sábado, 2 de marzo de 2019

Dando ánimos a empleados de una tienda minorista


Dando ánimos a empleados de una tienda minorista
por Adán Salgado Andrade



En la cinta estadounidense Glengarry Glen Ross (1992), dirigida por James Foley, estelarizada por Al Pacino, Kevin Spacey y Jack Lemmon, entre otros reconocidos actores, se plantea que aún en época de crisis económicas, como la que afectaba a Estados Unidos (EU) en 1990, una de tantas, un agente de bienes raíces debía de vender costosas propiedades, sin importar todos los esfuerzos que se requirieran para ello. En la cinta, el gerente, John Williamson (Spacey), ofrece un Cadillac El Dorado, como primer lugar, para quien logre vender más propiedades en dos días, un juego de cubiertos, para el segundo lugar. “¡Y quien no logre nada, será despedido!”, amenaza.
Obviamente, la cinta era una severa crítica a una situación de crisis económica y recesión, de las tantas que han pasado EU y el mundo durante su historia, en lo que menos puede estimularse es el consumo, sobre todo de bienes suntuarios, como las lujosas mansiones que se ofrecían por la firma de vendedores que presenta ese trabajo fílmico.
Sí, no es sólo decir “¡Anden, vayan a vender!”, si nadie compra. Por ejemplo, recientes cifras del INEGI reportan que las ventas de tiendas minoristas en diciembre del 2018, fueron las menores de muchos años, sobre todo porque la disminución en el consumo, incluso el necesario, como alimentos, que es consecuencia de las caídas económicas, ya se está manifestando también fuertemente en México (ver: https://www.jornada.com.mx/2019/02/27/economia/018n1eco).
Entonces, los esfuerzos que hacen algunas empresas para tratar de elevar su actividad, como sus ventas, por ejemplo, resultan, a falte de mejor palabra, cómicos.
Fue lo que presencié en una tienda de la cadena Walmart, corporación estadounidense de la que ya he escrito antes, sobre todo que en los lugares en donde se establece, se pierden empleos, muchos más de los que crea (ver: )http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2013/01/los-negativos-efectos-del-emporio.html).
Coincidí con el inicio del llamado a junta por parte de la gerente y el “¡Buenos días!”, acompañado de movimientos corporales francamente ridículos, en el que parecía dirigirse más a un grupo de párvulos, que a mujeres y hombres adultos. Comenzó el sub gerente con una serie de recomendaciones, para que la tienda lograra subir sus ventas, tales como “mayor esfuerzo”, “buena aptitud”, “atención al cliente”… y todas esas recetas que son empleadas en negocios así para que su personal se “supere”. Claro, que, con salarios bajos, como los que paga Walmart, los buenos ánimos no sirven de mucho. Será por eso que ya varios trabajadores han organizado, junto con el sindicato, que esa empresa suba salarios o se irán a huelga en 18 entidades (ver: https://www.jornada.com.mx/2019/02/28/politica/013n1pol).
A continuación, vinieron algunos aplausos sobre “logros” que se hicieron y entró la gerente, una mujer de unos 46 años, de lentes, bien presentada, la que comenzó, como a manera de reproches, a mostrarles su falta de “no echarle ganas” a la tienda, como el que no ponían música “bonita”, que llamara a los clientes, los alegrara, “Sí, miren, que si es música electrónica, pues que la reconozcan, y así, ¿no?, y que no se escuche tanto, no se trata de dejarlos sordos, pero, sí, animarlos a comprar”. Luego, les señaló que no recogían todos los productos que dejaban la gente en, por ejemplo, las cajas. “Esas son mermas, son pérdidas para la tienda, ¿ven?, y es dinero que pierde la empresa… por eso es muy importante que hagan sus recorridos y recojan todo eso”. Luego, les dio cifras. “Miren, en enero sólo vendimos 3 millones de pesos… ¡estamos abajo por dos millones¡ Debíamos haber vendido cinco millones, ya los debemos, tres son de las ventas y dos, de las utilidades. Entonces, debemos de subir como mínimo a cinco millones, chicos!”, los exhortó a todos, que, imagino son jefes de departamentos o subgerentes. Si son dos millones sólo de su utilidad, estamos hablando de que es un 40% lo que esa empresa obtiene de ganancia, muy alta, considerando que la ganancia industrial es del orden del 10%. Por eso, cada vez más y más empresas dejan de fabricar y, mejor, se ponen a vender productos chinos. Muy alta, sólo para ser un simple establecimiento comercial, que para nada fabrica y sólo vende.
La mujer siguió, dando más cifras, que fue cuando les dio el dato de las ventas anuales de esa tienda en el 2018, que fueron de “Setenta y cuatro millones… ¿¡y saben cuánto nos piden para este año!?... ¡setenta y siete millones, sin contar la cuaresma, que es la temporada fuerte que se nos viene! Entonces, ¿qué debemos hacer para que alcancemos esa meta? ¡Pues vender mucho, mucho!”, los arengó y todos corearon.
No quedó todo allí. Les habló de que debía de mejorarse la comunicación entre ellos y hasta les sacó el “filtro de Sócrates”, el que dice, que en una ocasión, un discípulo del filósofo quería comentarle algo sobre un amigo de aquél. Sócrates le preguntó si lo que iba a decir era cierto, si era bueno o positivo escucharlo y, por último, si le iba a servir a él saberlo. Como a nada supo responder el discípulo, Sócrates mejor le dijo que se guardara el comentario. A ese “filtro” aludió la mujer, sólo que ella comenzó en el orden equivocado, con lo de si lo que iban a decir era bueno y si era verdad y si servía. “¡Ay, porque si van a salir conque ‘oye, ya sabes que fulano anda con la gorda de allá… pues mejor no!”, dijo, a lo que siguió sonora, general carcajada. Así que sólo se requerían comentarios positivos, les dijo, que sirvieran para aumentar las ventas. Luego, dos empleados mostraron sus “logros”. Una, enseñó un contenedor plástico para bebidas, que salí en 165 pesos, “con un margen de 42”, la ganancia, supongo. Luego, otro mostró un muñeco, que costaba sesenta y dos pesos, “con un margen de 25”. Y ambos fueron aplaudidos muy calurosamente. Por lo que vi, se trata de poner a la venta productos muy atractivos, que no cuesten demasiado, pero que dejen buena ganancia. Su “gran filosofía”.
Y por si no fuera suficiente tanta tempranera estimulación para la “superación personal en las ventas”, entre ella y el subgerente, les enseñaron rápida clase de calistenia. Les dijo que era importante “calentar” para que estuvieran muy bien para sus actividades. Eran ejercicios de movimientos de estiramiento laterales, de frente, otros, con brazos levantados y meciéndose hacia los lados, de respiración y así, como si se estuviera dirigiendo a un grupo de alumnos de secundaria, muy “amigablemente”.
Sí, quizá con esas pueriles formas la empresa trate de subsanar sus políticas de salarios bajos y despidos injustificados por cualquier razón.
Al final de tan “elocuente” forma de decirles a los empelados que se esforzaran mucho más (o sea, ¡déjense explotar más, muchachos!), me le acerqué a la gerente y le señalé que si lo que querrían era que aumentaran las ventas, que evitaran que los guardias (que parecen, con esos uniformes,  los kaibiles guatemaltecos del nefasto Ríos Montt) intimidaran a la gente que llevábamos nuestras compras en bolsas ecológicas, pues como no salimos con las contaminantes bolsas de plástico, nos detienen para revisarnos el ticket de compra. “Eso sólo intimida y hace que uno no regrese”, le dije. Me respondió que como estaba la tienda en una zona “muy difícil”, por eso autorizaban “revisiones aleatorias”. Pero le refute que por eso pasa uno la barrera de seguridad, en donde si llevamos algo robado, no registrado por la caja, suena. Y ya me señaló que como hay muchas cosas que no tienen sensores, por eso lo hacen. Quizá se refiera a que la gente se pueda robar una manzana, a los “robos de hambre” que han llevado a mucha gente a la cárcel por haber “robado” unas papas fritas o una manzana.
De todos modos, le insistí en que si no mejoraban eso, esas prepotentes revisiones, ni con todas las tácticas de “superación personal en ventas”, éstas iban a aumentar.
Y, claro, algo que no advirtió a sus empleados, que mientras persista esta terrible crisis económica, que ya lleva años manifestándose, no habrá fórmulas mágicas, ni principios socráticos, que aumenten las ventas.