domingo, 12 de mayo de 2019

Ladrona de Fama


Ladrona de Fama
Por Adán Salgado Andrade

En la cinta The Bling Ring, del 2013, conocida aquí como “Ladrones de Fama”, dirigida por Sofia Coppola, hija de Francis Ford Coppola, se aborda el caso verdadero de una “banda” de adolescentes que a inicios de la década de los 2000’s, se dieron la tarea de robar las casas de famosos actores y actrices. Lo hacían por gusto, no porque tuvieran realmente necesidad, eran todos clasemedieros. Lo irónico del asunto es que robaban las casas de las estrellas que más admiraban, para sentirse como ellas o ellos. Varios meses duraron haciéndolo, hasta que las investigaciones policiacas, sobre todo, la revisión de las cámaras de seguridad, dieron con ellos (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/The_Bling_Ring).
Aunque no estaban del todo tan afectados, de acuerdo con la cinta, cuando se les atrapó. Más bien, como muchos los vieron como héroes, hasta gustosos estaban. Sólo uno de ellos se cuestionó que era absurdo que a ellos, unos vulgares ladrones, muchos estadounidenses, sobre todo jóvenes, los consideraran, eso, héroes.
En otra cinta, The Wolf of Wall Street, también del 2013, dirigida por Martin Scorsese y estelarizada por Leonardo DiCaprio, se desarrolla parte de la vida de Jordan Belfort, un supuesto corredor de bolsa que se hace rico, principalmente por orquestar una serie de estafas que le dieron a ganar decenas de millones de dólares a costa de incautos inversionistas que sucumbieron a esquemas que sólo lo favorecían a él. Belfort pronto fue perseguido por la “justicia”, obligándolo a devolver parte de lo robado y a pasar algún tiempo, poco, en la cárcel, Pero, igualmente, se convirtió en un American Hero, escribió un libro, que fue en el que se basó el citado filme y ahora vive de ¡impartir conferencias!, como si nada criminal hubiera hecho (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/The_Wolf_of_Wall_Street_(2013_film).  
Una tercer cita que aludiré es la de Ocean’s 8, del 2018, dirigida por Gary Ross. Estelarizada por Sandra Bullock y Kate Blanchett, entre otras afamadas actrices, sigue la vida ficticia de Debbie Ocean (Bullock), una maestra de la estafa, hermana de Danny Ocean (personaje principal de la cinta del 2001, Ocean’s 11, sobre la vida de ese ficticio estafador), la que, una vez que logra salir de la cárcel, luego de haber concluido una sentencia, justamente por haber orquestado un engaño años antes, no tiene ningún problema para hacerse de dinero, conseguir la estancia en un hotel de lujo, y maquinar una nueva, exitosa estafa con antiguas y nuevas socias (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Ocean%27s_8).
Refiero lo anterior como prólogo, digamos, para entender cómo ese tipo de personajes reales o ficticios llegan a convertirse en “tóxicas” – palabra muy de moda – influencias, sobre todo en las personas que, imbuidas por la muy generalizada idea de que la riqueza material es lo que da fama y estatus a quien sea, reafirmada todo el tiempo por el capitalismo salvaje, se empecinan  en ser famosas, pero, sobre todo, ricas personalidades.
Justamente es lo que sucedió con Anna Sorokin, una joven mujer rusa, quien a sus 27 años, acaba de ser sentenciada por hacerse pasar por Anna Delvey, “princesa alemana” y socialite, heredera de $60 millones de dólares.
Esta chica, de familia clasemediera rusa, quien, según sus padres, tuvo una ejemplar educación y a la que nada le faltó, de repente, algún día de su vida, muy influenciada por lo de que el estatus lo da la riqueza, la que lleva a la fama, ideó un sistema para estafar y hacerse rica que, desgraciadamente, no le funcionó, como narra un reciente artículo de The Guardian (ver: https://www.theguardian.com/news/audio/2019/may/09/anna-sorokin-the-fake-heiress-who-fooled-everyone-podcast).
Nacida en Rusia, a los 16 años su familia se mudó a Alemania, quizá por los problemas económicos que enfrentaba su país en esos años. Asistió a la preparatoria, pero desertó. Luego, se fue a trabajar como voluntaria a una revista de modas parisina, de donde, deseosa de fama y fortuna, se fue a Nueva York – muy probablemente con la equivocada idea de que allí todo se puede –, en donde tuvo la idea de abrir un club social y de artes (ver: https://www.buzzfeednews.com/article/michaelblackmon/anna-delvey-sorokin-scammer-not-sorry).
Para lograrlo, falsificó, muy seguramente casi perfectos, documentos bancarios y prometiendo a todos los sitios en los que se hospedaba y a los trabajadores que contrataba, que recibirían giros bancarios, los cuales, nunca, o muy pocas veces, llegaban.
Se requiere gran inteligencia, pero, sobre todo, audacia para hacer cosas así. Claro que la imagen de buena chica, supuesta princesa, le ayudó mucho, pues nadie se atrevió, en un inicio, a dudar de que no fuera lo que decía y no cumpliera lo que prometía.
Una de sus más audaces aventuras – pues eso era, más bien, una aventurera –, fue la de haber contratado a varias personas, entre ellas, al fotógrafo de modas Jesse Hawk, y llevarlos “de vacaciones, para que se conocieran entre sí” a una villa de súper lujo en Marruecos, en donde pagó – o, más bien, quedó debiendo – siete mil dólares diarios, viviendo, justo, como princesa. Hawk, en entrevista con The Guardian, la describe como una chica aburrida, frívola, “que sólo se la pasaba hablando por su celular todo el tiempo”. No se podía esperar más de una mujer que, quizá sintiéndose una de las adolescentes que robaban a artistas, tan sólo por sentirse una de ellas, lo único que buscaba, según declaró, era hambre de poder. Sí, como Jordan Belfort o Debbie Ocean, quienes, muy hollywoodescamente hacen de las suyas.
Ya sabemos que en Hollywood, todo es posible, pues esa es la ficción, la irrealidad, vuelta un hecho. Pero en el mundo real, nada de eso o, poquísimas veces, sucede.
Fue luego de las “vacaciones” en Marruecos, que Anna había planeó para sus empleados, que todo reventó, pues no pagó de su bolsillo nada, sino que Rachel Williams, de la revista Vanity Fair, quien fungió como su “representante”, estuvo liquidando todo. Williams, financiados sus gastos por la revista, gastó 67 mil dólares, que nunca le fueron liquidados por la “princesa”. Y de allí, el escándalo estalló.
Una edición de los videos tomados por Jesse Hawk, muestra a una Anna muy frívola, despreocupada. En una primera escena, está sobre la cama, con su bata de baño, recién salida de la ducha, hablando a una agencia de helicópteros, para contratar uno que los llevara a todos de la villa al aeropuerto. En otra escena, está en una boutique, escogiendo cara ropa, muy naturalmente, como si toda su vida lo hubiera hecho. En una tercera, está en el balcón de la villa, la que da a un montañoso, imponente paisaje. El fotógrafo, Hawk, le dice que se ve muy irreal la escena, como si estuviera frente a una gran foto. Anna no deja de acariciarse el cabello y de reír y reír, tontamente, y decir que le quedó muy pegajoso, por tanto aceite que usó y que está contenta con lo que le compró al fotógrafo. Lo común en todas las escenas es esa cínica naturalidad con la que se conduce Anna, quizá sintiéndose, en efecto, una princesa alemana (ver: https://www.theguardian.com/news/video/2019/may/09/footage-from-anna-sorokins-lavish-trip-to-morocco-video).
Y es que, justamente, como declara la periodista Hadley Freeman, Anna había logrado darse a conocer como una princesa, una socialite en muchas redes sociales, en Instagram, en Facebook, en videos de Youtube… todo mundo sabía de ella, no íntimamente, pero sí era conocida. Y esa fama fue la que ella explotó para realizar todas sus estafas.
A mediados del 2017 comenzó su juicio el que, como dije, la llevó a una condena de 15 años en prisión. Tiene 27 años, así que si nada mejor pasa, Anna saldrá de la cárcel a los 42 años.
No se arrepiente, asegura, púes por un tiempo vivió como su sueño de grandeza la obligó. Sí, la guio esa frase que dice que “las realidades se hacen de sueños”. “Lo volvería a hacer”, afirmó a pregunta del juez de si volvería a las andadas. Típico de un sociópata, el que siente que nada malo ha hecho o hace en su vida, aunque las evidencias eso indiquen.
Por desgracias, su sueño ya terminó, convertido en una pesadilla.
No le fue como Belfort, que hasta da conferencias, ni como los adolescentes ladrones de artistas, que ya son libres, ni como Debbie, que logra su estafa y se ríe de sus perseguidores.
No, Anna Sorokin, alias Anna Delvey, “princesa alemana”, deberá entender, en la cárcel, que no todo es color de rosa en la vida real y quizá se conforme con soñar y soñar con sus días de fama y falsa fortuna que gozó por algún tiempo.
Pero no, no… al final, su pesadilla, da un vuelco, un final feliz, podría pensarse.
Es tan singular lo que hizo, que ya HBO y Netflix están preparando series sobre Anna.
Entonces, sí lo logró, ¿no?, hacerse famosa – y quizá rica, por los derechos de lucrar con parte de su vida –, gracias a los morbosos medios de entretenimiento masivos.