jueves, 12 de julio de 2018

El lucrativo robo de abejas


El lucrativo robo de abejas
Por Adán Salgado Andrade

En el capitalismo salvaje, todo lo que pueda ser mercantilizable y que al venderlo, deje una muy buena ganancia, será bienvenido. No sólo eso, sino que la acelerada descomposición social provocada por aquél, ocasiona que las actividades ilícitas o ilegales, vayan también en de la mano. Y si algo que pueda ser vendido, sea legal o no, es muy lucrativo, tenderá a generalizarse y a crecer.
El narcotráfico, los cibercrímenes, los asesinatos, la trata de mujeres, los robos… se han incrementado a niveles brutales, peligrando, incluso, la estabilidad social. Particularmente, los robos se perpetran hasta en los lugares más insospechados y de los objetos más inesperados. De haber sido los robos de antaño, principalmente de dinero, bancos, por ejemplo, o bienes valiosos, como alhajas o autos,  ahora hasta alimentos roban. Por ejemplo, en México, últimamente va en aumento el robo de productos agropecuarios, como el aguacate, sobre todo el de exportación, pues es un fruto muy demandado en Estados Unidos (ver: http://www.tierrafertil.com.mx/piden-blindar-zonas-productoras-aguacate-michoacan/).
La escases de algo que sea muy demandado, es también factor para que organizaciones criminales busquen beneficiarse al hurtarlo. Y eso está sucediendo con la miel, la que, desde hace unos años, cada vez ha ido reduciéndose en producción, sobre todo porque las abejas están muriendo muy rápidamente, debido a tantos contaminantes agroquímicos, como el glifosato, base del cancerígeno herbicida Roundup, producido por Monsanto, y su población mundial está disminuyendo gravemente (ver: https://edition.cnn.com/2015/06/15/opinions/schubert-bees-herbicides/index.html).
Por cierto, que Monsanto, que ahora ya pertenece a la alemana Bayer, ya fue demandado en Estados Unidos, debido, justamente, a los efectos cancerígenos del glifosato, base del Roundup en las personas y es la primera vez que se logra hacerlo. Es de esperarse que se generalice una acción mundial que prohíba definitivamente el empleo de ese herbicida (ver: https://www.jornada.com.mx/2018/07/11/sociedad/043n3soc).
Por desgracia, la decreciente población mundial de abejas provocará que, además de que está disminuyendo la miel, también disminuirá su importante acción polinizadora, vital para que exista la agricultura, pues, en un caso extremo, sin polinización, ya no habrá frutos o verduras para comer. Pero esa depredación de las abejas, que es parte de la depredación planetaria del medio ambiente, es lo que menos importa al capitalismo salvaje (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2018/01/depredacion-ambiental-planetaria-accion.html).
Claro que la utilidad y la escases de abejas es algo que, muy oportunistamente, ya se está explotando ilegalmente, como veremos.
La revista digital Bloomberg Businessweek, recientemente publicó el creciente problema del robo de colmenas en Estados Unidos, no sólo de una o dos, sino de cientos de ellas (ver: https://www.bloomberg.com/news/features/2018-06-26/how-to-steal-50-million-bees).
En dicho artículo, escrito por Josh Dean, se relata la experiencia de un apicultor de Montana, Lloyd Cunniff, quien, como otros muchos hacen, deben de trasladar sus colmenas a otro estado de ese país, debido a la citada disminución de las abejas – a pesar de que ese estado era en donde más miel por colmena se producía, gracias a sus condiciones climáticas y a la calidad de su polen.
Tal disminución se agrava durante el invierno, pues tienen menos flores y polen de qué alimentarse. La solución para varios apicultores ha sido, como ya señalé, el traslado de sus colmenas. Cunniff, en enero del 2017, decidió llevarlas al Valle Central de California, en donde son muy demandadas las abejas para que polinicen los almendros. Ese estado genera el 80% de la producción mundial de almendras y es importantísimo que en febrero se efectúe la necesaria acción polinizadora de las abejas. Es una acción de mutua conveniencia, pues se benefician los productores de almendras y los apicultores, ya que sin las abejas, no se darían almendras y las abejas se alimentan del polen de los almendros.
Cunniff apenas si tenía 488 colmenas, justamente por la muerte de las abejas, y siendo éstas su única fuente de ingresos, era vital que las llevara a California para que pudieran reponerse y alimentarse. De lo contrario, seguirían disminuyendo. Aconsejado por Valeri Strachan, una amiga de la familia, aquél llegó a Yuba City, en donde dejaría unos días sus colmenas, para que las abejas se aclimataran. Valeri dirige la agroempresa Stracham Apiaries, una de las más importantes de Estados Unidos en cuanto a producción de miel y de abejas reinas, vitales para la formación de las colmenas.
Con esa seguridad, Cunniff descargó sus 488 colmenas en el sitio recomendado por Valerie. Pero no contó con que ya lo habían detectado criminales que posiblemente pertenezcan a alguna organización criminal que se dedique, justamente, al robo de colmenas – no se ha hecho una efectiva investigación para dar con dicha organización y sus operadores, al menos, no, en Estados Unidos.
Para su conmocionada sorpresa, al día siguiente que fue a revisar sus colmenas, ya habían sido robadas, ¡de la noche a la mañana¡ Los doscientos dólares que ganaría Cunniff por cada una durante la temporada en que estuvieran allí, con lo que esperaba obtener casi cien mil dólares, se esfumaron. Siendo su sostén la apicultura, aquél prácticamente se quedó en la bancarrota. Sus colmenas no fueron las únicas robadas, sino también los ladrones dieron otros golpes y en esa misma noche, 700 colmenas, incluidas las de Cunniff, fueron hurtadas. Lo que sorprende es la manera tan rápida en que actúan esos criminales, pues no es fácil el manejo de tantas colmenas, sobre todo por la agresividad con que actúan las abejas cuando son repentinamente movidas.
Lo más grave fue que ni una sola pista dejaron los ladrones. Y a pesar de las pesquisas policiacas, no pudieron detectar el destino de esas 700 colmenas. Muchos apicultores que han sufrido el hurto de sus colmenas, de plano, las dan por perdidas.
No es el único país Estados Unidos, en donde se roban las colmenas. En Nueva Zelanda, por ejemplo, también se está dando. Allí, se produce la variedad de miel obtenida del árbol manuka, la que es muy apreciada, pues cada kilogramo llega a cotizarse hasta en $150 dólares, bastante tentador para los, llamémosle, mieltraficantes. Y es una actividad criminal que seguirá al alza, que se acabará sólo cuando se extingan las abejas, que al ritmo de depredación ambiental que estamos ocasionando al medio ambiente, no dudo que suceda en el cercano futuro.
Volviendo al caso de Cunniff y el otro apicultor robado, no había mucho qué hacer, según la policía, pues en un sitio en donde se apilan más de dos y medio millones de colmenas, buscar 700, era como tratar de hallar una aguja en un pajar.
Sin embargo, para su fortuna, unos cuatro meses más tarde, alguien detectó un lote baldío con una inusual cantidad de colmenas. Allí, un ucraniano, Pavel Tveretinov, era el encargado de operar las colmenas, a las que estaba dividiendo, con tal de obtener más dinero al venderlas. Obviamente al dividirlas, una de las colmenas se queda sin abeja reina, pero eso no es problema, ya que Stracham Apiaries insemina y vende abejas reinas en $31 dólares. No sería, por tanto, problema poner a trabajar una colmena sin abeja reina, pues el apicultor que la adquiriera, compraría una reina y la introduciría en aquélla. Podemos ver cómo ese factor, el que se produzcan abejas reinas, facilita, de alguna forma, el hurto de colmenas y que, aunque se vendan sin abejas reinas, puedan producir. Es como, por ejemplo, la compra de equipos quemadores de DVD’s, facilita la piratería de películas en ese formato.
Ese mismo día, se detectaron otros tres sitios y lograron recuperarse 600 colmenas. Algunas ya no tenían abejas, por desgracia, pues son unos insectos muy inestables si no se les trata con cuidado y hasta cariño. Cunniff pudo recuperar algunas de sus colmenas y también parte del equipo que le habían robado. Fue afortunado. Con la ayuda de su amiga Valerie, la que le vendió “muy baratas” algunas decenas de abejas reinas, pudo en pocos meses volver a la actividad. No como antes, que, de todos  modos, como señalé, ya tenía problemas. Además de la muerte de las abejas por herbicidas, tiene que lidiar con un ácaro mielero, el varroa destructor, que, para combatirlo, debe de comprar un tratamiento que cuesta 4 dólares por cada colmena. Este parásito es algo que los apicultores de antes, como el padre de Cunniff, también apicultor – es un negocio heredado por Cunniff, por eso lo venera tanto –, no tuvieron que enfrentar, pero que el cambio climático ha ido diseminando por todo el planeta (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Varroa_destructor).
Extrañamente, la investigación policiaca sólo se centró en imponer diez cargos delictivos a Tveretinov y a otro ucraniano, al que también se arrestó, pero no se siguió la línea de que esos hombres serían sólo parte de una organización criminal mundial que opera así. Incluso, ese par se declararon “no culpables”, pues, al parecer, sólo son empleados de alguien y no sabían que las colmenas eran robadas.
Lo incautado llegó a cotizarse en $875,000 dólares, lo que constituye “la mayor investigación sobre el robo de abejas que hemos tenido”, como señaló un oficial policiaco.
No será el último robo de abejas. Seguramente seguirá y eso también contribuirá a su disminución, pues el mal manejo que se ocasiona al robar cientos de colmenas en una sola noche, como lo que sucedió a Cunniff, provoca que cientos de ellas mueran.
Y al morir, nos vamos acercando más y más al escenario en que ingerir productos vegetales, como frutas o verduras, sea cosa del pasado. ¡Terrible!