jueves, 21 de julio de 2011

Otros "presuntos culpables"

Otros “presuntos culpables”

Por Adán Salgado Andrade

Desde este México tan injusto. Por estos días se ratificó al juez Héctor Palomares Medina, quien se hiciera infamemente famoso por su circunstancial “actuación” en el polémico documental “Presunto culpable”. En éste, Palomares condenó, de forma arbitraria, la suerte del joven Marco Antonio Zúñiga, acusado injustamente de asesinato, a pesar de una serie de “irregularidades” legales y corruptelas, basado sólo en un dudoso “testimonio” que, al final, no pudo sostenerse. De no haber sido por la acción de los abogados Layda Negrete y Roberto Hernández, quienes hasta de grabaciones se valieron (y de paso obtuvieron permisos para grabar las distintas audiencias a las que el juicio dio lugar), Zúñiga seguiría encarcelado. Todo ello fue en el año de 2005 y es lo que, resumidamente, se narra en el citado documental. Sin embargo, a pesar de la distancia de los hechos y de su exhibición, la realidad es que en este país de impunidad, de cotidiana injusticia, de autoritarismo legaloide, de selectiva represión y gradual militarización… lo que menos impera es que realmente se haga justicia en todos los casos que se analizan en los juzgados y ministerios públicos y que la mayoría de las veces, quienes vayan a dar a la cárcel sean personas que, como Zúñiga, sean inocentes y su única falta sea la pobreza en que se encuentran y que no tengan dinero para pagar los sobornos y los cohechos que muy fácilmente los librarían del asqueroso sistema legal y carcelario que nos caracteriza.

En similar situación, acusada también falsamente, como a Zúñiga, está el caso que igualmente por estos días le sucedió a la pasante de la UNAM Mariel Solís, inculpada de haber participado en el asesinato del catedrático de la misma institución Salvador Rodríguez Rodríguez. Mariel fue arrestada sólo porque se “parecía” a la mujer cómplice del verdadero asesino, el apodado “El sapo”. La apresaron el 8 de julio, pero por fortuna, tanto su familia, así como una inusual movilización de la sociedad civil (se emplearon redes sociales para ejercer presión ante las ineptas, corruptas autoridades judiciales), lograron demostrar su inocencia y el 14 de julio, seis días después, fue liberada y su personal pesadilla en el reclusorio femenil de Santa Marta Acatitla concluyó (dijo Mariel: “No digo que soy una santa, pero nunca cometería un crimen”).

Voy a referir algunos casos de personas que igualmente fueron condenadas a distintas penas carcelarias, a pesar de evidencias en su favor y simplemente basándose las “autoridades” que los llevaron a prisión en pruebas “circunstanciales” que nada demuestran. Quizá ustedes, amables lectores, recuerden otros casos, además de los que les expondré, en donde, sencillamente, la legalidad no vale… y si hay dinero para pagar “mordidas” a jueces o abogados “defensores”, entonces habrá libertad… y si no, una vida pudriéndose en un reclusorio o en una cárcel es lo que le espera al desafortunado “presunto culpable” que caiga en “manos de la justicia”.

Primer “presunto culpable”: Se trata de un hombre de unos treinta años, que llamaré Pedro, y era albañil. Él y su esposa habían intentado por muchos años tener hijos, hasta que lo lograron. Tuvieron una hija, que aunque nació con labio leporino, trajo la alegría que durante tanto tiempo habían estado anhelando. Con sus limitados recursos, buscaron atención médica para corregir su malformación física. Tan felices estaban que cuando llega el primer año de vida de la pequeña, a pesar de las limitaciones presupuestarias, deciden celebrarle su cumpleaños.

Acuden Pedro y su mujer a comprar al popular mercado de la Merced cosas para la fiesta, con tal de conseguir todo un poco más barato, sobre todo porque pensaba la señora cocinar arroz y el tradicional mole con pollo. En cierto momento, se paran frente a un puesto en donde venden “recuerdos”, mismos que deciden comprar para regalarles a los invitados, con tal de dejar constancia de tan importante evento.

A cierta distancia de donde están comprando, un ratero le arrebata de la mano el monedero a una mujer. Echa a correr, pero como la agraviada comienza a perseguirlo y a gritarle “¡Agárrenlo, es un ratero, me robó mi monedero!”, el delincuente (éste, sí, real), emprende desaforada huída, dirigiéndose a donde Pedro y su esposa están comprando “recuerdos”. En un acto vil, inescrupuloso, el ratero, con tal de no incriminarse, arroja el monedero en la bolsa de mandado de Pedro, sin que éste lo perciba Cándidamente Pedro espera a que su mujer termine de comprar. Cuando unos momentos más tarde la mujer robada, muy agitada por la carrera, pasa frente a donde está Pedro, se da cuenta de que el monedero está dentro de la bolsa de aquél y grita “¡Ese es mi monedero, señor, usted me lo robó, regrésemelo!”… De nada valieron tanto el testimonio de la esposa de Pedro, así como el de la mujer que vendía los recuerdos de que la pareja tenía varios minutos allí, comprando “recuerdos”, no. Simplemente, culparon a Pedro, quien de inmediato fue detenido por policías “preventivos” y llevado al ministerio público a que rindiera declaración. Obviamente que Pedro no tenía dinero para pagar tanto “mordidas”, así como para contratar los servicios de un abogado “defensor”, no digamos ético, sino por lo menos “hábil” para haberlo deslindado lo antes posible de responsabilidades (los “abogados” de oficio que son asignados para “defender” a los inculpados son meros membretes, que, igual, si no hay dinero de por medio, nada hacen). Por tanto, por ser pobre, tuvo que pasarse un año “preventivamente” preso, hasta que pudo “demostrar” su inocencia, esto es, hasta que pudieron familiares y amigos reunir algo de recursos monetarios para cohechar a algún “juez” o representante “legal”.

Segunda presunta culpable: En este caso, aunque lo que referiré no llegó hasta el ámbito legal, muestra cómo una buena parte de los empleadores en este país, tratan a sus trabajadores despóticamente y con una prepotencia comparable a la de las mismas “autoridades”, como si así se invistieran de superioridad e importancia.

Se trata de una pareja de jóvenes a los que llamaré Ana y David, de unos veinte años, estudiantes, que trabajaban en una tienda de la franquicia de comida rápida estadounidense KFC (la de los pollos muy grasosos y de bajo contenido nutricional). Ambos se relacionaron sentimentalmente al estar trabajando en el lugar.

Un mal día a Ana, por el exceso de trabajo que había, no le fue permitido por el gerente salir a comer. La chica moría de hambre y, claro, despachar piezas de pollo, puré de papa y ensaladas, a pesar de lo mala que sea esa engordante comida, en aquel momento más le estimulaba el apetito. Se le hizo fácil, digamos, arrancar un pedazo de carne a una de las piezas de pollo… ¡en mal instante, pues el gerente alcanzó a verla!

Y lo que siguió fue que el prepotente tipo la acusó de robo y de inmediato llamó a un policía para que se la llevara, advirtiendo al resto de los empleados, David incluido, que debían de testificar en contra de Ana, por haberse atrevido a “robarse” un pedazo de pollo. Ante tan “horrendo” crimen, según el abusivo gerente, había que actuar. Sin embargo, ninguno de los empleados atestiguó en contra de Ana cuando los policías “preventivos” que acudieron al llamado de “auxilio” del gerente se pusieron a interrogarlos. El saldo de su “osadía” fue que ese mismo día todos fueron despedidos, que al fin en este país de millones de desempleados, sobre todo jóvenes, como ellos, es muy fácil hacerse de nuevos trabajadores, especialmente tratándose de labores tan repetitivas, pues en un par de horas se les “entrena” para las actividades que allí desempeñarán, principalmente en ese tipo de franquicias, en donde ya todo es tan mecánico, que no se requiere ni de experiencia ni, mucho menos, de escolaridad (secundaria las más de las veces basta). Por fortuna, Ana se salvó de la acción “penal”, gracias a la generosidad y altruismo de sus compañeros, pues quizá de haberla encerrado, se hubiera tenido que pasar varios meses o años tras la rejas, hasta que su “terrible” crimen hubiera sido “castigado”.

Tercer “presunto culpable”: En este caso el inculpado se debió a la falta total de escrúpulos y valores de los que adolece cada vez más esta sociedad tan materialista, individualista e inmoral.

Un joven de 23 años, al que llamaré Octavio tenía por supuesta “muy amiga” a la que llamaré Sonia. Sonia, a su vez, era novia de un mequetrefe que, además de machista, la maltrataba y hasta la golpeaba frecuentemente, por lo que la chica le tenía terror. Un mal día en que Sonia había ido a una fiesta con su novio y que también Octavio tuvo la mala suerte de asistir, el novio se puso bastante borracho y sus instintos machistas y abusadores se le incrementaron con el alcohol. En alguna habitación de la casa en la que Sonia y su novio estuvieron solos, debido, como dije, a la embriaguez del energúmeno, la chica fue golpeada como nunca antes, además de violada de manera bárbara y penetrada analmente, provocándole dolorosos desgarres. Sin embargo, cuando Sonia llegó a su casa y su familia, al día siguiente, vio la forma en que había sido golpeada, además de que les dijo que también había sido violada, debido al terror que le tenía al novio, se le hizo muy fácil e irresponsable, culpar de todo a su “amigo” Octavio, quien también se había emborrachado, para su desgracia, así que no pudo negar las dolosas imputaciones de Sonia, pues no recordaba una buena parte de lo que había hecho estando borracho durante la fiesta. Y a pesar de que no eran terminantes las falsas “evidencias” empleadas para acusarlo, a la cárcel fue a dar y purga actualmente 17 años de prisión (la historia fue revelada tiempo después por Sonia, pero como ya es “cosa juzgada”, nada se puede hacer, según nuestras estúpidas “leyes”).

Cuarta “presunta culpable”: En este caso, de nueva cuenta, se trata del abuso de empleadores prepotentes, que con tal de despedir justificadamente a sus empleados, cuando necesita reducir personal, lo hace de manera sucia e ilegal.

Se trata de Wal-mart, esa franquicia de tiendas de autoservicio en donde se pagan salarios miserables a empleados a los que se les explota demasiado (incluso a los llamados “cerillos”, que son los menores de edad que embolsan lo que la gente compra, esa empresa no les paga, ni les da ningún tipo de prestaciones, so pretexto de que está prohibido por la ley emplear a menores, pero que es una especie de “servicio social” que presta. Las propinas que les da la gente es todo lo que ganan).

A quien llamaré Leticia, laboraba como cajera en una de las tiendas de la franquicia. Cuando la empresa se puso a reducir personal por las bajas ventas, a personas con ella, que ya tenían algunos años trabajando allí, se propuso actuar suciamente para no liquidarla conforme a la ley si era despedida injustificadamente, así que le trató de armar un “delito” mostrándole un video en que ella aparecía “extrayendo” dinero de la caja, lo cual es absurdo, a decir de Leticia, pues los cortes de caja son sumamente estrictos y siempre que falta dinero, ellas lo deben de pagar. Eso, lo de extraer dinero, pues es fácil filmarlo cuando cualquier cajera saca billetes para dar el cambio. Como el argumento era tan obviamente estúpido, Leticia decidió acudir a un servicio de abogados defensores y en estos momentos, la empresa se encuentra demandada por falsas acusaciones, despido injustificado y otras anomalías. Aquí, por fortuna, Leticia no permitió que se aplastaran sus derechos laborales y, sobre todo, humanos, además de que cuenta con la ayuda de abogados digamos que eficientes en el plano laboral y quizá éticos, si no actúan sólo por el dinero de por medio a que la demanda puede dar lugar.

Quinto “presunto culpable”: En este caso, además de las anomalías legales, se verá como vivimos una crisis de valores humanos, en donde entre la misma “familia” se dan bajezas, como la que narraré.

Un hombre al que llamaré Ernesto, de 65 años, tenía dos hermanas, con las cuales había que arreglar algunas cuestiones sobre propiedades heredadas. Sin embargo, había cierta reticencia entre una de las hermanas a aceptar lo que a cada quien correspondía. Un mal día Ernesto fue a ver a una de ellas a su casa y entró, como siempre hacía, sin tocar la puerta. La codiciosa “hermana”, viendo la oportunidad esperada, decidió actuar. Como llevaba muy buena relación de amor con un policía, le pidió que la ayudara a acusar falsamente a su hermano. Así fue y en cuanto Ernesto estuvo dentro de la casa de la mujer, casi de inmediato irrumpieron policías y la hermana simplemente lo acusó de robo y de que le quería quitar su dinero y todo lo que tenía de valor. Ernesto, sorprendido, fue apresado por los “diligentes policías”, quienes tomando como “pruebas” las falsas acusaciones de la hermana, sin más, lo condujeron a los separos en donde sin mediar juicio ni nada, de inmediato lo encarcelaron. El pobre Ernesto se la pasó seis meses en la cárcel, hasta que pudo comprobar su inocencia, pero le quedaron secuelas tanto físicas – se enfermó de una infección bucal y perdió todos los dientes –, como mentales, pues quedó sumamente deprimido por su injusta estancia en ese lugar, sobre todo a su edad, y que la causa hubiera sido la falsa acusación de su “hermana”. Pero así es de absurda nuestra “justicia”, combinada con la falta de valores.

Sexto “presunto culpable”: Este es otro caso, muy frecuente, por desgracia, de estar en el lugar y a la hora equivocadas. Un hombre al que llamaré Simón, se hallaba esperando en la calle, frente a una tienda de ropa, a que su esposa terminara de hacer allí dentro algunas compras. Para su desgracia, un ratero que se había robado una llanta iba en loca carrera, perseguido por los dueños de dicha llanta, cuando de repente choca con Simón, quien cae, golpeándose la cabeza y quedando inconsciente. El ladrón se deshace de la llanta, la que queda junto a Simón, quien, cuando despierta, ya está rodeado de policías que lo detienen y lo llevan al ministerio público para encerrarlo, pues las supuestas “evidencias”, “demostraban” que él se había robado la llanta, a pesar de varios testimonios, incluido el de su esposa, que afirmaban categóricos que Simón no se había robado nada. Sigue en la cárcel por falta de… ¡dinero para salir!

En el séptimo caso, se ve cómo la aplicación de la tal “justicia” es totalmente arbitraria, pues el delincuente, una mujer, pudo salir libre gracias a corruptelas y sobornos pagados a cuanto “representante de la ley” hiciera falta.

Un joven a quien llamaré Rubén, tenía 17 años cuando decidió irse a vivir con su novia, a pesar de la oposición de la familia de él. Esto porque la familia de la chica se dedicaba a la distribución de drogas y otros ilícitos. La familia de Rubén temía que el muchacho se fuera por el mal camino. Lo que sucedió fue peor, pues pasaron dos años, durante los cuales, Rubén se llevaba muy bien, tanto con su novia, como con su familia. Sin embargo, en algún momento tuvo problemas con una tía, la familia supone que porque no quiso Rubén hacer algo malo. Por desgracia el problema pasó a mayores y en algún momento la mujer asesinó a Rubén con una pistola. La familia de Rubén buscó afanosamente que se hiciera justicia, apelando a todas las instancias “legales” y gastando el poco dinero que tenían en abogados, sin embargo, las conexiones de la familia de la asesina, además de que contaba con bastantes recursos monetarios, lograron que luego de una breve estancia en un reclusorio femenil, la mujer saliera libre. La familia de Rubén fue amenazada de que ya no siguieran buscando “justicia”, pues luego les “tocaría” a ellos, así que decidieron dejarlo por la paz y prefirieron pensar que todo lo malo que se haga en esta vida, se pagará. Pero mientras ese espiritual consuelo se llegara a hacer realidad, la asesina y su familia gozaron de perfecta inmunidad, gracias a las corruptas, inmorales “autoridades judiciales”.

Octavo “presunto culpable”: Este caso es un tanto surrealista, sobre todo porque a quien le sucedió, es un joven que se dedicaba a hacer activismo en la UNAM, además de que daba clases de filosofía.

En una ocasión que viajaba en el metro, se quedó dormido y fue despertado por los gritos de una mujer que estaba a medio metro de él, llorando y gritando que la había manoseado. Alguien jaló la palanca de emergencia, lo apresaron los policías “preventivos” y lo obligaron a quitarse los zapatos y a caminar más de dos horas sin ellos. También de una manera muy arbitraria e ilegal, se le enjuició y fue sentenciado a un año de cárcel, sin que realmente existieran pruebas o evidencias que demostraran el hostigamiento sexual hacia la mujer que lo acusó. Incluso cuando de alguna forma demostró su inocencia, de todos modos el delito del que se le acusó, había prescrito.

Noveno “presunto culpable”: En este caso, al joven que le sucedió lo que narraré, tuvieron la fortuna sus familiares de contratar a un abogado eficiente y, sobre todo, que tenían dinero suficiente para pagar lo que hubo que pagar.

A quien llamaré Marcos, caminaba un día muy tranquilo sobre una amplia avenida. De repente, vio acercarse a una patrulla, la que se detuvo enfrente de él. Bajaron los prepotentes uniformados, acompañados de un hombre que, sin más, culpó a Marcos de robo, de que hacía como “cinco minutos”, lo habría asaltado. El lugar señalado estaba muy lejano, como para haberlo recorrido en cinco minutos, una calle que lo menos estaba a cuatro kilómetros, y eso, como hizo hincapié Marcos, por lo menos era media hora para haberlo caminado, no en cinco minutos. Y a pesar de su insistencia de que él no conocía a ese hombre que lo culpaba y que él regresaba de su trabajo, los policías lo detuvieron y lo llevaron al ministerio público. Impotente, desesperado, Marcos se veía, en efecto, tras las rejas. Por fortuna, al llegar al ministerio público, le permitieron hablar a su familia, la llamada legal, y, como dije, se pudo arreglar, eso sí, forzoso pago de $18,000 pesos, entre cohecho y dádivas. Y en este caso, gracias a las corruptelas, Marcos pudo librarse de la cárcel, ¿pero cuántos no han podido y están pudriéndose en una sobresaturada celda?

Y así, podría seguir narrando otros casos que me han platicado familiares o los directamente acusados, pero con esos basta para demostrar que a pesar de que hasta el cansancio es conocida la corrupta, arbitraria manera en que actúa el sistema “judicial” de acusar falsamente a inocentes y condenarlos a pudrirse en saturadas cárceles y reclusorios, a pesar de la mencionada cinta “Presunto culpable”, la ilegalidad, el cohecho, la prepotencia, la brutalidad policiaca… esa cloaca institucional seguirá, como una parte integral de un sistema que se vale de ella para así atemorizar a la gente, reprimirla, hacerle ver que si por un supuesto robo, no sé, unas galletas en un centro comercial o una falsa acusación, se puede pasar años en la cárcel, entonces si se dedica a protestar contra el sistema, a defender sus derechos, a cuestionar justamente tal “legalidad”, pues le irá peor aún.

Esto seguramente no sucede sólo aquí. Ha habido casos, por ejemplo, en EU, de personas que han sido no sólo encarceladas, sino ejecutadas (sobre todo afro estadounidenses y latinos), y luego se ha demostrado que eran inocentes. Una cinta que se estrenó hace algunos meses, aunque es Hollywood, muestra que a veces se acusa falsamente a personas, sólo por haber estado en el lugar y a la hora equivocadas. Se trata de la cinta “Los últimos tres días”, protagonizada por Russell Crow, personaje cuya esposa es acusada falsamente de un asesinato, que en la cinta se revela que, en efecto, ella no lo cometió, aunque dentro de la trama queda la duda. Claro, muchos casos así quedarán, sin forma real de que se compruebe si el acusado es o no inocente, pero en muchos otros, las evidencias demostrarán lo contrario.

Incluso, refiriéndome al sistema penal estadounidense, también está plagado de corruptelas e inconsistencias. Y existen dramáticos casos, incluso públicos, de falsas acusaciones y de que, a pesar de las evidencias, no se ha llevado a los verdaderos responsables de ellos a la cárcel. Por ejemplo, a pesar de los años que han transcurrido desde el asesinato de John F. Kennedy, el crimen no se ha aclarado. Siempre se ha dicho que aquél fue muerto por Harry Lee Oswald, un supuesto mariner psicópata que le disparó desde una distancia que, a todas luces, hubiera hecho imposible que pudiera dar en el blanco y, mucho menos, destrozarle la cabeza a Kennedy, tanto por la lejanía, así como porque había demasiados obstáculos. Obviamente se trató de una conspiración, pero por la “seguridad” del podrido sistema, nunca se sabrá lo que realmente sucedió, aunque seguramente deben de existir por allí algunos archivos “top secret”, que develan ese “misterio penal”.

O cuando también EU invadió Afganistán, so pretexto de combatir al terrorismo, se encarceló en una improvisada prisión en Guantánamo a cientos de hombres, cuyo único “delito” era ser o parecer árabes. Muy pocos han podido probar su inocencia desde entonces, pero la gran mayoría siguen pudriéndose en ese inhumano sitio, y eso que el “progresista” de Obama prometió en su campaña cerrar esa ilegal cárcel, pero es la hora que no lo ha hecho (y ahorita, queriéndose reelegir, es lo que menos le importará).

En otra cinta que vi recién, “El secreto de Soraya” (The stonning of Soraya), basada en hechos verídicos, muestra los infames acontecimientos sucedidos hace algunos años en un pueblo de Irán, cuando un miserable hombre acusó falsamente a su esposa de infidelidad, porque quería deshacerse de ella, ya que la mujer no le quería dar el divorcio, pues el tipo la engañaba con otra. Pero en esas machistas sociedades, la palabra del hombre prevalece sobre la de la mujer, y a pesar de que era una vil calumnia, la gente del pueblo, “enardecida” por el “brutal crimen” cometido por Soraya, decidió en juicio sumario apedrearla como “justo castigo” (es brutal la forma en que se trata a las mujeres supuestamente “infieles” bajo la ley islámica, no siendo parejo el trato hacia los hombres infieles, a quienes sólo se “amonesta”).

Así pues, en todo el mundo hay injusticias, inocentes pudriéndose en cárceles o siendo ejecutados por las “justas” autoridades (como en EU, que sigue practicando la barbarie de asesinar a prisioneros, sean o no culpables).

No sólo se ve que la llamada “justicia” es ciega, sino también bastante corrupta.

Contacto: studillac@hotmail.com