viernes, 6 de diciembre de 2024

En Cuatro Ciénegas, microbios que surgieron hace 500 millones de años, podrían desaparecer

 

En Cuatro Ciénegas, microbios que surgieron hace 500 millones de años, podrían desaparecer

Por Adán Salgado Andrade

 

Todavía existen en el mundo especies animales y vegetales que han logrado sobrevivir por millones de años. Los tiburones, por ejemplo, existen desde hace 450 millones de años. Han ido evolucionando y adaptándose a los brutales cambios planetarios, más agudos ahora en el antropoceno (la era en que la humanidad está cambiando al clima mundial por tanta contaminación y depredación) y siguen allí, mientras no se extingan masivamente (ver: https://www.nhm.ac.uk/discover/shark-evolution-a-450-million-year-timeline.html).

Lo mismo sucede con los nautilus, unos moluscos marinos que llevan viviendo en el planeta 350 millones de años. Como los mares se están calentando rápidamente, los pobres animales, de vistosas conchas (muy buscados y cazados en exceso por éstas y porque son una supuesta “delicia culinaria” en muchos países), han tenido que desplazarse a aguas más y más profundas (ver: https://adansalgadoandrade.blogspot.com/2022/07/nautilos-un-fosil-viviente-que-puede.html).

Igualmente sucede con las tortugas o reptiles, como los cocodrilos, cuyos antepasados se remontan a millones de años. Pero, como señalé, ahora la llamada “civilización”, está poniendo en peligro de extinción a las mencionadas especies y a miles más.

Justamente lo que puede suceder con un conjunto de microbios que existen en la región de Cuatro Ciénegas, en el estado de Coahuila. Allí, hay una serie de pozas, que son los remanentes de un océano primitivo, que existió hace millones de años, y que cubría toda esa área (tengan presente que el planeta ha experimentado infinidad de cambios geológicos y oceánicos, a lo largo de los millones de años que lleva de existir).

Esas pozas, hasta no hace muchas décadas, estuvieron sin problemas, pues las aguas subterráneas que abundaban en la región, las alimentaban, pero las actividades agrícolas y agropecuarias, las han puesto en peligro de casi desaparecer totalmente, como ha sucedido ya con varias. Es lo que expone el artículo del portal bioGraphic, titulado “Salvando al mundo perdido de México”, firmado por Carrie Arnold, quien nos introduce a su trabajo mencionando que “microbios han vivido en Cuatro Ciénegas durante 500 millones de años, han sobrevivido infinidad de cataclismos y extinciones. ¿Pero podrán sobrevivir a la humanidad?” (ver: https://www.biographic.com/saving-mexicos-lost-world/).

Abre el artículo una foto de una de tales pozas, cuya agua muestra un color azul cielo, uniforme, y con lo que parece espuma rodeándola. Está confinada por tierra arenosa, desértica, no apta para ser cultivada.

Arnold contactó a Valeria Souza, microbióloga que vive en la Ciudad de México, la que le dio un tour por la zona, que ella ha estado defendiendo por tantos años. “El agua de las pozas es sulfurosa, oliendo a huevo podrido. Cuatro Ciénegas era antes un oasis, en donde el agua burbujeaba a través del suelo limoso para crear manantiales, corrientes y a las pozas, que estaban en muchas partes del área y nutrían complejas comunidades de microbios, únicas en el planeta”.

La poza a la que la condujo Souza es llamada “La Becerra”, “que ya no es ni la sombra de lo que fue”, señala Arnold.

Antes, fue uno de cuatro lagos, que hasta eran una atracción turística, “que buscaban sanadores y paseantes”.

Pero cuando campesinos y la empresa lechera “Lala” comenzaron a explotar las aguas subterráneas para sus respectivas labores, la zona comenzó a declinar.

“¡Nunca había visto el nivel del agua tan bajo, nunca!”, fue el comentario hecho por Souza, una vez que llegaron al sitio, en donde “peces plateados de lo largo de un dedo, luciendo rayas, nadan buscando algas. El agua está muy clara, como la de una alberca”, señala Arnold.

“Durante los pasados 50 años, sembradíos de alfalfa han sobrexplotado las aguas subterráneas que alimentaban a los cuatro lagos. Uno de ellos, el Churince, se secó en el 2016. Y ya el noventa por ciento de lo que antes eran los lagos, está seco, cubierto de nopales”.

Como señalo antes, siempre la destructiva acción humana es la que acaba con estos paraísos perdidos, remanentes de un remoto pasado.

Pero los esfuerzos de Souza y de su esposo, el también microbiólogo Luis Eguiarte, por detener el secado total de La Becerra, han logrado que, al menos, una pequeña parte todavía se conserve.

Ambos tienen maestría y doctorado en ecología y genética por el Instituto de Ecología de la UNAM. Y Souza comenzó a estudiar los efectos que los frijoles saltarines tenían en los suelos en donde se sembraban. “No era muy glamuroso, pero le permitió a Souza averiguar porqué algunas especies viven en un lugar y no en otro y porqué algunos ambientes permiten que muchas especies vivan en ellos, mientras que otros, no”.

Un día, en 1994, fueron visitados por el limnólogo Wendell Minckley, de la Universidad de California, quien ya había estudiado la región de Cuatro Ciénegas, a una tortuga en especial, desde 1958 y los convenció de que era un sitio que albergaba a microbios muy primitivos.

Acudieron con él al sitio, algo escépticos, y, en efecto, quedaron convencidos de lo que les dijo Lenski, que era un medio primitivo, que había sobrevivido millones de años, así como el bioma microbial que contenía. “En una zambullida que dio Souza en la poza, a instancias de Minckley, pudo ver caracoles, tortugas y peces y se sorprendió de que vivieran tantas especies en una reducida poza, en medio del desierto”.

Lo que sucede es que hay especies tan resilientes que pueden sobrevivir, claro, hasta cierto límite. Si esas pozas se hubieran contaminado con, por ejemplo, aceites o gasolinas, muy seguramente toda la fauna que albergan, ya habría dejado de existir. Pero, de todos modos, puede acabarse, si se siguen explotando las aguas subterráneas de la región.

Minckley les comentó lo de su teoría de que esa parte habría sido un primitivo océano, pero cuando desapareció, mientras agua quedó atrapada por las montañas de la Sierra Madre, el resto se desplazó hacia los nuevos océanos que se formaron, el Atlántico y el Pacífico. En tanto que la fauna que habitó desde entonces los nuevos océanos, se nutría de fósforo, como el origen de su energía, “las bacterias en el oasis del desierto, se alimentaron de azufre y tocaba a Souza y a su esposo, demostrarlo”.

Para no perturbar las aguas de cuando todavía existía el Churince, metieron a su hija de ocho años, en un deslizador, en el agua, muy baja de nivel, para que recogiera muestras y las estudiaran. “Y lo que hallaron, fue sorprendente, pues se encontraron con una gran diversidad de bacterias, 56, de las 87 mayores familias existentes. Ni en China, se han hallado tantas, pues a lo largo de los 2,400 kilómetros del río Perla, apenas se han detectado 48 familias de bacterias, pero en una extensión muy amplia. Y las 56 del Churince, en un área tan reducida”.

No sólo eso, sino que muchas de las bacterias eran nuevas para la ciencia. Y en lugar alimentarse de fósforo, usaban azufre. “Una era totalmente nueva, única, y nunca se ha descubierto otra igual en 25 años. La nombraron Bacillus coahuilensis”.

También hallaron que los parientes más cercanos de esa bacteria, estaban en el Golfo de México, en el Mar de Corea y en los sedimentos del Mar del Norte. “Igualmente hallaron unos virus relacionados con virus marinos, que se habían separado de otras familias hace 680 millones de años”.

Así que, como se ve, son únicos esos microbios. Y su estudio podría dar indicios de cómo era la vida en el planeta hace 500 millones de años.

Pero era más importante la alfalfa y la producción de leche por la empresa Lala.

“La muerte de Cuatro Ciénegas comenzó en los 1960’s, cuando se iniciaron los sembradíos de alfalfa y se establecieron ranchos y la empresa Lala, la mayor productora de leche en la región. Explotaban la Laguna de Coahuila, pero cuando se secó, el gobierno relocalizó a los campesinos en Cuatro Ciénegas, para que hicieran pozos y explotaran los acuíferos que alimentaban a las pozas. Ya desde el 2010, Lala ha sido acusada de sobrexplotar los acuíferos, pues su empleo intensivo de agua, la hace la mayor usuaria del vital líquido. Elaborar un litro de leche, requiere de ¡mil litros de agua! (ver: https://agua.org.mx/lala-y-la-sobreexplotacion-del-acuifero/).

En vista de ello, Souza y su marido emprendieron un activismo que incluyó visitas a altos dignatarios.

Tuvieron que luchar contra burocratismo y corrupción. Sobre todo, enfrentando a Conagua (Comisión Nacional del Agua), organismo gubernamental que insistía en que las pozas no se secarían si se extraía agua de los acuíferos, pues “no estaban relacionados”. Souza les demostró que sí lo estaban, mostrando microbios que existían en esas aguas y las pozas.

Convenció a amigos cercanos al empresario mexicano Carlos Slim (1940) que comprara toda el área que comprendían las pozas, para declararlas área natural, lo cual afortunadamente hizo aquél.

Pero cuando Conagua accedió tímidamente a cortarles el agua a los campesinos, éstos se airaron y tuvo la agencia que recular. El momento crucial fue cuando Souza habló frente a una asamblea de campesinos, quienes exhibían letreros de que “El conservacionismo me matará de hambre”.

Sin embargo, hablando muy elocuentemente, Souza los convenció. “Esto que tenemos, es único en el mundo y ustedes lo pueden salvar”.

Finalmente, estuvieron de acuerdo y se cerraron varios de los canales que los surtían de agua. “Incluso, Souza hasta se hizo amiga de los que más la estuvieron atacando”.

Sin embargo, ya varias pozas se secaron.

En una reciente incursión con alumnos y otros investigadores, Souza exploró los sitios en donde ya no había agua, como el Churince, tratando de detectar si aún existían microbios comedores de azufre, los más importantes y antiguos. “En efecto, un estudiante de Bogotá, le llevó una muestra, que Souza aspiró profundamente, para detectar su aroma y, en efecto, el olor era como a huevo podrido. ‘¡Lo hallamos, se están recuperando!’, gritó jubilosa”, dice Arnold.

Quizá todavía tengan todos esos primitivos microbios una posibilidad de sobrevivir, si se deja que se recuperen las pozas.

Pero cómo son más importantes las ganancias, sobre todo de empresas como Lala (que induce a la siembra de alfalfa para alimentar a las miles de cabezas de ganado de la región), quizá sea el final de esos microbios que tantos millones de años han logrado sobrevivir.

No habrán podido con el cataclismo lechero.

 

Contacto: studillac@hotmail.com