sábado, 14 de diciembre de 2024

De cómo fue la evolución de los simios hasta llegar al actual Homo Sapiens

 

De cómo fue la evolución de los simios hasta llegar al actual Homo Sapiens

Por Adán Salgado Andrade

 

Los miles de millones de años que han transcurrido desde que la vida se formó, comenzando con organismos unicelulares, han dado lugar a varias etapas temporales, durante las cuales han surgido miles de especies, varias ya extintas, como los dinosaurios o antiguos mamíferos. Ha sido una larga evolución, al final de la cual, solamente han sobrevivido las especies más aptas y resistentes a los cambios.

Aunque ha habido varias, justo como los dinosaurios, que vivieron durante millones de años, unos 159 millones, y que seguramente de no haber sido por el supuesto meteorito que golpeó al planeta, en lo que hoy es la península de Yucatán, que los aniquiló, aún seguirían rondando la faz del planeta, probablemente habiendo evolucionado en seres más inteligentes y capaces de lo que eran.

Mas no fue así y su desaparición propició la aparición de otras especies más adaptables, entre las que están las que evolucionaron hasta que dieron origen al moderno “civilizado” ser humano.

El arqueólogo británico John Gowlett, quien es profesor de Arqueología y Antropología Evolutiva, recientemente escribió un artículo para la publicación digital The Conversation, republicado por Wired, titulado “La historia completa de cómo los humanos surgieron de los grandes simios”, en el que agrega, como subtítulo, que “el concepto de la evolución humana ha cambiado repetida y dramáticamente durante la segunda mitad del siglo pasado, gracias a oleadas de nuevos descubrimientos de fósiles, nuevas tecnologías y técnicas científicas” (ver: https://www.wired.com/story/the-whole-story-of-how-humans-evolved-from-great-apes-homo-erectus-hominin-lucy/).

Una foto de varios cráneos de pasados protohumanos, abren el artículo.

El profesor Gowlett, con amplia experiencia en antropología evolutiva (la ciencia que explica cómo ha sido la evolución de las especies que nos precedieron), explica a lo largo del artículo cómo, en efecto, con la incorporación de nuevos hallazgos fósiles, combinados con mejores técnicas de datación, con las que es posible establecer millones de años de antigüedad, ya se ha podido establecer con más certeza de dónde provenimos y cómo, al final, prevaleció el Homo Sapiens sobre otras especies, tales como los Neandertales o los Denisovanos.

Dice que es hasta ahora que la paleoantropología ha tomado más fuerza, pues combina a la paleontología con los conocimientos antropológicos, que han permitido deducir cómo vivían las especies que nos precedieron y cómo fueron evolucionando.

África es el continente en donde más se han hallado fósiles, pues ya es un hecho que de ese continente surgieron la mayor parte de los antepasados de la humanidad. Países como Kenia, Sudáfrica y Etiopía, son considerados la “cuna de la humanidad”. “En 1974, el descubrimiento de Lucy, en Etiopía, que existió hace unos 3 millones de años, se convirtió en la estrella paleolítica, pues ya era bípeda y formaba parte de criaturas parecidas a los humanos, colectivamente conocidas como homínidos. A partir de ese descubrimiento, se efectuaron grandes cambios en la concepción evolutiva, con nuevas y avanzadas técnicas y hasta el concepto de ‘humanos’ es discutible por muchos estudiosos, pues tenemos genes de los neandertales y hasta ellos compartieron nuestra historia” (ver: https://www.scientificamerican.com/article/fossil-human-ancestor-lucy-remains-pivotal-50-years-after-discovery/).

Gowlett apunta a que los orígenes del hombre podrían remontarse a unos diez millones de años, cuando surgió la especie que se dividió de los grandes simios y se convirtió en el linaje de donde surgimos. Fue cuando las condiciones ambientales eran más favorables para que aparecieran los que habrían de ser los mencionados homínidos. “Los chimpancés son los simios con los que estamos relacionados, no con los gorilas, como podría pensarse y aunque todavía no hay un acuerdo en considerarlo el punto de partida, su comportamiento social, comunicación y fabricación de algunas herramientas, han proveído indicios en el proceso que llamamos ‘hominización’”.

Señala al más antiguo fósil como el correspondiente al Sahelanthropus tchadensis, cuyo cráneo, fémur y dientes, fueron hallados en Chad, cerca del lago del mismo nombre. Esa especie vivió hace unos 7 millones de años. Luego, hace unos de seis millones de años, vivió el Orrorin tugenensis, localizado en Kenia, “aunque era un homínido de distinto género”.

El Ardipithecus kadabba, que vivió hace unos 5.5 millones de años (mda), combinaba características tanto de simios, así como de homínidos. Esta especie, que antes se consideraba que había comenzado a ser bípeda porque había emigrado de los bosques a las sabanas, “ahora se piensa que se adaptó al caminar sobre largas ramas de árboles, sosteniéndose de las que estaban más arriba”.

Dice Gowlett que el Ardipithecus kadabba pudo existir en varias regiones de África a la vez y que un sucesor, el Aramidus, también pudo obligarse a caminar por la misma razón que el anterior, “aunque el Ardipithecus todavía tenía su dedo gordo alargado, mostrando con ello que aún se colgaba de las ramas con sus extremidades inferiores. Y aunque varios de sus rasgos eran de simios, ya presentaba características de un homínido”.

Sí, muy lenta y larga debió de haber sido la evolución de esos protohumanos, pero fascinante. Sólo imaginen cómo ese antiguo mundo fue habitado por ellos, además de otras especies, como reptiles, mamíferos, aves…. ¡pero sin los graves problemas que ha provocado la actual “civilización”! (depredación, contaminación, guerras, catástrofe ambiental…). Sus únicas preocupaciones eran la diaria búsqueda de alimento, un sitio en donde guarecerse, y la interacción con los de su especie, pues por lo que señala Gowlett, ya eran sociables, como muchas especies animales. Lo vemos con las manadas de leones, de bisontes, de jirafas, de monos y otras, que hasta se auxilian cuando son atacados por depredadores como tigres o panteras (en los canales Animal Planet o el de National Geographic hay documentales al respecto).

Luego, hace entre 4.3 y 1.4 mda vivieron homínidos del género Australophitecus, de los que hay unas diez especies, entre ellos el A. anamensis, hallado en Kenia, y el A. afarensis, al que pertenecía la mencionada Lucy, hallado en Etiopía y el A prometheus, hallado en Sudáfrica.

Esas especies ya eran totalmente bípedas, con características humanas, pero de cráneos pequeños y más bajos de estatura. Sin embargo, hay otro género, los Paranthropus, que “tenían mandíbulas robustas, para comer hierbas, de los cuales hay tres especies y se consideran separados de los Australophitecus. Aquéllos, surgieron hace unos 3 mda y sobrevivieron hasta hace 1.4 mda”.

Señala Gowlett que como comían hierbas y las molían con sus molares, “sus incisivos y colmillos se fueron reduciendo y eran menores que los nuestros, en tanto que sus molares eran grandes, como los de los herbívoros”.

Eso demuestra que, por origen, fuimos herbívoros y que luego, a falta de plantas, durante las glaciaciones, por sobrevivencia, que se tuvieron que cazar animales, como mastodontes o mamuts, nos convertimos en carnívoros y herbívoros. Pero cuando se inventa la agricultura, ya fue posible disponer de alimentos vegetales todo el tiempo.

Los orígenes del género Homo, pueden establecerse hace unos 2.8 mda. Aunque Gowlett señala que no hay muchos indicios todavía “o no se han dado aún nuevos descubrimientos que permitan aseverarlo”.

Los más conocidos de ese género son Homo habilis, Homo rudolfensis y Homo erectus, hallados en África, “pero otra especie de Homo fue hallada en Dmanisi, “en lo que hoy es la moderna Georgia” (ex república soviética).

Dice Gowlett que ya por esa época, la de los Homos e incluso desde los Australophitecus, comienzan a aparecer herramientas, muchas de hueso, “que ya mostraban la gran adaptación que empezaron a tener esas especies, incluso ya, cazando a animales para su subsistencia. Son muestras antropológicas que permiten deducir cómo vivían y a dónde se trasladaban”.

Esas herramientas, no se sabe con exactitud cuándo surgieron, pero dado que animales como los chimpancés o hasta pájaros las hacen, “es una cuestión cultural”. Los chimpancés, por ejemplo, emplean varas para sacar termitas de sus nidos y comerlas, para pelear o hasta como flechas, y rocas, para abrir frutos (ver: https://www.youtube.com/watch?v=KFbqeVXzra0&t=76s).

Esas herramientas, en efecto, son muestra de gran inteligencia y adaptación “y ya se han hallado herramientas de hace unos tres millones de años”.

Si los chimpancés o grandes monos de esos tiempos las usaban, resulta lógico que hubiera una continuidad, en vista de que esos antiguos homínidos se daban cuenta de su enorme utilidad, sobre todo porque no podían hacer todo lo que necesitaban con sus manos. Es una cuestión evolutiva, en la que la necesidad, combinada con inteligencia, dan lugar a adelantos. Así, la necesidad de, por ejemplo, acarrear frutas a gran distancia, pudo ser el origen de cosas como las canastas o transportar agua, llevó a la invención de jícaras, usando guajes, también llevó a la creación de otras cosas, como la agricultura o la domesticación y crianza de animales, los que, señala Gowlett, lograron que el actual hombre se volviera sedentario y menos vulnerable, al no depender ya al cien por ciento de la Naturaleza para alimentarse.

En esa evolución, hace entre 1.8 y 0.5 mda, apareció el Homo erectus, del que abundan los restos, totalmente bípedo, con cráneo grande que iba de los 500 hasta los 1,000 centímetros cúbicos, “un 70 por ciento de nuestra presente capacidad craneal”. No sólo vivía en África, sino que se desplazó hasta el Mediano y Lejano Este (en lo que hoy son regiones árabes).

Y el uso del hacha, herramienta ya muy generalizada, también caracteriza a ese periodo, “pues son hasta artísticas las que se han hallado, lo que podría considerarse incluso como primitivas formas de arte”. A la par, en restos hallados en la actual Indonesia, se encontró otra especie, el Homo floresiensis, “que era más pequeño, más conocido como ‘el Hobbit’”.

Otra especie, el Homo naledi, vivió hace unos 300,000 años, en lo que hoy es Sudáfrica, y “pudo haber descendido de los primeros Homo erectus, aunque tenía un cráneo más pequeño”.

La mencionada hacha, de todos modos, señala Gowlett, no se generalizó, quizá porque no todos los Homo erectus tuvieran tanta necesidad de emplearla, sobre todo, en sitios en donde abundaban las plantas. También se han hallado puntas de flechas, que eran seguramente para cazar animales. Uno de ellos, el Homo antecesor, vivió en Altapuerca, en lo que hoy es el norte de España, “y se han hallado evidencias de que hace 600,000 años, esta especie y otras, ya cazaban renos y se habían adaptado para resistir las más extremas bajas temperaturas”.

También se han hallado evidencias de que esas especies ya empleaban el fuego, “que comenzó a ‘domesticarse’, desde hace un millón de años, lo que permitió que se cocinaran los alimentos y tener mejor comida para proveer al cerebro y tener más tiempo para convivir, sobre todo por las tardes. Ya sabían, incluso, cómo hacer fogatas”.

Justamente, señala Gowlett, el hecho de tener una mejor alimentación, permitió que en el transcurso de dos millones de años, el cerebro creciera en tamaño y con ello, la inteligencia, “una hazaña para la especie”.

Al tener cerebros más evolucionados, se fueron extendiendo. Así el Homo erectus africano, dio lugar al Homo heidelbergensis que ya también está presente en lo que hoy es Europa.

El descubrimiento de flechas y de que ya se transportaban ésas y otras herramientas a sitios lejanos de donde se habían hecho, “desde hace 400,000 años, da cuenta de lo avanzados que estaban los homínidos desde entonces. Y hay evidencias de que ya cazaban, pero hace 50,000 años, estaba tan generalizada esa práctica, que pudo haber llevado a la extinción de especies como mamuts, mastodontes y marsupiales gigantes”.

Es decir, que con el avance de la “civilización” y la supremacía de los homínidos, ya se dieron los primeros casos de que las acciones de los primeros hombres comenzaron a alterar las condiciones ambientales y de las especies existentes de entonces. Así que no es sólo actual nuestra tendencia a depredar y a contaminar, como ven.

Usaban la técnica Levallois para hacer herramientas de piedra, que consistía en tomar pedazos de rocas, como el cuarzo, que es quebradizo, para irlo moldeando y darle una forma precisa, además de ir obteniendo fragmentos delgados que podían usarse como puntas de flechas, de lanzas o hasta de hachas de mano (ver: https://www.youtube.com/watch?v=tA91YHaNTpc).

Y alrededor de hace 300,000 años surge, propiamente, el Homo sapiens “que es la culminación de un largo proceso evolutivo, de no más del 5 por ciento de toda la historia de los homínidos”.

“Por mucho tiempo, hasta los años 1980’s, se creyó que el actual hombre, había surgido hace unos 40,000 años, pero una mejor datación, con mejores métodos, distintos al carbono-14, han corregido su aparición hasta hace 300,000 años, con especies ya bastante similares, que vivían en África”.

Y también se ha establecido que convivieron con los Homo neanderthalensis, la gente del norte, que habitaba desde Europa occidental, hasta Siberia.

Y al este de Europa, se ha encontrado otra especie, los Denisovanos, “una rama quizá hermana de los Neandertales. Ambos grupos eran especies separadas del Homo sapiens, pero estaban tan relacionados con ésta, que por eso pudieron cruzarse entre sí”, señala Gowlett.

En efecto, ya se ha identificado que entre 1 y 2 por ciento de ADN existe entre los europeos o asiáticos actuales, que es justamente en donde los neandertales vivieron y pudieron cruzarse con los Homo sapiens. Dicho sarcásticamente, es muy probable que había algunos “rebeldes” de ambos grupos, a quienes no interesaba la “pureza de la raza”, los que se reprodujeron entre sí, podría pensarse (ver: https://apnews.com/article/neanderthals-denisovans-genetics-dna-disease-e49cb7d939cfe5d583e7ed0af8751784).

Se especula si ya se comunicarían entre ellos con algunas formas de protolenguajes, pues ya tenían desarrollados los canales auditivos, así como las terminaciones nerviosas torácicas, “lo que indica que ya existía el control de milisegundos de las respiración, que es necesario para hablar”.

Y si ya lo hacían, era muestra de sus grandes cualidades. De hecho, es un misterio aún no resuelto cómo se originó el lenguaje, y no sólo uno, sino los miles que existen, entre idiomas (más evolucionados y extendidos) y dialectos (menos evolucionados y locales). Seguramente estaban cansados de comunicarse con gruñidos y cuando se dieron cuenta de que podían expresar ideas, como cazar o cocinar o prender un fuego, fueron identificando con distintos sonidos a tales acciones, hasta que con el paso de cientos de años, se fueron generalizando esas primeras, podría decirse, palabras (de hecho, vocablos ingleses son onomatopeyas de sonidos, como “crash”, cuando algo se rompe, “splash”, cuando se salpica agua y así).

Igualmente, se han hallado evidencias de arte, de hace unos 130,000 años, como ornatos hechos de conchas de moluscos o pinturas en cuevas.

O los entierros, que también hacían los neandertales, lo que evidencia que ya había respeto por los que morían y por eso se les daba sepultura, muchas veces hasta con sus efectos personales, como adornos, que se han hallado en varios entierros.

Y hace unos 100,000 años, los modernos humanos, comenzaron a salir de África. Los recientes descubrimientos, señalan que eran una especie totalmente distinta a los neandertales, cuyos ancestros se separaron de los nuestros hace entre 500,000 y 700,000 años.

Convivieron con los neandertales, con los que, como señalé, algunos se reprodujeron.

Y los cambios climáticos, como las frecuentes glaciaciones, obligaban a desplazarse hacia climas más benignos o, si no los hallaban, a buscar formas de sobrevivencia. En Europa, hace unos 80,000 años, dominaron los Neandertales y los Denisovanos, pero luego, por circunstancias todavía no establecidas muy bien, hace 40,000 años, los Neandertales (antes, los Denisovanos), desaparecieron para siempre, sólo dejando algo de su ADN neandertal (sus cráneos eran alargados de la nuca hacia el rostro. He llegado a ver personas con esa característica).

El arte, como ya señalé, comenzó a extenderse y hay muchos ejemplos de que lo practicaban cada vez más e iba siendo más elaborado. “Una pequeña estatua hecha de marfil de mamut, hallada en una cueva, en lo que hoy es el sureste de Alemania, combina una cabeza de león con un cuerpo humano, lo que muestra la habilidad del artista que la hizo, de realizar una forma tridimensional que pudo haber tenido una gran importancia religiosa”.

Ya para que alguien hubiera realizado una estatua de marfil, tan complicada, implica que tenía un profundo conocimiento de escultura, además de que contaba con herramientas adecuadas para realizarla, como estiletes para labrarla. Quizá con el tiempo, de seguirse hallando más evidencias fósiles, pueda aclararse más desde cuándo se hacía ese arte y cómo.

Luego, hace unos 20,000 años, ya comienzan a confeccionarse canastas, vasijas de barro cocido y se empiezan a explotar recursos marítimos en sitios como Sudáfrica, Indonesia y otros. “Probablemente se domesticaron los primeros perros, lo que está muy bien documentado, hace unos 15,000 años”.

Y hace 12,000 años, durante la última Era del Hielo, se dio la mayor de las adaptaciones, con la agricultura y la domesticación de animales, como señalo arriba.

“Quizá si los Neandertales no se hubieran extinguido y hubiera sido el Homo Sapiens, habríamos tenido otra forma de evolución, pero subsistimos y aquí estamos, con más de ocho mil millones de seres humanos. Es un triunfo que vivamos relativamente felices y que tengamos esperanzas de vida mayores, gracias a la moderna medicina. Y se lo debemos a los ocho millones de años en que nuestros ancestros evolucionaron y vivieron condiciones muy duras, que condujeron a lo que ahora somos”, concluye Gowlett.

Pero, por desgracia, en lugar de aprender de todas esas penurias, al contrario, pensamos que todo es fácil y que ahora podemos hacer del planeta lo que queramos.

Y le faltó decir a Gowlett que quizá en pocos años nos exterminemos en un conflicto nuclear o por una catástrofe ambiental.

Entonces, tantos millones de años de evolución, se habrán tirado a la basura.

Nos habremos convertido en los Homo destructivus.

 

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