viernes, 16 de junio de 2023

Un viaje en auto eléctrico

 

Un viaje en auto eléctrico

 

Varias veces había visto circulando vehículos Vemo, unos blancos, tipo hatchback, con el logo VEMO que en su página de internet, indican que “VEMO es una empresa cleantech que busca acelerar la adopción de tecnologías de movilidad limpia a través de soluciones integrales que incluyen (i) vehículos, (ii) infraestructura de recarga y (iii) tecnología e inteligencia de datos para gestión de flotas, como componentes que conforman el ecosistema de movilidad limpia” (ver: https://vemovilidad.com/?utm_source=%3Futm_source%3DGoogle_Ads&utm_medium=Paid_Search&utm_campaign=Together_VEMO_Awareness_Clicks&gclid=EAIaIQobChMI86r_utDM_gIVJxetBh1vKw3OEAAYASAAEgIf0_D_BwE).

Este día, al pedir un taxi de la aplicación Uber, quien nos recibe es uno de esos autos, cuyas puertas son deslizables lateralmente, que la plataforma indica ser de la marca BYD, autos eléctricos chinos, que el conductor, al que llamaré Jorge, me dice que valen unos 800 mil pesos.

El auto es amplio por dentro, silencioso y no se distinguiría de un auto normal, excepto porque Jorge sólo jala una palanca y acelera para moverlo.

Dice que es una empresa, Vemo, que tiene una flotilla de 500 autos, “pero no sé cómo trabaje con Uber”, me dice, cuando le pregunto que si recibe Vemo una parte de lo que se cobra al pasajero.

Dice que les pagan 1,500 pesos semanales, más otros 1,500 de bono, cuando lo tienen. “Y ese bono es de que completemos 15 viajes diarios, o sea, 75 a la semana, durante cinco días de trabajo (sólo trabajan cinco días a la semana), pero si haces sólo 74, no te lo dan”.

También dice que la autonomía supuesta es de 420 kilómetros, “pero es un estimado, porque si subes mucho o corres mucho, baja esa autonomía, pero no sé cuánto, porque siempre lo tenemos que entregar con el treinta por ciento de carga, no menos, porque si lo entregas con menos, te multan”.

No le cuestiono cuál es la multa, pero seguramente les han de descontar algo de su dinero o les suspenden un día de trabajo.

Dice que hay varios encierros. El de él, está cerca de Plaza Antara. Su horario de trabajo es de ocho de la mañana a seis y media de la tarde. Dice que hay que tener mucho cuidado al pasar topes, que no pegue en la parte baja, justo la que está debajo de los asientos, “pues es donde están las baterías, y si le pegas, se rompen y ya no funciona”.

Me pongo a pensar en, primero, que los chinos acostumbran a copiar muchas tecnologías existentes, hacen ingeniería reversible. Y justamente ese tipo de tecnología es la que emplean los autos Tesla, los fabricados por la empresa de Elon Musk, que las traen en esa ubicación. La segunda situación que me pone a reflexionar es que en una ciudad con tantos baches, topes, coladeras abiertas, exigiría extremado cuidado para circular. Nada más vean qué topes tan altos tienen muchas calles y, como dice Jorge, se debe de tener mucho cuidado al conducir esos autos.

Dice que para contratarlos, deben de hacer una capacitación de una semana, además de otras pruebas y que “de cada diez, yo creo que aceptan a la mitad”.

“Pero aquí, no les interesa el precio del viaje, pues es lo mismo un viaje de quince pesos, que uno de ciento cincuenta pesos. Lo que importa es que completes los quince diarios. Pero a veces, no se puede y es cuando no recibes tu bono y sólo te pagan lo de tu semana. Dice que lleva dos meses conduciendo, pero que hace años, cuando Uber comenzó, por ahí del 2014, “yo empecé a trabajarle a una persona su auto”.

Jorge, al principio de la plática, se ve algo aburrido. Quizá por el hecho de que no hace gran esfuerzo al conducir ese auto.

La conversación lo anima, cuando le pregunto sobre qué hacía antes de conducir. Y ya me dice que conducía “tortons”, esos camiones de carga que seguirían en capacidad a los tráileres, que pueden cargar hasta 15 toneladas. Son unos que tienen redilas, normalmente usados para cargar vegetales o cosas así (se ven mucho en las centrales de abasto).

Dice que comenzó a conducir a los 14 años, “por pura necesidad. Era para transportar cosas en una Frontier Nissan, pero como no sabía bien, calculé mal y me estrellé contra una pared, bueno, le di un rayón. Pero no me dijeron nada, seguí trabajando allí, pero como me pagaban mil quinientos a la semana, pues yo quería ganar más, ¿no?”

Claro, como aspiran todos los asalariados, sobre todo, cuando perciben sueldos bajos.

Dice que vio un anuncio de una empresa que solicitaba un chofer para camioneta de tres y media toneladas. Seguro las han visto también, son de redilas, que igualmente transportan muchos productos agrícolas.

Se sentía con aptitudes para conducirla, pero cuando llegó, le dijeron que ya no había para ese vehículo, pero que había para uno más grande, “pero era más chico que el torton”.

Casi a sentido común, se puso a conducirlo, recordando que para la reversa, se sumía la palanca, “como el de un Volkswagen”. Metió la primera, también “adivinando”, y se puso a conducir, haciéndole la plática al conductor, “para que se me quitaran algo los nervios y no pusiera tanta atención en cómo manejaba. Y ya terminé, y que me dice que sí, que pasaba la prueba. Y que me ponen a manejar”.

Dice que transportaban cigarros de British Tobacco (que ahora es British American Tobacco), que los llevaba desde Monterrey a Tabasco. “Iba a Monterrey, me hacía como doce horas, por la carga. Regresaba y al otro día, salía. Me aventaba un día y medio a Veracruz, descansaba y, luego, otro día y medio a Tabasco”, y así.

Le pagaban un sueldo mínimo, de 2,500 pesos a la semana, más 70 centavos por kilómetro. “Pero estaba bien, pues te hacías como 700 kilómetros, así que eran casi quinientos pesos extras”.

Pero sí ha sufrido asaltos. “Es muy común”, dice. Y que lo que más roban son, justo, cigarros y alcohol, “pues es muy fácil venderlos”. Narra una de las veces que lo asaltaron.

Dice que fue una vez que llevaba un millón de pesos de quesos italianos hechos de trufas y leche de búfalo (la granja que los hacía, tenía criadero de esos animales). “íbamos (un compañero y él) por allí por Ceylán, casi frente al panteón de Jardines del recuerdo. Y varios carros iban pasando y me decían, con una señal, que algo había con una de mis llantas”.

Fueron varios, unos cinco, hasta que él y su compañero, decidieron detenerse. Fue su error, pues al bajar, transcurridos unos segundos, vio por el retrovisor que a su compañero “ya lo habían encañonado”.

“Se me puso enfrente un Chevy, de esos que les decimos caracolitos, por chiquitos. Pensé que podía avanzar y llevármelo, ¿no?, pero dije, no, se van a chingar a mi compa, qué culpa tiene”.

Y pues que lo bajan. “Nos echaron boca abajo en una camioneta. Pero antes, me fijé que todos los carros que me habían hecho la señal, todos estaban de acuerdo, eran puras ratas”, dice, como se les llama en el argot popular a los rateros.

Dice que los llevaron hasta la calzada Zaragoza, en donde hay una estación de autobuses ADO. “Sí, está cerca de Moctezuma”, le digo. “Sí, yo sabía que no había otra por allí. Y ya que nos sacan y pues tuvimos que regresarnos a la empresa, para hacer la denuncia ”.

Por fortuna, no pasó del robo de la mercancía y de la unidad. Tuvo que recoger el camión en un corralón que está por la así llamada Cabeza de Juárez, muy cerca de la FES-UNAM Zaragoza (de hecho, hay una estatua estilizada de la cabeza de Juárez).

Le habían quitado la batería, pero usó la de la refrigeración, un aparato usado para conservar los alimentos, que funciona mediante un motor que usa diésel y usa un acumulador aparte.

Y lo sacó del sitio. “Ya, llegó la grúa y se lo llevó”.

Eso fue unos tres días más tarde. Por eso, por tanto robo, dice que ya, tanto transportes, así como carga, deben de estar asegurados. “Pero no es de que llegues y la aseguradora te pague. Te investigan y pasan hasta seis meses o un año. Pero las empresas, nada tontas, les conviene, porque valoran su mercancía al precio de venta al público, para no perder, aunque pase mucho tiempo”.

Claro, en algo deben de compensar la tardanza.

En efecto, es un clamor de los transportistas que haga algo la actual administración, para que disminuyan los robos. Nunca va dejar de haberlos, pero algo debe de hacerse. “Sí, es un trabajo arriesgado, pues te puedes accidentar, te pueden robar o te puedes morir, ya sea en un accidente o que te maten por robarte”, dice.

A él, lo han asaltado cinco veces. “Siempre sales con ese temor y aunque ahora todo tiene localización GPS, de todos modos, esos cuates traen jammers  (bloqueadores de señal) y te bloquean todo. Y ya, cuando sale la señal, pues ya te asaltaron”.

También platica de que por tanto que trabajan, deben de tomar sustancias para quitarles el sueño, como el azilect que en realidad es para bajar de peso o el “foco”, el que es ilegal, derivado de la cocaína. “Esos, te los venden en las cachimbas (las fondas que hay por los caminos), pero no se los venden a cualquiera, sólo que te vean bajando del camión, todo mugroso. Y cada dosis, te la venden a 250 pesos o 300, dependiendo de cuánto vayas a manejar. Pero sí te quitan el sueño, te alivianan. Pero se te puede hacer un vicio, porque hay muchos que ya terminó el viaje y siguen y siguen tomando. Y la empresa, luego te pone supervisores, pero hasta ellos se dan cuenta cuando un chofer ya se hizo adicto, me decían, ‘yo, con ese güey, ni me subo, porque nada más se la pasa pisteando y hasta me marea’. Eso, pues ya es un vicio, ¿no?”.

Dice que antes, los desaparecidos “federales”, se subían a supervisar y si les encontraban las “carteritas”, les cobraban doscientos pesos. “Pero te advertían que si te encontraban más, te las iban a cobrar a quinientos pesos. Así que, mejor, les tenías que decir la neta de cuántas llevabas”.

O sea, que es una práctica tolerada, tanto por corruptas “autoridades” así como por las empresas, que se droguen, con tal de que resistan tan largas jornadas de quince o más horas de trabajo. Los conductores, son como una extensión del camión, no importan, excepto que trabajen bien. Difícil la vida de aquéllos, pues tanto trabajo y drogas, los enferman. Comienzan a tener problemas de salud y hasta familiares, pues muchos se vuelven muy agresivos y actúan violentamente ante el más mínimo problema familiar. Uno que conocí hace años, que transportaba autos nuevos en una “madrina”, me comentó que al regresar de un viaje, descubrió a su mujer haciendo el amor con el amante de ella y casi los mata de los celos. Estuvo dos años en prisión, además de que tuvo que pagar la hospitalización de ambos (ver : http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2016/02/conversando-con-un-transportista-de.html).

También dice Jorge que otra práctica tolerada es el “huachicoleo”, que es el robo de combustible, diésel, de los tanques de los camiones y de los aparatos de refrigeración. “Sí, les sacas unos cinco, seis litros y los vendes. Y le tienes que entrar, porque como todos lo hacen, ni modo que llegues y que les digas que eres muy ahorrativo, que tu camión da doce kilómetros por litro, cuando que a los otros, sólo les da ocho. Si no le entras, te presionan y te presionan, hasta que renuncias o le entras”.

Dice que también la empresa sabe de eso, pero lo tolera, “nada más que no abuses”.

Vaya singularidad de práctica. De todos modos, todo eso se carga en el precio al cliente que debe de pagar por transportar sus mercancías. No pierden esas empresas camioneras.

Vive por Observatorio, en la casa de sus suegros. “Es que está difícil comprarse una casa. Pero estamos bien, como tienen tortillerías, su casa es grande de cinco niveles”.

Sí, es un problema hacerse de casa propia con los salarios tan precarios que ganan la mayoría de mexicanos.

Su esposa es estilista, de una plaza comercial de cierto prestigio. “Cuando la conocí, era maquillista de obras de teatro. En ese tiempo, hacía el maquillaje de la obra de ‘El violinista en el tejado’. Yo creo que ella gana más que yo, como tres mil a la semana, con comisiones. Yo creo que me voy a dedicar a eso”, dice, bromeando.

Hablamos de que no son prácticos los autos eléctricos, por lo caros. Además, no son la panacea, pues fomentarán el extractivismo y montañas de baterías que no se reciclarán. Son un simple, nuevo impulso consumista (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2023/06/cada-vez-es-mas-evidente-que-los-autos.html).

“Con esos seiscientos mil que cuestan, hasta cambio de esposa”, dice, bromeando nuevamente.

Es algo inalcanzable para la mayoría de los mexicanos, aunque quisieran volverse “verdes”.

Por eso, la insistencia de Estados Unidos de que sólo usemos energías “verdes”, es una simple presión para obligarnos a entrar en una tendencia consumista (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2023/04/nearshoring-y-energias-verdes-mayor.html).

Pero es algo que al nivel de nuestros recursos, es imposible, a menos que ese país, muy generosamente, nos financiara autos eléctricos, paneles solares y otras energías “verdes” (que, finalmente, no lo son pues nada está exento de contaminar. Nosotros mismos, ocho mil millones de humanos, somos intrínsecamente contaminantes, pues defecamos y orinamos diariamente. Si cada uno defecamos medio kilogramo y orinamos medio litro de orina diariamente, ¡serían cuatro mil millones de kilogramos de excrementos y cuatro mil millones de litros de orines por día!).

Finalizamos el viaje y le doy una propina, que agradece con mucho gusto.

Y esa fue nuestra experiencia con lo que llaman la “panacea” para eliminar la contaminación.

¡Vaya mentira!

 

Contacto: studillac@hotmail.com