentes vividos o de amplia cultura para hacerlo. De lo contrario, no se podrá escribir ni una sola página. Igual, sólo supongan, por un momento, perder la memoria, no seríamos lo que éramos.

Y otra cosa son las memorias colectivas. “La gente con daño al hipocampo, que tiene que ver con la memoria individual, curiosamente si le preguntan qué piensa sobre los problemas ambientales dentro de diez años, son capaces de dar respuestas. A pesar de que su habilidad de viajar mentalmente en sus futuros personales estaba comprometida, la habilidad de imaginar eventos que afectan a un grupo, estaba intacta”.

Por lo mismo, Spzunar y su colega dicen que “la capacidad de involucrarse en un pensamiento futuro, parece basarse en procesos cognitivos distintos de aquéllos que involucran un futuro pensado individualmente”.

Sin embargo, la investigadora Meymune Topcu, académica visitante de The New School, dice que el “pasado colectivo futuro puede afectar el futuro colectivo, pero sólo hasta cierto punto. Al analizar a varios individuos, les pidió que visitaran el pasado y el futuro para ver si se sentían positivos o negativos. Pudo ver que, a nivel individual, muchas personas pensaban en un futuro optimista, pero colectivamente, temían en el futuro de sus países, lo veían con mayor preocupación, a excepción de los chinos, en donde no hay futuro ni negativo, ni positivo”.

Probablemente los chinos, pienso, han llegado a un nivel de resignación ante la brutal dictadura que los comanda, que son conformistas.

En cuanto al nivel individual, Hal Hershfield, psicólogo de la UCLA (Universidad de California de Los Ángeles), dice que ha investigado a individuos que si están muy conformes con el presente, no hacen muchos planes futuros. Pero si son más “movidos”, están más inclinados a cambiar repentinamente su futuro. “Al tener una perspectiva temporal futura, pueden predecirse actitudes ambientales, como que se participe en comportamientos más sustentables”.

Puede ser, siempre y cuando, pienso, se tenga un pasado colectivo en donde, por ejemplo, se recuerden los daños ocasionados por, digamos, un incendio forestal o una inundación. Si la gente no cambia los desperdiciadores, consumistas hábitos de vida que tenemos, entonces ese futuro será negro. La gente que está siendo afectada por fuertes huracanes, viajará al futuro mental, vislumbrando peores sucesos de los que ha vivido y presionar, digamos, para que se ejerzan leyes ambientales más estrictas con tal de que el planeta mejore ambientalmente en el presente

Jeremy Yamashiro, profesor asistente de la Universidad de California de Santa Cruz, dice que el futuro no sólo depende de los recuerdos colectivos pasados, sino de cómo “culturalmente se interpreten”.

Por ejemplo, muchos estadounidenses, ahora están tomando consciencia del pasado esclavista de Estados Unidos, una verdadera aberración. Pero para los supremacistas, que se sienten superiores racialmente, ese pasado es correcto y totalmente justificable, pues los negros, simplemente eran animalescos esclavos que tenían que someterse.

Y los que se avergüenzan de ese pasado, ya hasta han destruido monumentos de personajes que eran esclavistas (ver: https://www.moroccoworldnews.com/2020/06/306538/destroying-the-statues-of-slavers-to-rewrite-history).

Justo eso estudió en el 2014, el psicólogo cultural francés Contance de Saint-Laurent, quien analizó los debates parlamentarios de los miembros de izquierda y los de derecha de Francia. “Por la forma en que los parlamentarios de izquierda veían el pasado, vislumbraban el futuro como una oportunidad para analizar los crímenes del colonialismo. En tanto que los de derecha, lo veían simplemente como la obligación de los inmigrantes de aceptar el orden establecido”.

Eso que halló Saint-Laurent, se ve muy bien en la cinta francesa Les Misérables (2019), dirigida justamente por Ladj Ly, un descendiente de migrantes africanos. En la cinta, un grupo de policías encubiertos, tienen que vigilar que en los barrios de migrantes, no se vendan drogas o que se cometan actos ilegales. Para esos “eficientes” policías, el objetivo era reprimir, arrestar a cualquier descendiente de migrantes, africanos, sobre todo, que hiciera algo ilegal, sin comprender toda la historia de opresión que han vivido, por siglos, esos migrantes y que detona en los violentos movimientos que, de repente, han desatado (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Les_Mis%C3%A9rables_(2019_film)).

Y claro, un presente precario, lleno de carencias, lleva a la gente a pensar menos en el futuro, como ha establecido Johanna Peetz, psicóloga social de la Universida de Carleton.

Igualmente, se han hecho experimentos colectivos en donde a ciudadanos de distintos países europeos, se les ha pedido pensar como una unidad para el futuro, sin pensar tanto en el pasado “y han accedido a cooperar conjuntamente”.

También se ha visto que si algunos piensan en un futuro utópico, “se sienten menos satisfechos con su estado actual, pero también se entusiasman más para lograr un mejor futuro”. Sí, por ejemplo, si imagináramos que un futuro menos consumista, sería menos destructivo, es muy probable que mucha gente adoptara, desde ahora, hábitos más ecoamigables. Y eso, aunque es una utopía, se debe de hacer, si realmente queremos que el planeta siga siendo habitable.

Y en experimentos de un futuro utópico en el que se cuidara más la naturaleza o uno en el que la tecnología resolviera los problemas ambientales que padecemos, “la gente se inclina más por el futuro verde, incluso, estarían más dispuestos a hacer donativos. En cambio, los que apostaron más a un futuro tecnológico, se veían como más pasivos, dejando que los adelantos tecnológicos lo resolvieran todo. Habitar Marte, se ve más alejado como solución” (una idiotez, por cierto, pues en lugar de que hagan “habitable” a ese rocoso planeta, mejor que ayuden a la Tierra para que nos siga acogiendo).

Por otro lado, equivocadas ideas del pasado, pueden seguir condicionando el presente, como la llamada excepcionalidad estadounidense, “la idea de que Estados Unidos fue único en su historia y que por ello, se sigue progresando. Es atarse a pasados dogmáticos”.

Esa excepcionalidad estadounidense (American exceptionalism), dice que Estados Unidos “es único y diferente de otras naciones, por su igualdad ante la ley, responsabilidad, republicanismo y libre empresa y esas cualidades hacen que ese país se vea como superior a aquéllas”. Evidentemente es un discurso ya rancio, añejo. Pero personas como el nefasto Donald Trump se adhieren a esos anacronismos (si es que realmente existieron), para seguir de racistas y despotricar contra los migrantes, como los causantes de todos los problemas que tiene Estados Unidos. Sus huestes supremacistas toman, de corazón, tales tonterías (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2020/11/los-racistas-supremacistas.html).

El futuro también puede modificar cómo vemos el pasado, “un concepto que el psicólogo Ignacio Bresco de Luna llamó ‘prolepsis’, cuando imaginados futuros son traídos al presente, como comprobó Séamus A. Power, un académico irlandés, quien en el 2018, entrevistó a personas que protestaban por el agua en Irlanda. Afirmó que las personas protestaban, pues imaginaban un futuro en que el agua era privatizada y concebían tal futuro, recordando pasados casos de privatización en ese país. ‘Hay un continuo traslape entre el pasado y el futuro’, concluyó Power. El pasado, el presente y el futuro, son flexibles y dinámicos”.

Love menciona al filósofo y epistemólogo inglés Charlie Dunbar Broad (1887-1971), “quien propuso la teoría de los ‘bloques formadores del tiempo’,         que establece que sólo el pasado y el presente son reales y el futuro, no. Mientras el futuro se vuelve el presente, se va agregando al bloque formador de la realidad. El viaje temporal mental colectivo, nos recuerda que todas las remembranzas del pasado son reconstrucciones, hasta cierto punto, y que nuestro presente es continuamente influenciado por la forma en que imaginamos el futuro y concebimos el pasado”.

William Hirst, profesor de psicología en la Nueva Escuela para la Investigación Social, dice que “si usted puede cambiar la narrativa del pasado, va a cambiar cómo vea el futuro”.

Love concluye diciendo que “no podemos cambiar esa relación, pero podemos buscar un mejor entendimiento de cómo lo que percibimos, está influenciado por el viaje mental y cómo el pasado y el futuro colectivo, pueden ser herramientas para construir un mejor presente”.

En efecto, si nos aferramos a un negro pasado, el presente, será negro y el futuro, ni se diga.

Si sufrimos un pasado trauma, por ejemplo, hay que verlo como una experiencia, no que se nos quede siempre así, como un trauma. De eso dependerá que no lo perpetuemos y que tanto presente como futuro, sean mejores.

Por eso están las terapias, que no cambian ese pasado doloroso, pero nos pueden enseñar a verlo, desde la distancia, como algo que ya pasó, como un recuerdo, nada más.

Sin embargo, las pasadas infamias cometidas por este sistema capitalista salvaje, que tanto ha destruido y contaminado al pobre planeta, no pueden ser tratadas como traumas, sino como daños que ahí siguen. Esos oprobios, , nos deben de enseñar, para tener un adecuado presente que nos dé un mejor futuro (o al menos que nos dé varias décadas más, pues así como vamos, estamos destinados a autodestruirnos).

Sí, porque si la memoria colectiva no aprende del pasado, estamos condenados a desaparecer muy pronto del planeta.

Puedo imaginar un apocalíptico futuro, con un mundo consumido por incendios forestales, basura, sequías, mares llenos de plásticos, animales muertos por millones, pudriéndose, y mujeres y hombres enloquecidos, matándose entre sí, para comerse unas a otros…

¿Creen que este devastador, imaginario escenario pueda influir para que nuestro presente mejore y lo pueda evitar?

Esperemos que así sea.

 

Contacto: studillac@hotmail.com