viernes, 7 de mayo de 2010

¿Más energía o más desperdicio?



¿Más energía o más desperdicio?

Por Adán Salgado Andrade

En los años 50’s el símbolo del progreso lo constituía la continua tala y destrucción de selvas, sobre todo en África y Latinoamérica, y no había ni instituciones mundiales, ni organizaciones no gubernamentales que cambiaran esa infame idea, como puede desprenderse del siguiente párrafo, tomado de una vieja publicación, en el que se habla de la “creativa” mano del hombre al haber “transformado” tierra antes virgen, en medio de la selva localizada en el brasileño estado de Paraná, para dedicarla a la producción de café: “A causa de los entusiastas esfuerzos de colonizadores de muchas partes del mundo, pueblos de 15,000 o más personas han surgido de selvas que hace unos pocos años eran habitadas solamente por jaguares, tapires, monos, serpientes y pericos. A lo largo de calles sin pavimentar, que guardan fuerte apariencia con los pueblos estadounidenses del lejano Oeste, autos, camiones y motos tocan el claxon y rebasan a carretas jaladas por bueyes y hombres a caballo, en estas ricas tierras antes salvajes, transformadas gracias a la creativa acción del hombre”( The Saturday Evening Post, noviembre de 1952. El subrayado es mío). Ese “desarrollismo” (Por desarrollismo me refiero a la extendida, equivocada idea de que el mundo subdesarrollado sólo puede desarrollarse copiando los así llamados modelos occidentales de progreso, como el hecho de acabar con selvas para construir autopistas, ciudades, centros turísticos o plantaciones, idea que, por desgracia, aún sigue estando vigente. En México, por ejemplo, se siguen destruyendo manglares y zonas costeras para albergar lujosos centros turísticos, como en el poblado costero Loreto, en Baja California, el más reciente de todos) tan típico de entonces, colocaba por encima de lo considerado “salvaje”, “natural”, al “deslumbrante progreso”, al que no se consideraba algo destructivo o negativo, sino que era el inevitable precio que debían pagar los así llamados países en vías de desarrollo (Como si realmente alguna vez se fueran a desarrollar totalmente. De entonces a la fecha la mayoría de estos llamados países en desarrollo, siguen, infructuosamente, esperando a ser totalmente desarrollados) para alcanzar el modelo de vida occidental, sí, aquél de las modernas autopistas, llenas de veloces automóviles, vías férreas recorridas por trenes bala, cosmopolitas ciudades cruzadas por amplias avenidas, en donde hacinados complejos multifamiliares se dan cita al lado de altísimos rascacielos (Esta tendencia, la de hacer altísimos edificios, compitiendo por ver qué país posea el más alto, sigue estando vigente y lejos de disminuir, a pesar de terremotos o “atentados terroristas”, para desgracia de los que allí vayan a vivir o trabajar. Irónicamente, los hasta ahora más altos proyectados, estarán en países considerados aún en vías de desarrollo, como el hotel Lotte World II, ubicado en Seúl, Corea del Sur, que se espera mida nada menos que ¡800 metros! Otro, que está por terminarse, será el edificio Burj Dubai, que se encuentra en Dubai, capital de los Emiratos Árabes Unidos, que medirá ¡705 metros! Así como van, en el futuro los edificios se medirán en kilómetros). Y aunque en muchos países que todavía están actualmente esperando el tan ansiado desarrollo, la tendencia a destruir sus preciados recursos naturales a cambio de “inversiones desarrollistas” sigue vigente, por fortuna, la nueva, ecologista idea de que es mejor la conservación de los recursos naturales tal cual, está comenzando a imponerse. Podríamos hablar que se trata de ecodesarrollo o ecoprogreso, como se quiera, y que, por desgracia, los fuertes intereses económicos de corporaciones y, especialmente, países desarrollados, como Estados Unidos, aún desdeñan. Por ejemplo, por estos días se ha señalado que los efectos al medio ambiente producidos por tantos contaminantes arrojados a la atmósfera son peor de lo que se estimaba, sobre todo porque justo en Estados Unidos, uno de los países que produce casi el 40% de los llamados gases efecto invernadero, por mandato gubernamental del gobierno de George Bush, se minimizaron, criminalmente, considero, las verdaderas consecuencias que aquéllos tendrían. Ahora se estima que, entre otras, el calentamiento global se está acelerando, y prueba de ello es que los glaciares y los polos del planeta se están descongelando más rápido de lo que se pensaba originalmente. Al Gore (Quien fuera candidato presidencial en Estados Unidos durante la contienda del año 2000, por el partido demócrata, comienza sus conferencias diciendo “Hola, soy Al Gore, y solía ser el futuro presidente de los Estados Unidos”, ironizando así el hecho de que le fue robada la elección por el infame fraude que en su contra cometieron George Bush y sus secuaces. Actualmente se dedica a una profunda cruzada para concientizar a la gente en el mundo de la necesidad de cambiar los hábitos consumistas que tanto daño ocasionan al medio ambiente) muestra esa tendencia en su ilustrativo documental “Una verdad inconveniente”, y demuestra cómo las emisiones del más abundante gas que provoca el llamado efecto invernadero, el bióxido de carbono, CO2, han aumentado desproporcionadamente desde los años 1850’s, durante los cuales la producción antropogénica, la producida por la humanidad, era casi despreciable, hasta la actualidad, que se producen poco más de ¡7100 millones de toneladas de ese letal gas anualmente! Imaginemos, de por sí, el volumen tan grande que se requeriría para que el CO2 pesara una tonelada. Ahora traslademos eso a tantos millones de toneladas, ¡es para que la piel se nos enchine nada más de imaginar los cientos de miles de millones de metros cúbicos de bióxido de carbono que se requieren para que pesen tantos millones de toneladas y que están esparcidos en la atmósfera! La densidad atmosférica, por tanto, se incrementa, y por simple ley termodinámica, es claro que un cuerpo con mayor masa, guarda más la temperatura que uno de menor densidad. Pero además el problema adicional aquí es que la atmósfera es más frágil y sensible a los cambios en su composición de lo que se creía. La capa de la atmósfera respirable, gracias a la que vivimos los humanos, no rebasa los 30 kilómetros de espesor, y para darnos una idea de lo que eso significa, concíbase a la tierra como una esfera de papel, dicha atmósfera apenas representaría el espesor del papel que la formara. Así que la producción de gases como el bióxido de carbono está, de cierta forma, digamos que reformulando el contenido de los gases que conforman las capas atmosféricas, a pesar de que alguna parte de ellos es absorbida por procesos naturales, por los bosques, sobre todo, unos 3000 millones de toneladas, pero la mayoría, como dije, simplemente se están acumulando en la atmósfera. Eso, evidentemente, está teniendo ya un costo que no puede ocultarse más, y que es el aumento efectivo de la temperatura. El planeta y todos nosotros nos estamos calentando aceleradamente, a pesar de los infructuosos intentos de Bush y otras corporaciones, como las petroleras, que buscan por todos los medios achacar el calentamiento global a “causas naturales”. Y aunque el CO2 es el gas más abundante en volumen de los gases productores del llamado “efecto invernadero”, con un 84%, hay otros igual o más perniciosos que éste. El metanol monta un 9% y dura sólo diez años activo en la atmósfera, pero ¡almacena el doble de calor que el CO2! El otro gas es el óxido de nitrógeno, que asciende a un 5%, y por último los clorofluorocarbonos y sulfuros forman el 2% restante, éstos también sumamente perjudiciales, pues a pesar de que es menor su proporción en la atmósfera, son los causantes de la alarmante disminución del ozono atmosférico, el gas que nos protege de las letales radiaciones solares ultravioleta, las que en lugar de significar vida, más bien matan. A éstos se deben los llamados agujeros de ozono que existen en los polos del planeta y que últimamente también se han querido minimizar sus efectos y se ha declarado, incluso, que están disminuyendo, pero así como los científicos de Bush mintieron sobre los efectos del calentamiento global, pues habrá que tomar con escepticismo tales declaraciones.

Y si ya todo lo dicho hasta este momento es ya pasmoso – ¡espero que así sea! –, resulta que la producción sobre todo de CO2 continuará en ascenso. Para los países desarrollados el incremento se estima en 1.9% anual, de aquí al 2025, y para los no desarrollados, como el caso de China (A este país, so pretexto de que está en “vías de desarrollo”, se le está permitido contaminar brutalmente año con año la atmósfera con su creciente actividad industrial, principalmente maquiladora, la que se mueve sobre todo con carbón, su principal energético, otro de los llamados combustibles fósiles que produce mucho más CO2 que el mismo petróleo. Claro que eso tiene un enorme precio, como el hecho de que ciudades industriales chinas como Beijing estén consideradas como las más contaminadas del mundo, tanto que incluso hay frecuentes ventiscas de polvo y otros contaminantes que ocasionan graves daños respiratorios entre la población local), en 2.7%. O sea, que en lugar de haber buscado una verdadera disminución en la producción industrial, de entre las principales generadoras de CO2, junto con los automotores – como el ya obsoleto tratado de Kyoto de 1994 había especificado, que debía situarse a los niveles existentes en 1990 para que las cosas no estuvieran tan mal –, no es así, al contrario, en una cínica actitud, sobre todo de las naciones más desarrolladas, como EU, se ha seguido a rienda suelta la producción industrial y la consecuente emisión de gases contaminantes.

Y aquí retomo lo que en principio había señalado, que en aras de continuar con el “desarrollismo”, con todas las imposiciones del sistema capitalista que ello implica, el cual vive gracias al hiperconsumo al que hemos llegado en la actualidad, los países en vías de desarrollo, tomando de modelo a los desarrollados, se siguen proponiendo como estándar a alcanzar el así llamado “estilo de vida occidental”, llámese sueño americano o europeo, y en consecuencia abrazan una indiscriminada industrialización, propia, la menos, o transnacional, la más, destinada a producir todos los indispensables satisfactores que les ayuden a materializar ese tan ansiado sueño americano o europeo. Evidentemente para que ello se logre, tendrá que acompañarse, como dije, de un constante crecimiento industrial, emparejado, por supuesto, con un aumento de la energía que permitirá dicha industrialización, además de la que el tal modelo occidental exija para su materialización. Así, si se impone que todo mundo debe tener un potente SUV (gran vehículo utilitario) de ocho cilindros, que todos deban contar con calefacción, aire acondicionado (¡Y más ahora con el calentamiento global, se dirá, lo que representaría una cínica “solución” que agravaría más el problema, pues al haber más aparatos de refrigeración del aire en el mundo, se requerirá aún de mayor energía!), casas confortables, TV digital, “centros de entretenimiento”, computadoras, celulares, Internet, consumir productos desechables, ropa de telas sintéticas... todo ello requerirá, por supuesto, de mucho más energía, pero no para actividades que verdaderamente sean positivas, desde el punto de vista del bienestar humano, sino que servirán simplemente para la reproducción y perpetuación del sistema de consumo que nos ha dominado los últimos 300 años. Lo que quiero decir es que no viviremos mejor si todos los habitantes del planeta, tuviéramos, digamos, un potente SUV, un Hummer, por ejemplo, muy gastador de gasolina, al contrario, tanto por los contaminantes que tan ineficiente vehículo produjera, así como toda la enorme energía que fuera destinada a producir 6500 millones de tales vehículos que también produciría excesiva contaminación (Para fabricar un auto y sus componentes se requiere una energía equivalente a 110 gigajoules, suficiente para calentar un hogar (en EU) durante 18 meses. Ahora, imaginemos el gasto energético tan enorme, si cada año se fabrican ¡65 millones de autos, uno cada dos segundos!), contribuirían a deteriorar más el medio ambiente, así como nuestra calidad de vida, a pesar de que pudiéramos todos viajar en un potente, lujoso vehículo como ese. Claro que quien ganaría sería el sistema, el fabricante de esos vehículos, GM, particularmente, feliz por las ventas tan fabulosas, sin importarle, por supuesto, los daños al medio ambiente que tanto fabricación, como empleo de esos vehículos, produjeran. Por ejemplo, recientemente, en Europa, a propósito del calentamiento global, se intentó que los fabricantes de vehículos redujeran los niveles de contaminantes de sus autos, de ¡160 gramos de CO2 que producen en la actualidad por kilómetro recorrido, a 130 gramos!, pues los autos producen casi el 90% de las emisiones totales de CO2. Sin embargo, los primeros en protestar fueron tales fabricantes, diciendo que si eso se aceptaba, no iba a ser posible seguir fabricando potentes SUV’s, los cuales, según ellos, son muy demandados por la gente, así que si eso se hacía, prohibir su fabricación, argumentaron, se dejaría sin trabajo a muchos obreros que los fabricaban, además de que “disminuirá una parte muy importante de los ingresos que se obtienen por las ventas de tales vehículos”. Véase, pues, como siempre se anteponen intereses fuertemente económicos a los intereses de la humanidad en su conjunto, en este caso, los ecológicos. Así, de todo lo que en la actualidad el capitalismo se ufana, de los altísimos niveles de productividad y producción alcanzados, de lo “baratos” que muchos productos cuestan, de tanta baratija china que vale menos que una hamburguesa... bueno, pues todo eso tiene su costo y es que cada vez se requiere más energía y más fuentes que la proporcionen, sean éstas renovables o no, para que pueda continuarse no con la mejoría en las condiciones sociales de vida, sino con la reproducción del sistema capitalista de consumo. Prueba de que la supuesta “mejoría” de la calidad de la vida humana al contrario, cada vez empeora, es que actualmente se han destruido más de la mitad de los recursos naturales del planeta y la otra mitad está en acelerado proceso de contaminación y destrucción. Se arrojan, como se dijo, millones de toneladas de gases contaminantes a la atmósfera a diario, se contaminan ríos y mares con los desechos industriales y los drenajes urbanos. Se acaba, por ejemplo, con un área equivalente a 40 kilómetros cuadrados de bosques y selvas a diario como consecuencia de tala inmoderada, incendios provocados, muerte de árboles por condiciones adversas para su vida o conversión de dichas áreas verdes a áreas urbanas. Esos bosques y selvas constituyen un valioso recurso natural que, entre otras cosas, absorben parte del CO2 arrojado cada año a la atmósfera, además de que regulan el calentamiento del planeta, pues las áreas arboladas disipan también parte del calor generado naturalmente o por la acción del hombre. Pero, irónicamente, cuando los árboles son sometidos a factores adversos, como sequías, plagas de insectos o temperaturas mayores a las que normalmente pueden soportar, comienzan a morirse, su follaje cae y, en lugar de absorber CO2, sus troncos secos lo producen, de tal forma que debido a selvas y bosques enfermos, se generan cerca del 25% de los gases efecto invernadero que están calentando a la Tierra.

Así que la tan cacareada “mejoría en la calidad de vida” es una total falacia. En todo caso, algunos grupos sociales, sólo los privilegiados, digamos que gozarán de los avances tecnológicos, no así las tres quintas partes de la población mundial consideradas en el nivel de la pobreza. Pero de nuevo abordo la cuestión en cuanto a ¿de qué sirve que los grupos medios o acomodados de la población se ufanen por su gran poder de compra, si finalmente todos habitamos este mundo y todos respiramos los contaminantes y sufriremos las consecuencias que éstos nos provoquen? El hecho, como mencioné, de que se produzca más, implica su obligada contraparte: la generación de mucho más basura y de ésta, sólo una mínima parte es reciclada. Las cifras correspondientes a Estados Unidos, uno de los países más derrochadores de energía y el más “industrializado”, arrojan que cada estadounidense produce en promedio poco más de ¡dos kilogramos diarios de basura!, que en conservadores cálculos montarían a 236 millones de toneladas (mdt) al año. De ese total, un 35 %, 83 mdt, es papel de oficinas, periódico y cajas de cartón, claro, pues éstas son las que se usan para envolver cuanto producto se produce, sí, ¡tremendo desperdicio cuando se compra algo que viene contenido en una caja de cartón, la que deja de “servir” en cuanto la destapamos y sacamos el producto contenido! Luego de eso ¡la tiramos, sin más! Igual sucede con los millones de periódicos producidos a diario mundialmente, pues también los leemos y luego los tiramos casi de inmediato. Y ni se diga el papel de oficina, pues por los millones de hojas que se emplean y se tiran, salen repletos los botes de basura de esos lugares. Por ello se explica que papel de oficina, periódico y cartón sean los “desperdicios” más abundantes, pues en éstos, sobre todo, se materializa gran parte del dispendio del que ya he hablado antes. El resto de la “basura” se clasifica como sigue: 12%, 28 mdt, son sobrantes de jardinería (provenientes de los 129,444 km² de céspedes que hay en los EU, muy desperdiciadora costumbre que, entre otras cosas, requiere de nada menos que ¡1,216,000,000 de m³ anuales de agua! para mantenerlos tan verdes. El área que ocupan esos prados equivale a tres veces la del maíz de riego sembrado allá); 11.7%, 28 mdt, son sobras de comida – la que se tira y la que no se puede comer –; 11.3%, 27 mdt, es plástico –¡por tantos empaques, bolsas y botellas desechables! –; 8%, 19 mdt, son latas de aluminio y fierro; 7.4%, 17 mdt, son hule, cuero y textiles; 5.3%, 12.5 mdt, es vidrio y el 3.4% restante, 8 mdt, son materiales clasificados como “otros”. Por desgracia, a pesar de que Estados Unidos se jacta de estar muy adelantado en tecnologías de reciclaje, sólo se recicla aproximadamente un 25% de “basura”. Si entonces sumamos todos los “desechos” industriales, obtendremos casi 159 mdt anuales, de las cuales, 25%, o sea, 39.6 mdt apenas se reutilizan y el resto, 119 mdt, simplemente se tira, prescindiéndose así de materiales que pueden servir nuevamente si son reciclados en lugar de hacerlos nuevos y con ello, generar aún más basura. Un muy grave ejemplo de esto es toda la llamada basura computacional, dado que los millones de computadoras “obsoletas” que se desechan cada año (no porque no sirvan, sino que son menos “potentes”), como resulta “muy caro” deshacerlas y reciclar el platino, el oro o muchos de los materiales de los que se hacen, simplemente se van apilando en enormes tiraderos o muchas veces dichos desperdicios se “exportan” a países subdesarrollados como China, en donde la baratura de sus trabajadores, combinada con la nula protección a su salud, posibilita mediante procedimientos muy tóxicos e insalubres, reciclar los materiales recuperables. De acuerdo con el reporte emitido por las organizaciones mundiales Basel Action Network (Red de acción Basel) y Silicon Valley Toxic Coalition (Coalición Silicon Valley contra los tóxicos), alrededor de un 70% de la basura computacional de Estados Unidos se exporta hacia la ya mencionada China, además de Pakistán e India. En pueblos chinos como Guiyu, es muy común la quema a cielo abierto de plásticos y tabletas de silicón, con tal de recuperar metales mediante ese muy contaminador, rudimentario proceso, el cual produce un negro y denso humo negro muy contaminante y sumamente dañino al medio ambiente y a la salud. Baños de ácido se aplican a esos desechos a las orillas de los ríos para recuperar oro, contaminándose permanentemente sus aguas. El plomo de monitores y de cinescopios de televisores, no es muy lucrativo, así que éstos simplemente se tiran. Los cartuchos impresores son abiertos a mano, emitiendo sendas nubes del polvo del que están hechos al aire, y que los pobres trabajadores que los desarman respiran, pues ¡ni siquiera sus patrones les proporciona máscaras protectoras! Todo ello ha generado tan enorme contaminación, no sólo aérea, sino en los acuíferos de Guiyu, que el agua que se emplea para beber, tiene que traerse de lejos, de 30 o más kilómetros de distancia. Eso se hace en China, país que el neoliberalismo ha querido tomar de ejemplo de industriosidad, claro, si así se le puede llamar a actividades industriales en las cuales lo que menos importa son los trabajadores y su salud (sí, todo sacrifica China, su gente, su medio ambiente, sus recursos, su ecología... con tal de mantener contentas a las corporaciones que han hecho de ese país un “paraíso industrial” de trabajadores muy baratos y sometidos, de recursos también baratísimos y de un gobierno laxo con las corporaciones extranjeras, pero represivo con su gente, con exenciones fiscales y leyes muy permisivas. A pesar de todo, la espectacular baja en las cotizaciones accionarias de la bolsa de Shangai recientemente, demuestra que el “milagro chino” tampoco puede ser permanente). Por otro lado, las sobras de comida o del jardín podría suponerse que son procesadas para convertirlas en abonos naturales, pero, también, sólo se hace eso con una cuarta parte más o menos. El resto se apila en los llamados rellenos sanitarios, en donde por el apretujamiento, además de que se cubre con tierra cada capa que se comprime, la acción bacterial es casi nula, por lo que tales desperdicios pueden durar cientos de años sin descomponerse. Y no se recicla toda la basura no porque no haya la tecnología suficiente, sino porque resulta, como señalé, “caro”. ¡Claro, aquí se emplea el principio de los negocios de que se gaste lo menos posible, aunque ecológicamente no sea lo más adecuado! Sí, saldrá más barato para las industrias hacer nuevo papel y nuevo cartón cortando más árboles (en EU se subsidia a los madereros, por eso es más barato hacer papel con madera virgen que reciclarlo), además de que el proceso requerido para elaborarlos constituye la tercera fuente industrial generadora de los gases efecto invernadero. Se hará nuevo plástico, empleando más polietileno derivado del petróleo. Se harán nuevas latas de aluminio o fierro obtenidos de minas... ¡sí, mejor todo nuevo que reciclar! Y que cargue el problema de tanta basura la sociedad y, sobre todo, el planeta. Los tiraderos estarán en todas partes: en los bosques, en las selvas, en los ríos, en el fondo del mar... Pero además no sólo se trata de que hay más derroche energético por la innecesaria sobreproducción, sino que, como señalé, se imponen nuevas necesidades, nuevos estilos de vida que incrementan nuestro uso energético. Por ejemplo, el Internet, con toda la infraestructura que requiere, así como las compañías buscadoras, tales como Google, Yahoo o Ask.com, tiende a consumir cada vez muchísimo más energía, debido a que las millones de computadoras, discos duros, memoria RAM y los millones de metros de fibra óptica de tales compañías, requieren actualmente de alrededor de 5 gigawatts, o sea, 5000 megawatts, es decir ¡5 millones de kilowatts!, suficientes para electrificar una ciudad completa como Las Vegas, con todo y casinos y hoteles, durante la época de más calor, que es cuando se demanda más energía. Para que quede más claro, una casa en México de consumo bajo, demanda unos 200 kilowatts mensuales, es decir, que toda la energía que requieren los buscadores equivaldría a la necesitada nada menos que por 25,000 hogares en un mes. Lo que más consume energía son, irónicamente, los sistemas de aire acondicionado que se emplean para enfriar a los servidores y la infraestructura computacional que emplean tales compañías, que asciende a la mitad de la empleada y entre más velocidad y capacidad en la transmisión de datos se exija, mayor energía se requerirá para ello y consecuentemente ¡más energía para el enfriamiento por aire acondicionado! Y se calcula que en el futuro se transmitirá nada menos que un petabyte de datos por segundo, lo cual equivale a un trillón (1000,000,000,000,000) de ¡bytes en cada segundo! A ese paso, dos expertos en energía, Peter Huber y Mark Mills, predicen que en el futuro la infraestructura computacional que mueva el Internet ¡requerirá de la mitad de toda la energía producida en el mundo! Por eso, insisto, de qué servirá que contemos con energías alternas a las existentes, si vamos a seguir incrementando brutalmente nuestras necesidades energéticas y que, de todos modos, no podrán muchas de éstas satisfacer plenamente tales necesidades.

Así pues, no sólo se trata de hallar más alternativas energéticas, sino de cambiar nuestros consumistas, desperdiciadores hábitos, para, en realidad, emplear menos energía. Y vale para nuestro análisis revisar someramente con qué otras fuentes alternativas energéticas se cuenta y cuáles realmente son prácticas para su empleo.

ALTERNATIVAS ENERGÉTICAS

Últimamente se han estado revisando todas las posibilidades energéticas de que disponemos, pero no tanto por prescindir del petróleo o el carbón, o sea de las energías fósiles, sino porque éstas se están agotando más rápido de lo que se pensaba, debido al ritmo tan brutalmente ascendente de su consumo diario (Ver mi artículo en Google: “La guerra mundial por el petróleo y el gas natural”). Particularmente Estados Unidos, además de tales consideraciones, que lo llevaron, cínicamente, a invadir Irak, so pretexto de que poseía armas de destrucción masivas, apoderándose así de la segunda reserva mundial probada de petróleo, también lo hace para ser menos vulnerable y dependiente de hidrocarburos casi todos importados (Arabia, sobre todo, es uno de sus principales proveedores), cuya disponibilidad podría verse afectada, señalan algunos funcionarios estadounidenses, por los conflictos bélicos o los “atentados terroristas”. Y por ello un energético relativamente nuevo en ese país, el biocombustible conocido como etanol, en su reciente “estado de la nación” que pronunció Bush, anunció que se tenía programado en el futuro aumentar considerablemente su producción (por eso aquí en México, se incrementó tanto el precio del kilogramo de tortilla, pues buena parte del maíz con que se hace es importado justamente de EU) para depender menos del petróleo importado. Otra de las consideraciones para disponer de más energías es el precio que tome el barril del petróleo, pues por cuestiones económicas más que ecológicas, claro, no podía ser de otra manera, serían aquéllas viables. En el siguiente cuadro resumo los tipos de energía alternativa, así como cuándo podrían ser explotables con respecto al precio del barril de petróleo:




Bien, pues algunas de las alternativas energéticas citadas en la tabla anterior aún están en experimentación, como sucede con el esquisto, obtenido a partir de la fundición de las rocas metamórficas cristalinas que lo contienen, procedimiento muy costoso. Para los hidratos de metano, aún se desconoce cómo pudieran explotarse. Otras, como el “carbón limpio”, no lo es tanto, pues sigue produciendo de todos modos CO2, bastante, y en todo caso le conviene a países como EU o China que poseen bastante carbón y que satisfacen buenas partes de sus necesidades energéticas de éste (Estados Unidos, a pesar de jactarse de sus avances tecnológicos, sigue dependiendo mucho del carbón, pues más de la mitad de sus electricidad es generada mediante contaminantes, viejas carboeléctricas). Además, todas siguen produciendo bióxido de carbono, tanto directa, como indirectamente, esto porque la energía que se requiere para obtener algunas de ellas, como el hidrógeno, produce justamente CO2, así que, de alguna manera, estamos en un círculo vicioso, pues mientras nuestros métodos para obtener tales alternativas energéticas sigan siendo los convencionales, de nada servirán tales energías si de todos modos van a contribuir a la producción de los gases que provocan el calentamiento global. Por ejemplo, para producir celdas solares o los gigantescos molinos de viento, se requiere de métodos de fabricación aún convencionales que generan, como dije, CO2. Y varias de ellas rinden menos energía que la que se emplea para producirlas, lo que se conoce como la recuperación de la inversión energética, esto es, el índice de la energía recuperada con respecto a la invertida (Energy Return of Investment). Por ejemplo, la energía que se requiere para obtener el hidrógeno empleado en las celdas de combustible que se estén experimentando en los autos movidos por ese gas, es de tres veces la que el hidrógeno rinde, lo cual, de momento, lo haría sumamente impráctico (A menos que se obtuviera mediante reactores nucleares, como defienden sus partidarios. Los autos movidos por hidrógeno aún están en experimentación, además de que es un gas muy inestable y explosivo). En cambio, biocombustibles como el biodiesel, rinde tres unidades energéticas por cada unidad de energía que se emplea para elaborarlo. Esto porque la soya o la palma de las que se obtiene, por su actividad fotosintética, que transforma la energía solar a bioenergía, tienen un alto contenido energético de por sí. Por ello en este momento los biocombustibles están teniendo tanto auge, porque rinden bastante contenido energético, digamos que son una especie de celdas solares naturales. Sin embargo, nada es perfecto, por desgracia, pues siguen produciendo bióxido de carbono, gas inevitable en toda combustión, pero además producen más óxido de nitrógeno que los combustibles convencionales, gas que también contribuye al calentamiento. Pero otro problema muy grave que a mi consideración sería peor que la supuesta solución que se pretende dar con ellos es que para elaborarlos se están empleando cereales que en un mundo en donde a diario mueren de 25,000 a 30,000 personas por desnutrición severa, pues resulta de alguna forma indignante, procesar maíz o soya para hacer etanol o biodiesel si hay hambre. Y no es que su uso se pretenda hacer restringidamente, digamos, a unos cuantos vehículos, sino que se generalizaría su empleo a los millones de vehículos que actualmente circulan por las carreteras y ciudades del mundo, además de los que se siguieran fabricando, lo cual se hace a un ritmo de poco más de ¡65 millones de nuevos automotores anualmente! Uno de los casos más ilustrativos serían los Estados Unidos. La tierra arable que ese país posee es de alrededor de 1,740,765 km², de la cual actualmente se tienen sembrados con soya para, entre otros usos, el biodiesel, poco menos de un 2.5%, o sea, unos 42690 km². Resulta que para que ese país pudiera producir todo el biodiesel necesario para sustituir el diesel normal, tendría que contar con un área total de soya cultivada ¡casi 54 veces mayor a la sembrada actualmente!, es decir, unos 93,501,090 km², imposible, dado que el área cultivable de todo el planeta es de apenas 31,000,000 de km². Pero además toda la soya sembrada sería exclusivamente para producir biodiesel, lo que agravaría brutalmente las carencias alimenticias que, como señalé, ya de por sí tenemos. El otro caso, el del etanol, también es igualmente cuestionable. Se requeriría de un 30% de la tierra cultivable que posee EU sólo para sembrar maíz, o sea, unos 526,436 km². Lo que actualmente se cultiva son alrededor de 59386 km², así que casi tendría que incrementarse en ¡nueve veces la producción de maíz, exclusivamente para fabricar etanol! Un empresario que se está dedicando a la producción de tal biocombustible, cínicamente ha dicho que basta con que los Estados Unidos reduzcan las tierras empleadas para sembrar cultivos de exportación y en lugar de eso, las empleen para los llamados cultivos energéticos y con eso podrá producirse suficiente etanol para sus necesidades normales. ¡Vaya, como si eso fuera tan sencillo, pues hay que señalar cuántos países dependen, por desgracia, de los granos y otros alimentos producidos por ese país!, debido, sobre todo, a que el así llamado “libre comercio” o neoliberalismo casi ha aniquilado las economías agrícolas de tales naciones, como en México, a las que les sale más “barato” importar alimentos, que sembrarlos, pues hacerlo “implica pérdidas”. Pero la muy grave consecuencia de ello es que ahí están y seguirán estando, a merced de lo que EU les quiera o no vender actualmente o en el futuro y si el gobierno estadounidense considera que es más importante producir etanol para sus crecientes necesidades aotomotoras, y además si esto resulta más lucrativo (Seguramente varios agricultores de otras partes en vista del “gran negocio” que implicaría la siembra de maíz para etanol lo harían, sin importarles si ese maíz fuera muy necesario para alimentar a la gente de su país), que lo es, pues entonces reducirá considerablemente sus exportaciones alimentarias y si ahora hay hambre, ¡pues qué se podrá esperar para entonces! Sí, claro, que los autos andarán muy bien comiditos de etanol o biodiesel, pero habrá más hambrientos por todo el mundo que ya ni siquiera tendrán oportunidad de probar una mazorca de elote o, como en México, una triste tortilla. De hecho, la reciente crisis mexicana de la tortilla cara se debió a que como cada vez se produce menos en el campo, debido, como dije, a que se he desdeñado este sector de la economía – y de paso a los pobres campesinos, la mayoría de la población rural de este país –, el maíz que se debe de importar en cantidades cada vez mayores de los Estados Unidos se encareció, justamente porque ya comienza a dedicarse más de su producción actual a la fabricación de etanol. Y aunque debe señalarse que se está experimentando con algunas otras formas para hacerlo, como a partir de la transformación de la celulosa mediante enzimas – éstas obtenidas genéticamente – en azúcares, la mayoría rinden aún muy poco etanol, así que el maíz o la caña de azúcar, que es la que se emplea en Brasil (En este país, es una desgracia que cada vez se empleen más áreas de sus selvas amazónicas para sembrarlas de caña de azúcar, dado que aumenta también el consumo de etanol año con año), serán por muchos años los cultivos preferidos para ser etanolizados.

Y, repito, el problema es que en Estados Unidos y en el mundo, para el caso que nos ocupa, la producción de biocombustibles no va acompañada de programas que redujeran el empleo de vehículos, ni el consumo de combustible, al contrario, los 532,000 millones de litros de gasolinas consumidos allí por año y los poco más de 200 millones de autos que circulan a diario sólo en ese país, van en aumento, así que con ese ritmo, nunca habrá energía alternativa más limpia que alcance.

Las otras energías alternativas son la hidroeléctrica, que apenas monta su empleo mundialmente a menos del 3%, y la geotérmica. En el caso de la hidroeléctrica, que aquí en México se ha empleado mucho, provoca impactos ambientales mayores que el beneficio que pudiera acarrear, sobre todo porque la construcción de presas y embalses sumergen enormes extensiones de bosques, selvas y áreas agrícolas, cuya consecuencia en el medio ambiente es letal, ya que como dije, los cientos de miles de árboles que quedan bajo el agua (Como los miles de árboles sumergidos, a falta de luz y oxígeno, no se pudren, ya hay varias compañías que se dedican a talarlos mediante robots submarinos especiales, arguyendo cínicamente que dado que de todos modos ninguna función ecológica cumplen bajo el agua, es mejor cortarlos, y calculan que el valor de sus maderas, muchas preciosas, como la caoba o el roble, puede ascender a $50,000 millones de dólares, que capitalistamente hablando, como siempre sucede, constituye un muy buen negocio) dejan de cumplir su benéfica función de absorber el CO2 expulsado a la atmósfera por las actividades del hombre. Pero además, los embalses alteran la humedad natural de la región en donde se construyen, acaban con especies vegetales y animales y modifican severamente los ciclos y la actividad hidrológicos naturales de las cuencas en donde se asientan. Y por si fuera poco, dado que cada vez el calentamiento global está cambiando la frecuencia de las lluvias, generando sequías en algunos sitios, e inundaciones en otros, muchas presas ya no tienen el nivel de agua suficiente para operar las turbinas que la corriente hidráulica mueve para la generación de fluido eléctrico, así que están cayendo varias en desuso y realmente en muchos países ya no puede considerarse una alternativa energética más a la hidroeléctrica. En el caso de la energía geotérmica, es una buena opción, pero su uso también es más restringido, ya que las fuentes generadoras, géiseres, no implican la producción eléctrica a gran escala, al menos no a los niveles requeridos nacionalmente en el país de que se trate. Aquí también en México se ha empleado ese tipo de energía, pero como la mayoría ha sido para abastecer redes locales, muchas geotérmicas erigidas en los años 60’s y 70’s han caído en desuso cuando se han incorporado tales redes eléctricas a una red nacional mayor.

Otras dos energías alternativas que podrían considerarse, digamos que amigables y renovables (entendiéndose por renovables que no corren el peligro de acabarse), son la eólica y la solar, pero, por desgracia, además de estar apenas en pañales su uso, privando el criterio economicista, son más caras que los energéticos fósiles, además de que no serían suficientes para llenar tan crecientes demandas de energía. En el caso de la energía solar, no ha habido avances tecnológicos espectaculares que pudieran ya generalizar su extendido empleo por todo el mundo, el que no llega ni al 2.5% de la energía empleada, a pesar de que se calcula que cada hora el sol envía suficientes electrones como para proveer a toda la humanidad de electricidad ¡durante un año!. Esto porque, de nuevo, no ha habido suficientes “incentivos económicos” para desarrollarla, por un lado, pero por otro, porque los intereses de las compañías petroleras han pesado, no sólo sobre este tipo de energía, sino sobre otras, pues ello implicaría prescindir del producto que venden, el petróleo. Aún se siguen empleando las celdas fotovoltaicas cuyo diseño data de los años 70’s y 80’s y por los mismo, son muy ineficientes en la transformación de los fotones en electrones. Lo mayor eficiencia lograda en la actualidad es de un 30%, es decir, de toda la luz solar absorbida por una celda, sólo menos de la tercera parte es convertida en electricidad. Además, se necesitan grandes áreas de tierras que, desde el punto de vista económico también, estarían “improductivas”, sólo ocupadas de tales celdas. Claro que ya hay algunos nuevos diseños interesantes, en experimentación apenas, como el Sunflower, concebido por el señor Bill Gross, que a un costo de poco más de 300 dólares, puede generar un kilowatt-hora durante un soleado día colocado en el techo de un hogar, lo que apenas cubriría una tercera parte de las modestas necesidades eléctricas de tal hogar. Por tanto, el empleo de la energía solar, de momento se está restringiendo más al ámbito doméstico, mediante costosas celdas solares que se instalan en los techos de las casas, como se está haciendo en Estados Unidos, en donde gente de clase media, principalmente, las adquiere, junto con generadores de viento domésticos también, para producir su propia electricidad sin desconectarse de la red local. Y no lo hacen tanto por ecología, sino porque le pueden vender a la compañía eléctrica que los surte, la luz generada por esas celdas solares o generadores de viento que no empleen sus hogares y hacerse así de un “dinerito extra”. Los pocos intentos existentes para generar electricidad a partir del sol lo hacen, hasta ahora, más caro que los medios tradicionales (Un kilowatt-hora generado con energía solar cuesta en ese país 21 centavos de dólar, comparado con el generado con carbón, que cuesta 4.74 centavos y el generado a partir del gas natural, que vale 5.15 centavos), como la Estación Generadora de Energía Solar, de la empresa PG&E, ubicada en el desierto de Mojave, que genera apenas 350 megawatts, lo cual difícilmente cubre las necesidades de 100,000 hogares. Como puede verse, también gran parte del problema de que no se empleen otras alternativas energéticas es que económicamente no resultan viables, aunque lo sean ecológicamente. Y por eso los partidarios de ellas están exigiendo, con justa razón, que los gobiernos las subsidien de momento, en lo que las supuestas economías de escala las vuelvan más baratas, como se hace con otras fuentes energéticas, como con el mismo petróleo. Así pues, ese hecho de que pesa más la economía que la ecología, complica aún más los problemas que ya he expuesto, pues mientras las energías ecoamigables, como la solar, no sean baratas, pues simplemente no se emplearán.

En cuanto a la energía eólica, hay también algunos avances. Alemania es el país que más ha logrado en su desarrollo, con un 15% de dicha energía cubriendo sus necesidades. Le sigue España, con un 10%, alrededor de 12,000 megawatts. Y en tercer sitio están los Estados Unidos, en donde hasta viejas plataformas petroleras marinas se están reciclando como bases para los gigantescos generadores eólicos, que en conjunto producen apenas un 3% de las necesidades de esa nación. Pero, de nuevo, tanto el criterio económico se impone, pues el kilowatt-hora producido por el viento es “más caro”, así como el hecho de que algunas de las llamadas “granjas de viento” ocupan también grandes áreas de tierras agrícolas que dejan de ser totalmente productivas para otros fines, que no sea el de cobijar las decenas de esos gigantescos generadores. Y evidentemente que tampoco se considera que llenarán las crecientes, derrochadoras necesidades energéticas. Por ello es que la temible energía nuclear está reconsiderándose de nueva cuenta en las expectativas del futuro energético, pero aunque sea más barata y se ponderen sus “bondades” presenta muchos peligrosísimos inconvenientes, como veremos.

Pareciera, entre otros aspectos, que ya se han olvidado terribles accidentes como el de Chernobil o los que por fortuna pudieron controlarse a tiempo, como el de Three Mile Island, en EU, o el de la central nuclear española Vandellòs, por mencionar algunos. Pero, además, no existen alternativas seguras hasta hoy para disponer del combustible nuclear inservible, ni de las instalaciones caducas, y no están libres de riesgos los reactores, tales como calentamientos y sus consecuentes explosiones, las que pueden emitir letales nubes radioactivas, como la que se esparció desde Chernobil, que alcanzó Escandinavia y el norte de Europa. Aún así, debido a sus altos rendimientos y de que resulta “barata”, es que se comienza a ver, nuevamente, como una “prometedora” opción. Como dije, se mide su eficiencia en el número de kilómetros cuadrados que se requerirían para producir determinada cantidad de electricidad en relación con otras energías. Así, una central nuclear que generara 1000 megawatts de fluido eléctrico, necesitaría solamente 0.85 km², menos de 10000 metros cuadrados, o sea, menos de una hectárea, para instalarse. Para que se generara la misma electricidad mediante energía solar, con paneles solares, se necesitarían 155 km² de terrenos, es decir, un área de casi 13 kilómetros por lado. Para que los mismos 1000 megawatts se generaran mediante molinos de viento, se necesitarían 777 km², es decir, un área de casi 28 kilómetros de lado. Y la peor equivalencia sería con respecto a biomasa, pues se requeriría sembrar 2560 km² de tierras con maíz, por ejemplo, para que se generara la misma cantidad de electricidad, es decir, un área de poco más de 50 kilómetros por lado. Y como nuestra sociedad está tan materializada y es muy optimizadora, no podría darse el lujo de desperdiciar tanta tierra en energías ecoamigables y renovables. Además, se alega también que en muchos países que la emplean de tiempo atrás, no se requeriría aumentarla tanto para reducir considerablemente las emisiones de CO2 lanzadas a la atmósfera cada año. Así, para el caso de los Estados Unidos, los expertos indican que para disminuir en un millón de toneladas la producción anual de CO2, sólo se necesitaría incrementar la actual capacidad nuclear cinco veces. En cambio, para hacerlo mediante viento, se necesitaría aumentar la producción 300 veces y ni hablar de la solar, arguyen, pues se requeriría incrementar su producción en ¡6000 veces!, lo que da idea de lo poco que ese país, como ya dije, ha hecho en cuanto a energías ecoamigables y renovables se refiere. Y todo parece indicar, si nos atenemos a los recientes foros europeos que se han hecho sobre calentamiento global y energías alternas, que la nuclear va que vuela para favorita. Francia, sobre todo, la está impulsando bastante, pues ese país es el que más la ha desarrollado, pues obtiene sus requerimientos energéticos en un 60 % de los reactores nucleares con que cuenta, lo que coloca a ese país en una potencial bomba nuclear cuando alguna falla se presente en sus reactores, algunos con varios años de uso. China, que por ser la maquiladora del mundo, incrementará brutalmente sus necesidades energéticas (así como va, se calcula que en el 2020 China requerirá 300 gigawatts de electricidad por día, poco menos de los 350 que se generan actualmente en todo el mundo... ¡ni imaginar cuánta contaminación generara tanta energía!) – ¡claro, si el mundo no se acaba antes! –, también está desarrollando nuevos diseños de reactores que, dicen sus científicos, son “más seguros”, a base de “pelotitas radiactivas”, por lo que se les llama “reactores de cama de bolas” (pebble-bed reactor). Los científicos chinos calculan que con que se instalen ¡200 reactores! de ese tipo se cubrirán las futuras necesidades energéticas de su país. De todos modos, una vez que las pelotas radiactivas se desgasten, tendrán que tirarse y... ¡nadie ha dicho en dónde! No considero, pues, a la energía nuclear como una alternativa viable por todos esos peligros implícitos y latentes.

Finalmente, de todo lo relatado antes, puede concluirse que no será posible que por sí solas las energías alternas, sobre todo las ecoamigables, como la eólica o la solar, cubran las crecientes, desperdiciadoras necesidades energéticas de la humanidad, si no se acompaña ello de un radical cambio en las actividades humanas y en el derrochador sistema económico en que vivimos. Y quizá por ello, por lo inevitable del futuro colapso, es que se está pretendiendo dar “soluciones” que más se asemejan al producto de la mera soberbia humana, que a verdaderas intenciones para resolver los problemas mencionados. Una de ellas es la propuesta de que parte del CO2 lanzado a la atmósfera se “entierre” en el subsuelo. ¡Ya podemos imaginarnos que llegará el día en que la tierra comience a reventar, como un bote llenísimo de basura que no pueda contenerla más! Otra de tales “soluciones” es lo que se conoce como geoingeniería, definida como los “esfuerzos para remediar el cambio climático con experimentación a megaescala de métodos artificiales que reparen el daño hecho”. Entre otras de tales aberraciones “científicas” se menciona el que se colocaran en órbita trillones de “espejitos” que reflejaran el sol o que se saturara la estratosfera con azufre, también con el objeto de reflejar la luz solar, para que se “enfriara el planeta”, o que se incrementara la cantidad de bacterias comedoras de CO2, como el plancton, mediante la “fertilización” de los océanos con hierro o que se “bombardearan” las nubes (esto ya se practica desde años atrás, pero en la actualidad se haría a “gran escala”) con yoduro de plata para “hacer llover”. Y estas irresponsables “soluciones” están ya siendo aplicadas, sobre todo lo de esparcir hierro en los océanos, y apoyadas principalmente por países como, no podía faltar, Estados Unidos, algunos de la Unión Europea y ¡hasta México!, para que no se diga que entre el mundo subdesarrollado no se apoyan tan “loables” adelantos científicos. ¡Vaya si esto es, como dije, soberbiamente irresponsable, pues pretender la manipulación a escala planetaria del clima, es evidente que tendrá consecuencias nunca antes vistas, ni imaginadas, no sólo para la ecología en general, sino para la salud del hombre, a quien se pretende beneficiar con esos frankensteinianos experimentos! Esto recuerda, también, los desquiciados intentos hechos a finales de los años 50’s en Estados Unidos – dónde más –, en las llamadas “granjas radioactivas”, en las cuales se sometían distintos cultivos, tanto de cereales, como de árboles frutales, a la radiación de rayos gamma emitida por varillas de cobalto, para, decían esos inmorales “científicos”, obtener “ejemplares mayores, más sanos y saludables que materializaran el sueño que los granjeros han tenido durante siglos”. Esas “cosechas atómicas”, como se les llamó, luego debieron de suspenderse ya que se comprobó la letalidad de los cultivos que se llegaron a cosechar mediante esos aberrantes métodos. Así podría suceder con la geoingeniería, que en lugar de “resolver” nuestros problemas climáticos y los daños a la salud ambiental y humana que provocan, los empeoraran. Simplemente podría pensarse que si se indujera demasiado el crecimiento del plancton marino, pudiera llegar a una saturación tal, que acabara con el oxígeno del agua oceánica y que eso aniquilara al resto de las especies marinas o que se saturara de demasiados “espejitos” o de muchísimo azufre la atmósfera, que luego ya la luz solar no pudiera pasar y el planeta comenzara a enfriarse y a morir muchas de sus plantas y animales, y el hombre, consecuentemente, a falta de la luz solar. No, de ninguna manera eso es una solución sensata, y más bien apunta a que se preferirá la continuación del sistema derrochador de recursos y energía al que estamos tan habituados, el cual seguirá aumentando incontrolablemente.

En medio de esa voracidad industrial y consumista, se adoptarán, seguramente, varias de las alternativas energéticas mencionadas antes, porque no bastarán o irán agotándose las actuales, pero de una u otra forma, todas son contaminantes, además de que no podrán, por sí mismas, satisfacer tan brutal crecimiento del derroche energético. Seguirán conviviendo, por tanto, con las energías fósiles tradicionales y eso implicará que se continuará contaminando y destruyendo los recursos naturales que aún quedan, trastornando el clima, y calentando irremediablemente más a nuestro pobre planeta, sin olvidar, por supuesto, todas las nuevas amenazas implícitas a nuestra frágil, temporal existencia que con ello iremos creando.

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