miércoles, 22 de julio de 2020

El lucrativo exotismo


El lucrativo exotismo
por Adán Salgado Andrade

El genocidio de pueblos antiguos, como los mexicas, fue justificado porque los nativos eran, en opinión de los invasores, simples “salvajes” que estaban en contra de la “civilización” y las imposiciones religiosas, conceptos que condenaban a todo lo que fuera diferente. El genocidio de los antiguos mexicanos o de los nativos de lo que hoy son los Estados Unidos, son dramáticos ejemplos del empleo del “salvajismo” para justificar esos deleznables, vergonzosos hechos históricos (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2015/06/en-torno-los-obscuros-origenes-de.html).
Pasado el tiempo, todo ese “salvajismo” fue siendo transformado por los poderes colonialistas, imperialistas, que lo fueron asimilando, hasta convertirlo en una mercancía, que también pudiera venderse. Ha sucedido, incluso, con figuras revolucionarios icónicas, como la de Ernesto Che Guevara, cuya imagen, ya es usada hasta por marcas deportivas, que la emplean en camisetas, tenis y otras cosas (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Che_Guevara_in_popular_culture).
Ahora, ya no se habla, por tanto, de “salvajismo”, sino de “exotismo”, concepto occidentalista que muestra a lo diferente como “exótico”, “raro”… y que no es peligroso, sino digno de ser mostrado al mundo “normal”, ser vendido, publicitado.
No sólo eso, sino que, a veces, se le impone un toque “occidentalizador” a personajes “exóticos”, con tal de que sean mostrados como “únicos”, “distintos” de la realidad “tan dura” que viven a diario y que pueden “superarla”.
Es lo que comenta el artículo “Las patinetas no salvarán a las chicas afganas”, firmado por la periodista árabe Sahar Ghumkhor (ver: https://www.aljazeera.com/indepth/opinion/skateboarding-won-save-afghan-girls-200308121710895.html).
Ghumkhor subtitula su trabajo  “Por qué el público occidental, ama buenas historias de chicas afganas haciendo ‘valientes’ cosas”, en referencia a un documental, ganador de la última edición de los premios cinematográficos “Oscar”, llamado “Aprendiendo a andar en patineta en una zona de guerra”. En dicho filme, varias chicas afganas, son enseñadas a andar en patineta por una ONG (organización no gubernamental) alemana, llamada Skateistan, cuyo propósito es “dar a los niños la oportunidad de convertirse en líderes, por un mundo mejor, combinando el patinetaje, con una educación basada en las artes”. Fue una mujer occidental la directora, Carol Dysinger, quien afirmó que el documental era una “carta de amor” para las valientes chicas de ese país y “les enseña a levantar sus manos y decir estamos aquí y tenemos algo que decir”.
Con este ejemplo, Ghumkhor polemiza, justamente, sobre lo que mencionaba arriba, que las imposiciones occidentales, muestran que lo bueno, lo “civilizador”, sólo puede surgir del mundo occidental, de los líderes del planeta, los que no son “salvajes”, pues pareciera que el exotismo acaba, cuando lo salvaje comienza.
Menciona a películas como Rock the Kasbah (2015), dirigida por Barry Levinson, sobre una chica afgana cantante, “descubierta” por un productor estadounidense. O al filme animado, dirigido por Angelina Jolie, Breadwinner (2017), “sobre una chica afgana que se disfraza de hombre, durante el reinado del Talibán, para mantener a su familia en Kabul”.
Lo peor es, que esos dos filmes, se basan en obras literarias que, ni siquiera, son de autores afganos, sino que, el de Angelina Jolie, en los libros de una escritora canadiense, Deborah Ellis, “la que fue inspirada para escribirlos, luego de que platicó con refugiadas afganas, en un campo de refugiados en Pakistán, en los finales de los 1990’s”.
Muy frecuentemente, son autores o directores occidentales, los que dan un tergiversado “testimonio” del exotismo, claro, según sus occidentales idiosincrasias. Muy deformadores, pero que, para muchos, les han servido para hacerse famosos y ricos, como la cinta estadounidense Apocalypto, del 2006, dirigida por Mel Gibson, un éxito de taquilla, en donde deforma totalmente la realidad de los mayas antiguos, enclavados en lo que hoy es Yucatán. O las igualmente famosas novelas Aztec, escritas por el también estadounidense Gary Jennings (1928-1999), las cuales, del mismo modo, muestran un falso México antiguo, desde el punto de vista del occidental (además, del incorrecto nombre para referirse a los mexicas).   
Así que, el mencionado documental de Dysinger, es la forma occidental de “empoderar” a las chicas afganas, contra la opresión, enseñándoles “valores” occidentales, para que sus historias individuales, sirvan como ejemplo para una reprimida población femenina.
Sin embargo, resultan muy convenientes esas historias, dice Ghumkhor, para ocultar que esos males son producto, justamente, de la dominación occidental, de la historia de rapiña y latrocinio colonialistas que dejaron, desde entonces, sociedades empobrecidas, violentas, deformadas, divididas y con otra serie de problemas, que se quedaron como el legado de lo que yo llamo herencia colonial maldita.
Como señala Ghumkhor, “estas historias, descontextualizan las vidas de estas chicas, presentándolas como víctimas ideales de ser compadecidas y héroes ideales de admiración. Sus logros, hacen que los Occidentales se sientan bien acerca de la guerra en Afganistán, que, a diferencia de la guerra en Irak, fue la ‘buena’ guerra, pues ‘liberó’ a chicas y mujeres y les dio las oportunidades que su misma sociedad, nunca les habría proporcionado. Después de todo, la ‘liberación de las mujeres afganas’ fue una de las declaradas ‘nobles’ causas que justificaron la invasión militar, encabezada por los Estados Unidos, llamada (irónicamente) Operación Libertad Duradera”.
Y así, con el concepto de barbarie, convenientemente usado para definir el estado de cosas imperante en la mayoría de los países islámicos, se “explican” los poderes dominantes, sobre todo, los encabezados por Estados Unidos, la condición tan dominada de las mujeres, las que sufren, justamente, por ese atraso social. Pero, si muchas de esas costumbres, digamos, machistas, persisten en países árabes islámicos, se debe a que, también, muy convenientemente, se han preservado, con tal de que la dominación económica occidental, se perpetúe.
Por ejemplo, Estados Unidos, por quedar bien con el Talibán, a finales de los 1980’s, permitió que reprimiera brutalmente todo intento de las mujeres por sobresalir de la cerrada, machista sociedad en que se les mantuvo, una vez que dicho Talibán, impuso su poder, cuando derrocó al gobierno sostenido por la URSS. Por esas épocas, Osama bin Laden, era líder de esa organización política-militar afgana, y favorito de la CIA, para contrarrestar el poder soviético, hasta que comenzó a ser el personaje “incómodo”, cuando inició sus actos de “terrorismo”, el peor de todos, el muy sospechoso del 11 de septiembre del 2001, día en fueron atacadas las Torres Gemelas de Nueva York.
Tuvo que ser eliminado, tras una supuesta larga “cacería”, como bien se muestra en el polémico filme de la directora estadounidense Kathryn Bigelow, Zero Dark Thirty (2012), en el que se reseña cómo los “servicios secretos” de los militares del Pentágono, dieron con el “escondite” de bin Laden en Pakistán y lo abatieron (el filme, recibió severas críticas de los conservadores estadounidenses, pues mostró cómo se usó la tortura para “extraer” confesiones de prisioneros árabes).
Así que, si sigue imperando una muy machista actitud en gran parte de países árabes, quienes padecen una pesada carga colonialista, justamente es porque, por pura conveniencia occidental, esas misóginas costumbres, ayudan a mantener reprimidas a sus mujeres, ahorrándoles a los invasores, el tener que controlarlas, pues viven a la sombra de sus hombres.
Por ejemplo, el subdesarrollo que padecen todos los países, que antes fueron colonias, es por las imposiciones, a su conveniencia, que las potencias controladoras  ejercieron, sin importar que eso devino en un atraso tecnológico, científico, cultural y económico, que sigue presente. Ni tampoco les importó si eso implicó la destrucción y contaminación de los recursos de tales países, lo que contribuyó, aún más, a su empobrecimiento crónico (característica, de por sí, imperante en el capitalismo salvaje) que hoy se padece en tales países.
Así que, dando “remedios” que combatan los males, más que los síntomas, dice Ghumkhor, se ha tratado de mostrar que Occidente se interesa por chicas, en este caso, afganas, para que superen, aunque sea individualmente, esa sociedad machista opresora. Eso se ha preferido, en lugar de proporcionar nuevas expectativas de verdadero desarrollo, que ayudaran a países, justamente, como Afganistán, a superar el atraso tecnológico y económico en que vive.
Una sociedad más justa, equitativa, desarrollada, contribuye, en automático, a superar atrasos, como el de mujeres oprimidas. Por ejemplo, si en México no tuviéramos el relativo avance económico y tecnológico que hemos logrado, a pesar del control de las corporaciones mundiales, la condición de la mujer sería mucho peor. Sí, porque mientras sigan los feminicidios, las violaciones, el hostigamiento sexual, la injusticia salarial (ganan menos las mujeres, en comparación con los hombres), la reivindicación femenina no será total. Pero se ha ido avanzando en crear mejores condiciones sociales, laborales, escolares y en muchos otros campos, para las mujeres.
A eso, seguramente, se refiere Ghumkhor, pues si la pobreza domina en las sociedades árabes, muchos males derivados de ella, como el tradicional machismo, persistirán.
Hace referencia al manejo que se hace de las imágenes del mencionado “exotismo”, convertido, luego, en exotismo-barbarismo – concepto que denota que no es, del todo, completamente pacífico, como pudiera concebirse –, mencionando la fotografía que hace algunos años impactó, porque se mostró, muy convenientemente, descontextualizada, en un número de la revista estadounidense National Geographic. Gracias a eso, fue un “éxito mundial”, la cual, rayó más en un oportunismo visual, que en un verdadero intento por mostrar el sufrimiento de refugiados.
De esa imagen, habla el artículo “Nunca verás la icónica foto de la chica afgana del mismo modo, de nuevo”, firmado por Ribhu (ver: https://thewire.in/media/afghan-girl-steve-mccurry-national-geographic).
En dicho artículo, Ribhu informa sobre la verdad que hay detrás de tal icónica foto, la cual, fue descubierta por el fotógrafo Tony Northrup, quien fue cautivado desde los once años, cuando le llegó a su casa, en 1985, la mencionada revista, conteniendo, como portada, la foto de Sharbat Gula, una chica afgana de diez años, en ese entonces, que vivía como refugiada en Pakistán, justo cuando en su país, los talibanes, apoyados por Estados Unidos, habían iniciado una guerra civil en contra del régimen de Babrak Karmal, apoyado por la URSS. En ese mencionado conflicto, para nada estuvo considerada la fuerte opresión a la mujer, que tradicionalmente había existido en Afganistán.
Northrup, se encargó de develar la verdad de esa foto, la cual, se presentaba en la portada con el titular “Ojos perseguidos, lo dicen todo sobre los temores de una refugiada”. Esa foto la tomó Steve McCurry, periodista fotográfico que trabajaba para la National Geographic, revista estadounidense que siempre ha lucrado con el “exotismo” y su parte bárbara.
En dicha foto, aseguró entonces McCurry, avalado por tal revista, la chica había posado sólo unos instantes, temerosa de la guerra, de tantas víctimas inocentes. Pero Northrup asegura que, tras varios años de ocultar la verdad, Sharbat habló, y dijo que esa foto, había sido por obligación, que su maestra la había forzado a que posara para ese extraño. “Entonces, Sharbat, de diez años, estaba asustada por estar sin su hijab, frente a un extraño que le iba a tomar una fotografía, algo que era totalmente ajeno a la niña”.
Justamente, McCurry no la fotografió porque fuera una refugiada, no, sino porque “estaba bonita”, como dice Northrup. “La imagen está perfectamente estudiada, como si estuviera retratando a una modelo, con un fondo manipulado, para que destacara su cara y, sobre todo, sus ojos azules. Estoy seguro que si no hubiera hallado McCurry una niña bonita, no hubiera sacado fotos de refugiados”, continúa señalando. En cuanto Northrup subió a YouTube el video que hizo para denunciar la verdad, el equipo de McCurry, se encargó de eliminarlo, justificando que eso era un libelo.
Y es que, en efecto, si se revisa esa foto, no habría correspondido a la de una refugiada espantada, pues no habría sido tan perfecta. “Se usó el glamur fotográfico de los 1980’s”, dice Northrup.
Para agregarle efectos dramáticos, la revista dijo que Sharbat era huérfana, sin familia, ni amigos, ni nadie que viera por ella, lo cual, era falso, pues tenía papá y hermanos. Sharbat declara en una entrevista para la televisión paquistaní, que su madre, en efecto, había muerto por apendicitis, no por un bombardeo en Afganistán, como falsamente afirmó la revista, pero que su padre y otros hermanos, vivían cuando se fueron para Pakistán. Claro, es lo que se hace al filmar una historia, de las muchas que hay, “basada en hechos reales”, en la que se exageran los hechos, se ficcionalizan cinematográficamente, para darles “efectos dramáticos”.
La peor burla para Sharbat fue que, el mismo equipo de National Geographic, McCurry incluido, regresó en el 2002, quince años después, para buscarla y fotografiarla nuevamente. La hallaron y, esa ocasión, casi forzada por su padre – quien, seguramente, se animó por unos cuantos dólares que deben de haberles dado –, volvió a posar para el inmoral fotógrafo, quien siguió ocultando la verdad de la mujer, sin que ella se hubiera enterado de nada, hasta muchos años después.
En esa foto, a Sharbat, la describió la, falta de ética, revista, como “golpeada por los años, con la piel de la cara requemada, arrugada, pero que sus lindos ojos azules, seguían intactos”. Seguramente, si ni esos hubiera tenido, que los hubiera perdido, digamos, ya no se habría tomado la molestia McCurry de fotografiarla. Pero, para su morbo y el del mundo occidental, ahí la encontró, de nuevo.
Lo peor de todo fue que nada recibió Sharbat. Fotos de ella, de cuando era niña, se vendían desde ¡$18,000, hasta $178,000 dólares!
Y Sharbat, casi fue expulsada de Pakistán, a causa de esa inicial foto, que, dice, “aunque me hizo famosa, sólo me trajo desgracias, desde el principio”.
Su caso es cruel ejemplo de cómo se maneja, tan convenientemente, el “exotismo” en Occidente, para que lleve a hipócritas sentimentalismos de “¡ay, debemos de hacer algo por esas pobres, oprimidas mujeres”, mientras los drones militares estadounidenses bombardean aldeas árabes, en donde se ocultan “terroristas árabes”, asesinando esos bombardeos, a mansalva, “colateralmente”, a niños, ancianos y a oprimidas mujeres inocentes   (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2012/05/estados-unidos-asesina-civiles.html).
Por eso, concluye Ghumkhor, las mujeres afganas (y todas las mujeres árabes), deben de luchar por un verdadero cambio transformador en su país, que lleve seguridad, libertad de elección y justicia para todas y todos, no sólo para unos cuantos.
Sin embargo, eso no es lo que quieren las potencias imperialistas occidentales, quienes siguen controlando los recursos de las naciones árabes, como su petróleo o gas natural.
Es mejor seguir lucrando con el exotismo y tomar bonitas fotos de la pobreza árabe.
O, en el peor de los casos, resaltar la barbarie, como también se hace, y mostrar a los “peligrosos terroristas” árabes, que bombardean, balacean o acuchillan a las “civilizadas” sociedades occidentales, las que iniciaron sus males, al arrebatarles sus territorios, hace siglos.
Eso justifica que se sigan bombardeando o invadiendo países árabes, cunas de “terroristas”.
Pero por todos los gastos militares que eso conlleva, el nefasto Trump, ya puso fecha para sacar a todas sus tropas de Afganistán, sin importar que fuerzas retrógradas, como el Talibán, regresen al poder y, quizá, con eso, sus machistas restricciones a las mujeres (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Withdrawal_of_U.S._troops_from_Afghanistan).
Nunca les importó, realmente, a Estados Unidos o a los otros países invasores, desarrollar en todos los sentidos a Afganistán, sacarlo de la pobreza, mejorar su educación, su tecnología para que, también, mejorara la condición de todas sus mujeres.
Siguió siendo valioso sólo por su gas natural y sus cultivos de amapola, los cuales se incrementaron, incluso, bajo la ocupación militar estadounidense y de sus “aliados” de la OTAN (ver: https://www.arcgis.com/apps/Cascade/index.html?appid=9e6420db54f043e487ba2831a74cb38f).
La amapola es la base del muy lucrativo negocio de los opioides, tanto los “legales”, para combatir el dolor, así como los ilegales, como la cocaína (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2020/07/insys-y-su-produccion-legal-de-drogas.html).
Así que, si el liberar a las mujeres, fue uno de los pretextos para que, en el 2002, Estados Unidos liderara la fuerza “multinacional” para invadir Afganistán, pues no se logró.
Por eso, creen ingenuas ONG’s occidentales, que enseñándoles a andar en patinetas a chicas afganas, hacerles documentales o tomarles fotos, pueda hacerlo.
Entonces ¿le importará a Occidente, si las mujeres árabes logran liberarse de la opresión machista y ejercer a plenitud sus derechos humanos?
Muy probablemente no, pues así es de hipócrita la sensiblería occidental.