domingo, 27 de septiembre de 2020

El mundo marciano de Gustave Le Rouge

 

El mundo marciano de Gustave Le Rouge

por Adán Salgado Andrade

 

Hace unos meses, tres sondas fueron enviadas a investigar, minuciosamente, si hay o no vida en Marte. Fueron el Orbitador Esperanza, de los Emiratos Árabes, el Tianwen-1, de China y el Perseverance, de la NASA. Casi se lanzaron simultáneamente, y se espera que lleguen y amaricen en febrero del 2021 (ver: https://www.nytimes.com/interactive/2020/science/mars-perseverance-tianwen-hope.html).

La especulación sobre si hay vida en Marte o no, se remonta a siglos, incluso, y ha sido motivo de libros de ciencia ficción, películas y más parafernalia al respecto.

Los fans del famoso luchador Santo el Enmascarado de Plata, deben de recordar una de sus emblemáticas películas, “Santo contra la Invasión de los Marcianos, de 1966, dirigida por Alfredo B. Crevenna, cinta sobre unos marcianos y marcianas, quienes pretenden conquistar el planeta, pero gracias al Santo, sus planes se vienen abajo, cuando los derrota e, incluso, hace estallar su nave. Quizá una de las escenas más surrealistas del filme (como en todas las cintas del Santo), es en donde marcianas se hacen pasar por bailarinas de un cabaret, moviéndose, con mucho estilo y ritmo, sin que nadie sospechara que eran alienígenas marcianas. No menos hilarante es, que varios de los marcianos, encabezados por su jefe, encarnado por el actor Wolf Ruvinskis, se conviertan en luchadores, que enfrenten al Santo. Muy sui generis, y hasta ingeniosa, esta forma de mezclar luchas con ciencia-ficción.

Y es que, por esos años, poco se sabía de Marte, ni habían llegado sondas que lo recorrieran, como la del 28 de mayo de 1971, la soviética Marte 3, que fue la primer sonda en lograr un amarizaje, en el rojo planeta. Posteriormente, con la sonda estadounidense Curiosity, que sigue enviando información, se han enriquecido mucho los conocimientos de dicho planeta. Y, hasta ahora, no se ha hallado vida, no, al menos como la suponemos, como nosotros, con elementos que forman bases orgánicas, como oxígeno, hidrógeno, nitrógeno y carbono.

Aunque hay algunas teorías que apuntan a que, quizá, haya otros tipos de vida, no necesariamente como la conocemos, probablemente una piedra o un “microbio”, que se alimente de elementos raros, o hasta algún gas, puedan estar “vivos”, pero de otra manera. No se puede buscar un tipo de vida del que no se tenga, en absoluto, referencia alguna, dice la astrobióloga Lynn Rothschild, de la NASA (ver: https://www.theguardian.com/science/2020/sep/05/are-aliens-hiding-in-plain-sight).

Por lo mismo, la imaginación, sobre todo de los pioneros escritores de la ciencia-ficción, daba para muchos posibles escenarios, todos, dando por hecho, que algún tipo de vida debía de existir en Marte, si no, como sus propuestas, pero algo debía de existir. Cuando eran avistados ovnis, a muchos, se les achacaba que provenían de Marte.

Por supuesto que, no en Marte, quizá, pero debe de haber cientos de formas de vida en el vasto Universo, no podemos ser sólo la única. Pero, fuera de periódicas manifestaciones, como objetos voladores no identificados y la rica narrativa de personas que aseguran haber sido abducidas por alienígenas, nada ha sido comprobado fehacientemente hasta ahora.

Pero eso, no fue impedimento, como señalé, para que escritores de ciencia-ficción, de finales del siglo diecinueve, hicieran propuestas de la clase de vida que habría en Marte.

Uno de ellos, fue el francés Gustave Henri Joseph Le Rouge (1867-1938), prolífico escritor del género, que se apoyaba, incluso, en personajes reales, como científicos, con tal de dar mayor veracidad a sus novelas. Muchos, lo consideran como el intermedio entre otro francés, Julio Verne (1828-1905) y el inglés Herbert George Wells (1866-1946), pues su obra, ni era tan juvenil, como la de Verne, ni tan compleja y futurista, como la de Wells (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Gustave_Le_Rouge).

Sus obras más elaboradas son Le Prisonnier de la Planète Mars (1908) y su secuela, La Guerre des Vampires (1909), que en español (en España), fue titulada como “El Astro Espantoso”. Ésta, sigue las aventuras que el erudito ingeniero Roberto Darvel, tiene en Marte, a donde fue llevado “por poderes psíquicos de bramas hindúes”. En el primer volumen, Le Prisonnier de la Planète Mars, se narra cómo vivió prisionero en el planeta por “marcianos”, seres idénticos, según los describe Le Rouge, a los humanos. El volumen dos, como dije, titulado en España “El Astro Espantoso”, describe los horrores que tuvo que pasar Darvel, a manos de vampiros cósmicos y otros “repugnantes seres, con forma de cerebros con alas y unos tentáculos”. La edición que leí es antigua, un libro de casi cien años, publicado en 1922, por la Editorial Saturnino Calleja, que, como muchos libros de la época, se hacían sólo de celulosa. Por lo mismo, sus páginas son quebradizas, hay que ser cuidadoso al leer esos antiguos libros. Ese libro, como muchos cientos más, son herencia dejada por mi padre, el profesor de inglés Froilán Salgado Álvarez (1910-1982).

Cuando leía la descripción de los “monstruos” a los que tuvo que enfrentarse Darvel, a la mente me vino el horror cósmico creado por el estadounidense Howard Phillips Lovecraft (1890-1937), en donde, a su personaje principal, el dios de los horrores primigenios, Cthulhu, lo describe con tentáculos por cara, como de pulpo, y alas, como de murciélago, tal y como los refiere Darvel.

Muchas “casualidades”, existen en varias ramas de la ciencia, o ideas de todo tipo o literatura. Quizá sea eso, una casualidad o, quizá, Lovecraft, haya leído alguna vez esa novela, pero hay mucha coincidencia entre los monstruos murcielaguinos de ambos escritores.

Los personajes principales de “El Astro Espantoso”, son el naturalista Rodolfo Pitcher, el capitán Wad, el ingeniero Bolenski, el físico Jorge Darvel, hermano de Roberto, Zaruk, un árabe ciego, de muy obscura piel, con poderes extrasensoriales, Miss Albertina, prometida de Roberto, quien tenía a su servicio al cocinero Frymock y a Krumira, su asistente.

Miss Albertina es una rica filántropa, que habita un palacio, en medio del desierto, en donde los cuatro hombres, viven muy cómodamente y comparten un muy completo laboratorio, “enfriado por tubos de aire”. Aquí, probablemente, Le Rouge ya había escuchado hablar del aire acondicionado, inventado en 1902 por el ingeniero estadounidense Willis Haviland Carrier (1876-1950), lo que muestra que estaba al tanto de los adelantos tecnológicos de la época.

Los cuatro hombres y Miss Albertina, están buscando la forma de ir a Marte, a rescatar a Roberto, pues tienen la esperanza de hallarlo con vida. Por eso, habían convocado a Jorge, para que se les uniera en sus intentos científicos para lograr tal hazaña.

No deben de esperar mucho para encontrar a Roberto, quien cae a la tierra, envuelto en una especie de cascarón rocoso y por una capa de espeso líquido que, incluso, tiene dentro de su cuerpo. Esa especie de meteorito, se estrella, estrepitosamente, sobre el palacio de Miss Albertina, destruyendo parte del laboratorio. Quedan muertos, entre las ruinas, el capitán Wad y el ingeniero Bolenski. Todos los demás, por fortuna, salen ilesos.

Ya recuperados de la sorpresa y de la pena de los dos fallecidos, a quienes sepultan a las afueras del palacio, se ponen a examinar el “meteorito”. Atacan con picos y martillos a la piedra, hasta que llegan a un núcleo acuoso. Retiran capas del extraño material y ¡dan con Roberto!, quien parecía estar muerto, pero Jorge, piensa lo contario, que sólo está en estado de hibernación.

Comprueban que respira, aunque levemente. Llaman a un doctor y les receta varios medicamentos y cuidados. Con los días, Roberto se recupera, y está en posición de relatarles lo que le había sucedido en Marte.

Allí, tras ser prisionero de los marcianos, quienes, como dije, eran iguales a los humanos, es atrapado por una raza de fieros erloors, especie de lovecraftescos, monstruosos murciélagos, que tenían tentáculos, con los que sujetaban a su presa. Lo tienen prisionero, varios días, en una gigantesca cueva, a la que llegan a dormir todos los días, pues son seres nocturnos, que tienen aterrorizados a los marcianos. Roberto dice a sus escuchas que le sorprende que no lo hubieran matado y devorado, como hacían con los marcianos y otros animales de esa planeta.

Un día, los marcianos, que tenían ya en gran estima a Roberto, por todas sus enseñanzas, comandados por Eeeuais – personaje mencionado en el primer tomo –, lo rescatan de los monstruos alados, llegando a la cueva, cuando era de día, e incendiándola, mientras los murciélagos dormían.

Ya, a lo lejos, escuchan los terribles aullidos de dolor, emitidos por las agonizantes bestias.

Eeeuais, estaba muy contenta de haberlo rescatado, además de que se había enamorado de Roberto, con quien quería desposarse. Roberto estaba conmovido por la bondad y amor de la marciana chica, pero, en su interior, deseaba regresar a la tierra, en donde lo esperaban sus amigos y su prometida.

Sus dilemas, se interrumpieron bruscamente, cuando, en medio del bosque, por el que regresaban a la tierra de los marcianos, fueron atacados por seres más peligrosos y malignos que los erloors, los vampiros invisibles.

A todos dejan muertos o muy mal heridos.

Roberto, se encuentra con el cuerpo, sin vida, de Eeeuais, pero poco tiempo tiene de llorar su muerte, pues es atrapado por uno de tales vampiros, que lo deja sin sentido.

Cuando recupera el conocimiento, se ve en una celda de cristal, la cual está, a su vez, en una especie de colosales torres metálicas, las que contienen cientos de celdas, como en la que está Roberto.

Logra escapar de su celda, rompiendo, con la fricción de su chaqueta, al vidrio – recurre Le Rouge a conocimientos científicos, algo exagerados, para conceder gran inteligencia a Roberto – y se pone a explorar el lugar. Al poco tiempo, tiene su primer encuentro con sus captores, los que emitían diabólicas risas, como su forma de expresarse. “Pensé, al principio, que se burlaban de mí, pero era como hablaban entre sí”, reflexiona Roberto de tal encuentro. Los describió como una especie de cabezas enormes, con alas a los lados y apéndices pulposos con los que sujetaban a sus presas. “Lo más repugnante y horroroso que había visto hasta ese momento. Los erloors, eran juego de niños, comparados con esos espantosos entes”, exclamó Roberto, cuando eso platicaba.

Tampoco lo matan para devorarlo, como teme y lo alimentan, lo mejor que pueden, llevándole “platillos”, a base de carne de animales marcianos, que salían a cazar durante el día, pues, a diferencia de los erloors, dormían durante las noches.

Las torres, estaban cimentadas en medio del mar marciano. “Y veía las casas de los habitantes y a los cardúmenes de peces, que, seguramente, cuidaban esos seres, con forma de gnomos, de los que salían branquias, a los lados de sus cabezas”, describe eso, a sus escuchas, Roberto.

Como se hizo amigo de los vampiros, le contaron – todo, a señas y con símbolos que anotaban en pizarras que había acondicionado Roberto – que sus ancestros, habían construido esas torres y que había una lejana montaña, a la que debían de salir varias docenas, de cuando en cuando, en donde eran sacrificados. “Era una especie de sacrifico masivo, del que no podían librarse, pues si no cumplían, provocarían la ira de lo que fuera que los esclavizaba así”, refería Roberto.

Y relata cómo fue que se armó de valor, de pólvora, fabricada por él mismo, y otras cosas, para ir a la diabólica montaña. Al inspeccionarla, comprobó que contenía un “enorme cerebro, que controlaba a todo el planeta y esos desgraciados vampiros, que iban cada cierto tiempo, para que los matara y se alimentara de su sangre.

Se alimentaba de una especie de bosque de metálicos “árboles”, que captaban los rayos de las tormentas y le llevaban electricidad. Resuelve Roberto usar la pólvora, para dinamitar la línea de conducción de electricidad y dejar a la enorme masa cerebral, sin el vital fluido.

La explosión, en apariencia, logra terminar con el malvado cerebro y los vampiros, junto con Roberto, celebran su victoria.

Pero es sólo aparente, pues, de repente, el cerebro despierta del sopor, “por alguna razón que desconozco aún” y comienza a atacar y a matar, con rayos, a todos los vampiros.

Enojados los monstruos con Roberto, por creer que los había traicionado, se le van encima y lo golpean… hasta dejarlo sin sentido…

“Cuando desperté, me encontraba entre ustedes, en medio de esa cama, no sé lo que pasó y cómo fue que llegué aquí”, cuenta a sus azorados oyentes, quienes le comentan, muy espantados, que el árabe Zaruk “ha visto”, a pesar de ser ciego, a esos horrendos seres, quienes deben de haberlo acompañado a la Tierra.

Roberto se inquieta. “No sé lo que busquen, pero no debe de ser nada bueno”, murmura.

Luego, Roberto “sueña” que cuando los vampiros estaban a punto de matarlo, el cerebro les ordenó meterlo en una roca y arrojarlo al volcán, que estaba en erupción permanente. Éste, le dio tal impulso, que llegó a la Tierra. Lo platica a todos, refiriendo que “es posible que esa erupción, me haya dado el impulso suficiente para llegar aquí, en lugar de matarme”.

La siguiente noche, “sueña” que lo atacan vampiros y que secuestran a Miss Albertina.

Enfurece, pues, en el sueño, los vampiros lo confrontan, amenazando con llevarse a la chica, si no les ayudaba a regresar a Marte y destruir al Gran Cerebro, pero él les dice que no los ayudará. Y presencia cómo van a la habitación de su prometida y la raptan. “Debí haber supuesto que no era un sueño”, dice, con coraje, a Jorge y a los otros.

Armados de pistolas con balas aceradas, emprenden el rescate de Miss Albertina. Zaruk, con sus grandes poderes mentales, que sustituyen a sus ojos, logra visualizar que los vampiros fueron a esconderse a unas antiguas ruinas romanas – invención de Le Rouge – , las de Quehahía, distantes algunos kilómetros del palacio de Miss Albertina.

Allí, en efecto, están los “cobardes monstruos”. Pero no cuentan con que la sagacidad de Miss Albertina, es mayor que sus deseos de venganza contra Roberto. Al explorar éste y los otros las ruinas, prenden antorchas. Dejan caer unos cerillos, antes de ser atacados, a pedradas, por los vampiros.

Miss Albertina encuentra los cerillos. Como hay mucha hierba seca, la reúne, aprovechando que, por ser de noche, los vampiros duermen, y le prende fuego.

Roberto y los otros regresan, al percibir las llamaradas de fuego, y rescatan a la chica, quien, al recuperarse, les cuenta eso que hizo.

Al día siguiente, regresan a las ruinas y comprueban que sólo hay restos calcinados de los monstruos, que, en la Tierra, vieron muy disminuidos sus poderes.

Concluye la historia cuando, meses después, Roberto y Miss Albertina, contraen nupcias y viven muy felices, supongo que, por siempre.

Pero deja un halo de misterio Le Rouge, al decir que hay rumores, entre los locales, de que uno de los monstruos sobrevivió y es el que roba y mata su ganado, para alimentarse.

Quizá haya recogido Le Rouge alguna leyenda de la época, que quiso legitimar en su libro, achacándola a uno de esos vampiros marcianos.

Ya ven que es muy fácil que creencias así, se propaguen, sin bases ciertas ni científicas, como cuando aquí, mucha gente de sitios rurales, vivió “aterrada” con el inventado mito del chupacabras, inventado monstruo que devoraba a vacas y cabras. Y, mientras la gente se asustaba, muy convenientemente, el mafioso, corrupto Carlos Salinas de Gortari, continuó vendiendo al país, durante su represivo, gansteril control del país.

En fin, pues esperemos que las sondas árabe, china y estadounidense, que “se dedicarán, decididamente, a investigar si hay o no vida marciana”, nos puedan despejar de la duda.

Mientras tanto, dejemos correr la imaginación. Quizá, alguna forma de vida marciana, si es que existe, tome a una de esas sondas, cuando esté trasmitiendo, y nos dirija una aterradora sonrisa, antes de destruirla y cortar el envío de imágenes.

Si eso sucediera, ¿continuarían los científicos empecinados en hallar vida en ese planeta?

 

Contacto: studillac@hotmail.com