Las infectas, violentas, saturadas cárceles inglesas
Por Adán Salgado Andrade
Cuanto más leo el periódico inglés, honesto, The Guardian, más me convenzo de que Inglaterra, como muchos otros países que se presumen ricos y adelantados, se asemeja más y más a uno pobre, subdesarrollado, “bananero” – como despectivamente gente de esos países “ricos”, se refiere a los países pobres y atrasados –, que comparte muchos de los problemas que padecemos los “atrasados”.
Uno de tantos es el de sus prisiones, las que evidencian las pobres condiciones en que se encuentran, cuando Daniel Abed Khalife logró escapar de la prisión HMP Wandsworth, saliendo por la cocina y escondiéndose debajo de un camión que surte a esa cárcel de cosas. Ochenta empleados de esa prisión no asistieron el día en que Khalife escapó, un 40 por ciento del personal. Khalife es un ex soldado acusado de intentos de terrorismo, pues planeaba estallar una bomba en instalaciones militares.
Y por eso pudo escabullirse, por la laxa vigilancia y la falta de personal realmente competente. Son las conclusiones a las que se llegó al analizar su caso – ya lo reaprendieron (ver: https://www.theguardian.com/uk-news/2023/sep/09/how-daniel-khalife-became-britain-most-wanted-man).
Y esa prisión, es una de tantas que presentan serios problemas de falta de personal, insalubridad y ambiente hostil y violento para los prisioneros.
El artículo “Violencia, aislamiento y celdas infestadas de ratas, es lo que reveló una investigación sobre el estado que impera en las prisiones de Gales e Inglaterra”, publicado por The Guardian y firmado por Helen Pidd, expone esa situación, como dije, propia de países “bananeros”, en donde son frecuentes los motines por cárceles abarrotadas y faltas de condiciones que, realmente, ayuden a reinsertar a los prisioneros a la sociedad (ver: https://www.theguardian.com/uk-news/2023/sep/25/insiders-on-the-state-of-english-and-welsh-prisons).
Dice Pidd que es casi imposible que periodistas entren a prisiones, seguramente porque las autoridades saben las condiciones que imperan en la mayoría de ellas. En un podcast que acompaña al articulo (https://www.theguardian.com/news/audio/2023/sep/27/overcrowded-and-understaffed-life-in-england-crumbling-prisons-podcast), Pidd dice que tuvo que acudir a ex prisioneros, para que le platicaran cómo pasaron sus días en ciertas prisiones. Uno de ellos, Kieran – no es su verdadero nombre –, está cumpliendo una sentencia de tres años en Wandsworth. “Muy deprimente lugar, no hay suficiente personal. Un día tuve que pedir que me dejaran bañarme, pues llevaba cuatro días sin hacerlo. Sólo me dijeron que no era posible, pues no había personal que pudiera custodiarme. El excusado está en medio de una celda que se supone era originalmente para una persona y ahora están tres o más. Lo tienes a un lado, apenas medio cubierto con una cortina. Y debes de soportar el mal olor del excremento de todos…¡terrible!”.
Darren es otro prisionero, quien sólo estuvo dos semanas, por haber desobedecido ciertas reglas de su libertad condicional, pero con eso tuvo para ver las infectas condiciones de esa prisión. En el podcast, platica Darren, quien estaba encargado del manejo de los contenedores de reciclaje, que “a algunos que eran para guardar latas vacías y que eran vaciados cada dos meses, les salían unas cincuenta ratas al menos”. “¡Muy asqueroso!”, dice Pidd.
También, tienen el problema de que muchas palomas se meten por las ventanas (aunque diminutas esas ventanas, caben por allí). “Y se cagan por todos lados”, dice Darren, “ensuciándote tus cosas, tu ropa, libros. Realmente es denigrante estar en esa prisión, te degrada, no te tratan como persona”, afirma, categórico.
Y es que esa prisión, que fue construida en 1851, está 170 por ciento por arriba de su capacidad, alojando 1,667 prisioneros, 667 más para los que fue originalmente diseñada.
“Al 22 de septiembre del 2023, las cárceles de Inglaterra y Gales, tienen 87,695 presos, el doble de los que eran hace 30 años. Sesenta y cinco por ciento de las cárceles están sobrepobladas, con 8,500 presos más que no reciben ‘buenas y decentes’ condiciones para estar allí”.
Y es una condición vital para reinsertar a los internos a la existencia normal. Es lo que señala Charlie Taylor, jefe de inspectores de las cárceles, citado por Pidd. “Un diez por ciento de las prisiones deberían de tirarse, pues no cumplen su propósito de rehabilitar a los prisioneros, no se les trata dignamente”, afirma, categórico. Por desgracia, no está en su poder cambiar lo malo que vea, sólo debe de reportarlo, “pero que hagan caso las autoridades, es otra cosa”, señala Pidd.
Y no se trata de construir más prisiones, como agrega Taylor, sino mejorar las condiciones carcelarias, no sólo de tener celdas decentes, sino de proporcionar una vida digna y productiva a los presos. Tiene razón.
De por sí, las prisiones no están hechas para rehabilitar a los internos. Al contrario, salen peor (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2020/11/las-prisiones-no-reforman-presos.html).
Las prisiones inglesas y galesas, no sólo tienen menos custodios de los requeridos, sino que tampoco tienen personal suficiente en labores de apoyo, como psicológicas. “Muchos de los detenidos, provienen de medios familiares que les ocasionaron traumas, que los llevaron a cometer los crímenes o delitos que los llevaron a esas prisiones. Necesitan ayuda psicológica, pero no la reciben. Kieran dice que un amigo pedía que lo transfirieran a él, a Kieran, a su celda, pues tenía fuertes problemas mentales. Los guardias nada más le decían que ‘sí, sí, ya veremos’. Nunca lo hicieron y el amigo de Kieran se suicidó. Igualmente, otros dos internos fueron hallados muertos, pero no se sabe si ellos mismos se quitaron la vida”.
Judith Feline, también citada por Pidd, renunció a su cargo como directora de la prisión HMP Maidstone, “pues las autoridades nunca quisieron darme dinero para hacer algunos acondicionamientos mínimos que necesitaba la prisión”. Dice que ni para cortinas le quisieron dar. “Me preguntó el contador que si eran necesarias y yo le dije que en verano, que amanece muy temprano, no puedes dormir por tanta luz”.
Otro problema es que al haber poco personal de vigilancia, los presos abusan, sobre todo, con las mujeres, a las que no respetan, escupen o hasta avientan bacinicas con excremento. “Eso le sucedió a una custodia y tuvo que estar en permiso dos meses, por el trauma que sufrió cuando le echaron excrementos en plena cara”.
Obviamente, así no van a lograr “reinsertarlos”, “sólo empeoran”, como dice Feline.
Y aunque en el 2017, se inauguró una nueva prisión, la HMP Berwyn, que costó £250 millones de libras esterlinas, ya está a “sólo seis prisioneros de alcanzar su capacidad. Como tiene poco personal, ya tampoco los presos tienen las condiciones que originalmente les eran ofrecidas, como celdas individuales y hasta equipadas con laptops (sin internet), para que escribieran y hasta pidieran menús especiales”.
Paul, uno de los prisioneros de esa cárcel, dice que al principio estaba encantado. “Nos dejaban estar fuera hasta diez horas al día, pero al irse llenando e ir teniendo menos personal, nos han ido restringiendo las salidas, que son tan necesarias. Además, no nos dan cursos para aprender cosas. Yo pienso que hasta deberíamos estudiar una carrera en prisión, para que saliéramos convertidos en hombres de provecho, pues si no hacemos nada, menos nos rehabilitamos”.
Tiene mucha razón, pues el hecho de que los internos desarrollen actividades artesanales, artísticas, que hasta les proporcionen un ingreso, los va convirtiendo en mejores personas.
De otra forma, la inactividad y la convivencia con personas que son realmente peligrosos delincuentes, los irá deformando, en lugar de rehabilitando.
Otro problema son las drogas, las que incitan a la violencia. “Personal de mantenimiento de Wandsworth tiene que cambiar 300 excusados, que son destrozados por los internos cada mes, pues en ellos “desquitan su comportamiento violento”. Y esas drogas, le dijeron a Pidd, que muy probablemente son introducidas por custodios corruptos. Como no ganan tanto, unas £2,500 libras mensuales ($53,725 pesos, mucho para aquí, pero poco para allá, con rentas que pueden llegar a 1,000 libras como mínimo para departamentos en malas condiciones), muchos no están tan interesados en ser honestos y recurren a la corrupción, con tal de procurarse un salario extra.
Igualmente, de contrabando, los prisioneros meten celulares y otras cosas, hasta armas, u objetos que pudiera ser usados para agredir a otros internos. “Hasta se hacen famosos, pues se crean sus canales de YouTube, con miles de seguidores”, dice Pidd.
Taylor, el jefe de inspectores, dice que es necesario humanizar más las prisiones. “¿Qué queremos cuando salgan, que sean personas bien integradas a sus familias o que no sean más que un nuevo peligro para la sociedad, al salir convertidos en peores personas que cuando recién entraron a la cárcel?”.
Louise es una custodia veterana, que ya tiene más de 20 años trabajando en una prisión al norte de Inglaterra. “La verdad, ya me cansé, pues todo ha empeorado. Dicen las autoridades que van a mejorar, a meter más dinero para la atención de los internos, pero nada, nada. Estoy pensando en retirarme, sinceramente”.
Y ese el sistema carcelario inglés.
En la más reciente entrega de la saga de James Bond, titulada “No time to die”, un encarcelado Ernst Blofeld, súper villano, eterno enemigo de Bond, es solicitado para ser entrevistado por el 007. Está recluido en una prisión de alta seguridad, en Londres, muy moderna, bien iluminada, limpia, toda de acero, de lujo.
Así, en tan magníficas condiciones, ningún preso tendría problemas en permanecer allí, es de suponerse.
Pero no es así. Tienen que convivir con el mal olor de excrementos, el peligro de ser mordidos por ratas o de ser asesinados por sus compañeros de celdas.
Se entiende que, por eso, muchos no aguanten y prefieran suicidarse.
Para el sistema, será mejor, ¿no?
Un preso menos para alimentar.
Contacto: studillac@hotmail.com