martes, 26 de octubre de 2021

La sombra del viento o de cómo una novela se hizo realidad

 

La sombra del viento o de cómo una novela se hizo realidad

por Adán Salgado Andrade

 

El escritor español Carlos Ruíz Zafón (1964-2020), denota mucha calidad literaria en sus trabajos, algo difícil de lograr actualmente, dado que muchos de los autores contemporáneos, que triunfan comercialmente, es porque siguen fórmulas gastadas, que saben que entretendrán, pero ya.

En el caso de Ruíz Zafón, se nota el cuidado con el que escribía, cuidando detalles y no dejando nada suelto, sino que, al final, la trama encaja perfectamente, no se ve forzada.

Es lo que puede notarse en su muy elaborada novela “La sombra del viento”, publicada en el 2001, la que se ha traducido a varios idiomas, y vendido millones de copias en todo el mundo. Junto con “El juego del ángel”, publicada en el 2008, una precuela de “La sombra del viento”, “El prisionero del cielo”, del 2011 y “El laberinto de los espíritus”, del 2016, forman la serie titulada “El cementerio de los libros olvidados” (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Carlos_Ruiz_Zaf%C3%B3n).

Al concluir la lectura de “La sombra del viento”, puedo decir que quedé muy satisfecho. Lástima que un escritor que prometía ser tan prolífico, haya fallecido prematuramente.

En la novela, el personaje central es Daniel Sempere, cuyo padre tiene una librería en Madrid. La novela se ubica en los 1950’s, en una España dominada por el fascismo franquista, la que la mantenía en un estado de velada represión, con agentes policiacos que perseguían a todos aquéllos que, durante la guerra civil (1936-1939), hubieran estado a favor de los Republicanos, quienes formaban el ala democrática, opuesta al dictador Francisco Franco (1892-1975). Conozco a buenas amigas españolas, cuyos nombres, son un reflejo de la cerrazón que se vivió, en donde los “valores religiosos” imperaban sobre el sentido común. Son las llamadas “Inma”, que es la contracción de “Inmaculada Concepción”, luego de lo cual, vienen los apellidos. “Es muy vergonzoso para mí”, me comentaba una de ellas, que así, para su desgracia, se llama.

Así que en ese ambiente, obscuro, represor, se desenvuelve buena parte de la novela.

El padre de Daniel, cuando éste tenía sólo trece años, lo lleva a visitar “el cementerio de los libros olvidados”, que es custodiado por el señor Isaac Monfort, en donde encuentra un libro, “La sombra del viento”, escrito por un tal Julián Carax. Daniel, buen lector, en una tarde lee toda la novela y se entusiasma tanto, que decide investigar más sobre Julián Carax, del que no se sabía mucho y que todas sus novelas eran casi inexistentes, pues habían ido desapareciendo, destruidas por un personaje misterioso, Lain Coubert, quien se llamaba igual que un personaje de “La sombra del viento”, el cual, tenía una especial aberración a la obra de Carax.

Y de allí, la novela se desenvuelve, como una especie de complejo thriller, en el cual, Daniel, cuatro años más tarde, cuando tenía ya diecisiete años, junto con Fermín Romero de Torres, un indigente que acogen entre Daniel y su padre, buscan descubrir qué sucedió, realmente, con Julián Carax y porqué sus libros iban siendo destruidos por Lain Coubert.

Poco a poco, Daniel va desentrañando la historia. Averiguó que Julián Carax era hijo de Sophie Carax, una mujer francesa muy bella y talentosa, la que se había casado con el sombrerero Antoni Fortuny. Al principio, Fortuny estaba muy enamorado de Sophie, hasta que se enteró de que ya estaba embarazada de Julián Carax y de allí, la trató como “la gran puta”, a la que maltrataba y golpeaba, además de renegar del niño.

Un día, se acercó a la sombrerería el señor Ricardo Aldaya, un rico madrileño, padre de Penélope, una chica de la edad de Julián Carax, que andaba en esos años en sus 17. Aldaya acoge a Julián Carax, pues “le veo mucho potencial al chico, señor Fortuny”. De inmediato, lo llevó al colegio de San Gabriel, en donde todos los hijos de los ricos asistían. El otro hijo de Aldaya, era Jorge, con quien Julián Carax inicia muy buena amistad. Otro de sus amigos, era Fernando Ramos, quien se convierte en eclesiástico y, más tarde, en maestro de San Gabriel. El otro, era Miquel Moliner, con quien Carax llega a ser muy íntimo, el mejor de los otros dos amigos. Un personaje obscuro es el hijo de los conserjes, Francisco Javier Fumero, “un hijo de puta”, que más tarde habría de convertirse en un brutal, asesino, agente policiaco franquista que perseguía a los antiguos nacionalistas, como a Fermín.

Aldaya, se había hecho de una mansión, en la avenida de Tibidabo, número 22. Esa mansión, había sido de otro ricachón, Salvador Jausá, pero obscuros hechos – el hombre, tenía a su servicio a una mulata cubana, que era amante de él y a una esposa estadounidense, quien es asesinada, por celos, por la mulata, luego de lo cual, ésta, se suicidó  – la habían cargado de una negativa energía. De todos modos, Aldaya estaba orgulloso de que casi la había adquirido regalada. Sin embargo, las energías negativas y lo lúgubre, no se le pudo quitar a esa casa.

A dicha mansión, lleva Aldaya a Julián Carax, en donde conoce a Penélope, la hija, de quien se habría de enamorar perdidamente. Penélope, igualmente, se enamora con todo su corazón de Julián Carax. Ese amor, es notado por Jacinta Coronado, la nana de Penélope, a quien esa mujer ve como su hija, y sólo quiere lo mejor para ella.

Y Jacinta, devota mujer, oculta ese romance. Sin embargo, un día, la madre de Penélope, los descubre haciendo el amor. Y lo comunica a Aldaya, su esposo, quien enfurece terriblemente, poniéndose como energúmeno, preguntándose Jorge, su hijo, a qué se debía.

La razón era que Julián Carax, era hijo de Aldaya, pues fue el resultado del machista cortejo de éste a Sophie, antes de que se casara con el sombrerero. Como Aldaya era muy macho y “no dejaba escapar a la mujer que le gustara”, la seduce y la embaraza. Pero la amenazó con matarla si revelaba de quién era el hijo. Sophie, entonces, decide hacer caso a los cortejos de Fortuny y se casa con él. Y, como ya señalé, al darse cuenta Fortuny que ella estaba ya embarazada, se le acaba el encanto y la trató muy mal.

Por eso Aldaya, ya cuando Julián Carax había crecido, decide acogerlo y darle carrera para que se encargara de sus negocios, “pues Jorge no sirve para nada”, decía el señor de su hijo. Y a Penélope, la tenía reservada para algún ricachón, así como él  de “buena familia”.

Como un doctor determinó que Penélope estaba embarazada, Aldaya la castigó severamente, golpeándola y no alimentándola. Y prohibió a su servidumbre que se acercara Jacinta, a la que acusó de alcahueta de Penélope.

Debido a los golpes y malos tratos, Penélope, al dar a luz, murió, junto con su hijo. Y Aldaya, con tal de ocultar esa “vergüenza”, decide sepultarlos a los dos en el sótano de la casa. Su esposa muere y él, junto con Jorge, se fueron a Argentina, a continuar con sus negocios, ya casi quebrados. Pero Jorge había jurado que se vengaría de Julián Carax. Y se valió de Fumero.

Fumero, el mencionado hijo de los conserjes del colegio de San Gabriel, por las contantes burlas a las que había sido sometido de adolescente, por los estudiantes de la escuela, se volvió un resentido, pero mucho más, cuando vio besándose a Julián Carax con Penélope, en una ocasión, en que la chica había ido al colegio. La madre de Fumero, era una mujer muy ignorante, que deseaba que su hijo, “entrara en sociedad”. Llegaba al colmo de vestirlo, según ella, de gala, pero se veía muy ridículo. Cuando Fumero ve a su amor platónico, Penélope, besándose con Julián, tomó el rifle de su padre el conserje y tiró a matar. Pero, por fortuna, Miquel Moliner evitó el asesinato, empujando a Julián. Pero a la que sí mató Fumero, fue a su madre, cuando ya estaba él en el ejército. Los policías le dispensaron el asesinato, pues notaron que el muchacho tenía “garra” para ser un represor.

Y fue al que acudió Jorge para consumar su venganza.

Luego de que Penélope es castigada por su padre, Julián Carax, ayudado por Miquel, huye a París, en donde se pone a escribir.

Y quien le publicaba era un editor madrileño, al que Miquel, pagaba con el dinero de la fortuna que, por ese entonces, tenía. Esos hechos, toman lugar en los años 1930’s, antes de que se diera la guerra civil española.

Y la que trabajaba en esa editorial era la hija de Isaac Monfort, Nuria. Ella adoraba las novelas de Julián Carax.

Cuando aquél regresa de Paris, le pide ayuda a Nuria, para localizar a Penélope. Nuria, le había ocultado la verdad. Julián quiere visitar la casona. Nuria trató de oponerse, sabiendo lo que hallaría allí Julián.

Pero él insiste. Y fue allí que, al bajar al sótano, descubre las criptas de Penélope y del que habría sido su hijo.

Presa de un odio y una furia, Julián huye del lugar.

Más tarde, se fue al almacén en donde la editorial que le publicaba sus novelas, guardaba sus libros. Luego de enterarse de la muerte de su gran amor (que, en realidad, era su hermana, pero eso tampoco lo supo), consideró que su trabajo literario, no valía la pena, pues era parte de un pasado perdido. Prende fuego a la bodega, pero el fuego lo atrapó. Y a pesar de que tenía quemaduras muy graves en todo el cuerpo, sobrevivió, gracias a los cuidados de Nuria, la que estaba enamorada de él.

Y así, horriblemente deformado, sin párpados, asumió la personalidad de Lain Coubert, quien deambulaba por todo Madrid, en busca de sus novelas, para quemarlas y que no hubiera un solo libro de ese, ya, inexistente pasado.

Y de hecho, luego de que Daniel leyera la novela La Sombra del Viento, tuvo un encuentro con Coubert-Carax, quien le dijo que sabía que Daniel tenía una copia de La sombra del Viento y que le pedía de la manera “más atenta” que se la diera.

Fumero, por su parte, le va siguiendo los pasos a Julián Carax. Y se entera de que Nuria lo había acogido. Decide, entonces, asesinar a Nuria, para ir cercando a quien tanto odiaba.

Nuria, había dejado a su padre, un manuscrito para Daniel, en el que narró todo por lo que había pasado Julián Carax, la muerte de Penélope, del hijo de ambos, de que eran hermanos y de cómo casi había muerto por el incendio en la bodega. Y de que Fumero estaba por asesinarla, para ir cercando a Julián. “Si lees esto, Daniel, ya estaré muerta”.

Con ese manuscrito, quedan muy claras las cosas para Daniel, por lo que Fumero redobla su vigilancia hacia él.

Muy bien es descrito Fumero, un personaje deleznable, brutalmente violento, cuyas frustraciones las desquita, gracias a su trabajo como “hijo de puta represor”. Como en lo que, por desgracia, se convierten todos los que trabajan en los cuerpos represivos del mundo, sean soldados, policías, agentes…

Paralelamente a sus investigaciones, Daniel se enamora de Beatriz, la hermana de un amigo de la infancia, Tomás Aguilar, la que, supuestamente, estaba comprometida con un militar, pues el padre de ella, lo era, y quería que Beatriz se casara con alguien “de su alcurnia”.

Tanto en el caso de Penélope, como en el de Beatriz, podemos ver cómo era una sociedad llevada por los prejuicios de la “categoría social”, de que la gente de “alcurnia”, sólo podía mezclarse con sus “iguales”. Y sigue lo mismo, pues España insiste en sostener a la parasitaria “familia real”, que vive de los impuestos de los españoles. Amigos progresistas de ese país, me han dicho que muchos ya desean que desaparezcan esos parásitos, “que no sirven para nada”.

Daniel, con Beatriz, comienza a vivir una situación semejante a la de Julián Carax, pues ella, a pesar de estar comprometida a la fuerza con el militar, realmente estaba enamorada de Daniel. Y se dio un, igualmente, tórrido romance entre los dos. Se encontraban en la casona de Tibidabo, en donde hacían el amor apasionadamente.

En una ocasión, se extendieron tanto, que Beatriz llegó muy tarde a su casa. Su padre, le “coció los labios a bofetadas”, como le dijo Tomás a Daniel, cuando éste fue a buscarla a su casa. “¡Mi hermana no está, desgraciado. Está embarazada!, ¿qué le hiciste?”, le reclamó Tomás, y le tuvo tanto coraje, que lo golpeó muy fuerte.

Muy lastimado, Daniel sale a la calle, sospechando en dónde estaría Beatriz.

Es rescatado por Fermín, quien lo lleva a casa de un amigo, en donde lo cura y le da somníferos para que descanse.

Pero Daniel, una vez recuperado, sale sigilosamente de la casa.

Y va a la mansión de Tibidabo en donde, en efecto, estaba Beatriz. Allí, Julián Carax, que estaba viviendo allí, luego de que Fumero asesinara a Nuria, la protegía. Y le dijo que quería a Daniel mucho y que comprendía porqué era tan importante para ese muchacho salvar sus novelas y conocerlo, “pues me tiene una inmerecida admiración”.

Y hasta allí llegó Fumero. Amenazando con su arma a Daniel le exige que le diga en dónde “está el hijo de puta de Carax”. Pero Julián Carax, le llegó sorpresivamente por atrás al policía y se traban en una pelea. Se separan por un momento, que es aprovechado por Fumero para dispararle. Sin embargo, Daniel, al ver eso, decide proteger a Julián y se interpone. “Sentí que había muerto”, dice.

Entonces, Julián Carax, furioso, se le va a Fumero con todo, le mete sus dedos en los ojos y lo arrastra hasta una fuente que había en el patio de la casona. En esa fuente, había la estatua de un ángel, cuyas manos estaban en posición de rezo. Y contra ellas, ensarta Julián Carax al desgraciado represor.

A pesar del balazo recibido, Daniel no muere. Se repone y, finalmente, se casa con Beatriz, a pesar de las lamentaciones del padre de ella.

La novela concluye cuando, diez años después, en 1966, Daniel refiere que Beatriz y él, querían mucho al hijo, del cual, ella se había embrazado durante el tórrido romance juvenil. Se llamaba Julián, en clara alusión a Julián Carax. Y tenía diez años.

Tomás, perdonó a Daniel y se fue a radicar a Alemania, desde donde, de vez en cuando, le enviaba cartas.

Siguen administrando la librería del señor Sempere. “Y no hemos cedido a las ofertas de que nos las quieren comprar, para poner una tienda de regalos”.

La casona, había sido convertida en una agencia de publicidad.

“Y seguiremos con la librería, a pesar de que dice Beatriz que cada vez se lee menos”.

Por desgracia, es una tendencia, que cada vez la gente lea menos.

Pero espero, de verdad, que lean esta reseña de esta magnífica novela.

 

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